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Introducción

Este libro va dirigido en primer lugar a jóvenes que empiezan a acercarse al estudio de la filosofía, o que tienen intención de hacerlo, y también a quienes sienten curiosidad por la actividad que conocemos con el nombre de filosofía. Aquí no se relatan los episodios de la filosofía en Occidente a lo largo de 2.500 años; eso lo encontramos en libros sobre filósofos o corrientes filosóficas, o en manuales de historia de la filosofía. Estas páginas tampoco pretenden sustituir la lectura directa de textos escritos por filósofos, menos aún de aquellos que marcaron algún momento especialmente significativo. El presente libro es más bien una invitación a vivir la experiencia de leer dichos textos con vistas a adquirir conocimientos sobre historia de la filosofía. Y, al igual que sucede con cualquier invitación a espectáculos, conciertos, competiciones deportivas, debates, fiestas o almuerzos, en este caso también considero que los hechos expuestos son dignos de atención. Para demostrar que dicha experiencia merece la pena y que a través de ella se puede llegar a amar la filosofía, indico siete razones. Todas ellas inciden en aspectos generales, presentes en distintos grados y formas en la actividad filosófica tal como esta se ha desarrollado en Occidente en sus muchos siglos de historia, y que son aspectos que siguen vigentes hoy en día. Se trata de actitudes y capacidades que forman parte de nuestra vida cotidiana, casi siempre de manera inconsciente, cuando optamos por una manera de vivir, establecemos relaciones con personas más o menos allegadas y con la sociedad a la que pertenecemos, con los momentos importantes del pasado que posiblemente aún condicionan nuestro presente y con culturas distintas a la nuestra. Son actitudes que nos ayudan a valorar y controlar lo que decimos o hacemos habitualmente, o lo que vemos formulado en textos escritos o en pantallas de ordenador, para intentar ser libres frente a todo ello sin vernos sometidos pasivamente a presiones o condicionamientos externos.

Las siete razones forman el contenido de los siete capítulos; cada una de ellas aborda aspectos propios de la actividad filosófica:

1) Hacer preguntas, qué preguntas y cómo plantearlas.

2) Utilizar palabras y qué tipo de palabras para responder a las preguntas.

3) Responder no solo con afirmaciones simples o visiones globales del mundo, sino también mediante razonamientos que traten de justificar y acreditar las respuestas.

4) Comprender el valor de las divergencias entre filósofos, cuyas diferentes respuestas a determinados problemas siempre van acompañadas de argumentaciones, y aprender a valorar el peso de los distintos razonamientos sin caer en formas de dogmatismo o fanatismo.

5) Eliminar fronteras y superar barreras, sin encerrarnos exclusivamente en el ámbito de una especialidad, y establecer conexiones con otras concepciones del mundo propias de religiones, o de obras literarias o cinematográficas, o de productos artísticos en general, y, sobre todo, con las respuestas a determinados problemas que, a lo largo de los siglos, han formulado las distintas ciencias —contra la llamada oposición entre las dos culturas.

6) Entender a los demás, sus palabras y escritos, incluidos otros tiempos y generaciones; comprender por qué en el pasado surgieron ciertos problemas y por qué les dieron unas respuestas determinadas.

7) Comprender otros mundos, es decir, saber que el pensamiento no es una prerrogativa exclusivamente occidental, ni tampoco de los filósofos, sino que haya expresiones escritas igual de complejas, aunque sean muy distintas, en otras localizaciones geográficas, sobre todo en la India, China, Japón y el mundo islámico. De ahí la utilidad de compararnos con otras formas de pensamiento, lo cual nos ayudará a aclarar aspectos y posibles limitaciones de las formas de pensar dominantes en Occidente.

Obviamente, para exponer estas siete razones he tenido que aludir y referirme a problemas, doctrinas y razonamientos filosóficos, pero lo he hecho sin exponerlos de un modo articulado y sin utilizar, salvo en caso necesario, expresiones técnicas. Con el fin de dejar a los lectores con ganas de descubrir más cosas, he optado por nombrar poco a los filósofos de un modo individual, aunque quienes ya posean información sobre la historia de la filosofía reconocerán fácilmente a los autores de las corrientes que expresaron cada doctrina filosófica. He preferido aclarar las siete razones a través de hechos, comportamientos o afirmaciones de personajes de obras literarias o cinematográficas, que representan en clave dinámica hasta qué punto pueden ser relevantes en la vida cotidiana de los individuos las preguntas y respuestas filosóficas, tanto en la esfera privada como en la pública. Gracias a ello, comprenderemos mejor cuáles son las creencias más difundidas y compartidas y, si es necesario, podremos cuestionarlas para ser más conscientes y libres a la hora de asumir nuestras actitudes y posturas y de tomar nuestras decisiones. Como dijo Bertrand Russell el siglo pasado, el ser humano sin filosofía:

[…] pasa por la vida encerrado en prejuicios dictados por el sentido común, las opiniones más difundidas en su época y país, las convicciones que han crecido en su mente sin la cooperación ni el consenso de la voluntad y la razón. Para ese ser humano, el mundo suele ser definido, finito, obvio; los objetos de la vida cotidiana no plantean problemas, y rechaza con desprecio las posibilidades insólitas.*

En cambio, la filosofía «es capaz de sugerir muchas posibilidades que amplían el horizonte de nuestros pensamientos y los liberan de la tiranía de la costumbre», aleja el dogmatismo arrogante «y mantiene nuestra capacidad de sorprendernos». Tal vez Russell fuera excesivamente drástico y a la vez optimista al atribuir un poder tan extraordinario a la filosofía. El poeta italiano Trilussa compuso hacia 1940 un poema titulado «El fin del filósofo», que dice así:

Cuando entró en la selva virgen el Profesor de filosofía, los monos bajaron de los árboles porque echarlo querían. Entonces el Hombre dijo: «No, no es posible que de verdad vuelvas a ser filósofo en una sociedad llena de trampas, donde la Acción engaña al Pensamiento.

Hoy lo importante son los músculos, la razón no vale un pimiento…

¡Mejor los monos!».

Y el pobre filósofo se subió a un cocotero.

Quizá Trilussa también fue excesivamente drástico en su conclusión. Muchos filósofos no han eludido los problemas del mundo en que viven para buscar evasión en otro; incluso a veces han intentado cambiarlo, aunque pocas con éxito y no siempre para mejor. Con todo, debemos reconocer, como dijo Lichtenberg, un físico alemán del siglo xviii, que «es casi imposible llevar la antorcha de la verdad entre la multitud sin chamuscarle la barba a alguien». En cualquier caso, a las siete razones podríamos añadir una octava, tal como recordó un historiador inglés del siglo pasado, según el cual no hay máxima más idiota que «es mejor no saber nada que saber poco».

* En la traducción se ha querido respetar el espíritu que el autor optó por darle a su libro. (A veces, él mismo ha traducido las citas según la conveniencia del texto.) En este sentido, en el caso de obras italianas y extranjeras, hemos traducido la cita a partir del italiano e indicado el título en castellano cuando existía edición traducida. De no ser así, se ha dejado el título en su lengua original. Solo en el caso de autores españoles y sudamericanos, hemos reproducido la cita exacta del original en castellano. (N. de los t.)

Siete razones para amar la filosofía

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