Читать книгу · Recuerdos de Sócrates · Económico · Banquete · Apología de Sócrates - Jenofonte - Страница 6

INTRODUCCIÓN

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Juntamente con el Económico, el Banquete y la Apología de Sócrates, pertenece a los llamados escritos socráticos, probablemente compuestos durante la estancia de Jenofonte en Escilunte, después de ser desterrado de Atenas por su participación én la batalla de Coronea. Los Recuerdos son una serie de relatos tomados de la literatura socrática hoy perdida. Jenofonte tomó notas de las declaraciones de amigos suyos en su juventud y probablemente consultó a otros. Es un libro mal compuesto, de estilo descuidado, poco terminado, que contrasta con el Económico o la Ciropedia. Ha sido un texto muy manoseado por los críticos y puesto en el lecho de Procrusto, según Joël. No sigue un plan orgánico, aunque el propio autor advierte (I 3, 1): «Me propongo mostrar cómo ayudaba Sócrates a sus compañeros con sus palabras y sus hechos, y para ello voy a poner por escrito cuanto pueda recordar». En este sentido, por su sencillez y mentalidad práctica, constituye una presentación más precisa de Sócrates tal como aparecía ante los ojos del hombre de la calle frente a los diálogos platónicos, en los que el maestro a menudo es sólo el portavoz de su gran sucesor. Como en otros escritos suyos, es claro y sincero, natural, sin imaginación, con humor ocasional, pero nunca genial.

Destacan por su unidad los dos primeros capítulos del libro I y el libro IV, verdadero tratado perì paideías, con introducción y conclusión propia, que hacen pensar que pudo publicarse aparte. Entre I 2 y IV hay una masa de relatos. La primera defensa de Sócrates hecha por Jenofonte (I 1-2) se publicó poco después de aparecer el discurso de acusación de Polícrates (ca. 394). Y basándose en ella publicó más tarde su Apología. Siguió el tratado sobre educación del libro IV, y, después de su muerte, alguien lo publicó todo junto.

Jenofonte estuvo ausente (en Asia) durante el juicio de Sócrates; como no había texto del discurso de ninguno de los tres acusadores, sólo pudo dar el meollo, no la forma exacta de la acusación. Su réplica se extiende hasta la sección octava del segundo capítulo. Es sorprendente que en I 2, 9, aluda al «acusador» que ataca a Sócrates por animar a sus compañeros a despreciar las leyes y tener como amigos a Critias y Alcibíades, que tanto daño hicieron a la ciudad; por enseñar a los hijos a no respetar a sus padres y ser falsos con sus amigos; por animar a conductas malvadas y despóticas, seleccionando para ello poetas adecuados. ¿A qué «acusador» se refiere? La literatura socrática (Antístenes y Apologías varias) creó un culto que provocó una reacción contraria. En el 394, publicó Polícrates su Katēgoría Sokrátous (Acusación contra Sócrates), atacando su memoria en forma de un supuesto discurso pronunciado en el juicio por uno de sus acusadores, Ánito, lo cual hizo suponer que no es sino un ejercicio literario basado en recuerdos del juicio, pero coloreado por los puntos de vista del autor. Jenofonte debió de leerlo y decidió redactar una réplica. El acusador es entonces Polícrates, o más bien Polícrates disfrazado de Ánito.

Aunque la Apología de Platón se escribió casi al mismo tiempo, Jenofonte no se inspiró en ella; sin embargo, en I 2, 20, se citan en apoyo de sus argumentos dos pasajes de poetas que aparecen en el Menón y el Protágoras, pero sería absurdo pensar que recurría a Platón para citar dos lugares comunes familiares a cualquier ateniense educado. En I 2, 10, apoya una opinión de Antístenes y en otro pasaje (I 2, 4) ataca la doctrina cínica de la permanencia de la virtud. Lo más seguro es pensar que incorpora su conocimiento de Sócrates por sus intercambios con el maestro; este conocimiento es superficial, si bien es seguro que cuenta en estos dos capítulos todo lo que sabe de Sócrates.

La literatura socrática creció rápidamente en volumen: Antístenes fue el primero en escribir diálogos socráticos; le siguió Platón, mucho más joven y en abierta oposición al cínico, y hacia el 385, Jenofonte, que tal vez había leído lo publicado por Platón y conocía a Antístenes, decidió componer una serie de recuerdos, diálogos e ilustraciones de su «Defensa de Sócrates». Estas ilustraciones cubren el resto del libro I y todo el II de Recuerdos. Ambos libros están más conectados entre sí que el III y el IV. De I 3 a II 1 se estudian la eusébeia (piedad) y la enkráteia (autodisciplina). De II 2 a II 10 se discuten la gratitud y deberes con parientes y amigos, la obediencia a las leyes en I 2, los deberes de los hijos con los padres, las relaciones entre hermanos, y otros tópicos, que tendrán su exacta correspondencia en la Apología.

Sobre la posible deuda de Jenofonte hacia Platón en esta parte, se ha dicho que los pasajes sobre el arte regio y la felicidad en II 1, 17, son muy semejantes al Eutidemo (291b), pero sabemos que el arte regio era un lugar común de Antístenes, como puede verse por palabras puestas en boca suya en el Banquete de Jenofonte (IV 6). También las palabras que abren I 6, 14, sugieren con fuerza un pasaje del Lisis (211d), pero un sentimiento parecido le atribuye Epicteto a Sócrates (III 5, 14) y reaparece en Dión Crisóstomo (III 128). Ambas fuentes beben de los cínicos, con lo que volvemos a Antístenes.

Tenemos en los libro I y II una serie de conversaciones imaginarias que no demuestran precisamente que Jenofonte haya sido uno de los compañeros íntimos de Sócrates. Lo mismo puede decirse del contenido de los libros III y IV.

El libro III nos muestra a Sócrates conversando con distintos individuos sobre sus específicas ocupaciones o profesiones, está claro que forma una obra separada. Los siete primeros capítulos están unidos por el tema común del servicio civil y militar al Estado, pero en el capítulo 8 se pasa bruscamente al relato de un encuentro dialéctico entre Sócrates y Aristipo de Cirene en el que discuten sobre belleza y utilidad, y que termina con un discurso de Sócrates sobre el mismo tema. Siguen una serie de definiciones y conversaciones sobre distintos tópicos, así como los aforismos que completan los dos últimos capítulos, tratados a la manera cínica.

El relato de la conversación entre Sócrates y el joven Pericles pudo ocurrir en 411 a. C., y las ambiciones de Tebas parecen aludir al período de su supremacía después de la batalla de Leuctra (371 a. C.).

Las definiciones del capítulo IX no son ajenas a Sócrates, aunque Jenofonte también pudo inspirarse en las obras de Antístenes, cuyas opiniones coinciden con lo que aquí se dice. La doctrina del Sócrates jenofonteo de que nada es bueno si no es útil para algo está expuesta en el Hipias Mayor y en el Gorgias. También hay un pasaje parecido en Alcibíades I.

En el libro IV (excepto el capítulo 4, que es una interrupción sorprendente a una serie de diálogos) vemos cómo Sócrates enseña por distintos procedimientos una serie muy diversa de elevados conocimientos. Al final hay un sumario del libro que desmiente las opiniones de que muchas partes son espurias. La conclusión lógica es que se trata de una obra independiente, pues no alude a tópicos existentes en las partes anteriores de la colección. El tema es la educación (podría llamarse sistema educativo socrático). El estilo es muy distinto al de las partes precedentes, ya que es más completo y más elaborado. Este sistema educativo se expone a través de una serie de conversaciones con Eutidemo. El primer objetivo es hacer al hombre «prudente», es decir, disciplinar el carácter. El capítulo 4 trata de la justicia, identificada con la ley al dirigirse a Hipias. Ello nos recuerda la insistencia de Sócrates en obedecer a las leyes: «es justo lo que las leyes ordenan» (IV 6). El capítulo 5 nos lleva a la eficacia en el discurso y en la acción, cuyo secreto es el dominio de sí mismo.

En el capítulo 6 se reflejan opiniones del Sócrates histórico, muy mezcladas, como siempre, con las del propio Jenofonte. Lo mismo puede decirse de los párrafos 13-15, que pueden derivar del propio Sócrates, del Fedón o de otros diálogos platónicos. El capítulo 7 se refiere a las matemáticas, la astronomía y los puntos de vista de Sócrates sobre las mismas, pudiendo relacionarse con las Nubes y el Fedón.

El objetivo de Jenofonte en el libro IV es demostrar que el sistema educativo inculcado por Sócrates era el mejor posible; en cambio, es completamente contradictorio con el que el mismo Sócrates preconiza para los «guardianes» en la República de Platón.

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