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En el presente artículo analizaremos los potenciales efectos económicos y laborales del coronavirus, que acaba de ser declarado oficialmente como pandemia por la Organización Mundial de la Salud.

Al respecto, debemos señalar que ya empezaron a verse los primeros efectos del coronavirus en la economía mundial, tales como la reducción del comercio internacional de bienes (menores exportaciones e importaciones), la revaluación del dólar en relación a la gran mayoría de monedas, la disminución de la producción industrial, sobre todo en China donde varias fábricas tuvieron que cerrar temporalmente para evitar la propagación del coronavirus, la reducción del precio del petróleo y de otras materias primas, el incremento del precio del oro como activo de refugio, la caída de los índices de precios en las principales bolsas de valores, la disminución del turismo (con efectos negativos en restaurantes, hoteles y transporte), el retiro de la inversión extranjera de corto plazo de los países emergentes, la reducción de actividades recreacionales (cenas, cine, teatro, restaurantes, deportes), entre otros aspectos que están contribuyendo en conjunto a la desaceleración de la economía mundial y que han implicado una disminución de las proyecciones de crecimiento.

La economía peruana, evidentemente, también ha empezado a sentir la presión de estos efectos, como es el caso de la revaluación del dólar con relación al sol por el retiro de algunos inversionistas de corto plazo y el enfriamiento de ciertas exportaciones (menor ingreso de dólares), la cual ha sido atenuada por las intervenciones del Banco Central de Reserva inyectando dólares en la economía.

Si esta situación se agrava en los próximos meses, con la devaluación del sol respecto al dólar, se verían perjudicadas las personas naturales y empresas con ingresos en soles y deudas en dólares, así como los importadores, que necesitarían más soles para adquirir la misma cantidad de dólares, lo cual podría traducirse en un incremento del precio de los bienes importados; mientras que la reducción de las exportaciones (en precio y cantidad), adicionalmente, tendría un efecto negativo en la producción y el empleo generado por los sectores económicos enfocados en el mercado externo (minería, pesca, agricultura no tradicional, textiles, confecciones, etc.), así como en los segmentos económicos del mercado interno que se vinculan a ellos en la cadena de exportación (transporte, logística, construcción, almacenamiento, industria metalmecánica, etc.). Ni qué decir de la reducción en la recaudación tributaria que ello implicaría.

Otro de los efectos que se está empezando a sentir en nuestro país es la afectación del turismo, que se vincula a actividades como restaurantes, hoteles y transporte, las cuales absorben a una cantidad significativa del empleo nacional. Ya en los últimos días se han empezado a posponer o cancelar diversos paquetes turísticos. Ello sería otro factor que limitaría el ingreso de dólares al país, acentuando su tendencia a la revaluación respecto del sol.

Adicionalmente, si bien se ha incrementado significativamente el consumo de productos de higiene y protección contra el coronavirus, también se viene reduciendo de manera importante el gasto en actividades recreacionales que implican el contacto masivo con otras personas, como comidas en restaurantes, visitas al cine, teatro y eventos deportivos, y compras minoristas, lo cual afectaría de manera significativa la demanda interna si predomina sobre el primer efecto.

También debemos considerar que, si el coronavirus empieza a propagarse de manera masiva en el país, es probable que varias empresas se vean obligadas a cerrar temporalmente sus actividades, lo cual ahondará la desaceleración de la economía nacional.

De otro lado, si esta pandemia no se soluciona o mitiga hasta mediados del presente año, es probable que empiece a reducirse el ingreso de inversión extranjera directa a nuestro país, lo cual también contribuiría a desacelerar nuestro crecimiento económico y la generación de empleo formal, que ya se habían visto afectados en los últimos años por otros factores.

Por ello, es importante que el gobierno nacional desarrolle diversos mecanismos para incentivar la inversión privada nacional (que ha estado prácticamente estancada en los últimos años), así como para acelerar la inversión pública de calidad en infraestructura productiva que nos haga más competitivos como país, de manera articulada con los gobiernos subnacionales, y establezca por fin el incremento de la remuneración mínima que está atrasada en relación al incremento del costo de vida y la productividad en las últimas décadas, con el fin de mitigar los efectos negativos que se generarían en la economía y el empleo por la posible reducción de las exportaciones, el consumo privado y la inversión extranjera directa.

En esa misma línea, para incentivar la inversión privada nacional y el consumo privado, sería clave que el Banco Central de Reserva aplique una política monetaria contracíclica-expansiva (menores tasas de interés y mayor disposición de créditos), dotando de mayor liquidez al mercado.

También sería muy importante comenzar a trabajar con seriedad en la diversificación productiva de nuestro país, que implique contar con una mayor variedad de productos para la exportación, empleo de calidad, así como con una mayor actividad y empleo industrial, y un mercado interno desarrollado, que permita acudir a él cuando se reduzca la demanda externa por crisis como la que estamos viviendo.

Sin perjuicio de lo señalado, lo que sí podría beneficiar en el corto plazo al Perú es la reducción del precio del petróleo, del cual somos importadores netos, así como el incremento del precio del oro, metal del cual somos uno de los principales exportadores, pero claramente serían mayores los costos generales que estos beneficios.

En síntesis, los efectos en la economía nacional e internacional de la pandemia del coronavirus (si es solo una desaceleración económica o se convierte en una recesión), dependerán de la duración de esta, así como de la intervención oportuna de la política pública: fiscal, monetaria, sanitaria y laboral, principalmente.

Flexibilización laboral y de la seguridad social

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