Читать книгу Visionando lo más bello - John Piper - Страница 9
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ste libro se trata de la relación entre el esfuerzo poético, y el percibir, disfrutar y expresar la verdad y la belleza; especialmente la verdad y la belleza de Dios en Cristo. Por esfuerzo poético, no me refiero al esfuerzo por escribir poesía. Aquellos que hacen el mayor esfuerzo poético, como yo estoy usando el término, pudieran nunca escribir un poema. Sólo uno de los tres hombres de este libro es conocido principalmente por su poesía: George Herbert. Pero los tres hicieron un esfuerzo poético en sus comunicaciones que exaltan a Cristo. Hicieron un esfuerzo poético por ver, saborear y mostrar las glorias de Cristo. Este esfuerzo fue la intención y el esfuerzo dependiente de Dios para encontrar formas impactantes, penetrantes, imaginativas y estimulantes de expresar las excelencias que vieron. Mi tesis es que este esfuerzo por hablar bellamente es, quizás sorprendentemente, una forma de ver y saborear la belleza.
Por ejemplo, cuando escucho a mi hija cantar canciones de adoración en su habitación, mi corazón se alegra. Pero cuando hago el esfuerzo de poner en palabras adecuadas lo que amo de su canto —en una conversación, en una tarjeta de cumpleaños, en un poema— escucho más, veo más, amo más. Así es con toda la verdad y la belleza: las maravillas de la naturaleza, los asombrosos sucesos de la historia redentora y las glorias de Cristo. Al hacer el esfuerzo poético de encontrar palabras adecuadas para estas maravillas, las vemos y saboreamos más profundamente y las pronunciamos con más poder. George Herbert, George Whitefield y C. S. Lewis descubrieron esto mucho antes que yo. Ha sido un gozo profundo seguir su descubrimiento y uso del esfuerzo poético para Cristo y Su reino.
Mi mayor temor
Mi mayor temor al escribir este libro es contradecir al apóstol Pablo cuando dice: «Pues no me envió Cristo (…) a predicar el evangelio (…) con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo» (1 Corintios 1:17),13 o cuando dijo: «… cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría» (1 Corintios 2:1).14 Hay una manera de hablar el evangelio, una forma de elocuencia, inteligencia o sabiduría humana, que anula la cruz de Cristo.
James Denney dijo: «Nadie puede dar la impresión de que él mismo es inteligente y que Cristo es poderoso para salvar».15 Esta declaración ha sido mi compañera constante durante las últimas tres décadas. Anhelo mostrar que Cristo es poderoso para salvar. Temo anular la cruz. Por lo tanto, la exhortación implícita a lo largo de este libro —hacer un esfuerzo poético y encontrar formas sorprendentes de hablar la verdad— corre el riesgo de contradecir las Escrituras. Eso es algo terrible.
Palabras imprescindibles
Pero el riesgo es inevitable. Toda persona que busque alabar a Cristo con palabras se enfrenta a este problema. Y no podemos prescindir de las palabras para elogiar a Cristo. Lo conocemos en las palabras de las Escrituras, y las mismas Escrituras nos enseñan cuán indispensables son las palabras en la vida cristiana. Dios ha diseñado el mundo y los seres humanos de tal manera que Su objetivo último y más elevado para la humanidad se realice a través de palabras humanas. Por ejemplo,
• El nuevo nacimiento se produce a través de palabras (1 Pedro 1:23– 25): «siendo renacidos (…) por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre… Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada» (cf. Santiago 1:18).
• La fe salvadora se logra a través de palabras (Romanos 10:17): «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios».
• La gracia de la edificación viene a través de las palabras (Efesios 4:29): «[salga de vuestra boca] la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes».
• El amor cristiano, la pureza de corazón y la buena conciencia vienen a través de las palabras (1 Timoteo 1:5): «Pues el propósito de este mandamiento [nuestras palabras] es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida».
• El gozo de Cristo en el creyente viene a través de las palabras ( Juan 15:11): «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido».
• La libertad del poder del pecado viene a través de las palabras (Juan 8:32): «y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
• Es decir, la santificación viene a través de palabras (Juan 17:17): «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad».
• Y la salvación final viene a través de la enseñanza con palabras (1 Timoteo 4:16): «Ten cuidado (…) de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren».
La obra decisiva de Dios
Por supuesto, si eso es todo lo que dijéramos acerca de la causa de estos grandes logros (nuevo nacimiento, fe, amor, santidad y salvación), entonces uno podría estar tentado a pensar que nuestro talento para usar palabras de manera efectiva es decisivo en provocar estas cosas. El esfuerzo poético y la «redacción de palabras» serían primordiales. Pero, de hecho, nuestras palabras no son decisivas para producir ninguno de estos gloriosos efectos. Dios lo es.
• Dios dio vida a Su pueblo mientras estaban muertos en sus pecados (Efesios 2:5), para que pudieran ser capaces de escuchar las palabras del evangelio.
• Por la gracia de Dios, nuestro pueblo llega a tener fe, «y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efesios 2:8).
• Cuando nuestro pueblo alcanza alguna medida de santidad, es Dios «haciendo él en [ellos] lo que es agradable delante de él» (Hebreos 13:21).
• Si experimentan algún amor, gozo o paz que honre a Cristo, es el fruto del Espíritu de Dios (Gálatas 5:22).
• Si luchan con éxito contra cualquier pecado, es «por el Espíritu [de Dios]» que dan muerte a las obras de la carne (Romanos 8:13).
• Y si finalmente se salvan, es decisivamente porque Dios «[los] salvó (…) no conforme a [sus] obras, sino según el propósito suyo y la gracia» (2 Timoteo 1:9). Dios los guardó de tropezar (Judas 1:24); Dios completó la obra que comenzó (Filipenses 1:6).
En otras palabras, todos los objetivos más elevados del lenguaje son decisivamente obra de Dios. Son decididamente sobrenaturales. Y ninguna cantidad de esfuerzo poético o experiencia en el uso de palabras puede lograr los grandes objetivos de vida si Dios retiene su poder salvador. Lo que plantea la pregunta: ¿La forma en que usamos las palabras, el esfuerzo poético, hace alguna diferencia en la consecución de los grandes objetivos de la vida?
La importancia de cómo usamos las palabras
El Nuevo Testamento responde que sí, al menos en lo que respecta a la claridad de las palabras y la actitud de su entrega. La claridad de las palabras importa: «Orando también al mismo tiempo por nosotros (…) para que lo manifieste como debo hablar» (Colosenses 4:3–4). «Si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire…» (1 Corintios 14:9, cf. versículo 19). Y la actitud de como se entrega es importante. Pablo pide oración, «a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio (…) como debo hablar» (Efesios 6:18–20).
Esto nos deja preguntándonos: si Dios es la causa decisiva de los objetivos de nuestro ministerio y, sin embargo, Dios quiere que la claridad y la actitud de nuestras palabras marquen una diferencia en su eficacia, ¿hay otros aspectos del lenguaje (además de la claridad y la actitud) que podrían hacer una diferencia en su efectividad? ¿Y que del esfuerzo poético? ¿Qué hay del esfuerzo por encontrar palabras y formas de juntarlas que sean sorprendentes, llamativas, provocativas, que despierten, que sean creativas e imaginativas?
Elecciones inevitables de palabras
No estamos forzando esta pregunta en el texto de la Escritura. No somos nosotros, sino Dios, Quien ha hecho que las palabras sean indispensables para los eventos más grandes del mundo: eventos espirituales con efectos eternos. Y no podemos simplemente citar las Escrituras. Debemos hablar de eso. Explicarlo. Regocijarnos en ello. Defenderlo. Encomendarlo. Anunciarlo. Orarlo. Y cada vez debemos elegir palabras. ¿Qué palabras elegiremos?
Sabemos que diferentes palabras tienen diferentes asociaciones, connotaciones y efectos. Debemos elegir cómo poner estas palabras juntas en oraciones y párrafos. Debemos elegir cómo decirlas: suave o fuerte, rápido o lento, haciendo una pausa o no, con ternura o dureza, emocional o desapasionadamente, con gozo o tristeza, con gestos o sin gestos, caminando o parados, sonriendo o frunciendo el ceño, mirando a las personas a los ojos o mirando más allá de ellos. No podemos escapar de esto. Debemos tomar estas decisiones. Lo hacemos consciente o inconscientemente.
Adelante con el riesgo
De modo que no me arriesgo a escribir este libro porque quiera, sino porque he tenido que tomar estas decisiones todos los días de mi vida cristiana. Por supuesto, no tengo que escribir un libro al respecto. ¿Pero no es menos riesgoso no escribir un libro? ¿Debería tomar estas decisiones sin reflexionar? ¿Debería hacerlo sin modelos cristianos que me ayuden, como Herbert, Whitefield y Lewis? ¿Debería hacer el trabajo duro de pensar en estas cosas pero no compartirlo con nadie? Me parece que el riesgo de cada una de esas opciones es mayor que el riesgo de escribir este libro.
Entonces preguntamos: ¿El apóstol Pablo en 1 Corintios 1 y 2 tenía la intención de desalentar todo esfuerzo poético en elogiar la verdad y la belleza de Dios en Cristo? ¿Quería decir que no debemos hacer ningún esfuerzo en oración, guiado por la Biblia y dependiente de Dios para encontrar formas impactantes, penetrantes, imaginativas y que despierten, para expresar las excelencias de Cristo? No lo creo.16 Y tengo seis razones. La más importante es el contexto de 1 Corintios en sí y qué tipo de elocuencia Pablo realmente quería condenar.
1. ¿Qué tipo de elocuencia condenó realmente Pablo?
Volvamos a la mente de Pablo a través de un libro reciente sobre elocuencia de Denis Donoghue, profesor de inglés y letras americanas en la New York University. En su libro On Eloquence [Acerca de la elocuencia], sostiene que la elocuencia es un estilo sorprendente e impactante que es un fin en sí mismo.
Un discurso o un ensayo puede ser elocuente, pero si lo es, la elocuencia es secundaria a su objetivo. La elocuencia, a diferencia de la retórica, no tiene finalidad: es un juego de palabras u otros medios expresivos (…) El principal atributo de la elocuencia es la gratuidad.17
La elocuencia no tiene un propósito ni un fin en la acción (…) En la retórica, se intenta persuadir a alguien para que haga algo: en la elocuencia, se descubre con deleite los recursos expresivos de los medios disponibles.18
Dudo que la mayoría de las personas estén de acuerdo con esa definición de elocuencia. Eso sería como decir que la elocuencia no puede estar al servicio de un fin superior (como por ejemplo la elocuencia de Martin Luther King Jr. a favor de la causa de los derechos civiles, o la elocuencia de Winston Churchill en la causa de la defensa nacional británica). Pero bueno, la definición de Donoghue es importante por lo siguiente:
Los sofistas en Corinto
La definición citada anteriormente expresa lo que significaba la «elocuencia» en Corinto, la cual Pablo quería evitar. Donoghue está de acuerdo con E. M. Cioran en que esta noción de elocuencia gratuita comenzó con los sofistas hace dos mil años.
Los sofistas fueron los primeros en ocuparse de una meditación sobre las palabras, su valor, propiedad y función en la conducción del razonamiento: se tomó [por los sofistas] el paso capital hacia el descubrimiento del estilo, concebido como un objetivo en sí mismo, como un fin intrínseco.19
Uno de los libros más convincentes sobre el trasfondo de las palabras de Pablo con respecto a la elocuencia en 1 Corintios es Philo and Paul among the Sophists [Filón y Pablo entre los sofistas] de Bruce Winter. El argumento de Winter es que son precisamente los sofistas, y su visión de la elocuencia, los que forman el trasfondo de lo que Pablo dice sobre su propio discurso y cómo él ministró en Corinto.20
Así que consideremos brevemente las palabras de Pablo en 1 Corintios para ver si nos da suficientes pistas para mostrar qué tipo de elocuencia está rechazando. Dada mi definición de esfuerzo poético (que yo llamaría una especie de elocuencia), me queda claro que en el mismo acto de rechazar la elocuencia griega, Pablo está haciendo un esfuerzo poético. Por ejemplo, en 1 Corintios 1:25, dice: «Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres». No puede ser inconsciente de que es impactante decir que el evangelio es «lo insensato de Dios» y «lo débil de Dios». Esto corre el riesgo de blasfemar. Él podría habernos ahorrado a los predicadores el trabajo de explicar esta descripción atrevida y superior de la obra más grande de Dios como insensata y débil. ¡Pero no! Eligió una forma impactante de decirlo. Utilizó la ironía. Hizo un esfuerzo por seleccionar palabras que impactaran y obligaran a la gente a despertar y pensar. Eso es lo que quiero decir con esfuerzo poético. Y Pablo lo hace mientras condena cierto tipo de «elocuencia».
«No con sabiduría de palabras»
Entonces, ¿qué está condenando? Sabemos por 2 Corintios 10:10 que los oponentes de Pablo se burlaban de él por falta de elocuencia. Decían: «Las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable». También sabemos por al menos seis fuentes que los sofistas estuvieron presentes e influyeron en Corinto.21 A diferencia de Pablo, ellos daban una gran importancia al estilo y la forma como evidencia de educación, poder y sabiduría. Probablemente habían influenciado a algunos en la iglesia para que admiraran su tipo de elocuencia y la buscaran en los maestros cristianos. Bruce Winter dice: «Pablo adopta deliberadamente una postura anti–sofista y, por lo tanto, defiende sus actividades de plantación de iglesias en Corinto en un contexto de convenciones, percepciones y categorías sofistas».22
Eso es lo que encontramos en 1 Corintios 1:17: «Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo». Por lo tanto, la manera en la que Pablo se opuso a la elocuencia de los sofistas fue demostrando que la tal hacía vana la cruz de Cristo ¿por qué? ¿cuál es la causa de que esta clase de elocuencia prive a la cruz de su poder?
El versículo 18 da parte de la razón: «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios». La razón por la cual la cruz no encaja con la elocuencia de los sofistas, consiste en que para ellos la cruz era considerada como una locura; es decir, la cruz es tan destructiva del orgullo humano que aquellos que aspiran a la alabanza humana a través de una «elocuencia retóricamente elaborada»23 y «un sistema educativo elitista»24 sólo podían considerarla como locura. La cruz es el lugar donde nuestro pecado es visto como más horrible y donde la gracia gratuita de Dios brilla con mayor intensidad. Ambos significan que no merecemos nada. Por lo tanto, la cruz socava el orgullo y exalta a Cristo, no a nosotros, y eso la hacía una locura para los sofistas.
Vemos esto confirmado en el versículo 20: «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo?», el disputador, el hombre que es tan ágil con su lengua que puede tomar cualquier bando y ganar. Es suave, inteligente y ágil verbalmente. La verdad y el contenido no son el problema; las maniobras retóricas lo son. Pablo dice al final del versículo 20: «¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?» La sabiduría que está a la vista no es una cosmovisión profunda frente al cristianismo; es el sofisma de usar el lenguaje para ganar debates y mostrarse inteligente, elocuente y poderoso.
Entonces, la elocuencia que Pablo está rechazando no es tanto una convención de lenguaje en particular, sino la explotación del lenguaje para exaltarse a uno mismo y menospreciar o ignorar al Señor crucificado. Observa nuevamente en el contraste en el capítulo 2, versículos 1–2: «Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado». Lo que está diciendo Pablo (parafraseando) es: Siempre que me encuentre con escribas y polemistas que se jacten de su ego con sus competencias de lenguaje pretendiendo dejar la cruz en las sombras, entonces voy a hacer todo lo que pueda para sacarla de las sombras y ponerla a la vista de todos. Me rehúso completamente a entrar en los juegos de lenguaje de estas personas.
Las marcas de la buena elocuencia
Por lo tanto, entendiendo que hay buena elocuencia (el esfuerzo poético al que me refiero) y mala elocuencia (lo que Pablo está condenando en 1 Corintios), hay dos criterios que tenemos considerar para poder identificar la buena elocuencia. La buena elocuencia se humilla a si misma y exalta a Cristo. Esto se ve más claramente en 1 Corintios 1:26–31. Pablo describe el esfuerzo de los sofistas como jactancia.25
Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia
El propósito de Dios, tanto en la cruz como en la elección, es que «nadie se jacte en su presencia» (v. 29). Ese es el primer criterio de la buena elocuencia: no proviene del orgullo ni de la jactancia. No proviene de un ego que busca la exaltación a través del habla inteligente.
Luego continúa en los versículos 30–31,
Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
El segundo propósito de Dios, no solo en la cruz y en la elección, sino también en la gracia soberana de la regeneración (v. 30, «Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús») consiste en que toda la jactancia esté en el Señor Jesús, Quien fue crucificado y resucitado. «El que se gloría, gloríese en el Señor». Entonces, el segundo criterio de una buena elocuencia es que exalta a Cristo, especialmente al Cristo crucificado.
Esfuerzo poético que se humilla a sí mismo y que exalta a Cristo
Así que aquí está la primera razón por la que no creo que este libro contradiga 1 Corintios 1:17, donde Pablo dice: «no con sabiduría de palabras», o 1 Corintios 2:1–2, donde dice: «[No] con excelencia de palabras o de sabiduría». El punto de estos dos textos no es que todo esfuerzo poético (o elocuencia que exalta a Cristo) sea incorrecto. Más bien, las palabras que pretenden alimentar el orgullo y son usadas para la auto exaltación a través de la demostración de la sabiduría humana, son incompatibles con hallar nuestra vida y gloria en la cruz de Cristo. Debemos gobernar nuestro uso de las palabras con estos criterios dobles: la auto–humillación y la exaltación de Cristo.
Si ponemos estos dos criterios al frente de todo nuestro esfuerzo poético —todos nuestros intentos de tener un impacto a través de la selección, el acomodo y la expresión de las palabras— estaremos protegidos del tipo de elocuencia que Pablo rechazó.
2. La elocuencia cristiana que exalta a Cristo puede no ser la razón por la que se rechaza la cruz
La segunda razón por la que no creo que el esfuerzo poético sea ajeno a la comunicación que exalta a Cristo y que se humilla a sí misma es la siguiente: las acusaciones de que el problema es la elocuencia a veces están mal encaminadas. Esto no es prueba del punto. Es simplemente una eliminación de un contraargumento mal utilizado.
La piedra de tropiezo de Benjamin Franklin
En la primavera de 1740, George Whitefield estaba en Filadelfia predicando al aire libre a miles de personas. Benjamin Franklin asistió a la mayoría de estos mensajes. Franklin, que no creía en lo que estaba predicando Whitefield, comentó sobre estos sermones perfeccionados:
Su exposición (…) era tan embellecida por la repetición frecuente, que «Cada acento, cada énfasis, cada modulación de voz, estaba tan perfectamente bien dirigida y bien colocada, que aunque uno no tuviera interés en el tema, era imposible sentirse complacido con el discurso: un placer muy similar al recibido de una excelente pieza musical.26
Es terrible pretender hablar en nombre de Cristo, y ser alabados por nuestra elocuencia en vez de por nuestro Cristo. Pero antes de llegar a la conclusión de que Whitefield estaba descuidando el consejo de Pablo de no hacer vana la cruz con su elocuencia, considera esto. Creo que hay personas que han escuchado mi propia predicación durante años sin comprender con el corazón lo que estaba diciendo. Permanecieron espiritualmente muertos a lo que estaba diciendo a pesar de muchos cambios en la manera de predicar, de la más simple a la más compleja, de la más tierna a la más dura, de una historia llena de suspenso a un argumento cuidadoso. Sin embargo, volvían a venir, no porque amaran lo que se predicaba, sino porque les gustaba la manera en cómo se hacía. Ellos mismos me lo dijeron. Conversé con ellos cara a cara, les rogué, les advertí, les reprendí, oré con ellos. Pero aún así, hasta donde sé permanecieron ciegos a «la luz del evangelio de la gloria de Cristo» (2 Corintios 4:4). Lamentablemente, no detecté en ellos ningún gusto por la verdad, ni la belleza de Cristo.
No creo que esto se deba a que haya echo vana la cruz despojándola de su poder con una elocuencia vana en todos esos mensajes. Más bien, creo que se debió a lo que Pablo dijo en 2 Corintios 2:15–16: «Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida». En otras palabras, la vanidad y la elocuencia carnal del predicador no son los únicos obstáculos para la fe.
Jesús, Juan el Bautista y la piedra de tropiezo de la verdad
Herodes un día decapitaría a Juan el Bautista, pero no podía dejar de escucharlo: «y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana». (Marcos 6:20). Lo mismo sucedió con el mismo Jesús: «Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana» (Marcos 12:37), pero muy pocos entendían lo que estaba diciendo y realmente creyeron. Ni Jesús, ni Juan el bautista pretendían complacer los oídos de los reyes y del pueblo con palabras persuasivas o vana elocuencia. Ellos en ninguna manera estaban contradiciendo las palabras de Pablo. Pero, con todo eso, su predicación estaba «sazonada con sal» (Colosenses 4:6) y ocasionaba que tanto los reyes, como las personas comunes regresaran a escucharlos.
Jesús dijo: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen» (Juan 10:25–27). Quizás Jesús habría dicho esto sobre Benjamin Franklin cuando se negó a creer en el mensaje de George Whitefield. Quizás la elocuencia de Whitefield no fue un obstáculo para su fe, sino una excusa de su incredulidad, mientras que otros encontraron que era el camino a la cruz.
3. Dios inspiró a los hombres a hacer un esfuerzo poético
La tercera razón por la que no creo que el apóstol Pablo (o cualquier otro escritor bíblico) descartara el esfuerzo poético en el servicio de Cristo es que Dios mismo inspiró a los hombres a hacer un esfuerzo poético en la escritura de las Escrituras. Ya hemos visto que en el mismo argumento contra la vana elocuencia humana, Pablo eligió palabras muy fuera de lo común para dar un golpe inolvidable: «Lo insensato de Dios» y «Lo débil de Dios» (1 Corintios 1:25). Esto es a lo que me refiero con esfuerzo poético. Esta es una especie de elocuencia de impacto, y la usó mientras condenaba la elocuencia vana.
El esfuerzo poético de Pablo
Este no fue el único lugar en el que Pablo eligió palabras que eran inusuales o metafóricas o de impacto emocional cuando podría haber usado palabras menos sorprendentes, conmovedoras o punzantes. Por ejemplo,
• llamó al hablar en lenguas sin amor «metal que resuena, o címbalo que retiñe» (1 Corintios 13:1);
• describió nuestro conocimiento incompleto en esta tierra comparado con el conocimiento en el cielo como la diferencia entre el tartamudeo de un niño y el razonamiento de un adulto, y como ver en un espejo vagamente (1 Corintios 13:11–12);
• se atrevió a comparar la venida del Señor con la venida de un ladrón (1 Tesalonicenses 5:2);
• trató de despertar a los tesalonicenses a sus afectos diciendo: «Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos» (1 Tesalonicenses 2:7);
• en 2 Corintios 11 y 12, se atrevió a jugar en el campo de jactancia del enemigo, vencerlos en su propio juego, luego se llamó a sí mismo un tonto por hacerlo: «(hablo con locura), también yo tengo osadía» (2 Corintios 11:21) y “Me he hecho un necio» (2 Corintios 12:11);
• llama a su propio cuerpo débil una vasija «de barro» (2 Corintios 4:7), y en otro lugar una «habitación» (2 Corintios 5:2);
• se refiere a sí mismo y a los apóstoles como «la escoria del mundo, el desecho de todos» (1 Corintios 4:13);
• dice que sus logros morales más elevados sin Cristo son «basura» (Filipenses 3:8);
• se refiere a los oyentes inconstantes como si tuvieran «comezón de oír» (2 Timoteo 4:3); y
• describe nuestros pecados como escritos en un registro y clavados con Jesús en la cruz (Colosenses 2:14).
Esto es lo que quiero decir con esfuerzo poético. Todas estas palabras son imágenes cargadas de poder verbal y potencial evocador. Se esforzaba por no ser aburrido. Por no ser insípido. Su objetivo era dar golpes con plumas («nodriza») y piedras («locura», «basura» y «escoria»).
El esfuerzo poético generalizado de las Escrituras
Se han escrito libros completos sobre la asombrosa riqueza y variedad del lenguaje de la Biblia. Abordando la pregunta de cuánto de la Palabra inspirada de Dios es poesía, Leland Ryken pregunta y responde:
Dada la presencia combinada de paralelismo y una fuerte dependencia del lenguaje figurativo, ¿cuánto de la Biblia es poesía? Un tercio de la Biblia no es una estimación demasiado alta. Libros enteros de la Biblia son poéticos: Job, Salmos, Proverbios, Cantar de los Cantares. Una gran mayoría de las profecías del Antiguo Testamento tienen forma poética. Jesús es uno de los poetas más famosos del mundo. Más allá de estas partes predominantemente poéticas de la Biblia, el lenguaje figurativo aparece a lo largo de toda la Biblia, y siempre que lo hace, requiere el mismo tipo de análisis que se da a la poesía.27
En Oseas 12:10, Dios mismo dice: «Y he hablado a los profetas, y aumenté la profecía, y por medio de los profetas usé parábolas». En otras palabras, Dios mismo dice haber puesto en las mentes de los autores bíblicos, el poder pensar analogías, comparaciones, metáforas, símbolos y parábolas a fin de expresar la realidad de maneras indirectas, en vez de siempre describir directamente las cosas, sin ningún rastro de palabras imaginativas
El poeta John Donne dice: «El Espíritu Santo al escribir las Escrituras Se deleita, no solo con propiedad, sino con delicadeza, armonía y melodía de lenguaje; con altura de metáforas y otras figuras, que pueden producir mayor impresión en los lectores».28 Juan Calvino cita a Isaías como ejemplo: «Prestemos atención al estilo de Isaías que no sólo es puro y elegante, sino también está adornado con arte elevado, del cual podemos aprender que la elocuencia puede ser de gran utilidad a la fe».29
Pascal y Pablo sobre agradar al oyente
No estoy diciendo que dichas elecciones verbales sean absolutamente decisivas para conseguir las mayores metas del lenguaje. Dios es el único que puede hacer eso. El punto es que Dios parece haber ordenado que algunos usos peculiares del lenguaje tengan el efecto de despertar, interesar y provocar el pensamiento de una manera mejor que otros, para que el mensaje pueda ser visto y considerado de una manera más clara. Pascal escribe:
La elocuencia es un arte de decir las cosas de tal manera: (1) que aquellos a quienes hablamos puedan escucharlo sin dolor y con placer; (2) que se sientan interesados, de modo que el amor propio los lleve con más predisposición a reflexionar al respecto.30
Sin duda, existe una elocuencia que desagrada al oyente, pero el punto principal de Pascal es que detener y retener al oyente (o lector) es un medio para otros fines. Seguramente el apóstol Pablo habría incluido su discurso en el «todo» cuando dijo: «como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos» (1 Corintios 10:33). No es el agradar lo que salva. Dios salva. Pero Pablo creía que actuar (y hablar) de cierta manera podría hacer avanzar esa salvación mejor que otras. Y él creía esto, aun cuando Dios puede usar cualquier tipo de discurso que Le plazca como medio de salvación.
Naturalmente tendemos a estar pasivos, pero es algo muy bueno cuando el lenguaje aplaude y nos despierta para poner atención. George Eliot habla acerca de esto a través de uno de sus personajes en la novela Middlemarch:
No esperamos que la gente se sienta profundamente conmovida por lo que no es inusual (…) Si tuviéramos una visión aguda y un sentimiento de toda la vida humana ordinaria, sería como escuchar crecer la hierba y latir el corazón de la ardilla, y moriríamos de ese rugido que se encuentra al otro lado del silencio. Tal como están las cosas, los más rápidos de nosotros caminamos bien llenos de estupidez.31
Proverbios e Isaías como ejemplo
Esta podría ser una razón por la cual la Biblia está llena de una amplia gama de recursos literarios para añadir impacto natural: acrósticos, cadencias, quiasmos, consonancias, diálogos, hipérboles, ironías, metáforas, métrica, onomatopeyas, paradojas, paralelismos, repeticiones, rimas, sátiras, símiles, etc. Consideremos algunos ejemplos de Proverbios e Isaías:
• Sabroso es al hombre el pan de mentira; Pero después su boca será llena de cascajo (Proverbios 20:17)
• Los labios prudentes son joya preciosa (Proverbios 20:15)
• La ira de un rey es como el gruñido de un león, pero su favor es como rocío sobre la hierba. (Proverbios 19:12)
• Como rugido de cachorro de león es la ira del rey, Y su favor como el rocío sobre la hierba. (Proverbios 19:12)
• Panal de miel son los dichos suaves; Suavidad al alma y medicina para los huesos. (Proverbios 16:24)
• Torre fuerte es el nombre de Jehová; A él correrá el justo, y será levantado. (Proverbios 18:10)
• El que confía en sus riquezas caerá; Mas los justos reverdecerán como ramas. (Proverbios 11:28)
• Las riquezas del rico son su ciudad fortificada; Y el desmayo de los pobres es su pobreza. (Proverbios 10:15)
• Plata escogida es la lengua del justo; Mas el corazón de los impíos es como nada. (Proverbios 10:20)
• Como el vinagre a los dientes, y como el humo a los ojos, Así es el perezoso a los que lo envían. (Proverbios 10:26)
• ¿Tomará el hombre fuego en su seno Sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas Sin que sus pies se quemen? Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; No quedará impune ninguno que la tocare. (Proverbios 6:27–29)
• Escápate como gacela de la mano del cazador, Y como ave de la mano del que arma lazos. (Proverbios 6:5)
• Así vendrá tu necesidad como caminante, Y tu pobreza como hombre armado. (Proverbios 6:11)
• Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, Y su paladar es más blando que el aceite. (Proverbios 5:3)
• Ella [la sabiduría] es árbol de vida a los que de ella echan mano, Y bienaventurados son los que la retienen (Proverbios 3:18).
• La sabiduría clama en las calles, Alza su voz en las plazas (Proverbios 1:20).
• El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, Y cualquiera que por ellos yerra no es sabio (Proverbios 20:1).
• Como rugido de cachorro de león es el terror del rey; El que lo enfurece peca contra sí mismo (Proverbios 20:2).
• Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del corazón (Proverbios 20:27).
• Y se le estremeció el corazón, y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del monte a causa del viento (Isaías 7:2).
• Ni se turbe tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean, por el ardor de la ira de Rezín y de Siria, y del hijo de Remalías (Isaías 7:4).
• Y acontecerá que aquel día silbará Jehová a la mosca que está en el fin de los ríos de Egipto, y a la abeja [Senaquerib] que está en la tierra de Asiria (Isaías 7:18).
• Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos (Isaías 9:3).
• ¿Se gloriará el hacha contra el que con ella corta? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la mueve? ¡Como si el báculo levantase al que lo levanta; como si levantase la vara al que no es leño! (Isaías 10:15).
• Y los árboles que queden en su bosque serán en número que un niño los pueda contar (Isaías 10:19).
• He aquí el Señor, Jehová de los ejércitos, desgajará el ramaje con violencia, y los árboles de gran altura serán cortados, y los altos serán humillados (Isaías 10:33).
• Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. (Isaías 11:1).
• No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar (Isaías 11:9).
• Tendrán dolores como mujer de parto (…) sus rostros, rostros de llamas (Isaías 13:8).
• Y como gacela perseguida, y como oveja sin pastor, cada cual mirará hacia su pueblo, y cada uno huirá a su tierra (Isaías 13:14).
• Y cual ave espantada que huye de su nido, así serán las hijas de Moab en los vados de Arnón (Isaías 16:2).
• He aquí que Jehová (…) Te echará a rodar con ímpetu, como a bola por tierra extensa; allá morirás, y allá estarán los carros de tu gloria, oh vergüenza de la casa de tu señor (Isaías 22:17–18).
• Y lo hincaré como clavo en lugar firme; y será por asiento de honra a la casa de su padre. Colgarán de él toda la honra de la casa de su padre (Isaías 22:23–24).
• Moab será hollado en su mismo sitio, como es hollada la paja en el muladar. Y extenderá su mano por en medio de él, como la extiende el nadador para nadar; y abatirá su soberbia. (Isaías 25:10–11)
• Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh Jehová. Concebimos, tuvimos dolores de parto, dimos a luz viento. (Isaías 26:17–18)
• Y les sucederá como el que tiene hambre y sueña, y le parece que come, pero cuando despierta, su estómago está vacío; o como el que tiene sed y sueña, y le parece que bebe, pero cuando despierta, se halla cansado y sediento; así será la multitud de todas las naciones que pelearán contra el monte de Sion (Isaías 29:8).
• Por tanto, os será este pecado como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene súbita y repentinamente (Isaías 30:13).
• Un millar huirá a la amenaza de uno; a la amenaza de cinco huiréis vosotros todos, hasta que quedéis como mástil en la cumbre de un monte, y como bandera sobre una colina (Isaías 30:17).
La invitación a unirse a las Escrituras en su esfuerzo poético
Si el esfuerzo poético del hombre sabio de Proverbios y del profeta Isaías no frustran el propósito de humillar el orgullo, de exaltar a Cristo y de despertar esperanza y fe, entonces no debemos sorprendernos del hecho de que Dios nos llame a unirnos a Él en Su creatividad al usar imaginería impactante y sorprendente por medio del lenguaje. Él nos anima con palabras como las siguientes:
El hombre se alegra con la respuesta de su boca; Y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es! (Proverbios 15:23).
El sabio de corazón es llamado prudente, Y la dulzura de labios aumenta el saber (Proverbios 16:21).
Manzana de oro con figuras de plata Es la palabra dicha como conviene. (Proverbios 25:11).
Las piernas del cojo penden inútiles; Así es el proverbio en la boca del necio (Proverbios 26:7).
Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal (Colosenses 4:6).
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Colosenses 3:17).
En otras palabras, piensa en la idoneidad, sazón y aptitud y tiempo y adecuación de tus palabras. Y haz de todas ellas un honor al nombre del Señor Jesús.
4. Muchos de los que han hecho un esfuerzo poético han sido personas humildes y orientadas hacia los demás.
Sé que muchos han sido vanidosos y se han exaltado a sí mismos en su uso de la elocuencia. Si eso no fuera cierto, Pablo no habría escrito 1 Corintios 1–4, y yo no estaría escribiendo esta introducción de la manera que lo estoy. No solo ha habido personas así, sino que nosotros mismos somos propensos a ser así. El orgullo acecha en cada corazón humano. Cristo murió por este pecado para que nosotros pudiéramos morir a él y vivir en justicia humilde (1 Pedro 2:24). Pero mientras vivimos en este mundo caído, debemos considerarlo como muerto una y otra vez. Debemos, por así decirlo, matarlo diariamente (Lucas 9:23; 1 Corintios 15:31; Colosenses 3:5).
George Herbert: Menos que la menor de las misericordias de Dios
Sin embargo, existen personas verdaderamente humildes que han dirigido su esfuerzo poético para el beneficio de otros, y no para su propia exaltación. George Herbert, como veremos a continuación, fue un pastor de campo quien entregó sus poemas no publicados a su buen amigo Nicholas Ferrar antes de morir, diciendo las siguientes palabras al mensajero:
Señor, le ruego que le entregue este librito a mi querido hermano Ferrar, y le diga que encontrará en él una imagen de los muchos conflictos espirituales que han pasado entre Dios y mi alma, antes de que pudiera someter mi voluntad a la de Jesús mi Maestro, en cuyo servicio he encontrado ahora perfecta libertad; dígale que lo lea: y luego, si cree pensar que puede ser beneficioso para cualquier pobre alma abatida, que se haga público; si no, déjelo quemar; porque yo y este somos menos que la menor de las misericordias de Dios.32
Aquí está la combinación de humildad («Menos que la menor de las misericordias de Dios») y amor por los demás («si cree pensar que puede ser beneficioso para cualquier pobre alma abatida»). Sin embargo, dudo que alguna vez haya habido un artesano del lenguaje poético más experto que George Herbert.
Whitefield humillado por la doctrina de la elección
George Whitefield, el evangelista británico del siglo XVIII, fue la sensación de su época, a ambos lados del Atlántico. Sin embargo, Dios lo llevó a puntos de vista bíblicos sobre el pecado y la salvación que lo humillaron sobremanera. Él dijo,
Por mi parte, no puedo ver cómo se puede lograr la verdadera humildad de mente sin un conocimiento de esta doctrina [la doctrina de la elección]; y aunque no diré que todo el que niega la elección es un hombre malo, diré, con ese dulce cantante, el Sr. Trail, que es una muy mala señal: tal persona, quienquiera que sea, creo que no puede verdaderamente conocerse a sí mismo; porque, si negamos la elección, debemos, al menos en parte, gloriarnos en nosotros mismos; pero nuestra redención está ordenada de tal manera que ninguna carne se gloríe en la presencia Divina; y de ahí que el orgullo del hombre se oponga a esta doctrina, porque, según esta doctrina y ninguna otra «El que se gloría, gloríese en el Señor».33
El testimonio de los demás, especialmente de los humildes, es que era un hombre de amor. No olían el hedor del orgullo o la manipulación o el abuso en su elocuencia. Se sentían amados. Por ejemplo, Phillis Wheatley, una sirvienta negra de diecisiete años, escribió un tributo poético a Whitefield titulado: Un poema elegíaco acerca de la muerte de ese célebre teólogo y eminente de Jesucristo, el difunto reverendo y piadoso George Whitefield
Contenía estas líneas:
¡Cuando sus AMERICANOS estaban doloridos por la carga,
Cuando las calles estaban enrojecidas con su sangre sin culpa!
La amistad sin rival en su pecho ahora luchaba:
Su fruto fue la caridad y el amor.34
Se refería a los negros americanos. Entonces, al menos en su caso, la elocuencia del hombre se convirtió no en la exaltación de sí mismo, sino en la expresión del amor.
La «humildad magistral» de C. S. Lewis
C. S. Lewis fue quizás el apologista más popular del cristianismo en el siglo XX. Sin duda, es el apologista más leído en la actualidad del siglo XX. Pero Lewis también había llegado a Cristo como el centro de su mundo y el Salvador de la mente, el alma y la habilidad verbal. Owen Barfield, que lo conocía bien, lo describe como poseedor de una «humildad magistral».35 Entiendo que esto significa que llevó su conocimiento y habilidad magistrales a la ligera.
Lewis da una descripción inconsciente de sí mismo cuando dice que los primeros protestantes tenían una «humildad boyante». «De esta boyante humildad, de esta despedida del yo con todas sus buenas resoluciones, ansiedad, escrúpulos y rasguños de motivos, brotaron originariamente todas las doctrinas protestantes (…) El alivio y el optimismo son las notas características».36 Walter Hooper, su secretario, dice:
Aunque Lewis poseía una biblioteca enorme, poseía pocas de sus propias obras. Su memoria fenomenal registró casi todo lo que había leído, excepto sus propios escritos, una falla atractiva. A menudo, cuando citaba líneas de sus propios poemas, me preguntaba quién era el autor. Era un gran erudito, pero no un experto en el campo de C. S. Lewis.37
Uno tiene la impresión de que su «atención omnívora»38 hacia el mundo y las personas fuera de él lo había liberado de una manera maravillosamente saludable del tipo de preocupación por sí mismo que busca atención o elogio. Su esfuerzo poético, ya sea en ficción o no ficción, estaba sembrado de formas imaginativas de ver y decir las cosas, pero todo parecía servir a los demás. Algo de lo más llamativo que dijo sobre un profesor de literatura de Oxford fue esto:
El cristiano sabe desde el principio que la salvación de una sola alma es más importante que la producción o preservación de todas las epopeyas y tragedias en el mundo: y en cuanto a la superioridad, sabe que lo vulgar, puesto que incluye a la mayoría de los pobres, probablemente incluye la mayoría de sus superiores.39
Esfuerzo poético que no hace vana la cruz
Engañoso es el corazón humano más que todas las cosas y desesperadamente corrupto. Somos capaces de tomar la teología más humillante y las experiencias más humillantes y convertirlas en accesorios para el orgullo. Estoy seguro de que Herbert, Whitefield y Lewis cayeron presa de esa tentación. Pero no creo que fuera su identidad más profunda. Sus egos habían sido humillados por el evangelio de Jesucristo, y sus corazones habían sido vueltos hacia el mundo. Cuando hicieron un esfuerzo poético, no lo hicieron para exaltarse y vaciar la cruz, sino para ver, saborear y mostrar la verdad y la belleza de Dios, es decir, lo hicieron por amor.
5. Decir las cosas de una manera nueva es una forma de ver y saborear de nuevo
Una quinta razón por la que no creo que Pablo tuviera la intención de condenar todo esfuerzo poético es que, desde mi propia experiencia, el esfuerzo poético no solo es provechoso para otros cuando les hablo de las glorias de Cristo, sino que también es beneficioso para mí, pues me ayuda a verlas y saborearlas mejor. Este es el origen real de este libro. George Herbert fue la inspiración principal.
El esfuerzo poético como comunión con Cristo
En su poema llamado «Quidditie», Herbert tiene estas líneas sobre lo que es para él escribir poesía:
No es oficio, arte o noticia;
Ni el Exchange, ni el Busie Hall; Sino es que mientras vivo
Yo estoy contigo…40
Sus poemas son «eso que mientras vivo Yo estoy contigo». Esto pone en palabras lo que he descubierto que es cierto durante décadas. El esfuerzo por poner la verdad de Dios, y todos Sus caminos y obras, en un lenguaje fresco —algo que tal vez nunca se haya dicho antes— es una manera de acercarse a Dios, porque se ve y siente más adecuadamente. «Mientras vivo [es decir, mientras hago un esfuerzo poético], Yo estoy contigo».
Herbert me confirmó en su experiencia lo que ha sido una parte indispensable de mi predicación y escritura. No me refiero solo a la escritura de poemas, sino también a la escritura de sermones, libros, cartas y casi cualquier otra cosa que sea importante. Cada sermón era una oportunidad no solo para expresar, sino para ver y saborear. Cada esfuerzo por hablar las maravillas de la Palabra de Dios se convirtió en una nueva visión y un nuevo sabor. La presión de preparar una palabra fresca de Dios semana tras semana fue uno de los mayores regalos de mi vida. El esfuerzo por hablar bellamente fue una forma de ver la belleza. El esfuerzo por poner un destello de gloria en palabras impactantes o conmovedoras hizo que el destello creciera. El esfuerzo por encontrar palabras dignas para Cristo me abrió más plenamente el valor de Cristo.
Creo que esto es cierto para todos. Y esa es una de las razones por las que he escrito este libro.
6. Tres grandes ejemplos: George Herbert, George Whitefield y C. S. Lewis
Por último, creo que la elocuencia que exalta a Cristo y que se humilla a sí misma, o el esfuerzo poético (como la llamo en este libro) es válida e importante para la vida y el habla cristianos porque los tres personajes de este libro lo demuestran en sus vidas. Los recomiendo para tu propia inspiración y guía. Los tres, por supuesto, están mucho más dotados que yo y tal vez que tú. No dejes que eso te desanime. No me acerco ni mucho menos al talento poético de George Herbert, el poder dramático de George Whitefield o el poder imaginativo de C. S. Lewis. Pero, ¡oh, cómo me han enseñado a ver y comunicar la verdad y la belleza! La gloria de Cristo es más brillante, más clara y más dulce para mí debido a su esfuerzo poético, el esfuerzo por ver, saborear y hablar las glorias que ellos han visto de maneras frescas y poderosas. Le doy gracias a Dios por ellos.
Sí, hay una elocuencia humilde que exalta a Cristo. Sí, el esfuerzo poético es bueno. No es el factor decisivo en la salvación. Dios lo es. Pero la fe y todos sus frutos vienen por el oír y el oír por la Palabra (Romanos 10:17; Gálatas 3:5). Esa Palabra en la Biblia es extendidamente elocuente: las palabras son unidas de manera que tengan un gran impacto. Y Dios nos invita a crear nuestras propias frases frescas para Su gloria, no la nuestra. Y en el misterio de Su gracia soberana, Se glorificará en nosotros y en el corazón de otros, a pesar de y por las palabras que hemos elegido. De esa manera, nos mantendrá humildes y obtendrá toda la gloria para Si mismo.