Читать книгу 20 años de estrenos de cine en el Perú (1950-1969) - Isaac León Frías - Страница 9
III
ОглавлениеCualquier exploración de la cartelera limeña a lo largo de veinte años y de lo que se muestra en ella, requiere de una necesaria ubicación en el tiempo. Por lo tanto, no se puede prescindir del estado de la cartelera en las décadas anteriores. Al respecto, no se ha trabajado aún la cartelera local en el periodo silente, pero, como se indicó, sí se ha hecho con las décadas del treinta y cuarenta en dos volúmenes que ordenan los estrenos con los datos básicos, similares a los que empleamos en este trabajo y con índices muy útiles en la parte final de cada uno de ellos. El registro de los estrenos que van de 1930 a 1949, y los índices, no se vieron acompañados por el comentario o el análisis de las tendencias que se percibían, lo que no reduce la utilidad del material consignado por los datos que ofrece y por las pistas que de ellos se desprenden y que nos sirven enormemente para trazar el panorama previo al que corresponde a nuestro objeto de estudio.
De acuerdo a la relación que se establece en Cartelera cinematográfica peruana 1930-1939, fueron 3698 las películas estrenadas durante ese periodo (Núñez, 1998, p. 373). La cifra, por supuesto, admitiría correcciones, pues ningún trabajo de este tipo –y el nuestro no será una excepción– podría dar cuenta en su totalidad de una programación con títulos que a veces ni siquiera se anuncian en los periódicos y la fuente principal de la búsqueda está precisamente en los listines y los avisos de los diarios, a falta de otras fuentes documentales que permitan explorar exhaustivamente la circulación de títulos en la cartelera. Cabe aclarar que desde 1925, y por casi sesenta años, se publicó una revista asociada al negocio cinematográfico local, La Semana Cinematográfica, con amplia información acerca de estrenos, inauguraciones de salas, ingresos en taquilla, etcétera. Sin embargo, ni siquiera en la Biblioteca Nacional es posible encontrar la colección completa y apenas hay ejemplares sueltos que no permiten organizar la información.
En otras palabras, fuera de los diarios, no existen registros conocidos o conservados efectuados por las empresas distribuidoras o por los organismos del Estado que supervisaron desde 1927 hasta 1980 cada uno de los estrenos de la cartelera local. Si alguna de esas fuentes existiera, no es de fácil acceso y todo hace pensar que se perdieron. Las entidades gremiales que agrupaban a distribuidoras y a salas de cine dejaron de existir hace dos décadas o más y no hay indicios de que puedan haber dejado materiales de documentación. La misma revista Variety4, a la que consultamos acerca de varios rubros de nuestro trabajo, no pudo proporcionarnos datos que se pudiesen tomar en cuenta, lo que exigiría acercarse a los archivos de esa publicación, pues no son accesibles en internet. Otras fuentes posibles, como los apuntes de algunos aficionados, no ofrecen las suficientes garantías. Un registro de estrenos llevado a cabo durante muchos años por el coleccionista Antar Giacomotti estaba lleno de omisiones y, por tanto, no podía ser tomado en cuenta para un trabajo que como este aspira a la exhaustividad, aunque finalmente no pueda llegar a ella.
La cifra establecida en la cartelera cinematográfica mencionada se aproxima, sin duda, a lo que fue el volumen íntegro de estrenos en los años treinta. Si la comparamos con la cartelera cinematográfica mexicana de esa década, la nuestra es una cifra mayor, pues en México se consignan 3141 estrenos (Amador y Ayala, 1980, p. 276) frente a los 3698 registrados en el Perú. De los 199 estrenos mexicanos de los años treinta, en Lima se reportan 167, solo 22 menos de los estrenados en el país de origen. De cualquier modo, llama la atención que el volumen global de estrenos sea superior en el Perú, teniendo México probablemente un mayor número de salas a lo largo de su territorio5.
En la década de 1940 se estrenan en Lima 4184 películas (Núñez, 2006, p. 397), mientras que en México el total es de 4137 (Amador y Ayala, 1982, p. 378). Otra vez, con un probable mayor volumen de salas, México estrena menos filmes que el Perú. Cierto, son los años más fructíferos de la industria del norte y la sucesión de éxitos comerciales hizo seguramente que la permanencia en cartelera del material nacional fuera más prolongada, limitando estrenos de otras procedencias. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, además, disminuyó el volumen de estrenos norteamericanos. Mientras que en México son 626 cintas de producción local las que se ofrecen en esos diez años, en Lima son 519 de esa procedencia, lo que constituye un volumen bastante apreciable de la totalidad de estrenos nacionales en México (un 85 %). La cantidad de estrenos mexicanos en Lima será aun mayor en la década de 1950.
Es ilustrativo señalar, siempre de acuerdo a los datos de las carteleras de Violeta Núñez, que en la década de 1930 se estrenaron 112 películas argentinas y 354 en la de 1940 (Núñez, 1998, p. 373; 2006, p. 397). De acuerdo a los datos consignados por Octavio Getino 171 fue el volumen de largometrajes estrenados en Argentina en los años treinta y 394 en la década siguiente, lo que significa, nuevamente, que un alto porcentaje de esa producción se exhibió en nuestras salas (Getino, 2005, p. 363). No se cuenta con datos confiables de estrenos extranjeros entre 1930 y 1944 en Argentina, por lo que no podemos aplicar una comparación similar a la que hemos hecho entre México y el Perú. De acuerdo al mismo cuadro que ofrece el libro de Getino, entre 1945 y 1949 se estrenaron en Argentina 1856 cintas extranjeras, las que sumadas a las argentinas de ese periodo arrojan la cifra de 2038 títulos. En ese mismo periodo en el Perú se estrenaron 1991 filmes, lo que hace una cifra muy cercana a la argentina. También en este caso, hay que considerar la superioridad argentina en cantidad de salas, lo que no se expresa en una cifra mayor de estrenos, lo que haría pensar también en una duración mayor de las películas nacionales en las salas argentinas, en un periodo en que hubo, ciertamente, una asistencia masiva, si no a todas, sí a una parte considerable de las cintas de género de ese país.
Con todas las reservas que se puedan formular a los listados de estrenos anuales, queda bastante claro que Lima fue una plaza no solo importante para las películas mexicanas y argentinas; lo fue para la exhibición del cine en general, con un volumen de estrenos que, al menos en los años cuarenta, igualaba prácticamente a los de México y Argentina, teniendo menos salas y un volumen de población bastante inferior a la de los dos países con los que estamos haciendo el cotejo.
En esas dos décadas el dominio de la distribución a cargo de las empresas norteamericanas es notorio. Más del 70 % de los títulos estrenados corresponden a las grandes y pequeñas productoras del país del norte.
Núñez fija en 2693 el volumen de estrenos norteamericanos durante la década de 1930, es decir, el 72,8 % del total de cintas estrenadas. A esas cifras hay que agregar 145 películas estadounidenses habladas en castellano (3,8 %) lo que eleva el porcentaje a 76,6; es decir, tres cuartas partes del grueso de la distribución. En la década siguiente la cantidad de largometrajes de Estados Unidos asciende a 2879, el 69,14 % del total. Y esta vez hay apenas cinco producciones habladas en castellano que aumentan a solo el 69,26 el porcentaje final. Si comparamos los porcentajes, vemos que se produce un descenso de 7,46 puntos porcentuales, descenso provocado por el notorio crecimiento de la distribución de películas mexicanas y argentinas.
El porcentaje de estrenos mexicanos pasó del 4,5 en la década de 1930 a 12,46 en la que vino a continuación. Un crecimiento ciertamente espectacular que corresponde, además, al periodo de mayor expansión del cine mexicano. Por su parte, la suma de estrenos argentinos arroja un porcentaje del 3,0 en los años treinta y de 8,50 en los cuarenta. En conjunto, la producción latinoamericana alcanza el 22 % (sumando cintas de otros países y coproducciones) en la década del cuarenta, casi tres veces más del 7,5 % obtenido en la década precedente.
Por otra parte, y esta es otra información muy valiosa de los libros de Violeta Núñez, el total de las películas europeas estrenadas en el Perú en los años treinta es de 520 (el 12,12 %) y en los cuarenta es de 354 (el 9,35 %) (Núñez, 1998, p. 373; 2006, p. 397). La razón de esta disminución está en la baja de la importación de cintas de esos países debido a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y no solo se sintió durante los años de la guerra, sino también en los siguientes. La guerra también incide, hay que decirlo, en la reducción de estrenos norteamericanos. Fue en los años de este hecho bélico que Estados Unidos le “dejó” a la industria mexicana una porción del espacio que venía cubriendo en los países de la región.
Más adelante se verá cómo esos repartos y esos porcentajes varían en las dos décadas siguientes, porque cambia la situación en las cinematografías europeas y los mercados latinoamericanos se abren a ellas como no ocurría desde los primeros tiempos (los años 1896-1914, aproximadamente) en los que la producción norteamericana, aún en formación, no detentaba la hegemonía mundial que va a lograr durante el periodo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Hasta ese entonces, la industria norteamericana, que dejó de controlar en 1911 el oligopolio de Thomas Alva Edison, competía con las europeas (Francia, especialmente, pero también Inglaterra, Alemania, Suecia, Dinamarca, Italia desde los primeros años de la década de 1910, etcétera). Hollywood no existió desde siempre y es recién en la década de 1910 que se establecen allí las compañías que cambiarán el curso de una producción de proyección internacional más competitiva y terminarán dominando el mercado mundial. Por cierto, los efectos de la guerra (en Rusia, “las guerras”) pondrán su parte en el debilitamiento de las industrias europeas que participaron más activamente en la contienda y facilitarán, en tal sentido, la expansión de una industria establecida ya en esa comarca de Los Ángeles antes despoblada.
Una aclaración final en esta ya extensa parte inicial. En el registro de la cartelera consignaremos en primer lugar el título del estreno en Lima y ese mismo título será el que se mencione en otros tramos de este trabajo. Lo hacemos con pleno conocimiento de causa. Me explico: muchos de los títulos, como se sabe, tienen muy poco o nada del original. En la mayor parte de los casos, sobre todo en las películas norteamericanas de las grandes compañías, y en las europeas u otras que estas distribuían, se establecía un título común para el mercado latinoamericano, impreso en los créditos iniciales por debajo del original. El título latinoamericano era con frecuencia distinto al que se escogía para el mercado de España que, a diferencia del latinoamericano que las subtitulaba, doblaba las películas a los usos del español hablado en la península. En América Latina no siempre coincidían los títulos de las películas norteamericanas, pero sí en la mayoría de los casos. Por ejemplo, Nido de ratas fue el título de On the waterfront, desde México hasta la Argentina, mientras que en España se tituló La ley del silencio, tal vez algo más cercano, si no al título original, sí al sentido de la película.
En cambio, en nuestros países coincidían mucho menos los títulos que llegaban a través de la distribución independiente y aquí, más aún que en los de la distribución norteamericana, se incurrió en barbaridades con el objeto de hacerlos más atractivos para el espectador que buscaba emociones ‘fuertes’. En el caso de las pocas películas de Godard que se estrenaron en el Perú, se cometieron al menos tres abusos: A bout de souffle se exhibió como Horas candentes, Vivre sa vie como La corrupción y Bande aparte como Iban por lana. En el caso de Una mujer casada se respetó la traducción del original porque resultaba llamativo, sugiriéndose, por cierto, que no era una casada fiel. La compañía Films International, que importaba numerosas películas francesas y de otras partes de Europa se especializó, prácticamente, en la puesta de nombres arbitrariamente escogidos o que destacaban indebidamente algún componente más o menos ‘escandaloso’ del relato. Uno de los abusos más clamorosos está en haber llamado Vergüenza sexual a lo que se puede traducir como La tragedia de una telefonista, del yugoslavo Dusan Makavejev. Cada lector podría hacer su propia antología de estas deformaciones, escogiendo a su gusto muchos de los que figuran entre los más de 10 000 títulos registrados.
Vale lo dicho: no haremos cuestión de estado por las arbitrariedades y abusos y mencionaremos el título de exhibición en los textos complementarios a la base de datos con las fichas básicas de los estrenos. Allí y en los índices se podrá buscar el original, cuando no se le reconozca en el texto.
Se ha tomado la decisión de que vaya impresa solo la parte correspondiente al texto y algunos anexos. La cartelera, con las fichas de las más de diez mil películas, así como el índice de títulos y el índice de películas por realizador se incluyen aplicando el procedimiento QR. El volumen total en papel hubiese tenido 1700 páginas. Sobran explicaciones para justificar dicha decisión.
Quiero destacar, finalmente, la labor de apoyo de Lorena Escala Vignolo en el registro de la base de datos, desde antes del inicio formal del trabajo, y también la de Grecia Alzamora y de Rocío López Güemes, que se incorporaron más tarde en la laboriosa elaboración de los índices. Por su parte, Tirso Vázquez ha puesto lo suyo, que no es poco, en la terminación de los índices. Asimismo, agradezco las indicaciones y sugerencias, siempre pertinentes, de Ricardo Bedoya, Emilio Bustamante y Federico de Cárdenas.