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“Trompeta de plata”

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Los primeros adventistas que escucharon esta visión revelada inmediatamente recordaron la trompeta de 1 Tesalonicenses 4, cuando las tumbas se abren y se reúnen los viejos amigos. Posiblemente hoy no existan palabras en la Tierra que puedan abarcar todo lo que los creyentes leales de todas las edades oirán, verán y pensarán. ¡Nuestra única respuesta a esta visión es reconsagrar nuestra vida para estar allí!

Durante sus setenta años de ministerio, Elena de White se refirió a la metáfora del sendero angosto al menos 135 veces. En el fragmento siguiente de una carta a un joven que estaba en peligro de desviarse del camino, Elena muestra su claridad mental y moral:

Se me han mostrado los peligros que acechan a los jóvenes. Sus corazones están llenos de altas aspiraciones y ven la carretera descendente sembrada de tentadores placeres de aspecto atractivo, pero la muerte es su final. La estrecha senda hacia la vida quizá les parezca desprovista de atractivos, llena de cardos y espinas, pero no es así. Es la senda que requiere la negación de los placeres pecaminosos; es estrecha, para que aquellos a quienes el Señor rescató puedan andar por ella. Nadie puede andar por esa senda y cargar con el fardo del orgullo, la obstinación, el engaño, la falsedad, la deshonestidad, las pasiones y las concupiscencias carnales. La senda es tan estrecha que quienes anden por ella deberán dejar esas cosas. Sin embargo, la carretera ancha y cómoda tiene la suficiente amplitud para que los pecadores viajen por ella con todas sus tendencias pecaminosas.

Joven, si rechazas a Satanás y todas sus tentaciones, podrás andar sobre las huellas del Redentor, y gozar la paz del cielo y el gozo de Cristo. La concupiscencia del pecado no traerá consigo la felicidad. Podrás engañarte y creer que eres feliz, pero no podrás conocer la verdadera felicidad. El carácter se deforma con la complacencia en el pecado. El peligro está al acecho en cada escalón que se desciende y los que podrían ayudar a los jóvenes no se dan cuenta de ello. No se manifiesta el tierno y amable interés que debiera mostrarse por los jóvenes. Muchos podrían ser protegidos de influencias pecaminosas si estuvieran rodeados de buenas amistades y escucharan palabras amables y amorosas. 4

Esta primera visión de unas dos mil que vendrían durante los siguientes setenta años fija el rumbo para millones de creyentes adventistas. Su claridad gráfica es difícil de olvidar. Nadie puede leerla cuidadosamente y alegar desconocimiento en la segunda venida.

Hoy podemos agradecer a Dios, al igual que aquellos primeros adventistas, porque él se inclina hasta los creyentes confundidos incluso de la actualidad, y enciende una luz en la senda de cada persona. Y continúa demostrándonos hoy cómo permanecer en ese sendero angosto. La luz se vuelve más fuerte y la seguridad se profundiza mientras anhelamos escuchar las trompetas y el sonido silbante de las alas de los ángeles cuando reúnan a los que estuvieron separados durante tanto tiempo, para aquel viaje a la Ciudad Santa.

1 Primeros escritos, p. 13.

2 Ibíd., pp. 14-16.

3 Carta 3, 1847.

4 Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 357, 358.

Los que vieron... y creyeron

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