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4.3 Las dimensiones de lo sensible
ОглавлениеAntes de cualquier categorización, una magnitud cualquiera es, para el sujeto del discurso, una presencia sensible. Esta presencia se expresa, hemos dicho, a la vez en términos de intensidad y en términos de ex tensión y de cantidad (capítulo I, 2.3.1. La formación de los sistemas de valo res). ¿Cuál podría ser, por ejemplo, la cualidad de presencia de los ele men tos naturales? Antes de identificar tal o cual materia, tal o cual ele men to, habremos reconocido sus propiedades táctiles o visuales, el ca lor y el frío, lo liso y lo rugoso, lo visible y lo invisible, lo móvil y lo in mó vil, lo sólido y lo fluido.
Estas son cualidades sensibles que pueden ser apreciadas según las dos grandes direcciones que proponemos: lo móvil y lo inmóvil, por ejem plo, pueden ser apreciados según la intensidad: diferentes niveles de energía parecen adheridos a los diferentes estados sensibles de la ma teria, o según la extensión: el movimiento es relativo a las posiciones su cesivas de una presencia material e implica una apreciación del espacio recorrido y del tiempo transcurrido.
O también, la solidez, promesa de permanencia, será apreciada como la capacidad de permanecer en una sola posición y una sola forma (ex tensión), al precio de una fuerte cohesión interna (intensidad) mientras que la fluidez se deja aprehender como un debilitamiento de la cohesión interna (intensidad) con la promesa de una gran labilidad, de una inconstancia de las formas y de las posiciones en el espacio y en el tiempo (extensión).
Cada efecto de la presencia sensible asocia, pues, para ser justamente calificado de “presencia”, un cierto grado de intensidad y una cier ta po sición o cantidad en la extensión. La presencia conjuga, en su ma, de una parte, fuerzas, y, de otra parte, posiciones y cantidades. No te mos aquí que el efecto de intensidad aparece como interno, y el efecto de ex tensión, como externo. No se trata de la interioridad y de la exteriori dad de un eventual sujeto psicológico, sino de un dominio interno y de un dominio externo, diseñados en el mundo sensible como tal. Como ya lo hemos sugerido en el capítulo precedente, el cuerpo propio del sujeto se constituye en la forma misma de la relación semiótica, y el fe nómeno así esquematizado por el acto semiótico está dotado de un do minio interior (la energía) y de un dominio exterior (la extensión).