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Capítulo III – Día tormentoso – La Mañana –

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Sonó el despertador; realmente fundido y sin poder despegar mi cabeza de la almohada, tanteé con la mano para alcanzarlo y apagarlo.

A través de la ventana se podía escuchar la lluvia que caía torrencialmente y el viento que soplaba intensamente. El clima, incentivaba como para quedarse remoloneando en la cama.

Observé que Diego comenzaba a moverse sin abrir sus ojos. Llevó las manos hacia su cara, pegó un bostezo y con la voz ronca preguntó:

–¿Qué hora es?

–Las seis y media –respondí.

–¡Uy no...! me tengo que levantar, ¡voy a perder el vuelo! –exclamó.

–Ummm… no creo que con esta tormenta salga ningún vuelo.

En ese preciso instante, sonó el teléfono. Era de la recepción, avisando que por las condiciones climatológicas y hasta nuevo aviso, se habían cancelado lo vuelos. Agradecí a la conserjería por avisar y al Barba por mandar ese clima que me permitiría quedarme un rato más en la cama y con la compañía de Diego.

Le di la noticia a Diego, que con su cabeza aún apoyada en la almohada exclamó:

–¡Uy no, me quedo varado acá!

–¿Tenés algo impostergable en Baires para hoy? –pregunté.

–No, no; solo que pensaba regresar temprano –respondió.

–Bueno nabo, aprovechemos un rato más la cama y relájate... en cuanto mejore el clima avisarán y te vas. Después de todo, tan mal no lo estás pasando ¿no? –dije.

–Diego se sentó y quedando apoyado sobre un brazo, me miró fijamente a los ojos y dijo:

–¿Me podés explicar que pasó anoche? mejor dicho, ya se lo que pasó; cenamos, lo pasamos bárbaro, tomamos un rico vino, llegamos al hotel, me hiciste tener sexo con vos...

–Pará, pará... ¿te hice tener sexo? no noté que te resistieras... Me pareció que gozaste como una bestia y me garchaste a lo macho –aclaré.

Sin quitarme la mirada, Diego respondió:

–Es verdad, gocé muchísimo, entre el vino y el día que tuvimos, estaba entregado, pero yo no te garché; vos me garchaste a mí; fuiste pasivo porque te la comiste, pero tu actitud fue absolutamente activa. Me tenías entregado, con la pija dura y con los huevos cargados; me usaste a tu antojo...

No entendiendo nuevamente si su comentario era un reclamo o solo eso, un comentario, agregué:

–Como quieras...

Nos quedamos unos segundos en silencio. Diego apoyó su espalda sobre el respaldo de la cama, estaba semi sentado, exponiendo para mi deleite su pecho poblado de pelos.

–En síntesis, ¿lo pasaste bien? –pregunté.

Diego giró su cabeza para mirarme y dijo:

–Me da cierta vergüenza reconocerlo, pero lo pasé muuuuuy bien man... es la primera vez que le entro a un macho... Divina sensación la del hoyo apretado, una sensación nueva el sentir como apretabas y distendías el orto en rededor de mi pene; evidentemente, tenés mucha experiencia.

–¿Te diste cuenta de que te besé con mi boca repleta de semen? –pregunté.

–Sí, sí... estaba con algunas copas de Malbec, pero no soy boludo... Jamás pensé en que iba a hacer algo así... ¡Me estás pervirtiendo querido! –respondió.

En esa instancia de la conversación, mi pija estaba durísima por causa del morbo que me generaba la situación, por el recuerdo de la noche previa, por tenerlo a Diego a un metro de distancia y en pelotas hablando de estas cosas, con su voz gruesa y ronca.

–¿Te referís al beso blanco o a garchar con un tipo? –pregunté.

–A las dos cosas boludo... nunca pensé que un flaco me fuese a tirar la goma; mucho menos que fuese a cabalgar sobre mi pija y menos aún, que me fuese a dar un beso con la boca repleta de semen.

Sentí que me explotaba la chota, porque además de la calentura, me estaba meando. Me incorporé y nuevamente, con mi pene haciendo carpa en mi bóxer, me fui al baño diciendo:

–Me meo.

Descargué, me cepillé los dientes para refrescar mi boca, que aún mantenía un resabio de gusto a semen. Regresé al cuarto y vi que Diego estaba en la misma posición, pero había retirado la sábana y descaradamente, con una mano, estaba jugando con su chota, mientras que mantenía los ojos cerrados.

Parado frente a su cama exclamé:

–Ahhh bueeeee...

Me miró inmutable... El tipo era un caso raro que continuaba sorprendiéndome. Hasta anoche, solo había garchado con minas, pero evidentemente, tenía una actitud muy relajada con los tipos, cero inhibiciones, cero vergüenza...

Para él, era como “Estoy caliente, se me para ¿y qué?, me sobo la chota con la mano ¿cuál es el problema?” A mí me parecía genial su actitud y me calentaba sobremanera. Imaginé que, seguramente, había participado en fiestas sexuales con uno o con más amigos garchándose minas.

Diego se incorporó y fue hacia el baño; pude escuchar que estaba meando y que luego abrió el grifo de la pileta.

Regresó, se acercó a la ventana y corrió las cortinas.

–Uyy... tremenda tormenta; me parece que hoy no me voy... –dijo caminando hacia su cama, sobre la que, cual pendejo, dio un salto y se tiró de espaldas.

Le pregunté si le parecía que pidiésemos el desayuno en el cuarto y me dijo:

–Dale, me parece bien, con esta tormenta, al pedo levantarnos tan temprano.

Me comuniqué con la confitería he hice el pedido. Se disculparon, diciéndome que demorarían un poco, ya que los proveedores y el personal estaban demorados por el clima.

Colgué, he instantáneamente sonó el teléfono. Era nuevamente de la recepción para avisarme que, a la altura de la salida del hotel, la ruta se encontraba anegada he intransitable, por lo que no podríamos ir hacia el trabajo.

Agradecí, pensando en que la noticia no podía ser más buena. Le conté a Diego y me dijo:

–Parece que nos tendremos que quedar a laburar acá.

–Eso parece –respondí, comentándole que el desayuno lo traerían un poco demorado.

–¡Uyy, nooo! estoy cagado de hambre –dijo.

Observé que como un tic y aparentemente, sin darse cuenta, comenzaba a jugar nuevamente con su chota.

Me calentaba mal que hiciera eso; parecía un adolescente.

Decidí retomar la conversación que había quedado trunca por los viajes al baño y tiré:

–Che ¿nunca habías probado tu propio semen?

Me miró medio sorprendido, y dijo:

–La verdad, es que siempre me dio morbo la idea y muchas veces le digo a mi mujer que después de llenarle la argolla de leche se la voy a chupetear para limpiársela, pero acabo, se me va el morbo y después me da asco hacerlo. Varias veces acabé en mi mano para después probarlo, pero me sucede lo mismo, se me va el morbo y no me animo.

Hizo una pausa y continuó:

–Lo de anoche, definitivamente fue mi debut, entre los besos, la calentura, el vino y considerando que fui casi violado (agregó sarcásticamente) qué se yo... hay que probar de todo ¿no?

Jeeee, justo a mí me venía a decir eso… “Hay que probar de todo...”

Claro que sí; si Diego estaba abierto a probar de todo, se había cruzado con el macho indicado. Mi pija estaba erecta nuevamente, no lo podía evitar. Noté que la de Diego también se había agrandado.

–¿Cómo fue tu primera tragada de guasca? – preguntó.

Le conté que, la primera vez, fue haciendo contorsionismo, llevando mis piernas hacia atrás, poniendo mis brazos por detrás de las rodillas para llevar mi pene hacia mi boca; logré hacerlo y así fue mi debut, con mi propio glande apoyado sobre mis labios y descargando guasca dentro de mi boca.

–Uyy boludo... que elasticidad y que morboso –dijo.

–Sí, mucho morbo... solo que hoy ni lo intento, porque me parto en dos –respondí.

Diego se rio. Noté que su pene estaba totalmente erecto y que, descaradamente, se lo estaba sobando con la mano como si estuviese solo; claramente, la conversación lo había puesto al palo.

Agregué:

–Además, para que hacer eso solo, si hay tipos como vos con los que puedo disfrutar mucho más.

Haciendo una pausa continué:

–Y para que estar sobándote la pija con la mano, si puedo ayudarte con mi boca.

Sin terminar de decir la frase, me tiré en su cama, retiré su mano y muy lentamente, comencé a mamarle el caño como si fuese la primera vez.

Diego dejó sus dos brazos apoyados al lado de su cuerpo, separó un poco las piernas y se entregó al placer. La hora temprana y el poco dormir, hicieron que todo se diera muy tranquilamente, sin desesperación; hasta diría que dulcemente.

Le pegué una mamada tranquila, bien lenta. En medio de la faena, invertí mi posición como para dejar mi chota a la altura de su cara. Continué mamándosela, recorriendo con mis manos sus patas peludas que me calentaban mal.

–¿Para qué te pusiste así?, ¿qué pretendés? –preguntó.

No emití palabra y continué mamándosela. No era necesario explicar lo que pretendía y no se lo iba a pedir. Dejé mi pene erecto a su alcance; si se animaba y me la mamaba, bien, un paso más, si no, todo bien, me alcanzaba conque me prestase su chota para exprimírsela.

Noté que Diego tomó mi chota con una mano y que comenzó a pajearme; emití un gemido para indicarle que me gustaba lo que estaba haciendo. Continué mi trabajo, subiendo y bajando lentamente por su tronco, comenzando a explorar su entrepierna. Le comí las bolas tiernamente y fui hacia su perineo, que lamí por un buen rato.

Decidí ir un poco más lejos; elevé sus piernas y atento a su respuesta, seguir con mi lengua camino hacia su ano, que comencé a recorrer lentamente, escupiéndolo, lamiéndolo solo con la punta de mi lengua.

Diego comenzó a emitir exclamaciones de placer:

“Uyy, ufff... Seeee...”

Con la idea de dejarlo caliente he intrigado por el placer que estaba sintiendo a través de la exploración que estaba practicando entorno a su ano, regresé hacia su chota y continué mamándosela.

Diego había comenzado a moverse más y sorpresivamente, sentí el calor de su boca que comenzaba a envolver mi glande... ¡Sí! Diego se había animado a probar, había agarrado mi chota con una mano y se la había llevado hacia la boca para comenzar a mamármela.

Acerqué mi pelvis hacia su cara, haciendo que se tragara mi miembro entero. Diego comenzó a dar ritmo a la mamada y se largó a experimentar algo nuevo con su sexualidad. Que me la estuviese mamando, realmente me enloqueció.

Me prendí en su miembro y comencé a darle furiosamente. Diego me tomó la cabeza con ambas manos, clara señal de que se venía y rápidamente, comenzó a llenarme la boca de semen.

Sacó mi chota de su boca y comenzó a emitir exclamaciones de placer y luego continuó mamándomela. Continué en su entrepierna, hasta sacar la última gota de leche.

Diego seguía prendido a mi caño cual bebé a su mamadera. Me incorporé y le pedí que se sentase en el borde de la cama. Sin hablar, complació mi pedido.

Me quedé parado frente de él, con mi chota a punto de explotar y a la altura de su boca. Me acerqué y sin decir nada, Diego tomó mi pija y comenzó a succionar lentamente. Agarraba mi glande con sus labios, luego se la metía hasta la garganta, la sacaba, la escupía y la volvía a mamar.

Sentí que no tenía más margen, tomé su cabeza con las dos manos para marcar el ritmo y comencé a mover mi pelvis para cojerle la boca.

Entregado a lo inevitable y ya sin poder frenar la explosión, le avisé que me venía. Sacó mi pija de su boca, quedando el primer chorro de semen impreso entre sus labios y en su nariz. No sé si fue por el olor, la sensación, la calentura extrema o el morbo de probar, que hicieron que Diego metiese nuevamente mi pija en su boca, donde explosivamente, deposité un segundo chorro.

Hizo un gesto como de náuseas, pero se lo tragó y continuó mamándomela; se prendió de mi pija de tal manera, que creí que me la terminaría arrancando.

Se escuchó el sonido de un tremendo trueno y al mismo tiempo, me invadió un nuevo espasmo. Diego no se detuvo hasta vaciar completamente mis huevos, mientras que yo gemía de una manera descontrolada.

Realmente, me importó muy poco que me pudiesen escuchar desde las habitaciones contiguas y tampoco tenía la certeza de que estuviesen ocupadas.

Finalmente, Diego sacó mi pija de su boca y sosteniéndola con una mano, miró hacia arriba para encontrase con mi mirada. Me dio tanto morbo verle la cara con mi semen chorreando por su barbilla, el líquido cremoso desparramado sobre su barba rústica y oscura, que lo tomé con ambas manos, le comí la boca con un profundo beso y comencé a lamerle la cara, recolectando con la lengua ese manjar, para regresar a su boca y compartirlo con él. Lo hicimos, hasta tragarnos la última gota.

Me senté en mi cama, frente a él y vi que Diego, aún sentado, apoyando los codos sobre sus piernas, llevó su cabeza hacia abajo y tomándola entre ambas manos, hacía un movimiento hacia los lados, como si se tratase de un gesto de negación.

–¡Ufff...!, ¡increíble! –dijo, levantando su cabeza y mirándome directo a los ojos.

–No entiendo que hacés man... tenés un magnetismo, una piel, una manera tan especial de comportarte y de ir llevando las cosas, que podés volver loquito a cualquiera, boludo; ¿te das cuenta de eso…? –agregó.

Yo estaba atento a sus palabras. No me sorprendían, porque era un comentario que frecuentemente me hacían; pero escucharlo de Diego, me calentaba mal.

–Lo peor, es que sos un actor tremendo... Te veo en el trabajo, la tranquilidad con la que te manejas, lo reservado que sos... jamás se me hubiese ocurrido que tu vida sexual fuese así, tan amplia, tan abierto a todo... Sos terriblemente morboso, sabés meterte en los lugares indicados y diciendo las palabras justas –continuó diciendo.

–Bueno, pibe, ¡gracias y me alegro de que lo estés disfrutando! –dije.

–Uff boludo... no te la puedo creeerrr... yo chupando pija... ¡chupándole la pija a un tipo...!, ¡chupándote la pija a vos, un compañero de trabajo y tragándome tu guasca! –dijo.

Sonreí morbosamente, me acerqué y le clavé un dulce beso, para luego abrazarlo. Hasta ese momento, nunca habíamos estado abrazados de esa manera.

Nos sobresaltó el golpe en la puerta; era nuestro desayuno, o en verdad, nuestro segundo desayuno.

Realmente, yo también estaba muerto de hambre. Me puse una bata y fui hacia la puerta. La lluvia intensa continuaba cayendo, los truenos se hacían oír. Yo tenía el mejor trabajo del mundo, con un compañero que me recontra calentaba, que estaba aún tirado en pelotas sobre la cama, dispuesto a ceder a nuevas experiencias. En mi vida, jamás había tenido una oportunidad semejante.

En un rato nos tendríamos que poner a trabajar y después, ¿quién sabe...? Que el tiempo fluyese y que saliera lo que se tuviese que salir...

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