Читать книгу La carrera digital - Ignacio G.R. Gavilán - Страница 9

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El tartán se desliza bajo mis deportivas.

Como casi todos los fines de semana, me he impuesto el objetivo de correr diez kilómetros en la pista cercana a mi hogar. Y ahora estoy en medio de esa pista, una pista que comparto con decenas de otros corredores y algún paseante despistado. Siento las gotas de sudor resbalar por mi frente. Escucho mi respiración, agitada pero constante. Siento el latido levemente desbocado de mi corazón. Y me esfuerzo por seguir adelante sin ceder en mi ritmo.

Por el camino adelanto a muchos corredores, quizá menos preparados, quizá más cansados. A veces, para poder superarles sin tropezar con ellos o con otros corredores ligeramente más adelantados tengo que realizar un pequeño acelerón.

Pero también yo soy adelantado por otros runners más jóvenes, más ágiles o mejor preparados. A veces, el adelantamiento es lento y quien me supera está a mi lado durante bastantes segundos, e incluso minutos. En otras ocasiones, sin embargo, el adelantamiento es poco menos que meteórico y pierdo de vista rápidamente al corredor que me ha superado. Tal vez se trata de un verdadero atleta, tal vez está realizando series.

Correr es analógico. Es físico y es analógico. Mis piernas son físicas y son analógicas. Mi respiración es física y es analógica. El latido de mi corazón es físico y es analógico.

Pero mi experiencia de carrera tiene algo de digital.

En mi muñeca luzco un pulsómetro. Un pequeño equipo digital de aspecto similar a un reloj y que, aparte de todas las funciones de reloj, está dotado de GPS y se comunica mediante bluetooth con un sensor que llevo en mi pecho, por debajo de la camiseta. El pulsómetro sabe dónde me encuentro, las zancadas que doy, la distancia que recorro, mi ritmo de carrera y mis pulsaciones. Si lo deseo, puede indicarme los pasos kilométricos para controlar mejor cómo lo estoy haciendo. Incluso estima las kilocalorías que consumo.

Cuando llego a casa, conecto el pulsómetro con mi ordenador personal y este recoge toda la información y la vuelca en un servidor. A partir de ahí, me permite conocer mi evolución, compartirla con comunidades de corredores y muchísimas otras posibilidades adicionales.

La información que maneja mi pulsómetro es digital. Es lógica y es digital. GPS es digital. Bluetooth es digital. La aplicación que me permite conocerme y compartir resultados y desafíos con otros corredores es digital. Es lógica y es digital.

Y lo digital complementa y mejora la experiencia de carrera.

Gracias a mi pulsómetro me conozco mejor como corredor. Sé cuál es mi ritmo normal por kilómetro. Sé las zancadas por minuto que comúnmente realizo. Cuando corro, sé exactamente si estoy en el nivel habitual o no. Sé si estoy mejorando mi rendimiento o todo lo contario.

Además, el pulsómetro me desafía a ir a más. Al ser consciente de mi realidad y la de otros, despierta en mí el afán de superación, de hacerlo mejor, de correr más distancia o hacer mejor tiempo. Si, a pesar de todos los buenos propósitos, en el día a día permanezco mucho tiempo inactivo, el propio pulsómetro me advierte de mi sedentarismo y de que ya va siendo hora de hacer ejercicio. Y casi me obliga a incorporarme y empezar a moverme.

Así es el mundo digital.

Un mundo que nos brinda nuevas posibilidades de mejorar nuestras experiencias personales y nuestro ocio. Y también la oportunidad de enriquecer nuestra actividad laboral, de ser más eficaces y eficientes.

Más allá del plano personal, también las empresas y las organizaciones se encuentran ante un mundo pleno de posibilidades, de nuevos desafíos y nuevas oportunidades. Lo digital habilita la definición y comercialización de nuevos productos y servicios, permite rehacer los procesos de negocio en busca de mayores eficiencias y posibilita nuevas estrategias y nuevos modelos de negocio más competitivos. Y para adaptarse a la nueva realidad y sacar partido de lo que el mundo digital trae consigo, las empresas deben cambiar, deben transformarse. Y a eso es a lo que se le denomina transformación digital.

La transformación digital de las organizaciones es como una carrera. Una carrera mucho más larga que mis diez kilómetros, puesto que lo digital está aquí para quedarse y, además, sus manifestaciones, sus logros, sus frutos y sus posibilidades, estoy convencido, no han hecho sino empezar a mostrarse.

Y en esa carrera más vale no ser ni un paseante despistado ni un corredor de los lentos, porque otros corredores, otras compañías, van a toda velocidad y corremos el riesgo de ser adelantados meteóricamente y perder rápidamente de vista a nuestra competencia en el horizonte del mercado.

Una carrera, esta de la transformación digital, en la que, aunque conviene mantener un ritmo, también pueden resultar necesarios los acelerones, bien para responder a una disrupción o inminente amenaza competitiva, bien para aprovechar una oportunidad de negocio o diferenciación efímera.

Los buenos corredores se conocen a sí mismos, los tiempos que son capaces de realizar, sus pulsaciones habituales y el ritmo que son capaces de mantener. Y cuando compiten también conocen en detalle a sus rivales y el trazado por el que va a discurrir su próximo desafío.

Además, son muy exigentes y rigurosos en sus entrenamientos. Son metódicos en la cadencia, distancia y actividades de sus sesiones de trabajo, y planifican y ejecutan escrupulosamente su puesta a punto para una carrera difícil.

Pero, además, tienen una gran determinación y fe en sí mismos y son, en cierto modo, soñadores. Aspiran a mejorar sus marcas y sus clasificaciones en las carreras y trabajan sin descanso para conseguirlo, guiados por una gran constancia, determinación y fe en su capacidad para lograr sus objetivos y sus metas.

Conocimiento, rigor y fe. Ese es el camino para mejorar como corredores y ese es el camino para una transformación digital exitosa. En realidad, es el camino para cualquier iniciativa ambiciosa, como es una gran carrera o como es la transformación digital de una compañía.

En este libro vamos a hablar de transformación digital desde esos tres valores: el conocimiento, el rigor y la fe.

Desde el conocimiento, veremos qué es lo digital, cuál es su naturaleza profunda y sus características diferenciales y, sobre todo, qué es lo que dota a lo digital de esa inmensa capacidad de disrupción y transformación de empresas y sectores.

Todavía desde la perspectiva del conocimiento, repasaremos tanto la realidad digital actual como las principales tendencias en el desarrollo tecnológico y las oportunidades y desafíos que plantean a las corporaciones. Hablaremos, de forma concisa pero rigurosa, de realidad aumentada e Internet de las cosas, de automatización robótica y blockchain, de big data e inteligencia artificial… Y de cada una de estas tecnologías realizaremos un resumen breve pero claro, descriptivo y realista de su naturaleza y situación, así como de las posibilidades que ofrece actualmente o puede ofrecer en un próximo futuro.

Pasando ahora al rigor, el libro ofrece un método ordenado y basado en las mejores prácticas de gestión, pero muy especialmente en el análisis estratégico y en la dirección de proyectos, para recorrer el camino que va desde ese mundo inmenso de posibilidades digitales hasta la implementación de iniciativas concretas en empresas concretas con realidades concretas.

Finalmente, y ya dentro del campo de la fe, hablaremos de gestión del cambio, de transformación cultural y de liderazgo.

Ese es el plan del libro.

Ese es el plan en el que creo profundamente para conseguir la acción digital, es decir, la aplicación rigurosa, real y concreta de la transformación digital en las empresas para conseguir resultados.

No se trata de un viaje.

No se trata de un paseo.

Se trata de una carrera…

…y ya ha finalizado el calentamiento.

¿Preparado?

La carrera digital

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