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Tres generaciones
El rey, con traje gris y corbata azul, tomó la palabra tras el parlamento de la presidenta del Congreso Ana Pastor. Aquel jueves 6 de diciembre de 2018 tenía lugar la conmemoración del cuarenta aniversario de la carta magna de 1978. Leyó un largo y bien trabado discurso en el que no faltaron las alusiones al compromiso de la Corona con la democracia y la Constitución. En uno de los pasajes, el más emocionado y largamente ovacionado por casi todos los presentes, hacía una explícita referencia a sus progenitores:
Una monarquía parlamentaria, en el seno de una democracia, que impulsó mi padre el rey Juan Carlos I, de forma tan decisiva y determinante, durante aquel periodo trascendental de nuestra historia; y siempre junto a él, el apoyo permanente y comprometido de mi madre la reina Sofía.
Este evento en el Congreso tuvo un profundo poder simbólico al coincidir pasado, presente y futuro monárquico: el ayer de los reyes Juan Carlos I y Sofía, en el trono español entre 1975 y 2014; el hoy de Felipe VI y doña Letizia, reyes de España desde 2014, tras la abdicación de la Corona por parte del rey padre; y, finalmente, el mañana, no escrito evidentemente, de la princesa de Asturias, Leonor, de trece años, heredera del trono, y su hermana la infanta Sofía. Tres generaciones reales, a fin de cuentas, afirmaban la continuidad de la historia de España y la indisoluble unidad entre la monarquía parlamentaria y la Constitución de 1978, fuente de libertad y democracia. Allí estaban, ante la presencia de diputados y senadores, de los presidentes del Congreso y el Senado, del Gobierno de España y de otras autoridades del Estado, de cuatro expresidentes del Gobierno (Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy) y de tres de los llamados padres de la Constitución (José Pedro Pérez-Llorca, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Miquel Roca Junyent).
Si la reunión de tres generaciones reales resulta significativa, no pueden omitirse las limitadas protestas que provocó la conmemoración. Los electos nacionalistas e independentistas catalanes y vascos se ausentaron del hemiciclo, mientras que los miembros de Unidos Podemos no aplaudieron en ningún momento y vistieron camisetas reivindicativas de una deseada tercera república.
Como si de una suerte de cara y cruz de una moneda se tratara, la celebración de la carta magna de 1978 y la normalidad democrática, así como el reconocimiento a la monarquía, contrastaba con la actitud de la bautizada por Rubén Amón como corriente guillotinesca, que demoniza el “régimen del 78” y lanza sordos gritos republicanos. El debate monarquía-república ha emergido con algo de fuerza y pocos argumentos, con más emoción que razón, en la España del siglo xxi, en algunos sectores de la izquierda y entre los jóvenes. Las grandes crisis de los inicios de esta centuria no son ajenas a ello, ni tampoco los años más o menos horribles vividos por el rey y la Corona.
Juan Carlos I reinó, Felipe VI está reinando, pero ¿reinará Leonor I en una Europa futura en la que las monarquías se habrán naturalmente feminizado? En una entrevista con motivo de la publicación de su último libro, en octubre de 2018, Jaime Peñafiel, veterano periodista del corazón y buen conocedor de los asuntos referentes a la Casa Real española, afirmaba que la princesa de Asturias nunca iba a ser reina. Y, acto seguido, en un tono mitad pesimista y mitad provocador, añadía: “La monarquía se acabará, lo veremos y no será una tragedia”.
Mi propósito con este libro es ofrecer un análisis del pasado y del presente, así como algunas notas sobre el futuro de la monarquía en España. Resulta imposible saber si Peñafiel tiene o no razón. A los historiadores de profesión lo que todavía no ha ocurrido nos provoca un cierto respeto. En las páginas siguientes propongo una reconstrucción, un análisis y una reflexión sobre los reyes, la Corona y la monarquía en la España democrática de las últimas cuatro décadas, acompañados de una pequeña incursión en etapas anteriores. He intentado evitar los tópicos y los prejuicios, así como cerrar la puerta a toda mirada presentista —el final de un reinado y el inicio de otro no pueden ser la guía de comprensión de toda una época—, para poner encima de la mesa unas explicaciones e interpretaciones tan complejas como comprensibles, con muchas luces y no pocas sombras. El lector podrá juzgar si lo he conseguido.
Este modesto ensayo sobre la monarquía en la España del siglo xxi está dedicado, como siempre, a mis dos amores: Mònica y Morgana.