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Prólogo

La erística está de regreso. Incluso se podría hablar de un eristikós turn, posterior al linguistic turn. Tal parece que el interés por la sofística ya no es suficiente para entender los discursos que no siguen las reglas del razonamiento lógico y dialéctico. Las teorías de la argumentación marchan campantes con la frente en alto, mientras la sofística todavía camina cabizbaja por su deficiencia ética y por el surgimiento de otros procedimientos alternativos como las falacias y la lógica informal (una de origen medieval; la otra de nueva creación) que la han desplazado, a pesar de estar anclada en recias personalidades como Protágoras y Gorgias. Pero los afanes posestructuralistas o antifundacionalistas no se han apagado, y ahora emerge la erística como un nueva disciplina apta para el análisis de las realidades que no se habían abordado o se han abordado poco.

Sin embargo, esta palabra se ha interpretado de muchas maneras, generalmente como algo negativo, pero que designa una fase del proceso polémico que conduce al acuerdo, en el que ella queda superada, o bien se reduce a un elemento externo y marginal a los estándares argumentativos que en cualquier caso debería evitarse. Aunque también se ha visto fundida al discurso político, donde el consenso no es la aspiración final y el disenso es permanente en la visión de una democracia radical, de manera que la racionalidad y la erística son dos modos de imponer un punto de vista frente a un desacuerdo (lo que rompe con las utopías de la política como el mecanismo del mutuo entendimiento). Desde otros puntos de vista, se ha considerado como una estrategia de lucha en el mismo plano que el combate bélico, de modo que no se pueden suprimir las técnicas erísticas, pues son algo ineludible en la lucha verbal.

De cualquier modo, la erística no surge en oposición a la lógica o a la dialéctica, sino más bien como una técnica óptica para abordar un fenómeno del habla que había quedado oculto o difuso, y de carácter transversal, pues se aplica tanto al diálogo como al discurso. Este instrumento de análisis tiene razón de ser, y su ejercicio analítico resulta necesario si se quiere entender el discurso en su complejidad y plasticidad.

El autor de este libro, Giohanny Olave, ofrece una orientación estupenda y novedosa sobre ese modelo de observar el fenómeno erístico por los estudiosos modernos, y muestra una posición diáfana sobre cómo debe entenderse la erística en el diálogo y en el discurso: «Como una dimensión de las disputas públicas, que emerge en algunos tramos de la interacción divergente, los más tensos, en los cuales las reglas del debate ceden a los imperativos del combate».

Y esta posición novedosa no la obtiene de la nada, no es una simple invención suya, sino el desarrollo y actualización de las antiguas representaciones y concepciones griegas del fenómeno erístico. Su estudio de las fuentes parte del análisis etimológico del sustantivo griego eris, de donde deriva la palabra erística (que es una invención platónica). El verbo erizô, que deriva de eris, tiene el sentido de ‘excitar’ a la polémica, a la lucha o la contienda. El autor revisa también los usos del sustantivo, y aborda sobre todo las connotaciones que el nombre de la diosa Eris tiene en Hesíodo y en Homero, el primero de los cuales la presenta como una divinidad nocturna (hija de la Noche), buena unas veces, pues incita a la sana competencia y a la superación, pero otras veces maligna, odiosa y destructiva, cuyos hijos e hijas llamados Fatiga, Olvido, Hambre, Dolor, Muertes y Homicidios, entre otros, dan cuenta de las múltiples manifestaciones perniciosas de esa divinidad, en particular las hijas vinculadas con el lenguaje, llamadas Disputas, Engaños y Palabras ambiguas, y un hijo aborrecible de nombre Perjurio.

En sus reflexiones sobre los pasajes de Hesíodo y de Homero, Olave establece ya su camino interpretativo, primero, en relación con la distinción entre los dominios de los actos y de las palabras, y luego entre las palabras orientadas a persuadir y las que se orientan a crear ira, temor y otras emociones en los destinatarios discursivos, de entre las cuales estas últimas (las emociones) son el dominio de la eris. Lo anterior le permite establecer la distinción entre erística y sofística-retórica, y entre erística y dialéctica, considerada esta «como método ideal de la búsqueda de la verdad», y aquella, como su desviación y perversión. Luego señala los empleos que da Platón de la erística en sus diálogos, quien la reduce a mera charlatanería sin sentido, en el extremo opuesto de la dialéctica, e identifica a ciertos personajes como erísticos, es decir, maestros capaces de vencer a cualquiera que se les enfrente, con el fin de mofarse de los interlocutores o de obtener beneficios económicos de sus discípulos. Platón inventa la erística entendida como disciplina y enseñanza, pero lo hace para definir su filosofía en oposición a ella, y para diferenciarse a sí mismo de los charlatanes. Aristóteles adopta ese concepto, pero lo reorienta, despersonalizándolo y limitándolo al ámbito del razonamiento: la dialéctica se refiere a los argumentos verdaderos y la erística a los aparentes. El discurso erístico no busca mostrar la verdad, ni siquiera persuadir, sino vencer al interlocutor. El autor de este libro también analiza con cuidado la orientación de la Dialéctica erística de Schopenhauer, de quien resalta que, al final de cuentas, no tiene una opinión positiva de la erística.

De esta manera, Giohanny Olave aborda la erística desde una óptica nueva, pero con base en la interpretación de los textos antiguos, de los que en buena medida se desentienden los estudiosos modernos del discurso, lo que le permite, a mi juicio, corregir los usos modernos del término. Para él, la erística no se limita al debate o a la polémica, ni al sentido megárico del término (refutar por el placer de mofarse de los demás), sino que los abarca y los trasciende; tampoco es el argumento falaz o aparente, ni la finalidad es el simple afán de alcanzar la victoria por cualquier medio, pero tiene que ver con todo ello.

La erística, además de ser un fenómeno lingüístico que se manifiesta en mayor o menor medida en los diálogos y los discursos, es una técnica de discusión con un instrumental básico definido ya en los autores antiguos, y es también una enseñanza (aunque se trata de una exageración platónica, la imagen de los maestros Eutidemo y Dionisodoro que se desplazaban arrogantes en el mercado de Atenas, seguidos por su numeroso séquito de discípulos). Ahora esa antigua técnica puede ser un mecanismo inapreciable para el análisis erístico de textos de cualquier tipo, pero sobre todo de aquellos de carácter político, ya sea en diálogo o en discurso continuo, y ella es la única capacitada para observar girones discursivos no sujetos a la razón estandarizada (ante la cual el autor se refiere a una «razón erística»), pero que se encuentran en el debate político, la controversia dialéctica e incluso en diálogos comunes y corrientes.

El núcleo del libro lo conforman precisamente la ejemplificación de su concepción de erística. Para lograrlo se ve en la necesidad de actualizar los instrumentos de análisis y adecuarlos a tres casos contemporáneos relevantes de tres espacios geográficos de América Latina: Colombia, Argentina y México. Se trata de tres casos diferentes no solo por el contexto social y político, sino también por la temática y por la clase de discursos. Pero los tres casos se caracterizan tanto por ser emitidos en contextos de crispación política (esto es, un contexto erístico), por figuras representativas de la política caracterizados por sus capacidades para el debate público (y por ello actores erísticos) y por la utilización de los modernos instrumentos mediáticos, ya sean aquellos tradicionales como la radio y la televisión, ya sean los digitales. Su estudio de estos tres casos, aunque «no agota la riqueza de la interacción erística seleccionada y deja pendientes algunas cuestiones estimulantes», como el autor mismo afirma, abre una nueva vía de estudios, ciertamente ya surcada por otras técnicas discursivas, pero no con la sistematicidad y la conciencia histórica con que él lo lleva a cabo.

No es mi intención en las líneas que siguen presentar un resumen del contenido de este libro –flaco favor haría a mi estimado amigo–, sino hacer una presentación de cada problema abordado y exponer sugerencias que brotan de la lectura de las páginas del libro, en la idea de que el amable lector podrá también especular sobre los análisis allí presentados y enriquecer el campo de trabajo y los instrumentos técnicos.

Olave aborda primero la polémica generada por la implementación del Acuerdo de Paz en Colombia el 30 de noviembre de 2016 entre el gobierno de este país y el grupo guerrillero farc-ep, luego de que el 2 de octubre de ese mismo año una mayoría de colombianos rechazaron dicho acuerdo en una consulta popular. Por este motivo, hubo numerosos debates a favor y en contra de tal acuerdo. En el capítulo correspondiente analiza un video de 48:34 m de un debate radial retransmitido audiovisualmente en redes sociales el 22 de junio de 2017. En este debate participaron dos legisladores, uno a favor del acuerdo y otro en contra; este último del partido Centro Democrático, dirigido por el expresidente Álvaro Uribe, además de una moderadora de prestigio. La transcripción contiene una serie de signos que dan cuenta de recursos prosódicos empleados por los participantes (entonación, volumen, pausas, acento prosódico, etcétera).

El análisis se dirige a «tres frentes de confrontación: la representación democrática, la historia del conflicto armado y la discusión racional», en los que se disgregó el punto central de la discusión establecido por la moderadora, en el sentido de si era posible que, de ganar el uribismo las elecciones en 2018, el nuevo presidente cambiara los acuerdos de paz con la guerrilla. Se estudian las infracciones de las reglas del diálogo y los excesos de los dos participantes, los ataques y las defensas mediante recursos verbales y paraverbales y su actitud frente a la victoria o derrota en el debate.

En un intercambio erístico platónico no hay cambio de roles: el eristês es quien interroga y no permite ser interrogado; además, debe siempre contradecir cualquiera sea la respuesta del interrogado. Aquí la situación es diferente, pues hay intercambios de roles, interrupciones y solapamientos que muestran tanto el rompimiento de las reglas del diálogo como la diversidad de situaciones de las prácticas erísticas que se enriquece con los dos casos subsiguientes. Los temas a los que se dirige la confrontación no son en sí mismos erísticos, pues aparecen como materia de discusión en cualquier discurso o debate. Más bien son los recursos a los que recurre cada parte para vencer a su contrincante. Por ejemplo, en relación con el primer punto, la discusión sobre la legitimidad política podría ser en los términos moderados y respetuosos, donde el elemento erístico podría estar casi ausente, la cual discusión es objeto del análisis argumentativo, pero en este caso se ofrecen mecanismos del debate agresivo que son objeto del estudio del arte erística. Esa legitimidad ya no es un tema de discusión, sino el intrumento para la victoria sobre su oponente. La erística no tiene una función cognitiva, sino funciones agonísticas, lúdicas e incluso monetarias.

Por otra parte, la erística tiene una parte argumentativa (generalmente refutativa). Por ejemplo, para probar la legitimidad o ilegitimidad del citado acuerdo, ambos contrincantes tienen pruebas y argumentos. Una prueba en contra: fue rechazado por la ciudadanía en un plebiscito refrendatorio; una prueba a favor: sí, pero la mayoría de los ciudadanos no participó en el plebiscito y la diferencia de los resultados fue mínima. Una segunda serie de pruebas: fue aprobado por mayorías del Congreso de la República, no por el voto popular; el Congreso es un organismo de representación popular. Lo anterior forma parte del estudio argumentativo, pero la erística se dirige a estudiar la utilización de los elementos emocionales que, en este caso, consiste en subrayar la indignación o la cólera del sujeto (el ciudadano) engañado, objeto de una farsa y del abuso del gobierno. Asimismo, los adversarios emplean diversas estrategias donde el decoro y la cooperación están ausentes; privilegian los recursos prosódicos y actoriales, la risa, la simulación, la ironía, la hipérbole y otras figuras, que generalmente son analizadas como lenguaje figurado, aquí adquieren su justa dimensión como instrumentos de la erística, para agredir y burlarse del adversario. Todo ello entra en «intercambios ágiles, reacciones vehementes y movidas predominantemente intuitivas en los tramos de mayor tensión».

El segundo ejemplo es fuente también de sugerencias para el lector. Se trata del relato del conflicto armado, de la historia como prueba que ambos interlocutores utilizan a su favor en su altercado. El problema no es tanto llegar a mostrar el acontecimiento histórico real o verdadero, sino las estrategias para hacerlo aparecer como tal, esto es, que el discurso sea verosímil. De ello se encarga la historiografía, pero la erística interviene cuando se emplea como mecanismo de discordia. Cuando se habla del paramilitarismo intervienen los elementos emocionales: «Un fenómeno que ha dejado cientos de miles de muertos», «un fenómeno criminal e ilegal» y el involucramiento del adversario en ese movimiento.

El tercer frente es la discusión racional, que incluye las acusaciones mutuas de romper las reglas de la discusión, como cuando Sócrates acusa a Protágoras, en el diálogo homónimo, de pronunciar largos discursos, mientras que él está acostumbrado a las respuestas breves, aunque en realidad sus propios discursos son más largos que los de Protágoras. Aquí sobresale también el tópico de las definiciones, empleado en el diálogo y en la erística, pero en este caso con un fin agresivo. Sucede esto con la palabra ‘esquizofrenia’, que uno de los participantes asegura que se da «cuando uno tiene dos discursos», en contraste con la diputada: «Cuando uno vive en una realidad paralela, como en la que viven ustedes». Increparse por la falta de racionalidad pertenece también a este ámbito erístico.

El contexto del segundo caso de análisis ubica al lector en el 22 de octubre de 2017, cuando se celebraron elecciones legislativas en Argentina, en donde se enfrentaron el partido oficialista y el partido Unidad Ciudadana, además de otros de menor fuerza. A pesar de haber obtenido una votación inferior que el candidato del gobierno de Mauricio Macri, Cristina Kirchner fue elegida senadora. Los resultados fortalecían el proyecto del gobierno y debilitaron las esperanzas de los kirchneristas de ampliar su poder en ese entorno adverso. Ese mismo 22 de octubre, por la noche, la senadora electa envió un mensaje videograbado vía Twitter a sus seguidores, donde reclamaba un triunfo de su movimiento, emisión que recibió numerosas réplicas de sus adversarios y respaldos de sus seguidores por el mismo medio.

A diferencia del debate directo, por radio o por televisión, el Twitter se presenta como un instrumento con una potente capacidad de difusión masiva que permite el registro de reacciones instantáneas sobre tópicos del momento, con el empleo de un lenguaje breve que busca con frecuencia ser puntilloso y emocional más que reflexivo y argumentativo, y que acoge la intervención de participantes que suelen ocultar su identidad, pues no es un intercambio cara a cara, pero no admite el empleo de recursos prosódicos, que permiten, por ejemplo, elevar la voz para detener al contrincante, como en el caso de la polémica sobre el acuerdo de paz en Colomiba, y otros recursos como la risa y las poses de los «concursantes». Se trata de una materia de estudio, muy apropiada para la erística, que nos permite entender los intercambios del microblog de una manera diferente a otras disciplinas, como, por ejemplo, la argumentación.

En el caso que nos ocupa, se puede distinguir un intercambio del destinatario con identidad (Cristina y su grupo), del que no se esperan respuestas, y un destinatario múltiple sin identidad, que define una arena de lucha discursiva interactiva, irruptiva y desordenada.

El triunfo reclamado por la candidata no era la victoria electoral sino el avance en números de participantes en relación con el anterior proceso interno y la ubicación del partido Unidad Ciudadana como la fuerza opositora frente a las demás formaciones políticas participantes. Los resultados, sin embargo, eran frustantes: 41,37 % del oficialismo contra 37,25 % del kichnerismo. Sin embargo, no se puede permitir la derrota; se sigue aquí la lógica erística de siempre ganar. Confirmación: sí gano; refutación: no gano.

Se enfrentan dos series de recursos verbales y no verbales que buscan reafirmar el ánimo o confianza (tharsos) en una parte del electorado, o al contrario, crear el sentimiento de vergüenza (aiskhynê), mediante ataques a la reputación del adversario. Tanto el ánimo como la vergüenza son dos pasiones estudiadas por Aristóteles, aplicables en particular en el ámbito político, y ambas son medios para alcanzar la persuasión ya sea por parte de la expresidenta (quien pretende evitar el desánimo de sus huestes) o de sus adversarios.

Desde el punto de vista retórico, se emplean sobre todo tópicos epidícticos que, de un lado, buscan fortalecer las bases políticas mediante el elogio y, del otro, vituperar ciertos rasgos del adversario con la finalidad de socavar su credibilidad. Así, en el caso de la deshonestidad, se recurre a una serie de afirmaciones y estrategias, en particular las acusaciones contra Cristina de ladrona y de perdedora. Ambas podrían ser conclusiones argumentativas de carácter judicial, pero aquí no son propiamente argumentaciones, sino expresiones lo más ofensivas posible (hostigar, instigar, agredir) que buscan simplemente minar la honestidad de la candidata, que es defendida por el grupo a favor con expresiones elogiosas (hermosa, fiel, etc.) para la futura senadora y vituperios contra los atacantes. Las ofensas, los insultos o las burlas pueden ser potenciadas mediante recursos verbales (figuras retóricas o signos de admiración o prosódicos: fueraaa) y no verbales (imágenes).

En estas interacciones se encuentran también afirmaciones basadas en pruebas y argumentos lógicos. Así, el tema de la victoria o derrota, para lo cual sirve el siguiente ejemplo registrado por el autor:

Te diste cuenta que perdiste???... 37 es menos que 42 no???... o tenes alguna visión distinta y “revolucionaria” de las matemáticas?...

Pero la prueba seca: 37 es menos que 42, y su conclusión: perdiste, se presentan en forma de burla mediante interrogaciones e ironías, que dan una idea clara de los recursos empeados en los tribunales para poner al juez de parte del orador. El análisis lógico y dialéctico de los argumentos no ve (o no ve por lo menos desde esta óptica) estos procesos extraargumentativos. Así, la última parte podría ser analizada como una reserva (o tenés alguna visión...) con base en el modelo de Toulmin, lo cual sería pragmáticamene incorrecto, además de ridículo.

El estudio de los tuits no nos ofrece un conocimiento de los actores políticos involucrados, ni siquiera nos permite entender la aceptación o rechazo de los participantes, pero sí nos muestra un modo de interactuar radicalizado que otras disciplinas no observan de manera prioritaria.

El tercer caso toma como objeto de análisis los discursos poselectorales de Andrés Manuel López Obrador en su larga lucha hacia la victoria: en 2006, 2012 y 2018. A diferencia de los dos ejemplos anteriores, en este caso se trata de discursos políticos unidireccionales emitidos ante sus seguidores en el espacio público. Se trata de un género (discurso político) por entero diferente a la discusión cara a cara, cerrada, traslapada y crispada de los representantes políticos en la entrevista radiofónica (disputa erística) y en la discusión despersonalizada y agresiva de las emisiones digitales en Twitter en el caso de los resultados de la campaña política en Argentina (polémica digital).

Estos dos últimos casos son especies de diálogo, donde los elementos erísticos pueden ser claramente reconocibles, como sucede en los textos platónicos en el caso de la disputa erística. Pero Olave considera que la erística tiene una dimensión transversal, pues se aplica tanto al diálogo (oratio concisa) como al discurso continuo (oratio continua). Sin embargo, el fenómeno no es el mismo, pues aun cuando un discurso se inscribe en un gran diálogo discursivo, como si hubiera refutaciones y respuestas en tiempos mediatos, la naturaleza de ambos géneros es diferente, en cuanto a estructura, destinatarios, lugar, tiempo y finalidad. En el diálogo, dos o mas interlocutores se traban en un debate directo con posibilidad de interrupciones en un mismo lugar y tiempo; en el discurso, estos elementos se distienden con rangos variables.

En el caso de situaciones poselectorales, los discursos tienen una mayor individualidad que, por ejemplo, los debates emitidos en la tribuna parlamentaria. Lo anterior no quiere decir que el fenómeno erístico no se manifieste en esas emisiones del habla, sino que la técnica de análisis debe adecuarse a esas condiciones específicas. Debido a ello, podrá observarse que el estudio de los discursos postelectorales de amlo es diferente al análisis de la emisión en video del debate y al de los tuits.

No solo esto sino que también los resultados son diferentes en cada una de las tres situaciones. En 2006 y 2012 los adversarios fueron declarados vencedores por la institución electoral, pero amlo no reconoció la derrota y se declaró triunfador legítimo; en 2018, amlo resultó vencedor y los vencidos aceptaron civilizadamente su derrota. De tal manera, los recursos erísticos son más visibles en los dos primeros casos, pues la lógica erística consiste en no declararse nunca vencido, pues de no hacerlo así se cae en la racionalidad política; el vencedor “legítimo” mueve sus piezas y ofrece sus razones que no tienen que ver con el resultado, sino en los adversarios y en el proceso electoral fraudulento. En la última elección, en cambio, el elemento erístico resulta innecesario, pues al vencedor le corresponde ofrecer el discurso de la razón. Sin embargo, amlo no renuncia al empleo de recursos erísticos y elabora su gran narrativa erística de la larga lucha que lo llevó al poder, dando unidad a su trayecto político encabezado por él de 2006 a 2018, e integrándolo en la también larga lucha histórica por la democracia en México, en abierta polémica con la narrativa creada por los gobiernos neoliberales a partir de 1988.

Giohanny Olave adapta su metodología analítica a la naturaleza de los discursos poselectorales, señalando las diferencias erísticas en los tres casos señalados, aunque en todos ellos el orador tiene una finalidad recurrente: buscar mantener la fidelidad de sus seguidores en las derrotas hasta conducirlos al triunfo.

La lectura atenta de los tres casos estudiados (el proceso de paz en Colombia, las reacciones a resultados electorales en Argentina y los discursos poselectorales en México) permitirá a los lectores valorar la importancia y pertinencia de la aplicación de esta perspectiva del análisis discursivo que ofrece una sugerente riqueza de abordajes propuesta por Olave a partir de una seria revisión crítica de las fuentes antiguas y de las teorías modernas del discurso. Es, al mismo tiempo, una propuesta metodológica que no se cierra en una sistematicidad única, sino que permanece abierta y flexible a nuevas materialidades y a aportes teóricos, pero a partir de un interés central en las confrontaciones públicas que recurren a mecanismos que quedan fuera del campo del intercambio dialéctico ordenado, mesurado y reglamentado.

Gerardo Ramírez Vidal

Universidad Nacional Autónoma de México (unam)

Análisis del discurso en las disputas públicas

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