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Periódico El Mexicano

Mexicali, Baja California

Viernes 8 de noviembre de 1968

Página seis, enmarcado: Rectificación necesaria

También en el periódico La Voz de la Frontera

Página cinco, enmarcado con diferente título: A la opinión pública

por Rafael Padilla Ibarra

El periódico El Mexicano, de Mexicali, Baja California, publicó el pasado siete del presente, un editorial titulado “Prostituyendo a la juventud”. Está firmado por el señor Cristóbal Garcilazo. La totalidad del escrito referido está dedicado a un servidor y su contenido trasciende hacia amigos personales y prestigiados escritores. Considero tener el deber de responder con absoluta honestidad a los cargos que se me atribuyen.

Las afirmaciones del señor Garcilazo son falsas. Demuestran ignorancia, descuido e irresponsabilidad profesional en su labor periodística, en lo que se refiere a este suceso. Y algo más delicado aún: la actitud de un hombre que no se esfuerza por llegar a la verdad de las cosas, a su significado último, y a explicarlas en su auténtica dimensión, sino a colgar etiquetas y a aplicar adjetivos a los hechos y a las situaciones.

A continuación me permito detallar las afirmaciones del señor Garcilazo y mi respuesta apegada a la verdad de los hechos.

1. …obligaron a su hija, una señorita de 18 años, a leer en alta voz, ante sus compañeros de clase, varones y señoritas, una sucia obra pornográfica, dizque en práctica de literatura “moderna”

La “obra” literaria es una novela inmunda, obscena, llamada Gazapo y su autor, un redomado lépero de la hez metropolitana, que respondió al nombre de Gustavo Saiz, y murió en 1940…

—En ningún momento de mi vida, ni en los cuatro cursos que impartí en la unam, he obligado a mis alumnos a que realicen lecturas que no quieren, por razones de conciencia, llevar a cabo. La novela de Gustavo Sainz tiene 188 páginas. Por razones didácticas es imposible que un servidor haya obligado a leer en clase todas esas páginas en voz alta, por otra parte tan alabadas por la crítica literaria de México y de Estados Unidos. Por esa misma razón no se leyó en clase ni siquiera un párrafo de la obra en cuestión. Además, carece usted de información, señor Garcilazo. El autor de Gazapo es Gustavo Sainz y no Gustavo Saiz, y no ha muerto y tiene en la actualidad 28 años de edad.

2. …pretendió obligarla a que continuara leyendo aquel párrafo de majaderías impublicables… al ver que la señorita se resistía, la increpó y amenazó en la siguiente forma: “Pues va a tener que leer algo peor, no solamente esto”, y a renglón seguido ordenó a la clase que comprara otro pozo de albañal literario que se llama La tumba. ¿Cómo estará el “libro” que cuando algunas muchachas pretendieron adquirirlo se negaron a vendérselo en la librería?

—Lo dije ya: por ningún método, ni por la más sutil acción coercitiva, obligo a mis alumnos a leer. No increpé ni amenacé a mis alumnos, ni dije lo que entre comillas se me adjudica. En la clase que se refiere, señor Garcilazo, se estaba leyendo el cuento “Es que somos muy pobres”, de Juan Rulfo (nacido en 1918). Una señorita lo hacía y se refería a un párrafo en donde se describen de manera realista y madura, hechos y situaciones que suceden en un ambiente de miseria rural. Trata de la forma lamentable en que se llevan a cabo las relaciones íntimas de dos muchachos que, ante la ausencia completa de la esperanza de una vida humanamente digna, se entregan sin reserva, sin los recursos culturales básicos para valorar lo que hacían, a la satisfacción natural de sus instintos. Cuando llegó al párrafo aludido, la risa, tanto propia como de los demás, le impidió continuar. Inmediatamente y de la manera más atenta le pedí que regresara a su lugar. Acto seguido llamé a otro alumno para que prosiguiera la lectura. Concluyó la lectura. Pasé de inmediato a hablarles de los problemas económicos, sociales, políticos, culturales, morales y psicológicos de la miseria. Me esforcé por explicarles el por qué no debíamos reírnos de los hechos y situaciones que se suceden cotidianamente, cuando las condiciones de la vida son infrahumanas. Casi estoy seguro de que me entendieron. Me pareció importante platicar exclusivamente con todas las señoritas. Pedí a los jóvenes que abandonaran el salón de clase. Insistí con las señoritas sobre estos problemas profundamente humanos y que nos estimulan, por tanto, a tener una perspectiva moral sobre los mismos. Les pedí que con toda sinceridad me expresaran si ese tipo de temas afectaba a su sensibilidad femenina o a su condición de jóvenes señoritas. Expresé entonces que cuando se abordaran esos temas no bajaran la cabeza y que con toda libertad me manifestaran si el desarrollo de un tema estaba molestando en un momento dado, su sensibilidad femenina. Mis alumnas estuvieron de acuerdo.

3. El señor Cristóbal Garcilazo dice en su editorial que el doctor Sodi —de quien tengo como alumno en otro grupo a un hijo suyo, un joven respetuoso e inteligente—, “llamó a cuentas al director de la Preparatoria adonde tuvo lugar el atentado, y este señor, tratando todavía de defender a su ‘catedrático’, por fin admitió que el licenciado Padilla es muy joven, y que aquello era un error de su parte”.

—He hablado con el director de la Preparatoria —hombre que merece todo mi respeto por sus cualidades humanas y por su valor para enfrentar con entereza toda clase de situaciones—. Me ha dicho que en ningún momento admitió que mi conducta fuera errónea. Defendió, según me dice, mi perspectiva en la enseñanza. La juventud, que yo sepa, no da patente de corso para ser eficaz. Lo anterior, señor Garcilazo, lo ha dicho de diferente manera el sociólogo alemán Max Weber: “Lo decisivo no es la edad, sino la educada capacidad para mirar de frente las realidades de la vida, soportarlas y estar a la altura” (Max Weber: El político y el científico, p. 175).

4. Pero que bajo el pretexto —escribe el señor Garcilazo— de una clase de literatura traten de obligar a jóvenes adolescentes a que destapen esos albañales delante de compañeros y compañeras: eso ya no parece parte de un cerebro normal, y si esa clase de cerebros es la que tiene a su cargo conformar la mentalidad y el espíritu de nuestra juventud, ¿a dónde va a parar México?

—El párrafo anterior, señor Garcilazo, es bastante delicado. Juzga mi actitud como que ya no parece propia de un cerebro normal… Su acusación es delicada porque juzgar a un hombre sin tener puntos de referencia que relacionados entre sí coherentemente nos den la pauta para profundizar en el conocimiento de ese hombre y en su estructura de personalidad total, me deja con la convicción de que profesionalmente usted es un irresponsable.

5. … francamente, señor licenciado Padilla, si usted hubiese obligado a una de nuestras hijas a leer tales obscenidades ante sus compañeros y compañeras de clase, a estas horas estaría usted muerto. Ni más ni menos…

—La reflexión anterior en este editorial, que en forma sincera estoy esforzándome por responder, es muy peligrosa. Constituye, de hecho, una invitación a las personas que no me conocen y que no han escuchado mis puntos de vista al respecto, a que en un acto irracional atenten contra mi vida. Esto constituye una evidencia más de que el señor Cristóbal Garcilazo es un hombre que no está abierto al diálogo sincero, maduro, humano… De que el señor ­Garcilazo, ante quien sostiene algo que no va de acuerdo con sus convicciones, lo primero que se le ocurre es que lo maten. No invita al diálogo. En ningún momento está dispuesto a cuestionar sus convicciones, la validez de sus medios y sus fines, lo que ha hecho como ser humano. Sus juicios son absolutos, al extremo de llegar a enunciar el más absoluto de los juicios: matar a quien sostenga opiniones y actitudes distintas a las suyas. Esto no da pie para el diálogo, pues no tiene actitud de convencerme de sus convicciones ni, mucho menos, de llegar a reconocer que las mías tienen una parte de verdad.

En la etapa actual de la historia de la humanidad, con toda la violencia que la rodea y muchos otros defectos sociales, debemos aceptar que en mayor o menor medida todos estamos humanamente subdesarrollados. Una de las maneras de superar nuestra situación es dialogando. Pues el monólogo es un egoísmo negativo en tanto que no enriquece ni emocional ni intelectualmente a quien lo realiza, y éste es el precio de la seguridad que se obtiene al practicarlo.

Me es imposible por límites de espacio exponer de manera rigurosa y sistemática los principios rectores de la teoría literaria que en el proceso de mis clases expongo de manera detallada, sin embargo, si una comisión de padres de familia se llegara a interesar por conocer mis puntos de vista al respecto, tendría mucho gusto en atenderlos, y desde luego, señor Garcilazo, usted sería uno de mis invitados. Asistiré al llamado de esa comisión con la certidumbre de que mucho puedo aprender de las ideas que me expresen.

Los hechos que he referido pueden constatarlos los alumnos y alumnas del primer año, grupo A, de Preparatoria.

(Rúbrica)

Periódico La Voz de la Frontera

Mexicali, Baja California

Viernes 8 de noviembre de 1968

Primera plana

Atalaya

por E. Garza Senande

Estimado lector, muy buenos días:

Ayer me quedé sin habla, de una pieza, lo que se dice de a seis, cuando leí el editorial que apareció en un hermano matutino, bajo el epígrafe “Prostituyendo a la juventud”, debido a la bien cortada pluma del “chif” Garcilazo. Sería muy de desear la intervención de las autoridades competentes de la Secretaría de Educación Pública o del Gobierno del Estado —en su caso— para poner en claro si esos libros “de texto” que utiliza un “profesor” de apellido Pa­dilla están aprobados por las dependencias oficiales. Eso de que a una jovencita se le haga leer en voz alta, delante de sus compañeras y compañeros libracos francamente pornográficos, se me hace que es el colmo de los colmos. ¿A eso le llama el “Ilustre maistro” (no le vaya a poner maestro compa linotipista) “literatura moderna”? Pues esa “literatura” y no tan refinada, se la escuché a mi viejo sargento Zamarripa allá por 1917, cuando le narraba al pelotón a su mando sus “románticas” hazañas. ¡Bonitas sábanas grises con ciertas preparatorias!

Y sigue lloviendo sobre la milpita de Jacqueline Onassis. ¿Qué no sería posible que ya dejaran en paz a esa mujer? Está bien crecidita para saber lo que hizo al contraer segundas nupcias, y continuar exhibiéndose ante la opinión pública no sólo la daña y perjudica a ella, sino a sus hijos, que es lo peor. Cómo me acuerdo de lo que en algunas ocasiones me decía mi dulce abuelita al salir de la iglesia, a la que la acompañaba los domingos y fiestas de guardar: “El que esté limpio de culpa que arroje la primera piedra”. Y hay cada tipo que la dragonea de muy moralista, que más vale leer Gazapo y La tumba, libros de cabecera del “maistro” Padilla,

Y como ya Juan Manuel Zavala me está clavando unos ojos como dos puñales de hoja damasquina porque le urge la columneja, aquí me va usted a permitir que con la mejor y más luminosa (¡vóytelas!) de mis sonrisas, le entregue el “material” al compa linotipista, y así tenga oportunidad de comerse a puños —a su debido tiempo— el punto final.

A la salud de la serpiente. Tomo I

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