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La noción de artesanía en Chile

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Sabemos que la palabra industria es un invento relativamente nuevo. Ese vocablo no figura en ninguna de las cartas, declaraciones y memoriales que se intercambiaron a propósito de la creación de la primera escuela de dibujo y aritmética destinada a la preparación y calificación de artesanos mayores en Chile6 . La palabra artesanía, en cambio, es posible verla en Chile a propósito del intercambio epistolar entre Manuel de Salas y la Corona de España hacia 1780.

La artesanía la entendemos en nuestra sociedad desde el siglo XVIII como un proceso semiindustrial, básicamente manual o de tecnologías básicas, que se instala en el terreno de las actividades laborales y obliga a sus cultores a un proceso de búsqueda y perfeccionamiento técnico, pero también de sostenimiento de lo alcanzado y logrado, momento en que lo llamamos patrimonio. La artesanía que nos interesa en esta investigación es fundamentalmente –aunque no exclusivamente– una actividad orientada a la producción de objetos, de aparatos, artefactos, ya sea de carácter ornamental, utilitario, lúdico o simbólico. Se subentiende, o más bien dicho generalmente se da por sentado, que la artesanía tiene un arraigo histórico y cultural de base social, centrado en la herencia de nuestros antepasados, lo que, como ya vimos, aproxima el término a la noción de folclor. En este sentido, cuando hablamos de artesanía tradicional, la palabra patrimonio nos queda muy cerca.

Si recorremos la historia chilena en busca de la aplicación de la palabra artesanía, nos encontraremos en la Colonia exactamente en 1779, cuando la creación de la Academia de San Luis, ya mencionada, se justificaba por la creciente necesidad de perfeccionar los oficios tradicionales de la protoindustria colonial. La producción de esta protoindustria estaba en manos de unos pocos personajes adiestrados en tareas manuales y de bajo perfil tecnológico: los denominados artesanos. Conscientes de esta precaria situación, España instruye a sus colonias para mejorar la calidad de su naciente industria, y es así como nacen los gremios de artesanos mayores, orientados a perfeccionar y formar la mano de obra técnica basada en oficios y aplicable a procesos semiindustriales e industriales en busca de mejorar la calidad y tamaño de la producción. La Academia de San Luis nace como institución orientada a dar enseñanza en disciplinas básicas para el adiestramiento de artesanos. El artesano en esta estructura social era, en esos tiempos, aquel que hoy conocemos como el profesional o técnico-profesional; es decir, la noción de artesanía era completamente diferente a lo que pensamos y sabemos hoy sobre dicho concepto.

Muchos de los estudiantes de la Academia eran artesanos, a quienes –de acuerdo con el Reglamento– para pasar a la tercera etapa, denominada «maestro» (de artesanos), se les recomendaba saber dibujar (Villegas 2008, 162).

Plateros, canteros, alfareros, alarifes, cordeleros, mueblistas, trazadores, dibujantes, forjadores, fundidores y una gran cantidad de subespecializaciones, como peleteros, ebanistas, talabarteros, fabricantes de herramientas y vaciadores, tejedores textiles y bordadores, etc., se formaban al alero de algunos especialistas maestros que satisfacían las demandas del comercio, la industria, la administración colonial, incluso de la iglesia y otras instituciones. Hasta la creación de la Academia de San Luis, que tuvo en sus planes impartir cursos de aritmética, letras, religión, dibujo y química (para los mineros), la formación de artesanos mayores se realizaba en talleres de oficios, a cargo de un maestro que acogía a un grupo reducido de jóvenes estudiantes, o artesanos aprendices.

La formación del artesano era hasta 1797 un asunto casi familiar, informal y abarcaba casi todas las esferas de la vida del estudiante. Podemos leer en el artículo 8 del Reglamento del gremio de plateros del 9 de abril de 1802:

8.º Durante este tiempo, será obligación del maestro enseñarle el oficio y la doctrina cristiana, darle buen ejemplo, procurar que aprenda á leer, escribir, la aritmética vulgar y el dibujo, como requisitos todos, sin los que jamás podrá poner tienda pública. Deberá vestirlo modestamente, darle alimentos y cama proporcionada a un muchacho pobre […]. (Reglamento del Gremio de Plateros, Biblioteca Nacional de Chile)

Fue Pedro Rodríguez, conde de Campomanes7 , quien definió el oficio de artesano por clase social, distinguiendo el artesano mayor o profesional, y el sujeto en formación o artesano aprendiz. Así, un alarife –por ejemplo– era el artesano encargado de proyectar y construir en la ciudad; era el actual arquitecto; y el cantero y el fundidor –por ejemplo– eran la masa de técnicos básicos que se encontraba un peldaño más abajo. Otras diferencias de clase marcadas por el oficio la podemos encontrar en el diseñador de espadas y cuchillos y el vaciador, o entre el artesano experto en moldes de yeso y el tallador, quienes se ocupaban de los originales para iglesias, palacios y conventos.

Las clases sociales organizaban las diferencias de rango, peso y especialización de las materias y actividades contenidas en la economía colonial; se era artesano por tradición, pero se llegaba a artesano mayor (desde 1797) por formación con certificación del Estado.

A través de los años, muchos oficios, inicialmente contemplados bajo la óptica de la artesanía tradicional, cambiaron su orientación, transformándose con el tiempo en industrias, forzados a una adaptación propia de la evolución industrial; de otra forma morirían. Es el caso de la industria textil y la artesanía de cordeles, que nace con fuerza con la industria del lino y del cáñamo, respectivamente, mientras las navieras requirieran velamen, cabos trenzados (espías) y cordeles (torcidos) para los grandes buques mercantes en pleno siglo XVIII. Rápidamente la industria del lino crece y se desarrolla, abandonando –en el siglo XIX– su carácter artesanal. Lo mismo ocurre en la arquitectura con los trazadores y otros oficios que, en tanto alcanzaron una escala mayor, fueron incorporados a los procesos industriales más avanzados.

Debo insistir en algo que ya está claro: la palabra artesanía significaba en 1779 algo bastante distinto a lo que conocemos hoy.

Iniciado el siglo XX, fue la Escuela de Artes Decorativas, dependiente de la Academia de Bellas Artes, la institución que cobijó y facilitó el desarrollo de la artesanía en Chile hasta 1927, momento de su cierre. En 1929 se realizó un intento por vincular la noción de bellas artes a una suerte de industria formal basada en una producción de objetos funcionales. Iniciada la década de los años treinta, la Escuela de Artes Aplicadas, heredera y continuadora de la Escuela de Artes Decorativas, ofrecía el certificado de artesanía general. Pero hacia mediados del siglo XX la palabra artesanía había mutado y ya significaba algo completamente diferente. La artesanía era un oficio marcado por una tecnología precaria, generalmente transmitida por varias generaciones, de difícil adaptación a los cambios industriales y tecnológicos. Los artesanos del siglo XVIII desaparecieron; los oficios se transformaron en profesiones y la formación quedaba en manos de universidades y centros técnicos.

1 Grabador nacido en Concepción en 1930. Gran dibujante y litógrafo, fue alumno de Gregorio de la Fuente. Ejerció como docente en la Escuela de Arte UC. Dos veces ganador de la Bienal Americana de Grabado. Falleció en Santiago de Chile el 5 de junio de 2014.

2 Ngütamchefe o componedores de huesos del pueblo mapuche en Tirúa (Chile) fueron distinguidos como Tesoros Humanos Vivos por la UNESCO en 2014.

3 UNESCO and ITC International Symposium on Craft and the International Market: trade and custom codification. 6 al 8 de octubre de 1997. Manila.

4 «Los productos artesanales son aquellos producidos por artesanos, ya sea completamente a mano o con la ayuda de herramientas manuales o incluso mecánicas, siempre que la contribución manual directa del artesano siga siendo el componente más sustancial del producto terminado. Estos se producen sin restricciones en términos de cantidad y utilizando materias primas de recursos sostenibles. La naturaleza especial de los productos artesanales se deriva de sus características distintivas, que pueden ser utilitarias, estéticas, artísticas, creativas, culturalmente vinculadas, decorativas, funcionales, tradicionales, religiosa y socialmente simbólicas, y significativas». T. de A.

5 Ver Programa SEBRAE de Artesanato (Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas empresas). Brasilia, 2004.

6 Me refiero puntualmente a la Academia de San Luis, fundada por Manuel de Salas en 1797, en Santiago de Chile.

7 Pedro Rodríguez Campomanes y Pérez, conde de Campomanes (1723-1803). Político, economista e historiador español, vinculado a las ideas progresistas en los tiempos de Carlos III de España. Autor de Discurso sobre el fomento de la industria popular y Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento.

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