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Capítulo 1
La Necesidad de la Revitalización en las Iglesias

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El pueblo de Dios necesita una estrategia bíblica para revitalizar las iglesias, ya que muchos de nosotros somos o seremos parte de un cuerpo que lo necesita. Consideremos la siguiente información:

• Aproximadamente el 95 por ciento de todas las iglesias en Estados Unidos cuentan con un promedio de cien personas o menos en las reuniones.1

• Más del 80 por ciento de las iglesias estadounidenses establecidas permanecen con la misma asistencia o van en disminución.2

• Anualmente entre 3.500–4.000 iglesias mueren en este país.3

Lyle Schaller escribe lo siguiente: “Un promedio de cincuenta a sesenta congregaciones dentro del protestantismo estadounidense se disuelven semanalmente, comparado con quizás cinco a diez que son capaces y están dispuestas a redefinir su rol.”4 Escribe también Kirk Hadaway, especialista en la investigación del crecimiento eclesiástico de la Convención Bautista del Sur: “La iglesia típica en casi cualquier denominación norteamericana permanece con la misma asistencia o disminuye con respecto a la membresía y a la participación. El crecimiento rápido es atípico y entre las congregaciones más antiguas el modelo es aún más pronunciado, donde la regla es permanecer con la misma asistencia o disminuir; el crecimiento es la rara excepción.”5

Mi denominación, la Iglesia Presbiteriana en América, está considerada como uno de los grupos de crecimiento más rápido en nuestra nación. Usted puede entender esto cuando ve nuestras estadísticas, las que indican, por ejemplo, que se establecieron veintiocho nuevas iglesias dentro de la denominación durante un año reciente. Eso es más per cápita que la mayoría de las otras denominaciones. Sin embargo, si vemos más allá, también encontrará que durante el mismo año, se “disolvieron” o cerraron veinticuatro iglesias. Por lo que solamente podemos decir que hubo un crecimiento neto de cuatro iglesias durante ese año en particular. Si eso es lo que ocurre con uno de los grupos de crecimiento más rápido, ¡puede imaginar las luchas a las que se ven enfrentados muchos de los otros grupos!

Permítame sugerir que es inevitable que muchas iglesias se encuentren “enfermas” o “se estén muriendo.” Los principios que analizaremos en este libro ayudarán a que los líderes y los miembros de esas iglesias vuelvan a encender las llamas del crecimiento divino en sus cuerpos. Al mismo tiempo, éstos servirán como medidas preventivas para las actuales iglesias saludables, evitándoles la disminución en asistencia a la que seguramente se verán afectadas a menos que experimenten la gracia continua de la renovación. Sin embargo, antes de comenzar con el aprendizaje de la sanidad, primeramente debemos diagnosticar la enfermedad.

LOS SÍNTOMAS DE UNA IGLESIA ENFERMA

¿Qué ocurre cuando una iglesia no crece, está detenida, se está muriendo, o la asistencia va disminuyendo? O ¿qué problemas le gustaría evitar para que una iglesia no se deslice hacia el camino de la ineficacia y del arrepentimiento? Los signos de enfermedad normalmente se dejan ver cuando las cifras bajan en la asistencia y en las finanzas, por cierto. Sin embargo, existen otros síntomas, menos obvios, que he observado en las iglesias que necesitan un ministerio de revitalización.

El Enfoque en los Programas

Las iglesias que se están muriendo tienden a enfocarse en los programas. Así como uno que apuesta va en búsqueda de un boleto ganador, ellas buscan un programa que les “transforme la iglesia.” Están depositando su esperanza en lograr el éxito con el ministerio organizado más reciente o con el plan preempacado de crecimiento de la iglesia, evaluando la salud de la iglesia de acuerdo a la cantidad y qué tan impresionantes son dichos programas. De hecho, no me sorprendería si más de alguien lee este libro en búsqueda exclusivamente de eso, un nuevo programa que se pueda implementar en sus iglesias. Sin embargo, se van a desilusionar porque este libro no se trata de un programa que usted pueda usar para transformar su iglesia. Más bien, este libro contiene principios diseñados por el Señor, principios que él mismo utilizará para dar más vida al cuerpo, desarrollándolos dentro de Su plan soberano.

Es importante que entendamos la diferencia porque cuando un programa es exitoso, normalmente se le atribuye la eficacia del plan o la astucia a su autor. Así mismo, cuando uno falla, tendemos a ir en búsqueda del siguiente programa, esperando que éste funcione mejor. Pero cuando experimentamos la salud y el crecimiento por medio de los principios que Dios ha provisto en Su Palabra, toda la gloria va para Él solamente. Si esos principios no parecen estar “funcionando”, sabemos que la culpa no es de Dios; esto nos hace volver a las Escrituras para encontrar qué es lo que debemos entender y qué debemos hacer mejor. Como veremos con más detalles en el siguiente capítulo, no debiéramos estar buscando algo nuevo como modelo de revitalización, sino que debiéramos estar aprendiendo más acerca del modelo que Dios ya nos ha entregado en Su Palabra.

La Nostalgia y La Tradición

Con frecuencia las iglesias que se están muriendo viven en el pasado. De hecho, muchas veces no se le pide a un pastor que lleve a la iglesia hacia adelante, como debiera ser el caso, sino que más bien la gente espera que él la lleve hacia atrás, para volver a vivir “los días de gloria.” Es importante recordar el pasado de una iglesia (veremos esto con mayores detalles en el siguiente capítulo) pero existe una gran diferencia entre recordar el pasado y vivir en él.

Hace unos pocos años atrás se me pidió que visitara una iglesia en Louisiana para aconsejar a los líderes sobre su ministerio que estaba pasando por dificultades. Durante una pausa que tuvimos en nuestra reunión, uno de los diáconos me llevó hacia un pasillo que estaba lleno de fotografías de todos los pastores que habían tenido antes. Había bastantes en este “salón de la fama”, ya que la iglesia existía desde el siglo XVIII. A medida que íbamos caminando, el diácono me comentaba sobre muchos de los hombres, pero cuando llegamos a donde se encontraba uno en particular, se detuvo y permaneció en silencio reverentemente. Cuando volvió a hablar, lo hizo en un tono suave. El pastor en la fotografía había llegado a la iglesia a mediados del siglo XX y había permanecido en ella veinticinco años. Rápidamente entendí que este lugar en el salón representaba “los días de gloria” de la iglesia, cuando había sido guiada por el pastor. ¡Casi pensé estar viendo velas en cada costado de la fotografía con una llama eternamente encendida por debajo!

A medida que fui conversando con los líderes de esa iglesia, me di cuenta que todo lo que estaba sucediendo ahora estaba siendo juzgado por lo que había sucedido en el pasado. Por lo tanto, esto me llevó a preguntarles: “Si todo fue tan bueno en el pasado, ¿por qué se encuentran en la situación que están ahora?” Les animé a que siguieran el principio de Filipenses 3:13, en el que Pablo dice: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante.” El pasado es importante y se debiera celebrar, como lo veremos con mayor detalle en el próximo capítulo. Sin embargo, debemos darnos cuenta que el placentero río de la nostalgia puede intensificarse y convertirse en una corriente arrebatadora que se lleva a la iglesia hacia atrás y hacia la profundidad de la destrucción.

Otra forma en que el pasado puede andar rondando una iglesia es el énfasis exagerado en las tradiciones. Por ejemplo, en la Iglesia Pinelands, encontré que había un grupo de ni siquiera ochenta personas que quería mantener las tradiciones que habían comenzado cuando la iglesia tenía novecientas personas fieles. No volaban ni moscas en el servicio de la mañana en la iglesia pero igual algunos querían tener cuatro servicios los domingos por la mañana. ¿Por qué? ¡Porque tener cuatro servicios era algo simbólico de los días de gloria! ¿Cuál era la lógica? Los cuatro servicios devolverían aquellos días. Pacientemente intenté explicarles que no eran los cuatro servicios los que traían a la gente, sino que el crecimiento hacía necesario tener cuatro servicios.

La Dependencia en la Personalidad

Las iglesias que se están muriendo tienden a depender en ciertos tipos de personalidades, haya o no tales tipos de personas en la iglesia. Si es que cuentan con un líder de carácter fuerte, puede que lo (o la) vean como el o la que hace todo el trabajo o el o la que toma todas las decisiones. Por otra parte, si es que están buscando un pastor, puede que piensen que existe solamente un tipo de persona que los puede guiar hacia el crecimiento. Recuerdo haber conversado con un comité de púlpito que me dijo: “Podríamos resolver todos nuestros problemas si usted nos encuentra un buen predicador que tenga una alta personalidad tipo D.” Con esto, ellos querían decir que el hombre tenía que ser un extrovertido que fuera un “verdadero líder agresivo.” Sin embargo, se encontraban bajo el malentendido que Dios utiliza solamente un tipo de personalidad en Su obra dentro del liderazgo de las iglesias.

Les pregunté si alguna vez habían tenido la oportunidad de conocer a Frank Barker, quien es en la actualidad el pastor emeritus de la Iglesia Presbiteriana Briarwood en Birmingham, Alabama, donde ahora sirvo como pastor principal. Frank fue el pastor que fundó la iglesia y quien la guió por cuarenta años, durante los cuales fue muy exitoso bajo cualquier punto de vista. Sin embargo, difícilmente es extrovertido o con una personalidad “altamente tipo D.” Dos anécdotas sirven para ilustrar ese hecho. Primeramente, un hombre al que conozco se sentó una vez por un momento en la biblioteca de la iglesia y empezó a conversar con un hombre que él pensaba era el ayudante de la iglesia, tan solo para descubrir que se trataba de Frank Barker. Así mismo, uno de sus miembros del personal de la iglesia decidió una vez que iba a probar una pequeña teoría, acompañando a Frank en un viaje de dos horas hacia Atlanta. Decidió que no diría nada, sino que simplemente esperaría ver cuánto se demoraría Frank en iniciar una conversación. Dos horas más tarde, finalmente dijo Frank: “¿Ya estamos en los límites de la ciudad?” Sin embargo, este hombre callado y modesto guió una iglesia muy exitosa durante muchos años.

D. James Kennedy es otro ejemplo de un eficaz líder de iglesias que ciertamente no es ningún extrovertido. Hay muchos otros también. Por lo tanto, tenga cuidado de no caer en la trampa de pensar que Dios puede desarrollar su obra solamente a través de ciertos tipos de personalidades. Él es quien le ha otorgado a la iglesia una gran variedad de dones y ha usado una gran variedad de personas en la construcción de Su reino. (cf. 1 Cor. 12:4–6).

Una Mentalidad de Mantención

¿Se acuerdan de los antiguos dibujos animados donde el Coyote perseguía al Correcaminos en un barranco y luego se daba cuenta que estaba suspendido en el aire a punto de morir? El Coyote se afirmaba lo mejor que podía del borde del barranco y se lograba sostener hasta que sus dedos ya no lo soportaban más y por fin se deslizaba y quedaba aplastado en el suelo como una tortilla. Esa es la manera en que muchas iglesias consideran al ministerio en la actualidad. “Sostengámonos”, piensan. “Es de esperar que reemplacemos la cantidad de personas que perdimos el año pasado”, dicen, o “Con suerte lograremos nuestro presupuesto”. En realidad sí tienen una visión por el ministerio, pero la visión es como si dijeran: “Sosténganse y afírmense”. Es una mentalidad de mantención, donde simplemente le están sacando brillo a un monumento, en vez de estar construyendo un movimiento de la gracia divina. Se están sosteniendo con un sistema de salvavidas en vez de ejercer una misión salvadora de vidas. Sus únicas esperanzas y sueños son mantener las puertas abiertas, en vez de traer una cosecha de almas a través de las mismas puertas.

Las Excusas y una Mentalidad de “Víctima”

Otra actitud que pareciera invadir a las iglesias que están enfermas o que se están muriendo es la que dice: “Nunca funcionará aquí porque…” Los líderes y miembros ya cuentan con una lista bien ensayada de razones por las que no resultaría una idea de un nuevo ministerio. Dos razones clásicas son las siguientes: “Ya lo hemos intentado antes” y “Va a costar demasiado dinero”, pero otras pudieran ser “Ha cambiado el vecindario”, “Nuestro edificio está en el lugar equivocado”, o “Esta es una comunidad difícil, donde nadie asiste a ninguna iglesia.” La iglesia se ha convertido en algo similar a un equipo de deportes que ha perdido todos sus partidos durante diez años y ya cuenta con una lista de excusas para las derrotas que espera tener en la siguiente temporada.

La hipótesis detrás de esas excusas es que la iglesia es la víctima de algún factor externo, la que le está impidiendo ser grandemente usada por Dios. Ya sea la falta de dinero, un lugar difícil, o lo que sea, existe una leve pero peligrosa mentalidad que la iglesia está condenada a la mediocridad o al fracaso por causa de sus circunstancias. Estas iglesias no tienen ninguna verdadera esperanza porque se están dejando dominar por las circunstancias negativas, un problema que la Biblia dice que debemos tratar de evitar a toda costa. (cf. Santiago 1:2–4). En realidad, las Escrituras nos enseñan que incluso nuestras debilidades permiten que Dios obre en y a través de nosotros. Considere lo que el apóstol Pablo dice en 2 Corintios 12:8–10:

… respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Los creyentes de Uganda en África, ilustran bien este punto. He tenido el privilegio de ministrar el evangelio durante seis viajes a ese país, sin embargo, nunca olvidaré mi primer viaje. Fue a mediados de la década de los años ochenta, no mucho después que la Guerra de Idi Amin por el poder y el reino del terror abandonaron a la nación y su gente en una miseria abominable. Entre las víctimas de esa época se encontraban muchos miles de creyentes cristianos quienes fueron torturados y muertos por su fe. Mientras me encontraba allá en ese primer viaje, por cierto, el nuevo régimen descubrió los cadáveres de quinientos cristianos que habían sido usados como relleno y pavimento para construir un camino. La inflación de la economía en Uganda en ese tiempo se encontraba entre el 600 y el 800 por ciento, y la gente vivía bajo la ley marcial con el constante temor de una nueva guerra o del surgimiento de un nuevo dictador que robara sus terrenos.

No obstante, hubo (y en realidad todavía existe) un gran movimiento de Dios en medio y a través de las iglesias en Uganda. Recuerdo que se me pidió que predicara un día en una catedral que había sido bombardeada, y luego volver a predicar una vez que hubiera terminado. ¡Después se me volvió a pedir que predicara otra vez! Les dije: “¿Quieren que predique más? Ya lo he hecho dos veces.” Por medio del intérprete me respondieron: “Sí, por favor, hoy hemos caminado muchas horas.” Fue así que buscando entre las páginas de mi Biblia encontré algo para enseñarles, ¡porque estaban tan deseosos de escuchar la Palabra de Dios! Les predicaban a sus amigos, incluso durante mis cortas visitas, vi venir a cientos de personas a Cristo.

Por lo tanto, en medio de gran persecución y dificultades prosperaban las iglesias en Uganda. No se consideraban víctimas sin esperanzas ni usaban sus circunstancias como excusa para la derrota. De la misma manera, muchas iglesias en nuestro país necesitan darse cuenta que Dios es capaz de darles nueva vida, sin importar cuán sombrías parezcan sus perspectivas ahora.

Es tan fácil crear excusas, las que se pueden convertir en tal hábito, que podemos engañarnos a nosotros mismos, perdiendo así el contacto con la realidad. Una vez hablé con los líderes de una iglesia que querían vender su edificio y cambiarse a otro lugar porque, decían: “Ya no podemos ministrar más acá.” Sus razones se basaban en que la comunidad había cambiado con el paso de los años. Decían: “Antes podíamos alcanzar a la comunidad porque eran personas como nosotros pero ahora son todos hispanos.” Les pregunté cómo sabían eso, me respondieron que una iglesia de habla hispana les arrendaba su edificio los domingos en la tarde y que tenían una asistencia de más de cuatrocientas personas. La iglesia dueña del edificio, por otra parte, tenía aproximadamente cuarenta personas los domingos en la mañana.

No obstante, revisamos los registros del censo y encontramos que la comunidad alrededor de la iglesia estaba compuesta en realidad por un 88 por ciento de angloamericanos, ¡y que menos del 12 por ciento era hispano! Por lo tanto, le dije a la iglesia: “Les tengo buenas y malas noticias.” Las buenas noticias son que el 88 por ciento de las personas alrededor suyo hablan el mismo idioma que ustedes, lo que significa que no tienen que cambiarse. Las malas noticias son que la iglesia que les está arrendando está alcanzando al otro 12 por ciento y están llenando el edificio todos los domingos por la tarde.” Les sugerí que no se preocuparan de cambiarse ahora sino que debían preocuparse de lo que estaban haciendo mal y lo que debieran hacer mejor para alcanzar a la gente con el evangelio. Yo solo esperaba que aumentara su sentido de responsabilidad ahora que su excusa había sido eliminada.

Una Mala Reputación en la Comunidad

Otro síntoma que es evidente en una iglesia que se está muriendo es la percepción que tienen otras personas alrededor de ella. Mientras más tiempo se encuentre una iglesia en decadencia, peor será la reputación y la imagen pública. La comunidad en general y las iglesias vecinas se empiezan a formar sus propias opiniones de la condición de la iglesia. Las personas que mayor daño hacen en este sentido son frecuentemente las mismas personas que se han ido de la iglesia y que se han unido a otras. Se les hace difícil dejar de compartir sus informaciones “internas” y sus “historias de terror” del por qué decayó la iglesia, la falta de recursos en la congregación, o cómo fueron maltratados por las personas en la iglesia. En realidad, como pastor, varias veces me he encontrado con gente que ni siquiera pone atención a nada de lo que digo por causa de informes dañinos que han escuchado acerca de la iglesia, los que han escuchado de otros exmiembros de la iglesia. A medida que han pasado los años, va creciendo la lista de rumores mal intencionados, lo que dificulta la tarea de la revitalización.

A veces los síntomas de la decadencia aparecen afuera de su iglesia antes que se noten adentro. Los líderes y los miembros de una iglesia pueden pensar que todo está yendo maravillosamente, sin embargo, la verdadera historia puede que se sepa en el mundo alrededor a ella, e incluso en otras iglesias. Esto me ha llevado a sugerir que los pastores y los otros líderes de la iglesia debieran preguntarles frecuentemente a otras personas fuera de ella cómo ven la congregación. Dos buenas preguntas son las siguientes: ¿Qué ha escuchado de nuestra iglesia? y ¿Cómo cree, usted, que nos percibe la comunidad? Cuando esté en la fila para pagar en la tienda de alimentos, pregúntele a la persona que está a su lado: “¿Sabe algo de la [el nombre de su iglesia]?” ¿Qué opinión tiene de ella? ¿Iría a esa iglesia?” Luego, escuche atentamente. Se necesita de valor pero puede ser de gran beneficio. Recuerde que la reputación no se escribe en nuestros boletines, sino que ¡es lo que la gente en realidad piensa de nosotros!

La Distracción del Evangelio

Este último síntoma de la enfermedad es verdaderamente el peor de todos. Generalmente las iglesias que no han logrado alcanzar al mundo alrededor de ellas, ha sido porque han perdido la visión de lo esencial que es la gracia de Dios. Otra cosa ha llegado a ser más importante que vivir de acuerdo al evangelio y que compartirlo con los que necesitan ser salvos. Quizás la prioridad cayó a ciertas características doctrinales, a la apariencia del edificio, o a un método de enseñanza en particular. Cualquiera que sea el énfasis, será contraproducente con la obra de Dios si es que se le permite usurpar el lugar correcto del evangelio como centro de todo lo que hacemos como pueblo de Dios.

Estudiaremos con mayor detalle la prioridad del evangelio en el capítulo 3. Si su iglesia se ha deslizado en esta área, o si está dando señales de cualquiera de los otros síntomas de la decadencia que he mencionado, se encuentra bajo la necesidad de ser revitalizada. Si su iglesia aún no se ha visto afectada por estos síntomas, ¡alabe a Dios! Sin embargo, debe darse cuenta que podría sucumbir a ellos en cualquier momento si no se practican los principios para la gloria de Dios.

LOS PRIVILEGIOS DE LA REVITALIZACIÓN EN LAS IGLESIAS

Es importante la revitalización en las iglesias, ya que muchas están muertas o se están muriendo, y porque todas las iglesias saludables corren el riesgo de enfermarse o de desarrollar los síntomas de la decadencia que hemos visto. Sin embargo, quisiera sugerir que existen varias razones positivas por las que debiéramos orar y trabajar para que haya una revitalización en las iglesias de hoy en día. Es de esperar que éstas animen a los que ya están involucrados en este ministerio, y que sean ellos mismos los que motiven a otros para que se unan, de acuerdo a cómo los vaya guiando el Señor.

El Corazón del Pastor

Si una iglesia en particular se está muriendo, la noción convencional en ciertos círculos es que debiera cerrar o quizás “empezarla de nuevo” en algún otro lugar. Ciertamente existe un tiempo y lugar para tomar en cuenta ese enfoque pero yo diría que en la mayoría de los casos el ministerio de la revitalización en las iglesias se acerca más al corazón del Señor. Después de todo, Él es el Gran Pastor:

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. De igual modo, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños. (Mat. 18:12–14)

Esas palabras de nuestro Señor Jesús fueron principalmente dirigidas a las personas (cf. vv. 15–20), sin embargo, se aplican también a las iglesias. Veamos, por ejemplo, cómo nuestro Salvador amonesta a las iglesias que se encuentran en dificultades en Apocalipsis 2–3. Es cierto, llega la hora cuando se tienen que quitar los candeleros o cuando se debe escribir sobre las puertas de las iglesias “Icabod”, pero antes de eso, el Señor exhorta a que los líderes y la congregación se arrepientan, prediquen y oren para que haya un avivamiento. (cf. Apoc. 3:18–20). Por lo tanto, pienso que cuando sea que un pastor, una iglesia amiga, o una denominación se acerca a la iglesia con la necesidad de ser revitalizada, son ellos los que reflejan el corazón de Dios. De la misma manera, cuando “disuelven” una muy rápidamente, cuando aún existe la esperanza de cambio y crecimiento, pueden herir al que deja las noventa y nueve y va en búsqueda de la que se ha perdido.

El Corazón del Apóstol

En Hechos 13 la iglesia de Antioquía envió a Saulo y Bernabé en lo que se conoce como el Primer Viaje Misionero de Saulo. Viajaron ellos por Asia Menor con una clara filosofía ministerial:

• discipulado y evangelismo,

• plantación de iglesias basadas en el evangelio,

• obras de amor, misericordia y justicia basadas en el evangelio,

• desarrollo y despliegue de líderes basados en el evangelio.

En Hechos 15, Pablo ya se encontraba listo para salir una vez más, siendo éste el Segundo Viaje Misionero. Es de interés notar que el apóstol no dijo simplemente que irían a buscar nuevos sitios donde llevar el evangelio. Sino, más bien, dijo: “Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están” (Hechos 15:36). El apóstol Pablo renovó su compromiso con todos los elementos de la filosofía mencionada anteriormente, agregando ahora un quinto objetivo:

• la revitalización de las iglesias basada en el evangelio.

Hechos 15:41 dice “y pasó por Siria y Cilicia, animando a las iglesias” Cuando comenzó su Tercer Viaje Misionero, Hechos 18:23 dice: “Después de estar allí algún tiempo, salió y recorrió por orden la región de Galacia y de Frigia, animando a todos los discípulos.” Si se fija en el mapa del tercer viaje de Pablo, atrás en su Biblia, verá que siguió el camino del segundo viaje casi exactamente.

Por lo tanto, la obra de la Gran Comisión del apóstol Pablo no se trató tan solo de un ministerio para las personas y lugares no alcanzados, sino que también fue un ministerio de revitalización. Sabemos que algunas de estas iglesias estaban pasando por dificultades incluso durante el tiempo cuando vivió Pablo (¡Es cosa de mirar sus cartas a los Gálatas y a los Corintios!). Es así que, gran parte del ministerio de Pablo estuvo dedicado a pasar a las iglesias en decadencia ¡desde las brasas hasta las llamas!

Esto debiera motivar grandemente a los pastores y a otros que se encuentran dentro de un ministerio que necesita mucha ayuda. Si algunas de las iglesias que comenzaron con el gran apóstol necesitaban ser revitalizadas, ¿por qué hemos de sorprendernos cuando esto ocurre en la actualidad? Si las iglesias de Pablo sufrieron la decadencia, no debiéramos sentirnos avergonzados o reacios a admitir que las nuestras también están heridas. Cuando tenemos el privilegio de laborar en dichas iglesias, ¡debiéramos sentirnos honrados de ser parte de este verdadero ministerio apostólico!

¿Plantación de Iglesias o Revitalización de Iglesias?

El ministerio de la formación de nuevas iglesias es satisfactorio, sin embargo, permítame sugerir que el ministerio de la revitalización en las iglesias ya existentes es a veces incluso más satisfactorio. Muchos dirían que es más fácil plantar iglesias, especialmente para los pastores jóvenes, sin embargo, no creo que necesariamente sea cierto, por varias razones.

Primero, considere con quién va a trabajar. El libro de Don McNair’s The Birth, Care, and Feeding of the Local Church (El Nacimiento, El Cuidado y La Alimentación de la Iglesia Local) contiene el fruto de su extenso estudio de, y experiencia en, la plantación de iglesias.6 McNair sugiere que cuando un pastor comienza una iglesia, es probable que después de tres años, el 90 por ciento de la gente que asistió al comienzo ya no esté ahí. O que el mismo pastor se haya ido. Estoy consciente que existen muchas excepciones a esta regla pero de acuerdo a mi propia experiencia debo admitir que así es la norma. Muchas de las personas que llegaron a una iglesia nueva se terminan yendo después de poco tiempo, quizás porque no se pudieron llevar bien en ningún otro lugar, trayendo los mismos problemas consigo. Quizás se sintieron atraídas a la nueva iglesia con la esperanza que fuera lo que ellos querían que fuese una iglesia, desanimándose cuando no llegó a ser lo que ellos esperaban.

La mayoría de las plantaciones de iglesias no resultan atrayentes para muchos cristianos maduros con fervor misionero, deseosos de sacrificios para promover el reino de Dios. Por el contrario, los que son fervorosos tienen la tendencia a ser fervorosos en otros asuntos. Por ejemplo, ellos creen saber “cómo debiera ser una iglesia”, y dicen que los líderes de la iglesia anterior se interponían en el camino, lo que les hizo conectarse con este grupo más pequeño de personas para tener más control de lo que pasa. Quizás puede que estén inconformes con lo que estaba sucediendo en otra iglesia, decidiendo “probar esta.” Quizás simplemente les guste la idea que sea “algo nuevo”, y que cuando ya no sea tan nuevo, pierdan el interés. Todo esto lleva a la conclusión que en la plantación de iglesias, un resultado típico mostrará que el 10 por ciento del grupo inicial se va a quedar, tanto que el otro 90 por ciento terminará finalmente cambiándose a otra iglesia.

Sin embargo, cuando un pastor recibe el llamado para ir a una iglesia que necesita ser revitalizada, éste hereda un grupo de gente que ha permanecido con esa iglesia en las buenas y en las malas. Probablemente sus debilidades han contribuido a su decadencia, y puede que se estén aferrando a viejas tradiciones, pero al menos no son personas “consumidoras” que se van a cambiar sin tener ninguna buena razón para hacerlo. Quizás también no todos tengan distintas ideas sobre cómo debiera ser una iglesia, como normalmente es el caso en la plantación de iglesias. La gente que ha permanecido con una iglesia durante la decadencia está comprometida a ese ministerio en ese lugar. Si bien ese tipo de personas va a ser un gran desafío en sí mismas, creo que pueden ser renovadas en su fe y ser grandemente usadas por Dios a través de los principios que analizaremos en este libro.

En muchos casos, la revitalización en las iglesias también tiene la ventaja de contar con recursos ya existentes. No hay que preocuparse de comprar un terreno, solo hay que preocuparse de alcanzar a la gente alrededor de él. No hay que construir un edificio, solo hay que llenar el que ya existe. Por otro lado, en la plantación de iglesias, los líderes pueden verse grandemente distraídos por años a causa del inmenso trabajo y los dolores de cabeza tratando de conseguir dichos recursos. Cuando se le pregunta a Steve Brown qué es lo que debiera hacer un pastor cuando la iglesia comienza con un proyecto de construcción de un edificio, normalmente su respuesta es la siguiente: “¡Renuncie!” Supongo que debe estar parcialmente bromeando. ¡No hay nada peor para el desgaste de un pastor que la construcción de un proyecto!

En consecuencia, el ministerio de la revitalización en las iglesias no tan solo refleja el corazón de Dios y el de Pablo, sino que cuando se lleva a cabo de acuerdo a la Palabra de Dios, es una manera práctica y eficaz de suplir las necesidades actuales del cuerpo de Cristo en nuestra tierra. Creo que este tipo de ministerio puede llegar a ser un catalizador del gran avivamiento que desesperadamente necesitamos en Estados Unidos.

La Oportunidad Mundial

La prioridad y el privilegio de la revitalización en las iglesias se extienden, sin embargo, más allá de nuestras fronteras hacia muchos otros lugares alrededor del mundo.

Por ejemplo, En Egipto existe una denominación llamada la Iglesia Presbiteriana Evangélica, que comenzó durante el siglo XIX, según entiendo, por presbiterianos escoceses-irlandeses. En la actualidad, según sé, existen 650 iglesias Presbiterianas Evangélicas que han sido aprobadas y que tienen licencia en Egipto, muchas con sus propios edificios. Sin embargo, las últimas estadísticas que vi, indicaban que tan solo 250 de ellas contaban con pastores y que solamente unas pocas están creciendo. Por lo tanto ¡es aquí donde existe una inmensa oportunidad para impactar grandemente a todo un país y a una cultura completa a través de la revitalización de las iglesias! No tenemos que “introducir escondidamente” ninguna Biblia ni tenemos que ir disimuladamente. El gobierno egipcio permite el funcionamiento de estas iglesias.

¿Se puede imaginar qué sucedería si 650 iglesias resucitaran en Egipto? Eso significaría que habría una revitalización de iglesias no tan solo a nivel local, sino que también a nivel nacional e incluso ¡histórico! Menciono esto ya que hace mucho tiempo atrás este país musulmán fue verdaderamente uno de los centros del Cristianismo. La ciudad de Alejandría, en la boca del Río Nilo, fue el lugar de la mayor biblioteca teológica del mundo antiguo. Los ejércitos musulmanes invadieron el Norte del África cristiano hace muchos años atrás pero nuestro Señor es capaz de volver a ganar aquellas naciones para Sí con las armas del Espíritu y el poder del evangelio. Quizás lo haga a través de la revitalización de muchas iglesias ya existentes ahí.

Otros pastores y yo hemos dado conferencias sobre la revitalización en las iglesias acá en Estados Unidos desde 1992 y recientemente nos hemos dado cuenta que existe un gran interés por este ministerio en otros países. Ahora tenemos la oportunidad de conducir las conferencias “De Las Brasas a las Llamas” en Australia, Nueva Zelanda, Corea, Japón, Uganda, Sudáfrica, Escocia, Irlanda, Inglaterra, Rumania y Francia. La lista sigue creciendo y nos encontramos en un período similar al del Segundo Viaje Misionero de Pablo. La obra del evangelio se ha expandido a través del mundo y ahora es el tiempo no tan solo de seguir plantando iglesias por medio del evangelismo y el discipulado, sino que también es tiempo de comprometernos con la revitalización en las iglesias. ¡Qué Dios nos ayude para usar esta gran oportunidad!

Si bien Dios está plantando iglesias en Estados Unidos y en el extranjero, también está haciendo grandes cosas a través del ministerio de la revitalización en las iglesias. Estoy convencido que lo mejor está aún por llegar, y que este tipo de ministerio se transformará en una parte cada vez más importante de cualquier estrategia misionera nacional e internacional. Si Dios le bendice con el privilegio de ser parte de la revitalización de una iglesia, él le dará la oportunidad, que yo he gozado, de ayudar a otros en el mismo camino, en toda nuestra nación y el mundo.

Para mí, todo comenzó cuando llegué a esa iglesia que se estaba muriendo y que describí en la introducción. Luego de unas semanas ahí, me comencé a preguntar si los “expertos” tenían razón, que la iglesia debía cerrar y cambiarse a campos más fértiles. Recuerdo haber apreciado el fervor de los autores y sus literaturas sobre el tema del crecimiento en las iglesias pero mi intuición me decía que no estaba convencido. Llegué a creer que esta situación se trataba de una prueba para mí, como la que enfrentó Abraham cuando se le dijo que ofreciera a su hijo Isaac. ¿Seguiría en obediencia al llamado de Dios, a pesar de los conflictos externos y la confusión interna? La Biblia dice que Abraham pensaba que “Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Heb. 11:19), y yo por mi parte también creí que él tenía el poder para sanar y renovar a una iglesia que se estaba muriendo. Eso me hizo buscar en las Escrituras todo lo que pude hallar relacionado con la revitalización de las iglesias.

Encontré más de lo que pude imaginar. De hecho, encontré un estudio de un caso específico de una iglesia que había sido en cierto momento una gran iglesia, ¡pero que se encontraba en decadencia y rumbo a la destrucción! Parecía que Dios había puesto esto en la Biblia solo para ayudarme a mí, y a todo quien quiera ver una iglesia renovada por medio de Su gracia. Ese plan divino para la revitalización es el tema del siguiente capítulo.

De las brasas a las llamas

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