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PREFACIO

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Si fuera a comenzar mi ministerio como pastor mañana sabiendo lo que sé hoy, hay un compromiso que elevaría en lo que respeta a la prioridad y la atención. Ese compromiso es el liderazgo. Específicamente, me comprometería a definir con mayor claridad el concepto bíblico de un líder. Después, me comprometería a invertir más tiempo y enfoque en desarrollar líderes comprometidos con dicho concepto bíblico de liderazgo. Finalmente, buscaría maneras de colocarlos o desplegarlos no sólo en la iglesia y en sus familias sino en cada esfera honorable de influencia en nuestra cultura. Si pudiera comenzar mi ministerio nuevamente, ciertamente buscaría ser más consistente en la oración de intercesión y más efectivo como un predicador expositivo de la palabra, y de hecho, no conozco ninguna área prioritaria del ministerio donde no desearía crecer en fidelidad y competencia. Pero la cosa más elevada en mi lista de prioridades es lo que estoy llamando en este libro el liderazgo de las tres D: Definir, desarrollar y desplegar líderes cristianos que sean capaces de transformar la sociedad por medio de un estilo de vida y liderazgo centrados en Cristo e impulsados por el evangelio y quienes de forma intencional busquen ser multiplicadores de sí mismos.

Creo que esto es una estrategia bíblica a la que nuestro Señor claramente dio prioridad en su ministerio público de tres años. También es claro que los grandes movimientos de la historia en general y los movimientos del reino de Dios en particular siempre han sido impulsados por la multiplicación del liderazgo. La palabra de Dios está repleta con una multitud de esos ejemplos. Consistentemente, siempre que Dios decide hacer algo, él llamó a líderes guiados por la gracia y con carácter para iniciar su misión, y ellos a su vez, sin fallar, se multiplicaron a sí mismos por medio de otros líderes.

Aún más, este es un momento increíble de oportunidad a lo largo de todas las culturas de este mundo. El momento ha sido creado por un vacío de buen liderazgo y un fenómeno simultáneo de pesimismo y desanimo en lo concerniente al liderazgo, el cual ha sido creado por los conceptos actuales de liderazgo que dominan nuestro mundo hoy en día.

Quisiera agradecer a mi Señor y Salvador por permitirme conocerle de una forma salvífica y personal y de servirle vocacionalmente. En esa relación, la visión completa de un liderazgo dinámico ha nacido a través de muchos años. Que Nuestro Señor se agrade de bendecir este esfuerzo al tiempo que yo le agradezco por la enorme bendición de servir al Dios trino y a su iglesia y proclamar el evangelio de su reino.

Me gustaría agradecer a Crossway, Allan Fishery y a su equipo completo, también a Rod Gragg quienes me asistieron significativamente en la escritura del manuscrito. A la iglesia presbiteriana de Briarwood, le estoy agradecido al Señor por tener el privilegio de servir junto a ustedes y por el ánimo que recibo, no solamente de nuestros miembros sino también de nuestros ancianos, diáconos y equipo pastoral sin los cuales este esfuerzo no se podría haber finalizado.

Le debo unas gracias enormes a la labor diligente e incansable de mi asistente en el ministerio, Marie Gathings, la consultoría de Tara Miller y la edición preliminar de Linda Waugh. A mi familia, estoy eternamente agradecido. Mis hermanas, Vickie, Amy y Beth junto con sus esposos han sido una fuente constante de ánimo y oración. Alabo al Señor por mis hijos Jennifer, Ike y Abigail, su esposo Ryan y nuestros nietos Brianna, CJ, Mack, Mathias y Taylor. A Cindy, mi preciosa esposa quien es mi inspiración y consejera constante, deseo dedicarle este trabajo especialmente. Quizás más que cualquier otro, ella manifiesta el concepto bíblico del liderazgo como siervo. También deseo hacer un reconocimiento a mi papá y mamá quienes ahora ya viven en la presencia del Señor y quienes me enseñaron de palabra y práctica mucho de lo que después aprendí a conocer como liderazgo cristiano.

En conclusión, a todos los pastores que desean servir al Señor, proclamar el evangelio, equipar a los santos, cumplir la gran comisión, y ver una transformación basada en el evangelio de sus iglesias, de sus comunidades y de su mundo, este libro se les dedica especialmente. Que nuestro Señor los bendiga al tiempo que buscan primero ser fieles por la gracia efectiva de Dios, y segundo, ser influyentes para la gloria de Dios y la preeminencia de Cristo. Que nuestro Señor les permita liderar a su iglesia, basados en el ministerio de la oración y la Palabra, de modo que sus iglesias lleguen a ser una fábrica de líderes y un centro de distribución, y juntos podamos escuchar nuevamente: “Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá” (Hechos 17:6).

El liderazgo y su dinámica

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