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Contexto

histórico-social

Las fuentes históricas describen una situación dramática a principios de la evangelización en América. Por un lado, se hace referencia a la desesperanza y frustración trágica por parte de los aztecas ante la llegada de los nuevos pobladores y, por otro, a la dificultad de los misioneros españoles para transmitir el anuncio del Evangelio.

Habían pasado casi 40 años de la llamada Conquista de América. Los blancos habían traído al “nuevo continente” el anhelo de ofrecer su cultura, su idioma, sus costumbres y su religión, y se encontraron con un pueblo consolidado que vivía allí, que también tenía sus propios hábitos, lenguas y creencias.

Sin duda podemos hablar de un “choque” de culturas sin precedentes. Ambos pueblos tenían un sistema de valores que les daba identidad y definía su conducta, sus normas de vida y sus metas.

En cuanto a lo religioso, los aborígenes eran politeístas; en cambio, los españoles, monoteístas, y no aceptaban ningún tipo de sacrificio que fuera a “otros dioses”, y menos sacrificios humanos, que sí eran admitidos por los aztecas.

Entonces sucedió algo imprevisto, una gracia inesperada, de las que es rica la historia de la Iglesia: la aparición de la Virgen María a un indio, Juan Diego.

A partir de este hecho, que se reconoce como el acontecimiento guadalupano, todos los historiadores coinciden en decir que nació un nuevo pueblo. Fueron miles las conversiones al cristianismo que sucedieron luego del milagro. Los misioneros llegaron a decir que se les cansaba el brazo de tanto bautizar.

Tal vez no podemos conocer los designios de Dios en profundidad, pero el acontecimiento guadalupano, de alguna manera, impidió que sucediera una masacre humana ante el encuentro que se produjo entre los indígenas, habitantes originarios, y los blancos recientemente llegados.

Según René Laurentin, los historiadores no cristianos consideran que Guadalupe es la base de la cultura y de la civilización mestiza del nuevo mundo: el continente católico en donde reside la mitad de los bautizados de la Iglesia romana.1

La evangelización tan costosa de México para los misioneros, después de esta epifanía mariana, se aceleró notablemente en la población indígena. En los diez años anteriores a la aparición, se habían convertido a la fe 700.000 personas. Luego de la manifestación de María, en siete años se convirtieron ocho millones. Y la imagen guadalupana de María resultó un llamado de gracia, tanto para los indígenas como para los españoles.

1. Laurentin R. y Sbalchiero P., Dizionario delle “apparizioni” della Vergine María, Edizioni ART, Roma, 2010.

Nuestra Señora de Guadalupe

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