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Tan sólo debo esperar la primavera...”

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Amo las plantas. Por eso trato que en mi jardín siempre haya ramas verdes y flores. Hace cuatro años planté una enredadera que era apenas un hilo verde. La regué y la cuidé celosamente, y a los seis meses ya cubría toda una pared. Era realmente hermosa, pues entre el verde oscuro de sus hojas dejaba asomar unas bellísimas campanas de color naranja. Es difícil explicar lo que sentía mi corazón cuando me paraba frente a ella a contemplarla. Hace quince días me visitó un querido sobrino que es agrónomo de profesión: “Tía, es tiempo de poda”, me dijo, “si quieres puedo podar las plantas”.

“Está bien, hazlo”, le respondí como quien pone en sus manos un tesoro. “Él sabe, estudió para eso”, pensé para mi misma y me tranquilicé.

Lo dejé y salí a hacer algunas compras. Al regresar, casi dejo caer una bolsa que traía en mis manos. Me quedé muda, perpleja. Aquella enorme enredadera verde, que cubría una vieja pared, había prácticamente desaparecido. Se había transformado por obra y gracia de una tijera, en desnudos troncos retorcidos y entrecruzados.

Traté de disimular mi asombro y mi tristeza, y respirando hondo le dije: “Creía que cortarías tan sólo algunas ramitas... ¡Estaba tan verde y linda!”

Mi sobrino, cariñoso como pocos, dándose cuenta de mi pena me consoló: “No te preocupes tía... tan sólo debes esperar hasta la primavera”. Y para mi asombro, agregó: “Se veía verde por fuera, pero por abajo tenía todas las ramas secas”.

Querida amiga: esta sencilla vivencia me hizo pensar en todas las veces que he cuestionado al Podador Divino. Al que sabe. Lo he hecho porque ha podado y cortado situaciones que parecían “verse bien”. Pero en realidad, estaban secas por debajo. Y Él lo sabía.

Quiero aprender a no quejarme más cada vez que siento el dolor de la tijera. A soportar si Él decide quitar algunas ramas. A no entristecerme si alguna vez me veo como un tronco retorcido y desnudo.

Estoy segura que si le preguntara:

¿Por qué, Señor? ¿No ves que me duele?

Él, con su sonrisa me diría:

“Tan solo debes esperar la primavera”.

Collar de perlas

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