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2.3 Lo sensible y lo inteligible 2.3.1 La formación de los sistemas de valores a— La presencia, la mira y la captación
ОглавлениеPercibir cualquier cosa, antes de reconocerla como una figura perteneciente a una de las dos macrosemióticas, es percibir más o menos intensamente una presencia. En efecto, antes de identificar una figura del mun do natural, o también una noción o un sentimiento, percibimos (o “pre sentimos”) su presencia, es decir cualquier cosa que, de una parte, ocu pa cierta posición relativa a nuestra propia posición y cierta extensión, y que, de otra parte, nos afecta con cierta intensidad.
Tal es el mínimo necesario para poder hablar de presencia.
La presencia, cualidad sensible por excelencia, es, pues, una primera ar ticulación semiótica de la percepción. El afecto que nos toca, esa intensidad que caracteriza nuestra relación con el mundo, esa tensión en di rección del mundo, es asunto de la mira intencional; la posición, la ex tensión y la cantidad caracterizan en cambio los límites y el contenido del dominio de pertinencia, es decir, la captación. La presencia entraña en tonces dos operaciones semióticas elementales de las que ya hemos he cho mención: la mira, más o menos intensa y la captación, más o me nos extensa. En términos peirceanos, recordémoslo, la mira caracterizaría al interpretante, y la captación al fundamento. Más generalmente, ésas son las dos modalidades de la guía del flujo de atención.
Pero, un sistema de valores sólo puede tomar cuerpo cuando las diferencias aparecen y cuando esas diferencias forman una red coherente: ésa es la condición de lo inteligible.