Читать книгу Salir vencidos o vencedores - Gonzalo Lezo De Córdoba - Страница 5
ОглавлениеPrólogo
La sociedad actual está inmersa en un sinsentido respecto a cómo llevamos nuestras vidas. Lo tenemos todo, mucho más de lo que podíamos imaginar, y sin embargo nos sentimos asqueados, vamos sin rumbo. Sentimos que cuando luchamos, es una lucha laxa. Vivimos para trabajar para pagar una hipoteca que nunca terminaremos de pagar y casi que moriremos con ella. Cuando llegamos a la jubilación es, en el mejor de los casos, cuando podemos empezar a disfrutar la vida y eso sí llegamos a la jubilación. Pero entre medias hemos perdido la vida que ha ido transcurriendo, preocupados por tener lo que la sociedad nos dice que tenemos que tener para no ser unos fracasados. La vida pasa sin dedicar tiempo a la familia, ni a las amistades ni mucho más importante aún, a nosotros mismos.
Los gobiernos cada vez nos prohíben más cosas sin darnos cuenta de hasta qué punto han minado nuestras libertades. No hay libertad de convocatoria en la calle y últimamente está hasta prohibido enseñar la bandera de España cuando la propia policía la lleva puesta en su uniforme. En el ámbito de consumo, contratamos servicios de telefonía, abrimos cuentas en los bancos, contratamos con empresas de electricidad que nunca nos dan el servicio que dicen y no atienden nunca nuestras necesidades cuando las planteamos. Las quejas son interminables y recuperar el dinero es infructuoso.
Nuestra vida familiar ha desaparecido, o al menos la forma humana y civilizada que teníamos antes. Los hijos mandan en las casas, los padres han perdido su patria potestad y sienten, y asumen, que la vida actual es así, y toca aguantar. Nos levantamos todas las mañanas para después de dedicar nuestra vida a una empresa no tener el tiempo ni el dinero para vivir, salir a tomar un refresco con amigos, o disfrutar del tiempo libre en la ciudad o en el campo. La mayoría no gana siquiera lo justo para obtener una libertad económica que le permita al menos disfrutar del tiempo libre sin tener que pedir un préstamo o quedarse acochinados porque no dispone del mismo. Y todo eso, después de dedicar la vida entera de pareja al trabajo. Estamos controlados completamente y a nosotros ese control no nos revierte en nada positivo. Nos vigilan a través móvil, nos vigilan con las cámaras en la calle, en los establecimientos; todo para nuestra seguridad pero la realidad es que los ciudadanos no hemos llegado a verle nunca un beneficio sino más bien un problema y una invasión de nuestra esfera privada. Los corruptos, estafadores, delincuentes se salen con la suya, pero a los que llevamos una vida recta, a la mínima nos dan por todas partes. La nación, que nos identifica como una organización territorial con nuestras costumbres, tradiciones y forma de vida, y que diferencia a un país de otro, nos las han quitado. Es más, nos las han prohibido. Ahora nos imponen que aceptemos los estilos de vida de los que vienen de fuera pero nos niegan los estilos de los ciudadanos que vivimos en nuestra propia nación.
¿De verdad es esto aceptable? ¿Acaso lo que nos pasa es que nos hemos acostumbrado a que es así y a que no hay nada qué hacer? ¿Tan débil se ha vuelto el ser humano y tan maleable que hacen con nosotros lo que quieren? Sin embargo, cuando oyes a las personas defender a los demás, a gente que ni siquiera conocen personalmente o cuando les oyes defender una ideología, los defienden a capa y espada. Defienden a personas o a una ideología de derecha o de izquierda, o de lo que sea, porque lo han visto en los medios que lo venden así como un modo de vida ejemplar. Mientras tanto, nos pegamos la izquierda con la derecha para mantenernos distraídos mientras que los corruptos se llevan el dinero y vacían nuestras libertades. La sociedad igualmente defiende a capa y espada la homosexualidad y la ideología de género que nos han impuesto con un fin que ni siquiera sabemos identificar. Defendemos a los de fuera (los extranjeros, los refugiados, etc.) cuando no somos capaces de defender, no ya a los de dentro, si no a nuestra propia familia y, en la mayoría de los casos ni a nosotros mismos. Caemos en pura demagogia y nos mentimos creyéndonos así mejores personas cuando no somos más que falsos apóstoles puesto que lo nuestro no lo cuidamos. En resumidas cuentas, las personas de hoy se han convertido en pura basura que el poder usa y tira para su propio interés. Y esa manipulación no acaba con nosotros, va más allá. Llega a nuestros hijos que ya nacen en esta esclavitud y control, y que lo ven como algo habitual. No sabrán siquiera que están siendo usados y manipulados por el sistema.
¿Es posible que vivamos así de mal con todo lo que la especie humana ha logrado? Pensémoslo bien: hoy en día, en el mundo occidental, todo el mundo tiene un techo sobre el que caer. La mayoría disponemos de un trabajo, un coche, podemos comunicarnos a distancia y gozar de todos los lujos que hemos sido capaces de crear. Y, sin embargo, no nos tenemos a nosotros mismos. Nos hemos convertido en esclavos de un sistema. La gran mayoría ni siquiera es consciente de que pasa algo y es algo realmente malo. Notamos que algo no está bien pero estamos satisfechos con lo que tenemos. Nos han acostumbrado a estarlo. Organismos internacionales como la ONU hablan de cosas muy bonitas, 16 en concreto, entre las que se encuentra la ideología de género. Pero a la hora de la verdad, ésta es la única que cubre el 95% de todo lo que proponen hacer. El resto es pura fachada. ¿Qué han hecho por acabar con la pobreza en el mundo que predican en sus cumbres y los 16 puntos que plantean a resolver? ¿Y por la vida del ser humano para hacerla más justa y mejor? ¿Y la alimentación, que es pura basura que nos dan hoy transgénica con excusas que ni se acercan a la realidad? ¿Qué porquería de alimentación con todo lo que se puede hacer, a manos de Monsanto y BASF?
Pero hay un mundo mejor. Este mundo se puede cambiar a un mundo donde el sufrimiento, la injusticia, la imposición, la retirada de nuestros derechos y libertades, así como las desgracias pueden acabar si luchamos por ello. ¿Qué sentido tiene luchar por el progreso si nuestra vida íntima está vacía? Nuestra vida es una vida donde la vida pasa por nosotros, pero nosotros no pasamos por la vida. El ser humano de hoy ni deja huella ni disfruta de no dejarla. Para desgracia, la gran mayoría, como decía anteriormente, ni siquiera es consciente de ello. Viven en el mundo feliz de Aldous Huxley adormecidos por el «soma» que menciona en su libro Un Mundo Feliz, que hoy en día no es ni más que menos que los medios de comunicación. Esas serpientes encantadoras que ponen lo que quieren que veamos por indicación de un poder mundial oculto para controlar y evitar que no nos rebelemos contra toda esta mierda que han creado.
La gente defiende la derecha o la izquierda y fustiga a la dictadura porque ésta nos impide hacer lo que queremos. Pero vivimos una dictadura peor aún, la de la falsa democracia donde nos dicen que somos libres. Y a cambio, nos dicen cómo tenemos que pensar, cómo tenemos que educar a los niños, que ya no educamos sino que el sistema adoctrina por medio de Educación para la Ciudadanía, que suena muy bien pero no es más que adoctrinamiento social dirigido a menoscabar las libertades de las familias y a quitar la patria potestad a los padres.
Nos dicen también cómo tenemos que defender leyes por las que no daríamos un voto a favor de éstas si fuéramos libres de verdad. Por ejemplo, la libertad de sexo a partir de los 12 años que no es más que una pedofilia encubierta y legalizada; leyes mordaza que nos obligan a cumplir bajo pena en muchos casos de prisión. Ni siquiera sabemos si lo que queremos lo necesitamos de verdad. Nos ponen los anuncios en la TV, en Internet, nos llenan de anuncios que nos hacen sentir que necesitamos cosas, que compramos porque las queremos pero ya no estamos seguros de si las queremos de verdad o si nos las han impuesto en nuestro cerebro de forma subliminal. Cosas que no hacen más que mantenernos en una espiral de consumo para satisfacer lo que nos han dicho lo maravilloso que son, pero que si las perdemos, lo perdemos todo. Con la dictadura nos meten en una jaula pero no nos quitan la libertad de pensar y de ser libres en la mente. Con los gobiernos de hoy en día, con esta falsa democracia que nos han vendido, nos han metido la jaula en nuestra cabeza, somos libres de andar por la calle, pero estamos prisioneros en nuestro cerebro.
Hemos llegado a una situación en la que no somos capaces de ver en qué grandísimo problema nos han metido y nos hemos dejado meter. Porque nos han metido, no nos hemos metido nosotros solos. Ni siquiera somos capaces de ver el problema en sí. Percibimos que algo va mal, pero no nos paramos ni siquiera un minuto a pensar qué es lo que está mal ni cómo resolverlo. ¿Cómo podemos resolver un problema que no podemos ver y ni siquiera somos conscientes de que existe?
• • •
¿Dónde nos encontramos la sociedad de hoy en día? No hemos llegado ni al principio de poder dar una solución. Ni siquiera somos conscientes de que tenemos un problema. Como decía antes, nos han acostumbrado a través de los medios, las películas, los gobiernos a que lo que tenemos es maravilloso y nos ponen imágenes de gente que lo pasa fatal para que estemos callados y agradecidos de no estar como ellos. Así es como nos tienen alienados.
Karl Marx decía que la religión era el opio del pueblo. El que los mantenía dormidos para inutilizarlos y que así el poder haga con ellos lo que quiera. El opio de hoy en día son los medios de comunicación. La sociedad está completamente alienada y vive en una fantasía que le han hecho creer que es tal fantasía idealizada, pero la gente está vacía y peor aún, no se dan cuenta de que estamos metidos en un grandísimo problema. No lo quieren y no lo pueden ver. Nos han hecho creer que somos casi los mejores para que así no demos un minuto por luchar contra lo que está mal porque temamos destruir todo lo que hemos conseguido. Todo lo que hemos conseguido a base meternos en compras que nos han metido en la cabeza y por las que hemos pagado a base de sudor y lágrimas. Y nadie parece ver ni hacer o saber cómo hacer algo.
Pero como en toda la etapa de la historia, siempre hay pensadores, luchadores, personas con integridad que procuran aportar con su existencia una solución para cambiar las injusticias por medio del pensamiento y de la acción.
Hay solución. Y hay una solución mucho más rápida de lo que la gente imagina. Pero para ello, la sociedad tiene que despertar, tiene que luchar y tiene que educarse para saber diferenciar la mentira de la verdad. La civilización tiene que luchar por algo, tiene que luchar porque el mal no venza sus vidas. No puede dejarse llevar sin más. La vida es un don que debemos y tenemos la obligación de respetar. Lejos de una ofensa a Dios que nos dio la vida, es una ofensa a nosotros mismos. Que algo tan bonito como es la vida no la tiremos por la ventana como si fuera cualquier cosa. Al final moriremos como unos desgraciados, y os aseguro que en el lecho de muerte, nos arrepentiremos de haber llevado una vida vacía, una vida en la que no hemos cuidado la familia, los amigos, y sobre todo, y ante todo, a nosotros mismos.
Una vida alejados de Dios nuestro referente, y creador de todas las cosas. No podemos ayudar al prójimo si nosotros necesitamos primero la ayuda para estar bien. Cuando una persona está en el lecho de muerte, nunca dice «tenía que haber ganado más dinero; tenía que haber conseguido más lujos...» lo que dice es siempre lo mismo «tenía que haber cuidado más a mis amistades, haberme llevado mejor con mis hermanos, haber cuidado más a mis hijos, y muero como he vivido. Como una auténtica basura». Y esa es la pena que vivimos lo creamos o no, pero que solo nos damos cuenta de ella en el lecho de muerte.
Pero tengo buenas noticias: 2.000 locos que son los que imponen su dictadura en el mundo no pueden con 8.000 millones de ciudadanos. Podemos solucionar y vencer ese problema y podemos hacerlo YA. Hay una manera de empezar a darnos cuenta de lo que nos pasa y de salir de ese letargo en el que estamos metidos. Hay una manera de levantarse todos los días y de sentir que somos lo más importante del mundo. Hay una manera para darse cuenta de que tenemos el poder de cambiar y dirigir nuestra vida con respecto a nuestra conciencia y forma de pensar, y no de que nos la dirijan un grupúsculo de idiotas. Podemos entrar por la puerta de nuestra casa todos los días y sentir que con nuestra vida hemos ayudado a hacer un mundo más justo, mejor y mucho más digno. Todos en una sola acción a la vez tenemos el poder de cambiar las cosas, tenemos el poder de representar esa especie tan grande como es el ser humano y que cuando ha luchado en conjunto ha conseguido lo mejor de la vida y ha logrado todo lo que se ha propuesto. Divide y vencerás. Pues eso precisamente es lo que tenemos que hacer para no ser vencidos. Debemos unirnos, pues nunca hemos estado más separados, y luchar todos a la vez contra el mal.
Solo nos falta darnos cuenta de que este paso es necesario y para ello tenemos que despertar y darnos cuenta primero del problema en el que estamos metidos.
Todo problema en la vida sea de la índole que sea, pasa por 3 etapas:
Etapa 1: Darse cuenta de que existe el problema. Imprescindible pues si el problema no lo ves, no lo puedes abordar. Y esto representa más de la mitad del camino. Un soberbio no puede ver su soberbia si no se para a pensar todos los días si lo que hace está bien o está mal. Un alcohólico no puede resolver su dependencia si no ve que tiene un problema con el alcohol. Un mentiroso no puede ser honrado si no ve que la mentira no lleva a ningún sitio.
Etapa 2: Hay que buscar una solución para luchar contra el problema. Una solución bien razonada, no cualquier solución, si queremos que el problema se resuelva de verdad. Una solución que nos permita saber contra qué tenemos que luchar y que identifique todas las debilidades para abordarlas y darles solución. Cuanto más elaborada y analizada sea la búsqueda de la solución, mayor la probabilidad de éxito.
Etapa 3: Hay que poner en marcha la solución al problema. Hay que mojarse las manos y empezar a luchar con las armas que hemos desarrollado para vencer el problema y eliminarlo de nuestras preocupaciones y desazones que destruye nuestras vidas. Y nunca parar. Nunca hasta el final.
A lo largo de este libro, expondré los pasos que considero necesarios para darnos cuenta del problema; quién es el enemigo a vencer; qué herramientas usa el enemigo para descubrir cómo podemos inutilizarlas; y la propuesta de una solución que bien coordinada nos llevará a recuperar nuestra vida y nuestras libertades.
En la Parte 1 del libro, expondré el problema y quien está detrás de todo el problema generado para hacerse con el poder mundial a base de destruir la sociedad civilizada como hasta hace unos años habíamos conocido.
En la Parte 2, desarrollaré las herramientas usadas por este grupo de locos para destruir nuestra sociedad y nuestra libertad. De esta manera, podremos saber contra qué estamos luchando para saber qué solución necesitamos dar.
En la Parte 3, presento mi solución para retomar nuestros derechos, nuestra familia, nuestra libertad, nuestra religión y el control de nuestra nación. No es una solución fácil, pero estoy seguro de que es una solución. Puede llevar mucho tiempo, pero si lo coordinamos bien y nos unimos todos según el plan expuesto, podremos recuperarlo más antes que después. Es una lucha en la que no podemos parar. No podemos dar un respiro al enemigo. E incluso puede que en vez de reformar lo que tenemos, tengamos que empezar a construir de nuevo y tal vez con un nuevo estilo de gobierno. La ventaja es que la lección ya la tenemos sabida y sabemos cómo se debe hacer.
Dado que la gente desgraciadamente lee poco o casi nada, y teniendo en la mente que este libro lo escribo con la intención de despertar a la sociedad y proponerle una solución, no entraré a profundizar en el desarrollo de cosas que no son imprescindibles para la lucha que propongo, pero que tengo que mencionar y menciono en cierta medida, porque es necesario conocerlas para poder saber contra qué luchamos. Si me extendiera demasiado con detalles más allá de los necesarios, el no lector acostumbrado a leer poco, no llegaría ni a la mitad del libro. Por eso, quiero mantener el libro corto, pero completo. Sin extensión en detalles, pero con toda la información imprescindible para esta lucha que es en sí una revolución social y una revolución en todos los aspectos de la vida. Habrá otros libros donde me extenderé en más detalle sobre hechos acaecidos que sirven para ilustrar cómo nos han llevado hasta aquí y cómo nos han manipulado demostrando lo que planteo.
Lo más importante: hay que hacer por derribar aquello contra lo que no estamos de acuerdo.
Sabed que la sociedad, aunque no es consciente en gran medida, ya ha sucumbido a muchas cosas, muchas facetas de la vida que iré exponiendo a lo largo del libro, pero ha llegado el momento de levantarse y decir basta.