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2EN EL MUNDO, PERO NO DEL MUNDO

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“Vosotros sois la luz del mundo. …Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”Mateo 5:14-16

Aparentemente era una pregunta sencilla.

“¿Dónde está tu iglesia?,” me preguntó una persona que acababa de conocer.

“No lo sé,” le respondí honestamente.

“Bueno, ¿cómo esperas que visite yo una iglesia si el pastor ni siquiera sabe dónde está?,” preguntó de buen humor.

“Yo conozco el lugar donde se reúne nuestra iglesia,” le expliqué. “Ahora bien, en cuanto a donde está la iglesia ahora, no lo sé. Una parte puede que esté en la escuela. Algunos pueden estar en un centro comercial. O en casa. O tal vez viajando en coches o en avión. Algunos están en otras partes del país, y algunos incluso en otras partes del mundo.”

Lo que quería expresar, algo que mi nuevo amigo captó de inmediato, era que la iglesia es el pueblo de Dios y que están en todas partes, ocupados en evangelización y discipulado de acuerdo con su estilo de vida. Nuestra congregación se reúne en un lugar determinado en diferentes ocasiones, pero son los miembros, no una estructura de ladrillo y concreto, quienes constituyen la iglesia. Y a la iglesia como a cada cristiano, se le ha ordenado estar en el mundo, pero no ser del mundo. (Juan 17:11, 16)

Ningún aspecto de este mandamiento es fácil de cumplir. Es un verdadero desafío el seguir a Cristo de forma efectiva en el mundo que nos rodea, sobre todo en una cultura norteamericana contemporánea donde los cristianos son considerados una insignificante minoría en un entorno cada vez más hostil. Y en esta sociedad de la información mejorada tecnológicamente, es también cada vez más difícil evitar conformarse al mundo que nos rodea, tanto como creyentes individuales y como congregaciones. Un aspecto de nuestra naturaleza creada por Dios, es nuestro deseo inherente de comunión unos con otros, y parte de nuestra naturaleza humana pecaminosa es la búsqueda constante de recibir afirmación unos de otros. La tentación permanente es pensar que el estar “en Cristo” no es suficiente y que debemos tener la afirmación y aprobación de otros seres humanos. Este impulso es tan grande que con frecuencia nos puede conducir a buscar agradar al hombre antes que a Dios.

Trampas que Vienen del Mundo

Buena parte del liderazgo de la iglesia de hoy puede tener buenas intenciones, pero está condenado al fracaso. ¿Por qué? Porque es un liderazgo que ha caído hasta el punto de adaptarse culturalmente impulsado por el deseo de ser bien recibido por esa cultura. En la cultura de hoy “dios” está de moda pero Jesús no. Se acepta la espiritualidad pero no el Cristianismo. Se busca la religión pero se rechaza el Evangelio. De hecho Jesús, el Cristianismo y el Evangelio están más que fuera de moda: son un escándalo. El resultado de líderes que desean la afirmación de esta cultura contemporánea es que redefinen a Jesús como un terapeuta o un consejero para el éxito; redefinen el Cristianismo en términos de éxito y auto-promoción y redefinen el Evangelio en términos de prosperidad material, terapia, sicología popular y una guía de auto-ayuda para la vida. Además, estos líderes tienen miedo a nadar en contra de la encrespada ola de la oposición cultural y, lo que es peor, en su búsqueda de la afirmación cultural, comprometen la esencia del Evangelio y el llamado de la iglesia. El liderazgo de hoy ha perdido la confianza en el poder de la Palabra de Dios, y más específicamente en el poder del Evangelio. En su temor al rechazo y con una incesante necesidad de la aceptación popular han inyectado a la iglesia con esteroides culturales para hacerla “pertinente y aceptable”, con la esperanza de que de alguna manera el resultado sea que entonces la gente “acepte” a Jesús y la iglesia sea más grande y más fuerte y por lo tanto más influyente. El mundo del deporte nos ofrece el ejemplo de algunos atletas que en su deseo de ser más fuertes o más rápidos recurren a la solución rápida de los esteroides. Obtienen rápidamente los resultados deseados pero a un gran riesgo de su futuro y su salud. Del mismo modo, las tácticas de adaptación cultural en la iglesia mediante la inyección de los valores dominantes de la cultura pueden inflar temporalmente los números en los asientos pero llevan a las congregaciones a su eventual destrucción. “Hay camino que parece derecho al hombre,” de acuerdo con Proverbios 16:25, “pero su fin es camino de muerte.” La iglesia, “el cuerpo de Cristo” inyectada con estos esteroides culturales puede, como el atleta, ganar un inmediato embellecimiento de tamaño y aclamación pero en la realidad, estos líderes habrán inyectado una enfermedad y muerte eventuales en el cuerpo de creyentes que dirigen.

Por supuesto que queremos comunicación efectiva dentro del contexto cultural que nos rodea, ya sea que nuestra congregación esté en Kenia o en Kansas, pero debemos estar decididos a no sustituir la fidelidad bíblica por una adaptación cultural, todo esto bajo el pretexto de una contextualización cultural y eficiencia misionera. Por ejemplo, cuando la adoración pasa de estar centrada en Dios a estar centrada en el hombre, es porque ha ocurrido una adaptación cultural y el liderazgo de la iglesia eligió la aceptación y una supuesta eficacia sobre la fidelidad y los principios. Cuando una iglesia se aparta de la adoración centrada en Dios, incluso por motivaciones aparentemente nobles, con el tiempo se apartará del mismo Evangelio. ¿Cómo puedo estar tan seguro de eso? Es muy sencillo: el evangelio está diseñado para discipular creyentes y llevarlos a un punto de madurez en el que aman “la alabanza de la gloria de su gracia” (Efesios 1:6). Cuando el cuerpo de Cristo pierde la adoración centrada en Dios, también pierde el propósito del llamado del evangelio que es traer adoración y gloria a Dios. Las tácticas centradas en el hombre pueden acarrear grandes números, pero la realidad es que esa será solamente una ilusión de crecimiento. El hecho de usar el mismo concepto que atrae una gran multitud a un evento deportivo o a un concierto de rock no garantiza la efectividad si los medios son contraproducentes al contenido y finalidad del mensaje y de la misión. Esta clase de crecimiento se describe en 1 Corintios 3:12 como “madera, heno, hojarasca” (RVA) en lugar de el “oro, plata, piedras preciosas” que es creado por un discipulado centrado en Cristo.

Eventualmente llega la destrucción al perder la iglesia su mensaje y su misión. Los métodos siempre afectan el mensaje. La Biblia nos da muchos ejemplos de adaptación cultural y de su seguro fracaso final. Consideremos a Lot, quien aparentemente fue un creyente bien intencionado (2 Pedro 2:8). En primer lugar, Lot “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma” (Génesis 13:12). Después nos encontramos que vivía en una “casa” dentro de la ciudad. Eventualmente se le halló sentado a las “puertas de Sodoma,” lo que al parecer significa que se había convertido en un anciano de la ciudad. Los insistentes cantos de sirena de la cultura de Sodoma lo integraron gradualmente a esa cultura, sofocó su testimonio y cuando finalmente habló en defensa de sus huéspedes surgió con creces la falta de respeto de la población de la ciudad y reveló un odio vehemente a este hombre disminuido, que si bien estaba abrumado en su alma justa, perdió todo testimonio y fue de hecho un objeto de burla. No sólo su adaptación falló en tratar de influir en la cultura que lo rodeaba sino que también perdió el respeto de sus conciudadanos. Eso es obvio por la forma en que los sodomitas se burlaron y amenazaron cuando trató de proteger a los ángeles a quienes Dios había enviado para rescatarlo a él y a su familia. (Génesis 19:4-11) En lugar de actuar como la bíblica luz del mundo, fue asimilado completamente en la cultura secular sin resultados positivos. No sólo fracasó en tratar de transformar la cultura, sino que tanto él como su familia se conformaron a ella.

Adaptación Cultural

Este fenómeno le está ocurriendo a una velocidad asombrosa a la iglesia norteamericana de hoy. En el nombre de la relevancia cultural, muchas congregaciones han sido llevadas por sus líderes más allá de la línea de la adaptación cultural. Han plantado su tienda cerca de Sodoma. De hecho, algunos líderes de la iglesia han comprado una casa en Sodoma, pensando que están haciendo relevantes a la iglesia y su mensaje cuando en realidad es todo lo contrario. Así como Lot, los líderes de iglesia que eligen los modelos mundanos de liderazgo, con el tiempo sufren la pérdida de respeto y pérdida de voz así como también lo perderán sus iglesias. En el trayecto, aunque tal vez aumente la asistencia, estos líderes rebeldes también habrán comprometido su capacidad de equipar a sus miembros a evitar caer en la adaptación personal con el mundo. ¡Qué trágica es esta inevitable consecuencia para los miembros de la iglesia y sus familias! Los cristianos en Estados Unidos necesitan desesperadamente que la iglesia local se mantenga en su tarea: dar testimonio al mundo sin llegar a ser como el mundo y por lo tanto hay una necesidad urgente de líderes que marquen el paso.

La Adaptación Cultural es fácil hoy en día. Atrás quedó el día en que la cosmovisión judeocristiana definía nuestra cultura alentando así a las personas a hacer lo que era correcto y desalentar lo que estaba mal. Vivir para el Señor día a día es hoy más difícil que nunca en la cultura de Estados Unidos. Los cristianos apasionados y fieles nadan contra la corriente cultural en cuanto a una multitud de temas, nacionales y personales también. La batalla no es sólo con los llamados temas sociales: la amenaza del matrimonio entre personas del mismo sexo o la pérdida de las libertades religiosas, por ejemplo, sino también con cuestiones domésticas, cercanas y personales. Por ejemplo, algunos padres de mi iglesia se acercaron a mí con un dilema de la vida real que si bien nunca aparecería en el noticiero de la noche, era muy importante para ellos. Era también típico de las cosas que los creyentes norteamericanos y sus familias están combatiendo hoy.

“Pastor Reeder”, me explicaron, “queremos honrar el día del Señor, pero los programas deportivos de nuestros hijos son el domingo.” Nos sentamos y escuché su historia. Su liga deportiva local programaba práctica los domingos. ¿Debían sus familias faltar al culto para asistir a la práctica de pelota? ¿Debían sacar a sus hijos de los equipos? Finalmente decidieron, correctamente, que la obediencia a la Escritura y la adoración de la familia en el día del Señor era mucho más importante que los equipos deportivos. Esto puede parecer una opción obvia para algunos lectores, pero no es la norma. En las familias de la cultura actual, centradas en los niños, se necesitó valor y convicción para tomar la decisión correcta; la clase de valor y convicción que los líderes de la iglesia deben tener de modelo si desean animar a los miembros y sus familias.

Al dirigir a estos padres a la resolución de su problema mediante las Escrituras, pensé en mi propia infancia en el Sur de Estados Unidos en la década de 1950. Teníamos algunas cuestiones importantes que necesitaban tratarse en aquel tiempo y lugar, pero tener que elegir entre el culto dominical y la práctica deportiva no era una de ellas. De hecho, los programas deportivos no sólo son actividades que deben evitarse los domingos, sino que ni siquiera se deben programar prácticas o juegos los miércoles por la noche cuando se llevan a cabo de forma rutinaria los servicios religiosos entre semana. ¿Por qué no? ¿La cultura de los años 50 era más sensible al calendario de adoración y la oración de la iglesia cristiana? Sin duda lo era, hasta cierto punto, pero esa no fue la razón principal por la que los equipos deportivos cancelaron los juegos y prácticas de domingo y miércoles por la noche. La razón principal fue que no habrían tenido suficientes jugadores para desarrollarlas si los cristianos comprometidos estaban ausentes. Y la mayoría habría de hecho estado ausente. Los cristianos se conectaban con la sociedad al jugar en las ligas de la comunidad de la época, pero también tenían como prioridad su obediencia bíblica y su compromiso con la iglesia de Cristo y la adoración del Día del Señor. En respuesta, la cultura imperante se vio afectada por su fe y se conformó a ella. Los líderes de la Iglesia de la época enseñaban que el día del Señor es sagrado, es un don de Dios y es un medio esencial de la gracia en la vida de un cristiano. Bajo la influencia de un liderazgo basado en la Biblia, los cristianos usaban el día del Señor para adorar, descansar y estar con sus familias. A diferencia de lo que hoy ocurre, la necesidad que tienen los padres de una relación con el niño no se imponía a su deber de ser un padre y tomar la decisión correcta aún si no contaba con la aprobación de su hijo. No ponían todo de lado para ir a jugar a la pelota. Y si los cristianos no se presentaban, los equipos no funcionaban. Por lo tanto, las ligas deportivas ajustaron sus horarios a las necesidades de los creyentes, no a la inversa.

Hoy no es así. La adaptación cultural por parte de la iglesia realmente disminuye nuestra oportunidad de influir en la cultura que nos rodea. Sí, algunos líderes argumentan que esta adaptación mejora el evangelismo. ¡Pero por favor recuerden que la verdadera efectividad nunca se logra a costa de la fidelidad! Cuando el deseo de un niño de jugar a la pelota llega a ser más importante para los padres cristianos que la adoración del domingo, es una falla de la iglesia local y sus dirigentes. La familia está siendo “discipulada” por la cultura, en vez de ser discipulada por la iglesia. Claro que se nos manda a conectarnos con la cultura que nos rodea, pero debemos hacerlo en obediencia, no en desobediencia a la Palabra de Dios. Recuerden, estamos llamados por Nuestro Señor a estar “en el mundo” pero no “del mundo”. ( Juan 17:11, 16) Eventualmente, la adaptación irreflexiva al mundo se convierte en una capitulación ante el mundo y nuestro testimonio del Señor se vuelve inútil.

Tradicionalismo

Por otra parte, los líderes de la iglesia no deben permitir que sus congregaciones reaccionen a la tendencia de adaptación con una caída en la pendiente resbaladiza del tradicionalismo. La tendencia reaccionaria de hacer de la iglesia local un museo religioso solo concentrado en logros pasados es tanto anti-bíblica como ineficaz. La iglesia debe ser un movimiento del Reino de Dios para transformar el presente y cambiar el futuro, no un monumento del pasado o un museo de nostalgia religiosa. Considéralo de esta manera: un hombre decide poner su lancha en un cobertizo porque no quiere que se hunda. Tiene razón, la lancha no se hundirá si está en el cobertizo. Pero también se vuelve absolutamente inútil como lancha. Si la iglesia se sale del mundo en un intento de evitar el compromiso, no se la puede culpar de acomodarse a él, pero se volverá inútil, al igual que la lancha. Este tipo de liderazgo antibíblico y reaccionario en la iglesia norteamericana contemporánea aísla del mundo a sus miembros a fin de mantenerse “puros” y fieles al mensaje o los alienta a adaptarse al mundo con la noción equivocada de ser “relevante y eficaz”. En lugar de este liderazgo deficiente, los cristianos de Estados Unidos necesitan líderes transformadores que confíen en el Espíritu Santo y en el poder de la Palabra y que sean ejemplos vivientes de ello.

El Método de Dios

Por un lado tenemos que evitar el deslizamiento por la pendiente traicionera de la adaptación y por el otro la pendiente igualmente peligrosa del tradicionalismo y el aislamiento. En cambio, el llamado de Dios a nosotros es el de estar en la cima, el punto de tensión que es la verdad de Dios vivida y predicada en amor. Solos no podemos hacerlo; se requiere del conocimiento de la Palabra y confianza en el poder del Espíritu de Dios. Así es como el liderazgo bíblico hace la obra del Señor: predicando el evangelio y haciendo discípulos de acuerdo a la Palabra y por medio del Espíritu Santo. Recuerde, la gracia transformadora de Dios se encuentra con la gente en su condición real. Nadie tiene que lograr ser “mejor” para acercarse a Jesús. Esta gloriosa verdad de la Escritura se resume bien en la letra del gran himno “Tal como soy, de pecador, sin más confianza que tu amor”, y se afirma en el himno “Roca de la Eternidad” que dice: “Nada traigo para Ti, mas tu cruz es mi sostén,”. Y alabado sea el Señor, cuando nos acercamos a él tal cual somos, Él nunca nos dejará en el mismo estado. Somos salvos solo por la fe, solo a través de la gracia, solo en Cristo, pero por el amor de Cristo, la fe y la gracia nunca están solas. Cuando se capacita en la gracia a aquellos quienes Dios ha salvado a través del liderazgo bíblico, entonces el poder transformador del Evangelio que obra dentro de ellos y sobre ellos fluirá de sus labios y sus vidas para atraer y llevar a los hombres y mujeres del mundo a Cristo y Su reino, al tiempo que ellos buscan y salvan lo que se había perdido (Ver Luc. 19:10). La Gracia de Dios es gloriosa, todopoderosa, y como dice el escritor del himno, es “más grande que todos nuestros pecados.” No sólo redime a los pecadores, sino que los transforma. Un líder lleno de gracia se convertirá en un líder transformado y, finalmente, en un líder transformador. Comprometido con el verdadero evangelismo y a hacer discípulos, logrará que se desate la iglesia de Dios como un agente de cambio en la sociedad que la rodea. Esto pasó con Moisés, David y Pablo, y todavía puede suceder hoy en día cuando definamos, desarrollemos y despleguemos estos líderes en la iglesia y los enviemos al mundo. Este poder transformador del evangelio cambia hombres y mujeres. Cuando cambian, cambian sus familias. Cuando las familias cambian, cambian sus vecindarios. Cuando cambian los vecindarios, las ciudades cambian. Cuando las ciudades cambian, las naciones cambian. Y cuando las naciones cambian, el mundo es trastornado.

Comencemos con el ahora. Vivimos en una nueva edad de las tinieblas. Sin embargo, debemos recordar que la luz brilla más intensamente en la oscuridad. Tenemos hoy una gran oportunidad ante nosotros en los Estados Unidos: la oportunidad de regresar a la luz a nuestra nación en tinieblas. Para hacerlo, debemos dejar a un lado lo que es falso y abrazar lo que es verdadero. Dejemos a un lado las falsas promesas de la adaptación cultural y la falsa seguridad del tradicionalismo. Debemos comenzar abrazando la verdad mediante la aplicación deliberada del modelo bíblico de multiplicación de líderes fieles y eficaces, centrados en Cristo, guiados por el Evangelio y que por lo tanto están “en el mundo” pero no son “del mundo”. En nuestro mundo de tinieblas, que se haga la luz, la luz del Evangelio de Cristo que brilla en su iglesia “como una ciudad asentada sobre un monte” (Mateo 5:14) ¿Cómo alcanzar esa meta? Es asombrosamente sencillo; Cristo, en sus tres años de ministerio nos dio el ejemplo al dar prioridad deliberadamente a definir, desarrollar y desplegar a líderes que a su vez producen más líderes para impactar a un mundo hostil y pagano por medio de la difusión del Evangelio y la formación de discípulos. Discípulos que no buscan la afirmación cultural sino que logran una transformación cultural. En resumen: líderes cristianos que pueden trastornar al mundo. Ahora bien, ¿de dónde salen tales líderes?

El liderazgo y su dinámica

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