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La Apostasía

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EL apóstol Pablo, en su segunda carta a los Tesalonicenses, predijo la gran apostasía que había de resultar en el establecimiento del poder papal. Declaró, respecto al día del Mesias: "Ese día no puede venir sin que venga primero la apostasía, y sea revelado el hombre de pecado, el hijo de perdición; el cual se opone a Elohim (D-os), y se ensalza sobre todo lo que se llama Dios/Elohim, o que es objeto de culto; de modo que se siente en el templo de Elohim (D-os), ostentando que él es Elohim (D-os)." (2Tesalonicenses 2:3, 4.) Y además el apóstol advierte a sus hermanos que "el misterio de iniquidad está ya obrando." (Vers. 7.) Ya en aquella edad temprana había visto introducirse en la grey [asamblea] los errores que prepararían el camino para el desarrollo del papado.

Poco a poco, primero solapadamente y a hurtadillas, y después con más desembozo, conforme iba cobrando fuerza y dominio sobre los espíritus de los hombres, "el misterio de la iniquidad" avanzó en su obra engañosa y blasfema. De un modo casi imperceptible las costumbres del paganismo se abrieron paso en la grey [asamblea] cristiana. El espíritu de avenencia y de transacción fue coartado por algún tiempo por las terribles persecuciones que sufriera la iglesia bajo el régimen del paganismo. Mas habiendo cesado la persecución y habiendo penetrado el cristianismo en las cortes y palacios, la grey [asamblea] dejó a un lado la humilde sencillez del Mesías y de sus apóstoles por la pompa y el orgullo de los sacerdotes y gobernantes paganos, y substituyó las ordenanzas de Dios por las teorías y tradiciones de los hombres. La conversión nominal de Constantino, a principios del siglo cuarto, causó gran regocijo; y el mundo, disfrazado con capa de rectitud, se introdujo en la iglesia. Desde entonces la obra de corrupción progresó rápidamente. El paganismo que parecía haber sido vencido, vino a ser el vencedor. Su espíritu dominó a la iglesia. Sus doctrinas, ceremonias y supersticiones se incorporaron a la fe y a la adoración {al culto} de los que profesaban ser discípulos del Mesías.

Este convenio entre el paganismo y el cristianismo dio por resultado el desarrollo del "hombre de pecado" predicho en la profecía como oponiéndose a Dios y ensalzándose a sí mismo sobre Dios. Ese gigantesco sistema de falsa religión es obra maestra del poder de Satanás, - un monumento de sus esfuerzos para sentarse él en el trono y reinar sobre la tierra según su voluntad.

Ya una vez Satanás se había esforzado por hacer un convenio con el Mesías. Vino adonde estaba el Hijo de YAHWEH en el desierto para tentarle, y mostrándole todos los reinos del mundo y su gloria, ofreció entregárselo todo con tal que reconociera la supremacía del príncipe de las tinieblas. El Mesías reprendió al presuntuoso tentador y le obligó a marcharse. Pero al presentar las mismas tentaciones a los hombres, Satanás consigue el éxito más completo. Por asegurarse honores y ganancias mundanas, la iglesia fue inducida a buscar el favor y el apoyo de los grandes de la tierra, y habiendo rechazado de esa manera al Mesías, tuvo que someterse al representante de Satanás, - el obispo de Roma.

Una de las principales doctrinas del romanismo es la de que el papa es cabeza visible de la iglesia universal de Cristo {del Mesías; editor: en la iglesia está un otro 'Cristo oir la re-incarnación' (un otro camino a Dios) que en las Escrituras Sagradas}, e investido de suprema autoridad sobre los obispos y los pastores de todas las partes del mundo. Aun más, al papa se le han dado los títulos propios de la divinidad. Se le ha titulado "Señor Dios el Papa" (véase el Apéndice), y se le ha declarado infalible.

EL Apéndice: TÍTULOS. - En un pasage que forma parte del derecho canónico, el papa Inocencio III declara que el pontífice romano es "el vicario en la tierra, no de un mero hombre, sino del mismo Dios"; y en una glosa del trozo se explica que esto es así debido a que el papa es el vicario de Cristo, el cual es "verdadero Dios y verdadero hombre." (Véase Decretal. D. Gregor. Pap. IX. lib. 1, de translat. Episc. tit. 7, c. 3. Corp. Jur. Canon, ed. París, 1612; tom. II, Decretal. col. 205.)

En cuanto al título "Señor Dios el Papa," véase una glosa de las Extravagantes del papa Juan XXII, título 14, cap. 4, "Declaramus." En una edición de las Extravagantes, impresa en Amberes en 1584, se encuentran en la columna 153 las palabras "Dominum Deum nostrum Papam" ("Nuestro Señor Dios el Papa"). En una edición de París, del año 1612, se hallan en la columna 140. En varias ediciones publicadas desde 1612, hase omitido la palabra "Deum" ("Dios").

Exige que todos los hombres le rindan homenaje. La misma pretensión que sostuvo Satanás cuando la tentación {al Mesías} en el desierto, la sostiene aún por medio de la iglesia de Roma, y muchos son los que están por rendirle homenaje.

Empero los que temen y reverencian a Dios, resisten esa pretensión, que es un reto al cielo, como resistió el Mesías las instancias del astuto enemigo: A YAHWEH tu Elohim (D-os) adorarás, y a él solo servirás!" (S. Lucas 4:8.) Dios no ha hecho alusión alguna en su Palabra a que él haya elegido a un hombre para que sea la cabeza de la iglesia. La doctrina de la supremacía papal está en abierta oposición con las enseñanzas de las Santas Escrituras. El papa no puede tener autoridad sobre la grey [asamblea] del Mesías sino por usurpación.

Los romanistas se han empeñado en acusar a los protestantes de herejía y de haberse separado resueltamente de la verdadera iglesia. Pero estos cargos recaen más bien sobre ellos mismos. Ellos son los que arriaron la bandera del Mesías y se apartaron de "la fe que ha sido una vez dada a los santos." (S. Judas 1:3.)

Bien sabía Satanás que las Sagradas Escrituras harían a los hombres capaces de discernir los engaños de él y de oponerse a su poder. Por medio de la Palabra fue como el mismo Salvador del mundo resistió los ataques del tentador. A cada asalto suyo, el Mesías presentaba el escudo de la verdad eterna diciendo: "Escrito está." A cada sugestión del adversario oponía él la sabiduría y el poder de la Palabra. Para mantener su poder sobre los hombres y establecer la autoridad del usurpador papal, Satanás necesita que ellos ignoren las Santas Escrituras. La Biblia ensalza a Dios y coloca a los hombres, seres finitos, en su verdadero sitio; por consiguiente hay que esconder y suprimir sus verdades sagradas. Esta fue la lógica que adoptó la iglesia romana. Por centenares de años fue prohibida la circulación de la Biblia. No se permitía a la gente leerla ni que la tuviese en sus casas. Sacerdotes y prelados sin principios eran los que interpretaban las enseñanzas de ella para sostener sus pretensiones. De este modo el papa vino a ser reconocido casi universalmente como vicegerente de Dios en la tierra, dotado de autoridad sobre la iglesia y el estado.

Una vez suprimido lo que descubría el error, Satanás hizo lo que quiso. La profecía había declarado que el papado pensaría "mudar los tiempos y la ley." (Daniel 7:25.) No tardó en darse comienzo a esta obra. Para dar a los convertidos del paganismo algo que equivaliera al culto de los ídolos que les había sido quitado y para animarles a que aceptaran siquiera nominalmente el cristianismo, se introdujo gradualmente en el culto cristiano la adoración de imágenes y de reliquias. Este sistema de idolatría fue definitivamente sancionado por decreto de un concilio general. (Véase el Apéndice.)

EL Apéndice: CULTO DE LAS IMÁGENES. - "El culto de las imágenes ... fue una de esas corrupciones del cristianismo que se introdujeron en la iglesia furtivamente y casi sin que se notaran. Esta corrupción no se desarrolló de un golpe, cual aconteció con otras herejías, pues en tal caso habría sido censurada y condenada enérgicamente, sino que habiendo empezado en forma disfrazahda y plausible favoreció la introducción de nuevas prácticas una tras otra de tan paulatino modo, que la iglesia se vió totalmente envuelta en idolatría no sólo sin enérgica oposición, sino sin sinquiera protesta resuelta alguna; y cuando al fin se hizo un esfuerzo para extirpar el mal, resultó éste por demás arraigado para ello. ... La causa de dicho mal hay que buscarla en la propensión idolátrica del corazón humano a adorar a la criatura más bien que al Creador. ....

"Las imágenes y los cuadros fueron introducidos al principio en la iglesia no para que fueran adorados, sin para que sirvieran como de libros que facilitaran la tarea de enseñar a los que no sabían leer o para despertar en otros la adoración. Difícil es decir hasta que punto este medio correspondió al fin propuesto; pero aun concediendo que así fuera durante algún tiempo, muy pronto dejó de serlo, resultando que los cuadros e imágenes puestos en las iglesias, en lugar de ilustrar obscurecían la mente de los ignorantes y degradaban la devoción de los creyentes en lugar de exaltarla. De suerte que, por más que se hubiera pensado en emplear unos y otros para dirigir los espíritus de los hombres hacia Dios, no sirvieron en fin de cuentsas sino para alejarlos de él e inducirlos a lo adoración de las cosas crasdas." (J. Mendham, "The Seventh General Council, the Second of Nicea," Introducción, págs. iii-vi.)

Para una relación de los procedimientos y decretos del Segundo concilio de Nicea, 787 de J. C., convocado para instituir el culto de las imágenes, véase Baronius: "Annales Ecclesiastici," tomo IX, págs. 391-407 (ed. de Amberes, 1612); J. Mendham, "The Seventh General Council, the Second of Nicea"; C. J., v. Héfélé, "Histoire des Conciles," lib. 18, cap. 1, sec. 332, 333; cap. 2, sec. 345-352.

Para remate de su sacrílega obra, Roma se atrevió a borrar de la ley de YAHWEH el segundo mandamiento, que prohibe la adoración de las imágenes y a dividir en dos el último mandamiento para conservar el número de éstos.

El espíritu de concesión al paganismo fomentó aún más si cabe, el desprecio de la autoridad del cielo. Satanás, obrando por medio de directores inconversos de la iglesia, hizo por escamotear también el cuarto mandamiento y trató de echar a un lado el antiguo Sábado, el día que YAHWEH había bendecido y santificado (Génesis 2:2, 3), y de colocar en su lugar el día festivo observado por los paganos como "el venerable día del sol." Este intento no se hizo al principio abiertamente. En los primeros siglos el verdadero Sábado había sido guardado por todos los cristianos, los cuales siendo celosos de la honra de YAHWEH y creyendo que su ley es inmutable, respetaban escrupulosamente la santidad de sus preceptos. Pero Satanás procedió con gran sutileza por medio de sus agentes para llegar al fin que se propusiera. Para llamar la atención de la gente hacia el domingo, fue declarado día de fiesta en honor de la resurrección del Mesías. Se celebraban servicios religiosos en ese día; no obstante se lo consideraba como día de recreo, y seguía guardándose piadosamente el Sábado.

Con el fin de preparar el camino para la realización de sus fines, Satanás indujo a los judíos, antes del advenimiento del Mesías, a que recargasen el Sábado con las más rigurosas exacciones, de modo que su observancia fuese para ellos una pesada carga. Aprovechándose entonces de la falsa luz bajo la cual lo había hecho considerar, hízolo despreciar como institución judaica. Al mismo tiempo que los cristianos seguían observando generalmente el domingo como día de fiesta alegre, el Diablo los indujo a hacer del Sábado un día de ayuno, de tristeza y de abatimiento para hacer patente su odio al judaísmo.

A principios del siglo IV el emperador Constantino expidió un decreto que hacía del domingo un día de fiesta pública en todo el Imperio Romano. (Véase el Apéndice.)

EL Apéndice: EDICTO DE CONSTANTINO. - La ley dada por Constantino el 7 de marzo del año 321 de J. C., relativa al día de descanso, reza como sigue:

"Que todos los jueces, y todos los habitantes de la ciudad, y todos los mercaderes, artesanos descansen el veneralbe día del sol. Empero que los labradores atiendan con plena libertad al cultivo de los campos; ya que acontece a menudo que ningún otro día es tan adecuado para la siembra del grano o para plantar la viña; de aquí que no se deba dejar pasar el tiempo favorable concedido por el cielo." - "Codex Justinianus," lib. 3, tit. 12, pár. 2 (3).

"Descansen todos los jueces, la plebe de las ciudades, y los oficios de todas las artes el venerable día del sol. Pero trabajen libre y lícitamente en las faenas agricolas los establecidos en los campos, pues acontece con frecuencia, que en ningún otro día se echa el grano a los surcos y se plantan vides en los hoyos más convenientemente, a fin de que con ocasión del momento no se pierda el beneficio concedido por la celestial providencia." Código de Justiniano, lib. 3, tit. 12, pár. 2 [3] (en la edición, en latín y castellano, por Gracía del Corral, intitulada Cuerpo del derecho civil romano: tomo 4, pág. 333, Barcelona, 1892).

El original en latín se halla además en J. L. v. Mosheim; "Institutionem Historiae Ecclesiasticae antiquioris et recensioris," sig. 4, parte 2, cap. 4, sec. 5, y en otras muchas obras.

El Diccionario Enciclopédico Hisp.-Amer., art. Domingo, dice:

"El emperador Constantino, en el año 321, fue el primero que ordenó una rigurosa observación del domingo, prohibiendo toda clase de negocios jurídicos, ocupaciones y trabajos; unicamente se permitía a los labradores que trabajaran los domingos en faenas agrícolas, si el tiempo era favorable. Una ley posterior del año 425 prohibió la celebración de toda clase de representaciones teatrales, y finalmente en el siglo VIII se aplicaron en todo su rigor al domingo cristiano las prohibiciones del Sábado judaico."

El día del sol fue reverenciado por sus súbditos paganos y honrado por los cristianos; pues era política del emperador conciliar los intereses del paganismo y del cristianismo que se hallaban en pugna. Los obispos de la iglesia, inspirados por su ambición y su sed de dominio, le hicieron obrar así, pues comprendieron que si el mismo día era observado por cristianos y paganos, éstos llegarían a aceptar nominalmente el cristianismo, redundando esto así en beneficio del poder y de la gloria de la iglesia. Pero al par que muchos cristianos piadosos fueron poco a poco inducidos a reconocer el domingo como día un tanto sagrado, ellos no dejaban de considerar el verdadero Sábado como el día santo de YAHWEH y lo observaban en cumplimiento del cuarto mandamiento.

Pero no paró aquí la obra del jefe engañador. Resolvió también reunir al mundo cristiano bajo su bandera y ejercer su poder por medio de su vicario, el orgulloso pontífice, que pretendía ser el representante de Cristo / del Mesías. Realizó su propósito valiéndose de paganos semiconvertidos, de prelados ambiciosos y de eclesiásticos amigos del mundo. Convocábanse de vez en cuando grandes concilios, en que se reunían los dignatarios de la iglesia de todas partes del mundo. Casi en cada concilio el Sábado que YAHWEH había instituido era deprimido cada vez más en tanto que el domingo era exaltado en igual proporción. Así es cómo la fiesta pagana vino a ser honrada como institución divina, mientras que el Sábado de la Biblia fue considerado como reliquia del judaísmo y su observancia declarada maldita.

El gran apóstata logró ensalzarse a sí mismo "sobre todo lo que se llama Dios/Elohim, o que es objeto de culto." (2Tesalonicenses 2:4.) Se había atrevido a alterar el único precepto de la ley divina que señala de un modo infalible a toda la humanidad al Dios viviente y verdadero. En el cuarto mandamiento YAHWEH es dado a conocer como el Creador de los cielos y de la tierra y distinto por lo tanto de todos los dioses falsos. Fue como para conmemorar la obra de la creación para lo que se santificó el día séptimo como día señalado de descanso para el hombre. Fue designado para que el Dios viviente estuviese siempre presente en la mente de los hombres como fuente de toda ser y objeto de reverencia y adoración. Satanás se esfuerza por disuadir a los hombres de que se sometan a Dios y obedezcan a su ley; por eso dirige sus golpes especialmente contra el mandamiento que presenta a Dios como al Creador.

Los protestantes alegan entonces que la resurrección del Mesías en el domingo convirtió a dicho día en el día del Señor. Pero las Santas Escrituras en nada confirman este modo de ver. Ni el Mesías ni sus apóstoles confirieron semejante honor a ese día. La observancia del domingo como institución cristiana tuvo su origen en aquel "misterio de iniquidad" (2Tesalonicenses 2:7) que ya había empezado ya a entrar en acción en los días de S. Pablo. ¿Dónde y cuándo adoptó el SEñor {Yahshua} a este hijo del papado? ¿Qué razón válida puede darse en favor de un cambio que las Santas Escrituras no sancionan?

En el siglo sexto el papado concluyó por afirmarse. El asiento de su poder quedó definitivamente fijado en la ciudad imperial, cuyo obispo fue proclamado cabeza de toda la iglesia. El paganismo había dejado el lugar al papado. El dragón dio a la bestia "su poder y su trono, y grande autoridad." (Apocalipsis 13:2; véase el Apéndice.)

EL Apéndice: FECHAS PROFÉTICAS. - Los hechos históricos y cronológicos relativos á los períodos proféticos de Daniel 8 y 9, inclusas muchas prubas evidentes que indican de modo indubitable que fué el año 457 ant. de J. C. la fecha exacta desde la que deben empezar á contarse estos períodos proféticos, han sido expuestos con claridad por muchos investigadores de la profécia. Véase Stanley Leathes, “Old Testament Prophecy,” conferencias 10, 11 (Conferencias de Warburton para 1876-1880); W. Goode, “Fulfilled Prophecy,” sermon 10, inclusive Nota A (Conferencia de Warburton para 1854-1858); A. Thom, “Chronology of Prophecy,” págs. 26-106 (Londres, 1848); Sir Isaac Newton, “Observations upon the Prophecies of Daniel, and the Apocalypse of St. John,” cap. 10 (ed. de Londres, 1733, págs. 128-143); Uriah Smith, “Thoughts on Daniel and the Revelation,” parte 1, caps. 8, 9; L. R. Conradi, “Los videntes y lo porvenir,” parte 1, caps. 8, 9 (págs. 129-179). En cuanto á la fecha de la crucifixión, véase W. Hales, “Analysis of Chronology,” tomo I, págs. 94-101; tomo III, págs. 164-258 (segunda ed. de Londres, 1830).

Entonces empezaron a correr los 1260 años de la opresión papal predicha en las profecías de Daniel y en el Apocalipsis. (Daniel 7:25; Apocalipsis 13:5-7.) Los cristianos se vieron obligados a optar entre transigir en desmedro del la integridad de su profesión de fe y aceptar el culto y las ceremonias papales, o pasar la vida encerrados en los calabozos o morir en el tormento, en la hoguera o bajo el hacha del verdugo. Entonces se cumplieron las palabras de Yahshua: "Seréis entregados aun de vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre." (S. Lucas 21:16, 17.) La persecución se desencadenó sobre los fieles con furia jamás conocida hasta entonces, y el mundo vino a ser un vasto campo de batalla. Por centenares de años la grey [asamblea] del Mesías no halló más refugio que en la reclusión y en la obscuridad. Así lo dice el profeta: "Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar aparejado de Elohim (D-os), para que allí la mantengan mil doscientos y sesenta días." (Apocalipsis 12:6.)

El advenimiento de la iglesia romana al poder marcó el principio de la Edad Media. A medida que crecía su poder, las tinieblas se hacían más densas. La fe pasó del Mesías, el verdadero fundamento, al papa de Roma. En vez de confiar en el Hijo de Dios para el perdón de los pecados y para la salvación eterna, la gente [el pueblo] acudieron al papa y a los sacerdotes y prelados, a quienes él invistiera de autoridad. Se le enseñó que el papa era su mediador terrenal y que nadie podía acercarse a Dios sino por medio de él, y andando el tiempo se le enseñó también que el papa estaba para ellos en lugar de Dios y que por lo tanto debían obedecerle implícitamente. Con sólo desviarse de sus disposiciones se hacían acreedores a los más severos castigos, los cuales eran impuestos a los cuerpos y almas de los transgresores. Y así es como los espíritus de los hombres eran apartados de Dios y dirigidos hacia los hombres falibles y crueles; y aun más, hacia el mismo príncipe de las tinieblas que ejercía su poder por intermedio de ellos. El pecado se disfrazaba bajo túnica de santidad. Cuando las Santas Escrituras se suprimen y el hombre llega a considerarse como ente supremo, ¿qué otra cosa puede esperarse sino el fraude, el engaño y la degradante iniquidad? Siempre que se han ensalzado las leyes y las tradiciones humanas ha vendio a ponerse de manifiesto la corrupción que resulta siempre del menosprecio de la ley de YAHWEH.

Días azarosos fueron aquéllos para la grey [asamblea] del Mesías. Pocos, en verdad, fueron los sostenedores de la fe. Aun cuando la verdad no quedó sin testigos, a veces parecía que el error y la superstición concluirían por prevalecer completamente y que la verdadera religión iba a ser desarraigada de la tierra. El evangelio se desvanecía mientras que las formas de religión se multiplicaban, y la gente se veía abrumada bajo el peso de exacciones rigurosas.

No sólo se le enseñaba a ver en el papa a su mediador, sino aun a confiar en sus propias obras para la expiación del pecado. Largas peregrinaciones, obras de penitencia, la adoración de reliquias, la construcción de templos, relicarios y altares, la donación de grandes sumas a la iglesia, - todas estas cosas y muchas otras parecidas les eran impuestas a los fieles para aplacar la ira de Dios o para asegurarse su favor; ¡como si Dios, a semejanza de los hombres, se enojara por pequeñeces, o pudiera contentarse con regalos y penitencias!

Por más que los vicios prevalecieran aun entre los jefes de la iglesia romana, su influencia parecía ir siempre en aumento. A fines del siglo VIII los papistas avanzaron la pretensión de que en los primeros tiempos de la iglesia tenían los obispos de Roma el mismo poder espiritual que a la fecha se arrogaban. Para sentar tal pretensión con visos de autoridad, había que valerse de algunos medios - que pronto fueron sugeridos por el padre de la mentira. Los monjes fraguaron viejos manuscritos. Se descubrieron decretos conciliares de los que nunca se había oído hablar hasta entonces y que establecían la supremacía universal del papa desde los primeros tiempos. Y la iglesia que había rechazado la verdad, aceptó con avidez estas imposturas. (Véase el Apéndice.)

EL Apéndice: ESCRITOS ADULTERADOS. - Entre los documentos cuya falsificación es generalmente reconocida en la actualidad, la Donación de Constantino y las Decretales Pseudo-Isidorianas son de la mayor importancia.

Al referir los hechos relativos a la pregunta: "¿Cuándo y por quién fue fraguada la Donación de Constantino?" M. Gosselin, director del seminario de St. Sulpice (París), dice:

"Por bien que se haya probado la falsedad de ese documento, dificil es determinar, con precisión, la época de dicha falsificación. M. de Marca, Muratori, y otros sabios críticos, opinan que fue compuesto en el siglo octavo, antes del reinado de Carlomagno. Muratori cree además probable que haya podido inducir a aquel monarca y a Pipino a ser tan generosos para con la santa sede." - Gosselin "Pouvoir de pape au moyen âge" (París, 1845), pág. 717.

Respecto a la fecha de las Decretales Pseudo-Isidoranas, véase Mosheim, "Historiae Ecclesiasticas," Léipsig, 1755 ("Histoire Ecclésiastique," Maestricht, 1776), lib. 3, sig. 9, parte 2, cap. 2, sec. 8. El sabio historiador católico, el abate Fleury en su "Histoire Ecclésiastique" (dis. 4, sec. 1), dice de dichas decretales, que "salieron a luz cerca de a fines del siglo octavo." Fleury, que escribió cerca de a fines del siglo diez y siete, dice además que esas "falsas decretales pasaron por verdaderas durante ochocientos años; y apenas fueron abandonadas el siglo pasado. Verdad es que actualmente no hay nadie, un tanto al corriente de estas materias, que no reconozea la falsedad de dichas decretales." - Fleury, "Histoire Ecclésiastique," tom. 9, pág. 446 (París, 1742).Véase además Gibbon, "Histoire de la Décadence et de la Chute de l'Empire Romain," cap. 49, pár. 16 (París, 1828, tom. IX, págs. 319-323).

Los pocos fieles que construyeron sobre el cimiento verdadero (1Corintios 3:10, 11) estaban perplejos y sin poder hacer nada, toda vez que los escombros de las falsas doctrinas entorpecían el trabajo. Como los constructores de los muros de Jerusalén en tiempo de Nehemías, algunos estaban por exclamar: "¡Las fuerzas de los acarreadores se han enflaquecido, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro!" (Nehemías 4:10.) Debilitados por el constante esfuerzo que hacían contra la persecución, el engaño, la iniquidad y todos los demás obstáculos que Satanás inventara para detener su avance, algunos de los que habían sido fieles edificadores llegaron a desanimarse; y por amor a la paz y a la seguridad de sus propiedades y de sus vidas se apartaron del fundamento verdadero. Otros, sin dejarse desalentar por la oposición de sus enemigos, declararon sin temor: "¡No temáis delante de ellos! ¡Acordaos de YAHWEH grande y terrible!" (Nehemías 4:14), y cada uno de los que trabajaban tenía la espada ceñida allomo. (Efesios 6:17.)

En todo tiempo el mismo espíritu de odio y de oposición a la verdad es el que ha inspirado a los enemigos de Dios, y la misma vigilancia y fidelidad ha sido necesaria a sus siervos. Las palabras del Mesías a sus primeros discípulos se aplicarán a todos sus discípulos hasta el fin de los tiempos: "Y las cosas que a vosotros digo, a todos las digo: ¡Velad!" (S. Marcos 13:37.)

Las tinieblas parecían hacerse más densas. La adoración de las imágenes vino a hacerse más general. Se les encendían velas y se les ofrecían oraciones. Llegaron a prevalecer las costumbres más absurdas y supersticiosas. Los espíritus estaban tan completamente dominados por la superstición, que la razón misma parecía haber perdido su poder. Mientras los sacerdotes y los obispos sensuales y corrompidos se entregaban a los placeres, sólo podía esperarse del pueblo que acudía a ellos en busca de dirección, que siguiera sumido en la ignorancia y en los vicios.

Las pretensiones papales dieron otro paso más cuando en el siglo XI el papa Gregorio VII proclamó la perfección de la iglesia romana. Entre las proposiciones que él expuso había una que declaraba que la iglesia no había errado nunca ni podía errar, según las Santas Escrituras. Pero las pruebas de la Escritura faltaban para apoyar la tal declaración. El altivo pontífice reclamaba además para sí el derecho de deponer emperadores, y declaraba que ninguna sentencia pronunciada por él podía ser revocada por hombre alguno, pero que él tenía la prerrogativa de revocar las decisiones de todos los demás. (Véase el Apéndice.)

EL Apéndice: DICTADOS DE HILDEBRANDO (GREGORIA VII). - Véase Baronio (cardenal C.), "Annales Ecclesiastici," An. 1076 (edición de Luca, 1745, tomo 17, págs. 430, 431). Una copia de los "Dictados" originales se encuentra también en Gieseler, "Lehrbuch der Kirchengeschichte," período 3, div. 3, cap. 1, sec. 47, nota c (3a, ed., Bonn, 1832, tom. II B, págs. 6-8).

El modo en que trató al emperador alemán Enrique IV nos pinta a lo vivo el carácter tiránico de este abogado de la infalibilidad papal. Por haber intentado desobedecer la autoridad papal, dicho monarca fue excomulgado y destronado. Aterrorizado ante la deserción de sus propios príncipes que por orden papal fueron instigados a rebelarse contra él, Enrique no tuvo más remedio que hacer las paces con Roma. Acompañado de su esposa y de un fiel sirviente, cruzó los Alpes en pleno invierno para humillarse ante el papa. Habiendo llegado al castillo donde Gregorio se había retirado, fue conducido, despojado de sus guardas, a un patio exterior, y allí, en el crudo frío del invierno, con la cabeza descubierta, los pies descalzos y miserablemente vestido, esperó el permiso del papa para llegar a su presencia. Sólo después de haber pasado así tres días, ayunando y haciendo confesión, condescendió el pontífice en perdonarle. Y aun entonces fuéle concedida esa gracia con la condición de que el emperador esperaría la venia del papa antes de reasumir las insignias reales o de ejercer su poder. Y Gregorio envanecido con su triunfo se enorgullecía del deber que tenía de abatir la soberbia de los reyes.

¡Cuán notable es el contraste entre el despótico orgullo de tan altivo pontífice y la mansedumbre y humildad del Mesías que se presenta a sí mismo como llamando a la puerta del corazón para ser admitido en él y traer perdón y paz, y que además enseñó a sus discípulos que: "Y quién allí quiera ser el más distinguido, que sea vuestro siervo"! (S. Mateo 20:27.)

Los siglos que se sucedieron presenciaron un constante aumento del error en las doctrinas sostenidas por Roma. Aun antes del establecimiento del papado, habíanse tomado en consideración las enseñanzas de los filósofos paganos, las cuales ejercían influencia dentro de la iglesia. Muchos que profesaban ser convertidos se antenían aún a los dogmas de su filosofía pagana, y no sólo seguían estudiándolos ellos mismos sino que inducían a otros a que los estudiaran también a fin de extender su influencia entre los paganos. Graves errores se introdujeron de ese modo en la fe cristiana. Uno de los principales fue la creencia en la inmortalidad natural del hombre y en su estado consciente después de la muerte. Esta doctrina fue la base sobre la cual Roma estableció la invocación de los santos y la adoración de la virgen María. De aquí se derivó también la herejía del tormento eterno para los que mueren impenitentes, herejía que muy pronto figuró en el credo papal.

De este modo se preparó el camino para la introducción de otra invención del paganismo, la del purgatorio, como Roma la llama, y de la que se valió para aterrorizar a las muchedumbres crédulas y supersticiosas. Con esta herejía Roma afirma la existencia de un lugar de tormento, en el que las almas de los que no han merecido eterna condenación han de ser castigadas por sus pecados, y de donde, una vez limpiadas de impureza, son admitidas en el cielo. (Véase el Apéndice.)

EL Apéndice: PURGATORIA. - "La doctrina católica, tal cual la expuso en el concilio de Trento, es que los que salen de vida en gracia y caridad, pero no obstante, deudores de las penas que la divina justicia se reservó, las padecen en la otra vida. Esto es lo que se nos propone creer acerca de las almas detenidas en el purgatorio," - Art. Purgatoria, en el Diccionario Enciclopédico Hisp.-Amer.

"El Concilio (tridentino) enseña: 1.° Que después de la remisión de la culpa y de la pena eterna, queda un reato de pena temporal. 2.° Que si no se ha satisfecho en esta vida debe satisfacerse en el purgatorio. 3.° Que las oraciones y buenas obras de los vivos son útiles a los difuntos para aliviar y abreviar sus penas. 4.° Quel es sacrificio de la misa es propciatorio y aprovecha a los vivos lo mismo que a los difuntos en el purgatorio." - Art. Purgatorio, en el Diccionario de ciencias eclesiásticas por Perujo y Angulo (Barcelona, 1883-1890).

Una impostura más necesitaba Roma para aprovecharse de los temores y de los vicios de sus adherentes. Fue ésta la doctrina de las indulgencias. A todos los que se alistasen en las guerras del pontífice emprendidas para extender su dominio temporal, castigar a sus enemigos o exterminar a aquellos que se atreviesen a negar su supremacía espiritual, se concedía plena remisión de los pecados pasados, presentes y futuros, y la condonación de todas las penas y castigos merecidos. Se enseñó también al pueblo que por medio de pagos hechos a la iglesia podía librarse uno del pecado y librar también a las almas de sus amigos difuntos que padecían las llamas del purgatorio. Con semejantes tretas Roma llenó sus arcas y sustentó la magnificencia, el lujo y los vicios de los que pretendían ser representantes de Aquel que no tuvo donde recostar la cabeza. (Véase el Apéndice.)

EL Apéndice: INDULGENCIAS. - Para una historia detallada de la doctrina de las indulgencias, véase art. Indulgencias, en el "Diccionario de ciencias eclesiásticas," por los Dres. Perujo y Angulo (Barcelona, 1883-1890); C. Ullmann, "Reformatoren vor der Reformation," tom. I, lib. 2, sec. 2, págs. 259-307 (Hamburgo, ed. de 1841); M. Creighton, "History of the Papacy," tom. V, págs. 56-64, 71; L. von Ranke, "Deutsche Geschichte im Zeitalter der Reformation," lib. 2, cap. 1, párs. 131, 132,139-142, 153-155 (3.° ed., Berlin, 1852, tom. I, págs. 233-243); H. C. Lea, "A History of Auricular Confession and Indulgences"; G. P. Fisher, "Historia de la Reformación," cap. 4, pár. 7 (traducida por H. W. Brown, catedrático del seminario teológico presbiteriano de Tlalpam, México. Filadelfia, E. U. A., 1891); Juan Calvino, "Institución religiosa," lib. 3, cap. 5, págs. 447-451 (Obras de los reformadores antiguos españoles, No. 14, Madrid, 1858).

En cuanto a los resultados de la doctrina de las indulgencias durante el período de la Reforma, véase el estudio en inglés del Dr. H. C. Lea, intitulado, "Las indulgencias en España" y publicado en los "Papers of the American Society of Church History," tom. I, págs. 129-171. Refiriéndose al valor de la luz arrojada por este estudio histórico el Dr. Lea dice en su párrofo inicial: "Sin ser molestada por la controversia que se ensañara entre Lutero y el Dr. Eck y Silvestre Prierias, España seguía tranquila recorriendo el viejo y trillado sendero, y nos suministra los incontestables documentos oficiales que nos permiten examinar el asunto a la pura luz de la historia."

La institución bíblica de la Cena del Señor fue substituida por el sacrificio idolátrico de la misa. Los sacerdotes papales pretendieron con su insulsa momería convertir el pan y el vino en "el cuerpo y sangre verdaderos de Cristo." (Cardenal Wiseman, Conferencias sobre "The Real Presence," Confer. 8, sec. 3, pár. 26.) Con blasfema presunción e indecible desenfado se arrogarom el poder de crear a Dios, al Creador de todas las cosas. Se les obligaba a los cristianos, so pena de muerte, a confesar su fe en esta horrible herejía que era toda una afrenta al cielo. Muchos y muchos que se negaron a ello fueron quemados vivos. (Véase el Apéndice.)

EL Apéndice: LA MISA. - Respecto a la doctrina de la misa, véase la obra del cardenal Wiseman, "The Real Presence of the Body and Blood of Our Lord Jesus Christ in the Blessed Eucharist" ("La real presencia del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesu-Cristo en la santa eucaristiá"); además el Diccionario Enciclop. Hisp.-Amer., art. Eucaristía (último párrafo: "Definiciones del concilio de Trento relativas a la doctrina de la eucaristíca"); "Cánones y decretos del concilio de Trento," sesión 13, caps. 1-8 (en la edición, "Los sacrosantos ecuménicos concilios de Trento y Vaticano, en latín y castellano," por A. M. Díez, Madrid, 1903, págs. 126-137). J. Calvino, "Institución religiosa," lib. 4, caps. 17, 18, págs. 925-985 (Obras de los reformadores antiguos españoles, No. 14, Madrid, 1858); K. R. Hagenbach, "Lehrbuch der Dogmengeschichte," tom. I, págs. 180-188, 331-336, y tom. II, págs. 161-179 (2a. ed., Léipzig, 1827).

En el siglo XIII se estableció la más terrible de las maquinaciones del papado: la inquisición. El príncipe de las tinieblas obró de acuerdo con los jefes de la jerarquía papal. En sus concilios secretos, Satanás y sus ángeles gobernaron los espíritus de los hombres perversos, mientras que invisible acampaba entre ellos un ángel de Dios que llevaba apunte de sus malvados decretos y escribía la historia de hechos por demás horrorosos para ser presentados a la vista de los hombres. "Babilonia la grande" fue "embriagada de la sangre de los santos." Los cuerpos mutilados de millones de mártires clamaban a Dios venganza contra aquel poder apóstata.

Cita:

"Incluso entonces descubrí que querían prepararme para ser un espía y precursor de la destrucción de las iglesias protestantes. La Inquisición fue uno de los mecanismos más brutales que ha pensado la humanidad. Todo el poder y la crueldad de la Iglesia Católica - y ocurre aún hoy en día – por ello salió a la superficie, que desde el año 1200 d.C. hasta la actualidad 68 millones de víctimas se han quejado [editor: en la estadística con la consideración de la cifra negra: 150 hasta 250 millones de las víctimas humanas].

Los primeros de Orden en la Inquisición fueron los Dominicos. En el fondo actuaron los jesuitas. Dondequiera que los dominicos aparecieron, se propagó el miedo y el terror. ¡Nadie estaba a salvo de ellos [editor: de acuerdo con el ex sacerdote Gregorío Dalliard, ¡los franciscanos también eran muy activos, aún más, incluso en competencia con los frailes dominicos, quienes eran los mejores en la realización de los trabajos de la Inquisición! (editor: ¡Los mejores en masacrar!)]!

Hoy la Iglesia Católica Romana está ansiosa por distorsionar la historia de la inquisición y esconder sus obras sangrienta. Los libros sobre este tema desaparecen una y otra vez de las bibliotecas. “Es el secreto mejor guardado de la historia de la iglesia en los tiempos modernos”.

Extraído de: Alberto Romero Rivera, 1984, pág. 8

El papado había llegado a hacerse el despotá sobre el mundo. Los reyes y los emperadores acataban los decretos del pontífice romano. El destino de los hombres, en este tiempo y para la eternidad, parecía depender de su albedrío. Por centenares de años las doctrinas de Roma habían sido extensa e implícitamente recibidas, sus ritos cumplidos con reverencia y observadas sus fiestas por la generalidad. Su clero era colmado de honores y sostenido con liberalidad. Nunca desde entonces ha alcanzado Roma tan grande dignidad, magnificencia, ni poder.

Mas "el apogeo del papado resultó ser la más profunda degeneración del mundo {la medianoche del mundo}." (Wylie, "History of Protestantism," libro 1, cap. 4.) Las Sagradas Escrituras eran casi desconocidas no sólo de la gente sino de los mismo sacerdotes. A semejanza de los antiguos fariseos de antaño los guías papistas aborrecían la luz que podía revelar sus pecados. Rechazada la ley de YAHWEH, modelo de justicia, ejercieron poderío sin límites y practicaron desenfrenadamente los vicios. Prevalecieron el fraude, la avaricia y el libertinaje. Los hombres no retrocedieron ante ningún crimen con tal que de ese modo lograsen riquezas o posición. Los palacios de los papas y de los prelados eran teatros de los más viles excesos. Algunos de los pontífices reinantes se hicieron reos de crímenes tan horrorosos que los gobernantes civiles tuvieron que procurar deponer a dichos dignatarios de la iglesia como monstruos demasiado viles para ser tolerados. Durante siglos Europa no progresó en las ciencias, ni en las artes, ni en la civilización. La cristiandad quedó moral e intelectualmente paralizada.

La condición en que el mundo se encontraba bajo el poder romano resultaba ser el cumplimiento espantoso e impresionante de las palabras del profeta Oseas: "Mi pueblo está destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado con desprecio el conocimiento de Elohim (D-os), yo también te rechazaré; ... puesto que te has olvidado de la ley de tu Elohim (D-os), me olvidaré yo también de tus hijos." "No hay verdad, y no hay misericordia, y no hay conocimiento de Elohim (D-os) en la tierra. ¡No hay más que perjurio, y mala fe, y homicidio, y hurto y adulterio! ¡rompen por todo; y un charco de sangre toca a otro!" (Oseas 4:6, 2, 1.) Tales fueron los resultados de haber desechado la Palabra de YAHWEH.

Extraído de: "El Conflicto de los Siglos durante la Era cristiana," por Señora Elena G. White, Pacific Press Publishing Assn., 1913, págs. 56-68

Editor: El santísimo nombre del Padre, YAHWEH, fue utilizado en vez de la denominación 'SEÑOR' o 'Dios'; y en el texto: el nombre del Hijo 'Yahshua el Mesías'. [...], {...}

La Santa Biblia - Tomo III

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