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La historia de la vitamina D3

A continuación me gustaría dedicar algunos párrafos a la historia de la vitamina D3; quizá despierte su interés y desee saber más sobre ella.

Es probable que la humanidad ya conociera la existencia de la vitamina D en la antigüedad. Sin embargo, no fue hasta 1650 cuando se describió por primera vez a nivel científico un caso de déficit de vitamina D; por aquel entonces, esta enfermedad se denominaba raquitismo. Y hasta 1920 no se descubrieron las propiedades de la vitamina D3. Un científico estaba experimentando con perros que habían pasado toda su vida en espacios cerrados y no veían nunca el sol. Descubrió que los animales no desarrollaban raquitismo cuando se les alimentaba con un poco de aceite de hígado de bacalao. Además, constató que el raquitismo también se curaba si se exponía a los perros a la luz solar. Más adelante se averiguó que la sustancia activa presente en el aceite de hígado de bacalao era precisamente la vitamina D3.

¿Qué es el raquitismo? Se trata de una enfermedad de los huesos muy extendida en el siglo XIX y principios del XX entre los habitantes de las ciudades europeas y norteamericanas. En aquella época, la mayor parte de la población trabajaba en fábricas, es decir, en espacios cerrados, y no recibía suficiente luz solar. Los niños afectados de raquitismo presentaban problemas de crecimiento, piernas arqueadas y huesos blandos y débiles; en las mujeres, causaba una deformación de la pelvis tan pronunciada que solo podían dar a luz mediante cesárea. Cuando los adultos enfermaban de raquitismo, este doloroso reblandecimiento de los huesos se denominaba osteomalacia (que significa precisamente «huesos blandos» o «débiles»).

El aceite de hígado de bacalao contenía un componente desconocido que, aparentemente, curaba este trastorno deficitario, y la correspondiente sustancia activa recibió el nombre de «vitamina D», ya que poco antes se habían descubierto las vitaminas A, B y C. No fueron conscientes del hecho de que no se trataba en absoluto de una vitamina, sino más bien de un importante esteroide (o secoesteroide) que, por lo visto, la mayoría de los seres vivos necesita para conservar la salud. La vitamina D3 no solo está contenida en el aceite de hígado de bacalao; nuestro cuerpo puede fabricarla si nos sentamos al sol y dejamos que la luz solar incida sobre nuestra piel desprotegida. Por cierto, lo mismo vale para perros, gatos, ratas y la mayoría de seres vivos. De alguna manera, el sol consigue traspasar su pelaje y poner en marcha el proceso de producción de vitamina D3. (Después he averiguado que los mamíferos peludos y los pájaros segregan una sustancia aceitosa en el pelaje o en las alas cuya composición es muy parecida a la de la vitamina D2 y que se transforma en vitamina D3 gracias al efecto del sol. Así, los animales reciben la D3 necesaria cuando se lamen el cuerpo durante el aseo). Por lo tanto, la vitamina D3 no solo es buena para nosotros, sino también para nuestros perros, gatos y demás mascotas. Me puedo imaginar perfectamente que la vitamina D3 —así como la vitamina K2, de la que hablaré más adelante— constituya un buen remedio para las razas de perros grandes, propensas a desarrollar artritis.

Sin duda, fue un importante hallazgo científico cuando los investigadores descubrieron que bastan unas 400 UI diarias de vitamina D (o unos minutos con la piel expuesta al sol) para evitar el reblandecimiento de los huesos, los problemas de crecimiento o las deformaciones de pelvis. Hasta hace dos años, cuando el Instituto de Medicina estadounidense elevó la dosis diaria recomendada de vitamina D3 a 800-2000 UI, se desaconsejaba consumir diariamente más de 400 UI, ¡400 UI! Eso apenas basta para evitar la muerte o una atrofia ósea devastadora. Y hasta 2011 era la cantidad máxima contenida en los preparados multivitamínicos convencionales. Si uno quería una dosis mayor, tenía que tomar un baño de sol, pero sin protector solar.

20 mg de vitamina D en la década de 1920 se convierten en 1 000 000 UI en la década de 1930

Las siglas «UI» (unidades internacionales) representan simplemente una unidad de medida empleada en farmacia, de la misma manera que «cm» (centímetros) se utiliza para las medidas de longitud. Después de publicar la primera edición de este libro, averigüé que las grandes compañías farmacéuticas estuvieron presuntamente implicadas en la introducción de las unidades UI: según parece, querían evitar que la gente tomara por su cuenta altas dosis de vitamina D3 en lugar de adquirir los caros medicamentos que ellas producían (¡20 miligramos de D3 = 1 000 000 UI!). Esto apuntaría a una conspiración de las compañías farmacéuticas: quieren infundir miedo a los consumidores para evitar que se automediquen. Volveré a este tema más adelante.

Toxicidad

Poco después del descubrimiento de la vitamina D, la ciencia descubrió también la toxicidad de esta vitamina. Se asumió que su toxicidad se debía al hecho de que, al contrario que la vitamina C, la vitamina D no se expulsa del cuerpo, sino que se acumula en los tejidos adiposos. Efectivamente, la acumulación de una cantidad MUY ALTA de vitamina D en el cuerpo puede acarrear problemas. En los peores casos (de los que apenas se conoce alguno), la toxicidad de la vitamina puede ocasionar problemas de corazón, dañar las articulaciones, provocar trastornos renales, producir hipertensión y generar calcificaciones en distintas partes del cuerpo. Da bastante miedo, ¿verdad?

Por otra parte, una de las consecuencias del raquitismo y del déficit de vitamina D es que el calcio se extrae de los huesos y acaba en el torrente sanguíneo: de esta manera, las articulaciones también pueden sufrir calcificaciones artríticas. Además, pueden producirse trastornos cardíacos y un número sorprendente de enfermedades diversas, como veremos a continuación. Al parecer, uno lo hace mal tanto de una manera como de la otra. Pero créame: cuando haya leído este libro, comprenderá que hay un nivel de vitamina D3 «adecuado» para cada persona, y las posibilidades de que su nivel sea bastante más bajo que el necesario para un estado de salud óptimo son de cien a uno. La probabilidad de que usted padezca un déficit de vitamina D3 es casi del 99 %, si no con los criterios actuales, seguramente con los futuros.

Por lo que sabemos, nunca se ha dado un caso de toxicidad de vitamina D3 por un exceso de radiación solar. Un médico escribió en su página web:

«Los reparos por cuestiones de salud se basan en unos pocos casos antiguos de toxicidad de la vitamina D, pero en su mayor parte fueron causados por impurezas en la producción de la vitamina, la utilización de sustitutos sintéticos de la vitamina, la ingesta inintencionada de dosis extremadamente altas o en personas con hipersensibilidad a la vitamina D. Por distintas razones, el tema de la toxicidad de la vitamina D disparó una preocupación desmedida cuya verdadera magnitud no hemos reconocido hasta ahora. Echando la vista atrás, debemos admitir que la toxicidad de vitamina D es poco frecuente, y generalmente se debe a la ingesta por vía oral de dosis extremadamente altas, y nunca al efecto de la radiación solar». (Fuente: Nutrition & bone health. Vitamin D: An old bone builder takes on new importance, de la doctora Susan E. Brown).

Yo mismo he investigado un poco sobre la toxicidad de la vitamina D y, a través de la base de datos PubMed3, he estudiado todos los artículos publicados sobre este tema en revistas científicas desde 1967. Así averigüé que la toxicidad de la vitamina D3, incluso con dosis muy altas, es un fenómeno que no ocurre prácticamente nunca; la mayoría de los artículos incluyen casos de personas que han tomado dosis extremadamente altas sin sufrir ningún tipo de daño. Se publicaron precisamente porque los resultados habían sorprendido a los médicos, ya que contradecían todo lo que habían aprendido durante su formación sobre los inconvenientes de la vitamina D. También descubrí que una pequeña proporción de personas —aproximadamente un 5 % de la población— reacciona ante dosis muy altas de vitamina D con más sensibilidad que el resto.

La importancia de la vitamina K2 (no K1)

La nueva teoría que prevalece en la actualidad sostiene que la toxicidad de la vitamina D se debe a la disminución de vitamina K2 en el cuerpo, porque, al parecer, las dosis altas de vitamina D provocan reacciones corporales en las que se consume vitamina K2. Es posible que el 5 % de la población que reacciona negativamente a la vitamina D3 adolezca simplemente de un suministro insuficiente de vitamina K2. Por ello, llegados a este punto, quisiera resaltar un dato importante: si decide comenzar un «peligroso» experimento personal con vitamina D3, considere seriamente tomar dos o tres cápsulas diarias de suplemento de vitamina K2. Tenga en cuenta también que la vitamina K1 no es un sustituto de la vitamina K2: la primera contribuye a la coagulación de la sangre, mientras que K2 se encarga de que el calcio permanezca en sus huesos y no llegue a la sangre y a los tejidos blandos. Además, existen dos tipos de K2: MK-4, obtenida a partir de productos animales, y MK-7, a partir de bacterias. MK-7 es, supuestamente, la variante más saludable, y, como hasta la fecha no se ha encontrado ningún caso de toxicidad de K2, puede tomar tanto como quiera (con ciertas salvedades…, pero sobre esto hablaré más adelante).

¡Atención! He de insistir una vez más en el punto mencionado anteriormente, ya que sigo recibiendo correos electrónicos de personas que quieren tomar altas dosis de D3 sin un suministro adicional de vitamina K2: ¡no lo haga bajo ningún concepto! Consumir altas dosis de D3 sin tomar adicionalmente una cantidad suficiente de vitamina K2 sería muy poco inteligente.

Personalmente, por cada 10 000 UI de vitamina D3, tomo una pastilla de la combinación de vitamina K denominada «Super K», de www.lef.org. Para determinar la dosis adecuada, he partido únicamente de una estimación, pero, aun así, he estado un año entero sin ningún tipo de problema. ¿Ha quedado claro? No tome altas dosis de D3 sin un suministro adicional de vitamina K2. La tableta Super K que tomo por cada 10 000 UI de vitamina D3 contiene 1000 µg de K2 de la variante MK-4 y 100 µg de K1 de la variante MK-7. Si desea saber más sobre la importancia de la vitamina K2, le recomiendo encarecidamente que lea el excelente libro Vitamin K2 and the Calcium Paradox: How a Little-Known Vitamin Could Save Your Life. Tras la lectura sabrá más sobre el tema que prácticamente cualquier médico. Esta obra realmente te abre los ojos.

La conclusión más importante de este libro, que se me ha quedado grabada en la memoria, es la siguiente: el extendido déficit de K2 está originado por nuestra dieta moderna. Necesitamos K2 para conservar el calcio en nuestros huesos y que no llegue a la sangre y a los tejidos blandos. Una consecuencia común del déficit actual de K2 es la aparición de caries dental en los niños, que además necesitan ortodoncia con mayor frecuencia que antes. En cambio, los animales y los pueblos «no civilizados» exhiben dentaduras perfectas, no padecen caries, no se lavan los dientes y se las arreglan sin ningún tipo de ortodoncia. Los «malos dientes» se deben a que los huesos de la mandíbula son demasiado estrechos, porque no han acumulado suficiente calcio durante la crucial fase de desarrollo. Debido al déficit de K2 en nuestra dieta moderna, ¡tenemos demasiados dientes para nuestras pobres mandíbulas! En el mundo no civilizado, donde las personas ingieren suficiente K2, los dientes torcidos y las caries no son naturales ni habituales.

La vitamina K2 puede adquirirse en muchas tiendas ecológicas y a través de internet. Yo compro mis vitaminas D3 y K2 en www.lef.org, que garantiza precios justos y la mejor calidad. Con esto no pretendo hacer publicidad de los preparados vitamínicos de este proveedor, he utilizado también los productos de otros fabricantes y he quedado igualmente satisfecho.

¡Nueva información! Recientemente se ha sabido que algunas personas reaccionan con mayor sensibilidad ante un exceso de vitamina K2, sobre todo ante la variante MK-7. Si se buscan en Google los términos «vitamina K2» y «taquicardia», aparecen algunos ejemplos. He reflexionado e investigado sobre este problema hasta que he comprendido que los síntomas de un exceso de vitamina K2 son los mismos que los de un déficit de calcio. Al parecer, en algunas personas, la ingesta de grandes cantidades de vitamina K2 tiene el efecto de sustraer demasiado calcio de la sangre y los tejidos blandos, provocando los síntomas de una deficiencia de calcio; por ejemplo, palpitaciones cardíacas y fuertes fluctuaciones de la presión sanguínea. Piense, por tanto, en este posible efecto secundario y, en caso de sufrir los problemas mencionados, limite su consumo de K2 o pásese a la variante MK-4. No obstante, solo uno de cada cien «sujetos de ensayo» se ha quejado de este efecto de la vitamina K2, y este hombre tomaba 25 mg (25 000 µg) diarios, mientras que yo nunca he consumido más de 10 000 µg diarios para una dosis de 100 000 UI de D3.

Toxicidad

Como información adicional para mis estimados lectores, cito a continuación un resumen, encontrado en PubMed, de un trabajo científico en el que se explica una posible relación entre la toxicidad de la vitamina D y el déficit de vitamina K. No obstante, debo aclarar que el autor de las siguientes líneas no hace distinción entre vitamina K1 y K2. A través de investigaciones posteriores he averiguado que es el déficit de K2, causado por altas dosis de D3, el que produce los peligrosos efectos descritos.

Fuente: Vitamin D toxicity redefined: Vitamin K and the molecular mechanism [Una nueva definición de la toxicidad de la vitamina D: vitamina K y el mecanismo molecular]. Masterjohn, C., Weston A. Price Foundation, 4200 Wisconsin Ave., NW, Washington, DC 20016, United States. ChrisMasterjohn@gmail.com. Med Hypotheses, 2007; 68 (5):1026–34. Epub Dez. 2006

Descripción corta

«La dosis óptima de vitamina D recomendada con fines terapéuticos por algunos investigadores es el doble de la dosis reconocida oficialmente como segura. Por lo tanto, debemos determinar el mecanismo exacto que provoca la toxicidad de altas dosis de vitamina D para que los médicos y otras personas implicadas en sanidad puedan valorar el uso terapéutico de esta vitamina y conocer su dosificación óptima sin riesgo de efectos negativos. La explicación habitual de la toxicidad afirma que altas dosis de vitamina D provocan hipercalcemia, pero en experimentos con animales se ha demostrado que las consecuencias tóxicas de la hipervitaminosis D —como anorexia, letargia, problemas de crecimiento, resorción ósea, calcificación de los tejidos blandos y muerte— pueden observarse con independencia de la hipercalcemia. Esto significa que debe encontrarse una explicación alternativa para el mecanismo de la toxicidad de la vitamina D.

La hipótesis presentada en este trabajo ofrece una nueva perspectiva, según la cual el efecto tóxico de la vitamina D se debe a un déficit asociado de vitamina K. El modelo parte del hecho de que la vitamina D aumenta la expresión génica de proteínas, en cuya activación participa la vitamina K a través de la carboxilación: cuanta más carboxilación se requiera, más disminuyen las reservas de vitamina K en el cuerpo. Como la vitamina K es imprescindible para el sistema nervioso y ejerce una función importante en la protección ante la atrofia ósea y la calcificación de los tejidos blandos periféricos, un déficit de vitamina K produce exactamente los mismos síntomas asociados a la hipervitaminosis D.

Esta hipótesis parece refrendada por diversas observaciones: los animales con un déficit de vitamina K o con un déficit de proteínas dependientes de la vitamina K presentan síntomas notablemente parecidos a los de los animales alimentados con dosis tóxicas de vitamina D. Además, se ha demostrado que la vitamina D y la warfarina, un antagonista de la vitamina K, poseen perfiles de toxicidad semejantes y ejercen su efecto tóxico de manera sinérgica cuando se combinan. Según esta hipótesis, la vitamina A también protege de los efectos tóxicos de la vitamina D al reducir la expresión de proteínas dependientes de la vitamina K y, en consecuencia, la pérdida de vitamina K. Si se confirma esta hipótesis en experimentos con animales, deberán desarrollarse nuevos modelos para calcular las dosis máximas reconocidas como seguras. De esta manera, los médicos y otras personas implicadas en sanidad podrían tratar a sus pacientes con dosis de vitamina D que alcancen mejor su objetivo terapéutico que las que se aplican en la actualidad. Los efectos negativos se evitarían suministrando la vitamina D junto con las vitaminas A y K».

Mi comentario personal: En mi opinión, podría dejarse de lado la vitamina A, ya que solo reduce la demanda de vitamina K del cuerpo. Yo he tomado K2 sin problemas, por lo que no hace falta restringir nada, sino al contrario: puede consumirse más con la conciencia tranquila.

Megadosis

Cuando comencé mi experimento personal, le conté a una estudiante de Medicina de tercer curso de la Universidad Northwestern que pensaba elevar mi dosis diaria de vitamina D3 de 4000 a 20 000 UI. Ella pensó que estaba loco de remate y me avisó de los múltiples peligros causados por la toxicidad de vitamina D. Mi padre, un médico ya retirado que estudió en la Universidad de Stanford, también me diagnosticó «locura total», y aseguró que esa dosis me mataría en poco tiempo. (Por cierto, con los sorprendentes resultados de mi experimento, he podido convencer a mi padre para que tome 7000 UI al día; en mi opinión, una cantidad demasiado baja todavía). Si decide consultar a un médico normal sobre un proyecto de este tipo, con toda seguridad intentará convencerle para que no asuma ese «riesgo». El miedo ante la vitamina D3 es casi un reflejo y se inculca en los futuros médicos desde el principio de la carrera. Pero basta con leer en internet los escritos del Dr. John J. Cannell, fundador y director del Consejo de Vitamina D estadounidense [el Vitamin D Council es una organización sin ánimo de lucro que ofrece información sobre la vitamina D], para tranquilizarse. Ante los primeros síntomas de un resfriado, Cannell recomienda a sus lectores tomar 50 000 UI diarias durante tres días. También piensa que el aumento de 400 a 800-2000 UI en la dosis diaria recomendada de vitamina D3, aprobado recientemente por una comisión creada por el Gobierno estadounidense, es realmente ridículo y casi criminal. En su opinión, 10 000 UI serían una buena dosis diaria prácticamente para todas las personas. (Para alguien con mi peso —unos 90 kilos—, yo recomendaría el triple).

Nota incluida posteriormente: Partiendo de mi conocimiento actual, antes de ingerir altas dosis de D3 durante un año recomendaría hacerse un análisis de sangre y posteriormente ir reduciendo la dosis hasta que su nivel se encuentre entre 90 y 100 ng/ml. Sin análisis de sangre —que, como veremos más adelante, son baratos, sencillos de realizar y en principio indoloros—, es muy difícil determinar la dosis adecuada.

Si aún sigue teniendo reparos con la idea de tomar vitamina D3 en altas dosis, más adelante podrá leer algunos argumentos tranquilizadores. Entretanto piense en un caso de 1966 (también documentado en internet): un grupo de mujeres embarazadas quería evitar que sus bebés desarrollaran un problema de calcio de origen genético, y para ello tomaron durante los nueve meses de embarazo una dosis diaria de 100 000 UI de vitamina D, sin consecuencias negativas para las madres ni para los bebés, que nacieron perfectamente sanos. No obstante, debe tener en cuenta que sus preparados podrían haber contenido D2, la variante más débil de la vitamina D.

¡Nueva información! Hace poco he recibido un correo electrónico fascinante de uno de mis lectores que incluye algunos datos novedosos para mí. He aquí un extracto:

«Creo que su dosis de D3 podría ser todavía demasiado baja. Las empresas farmacéuticas y la American Medical Association [Asociación Médica Estadounidense] han exagerado enormemente sobre la toxicidad de D3. Como usted bien sabe, esta sustancia ha sido investigada y probada con gran exactitud durante mucho tiempo. Prueba de ello es la introducción de las “unidades internacionales” (UI), con las que únicamente se buscaba confundir a las personas. Tampoco es casualidad que los medicamentos con prescripción obligatoria para combatir el cáncer Dalsol, Deltalin y Drisdol [preparados de vitamina D2] se lanzaran justo en el momento en que se descubrieron los efectos positivos de la vitamina D…; de hecho, los tres consisten simple y llanamente en dosis de 50 000 UI diarias de vitamina D. Allí donde pueda ganarse dinero, como es el caso de la industria del cáncer, aparecen inmediatamente los sospechosos habituales y toman el control.

A finales de los años 20 se discutía acaloradamente sobre la vitamina D, y el Gobierno estadounidense encargó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Illinois, en Chicago, realizar un estudio de nueve años sobre la toxicidad de la vitamina D. Publicado en 1937 bajo el nombre Steck Report, se sometió a prueba a 63 perros y 773 personas. En él se dice: “Entre los 773 sujetos de ensayo, a los que se suministraron rutinariamente dosis diarias de 200 000 UI durante períodos comprendidos entre siete días y cinco años, no se produjo ninguna muerte”. Y continúa: “Uno de los autores del presente estudio consumió personalmente 3 000 000 UI diarias durante 15 días sin que se pudiera detectar ningún tipo de efecto secundario pernicioso”.

Fuente: Steck, I. E., Deutsch, H. y Reed, C.I. College of Medicine, University of Illinois, Chicago: “Further Studies on Intoxication With Vitamin D”, en Annuals of Internal Medicine, 1937, vol. 10, n.°. 7».

(Piense que en estos experimentos se utilizaba vitamina D2, que solo tiene entre 1/4 y 1/16 de la efectividad de la vitamina D3).

3 http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed.

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