Читать книгу La vida en la cornisa - Inés Fernández Moreno - Страница 5

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Prólogo

Otra vez en la cornisa

Escribí estos cuentos entre mediados de los 80 y principios de los 90. Recuerdo que en el 84 le mandé a mi viejo uno de mis primeros intentos. Me contestó —muy poco antes de su muerte en París, en 1985— con una de las cartas más queridas que conservo de él. Alguna barrera familiar se habrá levantado entonces y, poco después, me puse en contacto con Sylvia Iparraguirre y Abelardo Castillo para trabajar con su grupo. La mayoría de estos cuentos surgieron al calor de aquel apasionado taller.

Después de tantas vueltas vocacionales, yo acababa de descubrir que podía escribir. Escribir literariamente, digo, porque hacía ya muchos años que lo hacía para el mundo publicitario y el marketing. Estaba perpleja y bastante eufórica por la novedad. Así, pronto se armó La vida en la cornisa, editado en 1993 por el sello Emecé. Ahora que Obloshka me propone reeditarlo, vuelvo a enfrentarme con estos primeros cuentos. Hoy no podría escribir así, pienso, sin el oficio adquirido, con esa libertad de quien todavía no especula. Algunos me siguen gustando mucho, en particular aquellos más estrechamente vinculados con mi propia experiencia vital. Otros, los veo más como ejercicios interesantes. O están trabajados con recursos que hoy descartaría. En aquel entonces un crítico dijo que se notaba en ellos una preocupación por “el artefacto” cuento. Tenía razón. Todavía hoy me preocupa el artefacto, aunque de otras maneras.

En suma, pasaron más de treinta años. La pregunta que me hice entonces fue: ¿cómo se corrigen cuentos escritos tantos años atrás?, ¿se corrigen? Empecé tachando y reorganizando un poco, después metiéndome en honduras y entendí pronto que aquel no era el camino. Que no se podía incluir la mirada de hoy en la mirada de ayer. Así que terminé dando marcha atrás: esa era yo entonces y así escribía. Por lo tanto, me limité a correcciones menores, adverbios, repeticiones y cosas así. En todos me miro hoy con algo de ternura, leo en ellos el entusiasmo y el desparpajo de los comienzos, dones tan escurridizos a medida que pasan los años y la vida nos va limando. Pero más allá de estos sentimientos personales y sus disquisiciones, confío todavía en ellos. Por eso esta reedición. Y por la iniciativa de Silvia Itkin y Gastón Levin que dirigen con valentía este nuevo emprendimiento literario. A ellos, desde ya, les quedo muy agradecida.

La vida en la cornisa

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