Читать книгу Hola Guille - Gloria Candioti - Страница 6

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La tarde anterior a la vuelta de Paula al colegio, Guille había estado en su casa desde temprano. La había puesto al tanto de las tareas y evaluaciones que se había perdido. Paula tenía esa pose de superada que Guille ya conocía. Ella mostraba estar rebien, aunque por dentro estuviera a punto de estallar. Paula tenía que cuidarse de armar algún lio nuevo. Y si Guille estaba cerca, ninguna de esas se animaría a meterse.

—No te preocupes por mañana –le dijo Guille mientras estudiaban.

—Yo estoy bien. Dale, Guille terminemos con esto que estoy embolada.

Paula y Guille se gustaron desde el primer día del Secundario. Se hicieron amigos inseparables. Guille trataba de que ella estudiara y la bancaba en el colegio. Aunque a veces no la soportaba: sobre todo desde que se había puesto densa con el tema de ser modelo. Paula ya no tenía amigas en el colegio, se había peleado con Marina y las otras por un chico. Además, se había enfocado en ser modelo, usaba su energía y tiempo en gimnasios, cursos y en esa agencia que le había prometido ser una top model. Guille siempre la ayudaba a estudiar. Ahora, en las tardes de los días de suspensión: él iba para que no se atrasara.

Entre trabajos prácticos y resúmenes, se besaron por primera vez. Ella lo hacía con una dulzura que recorría el cuerpo de Guille. Desde que él se había animado a responder a las caricias y avances de su amiga, Paula decía que “salían”.

Esa tarde, ella estaba especialmente cariñosa y audaz.

—Vamos despacio, Pau –le decía Guille temblando.

—Te gustan mis besos –dijo Paula.

Le tomó la cara y le dio un beso suave en los labios.

Guille tenía su opinión con respecto a estar con una chica o ponerse de novio. No quería apurarse, no se consideraba maduro para afrontar una relación más comprometida. Él era un chico de ideas firmes.

Aunque Adriana quería que se quedara a cenar, él se fue temprano. Necesitaba alejarse, la tarde había sido intensa y estaba mareado. Cuando Paula lo asfixiaba con sus pretensiones, necesitaba la distancia y el tiempo para pensar cómo iba a seguir con ella que lo enamoraba y al mismo tiempo lo asustaba.

A la mañana siguiente, Guille entró al colegio directo a su clase, aunque había prometido a Paula encontrarse en la puerta. No quería entrar con ella, quería pasar más desapercibido.

Paula llegó y se sentó en su banco de siempre. Guille sintió las miradas de los compañeros sobre los dos y le transpiraron las manos.

La clase de Matemáticas empezó. La profesora indicó ejercicios para hacer. Paula inició una serie de mensajes.


En el recreo, charlaban, incómodos, con algunos que se acercaban por curiosidad. Los amigos de Guille lo llamaron para jugar a la pelota en el patio. Tuvo que bancarse los gestos y las burlas de sus voces y caras.

Mientras, Marina, Javier, Lorena, Paloma y Mara pasaban por delante. Mara era la única del grupo que no se reía. Paula les daba vuelta la cara. El odio se respiraba.

—Vamos a caminar por el patio —propuso Paula.

—Andá vos, yo me quedo por acá.

—Me prometiste que no ibas a dejarme sola —lo miró con bronca—. Mejor entro.

Guille no tenía ganas de discutir. Se acercó a sus amigos que lo cargaron.

La mañana se hizo interminable. A la salida, las chicas esperaban a Paula en la vereda. Aunque no se metieron con ella, le hicieron sentir que la guerra no había terminado.

Paula caminó rápido y Guille la siguió. Cuando perdieron a sus compañeros, Paula le increpó que la había dejado sola, que podría haber estado más con ella y que él no entendía por lo que estaba pasando.

—Estamos saliendo, tenés que estar conmigo.

Él no le respondió. Las palabras de Paula le resonaron exageradas. Era inútil explicarle en ese momento. Siguieron en silencio y apenas si se despidieron en la puerta de la casa de Paula.

Guille pensó que ese asunto con las chicas, en vez de mejorar con el lío que se armó con la pelea, había empeorado. Y que él ya estaba harto de quedar en el medio.

Hola Guille

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