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CAPÍTULO 1
Psicoanálisis, una literatura del exceso
ОглавлениеEl psicoanálisis constituye un cuerpo de conocimientos adquiridos y desarrollados mediante el estudio y la experiencia personal, cuyo objeto es la realidad psíquica del sujeto humano. En psicoanálisis, la realidad psíquica no se reduce a lo mental ni a lo físico. El objeto psicoanalítico no es exclusivamente ni psiquis ni soma: tiene sus características propias, sus categorías y sus leyes (Gomez, 2005). Los modelos y las teorías psicoanalíticas se basan en hipótesis fundamentales y presunciones a las que se ha llegado mediante una combinación de experiencia clínica, autorreflexión, actividad intelectual especulativa, intuición, asociación libre, deducción, la atribución de significados retrospectivos y representaciones abstractas.
¿Debemos considerar al psicoanálisis como una disciplina científica? ¿Qué entendemos por el concepto de ciencia? ¿Deberíamos, en cambio, hablar del psicoanálisis en términos de un arte? (Ogden, 2005).
La teoría psicoanalítica sobrepasa los límites de la moderación, posee una exuberancia de creatividad (Kohon, 1999a, p. 149). Constituye una literatura excesiva: describe la existencia y persistencia de deseos incestuosos, habla en términos de vida y muerte, de pasiones incontrolables y de la presencia potencial de sentimientos asesinos hacia nuestros seres amados; intenta dar cuenta de fantasías inconscientes y demuestra que aparentes “buenas intenciones” pueden ser la expresión disfrazada de una envidia destructora. En la clínica, el psicoanálisis demostró ampliamente la división inevitable del yo, la negación (consciente) de lo que sabemos (inconscientemente), la existencia de teorías sexuales infantiles que continuarán ejerciendo una considerable influencia en nuestra vida psíquica adulta y mucho más.
En mi libro No Lost Certainties to be Recovered sostengo:
“El inconsciente no puede ser domesticado, por ende, no existe la posibilidad de un desarrollo de una teoría psicoanalítica que pueda ser definitiva y unitaria. Como teoría, el psicoanálisis es un método de deconstrucción que no alcanzará nunca una conclusión absoluta. Se puede entender al psicoanálisis como un intento de desarrollar un conocimiento objetivo de la subjetividad, pero este acto de conocimiento está siempre bajo la influencia inevitable del inconsciente del sujeto” (Kohon, 1999a, p. 150).
Desde su concepción, existieron serios malentendidos acerca de la naturaleza de esta extraña disciplina, algunos creados y promovidos por sus propios practicantes. Por un lado, Freud, en una carta a Fliess, declaró:
“En realidad no soy en absoluto un hombre de ciencia, ni un observador, ni un pensador. Por temperamento, no soy nada más que un aventurero […] con toda la curiosidad, atrevimiento y tenacidad características de un hombre de esta naturaleza” (Freud, 1900, p. 398).
Por otro lado, queriendo que su creación fuera aceptada por la sociedad, Freud fue el primero en proponer ideales cientificistas que contaminaron la idea de la disciplina psicoanalítica hasta hoy. Sin embargo, a pesar de sus propias contradicciones, de los ataques a la integridad personal y a su honestidad profesional, de las simplificaciones y “la flagrante falsificación” de sus ideas teóricas (Grubrich-Simitis, 1995, p. 1), la fuerza y el ímpetu del psicoanálisis freudiano reside en su insistencia y tenacidad, en su compromiso con la notable persistencia creativa de su discurso paradójico.
Cornelius Castoriadis remarcó que los seres humanos no se caracterizan por la lógica y la racionalidad sino por una radical “imaginación descontrolada”, la que ejerce un rol central en nuestra psiquis, distinguiéndonos del resto del mundo animal (1988). Los primates pueden chuparse el pulgar, pero todavía no han logrado crear el lenguaje, la música, la ciencia, la literatura, el psicoanálisis y el arte. El psicoanálisis debe su existencia a −y continúa siendo desarrollado por− esa imaginación descontrolada en “la otra escena” de un inconsciente que Sigmund Freud logró identificar, reconocer y estudiar.
El psicoanálisis encuentra su propósito en el proceso terapéutico que tiene lugar en la exclusividad del consultorio, donde paciente y analista acceden al inconsciente del paciente en un encuentro a través del lenguaje, marcado por las dinámicas de la transferencia y la contratransferencia. La neurosis, la psicosis y otras presentaciones patológicas no son consideradas por los psicoanalistas como cosas en sí mismas. Los síntomas siempre significan algo más, se refieren a alguna otra cosa.
Los procesos psíquicos bajo escrutinio son inconscientes. No existe método tangible o mensurable más allá del propio método y encuadre psicoanalíticos que ofrezca un tipo de evidencia acerca de la adecuación de las hipótesis y presunciones. Esto no necesariamente significa que el psicoanálisis sea inadecuado o ineficaz: más bien nos enfrenta con el hecho de que la “verdad” no es un concepto absoluto, no puede ser plenamente establecida. Desde el punto de vista psicoanalítico, las teorías se validan cuando el sujeto individual, el paciente, hace suyas las interpretaciones ofrecidas por el analista. Cada interpretación es puesta a prueba, confirmada o desaprobada en cada nueva situación en la que aparece. Es entonces cuando las ideas teóricas se convierten en conocimiento personal.
El psicoanálisis no es una ciencia ni un arte sino que habita un espacio propio, con sus características y enfoques necesarios. Existen experiencias y conocimientos provenientes de muchas otras disciplinas diferentes que se conectan y se relacionan con consideraciones psicoanalíticas y viceversa. Esto no implica que el psicoanálisis deba ser definido ni evaluado a través de los parámetros de esas disciplinas.
Propongo los siguientes conceptos para describir y evocar esta significación y resonancia interdisciplinaria: indeterminación, indecidibilidad, sobredeterminación e hipercomplejidad.
La indeterminación es uno de los descubrimientos fundamentales de la mecánica cuántica, que condujo al desarrollo del principio de indeterminación. Rovelli, el reconocido físico teórico, director del Quantum Gravity Research Group, Centre de physique théorique de Marsella, postula que
“no es posible predecir exactamente [...] dónde aparecerá mañana un electrón. Entre una aparición y la otra, el electrón no tiene posición precisa, como si se dispersara en una nube de probabilidad […]. El espacio-tiempo es un objeto físico como un electrón. Este se puede encontrar también en una ‘superposición’ de diferentes configuraciones” (Rovelli, 2017, pp. 75-79).
Superposición, fluctuación, difuminación, indeterminación: este es el lenguaje de los físicos. “Fluctuación” no significa que lo que sucede nunca está determinado: significa que está determinado solo en ciertos momentos y de una manera impredecible (Rovelli, 2017, p. 77).
La indeterminación, concepto que describe algo que no puede ser claramente definido o conocido completamente, se aplica tanto al objeto del estudio psicoanalítico, al conocimiento al que se llega a través de ese estudio como a las implicancias terapéuticas derivadas de ese conocimiento.
Se puede comparar el psicoanálisis con la concepción de la música de John Cage, el compositor americano que creó el movimiento de indeterminación en Nueva York en los años 50. Originalmente, Cage definió la indeterminación como “la posibilidad de que una pieza pueda ser ejecutada de maneras sustancialmente diferentes” (Pritchett, 1993, p. 108). En psicoanálisis, la elección de cada interpretación está determinada por una multiplicidad de factores. Sin embargo, la acción de interpretar se puede comparar con la ejecución de una composición musical que no ha sido previamente señalada con claridad o especificada con precisión; en los mejores momentos clínicos en el consultorio hay también una “indeterminación de la ejecución” (Sims, 1986, p. 357). Según Cage, la única forma verdadera de música aleatoria es cuando intervienen elementos del azar en el mismo momento de la ejecución. Obviamente, la interpretación psicoanalítica no se elige por azar, pero el analista no tiene una “partitura” analítica escrita. No hay partituras, no existe una representación previa de la interpretación ni texto escrito que pueda servir como guía. El analista se encuentra siguiendo sus propios sentimientos viscerales; las interpretaciones se originan en una mezcla de respuestas emocionales instintivas, imaginación creativa, la capacidad de identificación con el otro y el propio coraje intelectual del analista.
La indecidibilidad es un concepto que se origina en la naturaleza específica de las teorías de la computabilidad y de la complejidad computacional: un problema indecidible es una decisión problemática, la que no permite construir un único algoritmo que conduzca a la respuesta correcta, ya sea negativa o positiva. Esto está estrechamente vinculado a las dificultades presentadas originalmente por los teoremas de Gödel (1931), en los que una afirmación no es demostrable ni refutable dentro de un sistema deductivo específico. La indecidibilidad de una afirmación en un sistema deductivo particular no aborda, por sí misma, la cuestión de si el valor de verdad del enunciado está bien definido o si puede determinarse por otros medios. La indecidibilidad solo indica que el sistema deductivo particular no puede probar la verdad o falsedad de la afirmación. Gödel mostró que es imposible ser completamente verdadero y/o completamente universal: nunca se puede hacer una afirmación verdadera sin decir algunas falsas. Alternativamente, nunca se puede decir solo cosas verdaderas sin estar obligado a ocultar algunas otras afirmaciones igualmente verdaderas (Berto, 2009).
En psicoanálisis solo hay construcciones interpretativas “absolutamente indecidibles”: su valor no puede ser completamente conocido (son teorías, no “descubrimientos” en el sentido convencional). Para el psicoanalista, sus construcciones interpretativas le ayudan a hacer visible lo no comprensible o inabarcable. Más que nada, y mucho más importante, ellas desarrollan las condiciones por las cuales la teoría psicoanalítica se organiza de manera tal que el inconsciente del otro, tal como se expresa en la clínica, pueda revelarse. Castoriadis (1997) sostenía que uno de los mejores ejemplos de cómo nuestra imaginación crea estructuras teóricas con las cuales se puede pensar la psiquis es el “Proyecto” de Freud (1959 [1895]). Es una obra incompleta, en la que Freud creó un constructum imaginario a través de su capacidad de reflexionar y pensar. Necesitamos imaginar (¿construir?) nuestro mundo psíquico para ser capaces de pensar acerca de él. Imaginar, fantasear, crear nuevas formas de pensar… esta forma de proceder puede ser considerada no muy distante o ajena a la ciencia tradicional. Según Rovelli, “la capacidad de comprender algo previamente a ser observado reside en el centro mismo del pensamiento científico” (2017, p. 10).
La sobredeterminación es un concepto introducido por Freud en sus Estudios sobre la histeria (1895). Está presente y opera en todos los niveles de la vida humana, extendiéndose a otras áreas del conocimiento. Por ejemplo, los genetistas han sabido desde hace tiempo que es siempre la interacción de una variedad de genes, interactuando a su vez con factores del entorno interno y externo, lo que determina consecuencias biológicas importantes, grandes y pequeñas: “Los genes no operan en un vacío; más bien, cada uno tiene su rol en la compleja maquinaria del desarrollo” (Neel & Schull, 1954, p. 27).
En psicoanálisis, la noción de sobredeterminación contribuye a describir muchas y diversas formaciones del inconsciente. Ya sea un sueño o un síntoma, una formación particular nunca es el resultado de una sola causa. Una formación
“está siempre relacionada a una multiplicidad de elementos inconscientes que pueden estar organizados en distintas secuencias de sentido, cada una de las cuales tiene su propia coherencia específica en un nivel determinado de interpretación” (Laplanche & Pontalis, 1967, p. 292).
La hipercomplejidad es un concepto epistemológico, desarrollado en las ciencias contemporáneas, que confirma la idea de que el conocimiento totalizador o unitario es una ilusión. En las ciencias somos testigos de un desplazamiento de las cuestiones epistemológicas por las realidades ontológicas; por ejemplo, en biología, los científicos encuentran difícil describir diferentes niveles de complejidad en células y en sistemas que representan configuraciones de partes, factores y fuerzas que interactúan entre sí. Por momentos, un evento o hecho particular es el resultado de secuencias diversas de retroalimentación no lineales; es difícil para los científicos diseñar modelos adecuados que permitan describir esos sistemas. En esas circunstancias, se encuentran prediciendo respuestas sin poder explicar las propiedades de los sistemas que causan las respuestas.
En álgebra, por ejemplo, los matemáticos contemporáneos hablan de números hipercomplejos, extensiones de los números complejos construidos mediante álgebra abstracta, como cuaterniones y octoniones (Kantor, Solodovnikov y Shenitzer, 1989). Estas extensiones desempeñan un papel importante en una amplia gama de disciplinas matemáticas, por ejemplo, para el cálculo de la mecánica orbital de los vehículos espaciales y para el desarrollo de la visión por computadora. Para complicar aún más las cosas, los matemáticos han descrito más de un tipo de número hipercomplejo.
El concepto de hipercomplejidad es también usado en las ciencias sociales. Para Qvortrup (1998), esta noción define una complejidad de segundo orden, una complejidad inscrita en la complejidad, que emergió como un nuevo paradigma social en la sociedad contemporánea. Qvortrup no intentó describir la hipercomplejidad de la sociedad; en cambio, usó el concepto como una categoría explicativa aplicada a la observación de ciertos procesos específicos de la sociedad. Postuló que la hipercomplejidad se refiere a la semántica social dominante que rige la comprensión de la sociedad, caracterizada por el policentrismo. En otras palabras, no hay una posición única y universal desde la cual observamos los fenómenos sociales; más bien hay muchos puntos de observación, cada uno de los cuales usa un código de observación específico para su propia complejidad social. En astronomía, el paralaje de los puntos peripatéticos se refiere a la posición aparente de una estrella entre estrellas más distantes, una posición que cambia cuando se observan desde lugares opuestos de la órbita terrestre. En física general, el concepto se refiere a un cambio aparente en la posición de un objeto como efecto de un cambio en la posición del observador (Kohon, 2016, pp. 87-88). Además, muchas observaciones son observaciones de observaciones, haciéndolas no solo policéntricas sino también policontextuales.
Indeterminación, indecidibilidad, sobredeterminación, hipercomplejidad: estas son solo algunas características de una complejidad compartida en la búsqueda de conocimiento y comprensión entre diferentes campos y disciplinas. En psicoanálisis, ¿cómo encontramos y establecemos parámetros adecuados que correspondan a −y den cuenta adecuada de− la complejidad del sujeto humano y de la diversidad de su vida psíquica? No es una cuestión de cómo conocer la realidad sino, más bien, cómo identificar qué es esa realidad. Las cuestiones ontológicas deben preceder necesariamente a las epistemológicas (Scott & Usher, 1996; Zizek, 1998).
En la tradición psicoanalítica este desafío formidable y problemático ha sido abordado a través de los estudios de casos clínicos únicos. Los estudios de casos psicoanalíticos se originan y continúan la tradición de la medicina clínica: se apoyan en los historiales del caso único, en la historia personal del paciente. Representan la investigación de un sujeto singular en profundidad, a lo largo de un período extenso. Pero, en contraste con la medicina, en psicoanálisis los datos no se reúnen usando una variedad de métodos diferentes, provenientes de una diversidad de fuentes. El estudio de un caso clínico en psicoanálisis consiste en la descripción escrita de un tratamiento, caracterizado como enfoque idiográfico, enfatizando la experiencia personal única del sujeto.
Idiográfico proviene del griego idios, "propio" o "privado". El enfoque idiográfico se opone radicalmente al enfoque nomotético, que busca leyes universales del comportamiento aplicables a toda una población, capaces de poder predecir ese comportamiento. En los estudios psicológicos nomotéticos, por ejemplo, la personalidad se entiende como coherente, en gran parte heredada y determinada por la genética y la bioquímica del cerebro; en su versión extrema, los factores ambientales, las experiencias de la vida y las influencias sociales no son factores considerados importantes.
Perelberg describe, por ejemplo, cómo en las presentaciones clínicas de Freud hay un estudio simultáneo de la estructura y de la historia. En cada uno de sus casos clínicos “Freud construyó hipótesis acerca de las sucesivas etapas que dieron origen a la estructura” (Perelberg, 2995, p. 14): hipótesis, entonces, construidas por el psicoanalista. Esos estudios no buscaban formular leyes ni generalizar resultados que serían necesariamente aplicables a otros sujetos; cualesquiera sean las hipótesis y/o conclusiones, no existe ni la presunción ni la certeza de que los resultados corresponderían a otros casos.
Como sugieren los ejemplos de complejidad mencionados, las formas empíricas de investigación en psicoanálisis no contribuyen “nueva” información a la disciplina del psicoanálisis (ver capítulo 6). La investigación de resultados es un término amplio, sin una definición específica y coherente, que tiende a describir aquellas actividades que se ocupan de la “eficacia” de las intervenciones clínicas. La atención se centra con frecuencia en parámetros de referencia como la “calidad de vida”, la posible disminución y/o resolución de síntomas, etcétera. Los objetivos de los investigadores empíricos, aunque valiosos, son diferentes a aquellos de los psicoanalistas que escriben sus casos, los que intentan compartir con colegas su experiencia clínica, comunicando sus propios descubrimientos profesionales y personales. Si hay nuevos avances y progresos en psicoanálisis, ya sean teóricos o terapéuticos, emergen del trabajo llevado a cabo en el consultorio, por el psicoanalista individual con su paciente.
La percepción externa de eventos depende de la concepción del mundo del perceptor: dos observadores atestiguando el mismo fenómeno, inmersos en dos teorías radicalmente diferentes, verán dos cosas distintas. Esta inconmensurabilidad metodológica, un concepto central en psicoanálisis, excluye cualquier modo universal de hacer inferencias sobre lo observado. Es más, lo observado cambia según el observador; no existe la posibilidad de hacer referencias a un objetivo fijo, permanente (Kuhn, 1962, p. 173).
Un estudio psicoanalítico no solo toma en consideración la subjetividad del paciente sino también la del psicoanalista. La efectividad de las intervenciones psicoanalíticas se evalúa por el movimiento del proceso analítico mismo, por los cambios de sesión a sesión tanto como dentro de una sesión única. El analista registra esos movimientos prestando especial atención a la dinámica de la transferencia y la contratransferencia y a las respuestas del paciente a las interpretaciones: ¿Produjeron información nueva, significativa? ¿Se recuperaron nuevos recuerdos? ¿La intervención del analista ayudó a la asociación libre? ¿La narrativa del paciente crea nuevos significados? ¿Pueden considerarse algunas de las respuestas del paciente como indicadoras de un cambio psíquico?
A pesar de sus dificultades y limitaciones, los estudios de casos clínicos impulsaron los avances de la teoría psicoanalítica. Pero se debe reconocer que, por definición, el caso clínico psicoanalítico posee, como todos los grandes trabajos literarios (incluyendo los escritos de Freud), “la extraña habilidad de desarrollar un sinfín de lecturas diferentes” (Bloom, 1996, p. 26). Lecturas diferentes no crean generalizaciones “científicas”. Frecuentemente, los logros alcanzados por los psicoanalistas en el consultorio suelen ser bastante modestos. Se considera progreso, por ejemplo, si el paciente en el diván responde a una interpretación del analista diciendo “eso me hace pensar en…”, seguido por una genuina asociación libre (André Green, citado en Caldwell, 1995; ver también Browne & Steeruwitz, 2017, p. 25). Esto no es lo que comúnmente se consideraría como evidencia “científica” pero es psicoanálisis.
Se podría considerar otra clase de rigor metodológico, descrito por Pontalis (2000) como poético, es decir, creativo, en el sentido de la palabra griega original, poetikós. En lugar de carecer de precisión, el rigor poético del psicoanálisis representa una preocupación por la palabra adecuada, pronunciada en el momento correcto. Pontalis postula que, “en este sentido, es fiel a los sueños: un sueño nunca es ambiguo en la elección de las imágenes que usa para expresar el mensaje que transmite, no podría ser más exacto… Sueños, poesía, análisis: las ciencias exactas” (Pontalis, 2000, p. 76).
Carlo Rovelli postula que “quizás la poesía es otra de las raíces más profundas de la ciencia: la capacidad de ver más allá de lo visible” (Rovelli, 2017, p. 21). ¿Se podría considerar como otro tipo de “comunalidad de experiencia”1, como la que existe entre la estética y el psicoanálisis (Kohon, 2012; Kohon, 2016, p. 19)?
En su libro The Structure of Scientific Revolutions (La estructura de las revoluciones científicas, 1962), Thomas Kuhn expuso sus ideas acerca de los cambios científicos revolucionarios. Su contribución marcó un hito histórico en la filosofía de la ciencia. Años después presentó un trabajo titulado What are Scientific Revolutions? (¿Qué son las revoluciones científicas?) en el que replantea su posición, postulando que
“El cambio revolucionario se define en parte por su diferencia con el cambio normal… [el que] tiene como resultado el crecimiento, aumento o adición acumulativa de lo que ya se conocía anteriormente [‘proceso normal’] (…) Los cambios revolucionarios son diferentes y mucho más problemáticos. Involucran descubrimientos que no pueden acomodarse dentro de los conceptos usados habitualmente. Para hacer o asimilar un tal descubrimiento nuevo, debe alterarse el modo en que uno piensa…” (Kuhn, 1987, pp.13, 32).
La evolución de las teorías científicas no surge de acumulaciones directas de hechos (visión positivista de la ciencia) sino, más bien, de un conjunto de posibilidades y circunstancias intelectuales cambiantes. Los cambios revolucionarios no son, por fuerza, “racionalmente reconstruibles” (Patton, 2014, p. 21). Se requieren nuevos conceptos y marcos teóricos, nuevas formas de pensar y describir los fenómenos. El concepto de Kuhn de un cambio revolucionario de paradigmas describe una diferencia en el modo en que experimentamos y percibimos las cosas, un cambio en el propio mundo de los fenómenos: el mundo cambia como resultado de la creación de un nuevo paradigma (Hoyningen-Huene, 1990).
Al mismo tiempo, Kuhn sugirió otro punto de vista, diferente, de acuerdo con el cual el referente (aquello a lo que se refiere un concepto) está determinado por su similitud con un conjunto de casos ejemplares (exemplary) más que por el significado, el sentido, el concepto o la idea que el signo expresa o evoca (Forrester, 2017b). Esta comprensión no ortodoxa, en la que Kuhn cambia de paradigmas a ejemplares, ofrece posibilidades importantes: la representación de lo singular se convierte en una genuina, auténtica alternativa. En psicoanálisis se aprende a través de ejemplares de casos clínicos únicos, a través de los problemas y desafíos clínicos que cada caso presenta y a través de las respuestas posibles a esos problemas. Se espera que las personas que quieren entrenarse en psicoanálisis conozcan esos ejemplares, comenzando por los casos clínicos originales de Freud. Es de notar que no existe un número fijo o limitado de ejemplares.
En un contexto diferente, Tzvetan Todorov contrasta los peligros de la memoria "literal" con la perspicacia y la conciencia de la memoria "ejemplar". La memoria literal recordaría eventos pasados específicos, volviéndolos a contar una y otra vez, para salvarlos del olvido. No se examinan en el contexto de una historia significativa: tienden a ser parte de agendas políticas. Perpetúan el resentimiento, fijan categorías de víctimas y perpetradores según las líneas prejuiciosas de raza, etnia y origen. La memoria ejemplar revisita el pasado desde una perspectiva diferente: no está determinada por los intereses de ningún grupo específico sino que intenta comprender, sin implicaciones o explicaciones indiscutibles, lo que el comportamiento y los acontecimientos históricos inmorales, crueles, violentos y/o manifiestamente injustos pueden enseñarnos sobre la naturaleza humana y la sociedad (Todorov, 2000).
A continuación de la presentación y la interpretación de las ideas de Kuhn, Forrester propone “razonar en casos” (2017a), pensar a través de casos. Está claro que el analista no está ahí para contar la “historia completa” de un tratamiento psicoanalítico ni tampoco para ofrecer una imagen completamente “precisa” del origen de las dificultades del paciente ni de su patología. Un escritor psicoanalítico no trabaja según las reglas de un método científico basado en términos de confirmación o falsación. Un psicoanalista no escribe exactamente “acerca del psicoanálisis”: el escribir mismo está determinado por “leyes y procesos semejantes a la situación psicoanalítica” (Forrester, 2017c, p. 65). Es decir, por el inconsciente.
En los capítulos siguientes presentaré dos casos clínicos dispares. Forrester sugiere que el escritor psicoanalítico quisiera ser capaz de “infectar” a los lectores con los mismos términos y el marco de referencia del análisis de un paciente (Forrester, 2017c, p. 86).
Infeccioso, es decir, contagioso, convincente, atrapante o quizás, más simplemente, comunicable.
1 En inglés, la palabra commonality se refiere al estado de compartir ciertas características y/o ciertos atributos y así está usada en este texto. En castellano tiene distintas acepciones. En México, por ejemplo, la palabra “comunalidad” se emplea también para referirse a la organización comunitaria de los pueblos originarios o al conjunto de elementos físicos, materiales, espirituales e ideológicos que comparten; la comunalidad tiene como base el cumplimiento de las obligaciones comunes.