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Presentación
ОглавлениеLa situación cultural actual es muy parecida a la que fomentó el debate sobre la «excepción cultural» en la década de 1990 y se resolvió finalmente con el tratado sobre la Protección y la Promoción de la diversidad de las expresiones culturales en el 2007. Esta situación se caracteriza por el abuso de posición dominante de un conglomerado de doce grandes empresas internacionales de derecho norteamericano. Es el fenómeno de «Hollyweb», es decir la alianza entre las seis más grandes empresas de los bienes audiovisuales (GE, Disney, Time Warner, News Corp, Viacom y CBS) con las seis más grandes empresas de bienes digitales (Apple, Microsoft, Cisco, Google, Yahoo! y Facebook). Establecen la dominación de la web por Estados Unidos, confiscando los bienes culturales a los otros países y pueblos usuarios. Se han organizado como monopolio con el riesgo de que clausuren el Internet, haciendo pagar por espectáculos y servicios que hasta ahora eran gratuitos o abiertos (véase el diagrama en el anexo 1, «Hollyweb»).
Hollyweb organiza la realidad de una economía digital que proyecta cultura y política en la era ciberista y que supone el fin del statu quo de la era predigital entre las industrias culturales, los estados y las instituciones de arte y cultura. La era ciberista se caracteriza por el hecho de que la gran mayoría de las acciones humanas empiezan primero en línea con consecuencias o no fuera de ella. Y también se señala la pugna entre dos tipos de narrativas de pantallas: por un lado, las narrativas de la pantalla analógica, de broadcast, que sigue produciendo contenidos para una audiencia de masas y, por otro lado, las conversaciones interactivas de la pantalla digital, de broadband, que se diseminan bajo la forma de comentarios y que van y vienen de pocos a pocos en audiencias fragmentadas. Además, la era ciberista cambia también el padrón de los bienes de consumo, sustituyendo los bienes experienciales (que se compran después de haberlos comprobado, donde el uso sigue siendo más importante que la propiedad) y los bienes relacionales (que no tienen valor en el mercado pero sí en el capital social y cultural de la gente) (Frau-Meigs 2011).
El desafío en línea para la diversidad cultural en la «sociedad de la información» no es solo la protección y promoción de espectáculos audiovisuales como en la década de 1990, sino también el fomento de contenidos y servicios generados por los usuarios que mueve a las audiencias desde el consumo y la dependencia hasta la participación con mayor cooperación.