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Sin avisar

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En la vida de toda persona hay cosas fundamentales que forman la columna vertebral de su existencia. (Principios morales, familia, objetivos personales y profesionales, etc.).

Generalmente, se requiere mucho tiempo y dedicación para que estas cosas vayan cogiendo forma y nos proporcionen satisfacción y sentido de logro.

Por ejemplo, el joven que tiene verdadera vocación por la arquitectura, y un deseo sincero de desarrollar esa vocación, dedicará varios años de duro estudio para lograr el título, y otros tantos en cursos de postgrado. Después ampliará conocimiento y cogerá experiencia trabajando en algún estudio de arquitectura. Y, pasados todos estos años, por fin podrá diseñar y dirigir la construcción de «su» propio edificio.

Luego hay otras cosas que, sin ser tan fundamentales, nos enriquecen tanto que dejan en nuestras vidas una marca indeleble.

Estas a veces son buscadas; por ejemplo, viajes o aficiones. Y otras, nos llegan de manera inesperada.

Así llegó a mi vida Poupée, de manera inesperada, sin avisar.

Era un sábado por la mañana del primer sábado de junio. Mi hijo Daniel entró en casa entusiasmado, abrió su mano y ¡allí estaba! Una bolita de pelo con apenas 36 horas de vida. Se veía que era gatita, porque aunque predominaba el blanco en su pelo, el rubio y el negro también se veían en aquella bolita de pelo, y, como se sabe, los gatos de tres colores (blanco, rubio y negro) son siempre hembras.

La cogí en mi mano y me sobrecogió lo tranquila que estaba, no maullaba, ni siquiera buscaba a su madre. Entonces, como de broma, la metí en el bolsillo de mi camisa. Y allí, pegada a mi corazón, muy probablemente sintiendo sus latidos, surgió algo maravilloso. Tuve una sensación extraña pero buena, muy buena.

Con muchos años vividos, cuatro hijos, y habiendo tenido muchas mascotas en mi vida, me sentí como un adolescente que descubre algo nuevo. La gatita, acomodada en mi bolsillo, junto a mi corazón, hizo que me sorprendiera a mí mismo presintiendo que en ese preciso momento se comenzaba a forjar un nexo de unión muy particular y muy estrecho entre Poupée y yo.

Era el centro de atención de toda la familia, enseguida vimos la urgencia de comprar un mini biberón y leche especial para alimentarla. Afortunadamente, todo eso es fácil de conseguir en cualquier centro comercial.

Surgió un tema fundamental, ¡el nombre! «¿Qué nombre le ponemos a la gatita?», dijimos todos casi al unísono. Bueno, todos no, yo no lo pregunté, enseguida dije: «¡Poupée! Ese es su nombre, porque es una muñequita».

La elección del nombre fue del agrado de todos, lo que evitó una discusión sobre otras posibles opciones.

Así, sin avisar, entró Poupée en mi vida. Nada hacía pensar unas horas antes que íbamos a vivir semejante mañana de sábado.

Cuando los años setenta comenzaban su andadura, y yo cabalgaba entre la infancia y la adolescencia, pasé, mejor dicho, disfruté de horas y horas en el taller de carpintería de mi padre.

Han pasado muchos años desde entonces, pero recuerdo perfectamente cada rincón, cada detalle de aquel añorado taller. Ahora, mientras escribo este relato, estoy visualizándolo, siento el tacto de cada herramienta, noto las virutas y el serrín como si los tuviera en mi mano, veo a través de los cristales de las ventanas el huerto…, en fin, que mi mente guarda el recuerdo del taller con toda nitidez. Pero no solo está en mi mente, también está en mi corazón.

Fue allí un día del año 1972 cuando por primera vez fui consciente de que era feliz. Aunque parezca raro, recuerdo perfectamente cómo ocurrió. Estaba leyendo un tebeo y escuchando la radio sentado en el banco de trabajo y noté que me sentía muy bien. Dejé de leer y me tumbé en el montón de virutas que siempre había junto a la máquina de cepillar, y allí mi mente me dijo: «Eso que sientes es felicidad, eres feliz».

Yo me maravillé de ese descubrimiento, y me sentí afortunado y más feliz todavía.

Así, de manera inesperada, sin avisar, de la misma manera como llegó Poupée a mi vida, aunque con muchos años de separación entre estos dos acontecimientos, tuve consciencia de lo que es sentirse feliz.

Poupée

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