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Prólogo

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En las ciudades hay personas que no se dan cuenta de la presencia de pájaros, y ni tan siquiera los oyen. Otras perciben vagamente algo que creen que es la sombra furtiva de un gorrión o el aleteo de una tórtola. No dudan en proclamar su aversión por los pájaros enjaulados y opinan que estos estarían mejor en la naturaleza, es decir, en otra parte. Este tipo de personas nunca echa en falta a estos animales.

Por otro lado, están las numerosas personas aficionadas a los pájaros, que se dividen en tres categorías, y a veces se mezclan o incluso se confunden. Paradójicamente, los cazadores constituyen una de ellas. El deseo de apoderarse de un pájaro salvaje que huye volando rápidamente, tenerlo en la mano, acariciarle las plumas y admirar sus espléndidos colores para después cocinarlo haciendo alarde de cultura gastronómica, es una de las interpretaciones de la afición por las aves; una pasión asesina heredada de nuestros antepasados del paleolítico.

Observar los animales en estado salvaje, libres en el entorno natural, admirándolos con los prismáticos para estudiar sus costumbres es la versión más moderna y más pura de la afición por los pájaros. Es la ornitología, que entusiasma a muchos ecologistas por su contenido estético y sus reminiscencias protectoras.

La tercera categoría está formada por los criadores. Tienen la misma pasión que los ornitólogos «de campo», pero la expresan de forma diferente. El criador pertenece a la familia de los agricultores y los jardineros. Es un protector, un conservador, un investigador de laboratorio. Sus pajareras recrean pequeños fragmentos de la naturaleza; son reinos en miniatura donde el pájaro es el rey.

El criador intenta descubrir los misterios más ocultos de la aclimatación, la reproducción y la genética. Al igual que el cazador, le gusta tocar el animal. Con el ornitólogo comparte el deseo de querer su bien. Si el cazador pretende controlar con su acción las poblaciones salvajes, y el ornitólogo desea proteger el medio natural y la fauna de la intervención humana, el lema del criador, a partir del momento en que se considera autor de su obra, es «creced y multiplicaos». En un futuro no muy lejano será necesario aunar los esfuerzos de unos y otros en proyectos orientados a la salvación de especies en peligro de extinción, para reintroducirlas en su medio natural de origen. Y, cuando llegue este momento, saldrá a relucir el trabajo de los criadores.

A ellos debemos la posibilidad de admirar y contemplar de cerca numerosas especies exóticas, originarias de selvas o sabanas, de las cuales la fotografía o el cine sólo pueden ofrecernos una imagen lejana.

Los criadores se interesan por la genética y trabajan para descubrir nuevas mutaciones. Tanto es así que no se conforman con aclimatar miles de especies de aves (hay más de nueve mil en estado salvaje) procedentes de todas las partes del mundo, sino que, además, las diferencian en variedades de colores, de formas o de posición, quizá por un eterno deseo de sorprender.

La última y más reciente especialidad avícola consiste en la producción de pájaros domésticos de compañía. En la mayoría de los casos, estos pertenecen a la familia de los loros, criados «con biberón». El resultado es un compañero extraordinario, comparable a un perro o un gato.

¿Quién mejor que Guy Barat, científico, ornitólogo y criador de pájaros, para acompañarnos en el descubrimiento de este mundo mágico y fascinante?


Christian Bougerol

Veterinario

Miembro de The European College of Avian Medecine and Surgery

Convivir con su pájaro

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