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Prefacio

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Diversos autores han intentado, desde distintos puntos de vista, construir, desarrollar y evaluar críticamente las teorías sociales que estudian el lugar del sujeto en la cultura moderna. La cuestión de la subjetividad humana y el desarrollo del self ha sido abordada en referencia a las intrincadas y difíciles conexiones entre estos fenómenos y los procesos sociales. Entre los factores estudiados se incluye el predominio de las ideologías contemporáneas, los valores políticos impuestos por la opulenta sociedad consumista, la mercantilización de la cultura, la apatía de los individuos hacia el compromiso social y la consecuente crisis y ruptura de los fundamentos éticos de lo social.

La relación del inconsciente individual con la historia y el cambio social formó parte inevitable tanto de las especulaciones teóricas de Freud como también provocó intensos debates entre sus seguidores: si la mente de un individuo tiene una historia, ¿el inconsciente es capaz de cambiar a través de los cambios externos históricos que se producen en la sociedad? ¿Puede un cambio en la estructura de la familia moderna, por ejemplo, afectar el inconsciente dinámico del complejo de Edipo? Si, como escribió Richard Wollheim, “nacemos sexuales pero no nacemos morales” (1984, p. 199), ¿cómo contribuye la cultura en la que vivimos al desarrollo de la moral individual, la que en última instancia inspira y dirige nuestro comportamiento?

Podemos tentativamente caracterizar el concepto de ideología como los significados sociales prevalentes creados, desarrollados e impuestos por un grupo, institución o sociedad a través de sus ideales, principios, doctrinas, mitos, leyes, etcétera. Sin extendernos aquí acerca de cómo surge una ideología, una de sus funciones consiste en imponer y perpetuar la dominación a través del enmascaramiento o la ilusión, convirtiéndose así en un verdadero obstáculo para el desarrollo de la justicia social y el cambio (Haslanger, 2017).

¿Cómo operan los conflictos entre la ideología dominante en una cierta cultura y los ideales de un individuo en el psicoanálisis contemporáneo? ¿Cuáles son las ideologías sociales que afectan al psicoanálisis en el presente? ¿Los cambios ideológicos y culturales de nuestra sociedad han influenciado y determinado cambios en nuestros puntos de vista psicoanalíticos? ¿En nuestros métodos? ¿En nuestros enfoques?

Los psicoanalistas se ven obligados a ocuparse de estos temas, de pensar en ellos, de considerarlos, pero esto no significa que se encuentren en una posición privilegiada para dar cuenta de los problemas sociológicos y políticos.

A través de los años, los psicoanalistas británicos han hecho importantes contribuciones en el área de la salud mental, así como en campos relacionados, tales como el trabajo social, la educación, la práctica médica, la psiquiatría, la pediatría y el estudio de las instituciones. Como consecuencia de los cambios ideológicos profundos y reaccionarios en los gobiernos contemporáneos, a los profesionales de la salud y los servicios públicos se les exige justificar sus prácticas −una demanda aparentemente razonable.

Michael Rustin sostuvo que

“cuando el contribuyente paga sus impuestos, no basta que los individuos o los profesionales crean que los servicios que ellos ofrecen son útiles. Se espera ‘evidencia de efectividad’” (Rustin, 2001, p. 82).

Desde otro punto de vista, Felicitas Rost, presidenta de la Society for Psychotherapy Research (Sociedad para la Investigación en Psicoterapia) postuló que

“el psicoanálisis […] tiene una responsabilidad social con respecto a proporcionar evidencia de la efectividad de sus modelos de tratamiento” (2018, p. 8; itálicas propias).

Esto constituye un desafío crítico y problemático: en psicoanálisis, la “evidencia de efectividad” no se logra fácilmente a través de resultados empíricamente demostrables. En el presente libro, al considerar la naturaleza del psicoanálisis en su sentido más específico (es decir, el tratamiento individual de casos únicos), se explorarán las limitaciones de aquellas investigaciones que intentan proteger y justificar la presencia (aunque la consideremos, en verdad, como esencial) del pensamiento psicoanalítico en ciertos sectores de la salud pública.

¿Estamos siendo “forzados” en ciertas áreas a amoldarnos a ideales políticamente motivados, que no están en sintonía con las metas y métodos del psicoanálisis? La cuestión de la responsabilidad profesional, de dar cuenta de lo que hacemos, se confunde con la medición de “resultados” de la intervención terapéutica.

El objetivo del presente libro es mostrar por qué, al menos en parte, esto es así.

Capítulo 1: Propone que el psicoanálisis no es ni una ciencia ni un arte, sino que habita un lugar propio, con sus características y enfoques necesarios; no puede ser definido ni evaluado a través de términos y parámetros de otras disciplinas. El estudio del caso único es lo que impulsó la teoría y la práctica psicoanalíticas; el psicoanálisis se aprende a través del estudio de ejemplares (concepto de Thomas Kuhn): los casos clínicos únicos.

Capítulo 2: Describe el largo tratamiento analítico de Tony, un joven psicótico (descripto en cierto momento por un psiquiatra como esquizofrénico paranoide) atrapado en una difícil relación con su madre, luchando para sobrevivir entre el miedo a la locura y la necesidad de estar loco. Durante un tiempo considerable, durante el cual el paciente se encontraba seriamente perturbado y psicótico, fue capaz de responder, sin embargo, al tratamiento. Como analista, esto representó un verdadero privilegio para mí.

Capítulo 3: Presenta el caso clínico de Barbara, una mujer incapaz de tener relaciones próximas, sintiéndose insegura, amenazada permanentemente por una identificación con una imago materna peligrosa. Esta imago primaria personificaba, por un lado, una figura omnipotente, protectora y sagrada, una presencia benévola que podría justificadamente ser descrita como “maternal”. Sin embargo, por otro lado, la misma imago, aunque vulnerable y patética, revelaba una figura siempre persecutoria, dominada por la impotencia, la tristeza, enfermedades e inhibiciones.

Capítulo 4: Desarrolla reflexiones sobre los dos casos presentados en los capítulos previos. Cuando los sujetos en análisis pueden aceptar la existencia de una realidad psíquica ajena a ellos mismos, cuando reconocen que su self contiene algo secreto, diferente o contradictorio a sus deseos y pensamientos conscientes y que este algo es parte de un conflicto que los hace sufrir, decimos que pueden pensar psicológicamente. Mientras que Tony pudo considerar la idea de que lo que ocurría en el escenario psíquico de su mente tenía un significado y que, por lo tanto, valía la pena pensar en ello, Barbara no pudo comprender plenamente ni tampoco deseaba entender las alteraciones emocionales ni las perturbaciones psíquicas de su mundo interno.

Capítulo 5: Presenta la idea (siguiendo las sugerencias de André Green) de una locura “normal”, diferente a la psicosis. No se trata de una alteración ocasional de la vida mental adulta. Por el contrario, es un componente inevitable de la vida psíquica a lo largo de la vida del sujeto mientras continúe sintiendo emociones y sea capaz de pasión. Esta locura “normal” se experimenta por primera vez en el encuentro inicial con la madre y sobrevivirá en el núcleo mismo del inconsciente del sujeto. La subjetividad y la relativa normalidad neurótica surgirán como logros genuinamente heroicos.

Capítulo 6: Aborda el tema de la incertidumbre de la cura psicoanalítica. Como objeto de investigación es intrínsecamente limitada, constituyendo un enorme desafío. ¿Cómo podemos los psicoanalistas describir adecuadamente la lógica del inconsciente, donde las razones y las causas, el dolor y el placer, el pasado y el presente están inevitablemente intrincados e implicados? En una breve revisión de la literatura se puede comprobar que los trabajos sobre los resultados de la psicoterapia basados en criterios de “evidencia” no parecen capaces de proveer una base suficientemente significativa como para sustentar la evidencia deseada.

Capítulo 7: Expone que el psicoanálisis opera mediante la inferencia abductiva, en la que las hipótesis se plantean como preguntas. Al ser una disciplina subjetiva, la objetividad no es alcanzable ni deseable. Aunque en principio existe la posibilidad de una multiplicidad de interpretaciones, hay solamente una experiencia única, “aquella […] que el analista […] tuvo con su paciente” (Bion, 1994, p. 7). Depende del psicoanalista legitimar esa experiencia.

Acerca de la naturaleza del psicoanálisis

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