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Su amiga, después de una breve vacilación, dijo: -Espero que esto no sea por… Supongo que no es un cumplido al señor Elton… -¡El señor Elton! -exclamó Harriet indignada-. ¡Oh, no! Y murmuró algo de lo que Emma sólo pudo entender las palabras «¡… tan superior al señor Elton! »

Entonces se tomó más tiempo para reflexionar. ¿No debía decir nada más? ¿Debía guardar silencio y aparentar que no sospechaba nada? Tal vez entonces Harriet creyera que sentía poco interés por ella o que estaba enfadada; o tal vez si guardaba un silencio absoluto sólo lograría que Harriet le pidiera que recibiese más confidencias de las que quería recibir; y Emma estaba dispuesta a evitar que de ahora en adelante hubiese una confianza tan extrema entre ellas, tanta franqueza y un cambio tan frecuente de opiniones y esperanzas… Le pareció que sería mejor para ella decir y saber en seguida todo lo que quería decir y saber. Lo más sencillo era siempre lo mejor. Se fijó de antemano los límites que no debía sobrepasar, en ningún aspecto. Y pensó que ambas quedarían más tranquilas, si Emma podía exponer inmediatamente sus sensatos juicios. Estaba, pues, decidida, y empezó:

-Harriet, no voy a pretender que no sé lo que quieres decir. Tu decisión, o mejor dicho, la probabilidad que crees ver de que nunca te cases, se debe a que crees que la persona a quien tú podrías preferir está tan por encima de ti que no va a pensar en la señorita Smith. ¿No es eso?

-¡Oh, Emma, créeme! No soy tan vanidosa que suponga… ¡No estoy tan loca, desde luego! Pero para mí es un placer admirarle a distancia… y pensar en lo infinitamente superior que es a todo el resto del mundo, con la gratitud, la admiración y la veneración que se le debe, sobre todo yo.

-No me sorprende en absoluto, Harriet; el favor que te hizo bastaba para conmover tu corazón.

-¡Oh, calla! Fue algo que nunca podré pagarle… Cada vez que lo recuerdo, y todo lo que sentí en aquel momento… cuando vi que se me acercaba… con aquel aspecto tan noble… y yo tan insignificante, tan desamparada… ¡Cómo cambió todo! ¡En un momento cómo cambió todo! ¡Del abandono más total a la mayor de las felicidades!

-Es muy natural. Es muy natural, y es algo que te honra… Sí, que te honra, eso creo yo, al elegir tan bien y con tanta gratitud… Pero si esta predilección será correspondida, eso ya no puedo asegurártelo. No te aconsejo que te dejes llevar por tus sentimientos, Harriet. No tengo ninguna seguridad de que seas correspondida. Piensa en quién eres. Quizá sería más sensato oponerte a esta inclinación mientras te sea posible; pero no te dejes llevar en modo alguno por tu corazón, a menos de que estés convencida de que él se interesa por ti. Obsérvale. Deja que sea su proceder el que guíe tus sensaciones. Te digo ahora que seas precavida, porque nunca más volveré a hablar contigo de esta cuestión. Estoy decidida a no volver a mezclarme en ningún caso de ésos. A partir de este momento yo no sé nada de esto. No pronuncies ningún nombre. Antes hacíamos muy mal; ahora seremos más precavidas… Él está por encima de ti, de eso no hay duda, y parece que hay inconvenientes y obstáculos muy serios; pero, a pesar de todo, Harriet, cosas más difíciles han ocurrido, matrimonios más desiguales han llegado a celebrarse. Pero ten cuidado contigo misma; no quisiera que te entusiasmaras; a pesar de todo, termine como termine, ten la seguridad de que haber pensado en él es una señal de buen gusto que yo siempre sabré apreciar.

Harriet besó su mano, como muestra de gratitud silenciosa y sumisa. Emma cada vez estaba más convencida de que aquel enamoramiento no podía perjudicar a su amiga. Era algo que sólo podía conducirle a elevar su espíritu y a refinarlo… y que debía salvarla del peligro de cualquier enlace de categoría inferior a la suya.

Colección integral de Jane Austen

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