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4.6 De las valencias a los valores

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Los dos ejes del espacio externo definen las valencias de la categoría exa minada. Todos los puntos del espacio interno son susceptibles de co rresponder a valores de la misma categoría. Pero de esa nube de puntos se desprenden algunos principios organizadores: de un lado, la diferencia entre las dos correlaciones determina dos grandes zonas (las zo nas grises); del otro, la conjugación de los grados más fuertes y más dé biles sobre los dos ejes determina zonas extremas. Todos los puntos del espacio interno son pertinentes, pero las zonas extremas de cada co rre lación son las zonas más típicas de la categoría examinada. La combi na ción entre esos dos principios permite desprender cuatro grandes zo nas típicas de la categoría, que corresponden, además, a los “estilos de ca tegorización” presentados en el capítulo precedente (capítulo I, 2.3.4 Los estilos de categorización):

• una zona de intensidad fuerte y de extensión débil (estilo categorial: el parangón);

• una zona de intensidad y de extensión igualmente fuertes (estilo categorial: la serie);

• una zona de intensidad débil y de extensión fuerte: (estilo categorial: la familia);

• una zona de intensidad y de extensión igualmente débiles (estilo categorial: el conglomerado).

Para volver a un caso más concreto, examinemos lo que pasa cuando, en tal discurso particular, los elementos naturales son mirados y cap tados según la energía que ponen en marcha y el despliegue espacio-tempora l de que son capaces. En ese caso, las valencias son la energía y el despliegue espacio-temporal. Las cuatro zonas típicas del espacio interno son, entonces, ocupadas por uno de los elementos naturales ca da una, cuya posición en el espacio de correlación define su valor. En re sumen, los elementos así definidos no son más que valores comanda dos y definidos por las valencias perceptivas y sensibles del espacio ex ter no. Hay que precisar aquí que el valor de una posición depende, a la vez, de los grados que lo definen sobre los ejes de control y del tipo de correlación (directa o inversa) al cual pertenece. La distribución ob te nida es específica de una cultura o de un discurso, puesto que de pen de de las valencias que han sido seleccionadas en un discurso particular; la elección no es inmensa, pero de todos modos es, en principio, es pecífica de tal o cual discurso.

El modelo propuesto está, entonces, concebido en principio para ren dir cuenta de la categorización discursiva tal como aparece bajo el con trol de praxis enunciativas concretas. Frecuentemente, se ha reprochado al cuadrado semiótico el proponer solamente estructuras universales antes que describir discursos concretos: tomamos nota de esa justificada crítica, colocando la aparición de los valores bajo el control de las valencias.

La distribución de los elementos naturales en una estructura tensiva debe ser específica del discurso o de la cultura analizadas; las valencias mismas serán específicas, pues si la intensidad y la extensión tienen un valor general, las isotopías que las realizan en cada discurso son específicas; los valores serán también específicos, en la medida en que los tipos figurativos retenidos dependen estrictamente de las valencias y de sus correlaciones. La distribución que proponemos líneas arriba ha sido elaborada a partir de un análisis de la semiótica del mundo natural en los filósofos presocráticos: el fuego ocupa allí la posición de la energía más alta y de la extensión más limitada; el agua, la de la energía más alta y de la extensión más amplia, etc.


Semiótica del discurso

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