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Prólogo

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Cinco años y medio antes, Nochevieja

–Papá, por favor –dijo Gia Knox entre dientes.

Pero su padre, alardeando de ella, no se callaba. Esta vez estaba presumiendo de que su hija se había graduado con honores en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y en breve empezaría a trabajar en ThomKnox, la compañía familiar.

–No hay ninguna duda de que ha heredado mi inteligencia.

Jack Knox guiñó un ojo a su única hija y la rodeó con el brazo.

–No seas tonto, Jack –intervino Macy, la madre de Gia–. Todo el mundo sabe que heredado la inteligencia de mí. Venga, dejemos a estos chicos en paz. Les estamos estropeando la diversión.

Macy tiró de su marido y Gia se quedó a solas con uno de los diseñadores de páginas web con más talento de la empresa. Arrastró los pies como pudo con aquellos Louboutins negros y entrelazó las manos delante de su brillante falda negra. Se dio cuenta de que se sentía incómoda cuando empezó a juguetear con el largo collar que caía sobre su top de lentejuelas.

–Lo siento –le dijo al joven que tenía delante–. Están muy orgullosos. Por cierto, me alegro de conocerte, Jayson.

–Cooper. Nadie me llama Jayson.

–Con más motivo para no llamarte Cooper. Me gusta sentirme única.

Simplemente quería mostrarse simpática después del bochorno que había pasado con los comentarios de su padre, aunque más bien parecía que estuviera coqueteando. Por si fuera poco, Jayson le siguió la corriente.

–No hay ninguna duda de que eres única, Gia Knox.

Una breve sonrisa asomó entre su perilla y enseguida desapareció. Aquella medio sonrisa era arrebatadora, como todo él. El traje le sentaba muy bien con aquellos hombros tan anchos. No había dejado de mirarlo de reojo mientras su padre había estado presumiendo de sus calificaciones.

Tenía el pelo oscuro y ondulado, y lo llevaba muy corto, aunque la perilla le daba un aire misterioso. Y aquellos ojos azules y penetrantes…

–Bueno, Jay –dijo, atreviéndose a llamarlo con aquel apodo–, no sé si te alegras de que vaya a unirme al departamento de tecnología.

–Por supuesto que sí –contestó sin dudar.

–¡Sesenta segundos! –gritó Brannon, ganándose una ronda de vítores y aplausos.

Prácticamente todos los empleados de Thom-Knox estaban en aquella fiesta de Nochevieja, incluida la familia de Gia, el alma de ThomKnox.

Los asistentes a la fiesta siguieron el ejemplo de Bran y se concentraron en el centro del salón, mientras Jay y Gia se quedaron observando desde donde estaban.

–El momento que todos estábamos esperando –dijo ella mientras el grupo empezaba la cuenta atrás–. Un montón de empleados a punto de besarse con el comienzo de un nuevo año.

Esta vez, cuando su mirada se encontró con la de Jayson, se quedó clavada. Era incapaz de mirar hacia otro lado. Cuando él apartó los ojos de los suyos, fueron a detenerse en sus labios.

Sintió la caricia de su mirada. Era una sensación muy íntima y embriagadora. Se quedó distraída y descentrada. Solo había tomado una copa de champán, pero parecía que se hubiera acabado una botella y alguien se la hubiera roto en la cabeza.

¿Alguna vez había deseado tanto a un hombre? Jayson parecía tan encandilado como ella. Rara vez aquel tipo de atracción era mutua.

En aquel segundo, y en los tres que le siguieron, se imaginó satisfaciendo aquel deseo y besando a Jayson Cooper. Si desde donde estaba olía tan bien, de cerca debía de ser embriagador.

«Solo hay una manera de saberlo».

Jayson volvió a fijar la vista en ella y se echó hacia delante ligeramente.

Entonces, una pelirroja no tan alta como Gia y con una falda mucho más estrecha, se abalanzó sobre él.

–Vamos, Cooper, o nos perderemos la cuenta atrás –dijo dando saltos a su lado, agarrada a su brazo–. Hola, soy Shelly.

–Gia Knox.

Gia estrechó la mano de la otra mujer y sintió que perdía la atención de Jayson cuando rodeó a su cita por la cintura.

Como si lo hubieran llamado, Tom, el novio de Gia, también apareció.

–Ah, aquí estás.

Tom le dio un beso en la mejilla y ella puso una sonrisa falsa.

–Ha sido un placer conocerte, Jay –dijo Gia mientras Tom tiraba de ella hacia la multitud.

Jayson asintió y frunció ligeramente el ceño mientras Shelly lo arrastraba al centro del salón.

Gia y Jay se quedaron mirándose mientras seguía la cuenta atrás y la distancia entre ellos aumentaba.

Tres.

Dos.

Uno.

–¡Feliz año nuevo! –gritó la multitud mientras empezaba a caer una lluvia de confeti dorado y plateado.

–Feliz año nuevo, cariño –le dijo Tom a Gia antes de unir sus bocas en un beso.

Apartó aquella inoportuna y descabellada atracción que sentía por Jayson y se concentró en su pareja. Pero el beso de Tom apenas le afectó. Ni su corazón galopaba como había hecho un momento antes ni su estómago se había encogido por aquel delicioso e inesperado deseo.

Se entregó al beso, decidida a aplacar aquel arrebato de lujuria. En breve empezaría a trabajar con Jayson Cooper y dejarse llevar por una fantasía no era la mejor manera de comenzar su carrera en ThomKnox.

Aquella sería una noche que nunca olvidaría, y no por Tom, la fiesta o aquel beso de año nuevo. El mejor recuerdo de la noche sería haber conocido a un atractivo extraño de ojos azules que, aunque en aquel momento no lo sabía, en breve se convertiría en su marido y, al poco, en su exmarido.

El último beso

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