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ОглавлениеNota a la edición
“Somos solidarios del pasado en el orden intelectual como en todos los demás, y si se olvidara que somos animales políticos en virtud de nuestra propia diferencia específica, se comprobaría con extrañeza hasta qué punto pensamos históricamente y hasta qué punto somos tradicionales, incluso cuando pretendemos renovarlo todo. Conviene, pues, ir a buscar muy lejos en el pasado las raíces y la primera virtud germinativa de las ideas que gobiernan hoy al mundo”.
Jacques Maritain
A casi once años de la muerte de Gonzalo Vial, es necesario recordar una distinción relevante y hecha por él mismo, respecto a su obra intelectual. En sus escritos se puede distinguir una dimensión propiamente histórica —siendo su Historia de Chile la más importante— y otra periodística —más contingente y sobresaltada, que desempeñó principalmente en revistas como Qué Pasa, Portada y en periódicos como El Mercurio y La Segunda—. Si bien la obra histórica de Vial es extensa y de vasto conocimiento en relación con otros historiadores nacionales, sus escritos en periódicos —en donde ejerció una importante labor como intelectual público— no han sido recopilados, ni tampoco dados a conocer a las nuevas generaciones1.
En este libro hemos realizado una selección de parte importante de este trabajo, en especial el de su etapa como columnista de La Segunda desde 1994 —año en que comienza a escribir regularmente—, hasta su muerte en octubre de 2009. Si bien don Gonzalo jamás hubiese autorizado que sus columnas fuesen publicadas como libro —consideraba que sus opiniones sobre temas contingentes eran “sopita fría”—, los mismos hechos históricos, que tanta importancia tenían para él, nos fueron convenciendo paulatinamente de la necesidad de hacer conocidas sus reflexiones sobre el Chile de la transición. En efecto, sin pretenderlo, se convirtió en un intelectual de gran importancia y que tanto moros y cristianos esperaban leer en tiempos en que los columnistas eran escasos.
Si bien la labor de seleccionar es siempre ingrata, sobre todo en un hombre con múltiples intereses —sus columnas tratan temas muy diversos que condensaba en su famosa columna “miscelánea”, pasando por los debates políticos de cada época, hasta finos semblantes de personajes y épocas históricas—, una gran cantidad de los escritos que presentamos permanecieron incólumes al paso del tiempo, y barruntan, desde las causas, algunas respuestas para la crisis del Chile de la postransición.
Por estas y otras tantas razones, creemos que las columnas de Gonzalo Vial Correa —que ha sido parte de la identidad de IdeaPaís desde el comienzo de nuestra fundación, hace ya 10 años— merecen ser difundidas y tenidas en consideración por los diversos actores, tanto de la política formal como de la sociedad civil. En efecto, tres razones nos impulsaron a llevar a cabo esta publicación. En primer lugar, creemos que en sus análisis de contingencia —sencillos y de notable claridad política— está presente la mejor expresión de la tradición intelectual socialcristiana del siglo xx. Este modo de entender la realidad es común a varias personas que estaban en la misma sintonía durante el siglo pasado, de las cuales Vial se nutrió en su formación política e intelectual, quien heredó y reconfiguró, ad modum recipientis, sus principales elementos. De ahí que sea importante, como él mismo decía, conocer a una persona en el contexto de la generación a la cual pertenece2. Si bien el ambiente de formación intelectual de Vial corresponde a los años cincuenta —período en que ya se habían atenuado los “ismos” previos a la Segunda Guerra Mundial, y el socialcristianismo comenzaba a perder el verdor y su pluralismo original—, su ideario social y político se nutre directamente de la extraordinaria generación de los años treinta, a la que pertenecía un cúmulo de muy diversos intelectuales y políticos chilenos, como Jaime Eyzaguirre —su maestro—, Eduardo Frei Montalva, Mario Góngora, Bernardo Leighton, Osvaldo Lira, Jaime Larraín, Alejandro Silva, Clotario Blest, entre otros que, ya en su vida adulta, optaron por distintos rumbos, pero compartiendo una raíz común: la reflexión política o intelectual a partir de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y el pensamiento tomista. Aunque una gran cantidad de estos pensadores han sido rotulados de “conservadores”3, muchos de ellos tuvieron una idea muy alta sobre la justicia social, y no pocos propusieron revolucionarias soluciones para los problemas sociales de su tiempo, incluso antes de las “planificaciones globales” de los años sesenta4. Además, es posible que esta herencia haya facilitado el hecho de que Vial no fuera un intelectual obsecuente con el poder, como aquellos que servilmente se ponen a disposición del gobierno de turno. Utilizando una categoría de Edward Said, Vial fue “alguien capaz de decirle la verdad al poder, un individuo duro, elocuente, inmensamente valiente y aguerrido para quien ningún poder mundano es demasiado grande e imponente como para no criticarlo y censurarlo con toda intención”5.
En segundo lugar, creemos que es importante rescatar del olvido estos escritos por su notable sentido de realismo. El frecuente lugar común que juzga a los intelectuales de vivir “en las nubes” era definitivamente ajeno a Vial, quien rehuía de los ambientes academicistas y encerrados en sí mismos. Muy lector de periódicos desde muy joven hasta su muerte, ejercía de abogado litigante en paralelo al oficio de la historia —precisamente por estar esta profesión muy conectada con los “hechos”—, según él mismo confesaba. Fue, en este sentido, una suerte de Stendhal chileno, quien, al escribir La Cartuja de Parma, leía de vez en cuando algunas páginas del código civil francés que, en claridad y sentido práctico, es muy semejante al nuestro6. Así, su estilo literario y apegado a los hechos —buena parte de sus fuentes históricas son memorias y novelas de notables escritores chilenos, como el doctor Valdés Cange o Carlos Pezoa Véliz— le valió más de alguna injusta crítica del gremio de historiadores, sobre todo de parte de aquellos académicos con buen número de publicaciones científicas, pero que a veces se olvidan con facilidad del “sentido común” para quedarse con las meras formalidades. Su oficio de periodista no tuvo otra pretensión más que reflejar dicho sentido común en momentos muy críticos para Chile, como lo fue la crisis de la década de los 70 o la gestación de la transición en la cual, más que de abstracciones, Chile necesitaba de una gran claridad política y de precisiones concretas sobre cómo situar el saber histórico al servicio de la actividad política.
El oficio de la historia, en este sentido, se fundía en una sola alma con el periodismo, por más que él los distinguiera claramente. Como ha dicho Antonio Millán Puelles, no son las abstracciones y precisiones puramente formales lo que delinea una actitud genuinamente histórica: es el sentido común el que permite llegar a la “esencia de la historia” y lo que ayuda, a la larga, a distinguir esta del carácter ficticio de lo novelesco7. En efecto, esta enorme virtud fue la que le permitió valorar —como fuente de conocimiento histórico— los climas internos de los que fue testigo, las finas caracterizaciones de las personalidades y los detalles más minúsculos de los hechos que casi siempre tienen una importancia gravitante en la comprensión de la realidad política y que no son visibles en la cultura del llamado “academicismo”. Vial fue durante la transición una suerte de Joaquín Edwards Bello de la política chilena: un retratista vigoroso del alma nacional. En el Chile actual, donde en el ambiente intelectual suele primar una crítica ideológica a la transición, es de gran provecho una pluma viva que permita a las fuerzas políticas —con sus legítimas y necesarias diferencias de ideas— arribar a comprensiones exactas del pasado reciente. Sin esta condición, es casi imposible encontrar cauces comunes que se abran a la justicia que reclaman los ciudadanos.
En tercer y último lugar, por su compromiso democrático. Si bien fue muy crítico de algunas ideas y actitudes tanto de la derecha como de la centroizquierda, fue al mismo tiempo un estrecho colaborador en la consolidación de las instituciones democráticas chilenas. Vial, en efecto, se convenció, antes que muchos, de que la democracia era la única vía posible para garantizar el desarrollo de Chile. Le pareció, de hecho —y a pesar de la falta de simpatía que tenía hacia ellos en la época previa al 73— un error la proscripción de los partidos políticos por parte del régimen de Pinochet, pues, a su juicio, eran parte del “imaginario nacional”, del ethos de la república chilena. No se cansó, además, de insistir una y otra vez en que la reconciliación nacional era una ilusión sin que no nos esforzáramos de verdad por encontrar a los detenidos desaparecidos, causa que tomó como propia al ser el único miembro de derecha que participó de la Comisión Rettig. En la actualidad, probablemente —y a la luz de las nuevas reflexiones que se han hecho sobre la transición—, tendría una visión más crítica en torno a las desigualdades injustas y a ciertas consecuencias que ha ocasionado el progreso material reservado solo a unos pocos. En tiempos de “crisis social”, en que no siempre es fácil encontrar reflexiones equilibradas sobre el pasado reciente chileno, Vial se aproxima en esta selección de columnas a un nivel de análisis muy fino de lo que día a día estaba ocurriendo, logrando captar una visión equilibrada de la transición chilena y la identificación precisa de las posibles causas que pueden haber generado malestar social.
En virtud del respeto que nos merece la memoria de don Gonzalo, no hemos realizado modificaciones sustanciales al contenido de esta selección, salvo algunas modernizaciones accidentales, siguiendo las sugerencias de la nueva ortografía de la Real Academia Española, además de algunas mínimas uniformaciones de estilo, modos de enumerar —muy frecuentes en un hombre apegado a los hechos— y sobre todo el reemplazo de algunas voces que Vial destaca motu proprio en mayúsculas y que se entienden como énfasis del autor y no de la voz que cita, las que, por una razón netamente estética, hemos sustituido por cursivas.
El libro está dividido en cuatro capítulos agrupados por temáticas y ordenados secuencialmente desde 1994 a 2009: i) Familia y sociedad; ii) Educación y pobreza; iii) Derechos humanos y política; iv) Memoria histórica. Además, se incluye un apéndice sobre los partidos políticos y la opinión de Gonzalo Vial sobre el Informe de la tortura, textos que, si bien fueron publicados en La Segunda, escapan de las características literarias de una columna de opinión. Por último, queremos agradecer a todos quienes colaboraron en la edición y publicación de este libro. En primer lugar, a la familia de don Gonzalo por confiar en IdeaPaís, especialmente a don Pedro Vial Vial, quien desde un comienzo nos recibió con generosidad en innumerables reuniones; a Elena Vial Correa, Gonzalo Vial Fourcade, Aníbal Vial de Amesti y Nicolás Figari Vial, por ayudarnos a dar los pasos iniciales de este libro; a un sinnúmero de personas que han colaborado en las distintas fases del desarrollo de este libro: Braulio Fernández Biggs, Joaquín Castillo Vial, Guillermo Canales Güemes, Matías Petersen Cortés, Jaime Lindh Allen, Mario González Inostroza, Manuel Salas Fernández y sobre todo a nuestro director ejecutivo, Pablo Valderrama Rodríguez, quien ha tenido la valentía de mirar el futuro desde “hombros de gigantes”. Por último, la paciencia de mi señora, Catalina Canales Ruiz-Tagle, quien en silencio y en tiempos de confinamiento nos ha apoyó para que esta publicación fuera posible.
Luis Robert Valdés
Editor
1 Un trabajo sobre la época anterior al estudio que acá realizamos puede encontrarse en González, Mario. Gonzalo Vial Correa: Las sinuosidades de una trayectoria intelectual, 1969-1991, RiL Editores.
2 “El pensamiento social de Jaime Eyzaguirre”. En Dimensión Histórica de Chile 3 (1986): 99-138.
3 Por ejemplo, el análisis realizado por Ruiz, Carlos y Renato Cristi. El pensamiento conservador en Chile. Editorial Universitaria, 2015.
4 Botto, Andrea. Catolicismo chileno: controversias y divisiones (1930-1962). Ediciones Universidad Finis Terrae, 2018.
5 Said, Edward. Representaciones del intelectual. Barcelona, Ed. Paidós, 1996.
6 Correspondance, t. 3, La Pléiade, Gallimard, p. 399, lettre à Balzac.
7 Millán-Puelles, Ontología de la existencia histórica (1951), en Obras Completas, vol. I. Rialp, 2012, 145.