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En el estrecho de Puget

El ballenato pasó del agua al agua

y nada más:

vivió apenas treinta minutos en el estrecho de Puget.

Su madre, Tahlequah, mantuvo su cadáver a flote

(sobre su cabeza, dentro de su boca),

durante casi dos mil kilómetros

hasta que la carne empezó a desbaratarse.

No era el primer hijo que perdía.

El duelo no avanza en línea recta.

Como quien deja caer monedas en otra mano sin contarlas,

a los 17 días Tahlequah entregó el cuerpo a la gravedad.

En ese momento, Richard Russell despegaba del aero-puerto de Seattle–Tacoma en un avión de pasajeros Bombardier Q400, de Horizon Air, con 76 asientos vacíos y uno ocupado, el suyo:

PRIMERA GRABACIÓN

Russell: ¿Me estás llevando hacia los jets?

Controlador aéreo: No te estoy llevando a ningún jet, de hecho estoy intentando mantenerte lejos de cualquier avión que intente aterrizar en Sea-Tac.

Russell: Ok, está bien, no quiero meterme en problemas. No quiero arruinarle el día a nadie.

Controlador aéreo: (Inaudible) ¿entonces puedes apagarlo?

Russell: Estoy en 21mil, empecé más o menos en 30mil.

Controlador aéreo: ¿Tienes 21mil de gasolina?

Russell: Sí… pero se está acabando rápido.

SEGUNDA GRABACIÓN

Russell: ¿Crees que si aterrizo esta cosa me darían un trabajo de piloto?

Controlador aéreo: Creo que puedes tener cualquier trabajo si lo logras aterrizar. Si quieres, tu mejor oportunidad es la pista que ves a tu izquierda. Es la base McChord. Otra opción es intentarlo sobre el agua en el estrecho de Puget.

Russell: ¿Pero ya hablaron con ellos? No creo que estén muy contentos con la idea, porque podría arruinar todo en el intento. Creo que tengo que dejar de ver el marcador de gasolina.

Controlador aéreo: Sí, Rich, hablé con ellos y tampoco quieren que ni tú ni nadie salga lastimado. Si quieres aterrizar, ésa es tu mejor opción.

Russell: No, no. No estoy listo. Dame las coordenadas de la mamá orca y su bebé, quiero ir a verla.

El avión se estrelló en la isla Ketron, demasiado cerca del aeropuerto.

El cielo entero fue su simulador y ahora ambos son del agua.

Como el poema lo permite todo, imaginemos que Russell pudo ver,

desde lo más alto de su pirueta, el cuerpo de la madre con su hijo

como rayo bicolor cruzando el mar y antes de separar sus trayectorias

juntos formaron tres destellos de luz y sombra finalmente avanzando

como avanzamos todos, todo el tiempo, sin saberlo, hacia nuestra destrucción.

Una ballena es un país

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