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INTRODUCCIÓN GENERAL

1.

Una vida larga en un siglo de crisis

Isócrates es uno de aquellos personajes que los antiguos llamaron macróbioi por su casi centenaria existencia. Vivió entre los años 436 y 338 a. C. Conoció, pues, en su niñez los últimos años de paz de la Atenas triunfante sobre los persas, la guerra del Peloponeso (431-404 a. C.), los conflictos internos entre las ciudades griegas, con las sucesivas hegemonías espartana y tebana y la expansión macedonia que comienza el año 357 antes de Cristo y termina con la batalla de Queronea en la que Filipo II se impone sobre la liga helénica el año 338 a. C., el mismo en el que muere Isócrates.

Nació Isócrates, como hemos dicho, el año 436 a. C. en el demo ateniense de Erquía. Su padre, Teodoro, era un ciudadano de clase media que se había enriquecido gracias a su fábrica de flautas1; había en la familia otros dos hijos, Telesipo y Diomnesto, así como una hija, Ánaco. La fortuna familiar permitió a Teodoro dar una esmerada educación a sus hijos, así como desempeñar una coregía2.

¿Quiénes fueron los maestros de Isócrates? Según la Vida anónima, el orador y político Terámenes, Gorgias y Sócrates; el Pseudo-Plucarco añade los nombres de Pródico de Ceos y Tisias de Siracusa3. Sabemos que Gorgias fue a Atenas como embajador el año 427 a. C., el mismo en el que nació Platón. Del extraordinario efecto que produjo tenemos testimonios4. En cuanto a la relación con Sócrates, hay un pasaje del Fedro platónico (279 B) donde Platón pone en boca de Sócrates un elogio un tanto irónico del joven Isócrates5. Para W. Jaeger6 la profecía de Sócrates sobre el gran porvenir de Isócrates no indicaría ni un conocimiento íntimo del primero ni una relación maestro-discípulo. Con todo, hubo influencias del viejo filósofo sobre Isócrates7.

El año 431, cuando Isócrates tiene 5 años, comienza la guerra del Peloponeso, cuya primer fase, llamada guerra de Arquidamo, termina el año 421 con la paz de Nicias. En ese tiempo Atenas ha sufrido la peste (año 430) y ha perdido a Pericles (año 429). Quizá Isócrates ha hecho su servicio militar entre los años 418 y 416, en los que tenía la edad adecuada. Al final de su etapa militar puede haber ido a Tesalia8, donde está enseñando Gorgias9. El elevado precio de la enseñanza de Gorgias hace pensar que por entonces la fortuna familiar de Isócrates no habría sufrido aún graves quebrantos debidos a la guerra10.

Mientras Isócrates está en Tesalia se produce la destrucción de Melos (año 416), la expedición ateniense contra Sicilia (años 416-415) y se reanuda la guerra del Peloponeso, en una segunda etapa llamada guerra de Decelia (entre los años 413-404), y la revolución de los Cuatrocientos bajo la dirección de Antifonte, Frínico y Terámenes, el antiguo maestro de Isócrates (año 411) con la que acaba el ejército sublevado en Samos. Alcibíades es elegido estratego en ese mismo año y consigue sobre Esparta la victoria naval de Cízico.

Vuelto Isócrates a su patria, contempla la capitulación de Atenas el año 404, el desmantelamiento de la primera liga marítima y el comienzo de la hegemonía espartana. Ese mismo año se establece el gobierno de los Treinta tiranos, Terámenes es condenado a muerte11 y quizá Isócrates marcha fuera de Atenas. El año 403 vuelven los demócratas al poder acaudillados por Trasibulo.

Como consecuencia de la guerra Isócrates ha perdido su patrimonio12 y como su timidez y malas condiciones físicas le impidieron participar en la política activa13 se dedicó a la actividad de logógrafo, esto es, a escribir discursos forenses para otros. De esa etapa son los discursos Contra Eutino, Recurso contra Calímaco, Contra Loquites, Sobre el tronco de caballos, Sobre un asunto bancario y Eginético. Más tarde, al abrir su escuela de retórica, Isócrates renegará de la actividad de logógrafo14 e incluso afirmará que nunca se ha dedicado a esta tarea15. Esta contradicción no existe para Mathieu16 que, siguiendo a Wilamowitz17, piensa que algunos de estos discursos habrían sido escritos por Isócrates para mostrar su arte, una vez abierta su escuela, y no serían, por tanto, discursos escritos para unos clientes. Kennedy18 considera que artísticamente los discursos no desmerecían, pero que Isócrates habría creído que le perjudicaría exponer ideas políticas diferentes a las que después adoptaría y que, además, la actividad de logógrafo no era respetable entre los círculos intelectuales y políticos a los que Isócrates pensaba dirigirse. En cualquier caso, está claro el intento de Isócrates para que estas obras se olvidaran19.

R. C. Jebb20 acepta el informe de la Vida del Pseudo-Plutarco según el cual Isócrates habría montado una escuela de retórica en Quíos21. A finales de la década del 390 a. C. abre Isócrates en Atenas su escuela. La fecha ha sido objeto de muchas discusiones. Según Jebb22, la escuela habría sido abierta entre el discurso Eginético, último de los forenses, situado entre los años 394-393 a. C. y el Contra los sofistas, considerado como declaración programática de la escuela. Jaeger23 opina que incluso podría situarse en la década del 380. Mikkola24 sitúa, con interrogación, en Quíos y en el año 393 antes de Cristo, la apertura de la escuela.

Entre la etapa de logógrafo y la de jefe de escuela, Isócrates ha vivido la expedición de los 10.000 (año 401 a. C.) que varias veces recordará25, la condena y ejecución de Sócrates26 (año 399 a. C.), la victoria naval ateniense sobre Esparta lograda por el almirante Conón en Cnido (año 394 a. C.) y los intentos de Atenas por reconstruir la liga marítima. Estos intentos favorecen un entendimiento entre Persia y Esparta; ambas potencias cierran el Bósforo con sus escuadras para impedir que Atenas reciba cereales del sur de Rusia.

Entre los años 393, fecha probable para la apertura de su escuela, y el 380, fecha segura de su primer gran discurso político, el Panegírico, Isócrates escribe las obras Contra los sofistas, Elogio de Helena y Busiris27. En el año 387 a. C. se firma entre Atenas y Esparta la paz llamada de Antálcidas por el embajador espartano que la negoció y también «del Rey» por las ventajas concedidas a Persia al hacerla potencia mediadora y otorgarle el dominio sobre las ciudades griegas del Asia Menor. Ese mismo año 387 abre Platón su Academia.

A los dos años de publicado el Panegírico, el 378 a. C., Atenas consigue organizar la segunda liga marítima, basada en la autonomía e igualdad de derechos de los 70 confederados28. No es posible negar la influencia que Isócrates tuvo en la consecución de esta segunda liga, establecida cien años después de la primera. Por esta misma época Isócrates colabora con su discípulo Timoteo, hijo del almirante Conón, del que hará más tarde un largo y encendido elogio29.

Con motivo de la destrucción de Platea por los tebanos el año 373, Isócrates escribe su discurso Plateense, que pone en boca de un refugiado de la desdichada ciudad. Pasará un largo período durante el cual Isócrates dejará de escribir obras de política general para dedicarse a un tipo de discursos epidícticos, recuerdo de los poetas elegíacos30, que dedicará a los reyes de Salamina de Chipre. Son los discursos A Nicocles (año 372?), Nicocles (año 368?) y Evágoras (año 365?), este último un elogio del difunto padre de Nicocles. La relación de Isócrates con esta familia debió realizarse a través de Timoteo; sabemos también que Evágoras había colaborado con Conón en la batalla de Cnido. Isócrates presumirá de su docencia sobre Nicocles en Sobre el cambio de fortunas 40, 67 y 71. Dentro de esta misma línea está el Arquidamo, pronunciado31 por Arquidamo III, hijo del rey espartano Agesilao, ante la asamblea espartana, así como el A Demónico, de autenticidad muy discutida32.

El año 367 escribe Isócrates su Carta a Dionisio, el tirano de Siracusa. Por primera vez nuestro autor intenta atraerse a un gobernante absoluto para encabezar la campaña contra Persia. Él mismo nos habla de la desilusión que le ofrecen las ciudades griegas. En efecto, el año 371, con la victoria de Leuctra, los tebanos han acabado con la hegemonía espartana, y contra Tebas se han unido Atenas y Esparta el 369. No se consigue la armonía de las ciudades griegas (homónoia) que Isócrates había preconizado en su Panegírico. La batalla de Mantinea (362 a. C.) es un triunfo tebano contra la alianza ático-espartana, pero tampoco va a durar mucho la primacía de Tebas. El año 359 a. C. Filipo II es proclamado rey de Macedonia.

Al nuevo monarca va a dirigir dentro de poco su mirada el ya anciano Isócrates. El rey macedonio, que se ha educado en Tebas como rehén, consigue la unificación de Macedonia el año 358 y busca una salida al mar; así avanza hacia Anfípolis y la península de la Calcidia (año 357). Quíos, Rodas, Cos y Bizancio abandonan la segunda liga marítima y estalla la guerra de los aliados (357-355) que va a traer consigo la disolución definitiva de la liga. El año 356 escribe Isócrates su discurso Sobre la paz., en el que propone hacer la paz con los aliados (16), abandonar el imperialismo naval (29 y 106) y buscar prestigio entre los griegos (135-140). Ese mismo año 356 dirige su Carta a Arquidamo, rey de Esparta desde el 357, donde vuelve a intentar, como antes lo hiciera con Dionisio de Siracusa, encontrar un líder para la campaña militar contra Persia. En Macedonia, entretanto, ha nacido Alejandro Magno.

El Areopagítico, del 355, es una obra dedicada a la política interior de Atenas. Nuevamente aconseja el abandono de una política agresiva y el volver a la antigua democracia, la de Solón y Clístenes (16), elogiando al tribunal del Areópago (37).

El año 353 a. C. Isócrates publica su discurso Sobre el cambio de fortunas33. Es el más extenso de todos los suyos y también el más autobiográfico. Un tal Megaclides le intentó el año 356 un proceso de cambio de fortunas e Isócrates, defendido por su hijo adoptivo Afareo, perdió el proceso. Isócrates aprovecha esta circunstancia para componer una apología de su vida y del tipo de enseñanza que practica, utilizando para ello la ficción de que realmente es un discurso de defensa pronunciado ante la asamblea. El parecido con la defensa de Sócrates es evidente.

Se queja en su obra de lo mal que le conocen sus conciudadanos (4), lo que le mueve a escribir sobre su ocupación y manera de pensar. El orgullo que su enseñanza y discípulos le producen queda de manifiesto (87-88, 93-99); es la envidia hacia su éxito lo que ha provocado el proceso (142-149). Toda la segunda parte es una defensa apasionada de la educación.

No vuelve a escribir nada Isócrates hasta el año 346, fecha de su discurso Filipo. Entretanto Demóstenes, que ha comenzado su actividad de orador el año 363, pronuncia su Primera Filípica (año 351), los discursos en defensa de Olinto (349-348) que, a pesar de todo, cae en manos de Filipo el 348. Platón muere el 347, el mismo año en que Aristóteles sale de Atenas.

El año 346 a. C. los embajadores atenienses Filócrates, Esquines y Demóstenes firman con Filipo la paz llamada de Filócrates por el primero de ellos. Isócrates aplaude la paz y escribe el Filipo, elogio del monarca macedonio, animándole a emprender la lucha contra Persia. El 344 Demóstenes pronuncia la Segunda Filípica. En Atenas se polarizan las opiniones en torno a Isócrates y Demóstenes, partidario el primero de una confederación de las ciudades griegas que ataquen Persia bajo la dirección de Filipo, mientras el segundo alerta a los atenienses contra el «bárbaro macedonio» que va a suprimir las autonomías de las ciudades.

No se ha mantenido inactivo Isócrates; ha escrito su Carta a los magistrados de Mitilene (año 350), en la que pide que levanten el destierro a Agenor, profesor de música de sus nietos, hijos de su hijo adoptivo Afareo. También una Carta a Timoteo34 y una Carta a Filipo (año 344). Los años 343 y 342 Filipo se desentiende momentáneamente de Grecia para emprender la conquista de Tracia, meta que ya Isócrates había señalado a Atenas35. Terminada la campaña de Tracia, los acontecimientos se suceden con rapidez: tras la Tercera y Cuarta Filípicas de Demóstenes (año 341), se constituye la liga helénica, para hacer frente a Filipo. La batalla de Queronea (año 338) supone el fin de esa liga y el triunfo definitivo de los macedonios.

Isócrates ha estado trabajando durante cuatro años en su último discurso, el Panatenaico (año 339). Según él mismo nos dice, ha sufrido una grave enfermedad que le ha obligado a tener postergada esta obra36. Es un discurso confuso que da la impresión de recoger escritos anteriores yuxtapuestos ahora. Hay de nuevo un elogio de Atenas (40-107) y de su sistema de gobierno (108-176), una crítica de los defectos de Esparta (177-185), y otra vez un elogio de las hazañas de Atenas (188-198). La intervención de un discípulo, proespartano, supone una rectificación de las anteriores opiniones sobre Esparta (200-265), cerrándose el discurso con el relato de su enfermedad y unos consejos de carácter general.

Isócrates muere a finales de octubre del año 338 a. C., mientras se celebraban las honras fúnebres por los muertos en Queronea37. No alcanzará a ver realizada la liga de Corinto, en la que, bajo hegemonía macedonia, Grecia entera (menos Esparta) se une para oponerse a Persia y liberar las ciudades griegas de Asia.

2.

El pensamiento político de Isócrates

Tiene mucha razón Jaeger38 al notar que la concepción moderna sobre Isócrates, al restituirle su condición de político, acentúa demasiado este aspecto de su obra, olvidando su condición fundamental de educador, un teórico cuyas ideas políticas están al servicio del programa educativo de su escuela, igual que ocurría con Platón y Aristóteles.

A esta idea añadiremos que el estudio de los discursos políticos ha de hacerse siempre contemplando la época en la que fueron escritos y sus destinatarios. Hemos visto cómo en el siglo IV a. C. la situación política cambia constantemente; de acuerdo con ello cambia también la concepción política isocrática. Por eso las contradicciones que encontraremos serán constantes.

Durante el siglo XIX, las conclusiones sobre el pensamiento político de Isócrates eran las siguientes39:

1.ª En un principio, Isócrates cree que Atenas y Esparta podrán guiar la política panhelénica, aunque luego se desengaña y fija su atención en los príncipes extranjeros. Abandona entonces la idea de la polis democrática y piensa en la monarquía como forma de estado.

2.ª Inicialmente aprueba la política marítima de Atenas y pone su esperanza en la segunda liga marítima, que más tarde rechaza.

La crítica moderna ha ido modificando estas conclusiones. No existe de todas formas unanimidad. Así, a manera de ejemplo, vemos que el Panegírico es una defensa del imperialismo ateniense para Kessler40, mientras que para Jaeger41 y Bringmann42 no es así.

Dividiremos los aspectos de la política isocrática en dos apartados: política exterior (panhelenismo) y política interior.

I)

Panhelenismo

Los antecedentes han sido bien estudiados por G. Mathieu43. El poeta Píndaro44, el historiador Heródoto45 y, sobre todo, el comediógrafo Aristófanes46 habían hablado ya de la comunidad de los griegos y del peligro que representaba Persia. El arbitraje del gran rey persa sobre los asuntos griegos, concedido por la paz de Antálcidas el año 387 a. C. mientras Isócrates trabajaba en el Panegírico, ya había sido criticado47. El propio Platón sostenía que la misión de Atenas era luchar contra Esparta y Persia48.

Así pues, el ambiente existía y, cosa mucho más importante, ya Gorgias y Lisias habían compuesto discursos con los que intentaban aconsejar a los griegos sobre una política general. En las Olimpíadas del año 392, Gorgias pronunció su discurso Olímpico en un momento singular: Esparta estaba oficialmente en guerra con Persia, y Atenas también estaba enemistada con esta última, debido a que los persas retenían prisionero al almirante ateniense Conón. De este discurso sólo nos quedan fragmentos49, pero Filóstrato nos da las ideas principales: invitación a la concordia entre los griegos y a la lucha contra los persas. Según el mismo Filóstrato un discurso fúnebre de Gorgias dedicado a los atenienses muertos durante las guerras médicas habría tenido idéntica finalidad.

En los juegos del año 388 a. C. Lisias pronunciaba su discurso Olímpico del que sólo se conserva el exordio y las ideas principales gracias a Dionisio de Halicarnaso50. Lisias criticaba la mala situación de Grecia de la que hacía culpables a los espartanos; consideraba como enemigos comunes de todos los griegos a los persas y a los tiranos, y exhortaba a luchar contra estos últimos, sobre todo en Sicilia y en la Magna Grecia. El efecto del discurso de Lisias fue tan grande que, según Diodoro de Sicilia51, los enviados del tirano Dionisio de Siracusa, presentes en los juegos, fueron excluidos de la fiesta olímpica.

Ahora bien, ni Gorgias ni Lisias habían indicado cómo se conseguiría la concordia entre los griegos para luchar en común, y Lisias, como vimos, se interesaba más por una campaña occidental que por la asiática.

Isócrates, pues, se encuentra con estos antecedentes. De sus obras podemos considerar fundamentalmente panhelénicas los discursos Panegírico y Filipo, así como las cartas a Dionisio de Siracusa y a Arquidamo. Estas cartas y el Filipo podrían separarse del Panegírico por coincidir en ellos que Isócrates encarga la dirección de la campaña a monarcas y ya no a una ciudad.

Empezaremos por el Panegírico, obra de larga elaboración52, que se dio a conocer el año 380 a. C. Isócrates recuerda los discursos de Gorgias y Lisias y anuncia su intención de mejorarlos (3-5, 15). Critica la dominación espartana (122-128), aunque a continuación temple esta crítica (129-130)53, así como a los partidarios de Esparta (110-114) y alaba el buen gobierno de Atenas (20-25), con una larga justificación mítico-histórica (28-99). La defensa del imperialismo ateniense durante la liga áticodélica es clarísima (100-109)54, así como la propaganda en favor de la segunda liga marítima (20-22)55. Un aspecto tan sombrío como es la destrucción de los melios56 aparece justificado dos veces (100, 110)57. También es clara la alabanza del poderío naval sobre el terrestre (21). Queda de manifiesto el desprecio hacia el pueblo persa y su rey (138-156), así como la necesidad de atacarles rápidamente (164), sin respetar los tratados, que se critican con dureza (175-178).

Se habla de una hegemonía compartida por Atenas y Esparta (17-18, 185)58. Mikkola59 cree ver ya en el Panegírico (75-81) las ideas fundamentales de Isócrates sobre el caudillaje y sus virtudes, poniendo el discurso en relación con el Elogio de Helena y el Busiris.

El Panegírico, como ya indicaba P. Cloché60, presenta un lenguaje muy favorable a la democracia ateniense y hostil a las oligarquías y tiranías (105-106). Es curioso notar que entre los reproches que hace Isócrates contra la política espartana figure la alianza de Esparta con el tirano Dionisio de Siracusa (al que luego, como sabemos, requerirá para que se ponga al frente de la expedición contra Persia) y con el rey Amintas de Macedonia (126).

El discurso Filipo es del año 346, posterior por tanto en casi cuarenta años al Panegírico. En enero de ese mismo año se ha firmado la paz de Filócrates entre Atenas y Filipo para mantener el «statu quo». Pero Isócrates comprende que se trata de una paz poco estable (Filipo 8). Con un recuerdo al Panegírico (9), Isócrates toma de nuevo el tema panhelénico. La diferencia está en que ahora se pide a Filipo que logre la concordia entre las ciudades griegas y asuma la dirección de la guerra contra los persas. Filipo reúne todas las condiciones: puede hablar, actuar y goza de prestigio (13), su poder es omnímodo (15). Algunos discípulos de Isócrates han intentado disuadirle del proyecto de dar consejos a Filipo, porque ¿qué se puede aconsejar a quien ha realizado hazañas tan enormes? (17-22). Filipo debe lograr la armonía entre las cuatro ciudades griegas más importantes, Argos, Esparta, Tebas y Atenas, con las que le unen lazos profundos (30-34), y que se encuentran en difícil situación (47-56). Tras poner como ejemplo de hombres que desde el infortunio lograron el éxito a Alcibíades (58-61), Conón (61-64), Dionisio de Siracusa (65) y Ciro el Grande (66), Isócrates anima a Filipo a lograr éxitos mayores, dado su origen y poder (67). Advierte de las críticas que se hacen contra el poderío de Filipo (73-77). No será difícil luchar contra el rey persa, ya que los recursos de Filipo son superiores (89-104). Isócrates emplea también la tradición históricomítica, alabando al padre de Filipo, Amintas (criticado, como vimos, en Panegírico 126) y a Heracles fundador de la dinastía (105-118). Filipo se hará dueño del imperio persa, o, en el peor de los casos, de las ciudades griegas de Asia Menor, establecerá colonias, asegurando a Grecia (119-127). No sólo se derivarán ventajas materiales, sino gloria (133-148). Isócrates cierra el discurso asignándose a sí mismo la tarea de aconsejar y a Filipo la de obrar (149-155). Son los mismos dioses los que han sugerido esta tarea al anciano Isócrates (149-151).

En el Filipo61, el programa del Panegírico aparece renovado. Ya no pueden tener la hegemonía las ciudades griegas, cuya incapacidad para conseguir la mutua concordia ha quedado de manifiesto durante el largo período entre ambos discursos. Nadie puede censurar a Isócrates porque haya propuesto la empresa a Filipo, ya que antes exhortó a Atenas sin obtener resultados (128-130). Isócrates se dirige ahora a Filipo no como un ateniense, sino como hombre por encima de las rivalidades de las ciudades, que actúa en interés de Grecia en su totalidad62. Por eso hace la alusión a Heracles, el prototipo griego, antepasado de Filipo. Además Filipo no está ligado a unas leyes, como ocurre con los habitantes de las ciudades (127) y puede actuar como le plazca (14).

¿Pensaba Isócrates en una federación de estados griegos bajo el mando de Filipo? Kessler63 cree que sí, y Bringmann64 opina que lo que pretendía es conservar la autonomía de las ciudades griegas que había peligrado por el imperialismo del siglo V y la política belicosa del IV. Tampoco cree en un abandono de la polis Heilbrunn65, quien ve la expedición panhelénica como un complemento y no una contradicción con los problemas de la ciudad. No creemos nosotros que Isócrates piense en la disolución de las ciudades-estados (es aún pronto para eso), pero sí en una federación de esas ciudades bajo el mando de Filipo. Éste conseguirá su unión por la persuasión (30) y será su bienhechor (154); la monarquía aparece sólo como forma de gobierno de los macedonios y de los pueblos que se liberen del dominio persa (154). No será difícil coaligar a las ciudades (57) y no cabe pensar en un poder absoluto de Filipo sobre ellas, como ya han dicho algunos difamadores (73-75). El comportamiento de los griegos con Filipo habrá de ser similar al de los espartanos con sus reyes (80), y se logrará mediante la amistad.

La Carta a Dionisio de Siracusa es del año 367. A ella vuelve a hacer referencia Isócrates en Filipo (81). Se ha enviado esta carta poco antes de la muerte de Dionisio; éste acaba de coronar una campaña contra los cartagineses por el dominio de Sicilia, empresa a la que Dionisio se dedicaba desde el año 398. Además, a comienzos del mismo año 367, el rey persa intentaba limitar la expansión de Atenas66. Isócrates intentaba utilizar la influencia de Dionisio contra las intrigas persas y la ambición tebana67 y tal vez reforzar su prestigio dando consejos al tirano que había escuchado a Platón. Aunque la carta está incompleta y no se menciona la campaña contra Persia, está clara la petición de que Dionisio combata por el bien de Grecia, haciéndose su líder (8).

La Carta a Arquidamo, rey de Esparta, la escribe Isócrates el año 356, uno después de la subida de Arquidamo al trono. Atenas se encuentra entonces en guerra con sus aliados de la segunda liga marítima, e Isócrates piensa ahora en Esparta para dirigir la campaña panhelénica; anima a Arquidamo recordándole cómo su padre, Agesilao, había tenido ya la idea de la expedición contra Persia. Luego expone la desdichada situación de Grecia (8-10) y las circunstancias excepcionales que se dan en Arquidamo para erigirse en paladín de los griegos (18-19).

En resumen, los cuatro documentos panhelénicos de Isócrates que poseemos presentan los siguientes rasgos:

1) La concordia de los griegos se logrará marchando contra Persia, enemigo tradicional de Grecia (bajo la hegemonía de Atenas en el Panegírico, y la de príncipes no atenienses en los demás).

2) A lograr este fin se han dedicado ya otros oradores, pero Isócrates los mejorará (Paneg. 3-5). Los políticos profesionales han descuidado el tema y han de ser los alejados de la política quienes se ocupen de él (Panegírico 171). Este alejamiento de la política no implíca desconocimiento (Filipo 81-82), ni hace falta ocupar un cargo político para darse cuenta de la realidad (Filipo 81; Carta a Dionisio 9).

II)

Política interior, Politeía

¿Qué sistema de gobierno (politeía)68 era el preferido de Isócrates? Una lectura de sus discursos nos da una idea aparentemente contradictoria. Estos cambios de opinión han sido bien analizados por P. Cloché69: desde el Panegírico al Panatenaico Isócrates va variando constantemente; de un lenguaje muy democrático en el Panegírico (105-106) se pasa a un elogio de la monarquía en el Nicocles (12, 14-16), donde se la llama el mejor de los gobiernos. El Arquidamo es una alabanza a la oligarquía, en el Sobre la paz se critica a ciertos dirigentes de la democracia que pretenden el dominio del mar (3, 5, 9-11, 13-14, 36), aplaudido, como ya vimos, en el Panegírico. El Areopagítico presenta una añoranza de la antigua democracia del siglo VI a. C., la de Solón y Clístenes, con matices como son la de la cuestión de elección de los magistrados (claramente aristocrática para Cloché) en los parágrafos 24-27, y la aprobación sólo de las democracias bien organizadas (56-57, 60-61). Nueva muestra de respeto por la opinión de la mayoría en Sobre el cambio de fortunas 70. El Panatenaico supone otra vez un elogio de Esparta (109). Cloché finaliza su resumen viendo en Isócrates un partidario poco entusiasta de la democracia ateniense de su época, sin que tampoco lo sea de una oligarquía brutal.

Kennedy70, con mayor dureza, llama a Isócrates un intelectual sin convicciones firmes, un oportunista político. Las contradicciones entre la defensa del imperio naval de Atenas en el Panegírico, y su crítica en el Sobre la paz han sido también destacadas por Jaeger71.

Para nosotros Isócrates es, sencillamente, un político realista, cuya opinión política varía según los cambios de una época de rápidas transformaciones así como según la personalidad de los destinatarios de sus discursos.

Palabras como la oportunidad (kairós), lo conveniente (tò prépon), lo útil (tò sýmpheron) son constantes en sus escritos. Si a ello añadimos su agnosticismo religioso y su pesimismo sobre los hombres72 tendremos el retrato acabado del político realista.

Como hicimos al hablar de su panhelenismo, analizaremos en detalle los discursos que se pueden considerar de «política interior». Digamos, previamente, que coincidimos con Kennedy y Cloché en que las opiniones políticas expresadas en los discursos de su etapa de logógrafo no deben ser tenidas en consideración: son discursos de encargo para satisfacer a unos clientes. Si algunas de las ideas allí expresadas coinciden con el pensamiento isocrático posterior se trataría solamente de eso, de coincidencias. En el Arquidamo, del año 366 antes de Cristo, se contiene un elogio al sistema de gobierno espartano, la oligarquía. Se supone que lo pronuncia el propio Arquidamo ante la asamblea espartana73 y, aunque esto fuera sólo una ficción para hacer un ejercicio escolar, como pretendía Blass74, ¿iba a poner Isócrates en boca de Arquidamo, hijo del rey Agesilao, y futuro rey él mismo, convicciones democráticas?

De los discursos «chipriotas» A Nicocles (372), Nicocles (368) y Evágoras (365), el Nicocles presenta a la monarquía como el mejor sistema de gobierno. Igual que en el Arquidamo, este discurso se supone pronunciado por el propio rey Nicocles. Las democracias y oligarquías no resultan bien paradas (17-21). La monarquía es adoptada en caso de guerra incluso por aquellos que se gobiernan por sistemas políticos diferentes, como los espartanos y cartagineses (24); hasta los dioses tienen una monarquía (26).

Mucho interés tienen los discursos Sobre la paz (356) y Areopagítico (355). El momento histórico es grave para Atenas: Quíos, Rodas, Cos y Bizancio han desertado de la segunda liga marítima y se encuentran en guerra con Atenas. Isócrates lanza en Sobre la paz duros ataques contra los oradores populares, los demagogos, que prometen imposibles (3-7, 13-121) y reciben dinero por hablar así (36). La democracia que provocó la guerra del Peloponeso es condenada (37), se ataca constantemente la política de agresión (8, 12, 91-92) y el imperio marítimo, causa de la ruina de Atenas (64, 78, 94). Lo que importa es la seguridad, la abundancia material, la mutua concordia y el prestigio entre los griegos (19).

El discurso «Areopagítico» es una exaltación del gobierno de los padres, de la pátrios politeía, la de Solón y Clístenes (16)75; no son las murallas sino el buen gobierno el que trae éxitos y los mantiene (13), porque el gobierno es «el alma de la ciudad» (14). Era aquélla una ordenada democracia (20) porque para los cargos públicos se elegía a los mejores y más capaces y no a cualquiera (21-27). Todo esto se consiguió gracias a la educación, sobre todo la de los jóvenes (41-45), quienes se mantenían alejados de la política activa (48). Esta educación de los jóvenes era en el pasado tarea del tribunal del Areópago, al que pertenecían por nacimiento o mérito los mejores ciudadanos.

Sobre este último discurso se centran la mayoría de los comentaristas que buscan interpretar el auténtico pensamiento isocrático sobre el gobierno ideal de su ciudad. Según ellos, el ideal isocrático sería la política de Terámenes76. Antifonte, Frínico y Terámenes (antiguo maestro de Isócrates, como dijimos al hablar de su vida) habían hecho, en mayo del año 411 a. C., la revolución llamada de los Cuatrocientos. Atenas se encontraba agotada a comienzos del año 411 con la pérdida de la mayoría de Jonia, de Cnido y Rodas; los intentos oligárquicos para acabar con la democracia ya habían obtenido un resultado a finales del 413 o principios del 412, cuando diez magistrados (próbouloi) se hicieron cargo de parte de las funciones del Consejo (boulḗ). Ahora, el 411, se restringieron los derechos políticos a 5.000 ciudadanos y la máxima autoridad la tuvo el Consejo de los Cuatrocientos del que se elegían los estrategos y demás funcionarios. Gracias a la moderación de Terámenes, el cambio de constitución se hizo sin violencias. La experiencia terminó en julio del año 410 cuando se restableció el Consejo de los Quinientos y la boulḗ volvió a hacerse cargo de sus antiguas funciones.

El tribunal del Areópago es lo que le faltó al sistema de Terámenes según Levi. Las reformas teraménicas habrían precisado una autoridad que seleccionase a los ciudadanos de acuerdo con un criterio no arbitrario, y esa autoridad la habría tenido el Areópago.

Bringmann sostiene también77 que las opiniones políticas de Isócrates se inscriben en la tradición de los conservadores Cimón, Tucídides, Nicias y Terámenes. La concepción de la pátrios politeía procedería también de Terámenes.

Para Cloché78 nada prueba que Isócrates haya aprobado la reforma de Terámenes en el momento en que se produjo, el 411 a. C., cuando tenía 24 años. Pero su predilección por la pátrios politeía, por el nombramiento de magistrados por elección y por el restablecimiento parcial de los poderes del Areópago nos inclinan a pensar en un adepto de una política intermedia entre democracia y oligarquía, política que había tenido en Terámenes su representante más célebre y elocuente, concluye Cloché.

Kennedy79 opina que las ideas políticas de Isócrates eran, en cierto modo, socráticas. Ya en el Gorgias platónico (515 D y ss.) hay por parte de Sócrates una falta de entusiasmo por la democracia ateniense del siglo V. La comparación con lo que dice Isócrates en Areopagítico 21 y ss. es evidente; Levi ve también80 que el sistema político propuesto por Isócrates, fundado sobre la limitación del acceso a la categoría de ciudadanos, corresponde con el pensamiento político de Platón y Aristóteles. Especialmente la politeía platónica insiste en las relaciones entre ética y política, y en la preeminencia socrática del conocimiento sobre la acción, única forma de distinguir el bien del mal (Banquete 209 A). Igual que en Isócrates, en Platón el problema de la preferencia de un sistema monárquico, oligárquico o aristocrático es sólo una cuestión de intereses y de actualidad. En cualquier caso, los gobernantes han de ser hombres de cultura y formación mental elevada: los «filósofos», según la terminología platónica e isocrática.

Para resumir, creemos que la coherencia de la obra política de Isócrates estaría en el papel de consejero y educador que constantemente aparece en sus escritos. El recuerdo de la pátrios politeía como de la edad de oro de Atenas es lógico, sobre todo en un hombre de los años que tiene Isócrates cuando escribe sus discursos políticamente más significativos. Las analogías entre dos espíritus superiores y contemporáneos como son Platón e Isócrates se tienen que dar por fuerza. Sin duda, es el panhelenismo el único norte político de toda su vida, como él mismo nos ha dicho; sobre esta base habrán de organizarse las distintas políticas interiores. Y al lado del jefe militar postula Isócrates la figura del consejero. Acción y reflexión siempre juntas.

Muchos de los principios fundamentales de la doctrina política isocrática se encontrarán más elaborados en la Política de Aristóteles. Los ciudadanos, para Aristóteles, son todos cuantos ejercitan en la polis una función útil para la colectividad, la Koinonía81. La teoría de la constitución mixta, bien elaborada por Aristóteles, aparece ya en Isócrates, en A Nicocles 2482. De las colectividades que fueron las póleis se va a pasar en seguida a los individuales estados helenísticos.

¿Tuvieron resultados prácticos los consejos de Isócrates? Mathieu83 observa que el Panegírico sin duda inspiró el acta de fundación de la segunda liga marítima, que el Plateense testimoniaba puntos de vista parecidos a los que defendió Calístrato de Afidna, el famoso experto en finanzas y político en alza durante esa misma liga. También el Areopagítico anuncia algunas de las medidas de la política de Eubulo, auténtico jefe del estado ateniense tras la paz de Filócrates del año 346. Pero la influencia mayor la ejerció Isócrates sobre el rey macedonio, con su Filipo y sus dos cartas a él dirigidas. Puede ser coincidencia el que Filipo otorgue a Argos, en el consejo anfictiónico, la voz que retiró a los espartanos, pero precisamente en Filipo 32, Isócrates le había recomendado que se preocupara de Argos. En el año 340 a. C. Filipo envía a Atenas una carta haciendo recuento de sus quejas contra ella; las ideas de la carta son netamente isocráticas. Tras Queronea Filipo trató bien a Atenas, llegando a devolverle Oropo, que arrebató a los tebanos; esta petición la había hecho ya Isócrates en Plateense 20, 37, y Filipo 53.

Igualmente, cuando se constituye la liga de Corinto, muerto ya Isócrates, el primer acto de esta alianza es preparar la expedición contra Persia y vengar la destrucción de los templos causada por Jerjes, uno de los motivos favoritos de nuestro autor.

Kennedy84, sin embargo, cree que el único discurso isocrático que tuvo alguna influencia política real fue el Panegírico que preparó el terreno para la segunda liga marítima.

III.

La paideía de Isócrates

El siglo IV a. C. es el de la preocupación griega por la educación. De los sofistas itinerantes que pasaron por Atenas durante las últimas décadas del siglo V a. C. se llega ahora a la fundación de escuelas que intentan dar una educación completa. Isócrates, ya lo vimos, abre la suya el año 393 a. C. y Platón hace lo mismo, fundando su Academia el 387. El programa de la escuela se fija en la obra Contra los sofistas; advierte Isócrates del peligro de creer en todas las promesas de los educadores, lo que hace que los hombres del común les tengan en mal concepto (1); muchos educadores mientras ofrecen conocer el porvenir, cosa imposible para los humanos, y ofrecen por poco dinero la virtud y la felicidad (2-4) no admiten a sus discípulos sin tener fiadores para el pago de su enseñanza, prueba de que no confían en enseñarles la virtud que les prometen.

Jaeger85, hablando de las diferencias entre la paideía de Isócrates y la de Platón, señala que el Gorgias y el Protágoras ya se habían dado a conocer cuando Isócrates escribía el Contra los sofistas. La paideía isocrática se basa en la retórica tan criticada por Platón, mientras que la dialéctica de este último es menospreciada por Isócrates (Contra los sofistas 2; Sobre el cambio de fortunas 261). La retórica ha sido criticada por Platón por su inmoralidad («hacer fuerte el argumento débil»), pero Isócrates puede contestar que el mal uso que haga de su técnica el discípulo no puede reprocharse al maestro (Sobre el cambio de fortunas 215 y ss.).

Mikkola86, analizando el discurso Sobre el cambio de fortunas, deduce las siguientes características de la paideía isocrática:

1.° El maestro debe enseñar a pensar y a hablar con elegancia.

2.° El concepto de paideía tiene dos funciones distintas: reflexionar (tò phroneĩn) y hablar bien (tò eũ légein).

3.° La parte fundamental de la retórica enseña el arte de convencer (tò peíthein).

4.° Para lograr una inteligencia despierta y una retórica perfecta se necesita la filosofía con cuya ayuda se comprenden las cosas y su esencia.

5.° Los que poseen una elocuencia natural se diferencian de los que tienen una elocuencia aprendida en que su raciocinio no les ayuda a comprender la esencia jerárquica de la realidad.

6.° El buen orador se muestra en la elección de los temas. Su círculo vital es el universo, el amor a la humanidad, el destino de su pueblo.

7.° El cultivo del razonamiento y de la retórica están unidos.

8.° El que posee el arte de convencer necesita simpatizar con el que va a persuadir para que sea seguro su éxito.

9.° La manera de vivir del orador, sus virtudes, talento, reputación y buena fama son las circunstancias que deciden al final el resultado del discurso.

Sabios son los que opinan lo mejor y filósofos quienes logran esa capacidad mediante diversas actividades (Sobre el cambio de fortunas 271). ¿Qué actividades? Desde luego no se pueden enseñar la prudencia y la virtud a quienes carecen de dotes naturales (274). El filósofo resulta superior a los demás, pero su superioridad no la ha conseguido robando o engañando (281). Lo único que se tiene en Atenas por ingenio son los chistes de los bufones (284) y los jóvenes, desatendidos, pasan su vida en diversiones inútiles (286-287). Hablar bien es la cualidad propia de los atenienses, como lo es la guerra de los lacedemonios y la equitación de los tebanos (295-298); el orador puede nacer pero también puede hacerse gracias al trabajo, y hacen falta buenos oradores (291-294). Los antepasados apreciaron a los buenos sofistas, como a Solón, el primero que recibió tal denominación, pero nuestros padres, por exceso de confianza, se aficionaron a los hombres malvados, quienes causaron la ruina de la ciudad (313-319).

¿A qué tipo de oratoria se dedica Isócrates? A la política, nos contesta (260), aunque sean muchos los que le critiquen. Hay, por supuesto, otros maestros de una oratoria basada en la dialéctica87, así como profesores de astronomía, geometría y ciencias semejantes, conocimientos inútiles para la vida práctica, pero que sí pueden entrenar a sus discípulos para que luego puedan llegar a la filosofía (261-268). Han existido también sofistas antiguos que perdían el tiempo estudiando el número de seres que existen, entre ellos Gorgias (268); todo eso son charlatanerías (269).

Así pues, Isócrates preconiza una educación que sea útil para la vida ordinaria; pero la utilidad ha de estar regida por un criterio moral lo mismo que en Platón. También el orador ha de ser oportuno, aprovechando la ocasión favorable (kairós)88. ¿Qué es mejor, el discurso pronunciado en público o el escrito? Ya sabemos por el mismo Isócrates sus imposibilidades físicas para hablar desde una tribuna; sin embargo, en su Carta a Dionisio 2 y ss. y en el discurso Filipo 5 y 25 y ss., Isócrates disculpa la posible baja calidad de su escrito por su ancianidad y por no hablar personalmente, afirmando la superioridad del discurso oral sobre el escrito. Para Alcidamante era más difícil improvisar un tema que escribirlo tras una larga preparación. ¿Añoraría Isócrates la posibilidad del discurso hablado que a él le estaba negada? Para Steidle los pasajes citados cumplen exclusivamente la función de captar la benevolencia del lector.

Especial interés tiene el discurso A Nicocles, que, con el epígrafe de «Sobre el modo de reinar», ha tenido gran éxito durante el Renacimiento y la Edad Moderna. Para Kennedy89, en los discursos «chipriotas» Isócrates no logra grandes resultados en su intento de hacer un tipo de oratoria gnómica, reminiscencia de los antiguos poetas. La educación es el más hermoso de los regalos (A Nicocles 2); los soberanos deben educarse mejor que los hombres del común, pues sus errores son más visibles (3-4); por esa misma razón es mejor educar a los reyes, pues la virtud que éstos logren se reflejará también en la vida y comportamiento de sus súbditos (8); los placeres, la despreocupación, han de evitarse a toda costa: el rey que desee gobernar bien debe comenzar por gobernarse a sí mismo. La práctica dialéctica, las discusiones políticas y otros procedimientos son útiles para alcanzar la filosofía (51).

Aristóteles, en su Retórica (1400 b), al hablar de las teorías retóricas, incluye a Isócrates. Parece que Isócrates había compuesto un manual, o si no él, un discípulo de su escuela, recopilando las doctrinas isocráticas. Los principales puntos de esta obrita son90:

1.° Isócrates define la retórica como «la artífice de la persuasión».

2.° Isócrates no distingue claramente los tres géneros de oratoria en los que insiste Aristóteles, sino que habla de discursos judiciales y deliberativos y de discursos de elogio y censura.

3.° Isócrates admite la división tradicional del discurso judicial en proemio (que incluye a veces la próthesis o exposición), el relato propiamente dicho, las pruebas y el epílogo.

4.° Isócrates incluía una discusión acerca del estilo. Algunos de los fragmentos aluden a las figuras retóricas de Gorgias.

Isócrates, piensa Jaeger91, se refiere a Platón cuando en Sobre el cambio de fortunas 84-85, afirma que algunos se dedican a invitar a unos cuantos ciudadanos a una virtud y sensatez desconocida por los demás y discutida por ellos mismos. Isócrates, en cambio, exhorta a una virtud reconocida por todos y su exhortación va encaminada a la ciudad entera.

3.

La transmisión del texto de Isócrates

Isócrates fue pronto estudiado en las escuelas, en parte por el rico aticismo de su lenguaje, en parte por la moralidad que hay en sus obras92. Esto hizo que fueran numerosos los manuscritos donde se recogen total o parcialmente sus discursos. Drerup contabilizaba, en 1906, 121 manuscritos y 10 papiros. Los principales manuscritos son los siguientes:

Urbinas III (Γ), de finales del s. IX o comienzos del X d. C. Contiene todos los discursos, salvo Contra Calímaco y Contra Eutino; recoge también todas las cartas. Del discurso Sobre el cambio de fortunas faltan los 3 últimos parágrafos y los 3 primeros del Sobre el tronco de caballos. Presenta correcciones de cinco manos diferentes en letras minúsculas dentro del texto (Γ 1, Γ 2, Γ 3, Γ 4 y Γ 5), y una sexta en el margen con mayúscula (Γ marg.). Es el mejor de todos los manuscritos y representa con probabilidad el texto original de Isócrates. Fue descubierto por Bekker en la Biblioteca Vaticana93 y sobre él hizo su edición de 1822. Su arquetipo debió ser un manuscrito de comienzos de la era cristiana.

Vaticanus 936 (Δ), del s. XIV d. C. Contiene todos los discursos, salvo Contra Calímaco, Contra Eutino y Sobre el tronco de caballos. Contiene también todas las cartas.

Ambrosianus O 144 (E), del s. XV d. C., contiene las mismas obras que Δ. Fue utilizado por Adamantius Coray para su edición.

Laurentianus LXXXVII 14 (Θ), del s. XIII d. C., contiene once discursos: Elogio de Helena, Evágoras, Busiris, Panegírico, Areopagítico, Plateense, Arquidamo, Contra los sofistas, Filipo, Panatenaico y Sobre el cambio de fortunas. No recoge ninguna carta.

Vaticanus 65 (Λ), del año 1063 d. C., contiene todos los discursos y ninguna carta.

Parisinus 2932 (Π), del s. XV, contiene la vida de Isócrates y argumentos de sus discursos, trece en total: A Demónico, A Nicocles, Nicocles, Panegírico, Elogio de Helena, Evágoras, Busiris, Contra los sofistas, Plateense, Areopagítico, Filipo, Sobre la paz y Arquidamo; no recoge ninguna carta.

Scaphusianus 43 (Z), del s. XV, contiene 12 discursos: A Demónico, A Nicocles, Nicocles, Panegírico, Elogio de Helena, Evágoras, Busiris, Contra los sofistas, Plateense, Areopagítico, Filipo y Sobre la paz.

Vaticanus 64 (Φ), del año 1270 d. C., contiene el Elogio de Helena y Evágoras, así como todas las cartas.

Según Bekker, estos manuscritos, los más importantes, se dividen en dos grupos. El primero estaría compuesto por Γ y sus derivados Δ y E. El segundo grupo, llamado de la vulgata, tendría a su vez dos ramas principales: la representada por Θ, que no tiene derivados, salvo las correcciones que Γ 4 y Γ 5 hacen.a Γ. La segunda rama de la vulgata se subdividiría a su vez en el manuscrito Λ con sus numerosos descendientes, y el Π, más reciente, que parece copia del arquetipo de Λ.

Θ tiene de común con Γ que es el único manuscrito de la Vulgata que transmite entero el texto del discurso Sobre el cambio de fortunas, mientras que los demás pasan del parágrafo 72 al 310.

De Φ parecen derivar todos los MSS que transmiten las cartas y no derivan de Γ.

De entre los papiros podríamos destacar los siguientes:

Oxyrhynchos Papyri VIII n.° 1096, s. IV d. C., contiene el final del Panegírico y el comienzo de Sobre la paz.

Oxyrhynchos Papyri V n.° 844, s. II d. C., contiene más de 700 líneas del Panegírico.

En cuanto a la autenticidad de los discursos, en la Antigüedad se conocían 60 discursos de Isócrates, de los que la mayor parte eran falsos. A nosotros nos han llegado 21 discursos y 10 cartas; de estas últimas la X es falsa. En cuanto a los discursos, es muy probable que el A Demónico no sea isocrático94.

Ediciones:

La editio princeps es la de DEMETRIUS CHALCONDYLAS, publicada en Milán en 1493. Contiene las Vidas de Isócrates del Pseudo-Plutarco, Filóstrato y Dionisio de Halicarnaso, pero no las cartas. ALDO MANUCIO publicó 8 de las cartas, omitiendo la destinada a Arquidamo, en Venecia en 1499, y los discursos en Venecia, 1513. La primera edición con traducción latina, notas e índice es la de JERÓNIMO WOLFF, Basilea, 1570. H. STEPHANUS reproduce la traducción de Wolff en su edición de los discursos y cartas de Isócrates, París, 1593, que también contiene siete «diatribas». Otras ediciones son la de ATANASIO AUGER, París, 1782, también con traducción latina, la de WILHELM LAUGE, Halle, 1803, con notas críticas e índice, la de ADAMANTIUS CORAY, París, 1807. ANDREAS MUSTOXYDIS, Antidosis, Milán, 1812, fue el primero en publicar este discurso, al descubrir el códice Ambrosianus 0 144 (E).

Otra edición importante es la de IMMANUEL BEKKER, Oratores Attici, Berlín, 1823, en cuyo tomo II recoge la obra de Isócrates. Ya señalamos que fue Bekker el descubridor del Urbinas III, el mejor de todos los manuscritos isocráticos. Otra buena edición crítica es la de G. BAITER, H. SAUPPE, Oratores Attici, Zurich, 1839.

G. E. BENSELER, Isocratis orationes, Leipzig, 1851, con crítica y correcciones de los MSS, intentando respetar el estilo de Isócrates. Traduce al alemán los discursos Panegírico, Filipo, Plateense, Arquidamo y Sobre la paz, en su edición bilingüe Isokrates Werke, Leipzig, 1854. Traducción al francés de toda la obra de Isócrates es la edición de DE CLERMONT-TONNERRE, 3 vols., París, 1868. F. BLASS en Isocratis Orationes, Leipzig, 1878-1913, presenta una excelente edición que revisa la primera de BENSELER. R. C. JEBB, Selections from the Attic Orators, Londres, 1906.

Un importante estudio previo sobre los MSS y sobre la autenticidad de los discursos contiene la edición de E. DRERUP, Isocratis opera omnia, Leipzig, 1906, que sólo recoge los discursos forenses.

Tradicionalmente los discursos se numeran de acuerdo con la clasificación que hizo Wolff en su edición, que es la siguiente:

1.

Exhortaciones:

I.

A Demónico

II.

A Nicocles

III.

Nicocles

2.

Consejos:

IV.

Panegírico

V.

Filipo

VI.

Arquidamo

VII.

Areopagítico

VIII.

Sobre la paz

3.

Elogios:

IX.

Evágoras

X.

Elogio de Helena

XI.

Busiris

XII.

Panatenaico

XIII.

Contra los sofistas

4.

Forenses:

XIV.

Plateense

XV.

Sobre el cambio de fortunas

XVI.

Sobre el tronco de caballos

XVII.

Sobre un asunto bancario

XVIII.

Contra Calímaco

XIX.

Eginético

XX.

Contra Loquites

XXI.

Contra Eutino

Traducciones:

Además de las ediciones bilingües que hemos citado, han de destacarse las dos más recientes: G. MATHIEU y E. BRÉMOND, Isocrate, Discours I-IV, 3.ª ed., 1962-1963, y G. NORLIN, Isocrates I II, 3.ª ed., 1966-1968, vol. III a cargo de L. VAN HOOK, 3.ª ed., 1968, Londres-Cambridge (Massachusetts).

4.

Traducciones españolas de Isócrates

Ya Pedro Mexía (1500-1551)95 tradujo el discurso A Demónico al español, pero no directamente del griego, sino de la versión latina hecha por Rodolfo Agrícola.

En 1551, en Valladolid96, aparece la traducción de Diego Gracián de Alderete, que recoge el A Nicocles de Isócrates junto con una obra del bizantino Agapeto. Una nueva edición del mismo discurso y por el mismo autor se imprime en Salamanca en 157097.

Ignacio de Luzán (1702-1754) tradujo de nuevo el A Demónico, sin que esta traducción se haya publicado98.

La primera traducción completa de Isócrates al español es la de Antonio Ranz Romanillos, en tres tomos, publicada en 178999. Sigue la misma clasificación y orden de los discursos de la edición de J. Wolff. Reeditada varias veces100, desde la edición de 1891 falta el discurso Eginético, la Carta a Antípatro y figuran, en cambio, cuatro cartas a Filipo, de las que sólo conocemos las dos primeras.

La traducción de Ranz Romanillos no es mala en conjunto y no es cosa de recoger aquí los errores que hemos podido descubrir en ella. Señalaremos, a modo de resumen, que, aparte de su lenguaje ya inactual (cosa no reprochable, lógicamente, a su autor), Ranz tiene la manía de repetir la traducción de un mismo término, buscando con ello, sin duda, una mayor exactitud, pero esto hace la traducción pesada, y, otras veces, llevado de un afán retórico, resulta poco fiel al original, por las excesivas libertades que entonces se permite, alejándose considerablemente del texto griego. Vaya en su descargo el hecho de haber sido el primer traductor español de nuestro Isócrates, a pesar de las dificultades de su época, con una probidad intelectual digna de reconocimiento.

5.

Nuestra traducción

Dada la penuria de las traducciones españolas de Isócrates, es evidente que nuestra versión era necesaria y viene a cubrir un vacío en la bibliografía española actual. Hemos pretendido ajustarnos siempre al fondo y a la forma del original, recogiendo en notas aquellos datos y alusiones históricos que nos parecían pertinentes para una mejor intelección del texto.

La edición que hemos seguido es la de G. Mathieu y E. Brémond ya citada. El criterio cronológico seguido por estos editores en la presentación de los discursos ha sido respetado por nosotros escrupulosamente. En cuanto a las variantes al texto que hemos introducido, son de tan poca monta que las recogemos sólo en las notas.


1 Las fuentes fundamentales para conocer la vida de Isócrates son la biografía que DIONISIO DE HALICARNASO pone como prefacio a su ensayo sobre Isócrates, las Vidas de los 10 oradores del PSEUDO-PLUTARCO, y una Vida anónima atribuida a ZÓSIMO.

2 Una de las tres liturgias o impuestos directos de los más ricos; la coregía obligaba a pagar el coro público de una representación de comedias o tragedias.

3 Estudia a fondo el problema F. BLASS, Die attische Beredsamkeit, II, 2.ª ed., Leipzig, 1887-1898.

4 DIODORO DE SICILIA, XII 53, y PLATÓN, Hipias mayor 282 B.

5 Si admitimos, como parece probable, que el Fedro es una obra de la madurez de Platón, cuando el «joven Isócrates» sería sesentón.

6 Paideia. Die Formung des griechischen Menschen = Paideia. Los ideales de la cultura griega [trad. J. Xiráu, W. Roces], México, 1957, pág. 835.

7 Para estas influencias V. H. GOMPERZ, «Isokrates und die Sokratik», Wiener Studien 27 (1905), y 28 (1906); G. NORLIN, Isocrates I, Londres, 1966 (= 1928), introd. págs. XVΠ-XVIII. Para la influencia socrática en el pensamiento político de Isócrates, G. KENNEDY, The Art of Persuasion in Greece, Londres, 1963, página 184.

8 CICERÓN, Orator 176.

9 Sobre el cambio de fortunas 155.

10 Cf. G. MATHIEU y E. BRÉMOND, Isocrate, Discours I, París, 1963 (=1929), introd. pàg. II, nota 1, para la discusión sobre la fecha de este viaje a Tesalia.

11 Según la Vida anónima 20-23, Isócrates habría querido compartir el destino de Terámenes.

12 Sobre el cambio de fortunas 161.

13 Panatenaico 10-12.

14 Panegírico 11, 188; Sobre el cambio de fortunas 49.

15 Sobre el cambio de fortunas 36.

16 MATHIEU, Isocrate... I, introd. pág. VI.

17 U. V. WILAMOWITZ-MOELLENDORF, Platon, Berlín, 1920, II, página 107, nota I.

18 KENNEDY, The Art..., págs. 176-177.

19 DIONISIO DE HALICARNASO, Isócrates 18, cuenta que el hijo adoptivo de Isócrates negaba que su padre hubiera escrito discursos judiciales, pero concuerda con Aristóteles en que las librerías estaban llenas de ellos.

20 The Attic Orators, Londres, 1893, vol. II.

21 JAEGER, Paideia..., pág. 840, nota 32, lo niega por considerar corrupto el texto.

22 The Attic..., II, pág. 216.

23 Paideia..., pág. 833, nota 8 y pág. 844, nota 44.

24 E. MIKKOLA, Isokrates. Seine Anschauungen im Lichte seiner Schriften, Helsinki, 1954, pág. 293.

25 Panegírico 145-149, Filipo 90-95.

26 Según el PSEUDO-PLUTARCO, 35, Isócrates vistió de luto.

27 MIKKOLA, Isokrates..., pág. 293, sitúa con interrogación el Eginético en el año 391 a. C.

28 El documento de constitución de esta segunda liga se ha conservado en una plancha de mármol que constaba de veinte fragmentos. Ha estudiado este documento H. BENGSTON, Die Staatsverträge der griechischrömischen Welt von 700 bis 338 v. Chr., Munich, 1962.

29 Sobre el cambio de fortunas 101-139.

30 KENNEDY, The Art..., pág. 190. El propio Isócrates, en A Nicocles 3, 43, recuerda a estos poetas.

31 Sobre si el discurso fue pronunciado realmente por Arquidamo, o se trató de un mero ejercicio escolar, véase la introducción a este discurso.

32 Ver también introducción a este discurso. MIKKOLA, Isokrates..., pág. 284, niega rotundamente la autenticidad del A Demónico.

33 El cambio de fortunas (antídosis) era un recurso mediante el cual un ciudadano obligado a sostener el impuesto de la trierarquía (obligación de equipar un trirreme) podía cargar este impuesto sobre otro más rico, y, en el caso de que este último rehusara, obligarle a cambiar con él su fortuna.

34 No tiene que ver con Timoteo, hijo de Conón, estratego ateniense que fue discípulo de Isócrates y del que hablamos anteriormente. El destinatario de la carta es Timoteo de Heraclea en el Ponto, hijo del tirano de esta ciudad Clearco, que también fue discípulo de Isócrates.

35 Sobre la paz 24.

36 Panatenaico 267-270.

37 Vida de los 10 oradores 22.

38 Paideia..., pág. 839.

39 Así las resume BRINGMANN en Studien zu den politischen Ideen des Isokrates, Gotinga, 1965, pág. 16.

40 KESSLER, Isokrates und die panhellenische Idee, Paderborn, 1911.

41 Paideia..., pág. 861, nota 16.

42 Studien..., pág. 109.

43 G. MATHIEU, Les Idées Politiques d’Isocrate, París, 1925, cap. III, págs. 17-28.

44 Ístmicas V 49; Píticas I 75.

45 VIII 144.

46 Paz, vv. 302-3, 508-11, 996-7, 1082, 1320-1; Lisístrata, vv. 342, 525, 1128-34.

47 Ver las palabras del espartano Calicrátidas en JENOF., Hel. I 6, 7.

48 Alcibíades 120 A.

49 ARISTÓTELES, Retórica 1414 b 29, y FILÓSTRATO, Vida de los sofistas I 9, 4-5.

50 Lisias 28-29.

51 XIV 109, 3.

52 ASÍ nos lo dice el mismo Isócrates en Panegírico 14

53 D. GILLIS, «Isocrates Panegyricus: The Rhetorical Texture», Wiener Studien 84 (1971), pág. 56 y ss., interpreta este pasaje de Isócrates como reparación del daño hecho a la unidad panhelénica.

54 BRINGMANN, Studien..., pág. 109, opina en contra.

55 JAEGER, Paideia..., pág. 868, piensa que es exagerado hacer del Panegírico una obra de propaganda para la segunda liga marítima al no valorar con exactitud el elemento ideológico contenido en el discurso. A favor U. V. WILAMOWITZ, Aristoteles und Athen, Berlín, 1893, II, pág. 384; E. DRERUP, «Epikritisches zum Panegyricus des Isokrates», Philologus (1895), pág. 639, y KESSLER, Isokrates..., pág. 8. E. BUCHNER, Der Panegyrikos des Isokrates, Wiesbaden, 1958, ve dos partes en el Panegírico: un elogio de las hazañas de Atenas en el pasado y el consejo de que los griegos se unan bajo el caudillaje de Atenas y Esparta.

56 No nos resistimos a aconsejar la lectura del famoso diálogo melios-atenienses en TUCÍDIDES, V 84-111.

57 Más tarde, en el Panatenaico, Isócrates vuelve a tratar el tema de los melios (63, 89).

58 Esta es la opinión más corriente: así JAEGER, Paideia..., página 861; BRINGMANN, Studien..., pág. 17, etc. Coincidimos con KESSLER, Isokrates..., pág. 9, en que la pretensión de Isócrates es que la hegemonía absoluta corresponda a Atenas; y no creemos que haya que «leer entre líneas» como dice el propio Kessler siguiendo a WILAMOWITZ, Aristoteles..., pág. 381, sino que la intención de Isócrates la vemos manifiesta en Panegírico 20-25, 99.

El reparto de hegemonía con Esparta se refiere a Grecia, en el caso de que Esparta quiera aceptarlo (17-18), pero no al caudillaje contra Persia. Más bien se pide una colaboración espartana, como se pide también de los gobernantes de otras ciudades (170). Este parágrafo del Panegírico ha sido destacado por G. HEILBRUNN, «Isocrates on Rethoric and Power», Hermes (1975), pág. 164, quien comenta, con toda razón, el olvido de los comentaristas sobre el pasaje.

59 Isokrates..., pág. 229.

60 Isocrate et son temps, París, 1963, pág. 73.

61 G. DOBESCH, Der Panhellenische Gedanke im 4. Jahrhundert vor Chr. und der ’Philippos’ des Isokrates, Viena, 1968, pág. 48 y ss.

62 HEILBRUNN, «Isocrates...», pág. 161.

63 Isokrates..., pág. 80.

64 Studien..., pág. 111.

65 «Isocrates...», pág. 155.

66 JENOF., Hel. VII 1, 22 y 27.

67 MATHIEU y BRÉMOND, Isocrate..., págs. IV y 168.

68 M. A. LEVI, Isocrate. Saggio critico, Milán, 1959, págs. 99-101, critica la traducción de politeía como «constitución política» por ser técnicamente antihistórica y da razones para traducirla como «gobierno» o «sistema de gobierno».

69 Isocrate..., pág. 73 y ss.

70 The Art..., pág. 175.

71 Paideia..., pág. 918, nota 99, Jaeger dedica un largo capítulo de su obra al estudio de la política interior isocrática (págs. 895-921).

72 MIKKOLA, Isokrates..., págs. 250-251; el pensamiento religioso de Isócrates está estudiado con todo pormenor en pág. 111 y ss.

73 V. nota 31.

74 Die attische..., II, págs. 288-293.

75 CLOCHÉ, Isocrate..., pág. 84, hace notar la inexactitud de la afirmación isocrática, cuando hace a Solón legislador de la democracia y a Clístenes su restaurador.

76 Asi piensan CLOCHÉ, LEVI, JAEGER, BRINGMANN, etc. Un estudio específico es el de CLOCHÉ, «Isocrate et la politique théraménienne», Lec. 5 (1936), pág. 394 y ss. LEVI, Isocrate..., pág. 104, ve ya en Arquidamo 21 y Nicocles 14, los conceptos «teramenianos» del pensamiento político isocrático.

77 Studien..., págs. 110-111.

78 Isocrate..., págs. 72 y 94.

79 The Art..., pág. 184.

80 Isocrate..., pág. 104 y ss.

81 LEVI, Isocrate..., pág. 106.

82 K. VON FRITZ, The Theory of the mixed Constitution in Antiquity, Nueva York, 1954, pág. 117. Sobre la posición ideológica de Aristóteles, véase el prólogo de C. GARCÍA GUAL a su traducción de La Política, Madrid, 1977.

83 Les Idées..., pág. 208 y ss.

84 The Art..., pág. 190.

85 Paideia..., pág. 840 y ss.

86 Isokrates..., pág. 196 y ss.

87 Dentro de la oratoria erística incluye Isócrates a muchos como Alcidamante, también discípulo de Gorgias, a Lisias y a los socráticos, incluido Platón. Para las relaciones de Isócrates con estas escuelas, véase W. STEIDLE, «Redekunst und Bildung bei Isokrates», Hermes 80 (1952), págs. 257-296.

88 W. STEIDLE, «Redekunst...», págs. 270-271, destaca la importancia que este término tomó con la sofística.

89 The Art..., pág. 190.

90 Ibid., pág. 72.

91 Paideia..., pág. 927.

92 E. MIKKOLA, Isokrates..., págs. 274-292, hace un magnífico estudio sobre la transmisión de la obra de Isócrates, así como sobre el problema de la autenticidad de sus discursos. Hemos utilizado también las introducciones de las ediciones de MATHIEU y BRÉMOND, y de G. NORLIN.

93 Sabemos que este manuscrito estuvo en poder de Federico di Montefeltro, conde de Urbino (1422-1482) y luego ya pasó al Vaticano.

94 En la introducción a cada discurso figura la discusión pormenorizada sobre la autenticidad, en los casos en que ésta se plantea así como los editores que la afirman o la niegan. Lo mismo cabe decir sobre la fecha de cada uno, lo que constituye uno de los principales problemas en la obra de Isócrates.

95 Fue discípulo de Luis Vives en Lovaina y secretario de Carlos I y Felipe II.

96 Hemos podido consultar un ejemplar de la Real Academia de la Lengua, y su título es el siguiente: Preceptos y reglas de Y Socrates atheniense philosopho y orador clarissimo, que troctan de la gouernaçion del reyno, donde muestra qual conviene ser el Rey para con sus subditos, y los subditos para con su Rey poniendo les delante leyes iustissimas, que guarden.

Instrucion de Agapeto diacono, del ofiçio y cargo de Rey, al Emperador Justiniano. Traduzido de lengua griega en castellana y ... Por el secretario [Diego] Gracian. Valladolid. Por Francisco Fernandez de Cordova. 1551.

97 Isocrates. De la gobernacion del Reyno. Agapeto. Del officio y cargo del Rey. Dion. De la institucion del Principe y de las partes y qualidades que ha de tener un bueno y perfecto Rey. Traducidos de lengua griega en castellana por Diego Gracian. Salamanca. Por Mathias Gast. 1570.

98 Parénesis o exhortación de Isócrates a Demónico. Quedó manuscrito según M. MENÉNDEZ PELAYO, Biblioteca de Traductores españoles, Madrid, 1952, ed. Sánchez Reyes, II, pág. 367.

99 Isócrates. Las oraciones y cartas. Ahora nuevamente traducidas de su original griego é ilustradas con notas por Antonio Ranz Romanillos, Madrid, Imp. Real, 1789.

100 Oraciones políticas y forenses de Isócrates. Traducidas directamente del griego y anotadas por D. ANTONIO RANZ ROMANILLOS, Madrid, Viuda de Hernando y Cía. (Suc. de Rivadeneyra), 1891, 2 vols. Isócrates. Discursos histórico-políticos, traducción del griego por ANTONIO RANZ ROMANILLOS. Presentación y edición al cuidado de Ismael Quiles, S. I., Col. Austral, Buenos Aires, 1944 (sólo contiene los discursos Filipo, Arquidamo, Areopagítico y Sobre la paz).

Isócrates. Discursos completos. Traducción del griego y notas por A. RANZ ROMANILLOS. Con unas notas prologales de Emiliano M. Aguilera, Ed. Iberia, Barcelona, 1961, 2 vols. (No contiene esta edición las cartas, y presenta algunos descuidos en la transcripción de nombres propios y en la supresión, suponemos que involuntaria, de algunos pasajes.)

Discursos I

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