Читать книгу Soma y sema - Jacques Fontanille - Страница 46

PARA TERMINAR

Оглавление

En este modelo, lo mismo que en el modelo del acto en general, las correlaciones inversas, donde las presiones correspondientes a cada una de las dos instancias concernidas se combaten y se equilibran, proporcionan, con toda evidencia, los arcos de funcionamiento de lo que podríamos llamar el “discurso ordinario”: los estados tensivos del discurso ordinario se reparten entonces entre los arcos de la atención (B), de la contención (C) y de la identidad (F). El discurso ordinario, no perturbado, más o menos comunicable e interpretable, reposa en equilibrios variables de la tensión entre las tres instancias.

En cambio, las correlaciones directas, donde las presiones de cada una de las dos instancias concernidas se refuerzan mutuamente, proporcionan una representación de los casos de disfuncionamiento, y hasta de patología del discurso: encontramos ahí, del lado de las valencias más débiles, toda suerte de “ruidos” ininterpretables; en cambio, del lado de las valencias más fuertes, aparecen todas las especies del discurso “incomunicable”.

Y así, por el eje de la fijación (A), iríamos desde el tartamudeo al discurso obsesivo; por el eje del arrebato (D), pasaríamos del balbuceo y del farfulleo al delirio; por el eje de la individualidad (E), finalmente, iríamos desde el “hapax” a la idiosincrasia.

La zona de formación del lapus, como puede apreciarse en este último esquema, engloba pues por un lado el polo de la distracción, y por el otro, el polo del relajamiento, que pertenecen ambos a los arcos de correlaciones inversas, es decir, como lo hemos indicado más arriba, al “discurso ordinario”. Sus dos límites extremos, a izquierda y a derecha, son fronteras donde el simple accidente de recorrido se convierte en un verdadero modo de producción del discurso perturbado. En el lado de la cohesión, se trata de la frontera con el discurso obsesivo; en el lado de la coherencia, se trata, en cambio, de la frontera con el discurso delirante y con la glosolalia.

Atenazado entre el discurso obsesivo y el discurso delirante, el lapsus aparece entonces como una manifestación tranquilizante de un discurso que prosigue, a pesar de todo, su buen camino.

A. J. Greimas tenía razón, sin duda, al restringir la aproximación semiótica al discurso terminado, clausurado y objetivado. Porque adoptar la perspectiva del discurso en acto, de la enunciación viviente y en devenir, es como abrir la caja de Pandora.

En efecto, como hemos visto en el caso del lapsus, en todo momento y en todo punto de la cadena del discurso, co-habitan varias opciones posibles, varios estratos significantes concurrentes con vistas a la manifestación y a la expresión. Dicha co-habitación es tensiva, conflictiva, y sobre todo eficiente. Es cierto que hemos hablado de conmutación como si se tratase de una elección paradigmática clásica; sin embargo, en el lapsus, la forma evitada o perturbada continúa dejándose oír y comprender, a pesar de haber sido reemplazada por otra.

Es preciso ampliar esta observación, como ya lo hemos sugerido en otra parte31, a las figuras y a los tropos de la retórica: en la dimensión retórica del discurso, en efecto, la co-habitación de dos soluciones, de dos expresiones, solo es eficiente porque produce una tensión; la ironía no virtualiza la expresión sobrentendida; al contrario, la actualiza sin pronunciarla. El lapsus, las figuras retóricas, como todo otro modo de producción del discurso, implica, pues, una concepción en la que dicha producción tenga que ser considerada como un proceso permanente de negociación entre estratos semióticos concurrentes. La eficiencia del discurso no surge de su construcción lineal, sino de la manera como conduce esa competición permanente entre estratos de profundidad diferente, competición que solo puede entenderse si la instancia de discurso tiene un cuerpo, o mejor, si es un cuerpo en devenir.

Soma y sema

Подняться наверх