Читать книгу Guerras A-D - Jesús A. Ávila García - Страница 6

Оглавление

Episodio 2

Primon

1

Jessav abrió los ojos. Alguien lo empujó levemente indicándole que se sentara, lo cual hizo muy despacio. Solo veía manchas borrosas que se movían de un lado a otro. Poco a poco las siluetas comenzaron a tomar forma. Solo pudo reconocer a tres personas de las que se encontraban en la habitación. Ricgar y Gammar estaban frente a él. No tenían alas, su ropa no era color blanco brillante y sus ojos no resplandecían. Parecían personas comunes y corrientes. Homian estaba a su lado acostado con los ojos cerrados sobre un recuadro que flotaba en el aire y brillaba con luz roja. Miró hacia abajo y descubrió que también él estaba sentado sobre un recuadro flotante de color amarillo.

Homian despertó y miró a su alrededor con los ojos entrecerrados. «Aún no puede ver», pensó Jessav poniéndose de pie frente a Ricgar y Gammar. Las otras personas que se encontraban ahí lo miraron. Eran cuatro; dos mujeres y dos hombres. Los ojos de cada uno de ellos eran de distinto color, un hombre los tenía rojos y el otro azul marino, una mujer amarillos y la otra azul celeste. «Son los mismos colores que tenían Adifer, Lormin, Homian y Omjand. Y los mismos de las esferas». El lugar en el que se encontraban era un cuarto pequeño de paredes redondas. Había una cúpula en el techo. Las paredes estaban llenas de signos que no reconoció. Homian se sentó en el borde del recuadro y dijo:

—¿En dónde estamos?

—Están a salvo —dijo Ricgar—. Han sido transportados.

—¿A dónde? —preguntó Jessav.

—A Primon, nuestro mundo. Falta poco para darles una explicación —respondió Gammar sonriendo.

Jessav miró a sus espaldas y abrió los ojos como platos. Su corazón se aceleró. Homian dirigió la mirada hacia la misma dirección y gritó:

—¡Qué les están haciendo!

Adifer, Lormin, Omjand y Agztran estaban encerrados en cristales en forma de rombo, que tenían un ligero resplandor con los colores familiares que ya habían visto. El cristal de Lormin era amarillo, el de Adifer era azul celeste, el de Omjand era azul marino y el de Agztran era blanco. Los cuatro jóvenes estaban flotando en el centro de los cristales con los ojos muy abiertos y con una mirada tétrica. No se movían ni parecían respirar.

Homian se levantó y se acercó al cristal que contenía a Adifer. Jessav permaneció sentado y observó a los presentes esperando indicaciones. Ricgar caminó junto a Homian, lo tomó del brazo y despacio lo sentó en el recuadro de luz en el que había despertado. Después se colocó frente a ellos y les dijo hablando despacio para que comprendieran cada una de sus palabras:

—Escuchen lo que voy a decirles. Después lo sabrán sus amigos, pero me parece ya es hora de darles por lo menos una explicación. Existen dos formas de transportar a seres vivos a este mundo. La primera forma es la más complicada y peligrosa. Debemos reunir las cuatro esferas de luz, de los cuatro palacios, y usarlas para crear un portal. Las esferas deben recargar su energía un día completo. Lo peligroso es que los demonios tienen más probabilidades de robar las esferas de luz y las ciudades quedan vulnerables.

Los jóvenes tenían más preguntas que antes, pero no las dijeron en voz alta. Ricgar parecía no haber terminado su explicación y continuó:

—La segunda forma es más rápida y tiene peligros. Como ya habrán deducido, los demonios son nuestros enemigos. Ellos desean apoderarse de las esferas de luz. Siempre tratarán de evitar que transportemos a priis o futuros ángeles, así que los secuestran. Sin embargo, los demonios no pueden matar a nadie en el sueño de conexión. Necesitan transportar sus víctimas a este mundo para lastimarlos de verdad. Lo hacen de esa forma —dijo mientras señalaba hacia los cuatro jóvenes en sus prisiones de cristal—. Una vez dentro de esos cristales son llevados a su reino, donde suponemos tienen algún tipo de portal. Lo que nosotros debemos hacer es recuperar los cristales antes de ser transportados del sueño de conexión a nuestro mundo. El peligro reside en no lograr interceptar los cristales, pero es más sencillo de lo que parece. No hemos fallado ni una sola vez.

—¿Qué es el sueño de conexión? —dijo Jessav. Tenía demasiadas preguntas en la cabeza y esa fue la primera que salió de su boca.

—Para poder transportarlos, sus mentes necesitan entrar en la misma sintonía que nuestro mundo. El proceso inicia con el primer sueño. Los que siguen son una repetición del primero. En ese sueño estamos en un lugar intermedio entre nuestros mundos. Cuando todos los participantes están en sintonía, el sueño deja de ser una repetición y pueden moverse libremente. Esa repetición solo sucede con las personas que serán transportadas. Los habitantes de Primon podemos movernos libremente. Sin embargo, tratamos de hacer lo mismo siempre, para no confundirlos demasiado y que el sueño tenga sentido.

—Notamos que el sueño cambiaba ligeramente —dijo Homian.

—Muy buena observación. Me parece justo explicar más detalles cuando estén reunidos con sus amigos de manera que todos escuchen. Vamos a sacarlos de los cristales y después podrán hacernos todas las preguntas que deseen. Les agradecemos su paciencia hasta el momento.

Las otras personas que acompañaban a Ricgar, incluyendo a Gammar, caminaron hacia los cristales. Gammar se colocó detrás del cristal que contenía a Agztran. El hombre de ojos rojos se colocó junto a Homian, observándolo con una ligera sonrisa. Las dos mujeres caminaron y se colocaron detrás de Adifer y Lormin respectivamente.

Ricgar hizo un movimiento con la mano y el techo de la habitación desapareció. Los jóvenes miraron el cielo que era de un color azul muy claro. Había nubes grises y blancas que volaban sobre ellos.

La mujer detrás de Lormin era de estatura mediana, de ojos amarillos, piel blanca y cabello negro y lacio recogido en una trenza muy larga. Alzó ambos brazos y apareció una pequeña esfera de luz amarilla. La esfera de luz desapareció y en su lugar quedó una piedra color amarillo. La piedra era ovalada y a su alrededor tenía un marco de un amarillo más obscuro. La piedra brilló y un rayo salió de ella. La luz tomó la forma de un disco con resplandor amarillo. El cristal que contenía a Lormin flotó hasta colocarse encima del disco. La mujer subió al disco junto al cristal y se elevaron hacia el cielo. El disco dejaba una estela luminosa por donde pasaba. Una vez que alcanzó cierta altura se detuvo y la estela desapareció.

La mujer detrás de Adifer era rubia, de estatura media y de ojos rasgados color azul celeste. Repitió la misma operación que la acompañante de Lormin. Solo que la pequeña esfera de luz era celeste y la piedra que apareció de ella tenía la forma de un rectángulo vertical con las esquinas redondeadas. También tenía un marco con un color más obscuro. De la piedra salió un rayo de luz y una figura se formó frente a la mujer. Apareció una nube rectangular de color azul celeste. La nube tenía alas blancas a los lados. El cristal con Adifer flotó y se colocó sobre la nube alada. Cuando la mujer subió junto al cristal, las alas se movieron rápidamente y la nube se elevó. Al llegar a la misma altura que su compañera, las alas aletearon lentamente y la nube con la mujer y el cristal de Adifer permaneció suspendida a la misma altura.

Llegó el turno a la persona detrás de Omjand. Era un hombre de estatura media, con cabello negro y lacio, de piel bronceada. Tenía ojos rasgados azul marino. Levantó las manos y apareció una esfera del mismo color que sus ojos. La piedra que se formó tenía la forma de un reloj de arena. De esta salió un rayo de luz azul marino y apareció un objeto flotando en el aire. Parecía una tabla de surf con pequeñas aletas en los costados. El cristal con Omjand flotó hasta colocarse encima de la tabla. En cuanto el hombre subió a la tabla, una esfera de cristal los cubrió por completo. Después se elevó dejando un rastro de pequeñas burbujas que se reventaban después de unos segundos. El vehículo se detuvo al alcanzar la misma altura que los demás.

Jessav y Homian observaron casi sin parpadear lo que estaba ocurriendo. Parecía sacado de un libro o de una película. Dedujeron que ahora sería Gammar quien haría lo mismo que las otras tres personas, pero no fue así. Se alejó un poco del cristal que contenía a Agztran. Tenía las manos en los costados y la mirada hacia el frente. Cerró los ojos y respiró hondo. Cerró los puños con fuerza. Un rayo de luz blanca cayó del cielo y lo rodeó iluminándolo por completo. La silueta se deformó y le salieron alas. El resplandor se desvaneció. Cuando terminó el proceso los ojos de Gammar resplandecían con luz blanca. La ropa que llevaba había cambiado a un color blanco brillante. En su espalda tenía el par de alas con el que los jóvenes lo habían visto siempre. El ángel tomó el cristal con Agztran. Sus alas se movieron rápidamente y se elevó junto con los demás vehículos.

—Ahora es su turno —dijo Ricgar mirando a Homian y a Jessav.

La persona con los ojos rojos repitió la operación de sus compañeros. Alzó las manos y apareció una pequeña esfera de luz roja. La esfera se convirtió en una piedra que tenía la forma de una estrella de cuatro picos. Al igual que las demás tenía un marco de un color más obscuro. De la piedra salió un rayo de luz y formó una gran esfera roja transparente. La esfera se dividió en dos idénticas. El hombre entró en una de las esferas y flotó hasta colocarse en el centro. La superficie de la esfera se cubrió de un fuego rojo llameante. El hombre hizo una seña a Homian para que entrara en el otro vehículo. La esfera en llamas se elevó hasta colocarse junto a los demás. Al subir, las llamas no se apagaban a pesar de que se agitaban con el viento, y al desplazarse formaba una estela de fuego.

Homian entró sin miedo a la esfera y sintió cómo flotaba en el interior. Automáticamente su cuerpo se acomodó en el centro. La esfera no se encendía y permanecía inmóvil. El joven no sabía qué hacer, pero sintió algo. Un instinto que despertó en su interior. Pensó en la esfera y la imaginó envuelta en llamas. La esfera se incendió al instante. Homian miró hacia donde se encontraban los demás flotando en el aire y voló hasta ellos. Estuvo a punto de estrellarse con una de las paredes, pero corrigió el rumbo en el último momento.

—Supongo que ahora sigo yo —dijo Jessav.

Ricgar asintió y colocó sus manos a los costados. Cerró los ojos y un destello de luz cayó del cielo y lo iluminó. Pasó lo mismo que con Gammar. Tras unos segundos estaba convertido en el ángel que Jessav vio en el sueño repetido. Ricgar se acercó, lo tomó de la cintura y los dos se elevaron para reunirse con los demás.

Las doce personas iban volando hacia la misma dirección. Al frente del grupo iban Ricgar con Jessav y Gammar llevando el cristal con Agztran. Atrás se encontraba Homian flotando en la esfera en llamas. Miró a Jessav y sonrió. El joven le devolvió la sonrisa. Por debajo de ellos había un campo con árboles y arbustos de color verde. El paisaje era hermoso. Luego de admirar un rato aquella vegetación, Jessav miró al frente. Se veía un gran rayo de luz amarilla que subía hasta perderse de vista en el cielo.

2

Viajaron por varios minutos. Jessav seguía admirando la vegetación que pasaba por debajo. Sintió un resplandor al frente y alzó la vista. Vio algo que le pareció imposible y sin embargo ahí se encontraba. Una ciudad donde todos los edificios estaban construidos sobre enormes nubes a diferentes alturas. Las estructuras variaban en tamaño y presentaban el mismo tipo de arquitectura. Ventanas con forma de óvalo y puertas con forma de estrella. La mayoría de los techos terminaban con una torre en forma de cono o en puntas más delgadas. Las paredes también tenían puntas que salían en diagonal. Predominaban el color blanco y amarillo en diferentes tonalidades.

Mientras se acercaban al centro de la cuidad, se veía gente salir por las puertas o asomarse por las ventanas. Todas las personas usaban el mismo estilo de ropa que llevaban Ricgar, Gammar y sus acompañantes. Pantalones y camisas de una tela que parecía seda. Otros usaban túnicas. La mayoría de las prendas tenía adornos con forma de símbolos que Jessav no podía leer. Los colores de las vestimentas encajaban perfectamente con los tonos de los edificios. El joven supuso que cada ciudad tendría sus tonos característicos, ya que los miembros del grupo usaban túnicas con diferentes colores.

Algo que llamó su atención de inmediato fue que la gente podía caminar sobre las nubes. Siempre que miraba al cielo se imaginaba cómo se sentiría andar sobre ellas. Sabía que era imposible pues estaban hechas de vapor de agua. Sin embargo, en este lugar la gente lo hacía como si fuera lo más normal. Homian y Jessav no podían dejar de mirar a la gente y a los edificios. Ricgar dijo:

—Esta es Ciudad Zul, donde se encuentra la esfera de luz amarilla, es por eso que todos los edificios de esta ciudad tienen ese color. Vamos hacia el palacio.

Jessav no tuvo tiempo de preguntar a qué palacio se refería. Quedó sin habla al observarlo. Era el mayor de los edificios de Ciudad Zul y se encontraba justo al centro sobre una nube gigantesca. Tenía el mismo estilo arquitectónico que las demás construcciones, aunque tenía ciertos detalles artísticos que lo diferenciaba. Estaba compuesto de varios edificios que armonizaban para formar uno solo. La construcción más grande se encontraba al centro, con una forma rectangular. El techo tenía forma de un cono enorme y con otros más pequeños a un costado. Se podía observar un balcón de forma redonda que daba al frente. Unas escaleras hechas por nubes llegaban hasta la puerta de entrada que era de gran tamaño. Los edificios anexos eran similares, aunque con diferentes dimensiones. Lo más espectacular era la torre principal. Era muy grande y estaba en el centro del palacio. Tenía un espiral luminoso que ascendía rodeando la torre. En la punta había una abertura de la que salía un grueso rayo de luz amarilla que subía y se perdía de vista en el cielo. Del rayo salían pequeñas chispas que caían sobre el palacio y sus alrededores, como si nevaran copos de luz.

El grupo se dirigió hacia la entrada del palacio que se encontraba completamente abierta y con un ligero resplandor amarillo.

—¿Qué es esa luz amarilla en la puerta? —preguntó Jessav mientras descendían.

—Es una barrera para proteger el palacio. Cualquier habitante de Primon puede entrar haciendo una cita. Para la gente que no cuenta con el permiso de entrar es como una pared. La barrera no puede lastimar a la gente. Funciona como una protección contra los demonios en caso de que hayan logrado penetrar hasta el centro de la ciudad.

Jessav observó a Homian y a su acompañante salir de la bola de fuego. Su amigo miraba el palacio con detenimiento. El cristal con Adifer, Omjand y sus escoltas permanecieron junto a Homian. La mujer que llevaba el cristal con Lormin y Gammar con el de Agztran caminaron hacia el palacio.

Al llegar a la entrada, Ricgar avanzó sin detenerse y pasó la barrera de luz. Jessav se detuvo. Gammar le pasó por un lado y atravesó el umbral. Ricgar le hizo una seña a Jessav para que avanzara. El joven estiró su mano despacio hasta atravesar la barrera. No sintió dolor, solo un ligero hormigueo. Avanzó muy despacio. Mientras se disipaba la sensación extraña en su cuerpo, se dio cuenta que los demás lo observaban y se sonrojó.

Jessav miraba a su alrededor admirando los pequeños detalles que le daban al lugar una belleza única. Las paredes tenían adornos que brillaban con un resplandor amarillento e intenso, pero no lastimaban los ojos. La iluminación de todas las habitaciones era la misma. Había conjuntos de tres esferas que giraban alrededor de un cristal blanco en forma de rombo. Sentía mucha curiosidad por saber cómo era que aquellas luces podían permanecer flotando. ¿Cuánto duraban las esferas? ¿De qué estaban hechas? Guardó las preguntas para más tarde.

Caminaron por varios minutos y Jessav ni siquiera lo notó. No dejaba de mirar para no perder ningún detalle. No sabía si volvería a ver ese lugar y no quería desperdiciar aquella oportunidad. El palacio parecía un laberinto. Ricgar iba al frente y caminaba con seguridad, girando sin titubeos. Parecía conocer el palacio de memoria.

Llegaron a un cuarto con una gran escalera en forma de espiral y los guías subieron por ella. Los escalones y el barandal flotaban en el aire. Jessav alargó una mano y tocó el barandal antes de ascender. Lo presionó hacia abajo y no se movió ni un poco. A pesar de estar suspendido en el aire era muy firme. Con un poco de nerviosismo subió un pie al primer escalón y se detuvo. Miró hacia arriba y los demás lo observaban sonriendo. Una vez más sintió cómo la sangre le subía a la cabeza. «Debo estar haciendo el ridículo». Se sorprendió al oír la voz serena de Ricgar:

—Tranquilo. Eso nos pasa a todos la primera vez.

3

Homian se sentía desesperado. Se encontraba al pie de las escaleras del palacio. No dejaba de pensar en qué ocurriría con Adifer. Miró hacia donde se encontraba el cristal que la contenía. Los ángeles le habían dicho que todo estaría bien y que no corrían ningún peligro por ahora. No confiaba del todo en ellos a pesar de que sonaban sinceros. Así era él, desconfiaba de todo lo que no podía comprender. Homian miró al hombre que tenía a su lado. Era casi de su estatura, de piel obscura y con el cabello ligeramente rizado.

—¿Se le ofrece algo, prii Homian? —preguntó el hombre de los ojos rojos.

—¿Cuál es tu nombre?

—Puede llamarme Chash.

—¿Es tu deber acompañarme en todo momento?

—Es mi obligación el que usted esté bien.

—¿Eres como un sirviente?

—Podría decirse que sí, aunque no hago las tareas domésticas. Usted puede preguntarme cualquier cosa referente al palacio, a sus funciones o del mundo en general. Puede verme como un consejero o un asistente.

—Entiendo. ¿Y tienes que hablarme tan formalmente?

—Sería una falta de respeto si no lo hiciera, siendo usted el prii de Ciudad Erif —respondió sonriendo. Los ojos rojos le combinaban perfectamente con la piel obscura.

—¿Sabes cuánto tiempo tendremos que esperar aquí?

—El proceso de remover el cristal no debe tardar mucho.

—¿Tendremos que ir a todas las ciudades?

—No, a menos que usted así lo quiera. Después de que Ricgar, Gammar y los demás salgan del palacio de Ciudad Zul, podemos ir a su palacio directamente, prii Homian.

—En realidad solo me interesa quedarme con Adifer.

—Como usted lo desee. El palacio siguiente es el de prii Adifer, en Ciudad Ropav.

—Muy bien. Chash, ¿puedo dar una vuelta usando la esfera de fuego?

—Sí, prii Homian. Le pido no salga de los límites de la ciudad, puede ser peligroso.

—Tendré cuidado —dijo el joven entrando en la esfera que se cubrió de llamas.

Salió volando para dar un paseo por la ciudad y acostumbrarse aún más al control de su vehículo. Le sorprendió que su asistente no lo siguiera.

Chash lo miró desde la entrada al palacio. Extendió la palma y un cubo rojo transparente apareció frente a él. Del cubo salieron dos esferas que se posaron en sus ojos.

—Síguelo —dijo Chash al cubo y este se alejó volando siguiendo a Homian. Por medio del cubo podría vigilarlo sin que este se molestara por su presencia.

4

A Jessav le dolían las piernas. Habían subido bastantes peldaños y se sentía cansado. Nunca había destacado por su condición física y comenzaba a llegar al límite de sus capacidades. Vio el fin de la escalera y suspiró de alivio. Fingiendo no estar cansado subió hasta donde se encontraba el resto del grupo. Ricgar le comentó algo a la mujer que estaba con ellos que Jessav no alcanzó a escuchar. La mujer asintió sonriendo y esperó afuera mientras los demás entraban.

La habitación era parecida a la que vio al despertar en Primon. Tenía signos similares en las paredes, aunque en este caso todos eran color amarillo, a diferencia de la otra que tenían todos los demás colores. Los signos resplandecían como la mayoría de las cosas en el palacio. En el centro había una esfera de luz color amarillo. Su brillo era intenso. La esfera estaba flotando sobre lo que parecía ser una mano de cristal de cuatro dedos. De la esfera salía un rayo de luz amarilla que al principio era pequeño. Conforme subía se iba haciendo más grueso. Jessav miró hacia arriba siguiendo el rayo de luz que se agrandaba cada vez más y preguntó:

—¿Es este el rayo que se ve desde las afueras de la ciudad?

—Sí. La esfera es la que crea el rayo de luz y toda la energía que se utiliza en la ciudad —le respondió Ricgar.

El joven vio cómo las paredes se iban agrandando conforme crecía el rayo de luz. Supuso que estaban en la torre del palacio.

—Primero sacaremos a Lormin y luego a Agztran —comentó Gammar acercándose a la mano de cristal que sostenía la esfera de luz.

Ricgar se le unió y los dos se colocaron uno enfrente al otro con la esfera de luz en medio. Cerraron los ojos, extendieron sus alas y alzaron los brazos hacia la esfera. El rayo de luz que salía de la esfera se hizo cada vez más delgado hasta que finalmente desapareció. Las luces de la habitación parpadearon. Ricgar se alejó hacia el otro extremo de la habitación. En la pared había un tablero que Jessav no había visto antes. Dentro del tablero había signos parecidos a los grabados en las paredes. El ángel se acercó y señaló los signos sin tocarlos en un orden que parecía saber de memoria. Cada vez que señalaba un signo, este resplandecía por un momento. Cuando Ricgar terminó la secuencia, los dedos de cristal que sostenían la esfera giraron lentamente alrededor de esta. Aparecieron dos dedos más que se deformaron y crecieron hasta tomar la forma de un puente que cruzaba por encima de la esfera de luz. Gammar tomó el cristal con Lormin y lo llevó al puente recién formado. Al bajar se colocó frente a la esfera y su compañero lo imitó.

—Recuerda que solo debe ser unos instantes —dijo Ricgar.

5

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —gritaba Lormin una y otra vez.

Sentía que flotaba. Todo se veía negro y sentía mucho frío. No importaba cuánto gritara, no había recibido respuesta de nadie. Lo que más le aterraba era que parecía estar ciega. Sentía su cuerpo, pero no lo podía ver. No sabía si podía cerrar los ojos, porque no podía ver más que obscuridad. No tenía idea de cuánto tiempo había estado así. Le parecía una eternidad. La desconcertaba no saber en dónde quedaba arriba o abajo y le provocaba una desagradable sensación de mareo.

«¿Cuánto tiempo he estado así? ¿Qué habrá sucedido con los demás? ¿Estaré muerta? Si estoy muerta es la sensación más desagradable que he...», Lormin no terminó la idea porque algo llamó su atención. A lo lejos notaba un pequeño punto de luz amarilla. Estaba muy lejos y se acercaba muy rápido. Entre más se aproximaba la luz, Lormin sentía menos frío. «Me pregunto qué pasará cuando el rayo me toque». La luz llegó de golpe y sintió un dolor muy fuerte. No sufrió por mucho tiempo pues perdió el conocimiento casi de inmediato.

6

El rayo de luz se encendió un momento y desapareció. Los ángeles volaron hasta donde se encontraba Lormin. Ricgar la tomo en sus brazos y la recostó cuidadosamente en el suelo. Gammar se acercó y utilizó la técnica de curación en la joven. Ricgar colocó el cristal con Agztran sobre el puente. Lormin despertó y dijo:

—¿Jessav? ¿En dónde estoy? —intentó ponerse de pie pero Jessav la detuvo.

—Tranquila. Ya estás a salvo. Estamos en el mundo de los ángeles. Todavía no nos dan explicaciones, pero dijeron que pronto lo harán. Tú y los demás estaban en un cristal como en el que está Agztran, ¿lo ves? —dijo señalando—. Ahora lo van a sacar.

Jessav se sentó junto a su amiga y observaron a Ricgar y Gammar repetir el mismo proceso con el cristal que contenía a Agztran. Los ángeles cerraron los ojos frente a la esfera y el rayo de luz se encendió. Cuando creció hasta llenar por completo el cristal, la luz se debilitó hasta desaparecer. Gammar fue a recoger a Agztran, lo depositó con cuidado en el suelo y lo sanó. Jessav y Lormin caminaron despacio hasta su amigo.

—¿En dónde estoy? —preguntó Agztran aturdido.

—Estás en nuestro mundo —respondió Gammar.

—Estaba flotando y tenía frío.

—Tranquilo. Todo está bien —lo consoló Gammar.

—Sacaremos a Adifer y Omjand de los cristales, para eso debemos ir a las otras ciudades. Después regresaremos a Ciudad Zul y podrán preguntarnos cualquier cosa que deseen saber —comentó Ricgar.

—Lormin, antes de salir debemos asignarte tu piedra de poder —dijo Gammar.

—¿Mi piedra de poder?

—Ven conmigo —le pidió Ricgar tomándola de la mano y conduciéndola frente a la esfera de luz. Gammar caminó hasta el tablero en la pared y señaló una serie de signos. El puente que se había formado brilló, se redujo poco a poco de tamaño y desapareció. Mientras sucedía todo esto Lormin dio unos pasos hacia atrás. Ricgar caminó hacia ella y le dijo con calidez:

—No tengas miedo. Acércate a la esfera de luz.

Lormin lo obedeció y se acercó con pasos pequeños.

—¿Qué tengo que hacer? —preguntó nerviosa.

—Coloca tus manos sobre la esfera y repite estas palabras en la mente: direm nurlas...

—…balasni groz —Lormin terminó la frase—. ¿Por qué conozco esas palabras?

—La esfera está comenzando a reaccionar contigo.

—¿Qué significan esas palabras? —preguntó Jessav.

—No lo sabemos. Esta frase ha sido utilizada desde siempre. Hay una leyenda que dice que era el lenguaje utilizado por los creadores de las esferas de luz. Lormin, coloca tus manos sobre la esfera y repite la frase en tu mente.

—De acuerdo —dijo Lormin titubeando.

Muy despacio extendió su mano derecha hasta colocarla en la esfera. Temía que la luz brillante que emanaba de ella la quemara, pero no sintió cosa alguna. Después colocó la mano izquierda. Cerró los ojos y repitió las palabras en su cabeza. La esfera de luz titilaba. Lormin se separó unos centímetros del suelo y su frente brilló. El resplandor cambió de forma hasta volverse un óvalo. Cuando la luz desapareció, en su lugar quedó una piedra color amarillo. Era la misma piedra que la mujer de ojos amarillos había utilizado para aparecer el vehículo. La joven descendió los centímetros que la separaban del suelo. Abrió los ojos y tocó la piedra suavemente.

—¿Es esta la piedra de poder?

—Sí. Después aprenderás a usarla —comentó Gammar con una sonrisa.

—Siento algo extraño —dijo Lormin y repentinamente un rayo de luz amarilla salió de la piedra ovalada en su frente, destrozando una pared.

—¡Lormin! ¡Cuidado! —gritó Jessav.

—¿Qué hago? ¡No deja de disparar! —gritaba moviéndose de un lado a otro y destrozando más pedazos de la construcción.

—¡Lormin, escúchame! ¡Primero deja de moverte! —gritó Ricgar. La joven obedeció y el ángel continuó—. Bien. Ahora trata de calmarte y concéntrate. La piedra de poder reacciona con tu mente. Imagina que el rayo de luz desaparece y así lo hará.

—De acuerdo —contestó Lormin asustada y cerrando los ojos. Poco a poco el rayo fue desapareciendo.

—Bien hecho. Voy a poner un seguro en tu piedra en lo que aprendes a controlarla. Coloca tus dedos índice y medio debajo de la piedra —ordenó Ricgar.

Lormin lo hizo y el ángel apareció una pequeña esfera luminosa que tocó los dedos índice y medio de la joven, los cuales brillaron por unos segundos.

—Listo. De ahora en adelante, siempre que requieras activar la piedra deberás tocarla con esos dedos. Ahora debemos sacar al resto de los elegidos de los cristales. ¿Quieres acompañarnos, Lormin? O prefieres quedarte y descansar —dijo el ángel.

—Me siento cansada. Preferiría quedarme. ¿Qué pasará con lo que destruí?

—No te preocupes por eso. La esfera de luz lo arreglará en poco tiempo —contestó Gammar.

La mujer de ojos amarillos entró a la habitación y caminó hasta colocarse a un lado de la joven. Con una voz suave le dijo:

—Si gusta puedo llevarla a su habitación, prii Lormin.

—Gracias. Disculpen Jessav y Agztran, me siento un poco extraña —dijo y siguió a la mujer de la trenza larga.

Los demás observaron cómo salían de la habitación. Jessav se sintió algo molesto de que Lormin no haya querido saber qué pasaría con los demás amigos. No quiso juzgar pues no sabía lo que ella había sentido dentro del cristal.

—Iremos a Ciudad Ropav. Ahí sacaremos a Adifer —indicó Gammar ayudando a Agztran a ponerse de pie—. Ustedes tampoco necesitan ir si no lo desean.

Jessav y Agztran respondieron al mismo tiempo que querían acompañarlos y ver el resto de las ciudades.

Antes de salir, Gammar utilizó el panel de símbolos e hizo que la esfera volviera a brillar. El gran rayo de luz apareció al instante. Los cuatro salieron de la habitación y descendieron por la gran escalera en espiral. Jessav miró a Agztran y sonrió al ver cómo miraba todo con asombro. Seguramente era la misma expresión que él había tenido al recorrer el palacio por primera vez solo unos minutos antes.

7

No le tomó mucho tiempo a Homian dominar el vehículo. La mayoría de las personas en la ciudad lo miraban y comenzaba a sentirse incómodo. No sabía por qué llamaba tanto la atención. ¿Sería el vehículo que estaba utilizando? Dudaba que fuera el único con un medio de transporte volador en ese mundo. Seguía volando por el cielo dentro de la bola de fuego. Sintió que podía pasar horas así. Nunca había experimentado ese sentimiento de libertad e independencia. Con cada minuto que pasaba volaba más rápido. Sentía curiosidad por saber el límite de velocidad que podía alcanzar, pero dentro de la ciudad era muy difícil. Siempre había un edificio o alguna torre que le impedía acelerar. Si salía de la ciudad podría hacerlo, pero Chash le había advertido que no lo hiciera. Mientras se debatía en obedecer o no escuchó una voz que decía:

Prii Homian, debe volver al palacio. Ya han salido.

El joven se quedó inmóvil por unos momentos. Le sorprendió escuchar aquella voz dentro de su cabeza. Recorrió el camino de vuelta al palacio. Sabía exactamente en dónde estaba pues había un gigantesco rayo de luz amarilla para guiarlo.

Cuando llegó se detuvo al pie de las escaleras y salió de la bola de fuego. Ricgar le dijo:

— Ahora iremos a Ciudad Ropav para sacar a Adifer de su cristal.

Homian se acercó y vio que Agztran estaba de pie y mirándolo. Lo saludó desde lejos y este le devolvió el saludo. El grupo volvió a ponerse en marcha de la misma manera en la que habían llegado a Ciudad Zul. Chash apareció su esfera roja, entró en ella y se cubrió en llamas antes de subir. Homian lo imitó. Los ángeles tomaron a Jessav y Agztran de la cintura y se elevaron en el aire. El hombre de ojos azul marino y la mujer de ojos celeste subieron a sus vehículos con sus respectivos cristales. Los ángeles se colocaron al frente del grupo. Al salir de la ciudad, Homian se adelantó hasta quedar junto a Ricgar y le preguntó:

—¿En dónde está Lormin?

—Decidió quedarse en el palacio. Nos reuniremos con ella cuando estén todos fuera de los cristales.

Homian dirigió su vehículo a la posición que ocupaba anteriormente junto a Chash. A lo lejos podía ver un rayo de luz casi idéntico al que salía de la torre de Ciudad Zul, pero este tenía un color azul celeste, como los ojos de la mujer que llevaba a Adifer.

8

—¿Cómo se llama la ciudad a la que vamos? —preguntó Agztran a Gammar.

—Ciudad Ropav. Le llaman la ciudad del vapor o la neblina.

—¿La ciudad del vapor?

—Cada ciudad tiene algo que la caracteriza. Ciudad Zul tiene la luz. Ciudad Ropav tiene vapor que cubre la ciudad como una neblina. Ciudad Erif es subterránea y tiene fuego y Ciudad Talcris tiene cristales y está bajo el agua. Además, cada una tiene un tipo distinto de ángeles, según la esfera de luz, pero eso lo explicaremos más tarde.

—Solo una pregunta más. Ustedes nos dijeron a Jessav y a mí que seríamos parte del ejército de ángeles. ¿Vamos a poder convertirnos como ustedes?

—Así es. Una vez que todos los priis sean sacados de los cristales comenzaremos su entrenamiento.

A Ricgar, Gammar y Chash les era cada vez más difícil no responder las preguntas que les hacían. Afortunadamente tendrían tiempo suficiente. Los demonios no iban a atacar por un tiempo, ya que transportar personas a Primon acababa con su energía y necesitaban recuperarse.

Ciudad Ropav se divisaba en el horizonte. Era también muy bella, aunque no se podía apreciar totalmente debido a la neblina. Al igual que en Ciudad Zul los edificios y el palacio estaban construidos sobre nubes. Los edificios tenían un estilo diferente a Ciudad Zul. Tenían una forma más redondeada. Las ventanas tenían forma de círculos. Algunos edificios tenían torres con techos en forma de cúpulas. Muchos tenían pequeñas alas a los costados como adorno. Los colores que predominaban eran el blanco y el azul celeste.

El palacio parecía ser igual de grande que el de Ciudad Zul, pero era muy distinto. La puerta de entrada tenía forma redonda y era muy grande. A diferencia del resplandor amarillo protegiendo la entrada del palacio de Ciudad Zul, el de aquí era azul celeste. El edificio principal, que contenía la puerta de entrada, tenía dos alas enormes en la parte de arriba. Las alas se mecían ligeramente con el viento, dando la impresión de que estaban vivas. El edificio con las alas tenía un balcón, rodeado por una estrella de ocho picos. El palacio también contaba con una gran torre, de la cual salía el rayo de luz celeste que se podía ver desde lejos. La torre tenía a su alrededor anillos hechos de nubes. En Ciudad Zul caían chispas de luz alrededor del palacio; en esta ciudad caían lentamente nubes pequeñas de forma redonda.

Llegaron a la entrada del palacio y Ricgar dijo:

—Ahora tenemos que sacar a Adifer. Esperen aquí.

Los dos ángeles y la mujer que llevaba el cristal de Adifer caminaron hacia la puerta.

—¿Por qué no podemos entrar? —preguntó Homian.

—Lo lamento. Para que ustedes puedan entrar al palacio Adifer debe invitarlos y en este momento no puede hacerlo. Deberán esperar aquí. Podrán entrar al palacio cuando Adifer esté libre —dijo Ricgar.

—Quería ver cómo sacaban a Adifer del cristal —dijo Homian decepcionado.

—Yo estaba cuando sacaron a Lormin y a Agztran de sus cristales —le dijo Jessav acercándose—. Te puedo contar lo que sucedió.

El joven le contó con el mayor detalle que pudo sobre el interior del palacio y la manera en la que liberaron a sus amigos. Incluyó lo que había sucedido con Lormin y la piedra de poder. Al terminar el relato Agztran preguntó:

—¿Ustedes no estaban dentro de un cristal?

—No. Nos trajeron de otra forma.

Jessav y Homian contaron la historia de cómo fue que Ricgar y Gammar trajeron las esferas de luz y las usaron para crear un portal. También habló de cómo llegaron hasta Ciudad Zul usando los vehículos voladores.

—Chash, ¿sabes qué es la piedra de poder? —preguntó mirando a su consejero.

—Sí, prii Homian. Es la piedra que los priis tienen en su frente. Es por medio de ella que pueden ejercer sus poderes.

—¿Qué clase de poderes?

—Llamar su vehículo, curar, un rayo de ataque y algunos otros.

—¿Puedo hacerlos ahora?

—No, prii Homian. Necesita recibir su piedra de poder en el palacio de su ciudad.

—¿Cómo es la piedra de poder?

—Así —dijo Chash alzando las manos sobre las cuales apareció la piedra roja en forma de cruz de cuatro picos.

—Vaya, ¿también nuestros consejeros las usan?

—Solo los priis tienen piedras de poder. Lo que yo tengo es una copia. Puedo usar el poder de la esfera de luz de Ciudad Erif, pero no es tan poderosa.

Los tres jóvenes miraban la réplica de la piedra de poder que Homian usaría. Tenían más preguntas, pero decidieron esperar hasta que estuvieran reunidos con el resto de sus amigos. Homian dijo de pronto que quería dar un paseo para ver la ciudad y sin esperar respuesta subió a su esfera en llamas y se alejó volando. Chash le dijo mientras se alejaba:

—Tenga cuidado, prii Homian. Sus ojos no pueden ver claramente a través de la niebla.

Agztran se acercó a la entrada del enorme palacio admirando los detalles. Jessav miraba la estela de fuego que había dejado Homian y dijo:

—A veces es como si Homian odiara a todo el mundo. Con excepción de Adifer.

—Tal vez dice lo que piensa en el momento y por eso suena agresivo —comentó Agztran.

Caminaron sobre la nube que sostenía el palacio. Tocaron el resplandor sobre la puerta y se sentía sólido, como una pared. Al regresar con el consejero de Homian notaron a dos personas que los miraban de lejos con los brazos cruzados.

—¿Quiénes serán ellos? —dijo Jessav señalándolos discretamente. Eran dos jóvenes de estatura media, fornidos, de cabello rojizo y piel blanca. Eran gemelos idénticos.

—Debe ser gente de la ciudad —respondió Agztran.

—Pero tienen otras ropas. Además mira sus ojos, no son de color celeste.

—¿Y por qué tendrían que ser de ese color?

Jessav recordó que su amigo no estaba presente cuando explicaron que cada ciudad tenía colores y detalles distintivos. Explicó lo mejor que pudo.

—Si sus ojos no tienen los colores de las ciudades, ¿crees que vayan a ser como nosotros? —preguntó Agztran.

—¿Del ejército de ángeles? Podría ser. No sé cuántos ángeles tiene el ejército.

—Cada vez tengo más dudas. No sé si las vaya a recordar todas.

9

—¿En dónde estoy? —preguntó Adifer aturdida.

—Estás en Ciudad Ropav, en nuestro mundo —dijo Ricgar. La mujer de ojos rasgados y celestes se acercó a Adifer y la ayudó a ponerse de pie.

—Ella es Narla, te llevará a tu habitación —le dijo Gammar señalando con la mirada la mujer rubia de ojos rasgados.

—¿En dónde están los demás? ¿Se encuentran bien?

—Están bien. Ahora debemos asignarte la piedra de poder para que los demás puedan entrar al palacio.

Ricgar explicó lo que debía hacer. Repitió las mismas palabras que le dijo a Lormin, agregando solo una frase:

—Cuando aparezca la piedra de poder en tu frente, permanece tranquila y coloca tus dedos índice y medio debajo de ella.

Adifer colocó las manos a los lados de la esfera y flotó unos centímetros. Apareció la piedra rectangular en su frente y colocó los dedos debajo como le indicó el ángel. Ricgar creó el seguro para que no se activara por accidente.

—Ahora vamos a la entrada para que los demás puedan entrar al palacio.

Adifer, Narla, Ricgar y Gammar salieron de la habitación, la cual era idéntica a la habitación de Ciudad Zul, aunque los símbolos y la esfera de energía eran de color celeste y no amarillos. Bajaron las escaleras y caminaron por los pasillos y habitaciones iluminadas por esferas pequeñas luminosas. Adifer miraba de un lado a otro. Le sorprendió ver que algunas personas que se topaban con ellos le sonreían y hacían una leve reverencia.

Llegaron hasta la entrada y salieron del palacio. Adifer corrió buscando a Homian, pero no lo vio y se detuvo.

—¿En dónde está Homian?

—Ahí viene —le respondió Chash señalando un lugar en el cielo.

Homian hizo una entrada espectacular con su bola de fuego. Salió de ella corriendo hacia Adifer. La abrazó con fuerza y la besó en los labios. Después le preguntó:

—¿Estás bien?

—Sí, me alegro que tú también —dijo sonriendo—. ¿Ya viste el palacio? Es muy grande.

—Es impresionante —dijo Homian acariciando la mejilla de Adifer y después su piedra de poder de forma rectangular.

Ricgar voló hacia ellos y dijo:

—Ahora que Adifer está afuera del cristal y tiene su piedra de poder, pueden entrar a ver el palacio. Todos acérquense. ¡Teff, Grac, ustedes también!

Los gemelos de cabello rojizo que estaban a un costado del palacio miraron al ángel y caminaron hacia el grupo. Solo el hombre de ojos azul marino con el cristal que tenía a Omjand permaneció alejado. Gammar dijo:

—Adifer, colócate al enfrente. Piensa en los aquí presentes e imagina que la barrera de la puerta desaparece. Manteniendo ese pensamiento pon tus dedos debajo de la piedra como lo hiciste en el palacio.

La joven se colocó al frente y los miró por un momento. Colocó los dedos debajo de la piedra. Un rayo de luz celeste salió de la piedra e iluminó al grupo. Ricgar dijo:

—Muy bien hecho, Adifer. Parece que no vas a tener muchos problemas en dominar el uso de la piedra. Ahora pueden entrar.

Entraron al palacio siguiendo a Ricgar, Gammar y Narla, que conocían el palacio a la perfección. Recorrieron solo un poco para no perder tanto tiempo y sacar a Omjand del cristal. Pasaron varios minutos en una habitación que parecía tener estatuas hechas de luz color celeste. Los gemelos Teff y Grac caminaban detrás del grupo. También veían cada habitación con los ojos muy abiertos, como si no pudieran creer lo que estaban presenciando. Finalmente regresaron a la puerta de entrada y Ricgar dijo:

—Chash, lleva a Homian a Ciudad Erif para asignarle la piedra de poder. Gammar y Agztran irán con ustedes. Jessav, tú y yo iremos con Yeston a sacar a Omjand en Ciudad Talcris. Teff, Grac, ustedes pueden quedarse en el palacio y Narla les mostrará sus habitaciones.

10

Jessav volaba llevado por Ricgar. Yeston, el hombre de piel bronceada y ojos rasgados azul marino, iba a su lado con el cristal de Omjand. Pasaban por encima de una jungla. El joven miraba el extraño paisaje. Los demás miraban al frente, hacia el rayo de luz azul marino que subía hasta el cielo. Lo que más llamó su atención fue que la selva no era de un color normal. Tenía diferentes tonos de verde, azul, rojo, amarillo e inclusive color negro. Mientras más avanzaban la selva parecía ponerse más densa. Jessav preguntó:

—¿La ciudad a la que vamos también está sobre las nubes?

—Ciudad Talcris está bajo el mar de Primon.

—Vaya. ¿Es muy grande el mar?

—Cubre una cuarta parte del mundo. Las cuatro ciudades están dentro territorios que ocupan una cuarta parte de la superficie total. Alrededor de las ciudades puede haber bosques, selvas, desiertos y montañas. Mira, ya se puede ver el océano.

El paisaje de la selva cambió de pronto a un mar cristalino. No había islas ni referencias de la dirección que llevaban. Se guiaban por el rayo de luz azul marino que salía del centro del océano. Cuando se encontraban cerca del rayo de luz se detuvieron en el aire. Ricgar le dijo a Jessav:

—¿Sabes nadar?

—Sí.

—Necesito traer un vehículo para que puedas ir bajo el agua— dijo descendiendo hasta quedar cerca de la superficie —. Será mejor que sostenga tus lentes.

Jessav los entregó y el ángel los guardó en uno de los bolsillos de su vestimenta. Depositó al joven en el agua, que tenía una temperatura agradable. Después se sumergió junto con Yeston. Una ola hizo que Jessav tragara un poco de agua; tenía un sabor dulce.

11

—¿Aquí es? —preguntó Agztran.

—Sí, el rayo de luz roja marca la ubicación —le respondió Gammar.

—Pero esto es un desierto de arena roja —comentó Homian.

—No todas las ciudades están en el cielo. Ciudad Zul y Ciudad Ropav están sobre nubes. Ciudad Talcris está debajo del mar y Ciudad Erif está debajo de este desierto.

—¿Y cómo vamos a entrar? —preguntó Homian que se había colocado junto a ellos.

—Tenemos que atravesar la tierra. Tu esfera de fuego puede hacer eso fácilmente. Para mí sería más fácil si no tuviera que llevar a Agztran en brazos.

—Pueden esperar hasta que regresemos con un vehículo. O podríamos abrir un camino lo suficientemente amplio como para que puedan descender —sugirió Chash.

—La segunda opción me parece mejor. Solo necesitamos apresurarnos, porque la arena se vuelve a cerrar casi de inmediato —comentó Gammar.

—Ahora entiendo por qué no hay señas de que alguien hubiera escarbado —dijo Homian.

—Prii Homian, usted descienda en línea recta a una velocidad moderada. Yo iré haciendo un espiral alrededor, para que el túnel sea más grande y nuestros compañeros puedan pasar.

Bajaron al nivel del suelo. A Agztran le pareció que la temperatura no era tan alta como hubiera esperado de un desierto. Chash miró a Gammar y este le hizo una seña.

—Baje verticalmente en este punto, prii Homian. Recuerde hacerlo a una velocidad moderada —dijo el asistente señalando un lugar en el suelo rojizo.

Homian asintió con la cabeza y se elevó un poco para poder girar su cuerpo dentro de la esfera y apuntar hacia el suelo. Gammar tomó a Agztran y subió por encima del vehículo en llamas. Cuando comenzó a descender, Chash lo imitó dando giros a su alrededor, creando un túnel lo suficientemente grande como para que las alas de Gammar pudieran pasar sin problemas. El ángel no perdió tiempo y, tomando al joven por la cintura, voló siguiendo el túnel que se estaba formando.

Agztran sintió que descendieron por mucho tiempo. No había referencias para medir su avance. Al frente solo podía verse la bola de fuego de Homian y la de Chash girando a su alrededor. Hacia atrás se podía ver cómo la tierra se cerraba justo a sus espaldas. «¿Qué pasaría si la tierra se cierra sobre los pies de Gammar?». Trató de no pensar en ello y se distrajo viendo las llamas rojas de los vehículos de Homian y Chash.

La tierra desapareció y llegaron a un lugar abierto. Era como una gigantesca caverna subterránea. Debía medir varios kilómetros, porque todos los edificios cabían en ese espacio. La ciudad era muy distinta a las otras dos ciudades que habían visitado. Ciudad Zul y Ciudad Ropav eran distintas entre sí, pero tenían varias cosas en común. Estaban sobre nubes y tenían colores claros. Ciudad Erif no estaba sobre nubes, sino debajo de la tierra. Los colores que predominaban eran el negro y el rojo. Los edificios estaban en diferentes alturas y estaban colocados sobre formaciones rocosas. En la mayoría de las paredes había picos que parecían filosos. Las ventanas tenían forma de rombo o de estrellas de seis puntas. Toda el área era muy obscura; era iluminada parcialmente por esferas rojas y antorchas de fuego, las cuales estaban distribuidas por toda la ciudad. A los jóvenes les pareció impresionante. Homian miraba todo con una sonrisa que se ensanchó cuando divisó el palacio.

El palacio era de una arquitectura similar al resto de las construcciones. El edificio de entrada tenía varias puntas a los lados. Había un arco de fuego que iba de un extremo a otro de los edificios laterales. Había dos pequeñas torres a los lados con llamas en la punta y con dos bolas enormes llenas de picos, que estaban envueltas en llamas. Al igual que los otros dos palacios, tenía una torre de la cual salía el gigantesco rayo de luz roja. La torre tenía aros de fuego que la rodeaban. Del rayo caían pequeñas esferas de fuego por los alrededores del palacio. Se acercaron a la entrada y Gammar dijo:

—Espera aquí, Agztran. Como en Ciudad Ropav, no puedes entrar hasta que Homian lo permita porque necesita la piedra de poder. No tardaremos.

Homian, Chash y el ángel entraron al palacio atravesando la puerta a través del resplandor rojizo de protección.

12

A Jessav siempre le había gustado nadar. Sabía que entre más salada era el agua era más sencillo flotar. Esta agua era dulce y aun así se sentía muy ligero. Podía mantenerse a flote casi sin hacer movimientos con todo y que la ropa que traía era incómoda para estar en el agua. Estaba perdiendo la paciencia cuando finalmente Ricgar salió volando del mar. El joven se cubrió la cara para que el agua no cayera en sus ojos.

—Aquí está el vehículo —dijo el ángel. Parecían alas hechas de cristal. Eran mucho más pequeñas que las de Ricgar, pero con la misma forma.

—¿Con esto puedo respirar bajo el agua?

—No. Con el vehículo puedes descender hasta el fondo y llegar a la ciudad. El agua te manda hacia la superficie con gran fuerza, por lo que no podrías llegar ni a dos metros de profundidad. Con esto puedes respirar bajo el agua —dijo extendiendo la mano; dos pequeñas esferas salieron de ella y se introdujeron en los orificios de la nariz de Jessav.

—¿Realmente necesito el vehículo?

—Intenta hundirte —dijo Ricgar con una sonrisa.

Jessav sumergió la cabeza para ver si realmente podía respirar bajo el agua y así fue. Intentó nadar hacia el fondo, pero solo logró sumergirse un poco. Era como si tuviera una bolsa de aire que lo halaba hacia arriba. Después de varios intentos se rindió y salió a la superficie. Sintió vergüenza y se sonrojó. El ángel sonrió, le dio el vehículo y sin pronunciar palabra se hundió bajo la superficie.

El joven miró las alas de cristal que debía utilizar. No sabía cómo usarlo. Supuso sería sencillo puesto que no recibió instrucciones de Ricgar. ¿Lo estaría poniendo a prueba? Había un botón al centro y lo presionó. De las puntas de las alas salieron burbujas que lo impulsaron hacia delante. Identificó unos surcos donde podía colocar las manos, pero no sabía cómo dirigirlo. Avanzaba hacia el frente sin detenerse. Se puso nervioso cuando vio que iba directo al rayo de luz azul marino.

Ya estaba muy cerca del rayo de luz y no sabía cómo detenerse. «¿Voy a morir así sin saber de qué se trató todo?». Ricgar salió de las aguas cristalinas y lo tomó en brazos. Presionó el botón y el vehículo dejó de sacar burbujas. Colocó a Jessav en el agua nuevamente y le dijo:

—Lo lamento, no quise asustarte así. Tómalo como una lección. Ni Gammar ni yo les mentiremos. Si decimos que necesitas una herramienta para sumergirte en el mar es porque no hay otro modo mejor.

Jessav permaneció pensativo. A pesar del tono amable del ángel le pareció un trato duro. Decidió no volver a dudar de lo que escuchara. Entendió que estaba en un mundo extraño donde muchos de sus conocimientos no aplicaban de la misma manera. Ricgar colocó una mano en su hombro y le dijo:

—Vamos a la ciudad. Pon las manos en los soportes. Para controlarlo debes presionar con las manos.

Encendió el vehículo y avanzó hacia el frente. Presionó las ranuras y notó que podía cambiar de dirección con facilidad. Dirigió el vehículo hacia abajo para sumergirse y llegar hasta la ciudad.

Ricgar lo seguía utilizando las alas para nadar bajo el agua. Jessav no podía mantener los ojos abiertos por la velocidad que llevaba. El ángel lo notó y extendió la mano hacia él. Disparó un rayo de luz blanca hacia los ojos de Jessav, que sintió los ojos hinchados y los cerró. Al abrirlos de nuevo no tenía dificultad para ver. Además, ya no veía borrosos los objetos lejanos como si usara sus lentes.

Divisaron la ciudad submarina. Los edificios estaban hechos con cristales azulados y tenían la forma de cuarzos alargados que parecían salir de la tierra. Todos estaban cubiertos por una media esfera transparente, como una burbuja. Esta impedía que el agua inundara los edificios. Las ventanas tenían forma de rombos y otros eran como relojes de arena. A Jessav le pareció increíble la ciudad. Los cristales y el agua hacían una combinación muy bella.

Llegaron a la entrada del palacio. También estaba hecho de cristal y era mucho más grande que el resto de las construcciones. Los edificios laterales eran de diferentes tamaños que armonizaban con el principal. El palacio estaba adornado con pequeños cristales en forma de diamante de diferentes tonos de azul. La torre de la que salía el rayo era de cristal también. Tenía anillos alrededor hechos de cuarzos azulados. De la torre caían burbujas pequeñas que desaparecían en los alrededores del palacio. Ricgar y Jessav atravesaron la esfera que cubría el palacio. El vehículo del joven flotó con suavidad hasta dejarlo en el suelo.

—Espera aquí, Jessav —dijo el ángel mientras le regresaba sus lentes y entraba al palacio.

Esperó observando la ciudad bajo el mar y la gente de los edificios. Como supuso, usaban ropa con tonos azul marino con los signos que había visto anteriormente y que no podía leer. «Tal vez debería hacer lo mismo que Homian y pasear por los edificios». Se disponía a tomar el vehículo cuando escuchó en su cabeza la voz de Ricgar que lo sobresaltó:

Listo. Omjand está fuera del cristal.

En pocos minutos Ricgar, Yeston y Omjand aparecieron por la entrada del palacio. Su amigo tenía en la frente una piedra con forma de reloj de arena. Se movía despacio como si siguiera aturdido. Jessav caminó hacia él y le dio un abrazo amistoso.

—¿Quieres ver el palacio por dentro? —preguntó Ricgar.

—Tal vez después. Prefiero regresar a Ciudad Zul para que resuelvan nuestras dudas.

—De acuerdo. Iremos a Ciudad Zul ahora mismo. Yeston informará a Narla, Sarlen y Chash.

Yeston, el asistente de Omjand de ojos rasgados color azul marino, alzó las manos y la piedra en forma de reloj de arena apareció nuevamente. De la piedra salió un disco de luz azul que se posó en el piso. Yeston entró al círculo luminoso y comenzó a hablar solo. Jessav supuso que se estaba comunicando con los demás.

Omjand puso los dedos debajo de la piedra de poder. Un rayo de luz azul marino salió de ella y apareció el vehículo en forma de tabla de surf. Yeston hizo aparecer un vehículo idéntico. Ricgar dijo a Jessav:

—¿Quieres que te lleve a la superficie? O quieres utilizar el vehículo.

—Creo que iríamos más rápido si me llevas tú.

Omjand y Yeston se elevaron hasta salir de la burbuja enorme que contenía el palacio. Ricgar tomó a Jessav y nadaron hacia la superficie. Salieron del agua y se dirigieron hacia el rayo de luz amarilla que se veía a lo lejos. Al principio, Omjand no lograba ir en línea recta. Después de unos minutos sus movimientos mostraban más seguridad y se iba estabilizando. Mientras llegaban a la ciudad, los dos amigos conversaron acerca de lo que había ocurrido.

13

Finalmente estaban todos reunidos dentro del palacio de Ciudad Zul, en donde resolverían las dudas. Los jóvenes pensaban en las preguntas que harían. Llegaron a una habitación con sillas colocadas en un medio círculo. Los consejeros esperaron afuera, no sin antes avisar a cada uno de sus priis asignados en dónde estarían. Los dos ángeles caminaron hasta colocarse frente al grupo. Ricgar dijo:

—Estamos aquí para que nos pregunten lo que gusten. Antes de comenzar, vamos a hacer lo que llamamos un intercambio de conocimientos. Algunos de ustedes han hecho preguntas a nosotros o a algunos de sus consejeros. Para no repetir esas preguntas vamos a hacer que todos conozcan las respuestas. Este método es limitado y solo cierta cantidad de conocimiento se puede intercambiar, porque depende de la interpretación de cada persona. Todos cierren los ojos hasta que les indiquemos que los abran.

Cerraron los ojos y Ricgar y Gammar levantaron los brazos. Seis esferas de luz blanca aparecieron en el aire y se colocaron encima de cada uno de los amigos. Al detenerse, cambiaron de color al de las ciudades correspondientes, excepto las de Jessav y Agztran. Las esferas volaron encima de Ricgar y giraron alrededor de sus brazos. Se elevaban cada vez más e iban acercándose entre sí hasta que se combinaron. Se formó una esfera más grande que tenía los cinco colores, que iban de un lado a otro en la superficie. Después se dividió en seis esferas idénticas que se colocaron encima de los jóvenes. Bajaron hasta tocar la cabeza y desaparecieron instantáneamente. Los seis vieron imágenes en su mente. En pocos segundos conocían la información que alguno de ellos había preguntado con anterioridad.

—Pueden abrir los ojos —dijo Gammar y así lo hicieron todos—. Para tener un mejor orden cada uno puede hacer una pregunta. Cuando todos hayan hablado volveremos a comenzar. Ricgar será quien dará las explicaciones a menos que me pida que lo ayude.

—¿En dónde estamos exactamente? —preguntó Adifer.

—Como ya saben, este mundo se llama Primon. No podemos dar una ubicación exacta, porque estamos en una dimensión distinta a la suya.

—¿Para qué estamos aquí? —preguntó Lormin.

—En este mundo existen priis y un ejército de ángeles que tienen como objetivo proteger las esferas de luz de los demonios. Los priis viven en los palacios y están conectados a las esferas de luz. Los demonios, nuestros enemigos, atacan las ciudades o sus alrededores y para eso están los ángeles. Existen dos ángeles para cada ciudad, por lo que serían ocho en total. Gammar y yo somos ángeles de Ciudad Zul. Los priis y ángeles tienen ese rol toda su vida. Al morir otros toman su lugar y no pueden ser reemplazados hasta que cada esfera de luz lo indique. Generalmente, cuando quedan solo dos o tres ángeles, nuevos candidatos aparecen para completar el ejército. Ustedes están aquí para sustituir a los priis y ángeles anteriores.

—¿Por qué fuimos elegidos? —preguntó Homian.

—En la esfera de cada una de las ciudades aparece la imagen de los sucesores. No sabemos por qué son elegidos ni por qué a veces tardan tiempo en mostrarlos. Con los ángeles sucede igual. Generalmente las esferas de luz eligen grupos de amigos o familiares. Suponemos que debe ser por el lazo de unión que tienen. Casi siempre son personas de otro mundo fuera de Primon.

—¿Qué pasará en nuestro mundo? ¿Y nuestras familias? —cuestionó Omjand.

—En su mundo es como si ustedes nunca hubieran nacido. Al transportarlos a nuestro mundo toda su existencia fue eliminada de esa dimensión.

—¿Se puede regresar? —preguntó Agztran.

—No podría darles una respuesta, nunca lo hemos intentado. Las esferas de luz pueden traer gente a Primon, pero no sabemos si pueden enviarlos de regreso.

—¿Y qué ocurrirá con la gente con la que interactuamos en nuestro mundo en el pasado? Una vez salvé a un niño de ahogarse en una piscina. ¿Ahora él está muerto? —dijo Jessav.

—No hay forma de saberlo. Quizá alguien más lo haya salvado o quizá murió. Es imposible saber cómo se comporta la dimensión de la que fueron traídos. Suena duro, pero una sola vida no es tan importante cuando está en juego la seguridad de todos los mundos existentes. Si los demonios se apoderan de las esferas de luz podrán ir a cualquier dimensión.

Permanecieron en silencio por un momento reflexionando todo lo que habían escuchado. Estaban en Primon y no podían cambiarlo. Adifer rompió el silencio:

—Espero que puedan entendernos. Dejamos nuestras vidas atrás para llegar a un mundo desconocido. No dimos nuestro consentimiento para venir. Es difícil, aunque entendemos que este mundo es importante para la protección de los demás.

—Nos quitaron nuestras vidas —reclamó Homian.

—Ustedes llegaron para comenzar una vida nueva. Para proteger algo más importante. Aquí su vida está dedicada a la protección de las esferas de luz. Es solo una leyenda, pero se dice que las esferas de luz fueron las que crearon este mundo y los demás. Por eso tienen el poder de traer personas a esta dimensión —dijo Ricgar.

—Ricgar y yo no nacimos en Primon. Fuimos transportados de nuestros mundos para continuar con el cuidado de las esferas de luz. Pasamos por lo mismo que ustedes están viviendo en este momento. Sabemos cómo se siente —comentó Gammar—. ¿Tienen más preguntas?

—Dijeron que los demonios quieren las esferas de luz. ¿Por qué no han atacado las ciudades aún? —preguntó Adifer.

—Transportar personas de una dimensión a otra agota su energía. No atacarán hasta dentro de un mes o más. Necesitan recargar su poder.

—¿Qué diferencia hay entre los poderes de los priis y los ángeles? —preguntó Lormin tocándose la frente.

—Los priis pueden usar poderes sin gastar celdas de poder. Los ángeles tenemos un número limitado de celdas que usamos para nuestras técnicas. Dependiendo de la magnitud del poder es la cantidad de celdas de poder que utilizan. La técnica que más celdas de poder utiliza es el de revivir a una persona. Los priis pueden sanar, disparar un rayo de energía, aparecer su vehículo personal, comunicarse con cualquier persona en este mundo, y algunas otras habilidades que irán aprendiendo. Sus ayudantes les enseñarán a utilizar los poderes.

—¿Tenemos que estar siempre en los palacios? O podemos salir a ver el mundo y otras ciudades —preguntó Homian pensando en Adifer.

—La mayoría del tiempo tienen que estar en su palacio, porque si los demonios los capturan pondrían en riesgo la esfera de luz. Pueden salir de la ciudad siempre y cuando al menos uno de los ángeles permanezca en ella. Por lo que sí, puedes ver a Adifer casi cuando gustes. Además, pueden comunicarse con quien deseen en este mundo de manera remota.

—¿En dónde están los otros ángeles guardianes? —preguntó Omjand.

—Son de una dimensión diferente a la suya. Los seis fueron transportados hace unos días.

—¿Qué diferencia hay entre los distintos tipos de ángeles? —preguntó Agztran.

—Los poderes son los mismos. Visualmente la única diferencia son los colores de la luz. Cada uno tiene el color de la esfera de luz a la que pertenecen. También hay distintos tipos de demonios: planta, obscuridad, roca y eléctricos. Tú y Jessav serán ángeles de Ciudad Zul, como nosotros.

—¿Qué pasa cuando las celdas de poder se agotan? —preguntó Jessav.

—Con una celda es suficiente para usar las técnicas básicas y volar. Si se agotan completamente regresarás a ser un humano normal. Después les explicaremos todo lo que necesitan saber acerca de las celdas de poder.

—No sé qué preguntar —comentó Lormin.

—¿Alguien más tiene preguntas? —dijo Ricgar.

—Llevamos en este mundo varias horas y no me ha dado hambre —dijo Agztran.

—En este mundo no es necesario comer. Todo funciona gracias a las esferas de luz y su energía. Pueden comer por gusto, pero no lo necesitan para vivir.

—¿De dónde salen los demonios? ¿Tienen alguna ciudad? —preguntó Omjand.

— En realidad, nadie la ha visto, pero creemos que la guarida de los demonios está en lo más profundo de unas cavernas.

Después de un breve silencio, Omjand preguntó de nuevo. Jessav reafirmó la idea de que era muy inteligente. Ahora lo demostraba haciendo relaciones entre lo aprendido y las respuestas que iban obteniendo.

—Dijeron que hay dos ángeles por ciudad y que las esferas de luz en las ciudades eligen a los sustitutos. ¿Por qué Jessav y Agztran fueron llamados si Ciudad Zul ya los tiene a ustedes?

—Esa es una excelente pregunta —dijo Ricgar—. Siendo honestos, no sabemos cómo fue que ocurrió. Usamos la esfera para saber quién sería el prii de Ciudad Zul. Después de mostrar la imagen de Lormin, la esfera de luz mostró las imágenes de Jessav y Agztran como candidatos para el ejército de ángeles. No sabíamos que era posible hasta ese momento, pero entre más ángeles mejor protección tendrán las ciudades. En las otras esferas de luz solo aparecieron dos ángeles para sustituir a los que ya no están con nosotros.

—¿Es necesario tener el seguro de las piedras de poder todo el tiempo? —preguntó Homian.

Lormin que escuchaba con atención se sonrojó al recodar cómo había perdido el control de su piedra de poder y había destruido una parte del palacio.

—Es necesario mientras aprenden a dominarla. La piedra reacciona a sus pensamientos y emociones. Podrían perder el control fácilmente sin un entrenamiento adecuado. Una vez que tengan ese dominio podemos eliminar el seguro.

La sala quedó de nuevo en silencio. El grupo de amigos no tenía más preguntas para hacer. Ricgar dijo:

—Si después tienen alguna otra duda pueden hacerla a nosotros o a sus consejeros. Ahora debemos prepararlos y comenzar su entrenamiento. No podemos perder tiempo.

Se pusieron de pie y salieron de la habitación. Omjand fue el primero que habló:

—Supongo que nos veremos después. Cuídense mucho, my friends.

Todos asintieron y se despidieron con frases cortas. Adifer, Homian, Omjand y sus respectivos ayudantes salieron del palacio. Subieron a sus vehículos y partieron en diferentes direcciones, hacia los distintos rayos de luz que se veían en el horizonte. Lormin regresó junto con Sarlen, su consejera, a su habitación. Comenzaba a anochecer. El mundo Primon no tenía un sol visible, pero la luz que iluminaba el exterior iba haciéndose cada vez más tenue.

14

Ricgar, Gammar, Agztran y Jessav caminaron hasta la habitación con la esfera de luz amarilla. Jessav observó cómo los destrozos causados por la piedra de poder de Lormin estaban completamente reparados. No pudo distinguir qué parte de la pared fue dañada. Ricgar habló:

—Ahora vamos a asignarles los poderes de ángel. Deben tocar la esfera de luz con las dos manos. Van a sentir un dolor que va a ir aumentando y desaparecerá de golpe. Soporten y no suelten la esfera.

Los dos jóvenes caminaron lentamente hacia la esfera de luz. Jessav suspiró y vio a Agztran a los ojos buscando apoyo. Tocaron la esfera con ambas manos. Sintieron como si estuviera tocando algo muy caliente. Ninguno de los dos quería emitir sonidos, pero pronto estaban reprimiendo quejidos. Cuando parecía que ya no podían aguantar más, el dolor desapareció y la esfera se sentía lisa y suave.

Jessav y Agztran se miraron mutuamente y observaron cómo sus ojos se habían vuelto blancos y un poco brillantes.

—Ya pueden soltar la esfera —indicó Gammar.

Cuando soltaron la esfera sus ojos volvieron a la normalidad. Sentían un hormigueo por el cuerpo que fue desapareciendo poco a poco.

—Ahora están listos para comenzar el entrenamiento —dijo Ricgar con una sonrisa.

Ambos asintieron en silencio. Jessav exhaló con fuerza mostrando alivio. Agztran abría y cerraba las manos. Gammar se acercó y sonriendo colocó las manos sobre los hombros de los dos jóvenes.

Guerras A-D

Подняться наверх