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“REITERACIÓN DE LAS DIFERENCIAS: RESPUESTA A DERRIDA”

POR JOHN R. SEARLE

Resumido por Gerald Graff*

En su “Respuesta a Derrida”, titulada “Reiteración de las diferencias”, John R. Searle se centra principalmente en cuatro aspectos relacionados del argumento de Derrida en “Firma acontecimiento contexto”: 1) la asimilación de Derrida del discurso hablado a la escritura; 2) el desafío que lanza al punto de vista que identifica el sentido de un enunciado con las intenciones del orador o del escritor; 3) las implicancias del concepto de “iterabilidad”, palabra con la cual Derrida designa la repetibilidad de las mismas expresiones en diferentes contextos (lo que, para Derrida, implica siempre una transformación); 4) su crítica del tratamiento de J.L. Austin de los speech acts ficticios como “parásitos” de los speech acts no ficticios, normales, o “serios”.

La “Respuesta” de Searle responde en mayor parte a la crítica de Derrida del concepto clásico de escritura “en tanto comunicación del querer-decir”. Searle contesta al argumento de Derrida según el cual, como dice Searle, “ya que la escritura puede y debe ser capaz de funcionar en la ausencia radical del remitente [sender/destinateur], del receptor [receiver/destinataire], y del contexto de producción, ésta no puede ser la comunicación del querer-decir [Intended meaning/vouloir dire] del remitente hacia el receptor” (p. 199). Searle argumenta que no es, como pretende Derrida, la “iterabilidad, la repetibilidad de los elementos lingüísticos”, lo que distingue a la escritura del discurso hablado, sino la permanencia [permanence/permanence] relativa de la escritura.

Searle hace notar que todo sistema de representación sujeto a reglas, sea escrito o hablado, debe ser repetible, ya que “de otra forma, las reglas no tendrían campo de aplicación” (p. 199). Además, el discurso escrito no se distingue del habla por la ausencia del receptor a la del remitente. Porque “una comunicación escrita puede tener lugar en presencia del receptor, como, por ejemplo, cuando hago una lista para ir de compras, o cuando deslizo una nota a mi acompañante durante un concierto o una conferencia” (p. 200). Searle concluye que “el fenómeno de la sobrevida [survival/survie] del texto no es lo mismo que el fenómeno de la repetibilidad”, porque el mismo texto “puede ser leído por muchos lectores diferentes, mucho después de la muerte del autor, y es este fenómeno de la permanencia del texto el que hace posible separar el enunciado [utterance/énoncé] de su origen [origin/origine], y distingue la palabra escrita de la palabra hablada” (p. 200).

Para Searle esta “confusión entre permanencia e iterabilidad” es central para la asimilación del habla por la escritura (p. 200) de Derrida. Él argumenta que “la forma en la que un texto escrito es apartado [weaned/sevré] de su origen es muy diferente de la forma en la que toda expresión puede ser separada [severed/détachée] de su significado [meaning/sens] a través de la forma de ‘iterabilidad’, que está ejemplificada en la cita” (p. 200). Ya que la “posibilidad de separar el signo [sign/signe] del significado [signified/signifié]” es un rasgo característico de todos los sistemas de representación como tales, “no hay nada especialmente grafemático” acerca de la separación (p. 201), ni nada que sea propio del concepto clásico de escritura descrito por Derrida.

Así, Searle se opone a lo que él toma como el argumento de Derrida, a saber, que el discurso escrito implica una “ruptura con las intenciones del autor en particular o con la intencionalidad en general” (p. 201). Searle sostiene, por el contrario, que “el hecho que la escritura pueda continuar funcionando en la ausencia del escritor, del remitente referido [intended receiver/destinateur], y el contexto de producción” no hace a la escritura menos portadora de una intencionalidad, la cual juega el mismo rol tanto en la comunicación escrita como en la comunicación oral. Searle admite que podemos “decidir hacer un quiebre radical (…) con la estrategia de entender la oración” como un enunciado intencional, que podemos “pensarla como una oración en inglés, apartada de toda producción u origen, supuesto o no. Pero aun así no escapa de la intencionalidad, porque una oración significante [meaningful/signifiante] es sólo una posibilidad permanente del correspondiente (intencional) acto del habla” (p. 202, es Searle quien subraya).

Searle agrega que “en la medida en que el autor dice lo que quiere decir, el texto es la expresión de sus intenciones” (p. 202), y que “la situación de la intencionalidad es exactamente la misma para la palabra escrita como lo es para la hablada: comprender que el enunciado consiste en reconocer las intenciones ilocucionarias del autor, y estas intenciones pueden ser más o menos realizadas perfectamente por las palabras enunciadas, ya sea escritas o habladas” (p. 202).

Searle, en seguida, aborda la interpretación de Derrida de la teoría de J. L. Austin de los actos de habla, argumentando que la versión de Austin dada por Derrida es irreconocible. Primero, Derrida falsificaría [mistakes/falsifie] completamente “el estatus de la exclusión de Austin de las formas parasitarias del discurso de sus investigaciones preliminares de los actos de habla” (p. 204). Searle argumenta que Austin excluyó las formas parasitarias de sus consideraciones, como una “estrategia de investigación” más que por una “exclusión metafísica”. Derrida se equivocaría, entonces, al encontrar aquí una “fuente [source/source] de profundas dificultades metafísicas” para la teoría de los actos del habla (p. 205). En efecto, el propósito de Austin simplemente consistiría en decir que “si queremos saber lo que es hacer una promesa o hacer una declaración, haríamos mejor por no comenzar nuestra investigación con promesas hechas por actores sobre un escenario”, en una obra o declaraciones acerca de los personajes de una novela, “porque en una manera bastante obvia, dichos enunciados no son casos estándar de promesas o de declaraciones” (p. 204).

Segundo, Derrida se equivoca cuando afirma que en el uso del término “parasitario” Austin pretende sugerir que hubo “algo malo o anómalo o no ‘ético’ en un discurso tal” (p. 205), mientras que Austin simplemente pretende indicar “una relación de dependencia lógica” sin que ésta implique ningún juicio moral, y “ciertamente sin que implique que el parásito sea de alguna manera inmoral viviendo a costa de su huésped [host/hôte]” (p. 205).

Tercero, según Searle, Derrida cree erróneamente que, “analizando actos del habla serios antes de considerar los casos parasitarios, Austin ha negado de alguna manera la posibilidad misma de que las expresiones puedan ser citadas” (p. 206). Derrida ha confundido aquí citacionalidad con el discurso parasitario (tanto como con la iterabilidad). Searle sostiene que, en el discurso parasitario, “las expresiones están siendo usadas y no mencionadas” (p. 206).

Cuarto, “Derrida asimila el sentido en el cual la escritura puede decirse parasitaria del lenguaje hablado, en el sentido en que la ficción, etc., es parasitaria del discurso no ficticio o estándar” (p. 207). Pero éstos son casos diferentes. La relación entre ficción y no-ficción es una de dependencia lógica, mientras que la dependencia de la escritura con el lenguaje hablado “es un hecho contingente acerca de la historia de las lenguas humanas y no una verdad lógica acerca de la naturaleza del lenguaje” (p. 207).

Quinto, la discusión de Derrida está atravesada de lado a lado por “la idea de que, de alguna manera, la iterabilidad de las formas lingüísticas (junto con la citacionalidad de las formas lingüísticas y la existencia de la escritura) sirve en contra de la idea de que la intención es el corazón de la significación y de la comunicación, y que, incluso, un entendimiento de la iteración mostrará la esencial ausencia de la intención en la actualidad del enunciado” (p. 207). Al contrario, “la iterabilidad de las formas lingüísticas, facilita y es una condición necesaria de las formas particulares de intencionalidad que caracterizan los actos de habla” (p. 208).

Searle sostiene que las performances de los actos de habla efectivos [actual/effectifs], escritos o hablados, son “acontecimientos singulares que se pueden datar en contextos históricos particulares” (p. 208). Los oyentes son capaces de comprender el número infinito de cosas nuevas que pueden ser comunicadas por actos de habla, porque “el orador y los oyentes son maestros del conjunto de reglas que llamamos reglas del lenguaje, y estas reglas son recursivas. Ellas permiten la aplicación repetida de la misma regla” (p. 208).

En conclusión, entonces, Searle argumenta que la iterabilidad –ejemplificada tanto “por el uso repetido del mismo tipo de palabra” como “por el carácter recursivo de reglas sintácticas– no es, como Derrida parece pensar, algo en conflicto con la intencionalidad de los actos lingüísticos, hablados o escritos, sino la necesaria presuposición de las formas que esa intencionalidad toma” (p. 208).

G. G.

* El texto se ha contrastado con su versión original en inglés (“Summary of ‘Reiterating the Differences’” en Derrida, J. Limited Inc. Evanston: Northwestern University Press, 1988, pp. 25-27). Hemos consultado, de todas maneras, la publicación completa del texto (“Reiterating the Differences: A reply to Derrida”) que apareció en la revista Glyph, I, 1977, pp. 198-208 (la paginación indicada aquí entre paréntesis, referirá a esta edición), así como su traducción al francés, “Pour réitérer les différences: réponse à Derrida”, realizada por Joëlle Proust (Paris: Editions de l’eclat, 1991). En algunos casos, hemos añadido entre corchetes los conceptos que, respectivamente en inglés y francés –y separados por un guion–, se inscriben en cada contexto. [N. del T.].

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