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b— Lo inteligible y los valores

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Si partimos de la aprehensión sensible de una cualidad, siempre el rojo, por ejemplo, las experiencias de Berlin & Kay, entre otros, nos muestran que no percibimos jamás el rojo sino una cierta posición en una gama de rojos, posición que identificamos como más o menos roja que las otras. ¿Cómo pueden formarse los “valores” en esas condiciones? Es necesario y suficiente que dos grados del color sean puestos en re lación con dos grados de otra percepción, por ejemplo con el sabor de los frutos que tie nen esos colores. Solamente con esa condición po de mos decir que hay una diferencia entre los grados del color, así como en tre los grados del sa bor. Y el valor de una cualidad de color será en ton ces definido por su po sición en relación con otras cualidades de co lor y en relación con otras di ferentes cualidades de sabor al mismo tiempo.

Retornando a la simple presencia: si percibimos una variación de intensidad de la presencia, es insignificante hasta que no podamos po nerla en relación con alguna otra variación. Pero, desde el momento en que las variaciones de intensidad son asociadas a un cambio de distancia, por ejemplo, la diferencia es instaurada y podemos decir lo que sucede: una cosa se aproxima o se retira en profundidad. El espacio de la pre sencia se hace entonces inteligible y podemos enunciar (predicar) sus transformaciones.

Globalmente, el sistema de valores resulta, pues, de la conjugación de una mira y de una captación, una mira que guía la atención sobre una pri mera variación, llamada intensiva, y una captación que pone en re lación esta primera variación con otra, llamada extensiva, y que de li mi ta así los contornos comunes de sus respectivos dominios de pertinencia.

Semiótica del discurso

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