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Aprende a plantear tu objetivo

Como decíamos, tener objetivos forma parte de nuestro ADN: a lo largo de nuestras vidas nos hemos planteado centenares de objetivos (¡y los que quedan!) Ahora bien, ¿te has preguntado por qué en ocasiones, aún queriendo conseguir algo, no te pones manos a la obra? ¿Has tenido alguna vez esa rara sensación de no sentirte satisfecho del todo tras conseguir un objetivo? ¿Te ha pasado que empezaste con mucha energía y entusiasmo pero luego abandonaste a mitad de camino?

Lo que sucede en estos casos es que nos planteamos objetivos que en realidad no lo son. En ocasiones formulamos objetivos para huir de nuestra situación, por ejemplo: «Quiero dejar mi empleo». Otras veces nos planteamos objetivos que ni siquiera sabemos concretamente lo que significan como «Quiero estar mejor»; he tropezado con personas que incluso han delegado la consecución de sus metas a terceras personas planteándose objetivos del tipo «Quiero que mi jefe deje de ignorarme».

Con todo mi cariño, lo que acabas de leer no son objetivos. Son otra cosa. Son deseos al aire, frases sin dirección. Un objetivo tiene que ser algo claro, firme y conciso. Un objetivo tiene que motivarte y empujarte a conseguirlo, si no no es un objetivo; no caigas en la trampa de confundir metas con deseos o, peor aún, con obligaciones autoimpuestas.

Para que un objetivo cumpla su función (es decir, servir como medio para elevar nuestra vida en algún aspecto), tiene que cumplir unas características determinadas. Esas características asegurarán que te hagas dueño de tu objetivo y que entiendas a la perfección todo lo que lo rodea: qué significa para ti, qué impacto va a tener en tu vida o cuándo tendría sentido que estuviese cumplido. Solo a través del análisis de tu objetivo serás capaz de responsabilizarte del mismo.

Te cuento a continuación las cualidades que tiene que cumplir tu objetivo haciendo uso del acrónimo E.M.Po.Dé.R.A.T.E.®

Objetivos E.M.Po.Dé.R.A.T.E.®

Características de los objetivos E.M.Po.Dé.R.A.T.E.®:

 Equilibrado: el objetivo no debe desequilibrar ningún aspecto de tu vida

 Medible: tienes que tener referencias para saber si has conseguido tu objetivo (y si estás haciendo lo correcto para conseguirlo)

 Positivo: tienes que saber lo que quieres, la dirección vital en la que quieres ir

 Deseable: tienes que amar tu objetivo. Tu objetivo ha de ser tuyo

 Realista: tienes que creerte que puedes alcanzar tu objetivo asumiendo que encontrarás retos y desafíos por el camino

 Acción: tienes que ser capaz de iniciar y mantener acciones que te acerquen a tu objetivo

 Tiempo: tu objetivo tiene que tener una fecha tentativa de consecución

 Específico: tienes que definir muy bien tu objetivo

Esto es lo que llamamos en metodología coaching «objetivos bien formados». Si nuestro objetivo cumple estas características ya habremos recorrido la mitad del camino, créeme. Pasamos ahora a analizar y desarrollar cada una de estas cualidades para que comprendas la importancia de cada una de ellas; y es que todas son críticas, todas son importantísimas. Si nuestro objetivo no cumple alguna de ellas es muy probable que nos cause problemas en el camino…, incluso que lleguemos a abandonar. O peor aún, que lo consigamos a través de desatendernos en algún aspecto y que encima al conseguirlo nos encontremos igual (o peor) que antes.

«Un objetivo tiene que motivarte y empujarte a conseguirlo, si no no es un objetivo».

No es necesario trabajar estas cualidades en un orden determinado; es más, puede que según vayas trabajando un aspecto determinado de tu objetivo quieras volver atrás y revisar una cualidad que supuestamente ya habías contemplado. Es normal. Cada capítulo de este libro te irá proporcionando más y más información, y probablemente quieras de vez en cuando volver a revisar algún apartado de nuevo. El orden en el que te las voy a mostrar es el que mejor resultado da en mis talleres aunque recuerda: todas son igualmente importantes.

Por lo tanto, sigue conmigo. Lo que estás a punto de leer fue tremendamente revelador para mí y espero de todo corazón que te ayude de ahora en adelante a la hora de plantearte objetivos.

Ten muy presente el objetivo que trabajaste en el apartado anterior (u otro que tengas en mente); así conseguirás que todo lo que leas tenga un cariz real de forma inmediata ya que estarás poniendo en práctica todo lo que te iré proponiendo. Al final de cada capítulo encontrarás una herramienta para garantizar que tu objetivo cumple todas y cada una de las cualidades que te propongo.

¿Listo para pulir tu objetivo?

EMPoDéRATE - PLANTEADO EN POSITIVO

Lo que no quieres NO es tu objetivo

¿Sabes? En general las personas solemos tener claro lo que no queremos. «No quiero seguir en este trabajo», «No quiero tener miedo a hablar en público», «No quiero seguir preocupándome», «No quiero estar triste», etc.

¿Te suenan estos «objetivos»?

Echando un vistazo atrás en mi vida me he dado cuenta de que personalmente me había puesto muchos objetivos de este estilo; del mismo modo, muchas personas con las que trabajo profesionalmente acuden a mí con este tipo de metas para que las acompañe en su viaje.

Bien, aquí llega el mensaje revelador: esto no son objetivos. Ni de lejos se parecen a un objetivo. Te explico: un objetivo tiene que ser capaz de llevarnos a ese lugar vital en el cual sabemos que vamos a estar mejor (estado deseado); este tipo de objetivos planteados con lo que «no queremos» realmente no están marcando un destino en nuestras vidas; solo ponen el foco en que no estamos bien donde estamos.

Mira, plantearse un objetivo es lo mismo que entrar en un taxi. Imagina que subes a un taxi y el conductor te pregunta: «¿A dónde quiere ir usted?», y tú vas y le respondes: «Mire, no quiero ir al centro de la ciudad»; el taxista, extrañado, te volverá a preguntar: «Muy bien, centro de la ciudad tachado de mi GPS, ¿a dónde quiere ir?»; luego vas y le respondes: «Verá, no quiero ir al aeropuerto más cercano». A estas altura el taxista ya solo tiene dos opciones: echarte del taxi (improperio incluido) o, desesperado, obligarte a que le digas a dónde quieres ir en lugar de a dónde «no» quieres ir.

¿Se entiende la idea? Si no decimos al taxista a dónde queremos ir jamás podrá llevarnos a ningún sitio. Lo mismo pasa con nuestro cerebro: si no le damos una dirección vital (un verdadero objetivo), jamás haremos lo que tenemos que hacer para caminar en esa dirección; jamás haremos lo que tenemos que hacer para conseguirlo.

¿Sabes? En el pasado cada vez que me encontraba incómodo en un trabajo terminaba en otro similar y siempre al cabo de unos tres o cuatro meses (si no antes), volvía a tener esos sentimientos de «algo no va bien». He confirmado esto con la inmensa mayoría de compañeros que se iban a otras empresas; cuando charlaba con ellos al cabo de unas semanas resulta que estaban quejándose por las mismas cosas que los empujaron a cambiar de trabajo: horarios, jefes, carga de trabajo, organización, etc.

Claro, amigos. Es que cambiar de empleo no garantiza que estarás bien allá donde vayas. Ni de lejos. Cuando tu objetivo es cambiar de empleo te aseguras un cambio, es cierto, pero al no estar gestionando el lugar al que quieres ir de verdad solo hacen falta unos pocos meses para volver a encontrarte en una situación similar. Sería una cuestión pura de azar el que estuvieses bien en ese otro trabajo; mi pregunta aquí es: ¿dejarías en manos del azar tu propia realización y tu felicidad?

Respira. Es tremendamente humano creer que lo que no queremos es un objetivo, claro; y es que los sentimientos son súper útiles: son una herramienta fantástica que nos ha sido otorgada para saber que «esto, no». Los sentimientos negativos del tipo que sean son una guía interna fantástica para ser conscientes de que hay algo que tenemos que hacer de forma diferente para estar bien. Pero ojo, esos sentimientos de malestar son solo una señal de alerta. Estar «mal» no aporta luz a priori de qué es lo que tenemos que hacer para estar «bien».

Atraes a tu vida todo aquello en lo que piensas, lo desees o no

Existe una regla universal que dice que todo aquello en lo que piensas, en lo que vibras (los pensamientos generan sentimientos), es lo que atraes a tu vida. Es decir, cuanto más piensas en algo (vibras y sientes), más de eso tienes en tu vida. Además, los pensamientos (sobre todo los negativos) son adictivos, y si nos descuidamos podemos caer en situaciones crónicas de malestar, apatía o depresión.

Imagina que tu objetivo es «No quiero tener miedo». Te levantas por la mañana y repites tu objetivo cinco veces. Haz la prueba, repite conmigo:

 «¡No quiero tener miedo!»

 «¡No quiero tener miedo!»

 «¡No quiero tener miedo!»

 «¡No quiero tener miedo!»

 «¡No quiero tener miedo!»


¿En qué estás pensando realmente? Eso es: en miedo. Estás vibrando con el miedo. Y más de eso tendrás en tu vida.

Mira, el cerebro no entiende la palabra «no». En serio. Repite cualquier frase con la palabra «no» y dime qué es lo que sientes. Te doy ejemplos: «No me gusta la violencia», «No me gusta ver animales encerrados», «No quiero fumar». Ahora, dime: ¿en qué piensas cuando repites estas palabras? Exactamente: piensas en violencia, animales encerrados, fumar. Piensas justo en todo menos en el «no». Y es que claro, para saber en lo que no tienes que pensar, tienes que pensar en ello. Parece una perogrullada, pero quiero que entiendas la tremenda importancia de esto.

Te propongo un ejercicio: durante los próximos cinco segundos trata de no pensar en un elefante de color azul.

¿Ya?

¿Qué ha pasado? Pues que tienes que pensar en el elefante azul para tratar de no pensar en el elefante azul.

Así funciona tu cerebro: elimina el «no» y se queda con la otra parte de la frase. Cuando planteamos objetivos con lo que no queremos nos anclamos al estado que queremos abandonar aumentando las sensaciones de insatisfacción y, peor aún, no nos dan ningún tipo de información sobre a dónde tenemos que ir ni qué tenemos que hacer para estar mejor.

A este tipo de objetivos yo los llamo directamente «antiobjetivos»: no solo no nos llevan a ningún lugar sino que perpetúan el sentimiento de malestar. ¿Tu objetivo contiene la palabra «no»? A continuación te propongo una herramienta para que transformes tu «antiobjetivo» en un verdadero objetivo.

HERRAMIENTA

Formula tu objetivo sin la palabra «no»

 Tras aplicar la herramienta serás capaz de formular tu objetivo en positivo (sin la palabra «no»)

 Tiempo que necesitarás: 20 minutos

Te voy a dar una serie de estrategias para que puedas transformar tu objetivo, expresado en términos de lo que no quieres, en un objetivo bien formado expresado como lo que quieres (en positivo). Para facilitar la comprensión, imaginemos que quiero transformar el objetivo «No quiero seguir teniendo pensamientos negativos».

PASO 1: Piensa en lo contrario

¿Qué es para ti lo contrario a tu objetivo? ¿Qué sería lo contrario a tener en nuestro ejemplo «pensamientos negativos»? Tal vez sea «Estar tranquilo» o «Vivir una vida relajada». Estas frases sí que son buenas referencias para tu cerebro; sí son buenos objetivos en los que merecerá la pena invertir tiempo y energía. Anota todo lo que se te ocurra.

PASO 2: Actúa «como si»

Actuar «como si» significa dejar volar la imaginación e imaginar que ya has dejado de tener eso que «no quieres»; en nuestro ejemplo, sería imaginar que ya no tienes «pensamientos negativos». Ahora, pregúntate: ¿qué es diferente en tu vida? ¿Cómo te sientes? Lo más probable es que emerjan palabras más amables del tipo «Me siento bien», «Me siento más tranquilo» o «Estoy en paz». ¡Bingo! Esto ya sí que se parece más a un objetivo; deberás por lo tanto reformular tu objetivo a «Quiero más tranquilidad» o «Quiero sentirme en paz». Escribe todo lo que pase por tu cabeza; estamos empezando a decirle al taxista a dónde queremos ir.

PASO 3: Encuentra una referencia externa

Te paso la estrategia definitiva: piensa en alguien que tiene lo que tú quieres o que está como tú quieres estar. En ocasiones estamos tan perturbados por la situación de la que queremos salir que somos incapaces de vislumbrar qué es lo que queremos ni hacia dónde queremos ir; es absolutamente normal. En estos casos lo más sencillo y potente es pensar en ese conocido, allegado, personaje público e incluso personaje histórico o de ficción que te inspire en el sentido de que quieres sentirte o parecerte a él en alguno de los aspectos relacionados con tu objetivo. Así, en el ejemplo que estamos trabajando podrías decir: «Quiero tener la paz interior de Dalai Lama» o «Querría sentirme tan tranquilo y despreocupado como mi hermano». Recuerdo una persona con la que trabajé que me dijo: «Quiero ser como William Wallace (Braveheart)». Le contesté: «Ah, qué bueno. ¿Y cómo definirías a William Wallace?» Él me dijo: «Sería una persona más proactiva, más enérgica y también con capacidad de liderazgo». No se trata aquí de que lleguemos todos a la conclusión de qué características tenía William Wallace, sino de que conozcas las virtudes o rasgos que tú crees que tiene esa persona y que te gustaría tener. Me encanta jugar con la imagen que yo tengo de otras personas ahí fuera para plantearme objetivos pues me da muchas más ideas sobre lo que quiero y (todavía) no tengo.

PASO 4: Reformula tu objetivo

Revisa tus notas derivadas de los pasos 1, 2 y 3. Con toda la información que has sacado de los tres pasos anteriores deberías ser capaz de escribir un objetivo expresado en positivo (sin la palabra «no»). Escribe en una frase aquello que quieres tener en tu vida.

¿Ya lo tienes? Fantástico. Por fin nos hemos quitado ese elefante azul de la cabeza. Por fin hemos sabido decirle al taxista a dónde nos queremos dirigir y ya puede introducir la dirección en su GPS.

No te preocupes si todavía tienes dudas respecto a cómo conseguir lo que acabas de escribir: mi compromiso a lo largo de las próximas líneas será que definas muy bien qué significa este objetivo de modo que puedas conseguirlo.

A continuación me gustaría hablar de esos objetivos que están enunciados como aquello que queremos abandonar. Sigue conmigo, estás a punto de descubrir por qué «Dejar de fumar», «Perder peso» o «Dejar de preocuparme tanto» en realidad no son objetivos.

Dejar de fumar (o cómo abandonar hábitos)

Tal vez seas de ese altísimo porcentaje de personas que fuman o han fumado. En tal caso te habrás puesto en algún momento el objetivo de «dejar de fumar», o tal vez conozcas a alguien que haya querido abandonar este hábito. Bien, después de todo lo que has leído, ¿crees que «dejar de fumar» es un buen objetivo desde un punto de vista metodológico? Has acertado: no, ni de lejos.

Mira, «Quiero dejar de fumar» es lo mismo que decir «No quiero fumar». Este objetivo cumple todas las características que te expliqué unas líneas más arriba para que sea un antiobjetivo; este razonamiento es aplicable a cualquier objetivo que en su enunciado contenga aquello que quieres abandonar, perder o dejar de hacer. «Quiero perder peso», «Quiero dejar de tener miedo a volar», etc., no son objetivos; son gritos de malestar que hay que escuchar; sí, pero…, ¿objetivos? Ni hablar.

Es absolutamente fantástico querer abandonar un hábito tóxico, claro. Faltaría más. La cuestión aquí es: ¿para qué quieres dejar de fumar? Ese es tu objetivo. Y sí, abandonar el hábito de fumar será con casi toda probabilidad algo que tendrás que hacer, pero como una tarea más de tu plan de acción, no como un fin en sí mismo.

De verdad, si te levantas por la mañana y lo que te estás repitiendo es «Dejar de fumar, dejar de fumar», ¿en qué piensas?, ¿en qué centras tu atención? Eso es: fumar, fumar, fumar. No me parece demasiado hábil, la verdad. Como te expliqué unas líneas más arriba, estás atrayendo a tu vida más de eso que no quieres.

Sin embargo, si llegas a la conclusión de que una de las razones por las que quieres abandonar ese hábito es «Más independencia y salud», ese ya sí que es un buen objetivo. Levantarte y pensar en «más salud» y «más independencia» ya es algo más amable, más positivo; conectamos a nuestro cuerpo y a nuestra mente con lo que queremos y empezamos a vibrar en aquello que deseamos, alejándonos de lo que queremos abandonar (y todos esos sentimientos negativos que lo acompañan).

Tiene sentido, ¿verdad? A continuación te dejo una pequeña herramienta para que consigas reformular tu objetivo si es que lo has definido en estos términos.

HERRAMIENTA

Formula tu objetivo sin lo que quieres abandonar

 Tras aplicar la herramienta serás capaz de formular tu objetivo en positivo (si el enunciado contiene aquello que quieres dejar o abandonar)

 Tiempo que necesitarás: 10 minutos

PASO 1: ¿PARA QUÉ quieres abandonar ese hábito?

¿Qué quieres conseguir dejando de hacer eso que haces? ¿Cuál es el fin último que persigues abandonando ese comportamiento? Encuentra el para qué, es importante; es la razón última por la cual ese objetivo (todavía formulado incorrectamente) es importante para ti.

Ejemplo: Quiero ser una persona más independiente; ahora dependo del tabaco.

PASO 2: Actúa «como si»

Imagina que ya has abandonado eso que no quieres. ¿Qué sucede en tu vida? ¿Qué es diferente? ¿Qué has ganado? ¿Qué cosas buenas están sucediendo en tu vida? Las respuestas a estas preguntas sí serán buenos objetivos.

Ejemplo: Si dejase de fumar tendría más salud, me encontraría mejor y tendría más poder adquisitivo.

PASO 3: Reformula tu objetivo

Al igual que hicimos con la herramienta anterior: reformula tu objetivo de modo que tengas en cuenta las respuestas de los pasos 1 y 2.

Ejemplo: Mi objetivo será «Tener más independencia, mejorar mi salud y disponer de más poder adquisitivo».

A tener en cuenta:

Siempre que alguna respuesta contenga la palabra «no», debemos volver a pasarla por la herramienta. A veces me encuentro con personas que «Quieren perder peso» y les digo «Bien, ¿para qué quieres perder peso?» y me contestan: «Para que no me duelan las piernas». Si te has encontrado con una situación similar respondiendo a estas preguntas, vuelve a hacerte la pregunta de «¿Para qué quieres que no te duelan las piernas?» o «Imagina que ya no te duelen las piernas, ¿qué es diferente en tu vida?» Nuevas respuestas positivas del tipo «Podré pasear con más frecuencia», «Podré aumentar mi vida social», «Mejoraré mi humor». De nuevo: ahora sí que podemos utilizar estas frases en positivo para formular nuestro objetivo de modo que represente lo que queremos.

EMPoDéRATE - EQUILIBRADO


¿Sabes? Vivimos buscando siempre el equilibrio. A la vida le va bien el equilibrio.

Tomas la cantidad de aire justa y necesaria: si tomas más, te hiperventilas, si tomas menos…, bueno, mejor no hagas la prueba. Lo mismo con los alimentos: una alimentación en la cantidad y variedad equilibrada de frutas, verduras, proteínas, grasas e hidratos de carbono adaptada a tu propio metabolismo y estilo de vida es la que mejor te sienta; si tomas mucho de esto o poco de esto otro puede que empieces a notar efectos negativos (falta de equilibrio).

Es probable que trates de mantener un equilibrio relacionado con el tiempo que te dedicas a ti mismo y el tiempo que le dedicas a otras personas; lo mismo con el tiempo que le dedicas a tu trabajo, el tiempo que dedicas a descansar o el tiempo que le dedicas al ocio. También tenemos equilibrio de pensamientos, equilibrio de acciones, equilibrio en el ejercicio físico que realizas a diario, equilibrio entre lo que ganas y lo que gastas, etc.

Podemos afirmar pues que el equilibrio, en general, nos va bien. Tú tienes tu propia versión de lo que una vida equilibrada significa para ti. Y es genial, siempre y cuando hayas llegado a tus propias conclusiones a través de tu propia experiencia.

Ecología y objetivos

La ecología es la ciencia que estudia la relación entre los seres vivos y su entorno. Decimos que algo es ecológico cuando no rompe el equilibrio, no agrede, no interfiere negativamente en el devenir natural del sistema en su conjunto. Por ejemplo, cuando se introdujo el conejo común en Australia en el siglo XIX causó estragos (y sigue causándolos) ya que alteró brutalmente el ecosistema terminando con muchos recursos naturales, y a esos animales se les atribuye la responsabilidad principal de la extinción de fauna y flora autóctona así como graves problemas de erosión.

Así, cuando nos planteamos objetivos se tiene que cumplir la misma regla: nuestras metas han de ser ecológicas, es decir, equilibradas con nuestra vida en todo su conjunto de modo que no agredan ni interfieran en la misma de manera negativa.

Estoy acostumbrado a trabajar con personas que me dicen: «He conseguido objetivos en el pasado pero no terminaban de satisfacerme», «Estoy a punto de tirar la toalla, este objetivo empieza a no merecer la pena» o «No hay manera, por más que lo intento, no puedo dejar de fumar».

¿Qué podría estar sucediendo en estos casos?

El primer caso es habitual en personas que se plantean objetivos sin tener en cuenta las consecuencias de conseguirlo; por ejemplo, imagina que te han ascendido al puesto de director en tu empresa (conseguiste tu objetivo) y tras dicho ascenso te encuentras viajando más, trabajando más horas y con tu tiempo libre reducido a la mínima expresión. Has conseguido tu objetivo, sí, pero antes gozabas de más tiempo para tu vida personal y ahora tu nueva realidad está desequilibrando tu vida.

El segundo caso suele darse en aquellas personas que pelean, luchan y se sacrifican mucho para conseguir su objetivo. Están dejando demasiado en el camino (tal vez tiempo, dinero, salud, energía, etc.) y a la larga tanto sacrificio acaba desequilibrando sus vidas.

El tercer caso es un poquito más complejo: se podría tratar de personas que quieren conseguir algo (por ejemplo más salud a través de abandonar el hábito de fumar), pero que, por alguna razón que no alcanzan a entender, no consiguen hacerlo. Tal vez no están comprendiendo que su vida actual tiene cosas buenas y que de manera inconsciente su cerebro no quiere renunciar a ellas, obligando a la persona en cuestión a recaer en los viejos hábitos (fumar, por ejemplo).

«Nuestras metas NO pueden desequilibrar nuestra vida».

¿Qué significa todo esto? Significa que deberás mantener una perfecta armonía entre tu objetivo y tú, asumiendo que dicho objetivo podría suponer un cambio en tres niveles diferentes de tu vida:

 Tendrás que estar dispuesto a hacer lo que tienes que hacer para conseguir tu objetivo. Claro, y es que tendrás que cambiar (o tal vez eliminar) algunos de tus hábitos actuales para dedicarle tiempo a tu nueva meta. Así, si quieres mejorar tu salud puede que tengas que crear espacio en tu vida para salir a caminar o para comprar y cocinar alimentos más saludables; puede que incluso tengas que aprender a cocinar. En definitiva: tienes que asumir que tendrás que hacer algo diferente en tu día a día sin comprometer tu equilibrio vital.

 Tendrás que asumir las consecuencias de haber conseguido tu objetivo. Si tu objetivo es mejorar tu salud y para ello quieres adelgazar, ¿cómo te afectará esta nueva situación? Tal vez tengas que comprar ropa nueva, por ejemplo; del mismo modo puede que comiences a gastar más dinero en comida más saludable. El ejemplo anterior del director me parece fantástico: ¿qué supondrá que te asciendan a director en tu empresa? ¿Estás dispuesto a asumir la nueva situación en su conjunto?

 Tendrás que mantener todo lo bueno de tu situación anterior (cuando el objetivo no estaba todavía conseguido). Puede que para adelgazar tengas que abandonar ciertos hábitos sedentarios (ver la TV o ir en coche al trabajo) y tal vez esos momentos te estuvieran proporcionando sensaciones deseables (paz, ocio, descanso). Puede que en el coche siempre sintonizaras una emisora que te anima por las mañanas o puede que viendo esa serie por la tarde consiguieras relajarte. Total: paz, descanso y relajación, en este ejemplo, deberán seguir estando presentes en tu vida cuando consigas más salud.

En realidad los tres puntos anteriores se podrían reducir a un refrán popular: «No puedes desvestir a un santo para vestir a otro». O, dicho de otro modo: para conseguir algo que anhelas no puedes desatender otro aspecto de tu vida que anhelas con la misma intensidad.

A continuación te muestro una herramienta con la que podrás analizar el impacto que tendrá en tu vida alcanzar tu objetivo. Recuerda: si te desequilibra, no es un objetivo. Deberás hacer los ajustes oportunos para mantener tu ecología vital.

HERRAMIENTA

Las tres comprobaciones innegociables

 Tras aplicar la herramienta te asegurarás de que tu objetivo no desequilibra ningún aspecto de tu vida

 Tiempo que necesitarás: 30 minutos

Realiza las siguientes comprobaciones y vete ajustando tu objetivo en cada caso si fuese necesario.

PASO 1: ¿Estás dispuesto a hacer lo que tienes que hacer?

Va, no pretendo que sea una pregunta motivacional del tipo «Eh, tú, deja de hacer el vago y ponte manos a la obra», ni mucho menos. La pregunta tiene mucha, mucha miga.

Piensa: ¿qué vas a tener que hacer para conseguir tu objetivo? ¿Cuánto tiempo le vas a dedicar al día? ¿Qué otras cosas vas a dejar de hacer para dedicarle tiempo a esta meta? ¿Cómo afecta o interfiere con otros objetivos actuales? ¿En qué sentido te van a afectar estos cambios? Anota todas las respuestas.

Ahora, dime: ¿desequilibras algún aspecto de tu vida? Si la respuesta es «no», genial, pasa al paso 2. Si la respuesta es «sí», la siguiente pregunta es: ¿cómo vas a suplir dicho desequilibrio? Anota todas las acciones que tienes que añadir para caminar en coherencia hacia tu objetivo; modifícalo incluso para mantener siempre tu armonía.

Ejemplo: para conseguir salud tendré que ir cinco veces por semana al gimnasio. Para sacar tiempo dejaré de hacer horas extra en el trabajo y esto puede que no le guste a mi jefa (esto no es deseable, tengo una buena relación con ella y quiero que siga así); total, le pediré una reunión para explicarle la situación tranquilamente.

PASO 2: ¿Estás dispuesto a asumir las consecuencias de conseguir tu objetivo?

La respuesta es muchas veces obvia: «¡Pues claro! Es algo que quiero», y a estas alturas ya sabrás que si te hago esta pregunta es por algo.

Como te decía al principio del libro, un objetivo no es más que una herramienta para pasar de un estado actual a un estado deseado. En el estado deseado estaremos a priori mejor, sí, aunque en cualquier caso nuestra vida será diferente.

Imagina que has conseguido tu objetivo: ¿qué es diferente en tu vida? ¿Qué consecuencias (del tipo que sean) tiene tu objetivo en tu entorno y en tu vida? ¿Cómo te afecta la consecución de tu objetivo? ¿Cómo afecta a tu relación con los demás? ¿Cómo afecta o interfiere con otros objetivos futuros? Importante: ¿hay algo que se ve afectado de manera negativa? Anota las respuestas en un papel. Si desequilibras algún aspecto de tu vida, te insto a que respondas a la misma pregunta que en el punto anterior: ¿cómo vas a suplir dicho desequilibrio? Anota todas las acciones o cambios que deberás hacer en tu objetivo para que una vez conseguido las consecuencias del mismo no te desequilibren.

Ejemplo: para conseguir salud iré caminando al trabajo todos los días, pero me encantaba escuchar en el coche mi programa de radio favorito, me cargaba las pilas por la mañana. Tendré que buscar la manera de escuchar ese mismo programa mientras camino.

PASO 3: ¿Tu vida con el objetivo cumplido conservará todo lo bueno que tienes antes de conseguirlo?

Recuerda: este punto es especialmente importante si tu objetivo implica abandonar hábitos u otro tipo de actividades.

Todo lo que hacemos lo hacemos por algo. Incluso aquello que a priori queremos dejar atrás (hábitos tóxicos, por ejemplo). De lo que se trata es de que conscientemente veas lo «bueno» de tu estado actual y te asegures de seguir teniendo eso «bueno» en tu estado deseado, pero con el objetivo cumplido.

No más excusas

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