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2.2.2 Exteroceptividad e interoceptividad
ОглавлениеSe podría, haciendo referencia a una proposición ya antigua de Greimas (en Semántica estructural), llamar aún de otro modo esos dos planos del lenguaje. El plano de la expresión será llamado exteroceptivo; el plano del contenido, interoceptivo; y la posición abstracta del su je to de la percepción será llamada propioceptiva, porque se trata, de he cho, de la posición de su cuerpo imaginario o cuerpo propio.
El cuerpo propio es una envoltura sensible que determina de este mo do un dominio interior y un dominio exterior. Por todas partes donde se desplaza determina, en el mundo en que toma posición, una brecha entre universo exteroceptivo, universo interoceptivo y universo propioceptivo, entre la percepción del mundo exterior, la percepción del mun do interior y la percepción de las modificaciones de la envolturafron tera misma.
La significación supone, entonces, para comenzar, un mundo de percepciones, donde el cuerpo propio, al tomar posición, instala globalmente dos macrosemióticas, cuya frontera puede siempre desplazarse pe ro que tiene cada una su forma específica. De un lado, la interoceptividad da lugar a una semiótica que tiene la forma de una lengua natural, y, de otro lado, la exteroceptividad da lugar a una semiótica que tiene la forma de una semiótica del mundo natural. La significación es, pues, el acto que reúne esas dos macrosemióticas, y eso es posible gracias al cuerpo propio del sujeto de la percepción, cuerpo propio que tie ne la propiedad de pertenecer simultáneamente a las dos macrosemióticas entre las cuales toma posición.
En la perspectiva de la enunciación, el cuerpo propio es tratado como un simple punto, un centro de referencia para la deixis. Pero en la pers pectiva de las lógicas de lo sensible, por ejemplo, será tratado como una envoltura, sensible a las solicitaciones y a los contactos provenientes ya del exterior (sensaciones) ya del interior (emociones y afectos).
Si se puede hablar de “macrosemióticas”, es en cuanto que están ya articuladas; es vano, en efecto, preguntarse “cómo las cosas han comenzado”: nos bañamos en un mundo ya significante, somos nosotros mismos parte pregnante de él y las percepciones que tenemos tienen también una forma semiótica. Pero, cada vez que “tomamos posición” en ese mundo, cada vez que lo sometemos a un punto de vista, volvemos a jugar el acto a partir del cual toda significación toma forma.