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ОглавлениеJuan Crisóstomo
(347 - 407)
Dijo Juan Crisóstomo:
“Si no logras encontrar a Cristo en el mendigo a las puertas de la iglesia, no lo encontrarás en el cáliz”.
Semblanza personal:
El apelativo de Crisóstomo proviene de su reconocido talento como gran predicador de los primeros siglos del cristianismo. En griego, ese nombre significa “boca de oro” o “pico de oro” (jrysostomos) y fue llamado así poco después de su muerte. Nació en Antioquía (por lo que se le conoce también como Juan de Antioquía). Fue Obispo de Constantinopla y es considerado uno de los grandes padres de la Iglesia junto con Agustín de Hipona, Gregorio Magno, Ambrosio de Milán y Jerónimo de Estridón.
Antes de adoptar la vida religiosa había estudiado filosofía y retórica, esta última disciplina bajo la guía de Libanius quien era, por aquel entonces, uno de los retóricos más elocuentes de habla griega durante el Bajo Imperio romano (conocido como el pequeño Demóstenes). A partir del año 373 se hizo monje ermitaño y, como tal, se retiró a las montañas cercanas a Antioquía, aunque solo por seis años: dos con la guía de un viejo monje sirio y cuatro en una cueva. Por razones de salud regresó a Antioquía y allí fue nombrado diácono (381) y sacerdote (386). Entonces, recibió el encargo de ser el predicador en la catedral de su ciudad. Lo fue durante doce años y se ganó la fama de predicador, maestro y santo servidor de su pueblo. En sus sermones y discursos públicos denunció los abusos de las autoridades imperiales, así como el libertinaje del clero bizantino. Trabajó a favor de las personas más necesitadas y reivindicó sus derechos.
No fue, entonces, solo un mero predicador elocuente, sino también, y esto es lo más destacable, un predicador valiente que asumió el encargo de la predicación con la fuerza profética que se necesitaba en aquel entonces. Esto le ganó aplausos, reconocimientos, pero también persecuciones y muchas aflicciones. Se enfrentó al emperador Arcadio, a la emperatriz Eudoxia y a encumbrados clérigos. Como resultado de esas denuncias fue enviado al destierro. Le condenaron por treinta y nueve cargos, uno de ellos como enemigo de la fe y contradictor de la sana doctrina (hereje).
Murió en Comana, Ponto, a consecuencia de uno de los viajes forzados que se le habían impuesto como escarmiento. Hoy se conservan la mayoría de sus cartas y sermones, incluidas varias homilías acerca del bautismo, descubiertas no hace muchos años. Después de Agustín de Hipona, Crisóstomo es uno de los grandes Padres de la Iglesia que ha gozado de mayor prestigio como reformador de la fe.
De su cofre de joyas espirituales:
¡No te ordenó Dios que al pobre le echaras en cara su pereza, sino que le remediaras su necesidad! ¡No te hizo acusador de la perversidad, sino que te constituyó remedio y médico de su desgracia! ¡Y no para que lo reprendieses por su desidia, sino para que tendieras la mano al caído! ¡No para que condenaras sus costumbres, sino para que aliviaras su hambre!
Nosotros procedemos al revés. No nos dignamos consolar con la limosna de algunos dineros a quienes se nos acercan, pero en cambio les refregamos sus llagas con nuestras reprensiones… Porque dice la Escritura: Inclina hacia el pobre tu oído y con mansedumbre respóndele palabras amables. Plata y oro no tengo. Lo que tengo, eso te doy. En el nombre de Cristo levántate y anda…
¿No puedes sanar una mano árida? Pero puedes extender la tuya a la que la crueldad ha secado, mediante la benevolencia…”1.
Enseña la Biblia:
“Al ver que Pedro y Juan iban a entrar, les pidió una limosna. Pedro y Juan clavaron su mirada en él, y Pedro le dijo: — Míranos. El cojo los miró con atención, esperando que le dieran algo. Pedro entonces le dijo: — No tengo plata ni oro, pero te daré lo que poseo: en nombre de Jesús de Nazaret, comienza a andar. Y, tomándolo de la mano derecha, hizo que se incorporase. Al instante se fortalecieron sus piernas y sus tobillos, se puso en pie de un salto y comenzó a andar”.
(Hechos 3:3-7)
Nos preguntamos hoy:
La crisis de la predicación tiene poco que ver con la elocuencia. Hay predicadores(as) grandilocuentes, sin embargo, falta la integración de la palabra locuaz con la acción eficaz. Preguntémonos: ¿cómo lograr que nuestras comunidades de fe no solo prediquen bien, sino que demuestren el Evangelio con acciones de servicio a las personas más necesitadas?