Читать книгу Evaluación fisiológica del deportista - J. Duncan Mac Dougall - Страница 8
ОглавлениеCAPÍTULO 2
¿QUÉ MIDEN LAS PRUEBAS?
Howard J. Green
El interés principal del deporte de alto rendimiento, ya sea lanzamiento de peso, lucha libre, carreras de larga distancia o tiro con arco, es el rendimiento final. Sin embargo, esta respuesta final depende de una serie de factores, cada uno de los cuales puede contribuir al rendimiento en un grado variable. Las pruebas facilitan la medición de factores específicos fundamentales que, se da por supuesto, son importantes en lo que a este rendimiento se refiere. Estos factores, una vez medidos, pueden ser evaluados para desarrollar estrategias de entrenamiento apropiadas que ayuden a superar cualquier tipo de desventaja.
La respuesta de la máquina humana puede ser definida en cantidades físicas como trabajo, potencia y fuerza. La respuesta que se mide depende fundamentalmente de los músculos que participan en la actividad. Sin embargo, ya que los músculos ejercen presión sobre las articulaciones y están implicados diferentes sistemas de palancas y ángulos de articulación, también hay que tener en cuenta los factores mecánicos. Si se quieren hacer extrapolaciones al potencial físico de un músculo o grupo muscular en concreto, hay que identificar y controlar los factores mecánicos.
DETERMINANTES CENTRALES Y PERIFÉRICOS DEL RENDIMIENTO
Las pruebas suelen estar diseñadas para medir una característica fisiológica específica que, se supone, es un determinante principal en el rendimiento de un deporte. Sin embargo, el comportamiento contráctil de un músculo está influido por muchos otros actos y procesos. El mejor modo de entender cómo se selecciona una prueba consiste en comprender la importancia de estos procesos en los distintos tipos de rendimiento.
Puede decirse que la respuesta del sistema muscular viene determinada por dos componentes: un componente central o neural y un componente periférico o muscular. El componente central incluye todos aquellos procesos que toman parte en el reclutamiento y la excitación de la fibra muscular. El tipo de impulso neural a que se ve expuesta la fibra muscular está determinado por la excitación temporal de la motoneurona matriz de la fibra muscular modificada por las distintas ramificaciones del nervio motor y de la unión neuromuscular (Ilustración 2.1). Asimismo, la respuesta de motoneuronas específicas y el grado de reclutamiento del conjunto de motoneuronas vienen determinados por los centros supraespinales y por la retroalimentación refleja a través de los nervios aferentes que van del músculo a la motoneurona. Por consiguiente, la capacidad de un músculo para expresar un comportamiento determinado viene dictada por la orden supraespinal y está determinada por la habilidad de cada uno de estos procesos centrales para transmitir la señal que recibe.
La orden neural, una vez que ha alcanzado la membrana de la fibra muscular, también debe ser traducida a una serie de procesos de excitación y contracción antes de que se haga patente desarrollo de fuerza alguno (Ilustración 2.2). Estos procesos periféricos implican (a) la excitación de la membrana de la fibra muscular (el sarcolema), (b) la conducción del potencial de acción en el sarcolema y hacia el interior de la fibra muscular a través del sistema de túbulos T, (c) el acoplamiento de la excitación del túbulo T con el retículo sarcoplásmico y (d) la emisión de calcio del retículo sarcoplásmico hacia el citosol de la fibra. Después, el calcio se une a la proteína reguladora troponina iniciando un cambio de posición de otra proteína reguladora, la tropomiosina. El efecto final consiste en que los emplazamientos de la actina y la miosina quedan al descubierto, permitiendo la formación de cruce y la generación de fuerza. Como ocurre con los procesos centrales, los procesos periféricos de excitación y contracción deben ser capaces de traducir el modelo de inervación neural de forma adecuada para que la respuesta contráctil coincida con la orden central.
Ilustración 2.1. Procesos centrales implicados en el comportamiento contráctil del músculo: supraespinal (1), retroalimentación aferente (2), motoneurona (3), ramificaciones (4) y unión neuromuscular (5). Nota. De «Discussion: Adaptations of Skeletal Muscle to Physical Activity» de H. J. Green. En Exercise, Fitness, and Health (p. 283) de C. Bouchard, R. J. Shephard, T. Stephens, J. R. Sutton y B. D. McPherson (Eds.), 1990, Champaign, IL: Human Kinetics. Copyright 1990 de Human Kinetics Publishers, Inc. Reimpresión autorizada.
Hay que tener bien presente que los diferentes procesos de excitación y contracción tienen una capacidad funcional finita porque tienen un ritmo de traducción de señales limitado. La capacidad funcional de cada uno de estos procesos viene determinada por una serie de factores que pueden cambiar dependiendo de las circunstancias. Cada proceso de excitación y contracción depende de la energía para realizar el trabajo necesario. Por ejemplo, el trifosfato de adenosina (ATP) es necesario para mantener los gradientes iónicos de sodio y potasio a lo largo del sarcolema para garantizar un potencial de acción. Además, el ATP es imprescindible para la función sarcoplásmica y para la interacción de cruce. A pesar de que los procesos selectivos (por ejemplo, la interacción de la actina y la miosina) necesitan mucha más energía –y por consiguiente más ATP– que otros procesos para el acoplamiento de excitación y contracción, el ATP sigue siendo imprescindible en todos los niveles de la función muscular (Kushmeric, 1983). A partir de esta información, se puede comprender el grado de implicación de los diferentes procesos de contracción muscular en los distintos tipos de pruebas, así como las limitaciones y suposiciones inherentes a toda prueba.
Ilustración 2.2. Procesos periféricos implicados en el comportamiento contráctil muscular: nervio (1), placa motora terminal (2), potencial de acción del sarcolema (3), acoplamiento del túbulo T y el retículo sarcoplásmico (4), emisión de calcio del retículo sarcoplásmico (5), unión del calcio a la troponina (6), formación de cruce (7), disociación de cruce (8) y reacumulación de calcio a través del retículo sarcoplásmico (9). Nota. De «Discussion: Adaptations of Skeletal Muscle to Physical Activity» de H. J. Green. En Exercise, Fitness, and Health (p. 284) de C. Bouchard, R. J. Shephard, T. Stephens, J. R. Sutton y B. D. McPherson (Eds.), 1990, Champaign, IL: Human Kinetics. Copyright 1990 de Human Kinetics Publishers, Inc. Reimpresión autorizada.
MEDICIÓN DE LA FUERZA Y DE LA POTENCIA MUSCULARES
La categoría de pruebas generalmente conocida como pruebas de fuerza se centra en la medición de la capacidad máxima de un músculo o grupo muscular para generar fuerza. Estas pruebas intentan medir una variedad de comportamientos musculares que va desde la capacidad para generar fuerza a altas velocidades a la capacidad para generar fuerza de forma isométrica pasando por la determinación de la potencia máxima (ver capítulo 3). Es esencial reconocer que cada uno de estos comportamientos plantea unos retos específicos a los procesos neurales o centrales y que, por lo tanto, el rendimiento observado en cada uno de ellos viene determinado por diferentes factores.
Por ejemplo, en el nivel periférico, la fuerza isométrica máxima que puede generar una persona está fuertemente influida por el área de la sección transversal del músculo que, a su vez, viene determinada por el número y tamaño de las fibras musculares. La generación de la fuerza isométrica máxima de un músculo debe tener lugar en unas condiciones de activación máxima en las que la excitación del músculo sea suficiente para garantizar una interacción de cruce máxima en todas las miofibrillas, fibras musculares y músculos. Por otra parte, las pruebas que hacen hincapié en la generación de una velocidad máxima a niveles de fuerza bajos dependen de distintos factores. En estos casos no se pone énfasis en aumentar el número de interacciones de actina y miosina, sino en el ritmo al que tienen lugar estas interacciones (Green, 1986). Este ritmo depende de la capacidad muscular tanto para traducir el impulso de excitación de alta frecuencia a través de los distintos procesos de excitación con un tiempo mínimo y para asociar y disociar la actina y la miosina a medida que van rotando repetidamente a través de los sucesivos ciclos de cruce. Uno de los principales determinantes de este tipo de comportamiento es el ritmo al que se puede hidrolizar ATP y liberar energía. Por consiguiente, la enzima implicada en la hidrólisis de ATP en el emplazamiento contráctil, miosina ATPasa, es un determinante primordial del rendimiento.
Desde el punto de vista de los músculos, el rendimiento en actividades que implican variaciones de los grados de velocidad y fuerza depende de la combinación del área de la sección transversal del músculo y del ritmo al que puedan tener lugar la hidrólisis del ATP y la liberación de energía. La importancia particular de cada uno de estos factores depende de la fuerza y velocidad características de la actividad. Por regla general, puesto que las pruebas en estas áreas suelen ser breves, las necesidades de ATP son mínimas y se les puede hacer frente con las reservas musculares locales.
Para que los músculos expresen su potencial de fuerza y potencia deben recibir una orden central apropiada. Una orden voluntaria emitida a través de los centros supraespinales debe aprovechar la contribución de todas las fibras por medio del reclutamiento, de la optimización de la frecuencia de excitación de cada una de las unidades motoras y de la sincronización de los patrones de excitación de las diferentes unidades motoras (Ilustración 2.3).
Ilustración 2.3
Puesto que los protocolos para las pruebas de esta área están aún por estandarizar por medio de la definición de las posiciones del cuerpo y la extremidad para que el rendimiento de un músculo o grupo muscular determinado pueda aislarse y de la definición del ángulo de medición y de la fuerza o velocidad, es necesario un programa neural nuevo o «no aprendido». Esta afirmación tiene dos implicaciones importantes. En primer lugar, el patrón específico de coordinación neural debe ser aprendido debidamente o la tarea no reflejará las capacidades del músculo. En segundo lugar, los rigurosos procedimientos de estandarización que son necesarios para la medición objetiva en esta área garantizan la evaluación de un comportamiento muy específico de la función neuromuscular. Para que este tipo de pruebas sean aplicables al rendimiento deportivo, tendrán que reflejar de la mejor forma posible el modo de empleo del músculo o grupos musculares.
MEDICIÓN DEL POTENCIAL DE ENERGÍA
Las pruebas de potencial de energía están diseñadas para medir las capacidades máximas de las distintas reacciones y vías de abastecimiento de ATP. Para que tenga lugar una contracción muscular, debe disponerse de energía química en forma de ATP. Debido a que el ATP está en el músculo en una concentración muy baja y se reduce muy poco incluso en las contracciones musculares voluntarias más intensas es imprescindible que haya unos mecanismos rigurosamente controlados que vayan regenerando el ATP de forma continua a medida que tienen lugar las contracciones. El diseño general de las pruebas de esta área consiste en crear una situación de rendimiento en la que el abastecimiento de ATP sea llevado a cabo por una sola vía o respuesta metabólicas. El estudio de las distintas vías metabólicas de energía y de su importancia en las diferentes situaciones de rendimiento puede aclarar los fundamentos del uso de unos protocolos de prueba específicos.
Fuentes de energía química
El principal mecanismo de regeneración de ATP implica tres vías y reacciones químicas bien diferenciadas (Åstrand y Rodahl, 1986):
1. Hidrólisis del fosfato de creatina. El fosfato de creatina (CP) es un fosfágeno de alta energía similar al ATP. En el músculo esquelético tiene una concentración que aproximadamente triplica la del ATP. El fosfato de creatina regenera el ATP agotado durante la contracción y es una fuente muy importante de regeneración de ATP durante el inicio del ejercicio intenso, en el que se haya observado una depleción de más de un 80%. Los compuestos de fosfato de alta energía ATP y CP se denominan fuentes de energía anaeróbica aláctica, poniendo énfasis en que no utilizan oxígeno de forma directa (anaeróbica) y en que no forman ácido láctico (aláctica).
El fosfato de creatina tiene una capacidad muy limitada para regenerar grandes cantidades de ATP. Para que los niveles de ATP se mantengan altos, a partir de los primeros segundos de ejercicio intenso deben predominar otras vías metabólicas. Estas vías incluyen los procesos aeróbico (oxidativo) y anaeróbico (glucolítico).
2. Metabolismo aeróbico (oxidativo). La resintetización del ATP a través de procesos aeróbicos implica la combustión de un combustible en la célula muscular en presencia de oxígeno. Este combustible puede venir de fuentes que estén en el músculo (ácidos grasos libres y glucógeno) o fuera del mismo (ácidos grasos libres del tejido adiposo y glucosa del hígado. Para que el metabolismo aeróbico contribuya de forma significativa, tiene que haber un abastecimiento adecuado de oxígeno a la mitocondria de las células musculares. Puesto que el oxígeno viene de la atmósfera, los procesos respiratorio y cardiovascular deben absorber y transportar cantidades de oxígeno importantes. Los productos derivados del metabolismo aeróbico son agua y dióxido de carbono. Mientras que el agua queda parcialmente retenida dentro del cuerpo para ayudar al mantenimiento de la homeostasia, el dióxido de carbono es eliminado y devuelto a la atmósfera.
3. Glucólisis anaeróbica. La resintetización de ATP por medio de la glucólisis anaeróbica implica la transformación de hidrato de carbono (principalmente glucógeno muscular) en ácido láctico. Esta fuente de ATP se denomina anaeróbica láctica porque no utiliza oxígeno y forma ácido láctico. A pesar de que a través de esta vía energética se pueden regenerar grandes cantidades de ATP por unidad de tiempo, los procesos glucolíticos no permiten que una contracción continúe durante un período prolongado. El alto grado de acidosis resultante de la acumulación de ácido láctico, el ritmo rápido de depleción de glucógeno, o ambos, acaban por forzar una reducción de la intensidad de trabajo.
En resumen, la medición del potencial energético de un músculo implica la medición de tres procesos metabólicos diferentes que conforman las bases de la regeneración de ATP en el ejercicio. Estos procesos utilizan mecanismos anaeróbicos (glucolíticos y compuestos de fosfato de alta energía) y aeróbicos (oxígeno).
Hay que hacer una distinción entre la capacidad y la potencia de cada uno de estos sistemas de energía. La cantidad total de ATP producida por un sistema determinado hace referencia a la capacidad de ese sistema. La cantidad máxima de ATP producida por unidad de tiempo se denomina potencia del sistema. En teoría, para llevar a cabo una evaluación exhaustiva del potencial energético de un músculo hay que medir seis componentes. Estos componentes son la capacidad y la potencia de cada uno de los tres procesos del metabolismo energético.
Utilización de los sistemas de energía durante el ejercicio
Los tres sistemas de energía no operan de forma independiente durante el ejercicio sino que trabajan unidos para alterar el suministro de ATP y hacer frente a las necesidades energéticas del músculo. Los tres procesos tienen lugar al mismo tiempo; sin embargo, la proporción de ATP suministrado por medio de cada uno de estos procesos varía de acuerdo con la intensidad y duración del ejercicio (Ilustración 2.4).
En condiciones normales, durante el reposo, la mayor parte del ATP del músculo esquelético se regenera a través de procesos aeróbicos a un ritmo igual al de su utilización. Un aumento rápido de la intensidad del ejercicio se contrarresta por medio de una aceleración del ritmo de generación aláctica de ATP (principalmente CP) y de la glucólisis anaeróbica (generación láctica de ATP) y viene seguido de una aceleración más gradual del metabolismo aeróbico. Si el ritmo de utilización de ATP puede llegar a igualarse al de la regeneración aeróbica, las aportaciones de los otros dos sistemas se verán reducidas de forma proporcional, lo que dará como resultado unos niveles relativamente estables de lactato en el músculo y en el plasma. No obstante, si la intensidad de la actividad es extremadamente alta, los sistemas anaeróbicos seguirán siendo las fuentes principales de ATP porque la capacidad máxima de los procesos aeróbicos para suministrar ATP está muy por debajo de las demandas energéticas del músculo.
Ilustración 2.4. Relaciones secuencial y cuantitativa de los procesos bioquímicos de abastecimiento de energía en el músculo esquelético humano. La duración del ejercicio aparece en escala logarítmica y las respuestas energéticas están calculadas en base a los resultados obtenidos por deportistas de élite en las diferentes actividades escogidas. Nota. De «Energy Stores and Substrate Utilization in Muscle During Exercise» de H. Howald, G. von Glutz y R. Billeter. En The Third International Symposium on Biochemistry of Exercise (pp. 75-86) de F. Landry y W. A. R. Orban (Eds.), 1978, Miami, FL: Symposium Specialists. Reimpresión autorizada por F. Landry.
La aportación de las diversas fuentes de energía durante el período de actividad máxima está representada en la Ilustración 2.4 y en el Cuadro 2.1. A medida que aumenta la duración de la actividad, el rendimiento del músculo y por lo tanto la energía utilizada por el músculo disminuyen con rapidez. Durante períodos de trabajo cortos (de menos de 2 min.), cuando la utilización de ATP es alta, la fuente de energía es principalmente anaeróbica. A medida que se alarga el período de ejercicio, las fuentes aeróbicas aumentan su aportación porque la vía oxidativa ha sido acelerada hasta su potencial máximo y la utilización de energía del músculo se ha reducido de forma significativa.
Principales sistemas de energía | Tiempos de trabajo | Actividades físicas |
ATP y CP | Menos de 20 s | Lanzamiento de peso, 100 m lisos, robar una base (béisbol), golpes en golf y tenis, carreras en fútbol americano |
ATP, CP y glucólisis anaeróbica (ácido láctico) | Entre 30 y 90 s | Esprints de 200-400 m, patinaje de velocidad, 100 m (natación) |
Glucólisis anaeróbica (ácido láctico) y aeróbica | Entre 90 s y unos minutos | Carrera de 800 m, pruebas de gimnasia, boxeo (asaltos de 3 m), lucha libre (períodos de 2 min) |
Aeróbica | Más de unos minutos | Fútbol y lacrosse (excepto los porteros), esquí de fondo, maratón, jogging Nota. Adaptación de Fox (1979) |
Cuadro 2.1. Sistemas de abastecimiento de energía en términos de tiempo de rendimiento y actividades físicas
Por lo tanto, la mayor parte de las pruebas que están diseñadas para medir las características del sistema de energía dependen del tiempo. Se da por supuesto que utilizando pruebas de distinta duración se maximiza la aportación de una fuente de energía determinada minimizando el efecto de las otras. Por consiguiente, el rendimiento medido debe reflejar el potencial del sistema de energía en cuestión.
Limitaciones de las pruebas utilizadas para determinar el potencial de energía
Las pruebas que se utilizan para medir el potencial de energía están basadas en protocolos diseñados para maximizar la aportación de una vía determinada para la resintetización de ATP al mismo tiempo que minimiza la aportación de otras vías. Las pruebas de potencia aeróbica pueden estar basadas en los criterios de rendimiento o en una medición directa de la potencia aeróbica. Las pruebas de rendimiento utilizan protocolos en los que el sistema aeróbico aporta más del 90% del ATP utilizado durante la actividad. Por consiguiente, se supone que el trabajo realizado está controlado directamente por el ritmo al que el ATP puede ser regenerado a través de procesos aeróbicos. Por tanto, un individuo que sea capaz de producir una cantidad de trabajo elevada tendrá una potencia aeróbica altísima. Aunque en algunas ocasiones las pruebas de rendimiento para la medición del potencial aeróbico son útiles, no suelen utilizarse para evaluar a deportistas de élite porque existen métodos más directos y exactos. Una medición adecuada de la potencia aeróbica puede llevarse a cabo determinando el máx durante una prueba de esfuerzo progresiva en la que se vaya poniendo a prueba de forma progresiva el potencial aeróbico. Este potencial se habrá alcanzado cuando el consujmo de oxígeno () se estabilice mientras el trabajo sigue aumentando. Si, una vez acabada la prueba, el sigue aumentando, la prueba no habrá sido válida porque los procesos implicados en la absorción, el transporte y la utilización de oxígeno no habrán sido puestos a prueba al máximo de sus posibilidades.
Las pruebas de potencia aeróbica suelen depender de la actividad de grupos musculares importantes, como los que se utilizan en natación, ciclismo, carrera y esquí, debido a que estas actividades producen un importante aumento de las necesidades metabólicas globales y llevan a un cambio sustancial de las funciones de los sistemas cardiovascular y respiratorio, los cuales están implicados en el transporte de oxígeno del entorno al tejido que está trabajando. Hay un acuerdo general en cuanto a que el determinante principal del máx es circulatorio, implicando el transporte de oxígeno al músculo (Saltin, 1985). Sin embargo, hay que guardarse muy bien de interpretar esta afirmación de una forma demasiado simplista porque parece ser que los cambios de entrenamiento provocados a nivel del músculo son importantes para aprovechar íntegramente los cambios producidos por el entrenamiento en el sistema cardiovascular (Clausen, 1977). A pesar de que se sospecha que, a este respecto, un aumento de la capilarización muscular resulta importante (Saltin y Gollnick, 1983), por el momento no sabemos con certeza qué adaptaciones adicionales producidas por el entrenamiento podrían contribuir al aumento del máx. Las implicaciones en la evaluación –especialmente en la de deportistas de élite que representan las distintas modalidades deportivas– son evidentes. Es imprescindible que los protocolos sean específicos al deporte, y, por lo tanto, deben representar los grupos musculares utilizados en la actividad.
Conceptualmente, también deberían ser posibles las mediciones de la capacidad aeróbica. Sin embargo, debido a que la capacidad aeróbica se define como la cantidad total de trabajo que puede ser llevada a cabo por el sistema aeróbico, este tipo de mediciones son muy difíciles – si no imposibles– de interpretar. Un enfoque ha sido el de utilizar una medida conocida como umbral anaeróbico para definir la intensidad de ejercicio que, supuestamente, representa el límite al que predominan los procesos aeróbicos. La respuesta de trabajo total realizado a esta intensidad hasta el agotamiento es la medida de la capacidad aeróbica. La dificultad de interpretación estriba en que no se puede determinar la causa del agotamiento.
También pueden estar implicados cada uno de los procesos de excitación y contracción de los músculos. La incapacidad de un músculo para seguir adelante en este tipo de condiciones ha sido atribuida frecuentemente a la depleción de las reservas de glucógeno muscular (Green, 1987). Es posible que la capacidad de suministrar más energía aeróbicamente pueda resultar decisiva para minimizar la dependencia de la utilización de glucógeno muscular. Si las cosas son así, cabe la posibilidad de que la capacidad aeróbica tenga una relación directa con el umbral anaeróbico. Harán falta más investigaciones en este área para desarrollar protocolos con aplicaciones rutinarias.
Las pruebas de potencial anaeróbico (lácticas y alácticas) son específicas al músculo y al tiempo. Ya que estas pruebas pretenden medir las capacidades de los sistemas metabólicos que suministran energía cuando no hay oxígeno, se puede decir que el músculo o músculos evaluados operan en un sistema cerrado, o en un sistema que no depende de las fuentes exteriores de substrato. Las pruebas de potencial anaeróbico suelen realizarse a niveles de rendimiento máximos o muy cercanos al máximo. Los criterios utilizados para aislar los diferentes sistemas de energía anaeróbica que se desea medir se basan en el tiempo. Por consiguiente, mientras que las pruebas de potencial anaeróbico aláctico se realizan en períodos breves (de menos de 20 s), las pruebas de potencial anaeróbico láctico se llevan a cabo durante períodos más prolongados (entre 30 y 60 s). Se considera que la mayor parte del ATP regenerado proviene de las fuentes de energía láctica y aláctica durante sus respectivos períodos.
Estas dos categorías de pruebas anaeróbicas están basadas en criterios de rendimiento: trabajo realizado por unidad de tiempo en las pruebas de potencia anaeróbica y trabajo total realizado en las pruebas de capacidad anaeróbica. Se da por supuesto que el rendimiento observado está limitado por el ATP generado por un sistema de energía determinado. Mientras que en el caso de la potencia aláctica se intenta calcular el ritmo al que el CP puede ser hidrolizado, en el caso de la potencia anaeróbica láctica el objetivo es calcular el ritmo al que el ATP puede ser regenerado por medio de la glucólisis anaeróbica. A pesar de que estas suposiciones resultan muy convenientes, no hay las suficientes pruebas científicas de que las cosas sean así. En el músculo tienen lugar numerosos procesos de excitación y contracción que pueden –aunque no necesariamente– estar limitados por el sistema de energía que, supuestamente, está siendo puesto a prueba (Bigland-Ritchie y Woods, 1984; Edwards, 1981). Además, estas pruebas suelen ser voluntarias y en muchos casos dependen de unos patrones de coordinación motora muy sofisticados. Se especula con la posibilidad de que el impulso neural sea capaz de poner a prueba con efectividad los procesos específicos de limitación del ritmo en sistemas de energía selectivos, en especial cuando están implicados varios grupos musculares.
Las pruebas de capacidad anaeróbica intentan medir la cantidad total de energía que puede ser obtenida a partir del sistema láctico o del sistema aláctico. En el caso de las pruebas de capacidad alácticas, la teoría defiende que el agotamiento de esta fuente de energía se caracteriza por una depleción del CP, que tiene como resultado una reducción de la energía que puede ser generada porque la regeneración de ATP por unidad de tiempo a través de la glucólisis anaeróbica es menor. De forma similar, las pruebas de capacidad láctica anaeróbica se basan en el principio de que hay un potencial finito más allá del cual el trabajo desciende drásticamente debido a que el sistema aeróbico no puede generar ATP al mismo ritmo. Las pruebas de capacidad aeróbica están, a la larga, asociadas con la fatiga o con la incapacidad para mantener el nivel de producción de energía predeterminado. El inicio y la progresión de la fatiga pueden ser debidos a anomalías tanto centrales como periféricas. En lo que respecta a las anomalías periféricas, pueden estar limitándose diferentes procesos de excitación y contracción. Aún está por determinar si los procesos específicos de limitación del ritmo son debidos a una homeostasis de energía deteriorada a resultas de una reducción en una vía o reacción metabólica determinadas. El reto al que se enfrentan las investigaciones consiste en definir los procesos de limitación del ritmo en el comportamiento contráctil muscular y en explicar el papel de los sistemas metabólicos de energía específicos como determinantes del comportamiento observado.
SUMARIO
La medición de la respuesta de un sistema se puede definir en términos físicos como fuerza, potencia y trabajo. En teoría, cada célula muscular puede clasificarse en una categoría de acuerdo con sus valores específicos en cada uno de estos parámetros fisiológicos. Además, cada célula muscular puede describirse a partir de sus potenciales específicos de energía aeróbica y anaeróbica. No obstante, en la práctica, las mediciones se llevan a cabo en un músculo o grupo muscular determinados que actúan sobre una o dos articulaciones. Por consiguiente, el cálculo de la respuesta física del músculo (y del potencial de energía) también debe tomar en consideración el factor mecánico implicado. En las pruebas que requieren respuestas de fuerza y potencia, la posición corporal y el ángulo de la articulación deben estar rigurosamente estandarizados para que el resultado de la prueba sea una medida del músculo o de los grupos musculares en cuestión.
En este tipo de pruebas, la actividad contráctil del músculo debe ser más bien breve, permitiendo de este modo que la energía sea suministrada exclusivamente por los compuestos de alta energía. Durante el rendimiento voluntario de esta naturaleza, la fuerza, la potencia, o ambas, reflejan la suma de la actividad contráctil muscular durante la prueba. Esta cantidad puede reflejar, además del número de elementos contráctiles en el músculo (fibras musculares), el patrón de reclutamiento neural y el ritmo al que la división del ATP puede suministrar energía.
A pesar de que, en teoría, la medición del potencial de energía debería ser estandarizada para la medición de músculos específicos, por regla general, aún no se ha llevado a cabo esta tarea. Habitualmente, se utilizan grupos musculares (en especial los de locomoción) para evaluar las capacidades aeróbica y anaeróbica. En el caso del sistema aeróbico, se ha utilizado casi exclusivamente la medición de la potencia aeróbica. Este tipo de pruebas se centran en grupos musculares importantes (por ejemplo, los que intervienen en atletismo, ciclismo y natación) y miden directamente la cantidad máxima de oxígeno utilizada por unidad de tiempo (ver capítulo 4).
De forma similar, la medición de las características de la energía aeróbica no ha sido, generalmente, restringida a grupos musculares aislados sino que se ha calculado por medio de pruebas basadas en el rendimiento que implican la coordinación de una serie de músculos y articulaciones. Los resultados obtenidos deben interpretarse de acuerdo con esto.
En conclusión, el cálculo de fuerza, potencia o potencial de energía depende de una cautelosa estandarización de los protocolos de evaluación, que debe estar basada en criterios verificados objetiva y científicamente. Puesto que la mayor parte de estos parámetros son específicos a los músculos, deben interpretarse con cuidado cuando son evaluados en el contexto de la puesta en práctica de un deporte específico. Sin duda alguna, el grado de validez de una prueba dependerá de la capacidad de la misma para simular los movimientos específicos al deporte. El desarrollo de las pruebas debe entenderse como un proceso continuo, y su perfeccionamiento sólo se podrá lograr a través de un diálogo constante entre el científico, el entrenador y el deportista.
REFERENCIAS
Åstrand, P. O., y Rodhal, K. (1986). Textbook of work physiology. New York: McGraw-Hill.
Bigland-Ritchie, B., & Woods, J. J. (1984). Changes in muscle contractile properties and neural control during human muscular fatigue. Muscle and Nerve, 7, 691-699.
Clausen, J. P. (1977). Effect of physical training on cardiovascular adjustments to exercise in man. Physiological Review, 57, 779-815.
Edwards, R. H. T. (1981). Human muscle function and fatigue. In R. Porter & J. Whelan (Eds.), Human muscle and fatigue: Physiolgical mechanisms (pp. 1-18). London: Pitman Medical.
Fox, E. L. (1979). Sports physiology. Philadelphia: Saunders.
Green, H. J. (1986). Muscle power: Fibre type recruitment, metabolism and fatigue. In N. L. Jones, N. McCartney, & A. J. McComas (Eds.), Human muscle power (pp. 65-79). Champaign, IL: Human Kinetics.
Green, H. J. (1987). Neuromuscular aspects of fatigue. Canadian Journal of Sport Sciences, 12 (Suppl.), 75-195.
Howald, H., vonGlutz, G., y Billeter, R. (1978). Energy stores and substrate utilization in muscle during exercise. In F. Landry & W. A. R. Orban (Eds.), The Third International Symposium on Biochemistry of Exercise (pp. 75-86). Miami, FL: Symposium Specialists.
Kushmerick, M. J. (1983). Energetics of muscle contraction. In L. O. Peachey (Ed.), Handbook of Physiology: Skeletal muscle (pp. 189-236). Baltimore: Williams and Wilkins.
Saltin, B. (1985). Hemodynamic adaptations to exercise. American Journal of Cardiology, 55, 420-470.
Saltin, B., yGollnick, P. D. (1983). Skeletal muscle adaptability: significance for metabolism and performance. In L. O. Peachey (Ed.), Handbook of physiology : Skeletal muscle (pp. 555-631). Baltimore: Williams and Wilkins.