Читать книгу Juegos motrices cooperativos - Jaume Bantulá Janot - Страница 6

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Introducción

1. ATENCIÓN DE LA DIVERSIDAD

El currículum establecido a partir de la reforma educativa cumple con la finalidad básica de atender a todo el alumnado para proporcionarle un marco de aprendizaje que facilite su progreso en el desarrollo de diferentes tipos de capacidades (motrices, sociales, cognoscitivas, afectivas, expresivas, etc.).

Los principios sobre los cuales se fundamenta dicho currículum son: la enseñanza comprensiva, la atención a la diversidad y la enseñanza personalizada. Estos principios están íntimamente interrelacionados entre sí.

La enseñanza comprensiva contribuye a aportar coherencia y rigor a la sistematización del proceso de enseñanza-aprendizaje, avanzando a partir de aquello que se sabe y no de aquello que no se ha aprendido.

Una concepción comprensiva implica, a su vez, asumir la diversidad del alumnado. No sólo es conveniente no separarlo ni clasificarlo en función de sus diferencias, sino que hace falta definir planteamientos sobre su tratamiento y prever estrategias para dar respuesta a estas diferencias, entendiendo la diversidad como algo positivo y enriquecedor y no como un elemento segregador y discriminativo. Ser diferentes no es una característica específica del alumnado, lo es también de los docentes y de todas las personas que conforman la sociedad humana.

Esta enseñanza comprensiva, que asume la diversidad, obliga a tener muy en cuenta la enseñanza personalizada para poder dar respuesta a las diferentes realidades y necesidades del alumnado. Representa acudir a estrategias que tengan en consideración los diferentes ritmos de aprendizaje y las dificultades que se presentan durante la secuencia de enseñanza-aprendizaje, tanto en el ámbito cognoscitivo y de la comprensión como en los ámbitos motrices y socio-afectivos.

El lector no dudará de la validez de los principios hasta ahora planteados; pero ¿cómo adecuar y hacer posible en la práctica docente estos principios?

Sin duda, considerar la diversidad no es una tarea que afecte únicamente a una sola área curricular, sino que tiene que ser abordada desde las diferentes áreas que configuran el currículum, ya sea ésta contemplada desde una perspectiva disciplinar o interdisciplinar.

Se necesita una cohesión mínima del equipo docente sobre los principios integradores y una aplicación transversal en la programación de aula, en los comportamientos reales hacia el alumnado, en los valores y las actitudes que se transmiten cotidianamente, en los criterios y en la práctica de la resolución de los conflictos, en la normalización del centro, en la promoción de los valores de la convivencia, de la tolerancia, de la solidaridad y del respeto a la diferencia.

El profesorado, de manera conjunta, en la elaboración de los proyectos educativos y en los proyectos curriculares de centro, tiene que mostrar el currículum oculto y revisar de manera explícita no sólo las estrategias metodo-lógicas empleadas en la consecución de unos determinados contenidos y objetivos, sino también cuestionar la coherencia, validez y eficacia de éstos.

El problema no es únicamente resolver cuál es la mejor manera de guiar las intenciones educativas, sino, sobre todo, poner en el punto de mira, en primera instancia, las propias intenciones educativas.

Establecer unos determinados objetivos y contenidos en lugar de otros constituye de hecho una tarea que además de ser prioritaria, determina el proceso. Es a partir de su secuenciación en los diferentes niveles de concreción que van a realizarse determinadas actividades y no otras, y que se van a emplear determinados recursos y materiales en lugar de otros, estableciendo actividades de evaluación para contrastar el grado de adquisición de los objetivos y contenidos fijados.

En este sentido, educar en la diversidad más que un recurso didáctico es una actitud y una convicción cultural o ideológica, y se convierte en un contenido esencial a desarrollar en el proceso de enseñanza-aprendizaje, si lo que se pretende es preparar a las personas para que se integren activamente en la sociedad de manera crítica y creativa.

La educación física, por tratarse de una disciplina fundamentalmente procedimental en la cual también juegan un papel importante los contenidos actitudinales, es una de las áreas curriculares que mejor permite ahondar en el tratamiento de la diversidad.

E l presente volumen, que gira en torno a la presentación de abundantes juegos cooperativos, pretende ser una eficaz herramienta para que alumnos y alumnas reconozcan, valoren y acepten la diversidad de opinión y de acción. Entre otras posibles opciones se ha escogido el juego porque, ¿qué hay mejor que aprender jugando? Con toda la intención pedagógica estos juegos tienen exclusivamente una estructura cooperativa, porque la cooperación es considerada como un contenido imprescindible a la hora de educar en el respeto y en la tolerancia por las diferencias.

La selección expuesta permite profundizar en las dos estrategias válidas para el tratamiento de la atención a la diversidad, siendo la combinación de ambas la que va a permitir un mayor desarrollo de las potencialidades de todo el alumnado.

La primera consiste en profundizar en las situaciones de diversidad. Se trata de respetar e, incluso, promover e intensificar los aspectos diferenciadores: valores culturales, sexo, intereses y motivaciones, ritmos y proceso de desarrollo, heterogeneidad de capacidades, peculiaridades individuales, multiplicidad de puntos de partida, etc.

En esta estrategia predominan las tácticas que subrayan las diferencias y, sin olvidar que las personas tienen numerosas características comunes, hace hincapié no en las concordancias sino precisamente en todo aquello que hace que no todo el mundo piense igual, sienta y actúe de una misma manera.

Desde la educación física no se tiene que conseguir una respuesta motriz única y válida para todos y todas, sino mejorar la competencia motriz del alumnado en relación a las especifidades y características individuales y de grupo.

La segunda estrategia impulsa a la superación de situaciones de diversidad: estriba en igualar, compensar, sensibilizar; tiende a la aproximación de los niveles y de las situaciones de partida desiguales –ritmos y procesos de desarrollo–; desigualdades de origen sexista; desajustes importantes en relación a los objetivos convenidos socialmente; necesidades educativas especiales; disminuciones físicas, psíquicas o sensoriales, etc.

Esta línea de actuación persigue la homogeneización, el establecimiento de la igualdad por encima de las diferencias.

Ambos modelos de actuación enunciados pueden ser llevados a la práctica a través de la experimentación lúdica que nos brinda el juego cooperativo.

2. NOCIÓN DE JUEGO COOPERATIVO

¿Por qué apostar por los juegos cooperativos? El juego no es neutro. Transmite y potencia un determinado código de valores, una manera de establecer las relaciones entre las personas, una forma de entender la diversión.

Una estructura interna competitiva exige que los jugadores actúen unos contra otros y ello, frecuentemente, provoca la no aceptación de reglas con la finalidad de ganar, la realización de trampas y el surgimiento del juego sucio, las discusiones, las críticas, los disgustos, los conflictos, la aparición de líderes y de marginados, el rechazo y la discriminación en función del grado de habilidad o de sexo, etc.

En cambio, la utilización de estructuras lúdicas cooperativas que requieren la implicación de todo el grupo en el juego provoca el surgimiento de sentimientos de aceptación y de consideración hacia las demás personas. Saber compartir, ser más consciente de como siente el otro, apoyarse mutuamente para conseguir los objetivos propuestos son actitudes que facilitan la realización de aprendizajes en un ambiente distendido y alegre.

Se pone en duda la validez de emplear estructuras competitivas si, previamente, no se han favorecido ni consolidado las estructuras de juego cooperativas. En el supuesto de que se considere oportuno explorar las sendas de la competición, se requiere la adquisición de un bagaje lúdico que permita afrontar la acción con madurez y contemplar, si acaso, la rivalidad como una forma más, no la única ni la más importante, en la que puede transcurrir el juego.

Muchas veces, los amantes de usar la competencia, excusándose en que resulta un planteamiento altamente motivador de la acción motriz, se olvidan de las actitudes y valores que dicho planteamiento fomenta y se toman demasiado a la ligera el papel que ejerce el juego como transmisor y constructor de conductas sociales.

La tipología de juegos que aquí se presenta deja de lado la competición. El interés no reside en ganar o perder, sino en una participación que requiere que los jugadores combinen y reúnan sus diferentes niveles de habilidades y destrezas motrices para conseguir un objetivo común. Es ahí donde radica el reto; es a través de la incorporación e integración activa de todas las personas que se demuestra el grado de competencia alcanzada por el grupo. Son competentes quienes se muestran capaces de incluir y no de excluir, quienes comprenden que eliminar a alguien conlleva el rechazo y la desvalorización del otro.

Desde el punto de vista didáctico conviene destacar que es necesario que el profesorado no diseñe juegos con una codificación cerrada y férrea. Es importante, si se quiere potenciar la autonomía, dar los utensilios necesarios a los protagonistas. Se debe preguntar cómo se puede mejorar un juego, hacerlo más divertido, cómo garantizar que nadie se sienta discriminado, etc., todo ello dentro de un clima de libertad que permita, una vez realizadas las propuestas, escoger y tomar decisiones consensuadas democráticamente.

Es interesante que al finalizar un juego, o bien aprovechando una pausa de éste, se busquen fórmulas comunes que garanticen su éxito, según el criterio mayoritario, ensayando diferentes reglas que puedan sugerirse ante cualquier problema que se presente. Con ello, sin duda alguna, aumentará el grado de aceptación de un juego determinado entre los jugadores; sin embargo, no se puede olvidar que el tiempo dedicado a éste tiene que ser muy superior al empleado para la discusión y la reflexión.

Durante el juego, el profesorado tiene que ser capaz de crear un clima agradable y distendido, de saber transmitir entusiasmo participando al mismo nivel que los jugadores, y de hacer a la vez de guía y animador. Debe estimular durante el juego la construcción de una relación social positiva, favoreciendo la estimación recíproca, la empatía –es decir, la capacidad para situarse en el lugar del otro–, la confianza, la implicación, la comunicación, etc.

S i se tienen en cuenta todas estas observaciones, entonces, con toda seguridad, desde el juego se puede incidir en los aprendizajes de diversos contenidos y en la adquisición de determinados objetivos como pueden ser los que se exponen en las tablas siguientes para facilitar la labor docente.

CONTENIDOS
HECHOS, CONCEPTOS Y SISTEMAS CONCEPTUALES
1. Juego cooperativo. Noción de cooperación. 2. Regulación del juego: normas y reglas en los juegos cooperativos. 3. Interpretación del juego cooperativo como un fenómeno lúdico a través del cual se transmiten determinados valores socioculturales. 4. Recursos para las actividades lúdicas y recreativas.
PROCEDIMIENTOS 1. Utilización de reglas para la organización de situaciones colectivas de juego. 2. Realización de diversos juegos cooperativos. 3. Uso de la cooperación como estrategia básica del juego. 4. Experimentación del juego cooperativo como objeto de placer y recreación.
VALORES, ACTITUDES Y NORMAS 1. Actitud de respeto a las normas y reglas del juego comúnmente elaboradas y aceptadas. 2. Aceptación de los diferentes niveles de destreza y habilidad, en uno mismo y en los demás, durante la práctica del juego. 3. Valoración del juego cooperativo como un recurso para la práctica de la actividad física.

OBJETIVOS DIDÁCTICOS
1. Conocer diversos juegos cooperativos para disponer de recursos durante las sesiones de educación física y en otros momentos de ocio y de tiempo libre. 2. Experimentar actividades a través de las cuales se tengan que superar retos para alcanzar objetivos comunes. 3. Explorar las posibilidades de relación, expresión y comunicación interpersonal. 4. Aceptar las propias limitaciones y las de los demás, siendo conscientes de que los diferentes grados de habilidad y destreza de cada uno no tienen que significar ningún tipo de discriminación. 5. Adaptarse a las reglas del juego formuladas por el colectivo. 6. Interesarse por mantener relaciones solidarias basadas en el respeto y la tolerancia. 7. Adquirir la capacidad y el hábito de cooperar en actividades de grupo. 8. Alcanzar, a través de la realización de juegos cooperativos, cierto grado de autonomía individual y de grupo. 9. Participar en la elaboración de estrategias cooperativas. 10. Ser consciente de la importancia del juego cooperativo como medio relacional. 11. Aceptar la diversidad de acción y opinión a través de la actividad física.

3. LOS JUEGOS COOPERATIVOS SELECCIONADOS

La recopilación que se ofrece a continuación ha sido cuidadosamente elegida de entre todos aquellos juegos que la experiencia docente asegura que pueden ser llevados a la práctica con acierto. Van destinados tanto a numerosos grupos de niños y niñas de varios centros educativos, como a profesionales de la enseñanza, que a través de escuelas de verano, cursos y postgrados han profundizado en su formación permanente, así como también a estudiantes universitarios futuros aspirantes a ejercer la docencia.

El deseo de quien escribe estas líneas es conseguir ensimismar al lector, no ya para que se decida a probar aquellos juegos que estime más oportunos, sino para que se atreva a crear, junto con sus compañeros y compañeras de juego, nuevas propuestas que engrandezcan su capacidad de cooperación y la conviertan en una forma de entender la vida, de vivir.

Los juegos se presentan en forma de ficha. Cada una de ellas contiene la suficiente información para permitir que el/la animador/a lleve a cabo con garantías de éxito su puesta en escena; pero es aconsejable que éste participe de forma activa en su desarrollo, para descubrir toda la rica gama de matices y posibilidades que cada juego encierra en sí mismo, y que difícilmente se ponen al descubierto si no es a través de la participación e implicación lúdica.

E l hecho de mencionar las edades a las que van dirigidos los juegos constituye, ante todo, una referencia orientativa, porque es obvio que existen una serie de variables –como son, por ejemplo, las características del alumnado y del profesorado, el proyecto educativo y curricular de centro, los criterios organizativos y metodológicos, el planteamiento de una formación y educación cooperativa, etc.– que influyen notoriamente a la hora de plantear un determinado juego a una edad concreta. Sin embargo, salvando las distancias, las edades reseñadas son aquellas en las que los juegos pueden adaptarse mejor a las necesidades y peculiaridades del alumnado. Ello no significa que un juego pueda tener éxito y un gran valor educativo fuera de las edades consideradas. La experimentación, como muy bien conocen los docentes, constituye una herramienta fundamental en materia educativa. A veces, simplificar o introducir una simple variante, sin modificar en esencia la estructura del juego, permite que éste se acople sin problemas a otros niveles.

La duración del juego ha sido establecida sin tener en cuenta el tiempo que se tarda en explicarlo y en aprender su dinámica, ya que se considera que éste es conocido por el grupo, de manera que la duración señalada en las fichas representa el tiempo real de juego. Del mismo modo, se ha optado por acortar los minutos dedicados a cada juego, pretendiendo huir del peligro que encierra el transformar una actividad lúdica en un bostezo colectivo.

La inmensa mayoría de los juegos expuestos no necesitan ningún material, a excepción, quizás, de la tela del paracaídas. Los demás materiales que requieren los juegos son fáciles de encontrar por escaso que sea el equipamiento del centro. No siempre es necesario disponer de variados y abundantes materiales –¡sean éstos siempre bienvenidos!– para que una actividad pueda resultar placentera y divertida. Esta muestra de juegos es una buena prueba de ello.

El espacio del juego, para los juegos cooperativos escogidos, tampoco es un condicionante. Cualquier espacio, ya sea interior o exterior, es un buen terreno para explorar la senda de la cooperación. Sin duda alguna, existen lugares más apropiados que otros –mejor una zona verde que un patio de cemento, una sala de motricidad que tener que apartar las mesas de un aula–, pero la cooperación no tiene grandes pretensiones, se conforma con poca cosa... ¡en cualquier rincón del mundo es posible la cooperación!

C on el fin de clarificar el desarrollo de los juegos, en cada ficha se indica la disposición inicial en la cual los participantes deben situarse para emprender la actividad; las observaciones y, muy especialmente, la representación gráfica cumplen el mismo cometido.

Por último, y antes de pasar a describir los juegos uno a uno, cabe mencionar que, a fin de favorecer la labor docente, éstos han sido clasificados en diversos capítulos según la temática específica que abordan, tal y como se muestra a continuación:

1. Juegos de presentación y conocimiento grupal.

2. Juegos de contacto, afirmación, estima y confianza.

3. Juegos de percepción y discriminación sensorial.

4. Juegos de equilibrio.

5. Juegos de expresión corporal.

6. Juegos de observación y atención.

7. Juegos de organización espacial y temporal.

8. Juegos de recreación con paracaídas.

9. Juegos de animación.

10. Juegos de distensión y vuelta a la calma.

Juegos motrices cooperativos

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