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JORGE MILLAS: PENSAMIENTO LÍMITE ANTE LOS ATAVISMOS IDEOLÓGICOS

Simón Suazo Durán

Universidad Católica de la Santísima Concepción, Concepción, Chile

Resumen: El siguiente artículo se centra en la figura significativa de Jorge Millas, filósofo que se caracterizó por la rigurosidad académica y defensa irrestricta de la libertad y la democracia. Nuestro trabajo se centra en presentar el pensamiento de Millas como antagónico a las ideologías contemporáneas, en específico, en su interpretación respecto a la filosofía como un pensamiento límite, que se antepone a la violencia y a la pérdida de individualidad. A lo anterior, se suma, hacer evidente lo vital y actual de su pensamiento, ante la invisibilización de las víctimas, la precariedad del individuo, y en general, los síntomas del oscurecimiento ideológico hoy en día. En Millas, entonces, hay un pensamiento en el que la discusión ética antecede a la interdependencia y al rostro de las víctimas en la contemporaneidad.

Palabras clave: Millas, ideología, víctimas, individualidad, democracia.

1. Introducción

JORGE MILLAS (1917-1982) fue filósofo y profesor universitario, que desplegó una labor intelectual fundamental en un período de crisis democrática y de violencia en Chile. Inserto en este cuadro, Millas comprendió que la actitud reflexiva es una de las principales manifestaciones de nuestra condición espiritual, y dicha actividad no se desliga o separa de nuestra vida cotidiana. Uno de sus propósitos es liberarnos de todas aquellas ideas que limitan la vitalidad del pensamiento reflexivo y crítico, o que obstaculiza la tarea deliberativa, propia de una sociedad reflexiva.

En uno de sus primeros textos, respecto a Ortega y la responsabilidad de la inteligencia1, Millas sostiene que la grandeza de toda figura intelectual significativa se mide tanto por la relación que tiene esta con su tiempo, como también por la singularidad con que encarna valores absolutos. A partir de sus propias palabras, este manuscrito se articula con el propósito de evidenciar cómo Millas cumple a cabalidad el rol de figura intelectual significativa, ya sea para el contexto local, como también para el pensamiento crítico que hoy mira con desdén cómo las ideologías y el absolutismo se hacen patente en el contexto global. Para ello, nuestro interés en este trabajo será, primero, ilustrar cómo en el pensamiento de Millas existe un manifiesto antagonismo a los proyectos ideológicos del siglo XX, y segundo, presentar algunas lecturas personales sobre el autor y el valor que subyace en sus planteamientos, interpretaciones que nacen a partir de su base teórica, y dirigida a desvelar la figura del chileno, específicamente el incierto panorama actual, en que se evidencia cómo en los últimos años las democracias liberales de Europa y de América se debilitan, dando paso a populismos nacionalistas, conservadores y reaccionarios en el plano valórico, ya sea de ultraderecha o de ultraizquierda. Frente al aciago panorama social y político en que las democracias se encuentran hoy, urge encontrar voces que alimenten ideales centrados en la responsabilidad del compromiso del pensar y el valor del espíritu humano. Millas, a nuestro juicio, cumple con dicho requisito. Ante los atavismos ideológicos, la figura del filósofo se resume en la responsabilidad pública del intelectual, la denuncia de las máscaras que justifican la violencia –de ahí que fuera catalogado como antimarxista por algunos, o disidente de la dictadura de Pinochet, por otros–, la defensa de la democracia, y de los riesgos que se asumen en proponerla como (única) vía de convivencia política, la crítica al utilitarismo neoliberal, y la afirmación de una universidad libre de intervenciones, propagandas e instrumentalizaciones2. Por lo tanto, su temple libertario y heterodoxo lo convirtió en una figura paradigmática: abogó y repitió que vivíamos en un mundo dislocado por las ideologías. En aquel mundo que describía, destaca el frenesí de los valores convertidos en fetiches, en instrumentos para exaltar las pasiones e incentivar la violencia del hombre contra el hombre, en la anulación del individuo frente a la tiranía de un partido, de un eslogan, o de una ideología visceral y obcecada.

En Millas, pensador que intenta ubicarse en los márgenes de lo antes descrito, encontramos la tarea del intelectual con talante libertario, que busca la lucidez y los argumentos que iluminen cualquier oscurantismo dogmático y autoritario, es decir, encontramos una defensa férrea del carácter individual y libre del ser humano, de la verdad como principio absoluto que solo la razón (exigida al límite de nuestra condición) puede abrazar en el espíritu de cada uno, y de la democracia como vía posible de convivencia, y, junto a ello, de nuestra responsabilidad ética con la humanidad.

Dicho lo anterior, en el siguiente trabajo proponemos abarcar ciertas interrogantes que nacen a propósito de la relación entre los planteamientos de Millas, y las ideologías presentes hoy, tales como: ¿Será posible que, a partir de sus postulados en libros, ensayos, discursos y entrevistas, Millas sea significativo con el fin específico de devolver el rostro a las víctimas de las ideologías contemporáneas? ¿Es posible que, a partir de las bases teóricas del chileno, se vuelva a pensar y se mire a las víctimas, aquellos que han quedado, precisamente, sin ninguna defensa? Si la inteligencia para Millas tiene una misión liberadora –ante las máscaras y los fantasmas de la ideología–, ¿cómo liberarnos hoy de las doctrinas, las teorías y los estados salvacionistas, iluminados y mesiánicos?, ¿Qué tipo de resistencia, desde la no violencia como principio absoluto, puede presentar el pensamiento de Millas ante los avances ideológicos hegemónicos hoy?

El siguiente trabajo, por tanto, ha sido elaborado con el espíritu de mirar a Millas desde su heterodoxia única, para exponer y desenmascarar los fantasmas ideológicos que subsumen al ser humano en el oscurantismo del fanatismo y la violencia. Ante el ‘oscurecimiento de la realidad’, antepone el chileno el asomo de la lucidez del pensamiento (hacia el) límite. Ante la violencia y sus máscaras ideológicas que la justifican, avalan, e incluso exhortan como condición posibilitadora de la libertad humana, Millas antepone el pacifismo y la apertura de conciencia para hacer del ser humano un individuo realmente libre y comprometido con los otros. Así pues, ante la imposición de la tesis generales del marxismo, en el plano intelectual y político del gobierno de la Unidad Popular, y luego ante la imposición del liberalismo en la dictadura chilena, Millas se distinguirá como el intelectual díscolo que, por ejemplo, a través de la rigurosidad académica, revelará las contradicciones respecto al concepto de enajenación y alienación en Marx, la incoherencia en el concepto de revolución y la necesidad de ejercer violencia como práctica efectiva de esta, y por sobre todo, en las contradicciones respecto a la noción de libertad en los postulados de Friedrich von Hayek.

Hemos esquematizado este trabajo en dos partes centrales: primero, desarrollaremos la visión de las máscaras, la violencia, y cómo antepone Millas el pensamiento filosófico, o la filosofía como la única disciplina que, al poder comprender la esencia de la vida contemporánea, se antepone a la ideología. Luego, como segundo punto central, nos enfocaremos en dilucidar de qué modo, cuando Millas critica la violencia, las máscaras y los fantasmas ideológicos del siglo XX, existe una preocupación respecto a reconsiderar a las víctimas, personas que, ante la instrumentalización de las ideologías, son desplazadas o negadas en su calidad y condición de individuos. Finalmente, se ahondará también, a partir del análisis respecto del ser humano bajo el peso de la ideología, cómo Millas pretende siempre sostener la dignidad de la persona humana como absoluto intransable.

2. Pensamiento al límite

En los textos del filósofo, que incluyen ensayos, libros, artículos, discursos y entrevistas, se destaca un eje central que se expresa y repite a través de estos distintos medios. Se puede dividir en dos aspectos fundamentales: primero, la actividad intelectual llevada al límite de nuestras posibilidades –la actividad filosófica– comporta una función desideologizante, y segundo, que la propia filosofía, al antagonizar cualquier asomo de oscuridad y fanatismo ideológicos, supone una responsabilidad ante el destino del ser humano. Y por destino, entiéndase el desarrollo histórico del individuo, su libertad y el rol ético ante la responsabilidad humana de comprender lo interdependientes que somos.

Respecto a la ideología, son varias las definiciones y alusiones que Millas nos entrega a lo largo de su trabajo. En resumen, se comprende como un sistema implacable de ideas que, de modo fanático y falso, se establecen desde un principio con el fin supuestamente de ‘salvar’, o ‘liberar’ al ser humano. Pero, en cambio, aquellas ideas devienen en fines en sí mismas, en absolutizaciones excluyentes –“su verdad es la verdad”3– y cualquier persona solo sería un medio para lograr alcanzar el relato utópico de la salvación, debiendo sacrificarse o convertirse en un pretexto al servicio de este ideal. Por cierto, al imponer dicho sacrificio, existe un sometimiento intelectual ante la subyugación que, ya sea el hombre que se autodetermina, o la sociedad técnica de masas4, o el colectivo, o el Partido establecen. Según el chileno, si la ideología la asociamos con el irracionalismo, se convierte esta en una máscara de la violencia. ¿En qué sentido, dice Millas, la violencia se debe valer de una máscara? ¿Y cuál sería esa máscara ideológica? Pues bien, es la propia inteligencia, en el seno del espíritu humano, que, embotada –término muy millano según su biógrafa, María Elena Hurtado5– fortalece, justifica, disimula y oculta aquella violencia subrepticia. Es decir, la ideología enmascara la violencia a través de una falsificación con carácter legitimador: esta constituye un sistema cerrado, autosuficiente, dotado de propia legalidad, tanto ética como histórica, apropiándose del sentir colectivo, secuestrando a través de una retórica el sentir individual, la libertad y la propia espiritualidad del ser humano. En este sentido, sostiene Millas, “la violencia es verdaderamente una creación del hombre que destruye su propia espiritualidad con recursos del espíritu mismo”6. Una vez legitimada, la violencia se apoya en un disfraz discursivo, como, por ejemplo, “el sacrificio de la nación”, “el heroísmo de la lucha”, “la libertad de los pueblos”, “la grandeza de las naciones”; chantajes con que la ideología históricamente se ha enmascarado para producir violencia. Dice Millas:

Toda ideología tiene el efecto de sacar las ideas de sus quicios intelectivodescriptivos y de aislarlas, rompiendo sus enlaces con el sistema general del conocimiento que les da sentido. La idea pierde así su función cognoscitiva y se torna en estímulo afectivo y, lo que es más característico y sorprendente, en encubridora, oscurecedora de realidades. Nacida la idea para mostrar y hacer ver las cosas, una vez ideologizada hace todo lo contrario: esconde y enmascara7.

Por otra parte, una de las repercusiones o consecuencias de la ideología comprende el menoscabo de la condición humana, en el sentido de la pérdida de la individualidad, la falsificación de la verdad y de la realidad y, lo más importante a nuestro juicio, la pérdida de libertad y conciencia en el ser humano. Ante ello, el modo de resistir y anteponerse supondrá, en efecto, la defensa de la inteligencia en la plenitud de su ejercicio. Esto último es lo que se apunta con la idea, constante y presente a lo largo de su bibliografía, respecto al pensamiento en el límite o hacia el límite de nuestras posibilidades. El pensar y llevar más allá del límite de lo pensable la razón, supone establecer dos principios mínimos: a) el primer deber de la inteligencia es ver las cosas íntegramente y con claridad; y b) el ser humano debe atenerse a lo visto, imponiéndose la disciplina de no deformarlo, de no falsificarlo. La labor de la vida consagrada al pensar filosófico, y las ideas llevadas al límite suponen una fuerza y una actitud que mueven hacia la sensibilidad e incentivan a comprender la dignidad del ser humano, más allá de cualquier asomo de embotamiento intelectual y fetiche ideológico que esté presente (y lamentablemente está presente) en nuestra condición histórica. “Justamente, una de las aspiraciones supremas –dirá Millas– consiste en abrir la conciencia del hombre al mundo, y hacerle ver su solidaridad con toda la realidad humana y con la totalidad del universo; sólo así puede ensancharse realmente el horizonte de su libertad”8.

Las máscaras de la ideología y de la violencia, convierten al hombre, anulado por sí mismo, en “un ser sin salida”9. Dicha degradación de la condición humana es vista por el chileno como una fatalidad. Siguiendo a Marcel en Les hommes contre l´humain, Millas explica en el prólogo del libro Idea de Filosofía, que la condición del hombre contemporáneo ante el capitalismo de su tiempo es una tragedia. “Tragedia tanto más angustiosa cuanto hace del hombre un ser sin salidas: un ser cazado en sus propias trampas, que se corta una mano para que ésta no le corte la otra y que condena un estado de servidumbre para exaltar otro igualmente abyecto”10.

La alternativa que presenta Millas es el pensamiento límite de la filosofía. En una entrevista que El Mercurio le realizó titulada Nada entre Dios y yo, Millas nos entrega una explicación de la filosofía. Señala que: “Filosofía es la experiencia intelectual de pensar no ‘en’ el límite, sino ‘hacia’ el límite”11. Por “experiencia intelectual” el filósofo propone que pensar hasta el límite de las cosas no es solo un ejercicio meramente intelectual, sino que debe traducirse en acciones concretas de las que debemos hacernos plenamente responsables. En este sentido, y siguiendo a María Elena Hurtado, un postulado básico en el chileno es que el hombre para ser íntegro debe llevar a la práctica los dictados de su razón. Tanto Hurtado como Figueroa hacen hincapié en que Millas tomó de Bergson la idea de que hay que obrar como hombre de pensamiento y pensar como hombre de acción, es decir, lo propiamente humano, el fin de nuestro pensamiento, es, conscientes de las cosas, convertirnos en sujeto activo de la relación que tenemos con nuestros pares y con el mundo. En otros términos, es “pasar de la idea de las excelencias humanas a la experiencia concreta de tales experiencias”12. En el pensar mismo hasta el límite de las posibilidades hay un valor fundamental: hay un ejercicio de honestidad que convierte nuestro acto intelectivo en un compromiso con nuestra conciencia, y con nuestra conducta. En la misma entrevista dice Millas que la filosofía no es otra cosa que pensar con riesgo. Es interesante esta última idea. Riesgo es también el modo con que adjetiva la democracia. En el libro De la tarea intelectual, expresa que nuestra realización humana es un riesgo, es una incertidumbre, ya que se encuentra abierta a muchas posibilidades. Pues bien, siendo la democracia el mejor modo en que podemos organizarnos –al menos así lo afirma Millas–, este modelo de orden social, enraizado en la posibilidad, o en el problema mismo que es el hombre, se torna conjuntamente en un riesgo. Respecto a la democracia, dice él: “su esencia es el riesgo, y el riesgo va siempre implicado por la historicidad y la libertad del hombre”13. De este modo, el pensamiento al límite, que ya es un riesgo en el ser humano al hacerlo consciente ante sí y el mundo, se concretiza en lo político en la democracia, la praxis misma del riesgo, que es pensada como un desafío ante el absolutismo de las ideologías. En otro contexto, por ejemplo, en un discurso que se encuentra en su libro Idea y defensa de la Universidad, Millas dice: “No hay libertad sin riesgo, y el riesgo moral de la libertad es la culpa”14. A lo que se refiere Millas en este discurso dirigido a los titulados de Inglés de la Universidad de Chile, es a exhortarlos a vivir con la responsabilidad que define la libertad de cada uno. La libertad y posibilidad en el ser humano, le otorgan el privilegio, según nuestro autor, de vivir con la culpa de las consecuencias de nuestros actos. Agregaríamos nosotros que si pensar hacia el límite es un riesgo, y este se concretiza en cada aspecto de nuestra vida, incluido la esfera política con la democracia, el riesgo se convierte, entonces, en una resistencia a la alienación ideológica, en cuanto, por un lado, la lucidez propia del pensar filosófico rehúye el embotamiento de la conciencia, y por el otro, el diálogo y la apertura del ideal democrático son una posibilidad real de dirimir los conflictos entre las distintas visiones que pudiesen existir sobre la convivencia política. Es decir, son una resistencia porque ambos son contrarios a los fanatismos en que predomina el dogmatismo de las ideologías. En síntesis, tanto el pensamiento al límite como la democracia son el riesgo al cual deben encaminarse los individuos para que, de un modo racional y pacífico, se enfrenten a los proyectos ideológicos que buscan reducir y subyugar al ser humano, convirtiéndolo en un medio útil y no un fin en sí mismo.

Ahora bien, ¿En qué sentido la democracia es pensada como un modo de resistir al automatismo y el embotamiento que sustraen al ser humano en su pérdida de sí? ¿Y por qué Millas defenderá con tanto ahínco la posibilidad de la democracia como organización política? En lo que sigue, estableceremos una relación entre el pensamiento hacia el límite de la filosofía con la democracia, ambos ámbitos que buscan principalmente rescatar la individualidad del ser humano que ha sido anulada por la violencia de las ideologías.

3. De pensar hacia el límite, democracia e ideologías

Para intentar responder las últimas interrogantes, debemos volver sobre algunas ideas. Se mencionó que la ideología, sumada al irracionalismo, enmascara la violencia. Algunos constructos ideológicos que respaldan o promocionan la violencia, la utilizan al mismo tiempo para avalar su dogma, o para acrecentar su fuerza y poder, o para justificarse. Todas, sin embargo, coinciden, según Millas, en “la insensibilidad frente al sufrimiento concreto e individual del hombre y la capacidad para trascenderlo”15. A la insensibilidad, debemos agregar la falsificación de la realidad, el privilegio de la violencia y la anulación del hombre por el hombre. En cambio, en Jorge Millas la filosofía y la democracia se destacan como puntos antagónicos, como posibles salidas con las que cuenta el hombre para no someterse a dicha subyugación. Respecto a la democracia, considera que es el riesgo de la convivencia social y el problema político en que converge la pluralidad y la diferencia. La democracia, entonces, será la forma de organización social más justa para que el sujeto pueda ejercer plenamente su individualidad y logre desplegar su propia condición a través de una comunidad libre de dominación, subyugación, y en especial, de violencia. Al respecto, Hurtado subraya que Millas comprende por violencia no solo aniquilar físicamente al adversario, sino también de anularlo intelectual y moralmente16. Además, esta tiene distintos grados y lógicas: ilegitimidad, injusticia, temor, absolutismo y sujeción. Por lo tanto, si la ideología constituye un sistema de valores con carácter totalizador –dogmática– es evidente que no dejará espacio ni al diálogo, ni a la apertura de la conciencia moral (lo que denomina Millas como el embotamiento de la conciencia), y como consecuencia, convertirá al ser humano en un autómata, en un ente banal ante sí mismo, adormecido en su conciencia individual, incapaz de tomar relación con el mundo y los otros, en síntesis, convertido en cosa17. En las antípodas de este panorama, lo que aboga Millas es a la amplitud de la razón para que el ser humano tienda a posesionarse en su totalidad, es decir, sea consciente y responsable de sus intenciones, convicciones, de su voluntad y de sus sentimientos. A la par de esta antípoda se encuentra su defensa férrea respecto a este orden cívico, ya que es el mejor modo que hemos desarrollado en la historia para reconocer el derecho a ser individuos y desarrollar nuestra convivencia integral. Si el pensar es un interés afirmativo por la vida –se dirige a todo aquello que nos permite, de hecho, vivir del mejor modo, de forma más valiosa– la actividad filosófica enriquece también nuestra experiencia social, impulsándonos a vivir acorde a un postulado moral que reafirme aquello que consideramos valioso en la vida.

¿Qué relación habría, según Millas, entre democracia y filosofía? Que ambas son resistencias a la pérdida de la individualidad y contribuyen a comprender que el ser humano es intocable. En una entrevista de 1981 al diario Las Últimas Noticias, resume de modo conciso todo lo que describiremos a continuación: “Para mí –dice Millas–, más que represión, más que política de los gobiernos, es un problema moral, que comienza con la necesidad absoluta de convertir a la vida humana, realmente en algo intocable”18.

En resumen, tanto la filosofía como la democracia son, de modo general, maneras de resistir a los atavismos ideológicos del siglo XX. En lo que atañe a la filosofía, esta intenta pensar radicalmente la experiencia, y con ella, el propio pensamiento que la piensa19. Pues, la actividad filosófica, impregnada en una visión quiásmica con la vida cotidiana, no solo es considerada como un cúmulo de ideas, representaciones y juicios del mundo, sino más bien son fuerzas, es decir, “actitudes e incentivos que mueven la sensibilidad y la conducta de las gentes en un sentido total”20; más aún, la vida se vuelve un desafío, y hay que atenderla con la responsabilidad y el poder redentor del pensamiento. Por lo tanto, en la fuerza de estas ideas, existe la capacidad de librar al ser humano de vivir como autómatas, le permite vivir de modo auténtico, evitando así que caiga en los tipos de voluntarismos iluministas que hipnotizan al hombre y lo subyugan a la dogmática de su verborrea ideológica. En una entrevista de 1981, para el diario La Tercera, en el período en que Millas había decidido renunciar a la Universidad, por ese entonces cautiva del régimen de Pinochet, ante la pregunta por el hecho de que se proyectaba restringir de la planificación curricular en enseñanza media la asignatura de Filosofía, Millas realiza un análisis respecto al error que supone la eliminación de esta disciplina, ya que para él corrige dos graves riesgos de la cultura contemporánea: primero, solo la filosofía permite el pensar en la totalidad y generalidad, e impide de algún modo la excesiva especialización de los saberes. Y segundo, vivimos –dice él– en un mundo que además está dislocado por las ideologías. Si la ideología enmascarada de violencia sacrifica al hombre, construyendo a la larga un sistema de dominación del hombre por el hombre, convirtiendo en dogma lo que es dudoso, y transformando las pasiones en simulacro de ciencia y convicción, la filosofía podría protegernos de estos peligros, ya que nos enseña a defender la autonomía de la razón y nos aporta al mismo tiempo una ética del deber, ya que al abrir la conciencia al mundo, ve su solidaridad con la realidad humana y la totalidad del universo21. En la respuesta de Millas, se menciona el marxismo como ejemplo de ideología, y el peligro que existe de coartar la libertad y la individualidad en el ser humano ante este dogmatismo:

El ejemplo mejor de una ideología de este tipo es el marxismo, que se llama científico, convirtiendo una posibilidad de concebir la sociedad humana en la única concebible. Para mí el principal error del marxismo es el dogmatismo intelectual. A mí me tiene sin cuidado si expropian los medios de producción, pero sí me tiene con mucho cuidado que los marxistas expropien la libertad y la inteligencia22.

Otro ejemplo que podemos citar del análisis respecto al ser humano hundiéndose en el conformismo de la ideología, subsumido en las máscaras de la violencia y la filosofía como resistencia, es cómo Millas considera que el ser humano, devenido en el hombre masificado o atrapado por la sociedad de masas, es un ser enajenado, despersonalizado y anestesiado por los fetiches ideológicos. Para el filósofo, el ser humano corre el peligro de convertirse en un ente banal frente a sí mismo. Aquello lo explicita en el libro de 1962 El desafío espiritual de la sociedad de masas, en que diagnostica lo siguiente: “El hombre masificado, convertido en corpúsculo inerte del arenal humano, es otra versión del fracaso de ese ideal de humanidad que en vano proclamaron las antropologías utópicas del pasado”23. El texto citado se extrae del momento en que Millas describe la fase histórica en el desarrollo del hombre que deviene, luego de la modernidad, en la sociedad técnica de masas. Aquella nueva condición supondría no pocas amenazas, una de ellas, la más importante, es la que se acaba de mencionar, es decir, la pérdida de individualidad ante las fuerzas irracionales desatadas en el fondo del inconsciente colectivo. Debido a la amenaza de la masificación, el ser humano deviene en un ente banal; es considerado como cosa, pierde el sentido propio del ser sujeto, se ve anulado en lo más propio de su espíritu: la conciencia y libertad. Frente a dicha situación, Millas nuevamente opondrá una filosofía que implica responsabilidad y compromiso ante el destino del ser humano, es decir, comprende la actividad filosófica como una postura de vida inseparable de ella misma, por consiguiente, el fin de vivir será llevar el pensamiento al límite para abarcar –de lo posible– la totalidad, es decir, la totalidad del saber, la totalidad del mundo, de la historia, y del destino del ser humano. Que el pensar filosófico sea entendido como un ejercicio en el límite de nuestras facultades –límite de preguntar y responder, dirá él– supone, al mismo tiempo, poner en tensión a la inteligencia y presentar de este modo una resistencia a la servidumbre, al enceguecerse ante los falsos ídolos, y el oscurecimiento y falsificación de lo real, es decir, nos evita subsumirnos en cualquier proyecto ideológico.

En este punto, es conveniente enfatizar que Millas no solo reaccionó frente al problema de la masificación que caracteriza la tecnificación de la sociedad moderna, sino que, como antes se mencionó, fue contrario al marxismo que pretendía a través de la institucionalización política, la negación del individuo a expensas de la exaltación del Estado, y fue explícito en su crítica al liberalismo que favorece lo impersonal de la existencia –hoy acrecentado a través de la modernización capitalista–, reflejado en el egoísmo moral de sus tesis o en el fundamento individualista de su sistema ideológico.

Respecto al marxismo, Millas en una parte del ensayo La violencia y sus máscaras, sostiene que el interés filosófico del marxismo en su crítica a la cultura burguesa deriva del uso particular que se hace del término hegeliano de enajenación, en particular, del trabajo asalariado en la sociedad capitalista. Dice Millas:

Lo esencial del concepto, en parte según lo construyera Hegel, pero sobre todo como lo reelabora Marx, arranca de la observación de que el hombre se hace ajeno a su propia esencia al quedar a merced de poderes que actúan a través de los objetos que él mismo ha creado. Perdido en sus propias producciones – sugiere el concepto– el hombre deviene extraño a sí mismo24.

Ahora bien, aquella crítica de Marx de comprender la ideología como una inversión de la realidad o falseamiento de esta, deriva luego en el examen de la denuncia de explotación del hombre por el hombre -la vida enajenada-, de modo que, como se señala en la cita, el síntoma de la enajenación en el ser humano sería quedar atrapado bajo poderes que actúan a través de los productos u objetos él mismo ha creado; sin embargo, en el análisis de Millas, el marxismo en este punto incurre en la contradicción de no lograr ver que la violencia también puede ser considerada como una forma particular de explotación. En otras palabras, si Marx se vale del concepto de enajenación para elaborar su crítica sobre los intereses burgueses, luego el revolucionario marxista es el que utiliza la violencia con el supuesto fin de liberar al hombre, contradiciéndose, ya que lo que hace en realidad es atarlo a otro tipo de enajenación. Por un lado, se denuncia la deshumanización y despersonalización que ocurre, efectivamente, por la apropiación de la fuerza de trabajo del asalariado, pero luego se presenta la paradoja que el marxismo pregona el uso de la violencia como método de liberación, de este modo se busca liberar al hombre para luego someterlo, se presenta un proyecto emancipatorio para luego de inmediato caer en la sumisión. Dice Millas:

Pues he aquí cómo, para desenajenar al ser humano convertido en cosa ajena, lo anulamos, apropiándonos de él mediante la violencia, que lo hace pasar a nuestro dominio, convertido en mero instrumento de los fines humanitarios25.

En este sentido, poco importa para Millas si se trata de la explotación económica del trabajador por parte del capitalista o si se trata de la justificación del revolucionario de ejercer terror para trascender hacia una sociedad libre, lo decisivo es que unos hombres hacen uso de otros hombres como simples recursos para lograr sus fines. En el ensayo, agrega que no solo la violencia se trata de la aniquilación física, también tiende a sumar la anulación intelectual y moral, ya sea de las víctimas que ni siquiera se pueden reconocer como tales, como también de los victimarios, aquellos que pierden su libertad, en el minuto que decidieron adherirse a una retórica ideológica.

Respecto al liberalismo, lo que Millas critica de esta ideología es la negación de la realidad social que desconoce la interdependencia y la responsabilidad, la anulación de la personalidad, y también el sentido de libertad que se instrumentaliza con el propósito de fomentar la sociedad de mercado. Lo último, lo expresa en un ensayo sobre el concepto de libertad en el autor austriaco Friedrich von Hayek.

El neoliberalismo, ideología contemporánea que sustenta una defensa de la libertad en tres ejes: la libertad de poder elegir, la libertad de poder competir y la libertad de libre mercado a expensas de un Estado central, se sostiene bajo un individualismo y egoísmo moral que conlleva un proceso impersonal en que el mercado, en su orden espontáneo, aniquila o socava las posibilidades de desplegar la personalidad, en cuanto esta solo sería un espejismo de la sociedad colectiva, modelo que para esta ideología impide la libertad individual. El neoliberalismo lo que propone, por cierto, es un modelo social centrado en la autodeterminación individualista e insolidario. Al respecto, Hayek en un capítulo que tiene por título “Adiestramiento de la libertad”, defiende según él una sociedad libre frente a los reparos éticos propios de una sociedad primitiva. Dice el austriaco:

Todo lo que una sociedad libre ha de ofrecer es la oportunidad de buscar una posición conveniente, con todo el riesgo e incertidumbre inmanentes que tal búsqueda de mercado para las dotes de uno debe suponer. A este respecto es innegable que la sociedad libre somete a la mayoría de los individuos a una presión que a menudo les agravia. Pero es mera ilusión pensar que en algún otro tipo de sociedad el hombre se vería libre de tal presión. La única alternativa existente para la presión que la responsabilidad por el propio destino trae consigo es el máximo grado de aborrecible presión encarnado en las órdenes personales que uno debe obedecer26.

En cambio para Millas, esta nueva versión del liberalismo incurre en una afirmación falaz al sostener que el mejor orden social (y el único posible según se desprende del texto de Hayek) se refleja a partir de las capacidades y esfuerzos individuales, y ello evidencia una ceguera para la real situación social y una utopía autojustificadora que obvia el sentido de responsabilidad para con aquellos que se encuentran en una posición más vulnerable, o en menoscabo de condiciones materiales para vivir. Lo que plantea Millas es un personalismo existencial, específicamente en el capítulo quinto del libro Idea de individualidad en que sostiene que la perfección y grandeza personal solo son posibles a través de la expansión de nuestro ser, es decir, a través del contacto y comunidad con otras almas. En efecto, el chileno afirma que para alcanzar las condiciones materiales que hagan sostenible la existencia, o que hagan de la sociedad política un órgano regulador de la vida material, semejante propósito solo puede ser realizado por una organización colectivista de la economía que, en sus términos, son las de una nueva Economía del Estado. En este punto, consideramos valioso contrastar lo último con la visión sobre la justicia social en Friedrich von Hayek. Para el austriaco, esta concepción de justicia es negativa, en cuanto el Estado se atribuye la potestad de decidir los fines para cada persona en particular, haciendo que el orden de mercado se transforme gradualmente en un orden totalitario. Dice Hayek en un trabajo titulado Los principios de un orden social liberal:

Que, a pesar de todo, el concepto de justicia se haya aplicado a la distribución de ingresos en forma tan fácil y habitual, es la entera consecuencia de la errada interpretación antropomórfica de la sociedad como una organización antes que como un orden espontáneo. En este sentido, el término “distribución” es tan equívoco como el término “economía”, dado que también sugiere que algo que en realidad es el resultado de fuerzas ordenadoras espontáneas, sería el resultado de la acción deliberada. Nadie distribuye ingresos en un orden de mercado (como habría sido hecho en una organización), y hablar –con respecto al primero– de una distribución justa o injusta es, entonces, carente de sentido. En este aspecto sería menos equívoco hablar de una “dispersión” antes que de una “distribución” de ingresos 27.

Vale decir, para Hayek, el ser humano es un individuo que, primero, es parte de una red de fuerzas espontáneas que derivan luego en lo que usualmente llamamos sociedad, y no al revés como se considera comúnmente. Y el error sería asumir que existe una organización social destinada y preocupada en satisfacer deliberadamente las necesidades del colectivo, sin embargo, para él, la sociedad no es otra cosa que un orden espontáneo –el mercado– el cual se autorregula para llevar a cabo dicho propósito. En otras palabras, en la visión de Hayek, somos individuos que juntos por conveniencia nos sometemos a un orden espontáneo –el mercado– y aquello que se propone como justicia distributiva, es decir, que un tercero como el Estado se responsabilice de distribuir y ordenar los ingresos de modo en que se supriman las inequidades existentes y posibles, da cuenta de una concepción errada y equívoca de organización, y peor aún, de un modelo totalitario en que el Estado coarta la libertad de los individuos. Lo último es otro ejemplo del antagonismo del pensamiento de Millas con el neoliberalismo, en particular con el fanatismo de su dogma: el mercado es capaz de llenar y suplir todos los vacíos. Otro caso que quisiéramos mencionar es el ensayo que publica el chileno La concepción de libertad-poder de Friedrich Von Hayek, en el que evidencia la insuficiencia y la contradicción de Hayek en su noción de libertad.

La premisa central del austriaco en su libro Los fundamentos de la libertad es que la libertad se comprende a partir de un principio monovalente: para Hayek la libertad se define solo como la ausencia de coacción, es decir, en la no interferencia deliberada ajena. Hayek considera posible separar analíticamente el concepto de libertad en la capacidad de elegir, prescindiendo de considerar las reales posibilidades en que acontece esa decisión y las circunstancias en que se tomó esa decisión y se ejecutó esa acción, considerando ambos caracteres como algo meramente accidental. Lo que le interesa en el fondo al austriaco, es la de sustentar una concepción de libertad como opuesta a la coerción, ya sea como la intención deliberada de intervenir un sujeto en la conducta de otro, o en la coerción que ejercería un modelo de planificación estatal, en que coartaría la acción individual. Sin embargo, y es la crítica de Millas en el ensayo, el interés de Hayek en realidad es la de armar ideológicamente la sociedad de mercado. En camino de servidumbre, dice Hayek: “el lector no olvide que toda nuestra crítica ataca solamente a la planificación contra la competencia”28. El austriaco busca fortalecer la sociedad de mercado basada en la competencia en desmedro de un Estado que sería minúsculo y que cumple el papel de mero oferente de servicios subsidiarios. Para ello, hemos de reiterar, en el libro Los fundamentos de la libertad, pone el único acento al describir la libertad en la no coacción directa de terceros, de ese modo se podría justificar todas aquellas injerencias indirectas que sí se provocarían, por ejemplo, a raíz del despliegue de la “mano invisible” del mercado. Plantea Hayek:

El que una persona sea libre no depende del alcance de la elección, sino de la posibilidad de ordenar sus vías de acción de acuerdo con sus intenciones presentes o de si alguien más tiene el poder de manipular las condiciones hasta hacerla actuar según la voluntad del ordenancista más bien que de acuerdo con la voluntad propia. La libertad, por tanto, presupone que el individuo tenga cierta esfera de actividad privada asegurada; que en su ambiente exista cierto conjunto de circunstancias en las que los otros no pueden interferir29.

Millas, en cambio, responde en su ensayo que no hay libertad sin ser dueño de uno mismo o sin posibilidades reales de escoger –“no es libre aquel a quien se le permite hacer lo que no puede”30– criticando a Hayek que, deliberadamente, obvia la real situación de la sociedad humana de su época, y específicamente, obvia el segundo aspecto de la libertad que refiere a las condiciones y posibilidades de acción. Si el liberalismo propone insistentemente que debe asegurarse la libertad de mercado, nada dice en este punto respecto la situación en que no hay libertad de mercado para todos los miembros de la comunidad social, a lo que concluye Millas que nuestro deber es redimir socialmente al individuo, es decir, incrementar su poder, y con ello, su libertad ¿Basta asegurar, con Hayek, un ideal de libertad negativa, es decir, evitar la coacción deliberada o la amenaza al daño a nuestra libertad? No es suficiente, según Millas. El austriaco olvida un aspecto positivo: mi libertad dependerá tanto de la independencia de mis actos posibles como que exista una real posibilidad de elegir tales actos, ya que en la vida cotidiana ambas se encuentran ligadas. Su unidad es real, no se puede parcializar. Si solo nos centráramos en la visión negativa como lo realiza Hayek, constataríamos un vacío, pues, no puede impedirse aquello a lo que alguien no está en condiciones de hacer o no existan las circunstancias para ello.

En definitiva, ¿Por qué motivo sostenemos insistentemente que las ideologías antes mencionadas –marxismo, liberalismo– llevan al ser humano a la subyugación del automatismo? Precisamente porque lo convierten en una cosa, deshumanizándolo, y restando valía en su dignidad intrínseca. Para explicarnos, quisiéramos destacar un extracto de una conferencia que Millas realizó en la Universidad de Panamá, que se editó en el libro Idea y defensa de la Universidad, en donde se evidencia el pensar de Millas respecto a la subyugación del hombre ante la ideología. Dice él:

Por ejemplo, cada vez va siendo más difícil al hombre ser realmente individuo en el sentido espiritual de la expresión. Cada vez le va siendo más difícil ser él el sujeto moral de sus propias decisiones, cada vez más se ve expuesto a la mecanización de sus actos, al embotamiento de su conciencia crítica y a la complacencia en el abandono de sus iniciativas, a la responsabilidad de los demás. Cada vez es mayor la tentación de entregarnos al automatismo de las ideologías, de escondernos detrás del grupo, para que él tome decisiones por nosotros; de renunciar a nuestra libertad, de asumir nuestras responsabilidades, cada vez es más difícil sustraernos al influjo casi hipnótico de una sociedad mercantil que se vale de los medios de comunicación de masas, la prensa y la televisión, para envilecernos, para entorpecernos, para automatizarnos, sea en lo político, sea en lo comercial, sea en lo educacional, sea en lo cultural. Jamás se habían ofrecido al hombre tan espléndidas expectativas de realizar lo humano, pero jamás tampoco se habían ofrecido tan peligrosas condiciones para desnaturalizar su verdadera condición31.

Este extenso texto es parte de una conferencia de Millas en el contexto de una escuela de verano, y en su exposición, Millas ha intentado a lo largo de su discurso centrarse en describir la esencia y lugar de la Universidad en la sociedad contemporánea. Sostiene que son dos los fenómenos más característicos de la época actual: la tecnificación de la sociedad y la masificación. Si bien, en esta conferencia no es abiertamente crítico –como sí lo es en el libro El desafío espiritual de la sociedad de masas– respecto a la masificación y la tecnificación, el texto que hemos destacado presenta una crítica respecto a la posibilidad de que el ser humano “se humanice de verdad” como él lo menciona en el párrafo que antecede la cita extraída, y manifiesta, a nuestro juicio, la reflexión respecto a la imposibilidad del ser humano de desplegar realmente su individualidad en aras de caer en la masificación y la indiferencia de las masas. Afirmar, por ejemplo, la zozobra del espíritu crítico en el ser humano, la automatización como el embotamiento de la conciencia, lo hipnótico del influjo de la sociedad mercantil, es afirmar también que el fenómeno de la masificación va de la mano de la deshumanización. Pues, lo que analiza Millas, es que el hombre se está convirtiendo en un ente banal frente a sí mismo, es más, la anulación de su individualidad y libertad va de la mano con la imposición de falsos ídolos que lo subsumen en la fantasía de creerse en el rol de autónomo, libre, bajo la expectativa de obtener más poder, sin embargo, en realidad va perdiendo la capacidad de hacerse cargo de su vida, hacerse responsable de sí y del mundo, en definitiva, pierde el sentido espiritual de su ser.

Así, por ejemplo, en una lucidez profética, el joven Millas describe en su ensayo sobre Ortega y la responsabilidad de la inteligencia, las condiciones alienantes del hombre contemporáneo. Menciona, entre otros, que la verdad, la libertad, el bien, el progreso son convertidos en fetiches, se desnaturalizan y en lugar de prestar al hombre el servicio de liberarlo del temor del azar y el caos del devenir ciego, lo esclavizan aún más con sus ídolos implacables32. A lo último agregaríamos que, a través de la violencia, las ideologías terminan por convertir al ser humano en un medio útil, enajenándolo y anulándolo para los fines de su proyecto. Dice Millas: “Y entonces, en nombre de la justicia, en nombre de la patria, en nombre de la solidaridad, se lanza el hombre en la acción agresiva, destructora y eventualmente terrorista para realizar la justicia, para realizar el patriotismo y los demás valores”33.

En las antípodas a esta condición histórica, se encuentra el pensamiento de Millas con sus reflexiones respecto a la redención del individuo humano, y el concepto de interdependencia. Pero, ¿solo la filosofía podrá ser el único modo de resistir a esta forma de menoscabo de la condición humana? A nuestro parecer, existe en Millas una preocupación relevante sobre la democracia como el riesgo que debe asumir una sociedad que busca preservar la integridad de todos los sujetos y, al tiempo que intenta defender la pluralidad, busca también devolver el rostro individual a cada sujeto de la comunidad.

4. De la democracia

Uno de los modos de resistir a los ídolos y fetiches ideológicos del siglo XX, fue la defensa que hizo Millas de la democracia. Según el análisis de Figueroa, Millas expresa en distintos textos, y en particular en su famoso discurso que diera en el teatro Caupolicán a propósito del plebiscito constitucional de 1980, Con reflexión y sin ira, su compromiso con la democracia como un verdadero proyecto moral de sociedad. Hay que recordar que el contexto en que pronuncia su discurso, la dictadura se encuentra en todo su apogeo, son siete años que la Junta Militar gobierna de facto y el plebiscito tiene el objetivo principal de asegurar a Pinochet otros diecisiete años más en el poder, además de implementar el modelo liberal en Chile.

Millas, por lo tanto, en sus diversas reflexiones sobre democracia, y en particular en su discurso, considera que esta forma de organización, si bien se caracteriza por el dinamismo ínsito de toda sociedad, es decir, es un modelo con imperfectas realizaciones históricas, que trae aparejado el riesgo, sin embargo, es el único camino posible según el chileno para que se logre una forma de convivencia que busque dejar fuera el dogmatismo, el autoritarismo y las prácticas de dominación, características ya descritas respecto a las ideologías y la violencia. En el fondo, la defensa de Millas respecto a la democracia como un proyecto moral, se debe a su temor y análisis respecto a la condición espiritual de su época, es decir, seres incomunicados, ajenos al bien colectivo, embotados por el hábito de la indiferencia política o paralizados por el miedo de la dictadura. Si dicha indiferencia genera las condiciones de una sociedad fragmentada, insolidaria y con atrofia para la capacidad crítica, este sistema político es el símbolo del riesgo que se debe asumir, comprometiéndose a permitir la convivencia integral de todos. Lo expresa Millas, de la siguiente manera:

El ideal democrático es un ideal sencillo y permanente: es la comunidad de hombres que, desiguales como personas, convierten sus desigualdades naturales en fuentes de dinamismo y, corrigiendo las desigualdades antinaturales, buscan un mínimo de concordia para vivir en común34.

Si bien se acaba de mencionar que Millas entendía la democracia como un riesgo, esta expresión no es del todo precisa. Hay que destacar que defendió una democracia sin apelativos ni apellidos, especialmente en la época en que se perfiló como un disidente de la dictadura, la cual se proponía instalar la denominada “democracia protegida”. Si en el régimen dictatorial de la Junta de Gobierno la mayoría de los intelectuales que sobrevivían, se convirtieron en complacientes panegiristas o en instrumentos del poder, Millas representó una de las pocas voces públicas contrarias. En ese sentido, nuestra interpretación del por qué Millas se dedicó a defender en este período histórico con tanto ahínco esta forma de gobierno, demuestra por qué puede ser considerado un intelectual heterodoxo: Millas antagonizó cualquier asomo de ideología, plasmada en una intolerancia mesiánica como lo fue la dictadura de Pinochet, o en pereza escéptica como característica negativa de la masificación, y en general, como él mismo describe en Idea de filosofía, fue antagónico a cualquier tipo de conformismo ideológico, sea tradicional, conservador o revolucionario35. A nuestro parecer, y lo hemos sostenido desde un comienzo, Millas fue contrario a cualquier proyecto ideológico, ya sea el fascismo, el marxismo y, en buena hora, del capitalismo y las tesis liberales que se estaban imponiendo en el Chile de los ochenta, debido a que cualquiera de estas cuatro ramas ideológicas socavan las bases de una democracia sensata, restringiendo, limitando o derechamente suprimiendo lo que nosotros podemos sentir, disponiéndonos solo para sentir repulsión e indignación frente a cierto modo de expresión de violencia. Pero que, al anverso, nos incita a sentir frialdad injustificada sobre un ser humano que ha visto despojada su calidad de víctima, ya sea que consideremos la violencia en su manifestación física como el aniquilamiento de otro humano, o entendida como el impedimento y la coacción de expresar la libertad humana en una sociedad que reconozca la diferencia, o bien, como el impedimento a reconocer y corregir una desigualdad: “De esta manera, la violencia es una forma de explotación total del hombre por el hombre, mucho más general y profunda que la explotación del trabajador en algunas sociedades capitalistas”36, la democracia se convierte en su antípoda. Y es antagónica esta organización social, porque intenta en sus bases racionales, atentar contra la confusión ideológica que racionaliza falsamente el recurso moralista invocador de paz mientras ejerce la aniquilación selectiva de poblaciones –terrorismo de izquierda, o terrorismo oficial, para Millas no hay diferencia37–, o cuando confunde guerra con paz, libertad con tortura; en cambio, devuelve el rostro a las víctimas, reconociendo la interdependencia y la vulnerabilidad de la cual ninguno de nosotros está ajena. En otros términos, la democracia reconoce que nuestra supervivencia está supeditada a nuestra sociabilidad. Frente al fenómeno del ensimismamiento, mal propio de la sociedad moderna de masas, las distancias materiales y culturales de una sociedad solo se podrían aminorar a través del proyecto político democrático, ya que este compromete la construcción moral de la sociedad. Una sociedad en que se conviva sin ejercicios de dominación, en que se aspire a alcanzar la convivencia integral mediante el reconocimiento del derecho a ser individuo, una verdadera experiencia ética en que nos asumamos libres en relaciones intersubjetivas necesita de un modelo procedimental que permita o proponga la real comunicación entre los ciudadanos. Este modelo es el democrático, el cual, como reconoce Millas, no carece de defectos, sin embargo, “sus defectos se corrigen en virtud de su propio dinamismo, porque su esencia está en el anti-dogmatismo, el anti-mesianismo, el antipersonalismo”38.

5. Interdependencia y víctimas

En el libro sobre la defensa de la Universidad, en su discurso a los alumnos de Inglés de la Universidad de Chile, Millas termina su exposición con lo siguiente: “Sois responsables de un todo humano, con una responsabilidad que comenzó ya y que se extiende más allá de vosotros mismos, hasta la vida de vuestros propios hijos”39. Afirmar en este caso, nuestra responsabilidad con los otros es aceptar la idea de que nuestra supervivencia depende de nuestras relaciones políticas y reconocer nuestra estrecha relación con los demás. A nuestro juicio, no es otro el propósito que busca Millas con tanta insistencia a lo largo de su bibliografía cuando pregona por una Filosofía que se comprometa con la vida cotidiana, la democracia como un riesgo necesario para sostener la individualidad en lo social, y en específico, al transparentar el modo cómo las ideologías enmascaran o justifican la violencia con propósitos instrumentales. Afirmar nuestra responsabilidad con un todo humano debería conducirnos a reflexionar sobre la manera cómo me relaciono con el prójimo, el modo cómo evito ejercer violencia de manera directa e indirecta, o también supone cuestionar de qué modo se ejerce ocultamente una violencia selectiva y diferencial en que ciertas personas, víctimas de ideologías sistematizadas, son manipuladas como instrumentos para el fin propagandístico de una utopía. En Idea de la individualidad, libro del joven Millas que se edita por primera vez en 1943, el chileno manifiesta dicha preocupación al resumir su objeto de análisis y en lo que debiese aportar su libro, y se resume en la simplicidad de lo individual del hombre, la prioridad de los valores y resolver ciertos aspectos de su conflicto con las fuerzas impersonales del colectivo40. Millas reconoce en la introducción que la individualidad es un drama, ya que no está jamás hecha de un modo definitivo, se hace continuamente, por ende, lo precario de la condición del hombre nos exige el deber moral de formarnos una conciencia espiritual potente, para de ese modo resistir la tentación de subyugar el pensamiento a los iluminismos mesiánicos y, en cambio, abogar por una ética de deberes y derechos que comprometa al ser humano con los otros, con su entorno, o al menos no aporte a la precariedad aguda en que el sujeto moderno se considera subsumido. Ahora bien, ¿cómo puede ser posible que el ser humano obre en consecuencia ante la necesidad de hacerse responsable con otro humano? La respuesta de Millas se repite: la capacidad ética se supedita al intelecto que nos conduce a ver bien las cosas, al ejercicio intelectual de contemplar críticamente su ser y el mundo. Los lugares comunes, lo tópicos, las consignas, las ideologías, el fetichismo de las hipóstasis son algunas de las consecuencias de la corrupción intelectual, tanto más peligrosa si viene enmascarada y destina sus propósitos a eliminar o ejercer una violencia selectiva contra ciertas personas que no son ni siquiera sujetos dignos de reconocerse víctimas. Al respecto, señala Millas: “Se les exige ser menos hombres al convertírseles en instrumentos para la salvación del hombre”41.

Si, tal y como sostiene el filósofo Emmanuel Lévinas, es el rostro del otro lo que exige de nosotros una respuesta ética, entonces pareciera ser que la preocupación de Millas respecto a reconsiderar a las víctimas de la ideología y la violencia, es una preocupación moral y política respecto a reconsiderar la calidad humana que ha sido despojada en ciertas personas que, ante los falsos fantasmas de la Humanidad –ideologías, fetiches, irracionalismo totalizador– su sufrimiento ya no cuenta para otros, su dolor no es visto ni considerado, debido a que no se comprende realmente el significado del sufrimiento humano ante la conciencia embotada de los victimarios, o bien, el padecimiento de un individuo se banaliza, se anula, ya que algunas personas son solo medios para un fin utópico específico, en circunstancias de que los que ejercen la violencia son los mesiánicos portadores de la utopía ideológica y tienen el privilegio de elegir, definir, y celebrar con una máscara discursiva a modo de justificación, a quién se le privará del rostro humano de víctima, enrostrando en cambio un mero factor abstracto de medio útil para la causa específica. Hay, por cierto, un “subterfugio que permite no ver la víctima ni el caos de la violencia”42, en cambio lo que sí se asume como indispensable es el proyecto utópico, el fin redentor, lo que trae como consecuencia el despojo de calidad de víctimas a un determinado grupo de personas, ya que nadie los considera como tal, sino medios banales para el propósito colectivo. Denunciar aquello y exponer críticamente esta situación es, a nuestro juicio, la preocupación central del ensayo Las máscaras filosóficas de la violencia, en que Millas, luego de casi dos años de dictadura en Chile43, reflexiona sobre la violencia, la irracionalidad, el abuso lingüístico por parte de cierta filosofía que lograría enmascarar la violencia como un método válido para cierta revolución, y, además, la propondría como una manifestación natural del ser humano, como si fuese un impulso ciego, natural y propio de la condición humana. Ante dicha literatura, Millas propone argumentos que buscan sedimentar las bases sobre reconsiderar a todas las víctimas como personas que sí tienen un rostro, una voz, y que necesitan del cuidado de todos.

Ahí donde el fascista pone inhumano regocijo estético, gratuita indiferencia ante el martirio de otros hombres, el guerrillero pone odio humano, “comprometida”, utilitaria indiferencia ante lo mismo. Pero el resultado ético es uno solo: el sufrimiento de ciertos hombres ya no cuenta para otros hombres, en circunstancias de que estos últimos tienen el privilegio de elegir y definir44.

Los violentos, de cualquier sector e índole, ya sea marxistas o antimarxistas, o el capitalismo y la sociedad burguesa ignorante de los problemas éticos y políticos de su época, o el liberalismo que propone la falsa imagen de que un sujeto en un medio libre de coacción y que tiene como propósito formar ideológicamente la sociedad de mercado; cuando dichas ideas personificadas en autoritarismos mesiánicos llegan a ocupar el espacio de la vida política, para Millas la sociedad entera es la secuestrada, ya que una minoría decide cualquier aspecto de la vida humana. Si antes se dijo que la democracia era el riesgo que se debía asumir para defender la pluralidad y asegurar al menos el derecho del colectivo de equivocarse, ahora se nos presenta un nuevo énfasis. Para el chileno, sería el mejor modelo posible el que reconoce la individualidad y el derecho de todos a vivir en la libertad, es decir, tal y como lo describe Figueroa, la democracia viene a ser para Millas un desiderátum sobre la convivencia integral entre personas. En De la tarea intelectual, el filósofo reconoce en la democracia un concepto límite con el valor de aspirar a alcanzar la convivencia integral “mediante el reconocimiento del derecho a ser individuo, a realizarse cada cual como persona”45. Ante el menoscabo de la condición humana expresada en las condiciones degradantes que las ideologías subsumen a la persona, Millas se ha preocupado de preservar en sus ideas una filosofía honesta que no encubra con sutilezas intelectuales la violencia del hombre contra el hombre. Ante la anulación de la libertad, la individualidad y la confusión del colectivo partidista que justifica y se apropia de las conciencias, del cuerpo e incluso de la condición humana de las víctimas, Millas aboga por volver a reconocer nuestra íntima responsabilidad con otro humano, es decir, reconocer la interdependencia e insistir en que debemos excluirnos de los fantasmas ideológicos y de los proyectos políticos que buscan encubrir la violencia y la eliminación de personas bajo la tutela de una necesidad de libertad, paz o seguridad. El único objetivo que leemos en la preocupación de Millas al destacar el sufrimiento de las víctimas y proponer la democracia como el afán regulador de un movimiento humano hacia la real convivencia, es lo que menciona en Idea de la individualidad, en que afirma que solo el individuo tiene efectiva realidad (“soy un drama angustiado”46 es la frase que utiliza Millas para describir la zozobra, la incertidumbre y la inseguridad de no saber bien quién es uno en la vida). Si forzamos el argumento del chileno, debemos enfatizar el hecho que, al ser el individuo la única realidad desplegada en un quehacer personal, esta se despliega en lo cotidiano junto con otras individualidades que son tanto o más reales que cualquier otra, por ende, el solo hecho de eliminar, vulnerar o aumentar la precariedad de una vida humana, supone, a fin de cuentas, que lo hago a mi propia individualidad. Solo la conciencia crítica política de un pensar abierto a la interdependencia me puede revelar lo vulnerable que se convierte mi ser desde el minuto en que ejerzo violencia e intento anular la humanidad de otra persona, y así, bajo el deber de mi acción racional, debo prevenir convertir a otro en un medio y en un ente banal, que son las condiciones inherentes a los proyectos ideológicos.

6. Conclusiones

El poeta y amigo Nicanor Parra, ante la muerte de Jorge Millas en 1982, le dedicó un poema que se encuentra en unos de sus discursos, Aunque no vengo preparrado. En el poema, dice Parra sobre la figura de nuestro filósofo:

Después de una larga y escandalosa persecución

Ha dejado de existir en este país

El profesor Jorge Millas

El orador el poeta

El filósofo Jorge Millas Jiménez

Conceptuado x moros & cristianos

Como el hombre + lúcido de Chile

El + humilde el + desinteresado

Como también + insobornable47

Nos parece que Parra se acerca con suficiente justicia a resumir en unos versos el valor que subsiste sobre la figura y persona de Jorge Millas. Lo insobornable e intransigente ante las ideologías y cualquier asomo de embotamiento de la razón, la responsabilidad pública del intelectual, la denuncia de las máscaras justificadoras de la violencia, la defensa de la democracia y los derechos humanos, son algunos de los legados de este filósofo.

Lo significativo que supone que los textos sigan siendo la voz de los autores que ya no están, permiten a las nuevas generaciones interactuar con ellos, y entender también que estos grandes intelectuales se hallan íntimamente relacionados con la vida general de la nación, de su época y de su contexto. En ese sentido, consideramos a Millas un filósofo contemporáneo, de un valor fundamental en el periodo en que se ha desvelado por parte de la crítica filosófica la preeminencia de las ideologías del siglo XX. El profesor Millas fue un sujeto arraigado en el mundo y en su época, que trabajó con abstracciones, con ideas que las convirtió en fuerzas y referentes de sentido para nuestra vida cotidiana. Si el ser humano ha optado por subsumirse en el oscurantismo, consideramos fundamental volver a pensar con Jorge Millas y sus tesis principales: el valor del individuo y lo que debemos hacer para que ese valor perdure en el tiempo y no se agote la espiritualidad de su destino; la crítica de la masificación como una fuente de amenaza a la propia individualidad del hombre; la idea de que la Filosofía consiste en llevar el pensamiento hasta los límites de su posibilidad y, en esa radicalidad, conducir al hombre a la plenitud o perfección, para así lograr obtener la máxima conciencia de sí mismo y del mundo; la convicción de que no se trata de salvar a la sociedad del individuo que ha optado por la violencia y las manías ideológicas, sino de hacer posible la realidad del hombre mismo, es decir, la salvación se encontraría en el individuo mismo dentro de la sociedad; la individualidad y sociedad son interdependientes en vistas al fin humano, dependientes una de otra y, en la interacción entre estas, se debe lograr el enriquecimiento de la vida.

Maximiliano Figueroa menciona que la gran lección de Millas es habernos enseñado que el pensar implica primero un valor, el valor de pensar, porque hacerlo inmediatamente comporta un ejercicio de radical honestidad que nos compromete con nuestra conciencia y nuestra conducta48. Agregaríamos que el pensar en Millas es un pensar que se compromete con su época y con el ser humano, ya que busca reconocer la individualidad y con ello la heterogeneidad y defender el pluralismo. Si en Idea de individualidad enfatiza que “una filosofía que no esté animada por una verdadera pasión frente al destino del hombre, no es en propiedad verdadera filosofía”49, él no duda de expresar con acciones concretas lo anterior: su primer trabajo académico versó sobre la teoría del pacifismo, y el último sobre las contradicciones del concepto de libertad en von Hayek. Además, uno de sus últimos actos públicos fue ser uno de los doce firmantes que dio origen a la Comisión Chilena de Derechos Humanos en 1978.

Más allá de teorizar en contra de las ideologías y la subyugación del ser humano, ejerció el papel de intelectual díscolo de la Unidad Popular y de la dictadura, denunció en su época y previno sobre las consecuencias del apasionamiento de la irracionalidad que se alineó con el dogmatismo y el absolutismo; se vio obligado a renunciar a la Universidad luego de hacer públicas sus diferencias con el régimen de Pinochet. Primero, con un artículo publicado en el diario El Mercurio, llamado “La Universidad Vigilada”, le costó su trabajo en la Universidad de Chile, y luego debió renunciar a la Universidad Austral a raíz de sus declaraciones al diario El Sur en que expresaba su posición contraria a la intervención militar, que suponía censura, vigilancia y limitación al pensar. Millas, que describió la Universidad como “el último refugio que en nuestra sociedad, corrompida o por el mercantilismo o por las ideologías políticas, puede encontrar el libre discernimiento”50, termina realizando clases particulares de filosofía en su casa, ante la desnaturalización y secuestro de las universidades por la dictadura.

En suma, el contexto en que escribió, denunció, y expresó su discordia respecto a los dogmatismos y los absolutismo en que estaba subsumida (y en algunos casos, recién subsumiéndose) la sociedad chilena, y en la revelación honesta e intelectual que tanto la democracia, la libertad y la individualidad no son, al parecer, algo obvio, convierten a Millas en un autor con un valor subestimado a nuestro juicio, que necesariamente debe proyectarse en el tiempo con el objeto de abrir la crítica respecto a nuestra propia condición ideologizada. ¿A quién interroga y a quién escribe el Millas profesor y filósofo? Bergson, Husserl, Ortega y Gasset, Kant, son autores que fácilmente dejan rastro en los distintos pasajes de la obra del chileno. En la rigurosidad y claridad de su exposición, compartió su pensamiento llevado al límite de las posibilidades con todos (filósofos, intelectuales, ciudadanos, alumnos, estudiantes). Y en otras, debido a las condiciones socio políticas existentes, la valentía y una capacidad de indignación moral insobornable como antes recitaba Nicanor Parra, pueden explicar que un filósofo dedicado a la academia se animara a reivindicar lo valioso del pensamiento, de la libertad y de la dignidad humana en circunstancias en que imperaba la violencia y el secuestro de la verdad por la institución oficial51. En ese sentido, Millas comprendió muy bien que la actividad reflexiva trae consigo una demanda y una responsabilidad para con el sentido propio de la humanidad. En otras palabras, las acciones que realizó y que lo convierten hoy en un autor díscolo del poder, hacen evidente que Millas no ejerciera la crítica y el camino analítico propio de la filosofía solo por el placer intelectual de encontrar un poco de certeza, más bien es un compromiso ético con las víctimas de las ideologías, y una defensa política del individuo. De hecho, Humberto Giannini, en un texto elaborado con el fin de recordar a Jorge Millas, enfatiza que ser filósofo para este último, tiene un doble cariz: uno positivo, que es la capacidad de detenerse ante las cosas y asombrarse ante su ser. Y uno negativo: el “perder la tranquilidad”, en virtud o por la virtud de haber perdido todas las certezas que hacen apacible la vida común52.

Si la tesis general de este artículo ha sido revisar cómo en el pensamiento de Millas existe un antagonismo a las ideologías del siglo XX, a modo de argumento hemos descrito la defensa explícita del chileno respecto a la democracia como el modo más acorde para defender la pluralidad y la heterogeneidad. Se señaló que junto con abogar sobre el pacifismo y criticar la violencia y las máscaras ideológicas que la justifican, Millas denuncia el irracionalismo de las utopías y la consecuencia respecto a la subyugación del ser humano a los proyectos ideológicos. Su preocupación central respecto al individuo, el compromiso ético, la conciencia crítica política, la defensa de la Universidad, y la descripción justificada de cómo esta es refugio ante las ideologías y el mercantilismo, son los temas abordados en este trabajo. ¿Cómo es posible afirmarnos y en qué afirmarnos como individuos en una sociedad de masas? ¿Existe una misión liberadora de la inteligencia? Evitando el embotamiento intelectual, reafirmando nuestra libertad y nuestra conciencia, y llevando el pensar al límite de nuestras posibilidades, nos asegura evitar subyugarnos a las utopías o, al menos, nos resguarda de las ideologías salvacionistas y la violencia de los iluminados mesiánicos.

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1 J. MILLAS, “Ortega y la responsabilidad de la inteligencia”, Anales de la Universidad de Chile, N° 101 (1956) 7-34.

2 M. FIGUEROA, Jorge Millas. El valor de pensar, Universidad Diego Portales, Santiago de Chile 2011, 57.

3 J. MILLAS, El desafío espiritual de la sociedad de masas, Universidad de Chile, Santiago de Chile 1962, 114. La cursiva es de la edición del libro.

4 J. MILLAS, El desafío espiritual de la sociedad de masas…, 45.

5 M. L. HURTADO, Jorge Millas: la alegría de pensar. Una biografía, UACh, Patrimonio Institucional. Valdivia, Chile 2018.

6 J. MILLAS & E. OTERO, La violencia y sus máscaras. Dos ensayos de filosofía, Aconcagua, Santiago de Chile 1978, 32.

7 J. MILLAS & E. OTERO, La violencia y sus máscaras…, 12.

8 J. MILLAS, Idea de filosofía. El conocimiento, Tomo 1, Universitaria, Santiago 1970, 57.

9 J. MILLAS, Idea de filosofía. El conocimiento…, 12.

10 J. MILLAS, Idea de filosofía. El conocimiento…,12.

11 J. MILLAS, Irremediablemente filósofo, entrevistas y discursos, UACh, Patrimonio Institucional, Valdivia, Chile 2017, 50.

12 J. MILLAS, Idea y defensa de la Universidad, Universidad Diego Portales, Pensamiento Contemporáneo, Santiago de Chile 2012, 39.

13 J. MILLAS, De la tarea intelectual, Universitaria, Santiago de Chile 1974, 24.

14 J. MILLAS, Idea y defensa de la Universidad…, 23.

15 J. MILLAS & E. OTERO, La violencia y sus máscaras…, 22.

16 M. L. HURTADO, Jorge Millas: la alegría de pensar…, 98.

17 J. MILLAS, El desafío espiritual de la sociedad de masas…, 50-53.

18 J. MILLAS, Irremediablemente filósofo…, 110.

19 J. MILLAS, Idea de Filosofía…, 57.

20 J. MILLAS, “Ortega y la responsabilidad de la inteligencia”…, 16.

21 J. MILLAS, Idea de filosofía…, 57.

22 J. MILLAS, Irremediablemente filósofo…, 129.

23 J. MILLAS, El desafío espiritual de la sociedad de masas…, 47.

24 J. MILLAS & E. OTERO, La violencia y sus máscaras…, 36-37.

25 J. MILLAS & E. OTERO, La violencia y sus máscaras…, 37.

26 F. HAYEK, Los fundamentos de la libertad, Unión, Madrid 2019, 182-183.

27 F. HAYEK, “Los principios de un orden social liberal”, Estudios Públicos 6 (1982) 193.

28 F. HAYEK, Camino de servidumbre. Obras Completas Vol. II, Unión, Madrid 2008, 131.

29 F. HAYEK, Los fundamentos de la libertad…, 35.

30 J. MILLAS, “La concepción de libertad-poder de Friedrich von Hayek”, Araucaria, Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, 1/2 (1999) 196.

31 J. MILLAS, Idea y defensa de la Universidad…, 39-40.

32 J. MILLAS, “Ortega y la responsabilidad de la inteligencia”…, 19.

33 J. MILLAS, Irremediablemente filósofo…, 105.

34 J. MILLAS, Irremediablemente filósofo…, 173.

35 J. MILLAS, Idea de Filosofía…, 39.

36 J. MILLAS & E. OTERO, La violencia y sus máscaras…, 34. La negrita es de la edición del libro.

37 J. MILLAS, Irremediablemente filósofo…, 113.

38 J. MILLAS, Irremediablemente filósofo…, 149.

39 J. MILLAS, Idea y defensa de la Universidad…, 27.

40 J. MILLAS, Idea de individualidad, Universidad Diego Portales, Pensamiento Contemporáneo, Santiago de Chile 2009, 33.

41 J. MILLAS, El desafío espiritual de la sociedad de masas…, 111. La cursiva es de la edición del libro.

42 J. MILLAS & E. OTERO, La violencia y sus máscaras…, 28.

43 El ensayo fue escrito en 1975. La edición que se utiliza como referencia para este artículo es de 1978, libro editado junto a un ensayo de Edison Otero.

44 J. MILLAS, “Las máscaras filosóficas de la violencia”…, 10.

45 J. MILLAS, De la tarea intelectual…, 58.

46 J. MILLAS, Idea de individualidad…, 111.

47 N. PARRA, Discursos de sobremesa, Universidad Diego Portales, Santiago 2006, 275.

48 M, FIGUEROA, Jorge Millas. El valor de pensar…, 16.

49 J. MILLAS, Idea de Individualidad…, 101.

50 J. MILLAS, Idea y defensa de la Universidad…, 46.

51 M, FIGUEROA, “Filosofía en tiempos de oscuridad”, Revista La cañada, 1 (2010) 77.

52 H. GIANNINI, “A Jorge Millas. 1982-1992”, Anuario de Filosofía Jurídica y Social, 11 (1993) 20.

Filosofía en lengua castellana

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