Читать книгу Remedios naturales para el equilibrio emocional - Jordi Cebrián - Страница 6
ОглавлениеTÉCNICAS PARA MEJORAR LA AUTOESTIMA
Cuántas veces hemos debido enfrentarnos al dilema de una evaluación personal o pública para llegar a la conclusión de que no hemos sido capaces de hacer realidad los propios objetivos o que no estuvimos a la altura de las expectativas que nuestro entorno social tenía puestas en nosotros.
La autoestima no es una condición biológica predeterminada ni una fórmula mágica que solucione los problemas e inconvenientes de una vida en sociedad. La autoestima es un recurso psicológico que puede ser desarrollado por la familia o ganado a pulso día a día por los individuos y que permite llevar –gracias a una mente autónoma y lúcida que no duda de su verdadero poder y también al constante ejercicio de la voluntad– una vida sin angustias exacerbadas ni tampoco miedos al fracaso paralizantes.
Este soporte anímico se construye sobre los siguientes pilares: superar el rechazo hacia uno mismo; desarrollar la capacidad de sentirse a gusto en la propia piel; aprender a diferenciar entre lo que es verdaderamente criticable u ofensivo; percibir las cosas que pueden potenciar la reafirmación en las propias creencias; comprender que los demás también son falibles; evitar las comparaciones directas con referencias ajenas o con modelos impuestos por la moda, la mercadotecnia o valores ajenos a los de uno; no identificarse con el medio ni dejarse amilanar por las reacciones adversas a nuestros gustos, percepciones o sentimientos; desgranar el trigo de la paja, y convertir aquellas diminutas parcelas de la personalidad en floridos, exóticos y productivos cultivos.
En una sociedad que permanentemente está en guardia frente a los constantes desafíos vitales y emocionales, donde la envidia, la competencia y la intolerancia alimentan las relaciones interpersonales, no es de extrañar que los individuos desarrollen con facilidad patologías erosionantes de la autoestima, que conjugan fantasmas como la indiferencia ajena, el miedo al ridículo, las frustraciones profesionales y una larga cadena de sensaciones e imágenes distorsionadas que minan la capacidad de las personas de gozar plenamente de una conciencia equilibrada; es decir, de poder disfrutar de todos los ricos matices que dan forma e iluminan nuestra realidad.
En muchas ocasiones, la autoestima va ligada a la felicidad y esta puede conseguirse por medio de una concepción realista de los límites y posibilidades de cada uno, una actitud reflexiva ante los conflictos emocionales o mediante técnicas de desarrollo mental.
Cada persona tiene su propio camino y, si bien este puede discurrir de forma paralela a la de muchos otros, no hay dos caminos iguales, ya que son las propias vivencias y emociones las que lo definen, y en ello radica realmente uno de los principales sentidos de la vida: estar a gusto con el propio cuerpo, aprender a disfrutar de nosotros mismos y dejar constancia de nuestras valiosas singularidades.
Cuando alguien critica los defectos de otro, no lo hace porque se sienta molesto o se crea inmune a ellos; en realidad se trata de un mecanismo de defensa que manifiesta los propios temores a identificarse con características propias que se rechazan.
También cabe preguntarse si todas las alabanzas en torno a una alta autoestima no forman parte del limitado mensaje que lanza el insensible interlocutor omnipresente de los medios de comunicación, desde el cual se bombardea a la ciudadanía con mensajes de éxito y liderazgo rápido y fácil, mientras que todo lo contrario es considerado propio de perdedores. Por ello, cabe advertir que un exceso de autoestima conduce a la vanidad, la soberbia y la pérdida de contacto con la realidad, haciendo al individuo indulgente con sus propios defectos.
Muchos se preguntarán si no son las personas con una autoestima poco acentuada las que con su actitud prudente y modesta preservan valores de tolerancia y paciencia en un entorno dominado por la ambición desmedida, la prepotencia, el egocentrismo y la consecución de bienes materiales. Siempre se ha dicho que todos los extremos son desaconsejables, ya que contienen la misma esencia de desequilibrio.
No dejarse dominar ni intentar controlar a los demás quizá sea el mejor consejo para poder llevar a cabo una vida armoniosa que se haga eco de las palabras que salen de nuestro más profundo interior.
Creer en uno mismo es la base principal para edificar una autoestima perdurable.
A qué llamamos autoestima
La baja autoestima puede desencadenar una secuencia de pensamientos obsesivos que poco a poco vayan alejando al individuo de sanas gratificaciones de orden social y mundano, y den lugar a una depresión más o menos encubierta, donde los pensamientos de soledad, alienación e impotencia sean la ineludible fuente de las emociones.
Sin embargo, detrás del muro de estos poderosos y recurrentes pensamientos perturbadores, donde el miedo es el verdadero protagonista capaz de acallar la genuina personalidad, hay una dimensión poco frecuentada en la que aflora la expresión de todas aquellas capacidades apenas conocidas, que casi resultan ajenas pero siempre han conformado la unidad irreductible de nuestro ser.
Simplemente se trata de abandonar todos aquellos hábitos de pensamiento autodestructivo y entregarse con el mismo fervor a la otra cara de nosotros mismos, más comunicativa, intuitiva, inteligente, generosa, sensible, capaz de disfrutar del entorno y dispuesta a sacar siempre ventaja de cualquier situación, por adversa que esta sea.
La mejora de la autoestima trae consigo un notable fortalecimiento de la personalidad, mediante la cual se aprende a discriminar entre lo verdadero y lo falso, rompiendo así una de las cadenas más perversas del orden social, donde la manipulación de los instintos más básicos o de la ingenuidad es aprovechada por otros.
Uno de los pilares del desarrollo de la personalidad es la confianza en uno mismo, en las capacidades de cambio y en el disfrute del momento presente, sin postergar a un futuro incierto la recompensa de saberse capaz de afrontar los desafíos.
Este proceso de mejora de la autoestima, así como el desarrollo de la concentración en la conciencia, lleva a un enriquecimiento de la personalidad, donde, como una fresca cascada imparable, muchos aspectos mejoran, desde la sexualidad hasta la capacidad de imponer las propias ideas.
Cómo creer en uno mismo
Las personas con baja autoestima actúan igual que el pesimista del dicho: siempre ven la botella medio vacía.
Esta manera de interpretar los hechos supone que este grupo de personas concentra toda su atención en los aspectos negativos o deficientes de su personalidad, de manera que, como resultado, incrementan el grado de malestar o de conflicto interno.
Tomemos el siguiente ejemplo: una mujer se define como una divorciada, amargada porque asume que toda su vida matrimonial ha sido un error y que a sus treinta y tantos años largos ha perdido un valioso tiempo, ya que ahora se encuentra sola y con dos hijos, a los que apenas ve porque trabaja a destajo para llegar a fin de mes. Esta misma mujer, si contara con una mayor autoestima, se definiría como una mujer valiente, capaz de poner fin a un matrimonio que la hacía infeliz, que se encuentra en la plenitud de su vida y educa a sus dos hijos con gran entereza, trabajando intensamente.
También podría sacar la conclusión de que toda esta experiencia le sirve para aprender muchas cosas, como dejar de pensar en sí misma, ser más madura o desarrollar una conducta más altruista, recompensada en último término por el amor de sus hijos.
El primer paso para recuperar la autoestima es empezar a conocerse, tomar conciencia de las propias capacidades y límites. Este proceso puede variar de forma notable la foto fija que esta persona tiene de la propia imagen, donde pueden aparecer matices inesperados que refuercen la confianza en sí misma. Para ello es aconsejable autoevaluarse de forma realista y justa, preguntar a las personas de su entorno qué opinión tienen de usted, saber encajar las diferentes versiones que su personalidad puede suscitar, expresar las propias opiniones y deseos aunque no concuerden con los de los demás, así como empezar a desenterrar y dar a conocer facetas inéditas, capacidades, conocimientos y talentos ocultos.
Todos estos pasos previos forman parte del incesante proceso de búsqueda que le llevará a un punto de autorrealización sin retorno. Es entonces cuando su personalidad se volverá atractiva tanto para usted como para los demás.
No es de extrañar que este proceso de autovaloración pueda ayudar a revitalizar ideas algo enmohecidas, a las cuales no ha sabido dar salida en su vida cotidiana y que al estancarse contribuyen a la frustración y al envejecimiento moral, pero que a partir de una nueva perspectiva pueden ser una guía valiosa en esta nueva etapa de su vida.
Tampoco hay que olvidar que afianzar una autoestima naciente pasa por la aceptación incondicional de uno mismo como un ser único y valioso que puede cometer errores, pero que, en vez de dejar que estos se acumulen de forma culpabilizadora, es capaz de aprender de ellos, y de integrarlos como experiencias de la vida.
Finalmente, no hay que confundir la autoestima con los mecanismos de autodefensa e intolerancia, donde se desarrolla una rígida mirada del mundo y del yo, una mirada egocéntrica, competitiva y desequilibrada, que en realidad encubre miedos e inseguridades personales.
Las personas con una autoestima desarrollada son ante todo muy sinceras consigo mismas, sostienen un sano diálogo interno, reconocen sus debilidades e intentan superarlas; son personas de una gran flexibilidad psíquica y moral, ya que la afirmación de la propia identidad elimina muchos temores innecesarios y muchas dudas superfluas que limitan la interacción con el mundo y distorsionan la realidad.
Reconocer una baja autoestima
Una persona con baja autoestima se culpa constantemente a sí misma por errores en que ha incurrido o por aquellos que erróneamente piensa que ha cometido. Esta actitud le lleva a sentirse siempre como una víctima de las «maquinaciones» ajenas, o a percibirlo todo como un complot contra sus intereses. Esta persona pierde el tiempo intentando defenderse de hipotéticos sufrimientos o dolores, en lugar de permitir que la aprecien o la amen. De ahí la necesidad de establecer con uno mismo vínculos de afecto y no de rechazo, ya que los demás perciben este menosprecio que sentimos hacia nosotros y nos tratarán del mismo modo, mermando las pocas defensas que nos quedan.
Otra de las características que revelan una baja autoestima es la tendencia, fomentada por un sentimiento de incompatibilidad social, a ocultar esta carencia inventándonos papeles y creando una autoimagen distorsionada, como la del ama de casa obsesivamente perfecta (para justificar una no pertenencia al mundo de la mujer profesional), el estudiante sin aptitudes para las matemáticas (para justificar su pereza ante los estudios) o la chica que hace todo lo posible por gustar a los chicos equivocados (para justificar su miedo al rechazo).
Cuando uno ha decidido ser otro representante más de la baja autoestima, sobre todo por una imperiosa necesidad de ser aceptado, se prepara meticulosamente desde joven para fracasar, renuncia voluntariamente al éxito, ya que alcanzar metas elevadas supone tener control, y ello exige a su vez una gran responsabilidad, que hace que el miedo y la ansiedad acaben por dominar todo anhelo de superación.
Esto lleva a que la persona defienda su baja autoestima con uñas y dientes y a negar que hay algo que no funciona bien en nosotros, como en el caso de una esposa maltratada que no quiere aceptar la verdadera situación minimizando el despliegue de violencia de su pareja, o el de un alcohólico que se refugia en causas injustificadas para no reconocer que tiene un problema con la bebida.
La baja autoestima provoca que la persona tienda a hacerse invisible para evitar así tener que enfrentarse con los demás y mostrarse débil; que a menudo desarrolle sentimientos de orfandad, de soledad, de no ser comprendido o de haber sido abandonado por la suerte, que arrastrará toda la vida, a no ser que tome medidas que atajen estos procedimientos erosionadores de la confianza.
La dependencia es otro de los factores que nos hunden en los lodos de la baja autoestima. Hay muchas clases de dependencias, que por lo general parten de la vinculación a los padres y están motivadas ya por nuestro temor a crecer, ya por la actitud paterna de no querer vernos como adultos sino siempre como niños. Este tipo de dependencia se trasplanta luego a la pareja e incapacita para establecer una relación equitativa.
También está la dependencia del admirador de ídolos inconsistentes como estrellas de Hollywood, cantantes de música ligera, o el aficionado a deportistas de moda, pasión artificialmente promovida por los medios de comunicación vinculados a una banal cultura de masas. La persona cae en esta adulación de forma irreflexiva, sin pensar que él o ella podrían estar perfectamente en el lugar de sus ídolos, lo que se traduce en un esfuerzo unilateral, que delega el sentido de su vida a las nimiedades del admirado personaje público.
La negligencia a la hora de saber establecer límites nos hace vulnerables a toda crítica, inseguros con nuestras propias capacidades, con una necesidad constante de ser reafirmados, de obtener la atención de los demás o de delegar pasivamente nuestras vidas en figuras simbólicas de aquello que deseamos pero no nos atrevemos a ser.
Si la baja autoestima es un problema, ¿por qué entonces la gente se deja enredar en sus trampas y perpetúa comportamientos patológicos? La razón de ello es la necesidad de hacer realidad y mantener a ultranza esa idea de fracasadas que las personas con baja autoestima tienen de sí mismas, para confirmar así sus predicciones más pesimistas que, aparentemente, las protegen de peores sentimientos, lo cual a sus ojos, en sí, ya representa un éxito.
DIARIO DE PENSAMIENTOS
Para conquistar un buen nivel de autoestima uno debe comenzar por conocerse a sí mismo, así como por desenmascarar e identificar los pensamientos perturbadores que desgastan el ánimo y no permiten avanzar en una dirección creativa. Un método eficaz para conseguirlo es escribir, a modo de diario, una relación lo más detallada posible de las imágenes o sensaciones asociadas a situaciones que desencadenan inseguridad y angustia. Este paso es de gran importancia, ya que una vez conocidos estos pensamientos, se puede iniciar un proceso de revisión y crítica de estas creencias infundadas, con el fin de conjurar su poder sobre nuestra vida.
Se debe relativizar todo aquello que no hace más que iniciar un ciclo de preocupaciones paralizadoras, en el que la propia imagen se ve seriamente infravalorada y a la vez distanciada de sus fuerzas creativas y regeneradoras.
Cabe destacar que gran parte de las emociones de preocupación y minusvalía, por muy reales y angustiosas que parezcan, no son nada más que proyecciones inmateriales de la mente, que no poseen una correlación real en la vida material. Es por ello que, por medio del método de identificación de pensamientos y situaciones angustiosas, uno puede repasar racionalmente, a la luz de los hechos, cuál es el grado de veracidad de estos temores, cómo surgieron y por qué se perpetúan en la mente en una cadena de pensamientos autodestructivos, de forma que el individuo se ve a merced de una adicción, donde la impotencia y la autocompasión limitan el potencial real de las fuerzas personales.
Finalmente, hay que remarcar que todo empeño por restaurar una autoimagen deficiente va seguido de un proceso de revisión y desapego de viejos valores enquistados, de una meticulosa exorcización de pensamientos destructivos y de la identificación de las situaciones donde nuestra herencia vital, los traumas infantiles y las experiencias que han hecho mella en nuestro ánimo surgen en forma de inseguridad, miedo o angustia.
Restaurar la belleza oculta de una envejecida obra de arte conlleva tiempo y un gasto de recursos materiales; restaurar algo tan inmaterial como la personalidad es un duro pero gratificante trabajo dirigido a disipar la pátina añeja que empaña el autoconocimiento con juicios irreales, irracionales, catastrofistas, y voces de reproches que obstruyen el natural fluir de la verdadera identidad, que puja por salir como una mariposa de su capullo.
DOMINAR LA VOZ INTERIOR NEGATIVA
La voz crítica interior es una voz patológica que le acusa y le compara con los otros. Busca un grado de perfección imposible de satisfacer, que alimenta con imágenes de ansiedad y le juzga constantemente. Es una voz que se distingue del resto de pensamientos porque merma la autoimagen y le limita de sus verdaderas capacidades. Es una voz que solo contiene distorsiones de la realidad y pensamientos falsos, la cual se pone en marcha para mitigar la tensión ante la frustración, la culpa, la desesperanza o la insuficiencia. Esta voz crítica es universal. No obstante, en personas con baja autoestima está demasiado desarrollada y puede convertirse en la única estrella del escenario mental, transformando la realidad en un espejismo angustioso.
Deshacerse del enemigo interior
Tras descubrir las formas de actuar de una autocrítica negativa, tanto mediante el autoanálisis a partir del diario de pensamientos, como a partir de una ayuda terapéutica, será posible aislar las situaciones que desencadenan emociones dañinas. A partir de este momento podrá empezar a combatir esta voz crítica que merma la confianza, hiere la valía y genera impotencia y apatía.
A medida que se consiga un autoanálisis de los pensamientos críticos, se podrán establecer las razones de su empleo y el valor de su aportación. Ejemplo: se puede utilizar la voz crítica para explicar un posible rechazo («Ese hombre no se fijará en mí porque soy fea o estoy gorda»), o para limitar la ansiedad que genera una situación conflictiva («No me presentaré al examen porque soy un mal estudiante»).
Una vez que haya conseguido identificar los mensajes distorsionados y sepa qué función ocupan en su vida psíquica –es decir, qué es lo que intentan evitar u ocultar– se trata de responder y refutar la propia voz crítica, esa programación interna negativa.
Esto puede parecer un alarde de valentía o, peor aún, un ejercicio antinatural, pero de lo que se trata en realidad es de fomentar la sana independencia de un discurso interno negativo.
Cómo contestar a la voz negativa
Al pasar delante del escaparate de una tienda de ropa, una joven ve un vestido que le gusta, pero de inmediato reacciona de una forma contraria a sus deseos, dejándose invadir por la idea de que tiene unos cuantos kilos de más. A esta voz negativa se le puede responder de la siguiente manera: «Dices que estoy gorda, pero en el fondo sé que no es más que mi miedo a sentirme rechazada porque no encajo en los estereotipos estéticos actuales».
La respuesta a la voz crítica debe basarse en refutar la programación equívoca heredada de la infancia; es decir, en intentar resolver aquellos traumas enquistados desde hace largo tiempo.
Esto supone una buena noticia, ya que se puede desaprender parte de los mecanismos de autorrechazo y, aunque parezca extraño, superar las contradicciones psíquicas a las que están sometidas las personas.
Por fin, la cadena del miedo se puede romper. Hay que darse cuenta de que gran parte del sufrimiento humano es innecesario.
Uno puede liberarse de muchos traumas adquiridos y también puede elegir a qué se va a consagrar y qué pensamientos enriquecerán la propia vida emocional. Esta voluntad se encuentra presente en todos los seres humanos; no se trata de entablar una lucha encarnizada contra uno mismo y sus propias tendencias, sino simplemente de detectar y discriminar los pensamientos que socavan la confianza. Hay que desprenderse de ellos al confirmar que estos pensamientos lo anulan como persona, y que paga un alto precio por un hábito psicológico que lo disminuye y no le aporta nada.
Por otra parte, es sabido que normalmente uno se aferra a los hábitos porque cree que son algo inevitable o que impiden que uno se sienta solo o vacío, pero saber practicar el desapego es un buen camino para reencontrar lo esencial y genuino de la propia personalidad y no conformarse con las innumerables capas de experiencias negativas, voces autoritarias y humillaciones frente a la competitividad de los demás que uno arrastra con resignación.
Al empezar a contestar a la voz crítica interior negándola, acorralándola por su irrealidad y desactivando su mensaje venenoso, podrá conformar una voz con nuevos hábitos de pensamiento hechos a su verdadera medida, definiéndose con las propias cualidades para poder disfrutar de las experiencias de forma más sosegada y madura, siendo más positivo y tal vez iluminando caminos más trascendentes.
HACER FRENTE A LA CRÍTICA AJENA
La crítica ajena puede resultar muy desestabilizadora para una persona con una baja autoestima. No obstante, hay que ser conscientes de que la crítica proveniente del exterior no posee el poder que normalmente se le atribuye, como, por ejemplo, cuando una niña resalta la supuesta fealdad de su compañera, o un jefe desestima el trabajo de su empleado por razones arbitrarias. Gran parte de los ataques verbales a los que podemos estar sometidos no se sustentan en razones objetivas, sino que en muchas ocasiones no son más que proyecciones distorsionadas de quien ejerce la crítica o el menosprecio, que dependen más de su estado emocional o de factores de inseguridad que de la realidad cuestionada.
No tomarse las críticas subjetivas en serio es un sano ejercicio de autoestima. No tomarse la crítica de forma personal es el siguiente paso para evitar reforzar el sentimiento de inferioridad y el automatismo de la feroz crítica interior.
Otra técnica se basa en reconocer ciertos aspectos de la crítica y utilizarlos para mejorar partes poco funcionales de uno mismo; podemos así atajar una situación conflictiva, dándole la razón a nuestro interlocutor, que es lo que en el fondo desea, pero desentendiéndonos emocionalmente de la crítica.
NI VÍCTIMA NI VERDUGO: PRACTICAR LA EMPATÍA
La autoestima se nutre tanto del sentimiento de ser aceptado socialmente –es decir, tener la sensación de ser querido y pertenecer a un grupo– como por el de ser eficaz y competente, a fin de dar respuesta a los problemas. Sin embargo, como ya se ha recalcado en puntos anteriores, para reforzar la autoestima uno debe conocerse a sí mismo con el objetivo de ser consciente de los propios estados de ánimo y de los pensamientos que los generan.
La conciencia de uno mismo es el pilar donde se apoya la empatía, y ésta, a su vez, es la raíz donde se fundamenta el amor, a través de la capacidad personal de comprender los sentimientos y las preocupaciones de los demás, y asumir la perspectiva ajena sin abandonar las propias convicciones, aceptando las diferentes formas de sentir de la gente.
Indudablemente, esta actitud ayuda a crear vínculos y a salvar muchos obstáculos que impiden la comunicación, facilitando el desarrollo de un lenguaje afectivo basado en la capacidad de saber escuchar y de identificar los sentimientos ajenos con la propia experiencia. En la medida en que nos resulten familiares nuestras emociones, mayor será nuestra habilidad para comprender y confraternizar con otras personas, al ser capaces de reconocer los mecanismos de conducta universales.
Si la empatía resulta tan beneficiosa, debido a que reafirma y restaura la propia identidad en un marco de comunicación y afecto compartido, ¿por qué cuesta tanto tender estos puentes de amistad? Básicamente, por razones de baja autoestima y un cierto grado de analfabetismo emocional. Por ello, las actitudes de autodefensa se convierten en pautas muy comunes en las relaciones sociales; la realidad cotidiana está llena de situaciones donde la rivalidad, la envidia, la codicia o la sumisión, por citar solo algunas de estas conductas, forman parte de un juego de poderes invisibles al que todos nos entregamos de forma inconsciente.
Cultivar el autoconocimiento, saber escuchar, sensibilizarse ante las fuerzas de la naturaleza, entregarse a los demás, usar correctamente el poder y el don de la palabra, sabiendo de sus inesperadas consecuencias, son los pasos requeridos para romper las cadenas de la inercia y la ignorancia que nos apartan del verdadero sentido de la vida y el amor.
A simple vista todo esto puede resultar muy abstracto, ya que nuestras preocupaciones giran en torno a la supervivencia diaria por medio de un trabajo remunerado, en un mundo aparentemente previsible, donde lo que menos se quiere es llamar la atención por una conducta sospechosamente bondadosa y honesta.
Lo que proponemos no son extravagancias místicas, sino un modo práctico de autosuperación que definitivamente sacudirá la vulgaridad de su vida, convirtiéndolo en un ser único, conocedor de su poder personal, dotado para amar y ser amado, capaz de verse inundado por un sosiego reparador, que se convertirá en la inspiración que dará a sus días un significado íntimo y especial.
Como consecuencia de este proceso de toma de contacto con nuestro ser interior, podremos enfrentarnos con la realidad sin tener que ceder ni un milímetro de nuestra integridad personal a las viejas y trilladas muletillas, repetidas en miles de vidas cada vez que se dispara el mecanismo de la autoconservación (que no debe confundirse con la autoestima), dando lugar a unas relaciones insatisfactorias, polarizadas entre la cortesía y el desamor, y basadas en el egoísmo, el recelo y la competencia. Es en este estado de precariedad emocional donde los alimentos espirituales como la comunicación, resonancia o empatía se hacen imposibles.
A lo largo de la historia de la humanidad, el sentimiento religioso ha florecido por doquier, con el fin de llevar al hombre a una comunión con el mundo e iluminarle en su singular destino. En la cultura occidental, estas motivaciones se han marchitado y cuesta hallar incentivos para la superación personal más allá de la conquista y el disfrute de estereotipados bienes materiales. Ni siquiera las personas importan. Su valor individual se relativiza constantemente en función de intereses contradictorios. Sin embargo, la paradoja se encuentra en que el único consuelo que se puede encontrar en esta vida proviene solo de la relación con otras personas y del sano diálogo espiritual con el mundo.
No existen más actores en esta realidad, solo personas que libremente ofrecen lo mejor que tienen, o que deciden dar la peor parte de sí mismas.
Este paisaje se conforma mediante el compromiso mutuo y la voluntad individual de cambio.
APARTAR LA DEPRESIÓN
Con frecuencia, aquellos que sufren las consecuencias de una baja autoestima son atormentados por el fantasma de la depresión, muchas veces invocado por esa sensación de no encontrar el lugar adecuado o una justificación de la propia vida, en un mundo tan aparentemente exigente e inhumano. De este modo, el individuo que no se sabe reafirmar en sus necesidades, deseos y aspiraciones se inhibe de todo aquello que podría resultarle gratificante, como los vínculos sociales, el placer de comer o la simple alegría de vivir, para retirarse en el oscuro seno del autorrechazo y ceder su lugar en este mundo a otros, que, desde una perspectiva subjetiva, parecen más aptos para la felicidad.
Sin embargo, este falso sentimiento de derrota ante la vida se puede conjurar. Lo que más contribuye al estado depresivo no es la debilidad ni la pereza ni el abandono, sino simplemente el modo de pensar e interpretar el entorno. Otra vez, la clave está en los pensamientos negativos que se aceptan como realidades objetivas.
Buscar relaciones sociales sinceras y abiertas, plantearse nuevos desafíos que traspasen las barreras de la rutina y el aburrimiento, aprender a reelaborar los traumas, el dolor y la inseguridad: todas estas maneras de actuar son los peldaños que uno debe ir superando. Para ello se puede iniciar un proceso de terapia con un profesional, apoyado con una medicación adecuada, pero también se puede salir de la depresión convirtiéndolo en un reto personal, donde la mejor gratificación se halle en encontrar de nuevo la vitalidad. Al superar todas estas metas, la autoestima se verá muy reforzada, porque el éxito radica en cambiar las actitudes que nos ofuscan y nos hacen sentir inseguros.
El aburrimiento puede ser otro de los motivos desencadenantes de la depresión. Normalmente esta sensación de estancamiento vital se alimenta de la incisiva idea de que todo obedece a unos principios generales, en que las situaciones y las cosas se parecen y se repiten. Esta idea distorsionada de la realidad empobrece las experiencias, ya que todo queda atrapado en estereotipos y etiquetas donde la innovación o la espontaneidad no tienen cabida, lo que limita enormemente el cambio.
Una buena salida al aburrimiento es comprometerse a ensayar de forma desenfadada nuevas formas de hablar y relacionarse con los demás, comer, hacer gimnasia, escuchar música, peinarse, vestirse, viajar, relajarse o leer, a fin de no estancarse en monótonos automatismos que exigen poca imaginación y entrega personal. En pocas palabras, se trata de combatir la inercia.
Otra manera de evitar estancarse en la depresión es aprovechar la imaginación en estados de ensoñación consciente; es decir, cuando uno se queda amodorrado (véase el apartado «Visualizaciones curativas») y proyecta la imagen personal de cómo le gustaría ser, empezando a trabajar en dirección a metas realistas para llegar a ese estado.
Una de las maneras más fáciles y eficaces de salir de la depresión es hacer cosas que nos brinden placer, cosas que nos hagan vibrar y estar conectados a este mundo, desde un baño caliente revitalizador hasta ir al cine, caminar por el bosque o cuidar de un animal doméstico.
Hay que desoír los estériles sentimientos de autorreproche o de culpa injustificada, como si por el mero hecho de vivir, uno fuera culpable de cumplir años, de no estar a la altura de las expectativas que otros han depositado en nosotros o simplemente de envejecer.
No se deje juzgar por la edad ni por las apariencias. Esto no es más que la patológica tendencia a generalizar de nuestra sociedad, que se queda con las etiquetas y en la superficie de las cosas.
La vida es un viaje que pasa por muchas etapas biológicas, a las que están sujetos todos los individuos. Es una ley universal a la que por ahora nadie escapa. Si al principio del viaje brilla una luz en la que apenas hay nada original porque se está en pleno proceso de aprendizaje, con el tiempo esa luz se enriquece y se distingue con matices propios extraídos de la experiencia, el dominio de las situaciones, y finalmente alumbra una personalidad que representa una irrepetible y creativa adaptación al medio social.
EL FANTASMA DEL FRACASO: APRENDER DE LOS ERRORES
Una de las emociones más perturbadoras para la autoestima es el miedo al fracaso, ese sentimiento negativo de no hacer bien las cosas o de estar equivocado. Se trata de una emoción muy fuerte que desencadena difíciles bloqueos, en los que uno siente la dolorosa sensación de estar condenado a vivir por debajo de sus verdaderas capacidades. También se manifiesta en la creencia de no estar capacitado para resolver una determinada situación o un problema acuciante.
El miedo al fracaso nace de la falta de confianza en uno mismo aunada a unas expectativas personales muy elevadas; lo que se ha dado en denominar «el sueño de la perfección», que conlleva el convencimiento de poseer pocos recursos para plasmarlos en hechos concretos.
Este desajuste entre las fuerzas limitadas que se cree tener y las altas exigencias, fomentadas por familias abusivas, una educación severa o el sesgado modelo social difundido por la publicidad, puede ir mermando drásticamente nuestra capacidad de reacción.
A partir de aquí, uno corre el riesgo de verse atrapado en una rueda de autorreproches en la que cada vez cuesta más enfrentarse a nuevos desafíos, ser espontáneo o consolidar los objetivos deseados, convirtiéndose el fantasma del fracaso en un temido castigo por los errores pasados o futuros.
Este estancamiento proviene del miedo a equivocarse y soportar nuevos estigmas psicológicos humillantes y desvalorizadores que perpetúan una cadena de frustraciones.
Una baja autoestima hunde sus raíces en las peores especulaciones sobre el futuro, y lleva a una parálisis del aparato emocional y a la anticipación al fracaso mediante proyecciones negativas.
Una cosa debe quedar clara: cometer errores no es algo de lo que uno deba avergonzarse hasta extremos enfermizos. Nadie es infalible; ni el padre, ni el maestro, ni el jefe, ni las autoridades, ni las idealizadas estrellas del mundo del espectáculo mediático. Todos tenemos nuestra cuota de equivocaciones. Usted también comete errores, y eso es algo que debe asumir de forma responsable, evaluando las condiciones que lo han llevado a cometer dicho error y las consecuencias que de él se desprenden.
Hay una gran variedad de situaciones que le pueden llevar a equivocarse. Repáselas y ordénelas mentalmente. Recuerde qué necesidades o deseos le llevaron a actuar tal como lo hizo. Perdónese y aprenda de ello. Incorpore la lección a su bagaje de experiencias. Busque en la medida de lo posible soluciones alternativas. No sirve de nada estancarse en torno a la culpabilidad frente al fracaso.
Supere el bloqueo y acéptese en todas las situaciones; muéstrese flexible frente a los cambios que se puedan incorporar a su identidad. Todas las heridas se cierran definitivamente tras los cuidados adecuados, incluso las psicológicas.
Aunque en la vida se nos presentan muchas situaciones en las que la renuncia es el camino más sabio, conserve la serenidad, ligada a saberse entendedor de sus vivencias como vía para llegar a sentirse libre.
EXIGENCIAS DESMESURADAS: EL MIEDO AL RIDÍCULO
Una persona que se preocupa constantemente por cómo la perciben los demás, que teme dar una impresión equivocada o hacer algo fuera de lugar, vive la vida de forma rígida y encorsetada, más pendiente del miedo al ridículo que del valor aleccionador y enriquecedor de las experiencias.
El miedo al ridículo va asociado a la inseguridad, a los complejos irracionales que minan nuestro acerbo personal, basándose en comparaciones imposibles y en distorsiones de nuestra verdadera imagen.
Este temor a no ser aceptados por nuestro comportamiento se nutre de una percepción inmadura, que nos hace creer que otros nos vigilan y juzgan, como si la figura de un hipotético padre colérico y autoritario tuviera la capacidad de leer nuestra mente y ridiculizarnos constantemente delante de otros. Este tipo de pensamientos resulta extremadamente contraproducente, porque genera una fuerte carga de angustia.
Es curioso constatar que el sentido de la humillación, o el umbral del ridículo, es enteramente un valor cultural de implicaciones psicológicas, con notables diferencias entre los distintos pueblos y las distintas épocas, ya que, por ejemplo, lo que era gracioso en la Italia renacentista se considera cruel en la Gran Bretaña del siglo xx.
Obviamente, detrás de estas actitudes siempre se encuentra una cultura donde se cultivan las apariencias, en la que sus individuos están hipersensibilizados frente a la opinión ajena, porque tienen unos sentidos muy desarrollados de la vergüenza y el orgullo. En el intercambio de gestos provocadores o argumentos desfavorables perciben una inmensa derrota personal, así como una hipotética pérdida de territorio social.
Los mecanismos de la sensación de ridículo funcionan por la convicción subjetiva de no ser apropiado, de estar fuera de lugar o de tener que reclamar la atención de nuestros semejantes de forma penosa o a costa de desmesuradas vergüenzas. Todo ello deja latente un profundo sentimiento de inferioridad, alimentado por unas autoexigencias desmesuradas, poco realistas, que erosionan el terreno de la autoestima. Como cicatrices más visibles quedarán la apatía, la completa falta de iniciativa, la carencia de opinión propia y también la sensación de ser presa fácil de la manipulación.
Superar el miedo al ridículo vuelve a ser un ejercicio de autoconocimiento, que ayuda a aprender a calibrar tanto las fuerzas propias como las ajenas, intentando cultivar la empatía para descubrir muchas veces que, detrás del implacable juez que veíamos ante nosotros, existe alguien con una baja autoestima pero con una conducta agresiva que oculta carencias e inseguridades.
ADICCIONES: SUPERAR LAS DEPENDENCIAS
Las adicciones o dependencias son un patrón de comportamiento repetido a lo largo del tiempo, que suponen la pérdida del control personal frente al consumo de una sustancia o frente a una situación determinada.
Las situaciones de dependencia tienen muchos rostros, según se vean implicadas causas biológicas, psicológicas o espirituales. La adicción se manifiesta en forma de alcoholismo, ludopatía, drogodependencia u obsesión por la comida, aunque también puede adoptar aspectos menos evidentes, como el excesivo perfeccionismo, las compras compulsivas, la adicción al sexo, al trabajo, a las relaciones amorosas enfermizas, a la victimización, a la inhibición frente al placer o incluso a navegar por Internet. Estos son ejemplos de una larga lista que puede comprender muchos de los aspectos del comportamiento humano llevado a los extremos, donde la voluntad del individuo queda aniquilada.
Por lo general, se suele recurrir de modo reiterado a algo porque genera una respuesta inmediata, estimulando el sentido del placer y ayudando a disolver emociones negativas acumuladas.
La adicción puede presentarse de forma muy silenciosa, ya que se apoya en los mecanismos instintivos de la recompensa y el placer. No es de extrañar que entre los principales candidatos a desarrollar dependencias estén las personas que se sienten más desvalidas, las que no tienen demasiada confianza en sus recursos y necesitan gratificaciones inmediatas que las reafirmen como seres vivos capaces de sentir algo de placer con el que paliar su soledad o aburrimiento, o que las hagan sentirse aceptadas durante unos instantes. No importa que por ello deban pagar un elevado coste que puede llegar a ser la autodestrucción.
Habitualmente las personas con baja autoestima tienen más posibilidades de desarrollar adicciones, ya que poseen una personalidad más dependiente. No suelen tener demasiado control sobre sus sentimientos y les cuesta más buscar el apoyo y la aceptación de los demás.
Las adicciones representan una fuerte oposición a la fluidez emocional; obstaculizan el proceso de crecimiento personal y nos aíslan en mecanismos autistas, de regresión y autocastigo.
Si alguien se entrega a una dependencia es porque, a cambio, recibe lo que no encuentra en otros aspectos de su vida, lo cual no es motivo para que se le deba considerar débil o culpable; simplemente hay que ayudarle a que reconozca su problema.
Superar una adicción es posible si uno aprende a recuperar la iniciativa personal, si vuelve a creer en el poder individual sobre las circunstancias adversas, si abandona la actitud fatalista y busca nuevas fuentes de inspiración menos destructivas. Se trata, sin lugar a dudas, de un proceso costoso pero viable, donde lo más complejo es abandonar un hábito equivocado. Todo se basa, sencillamente, en un ejercicio de genuina voluntad de cambio, constancia y recuperación del control personal.
En una batalla de estas dimensiones hay que estar muy atentos a los sentimientos contradictorios que puedan surgir en el camino; en especial, no se debe desfallecer ante la sensación de vacío que pueda dejar tras de sí el viejo hábito. Es decir, no hay que sucumbir ante el miedo a abandonar esa burbuja con la que se ha familiarizado, donde anidan los comportamientos compulsivos y las expectativas adormiladas.
Al enterrar un hábito pernicioso no se pierde nada de la propia identidad. Por el contrario, se recupera el control de la situación y se rompe el circulo vicioso que impide un desarrollo completo de la personalidad.
La recompensa de una vida más libre radica en la voluntad de cambiar y en el compromiso de no abandonar el terreno conquistado.
Cambiar significa buscar nuevas prioridades, afrontar riesgos, aprovechar las ilusiones enriquecedoras, generadas por el salto a vastos y seguros dominios que ayuden a olvidar los viejos hábitos. Pero cambiar también puede implicar una crisis de valores, la cual, si se apoya en la propia intuición, puede transformar nuestra vida por completo.
Hay que estar atentos a todos estos procesos internos y no renunciar a la esencia mágica de las cosas, haciendo uso de los recursos sanadores (visualizaciones, meditación, autohipnosis), con el fin de marcarse objetivos concretos y etapas fácilmente asumibles que, a través de mensajes positivos, refuercen nuestro compromiso con el espacio ganado.
DESARROLLO DE LAS CAPACIDADES CREATIVAS
A pesar de lo que le hayan dicho o de lo que usted crea, cada persona guarda en su interior a un artista capaz de dar rienda suelta a aspectos creativos desconocidos, que nunca es tarde para descubrir y que enriquecerán el hasta ahora pobre concepto que tenía de sus cualidades y darán un mayor o, incluso, un nuevo sentido a su vida.
La búsqueda de una verdadera pasión –lo cual no es precisamente lo que hacen la mayoría de las personas, más pendientes de cuidar la imagen que se han conformado de sí mismas y la impresión que causan en los demás– hace que tomemos contacto con la vida y nos sintamos creativos. Este potencial virgen puede abarcar una amplia variedad de facetas, desde una acallada ambición por dedicarse a la gastronomía, una frustrada vocación musical, una pasión secreta por artesanías en desuso, el aparentemente difícil y lejano objetivo de escribir un libro o el añorado diseño de nuestro propio jardín.
Toda persona tiene el derecho a dejar atrás una vida conformista y sin alicientes para convertirse en aquello que siempre ha deseado ser. Pero el desarrollo de las fuerzas creativas no solo significa prepararse para llevar a cabo una tarea relacionada con el arte, sino que también va ligado a convertirse en una mejor persona, respetuosa con la sensibilidad, la intimidad y la necesidad ajenas, capaz de reflexionar sobre los problemas del entorno, saber discernir entre lo verdadero y lo falso, evitar ser manipulado por los cantos de sirenas que lanzan los medios, aprender, en definitiva, a ser parte de este mundo no desde la arrogancia, el dogmatismo, la vanidad o la incomprensión de lo diferente, sino desde una postura de constante reflexión y cauta tolerancia.
Posiblemente esto lo resuma con expresiva claridad la conocida frase «Vivir poéticamente». Con ello no se quiere decir que tenga uno que pasarse la vida escribiendo poemas, sino que hay que incorporar la sensibilidad y la capacidad visionaria del poeta a cada uno de nuestros actos cotidianos.
El primer paso para conseguir tomar contacto con nuestra personalidad creadora es tener claro que el verdadero y más sólido éxito al que podemos aspirar no es el social, sino el de ver cómo nuestra personalidad se enriquece y se expande hacia los confines del autoconocimiento y la autorrealización.
Saber actuar sin ánimo de lucro es otra de las premisas para vivir de modo creativo. Del mismo modo en que el artista que siempre espera recibir grandes recompensas por sus obras cae en un círculo vicioso que a la larga mata su inspiración –ya que en realidad acaba por vivir del caprichoso beneplácito del público y no de una genuina convicción vital–, resulta contraproducente esperar que la conquista de terrenos no cultivados de nuestros talentos se transforme necesariamente en ganancias materiales o nos granjee la estima o la admiración –sin lugar a dudas efímeras– de los demás.
El error está en concentrar nuestras fuerzas solo en ganar y no en disfrutar del momento. En creer que a más posesiones, mayor autoestima. La recompensa será, en todo caso, una transformación en seres más libres y evolucionados.
Ser creativo es ante todo ser capaz de ir más allá de las expectativas y los modelos predeterminados, para crear nuevas vías de comprensión de la realidad, sin importarnos que los demás piensen si lo hacemos bien o no.
Para alimentar sus capacidades creativas, apunte sus ideas, ya que pueden ser el germen de futuras obras maestras. Permita que fluya su voz interior y esté atento a sus modulaciones; déjese inundar por la naturaleza y el orden natural; sea curioso; desafíese a hacer cosas inusuales que jamás pensó que sería capaz de acometer sin miedo a fracasar y desde la perspectiva de estar ganando independencia.
INCREMENTAR LA AUTOESTIMA A TRAVÉS DE LA INTUICIÓN
Definir con palabras la intuición puede ser difícil, ya que hay un concepto por cada persona que se haya interrogado sobre su elusivo significado. A medida que nos hacemos adultos perdemos contacto con la intuición para dejar paso a la voz racional, más alejada de eso que comúnmente llamamos «corazonada», si bien es posible volver a fortalecerla como un músculo fuera de tono, el cual se puede poner en forma mediante un ejercicio apropiado.
Una intuición bien afinada nos sirve de guía para tomar decisiones o enfrentarnos a retos importantes. La intuición es la capacidad de poder ver o sentir cosas sobre alguien o algo. Nos habla a través de símbolos y emociones, en un lenguaje no demasiado claro para nosotros, como cuando estamos a punto de embarcarnos en un avión y tenemos la inexplicable y desagradable sensación de que el aparato sufrirá un accidente. Sin duda, lo más probable es que, antes que de intuición, se trate de miedo a volar.
Para permitir que la intuición vuelva a aflorar para ofrecernos sus «servicios de seguridad», primero se han de calmar el cuerpo y el espíritu mediante técnicas como la relajación, la respiración o la meditación.
No obstante, la mejor manera para despertar la intuición es a través de la introspección, recordando experiencias de cuando éramos pequeños y el modo sencillo en que respondíamos a los estímulos del medio.
La intuición nos da armas para poder luchar contra aspectos imprevistos y para ser capaces de ver lo que los demás (un hijo, un marido o una madre) necesitan y esperan de nosotros.
Por otra parte, gracias a la intuición, es posible dar respuesta a cosas sobre las que albergamos dudas o que no sabemos cómo resolver de forma directa. Hay que confiar en la intuición, porque esta actúa de manera oblicua a la lógica. Esto quiere decir que no ofrece soluciones prácticas, sino que activa nuestras capacidades de alerta y percepción de la realidad, y nos permite desarrollar estrategias para la supervivencia y el éxito personal.
CONCIENCIA CORPORAL
Aparte de beneficiarse del fortalecimiento de los aspectos más psicológicos de la personalidad, la autoestima también se nutre de la integración equilibrada entre la mente y el cuerpo, afianzándose en el poder y la energía que se desprende de toda actividad física realizada en un estado de motivación y autoconocimiento.
Si por una parte es bien conocida la acción euforizante de los ejercicios aeróbicos, así como el efecto socializador de los deportes de equipo, en que los jugadores establecen lazos de compañerismo que posiblemente trascienden la rutina competitiva, también es cierto que el trabajo solitario con técnicas más introspectivas, como el yoga, el rolfing, el Tai Chi o las gimnasias suaves (métodos Feldenkrais o Bertherat, entre otros) pueden aportar reveladores datos sobre el potencial personal. Así, comprometiéndose con alguna de estas técnicas físicas, muchas de las dudas acerca de la propia identidad, la autoimagen o las virtudes personales en general pueden quedar enterradas.
Uno puede preguntarse dónde está la clave de este milagro, a lo que se puede contestar que el efecto de estas técnicas opera simultáneamente tanto en el ámbito físico, remodelando la imagen, tonificando el cuerpo, mejorando la coordinación, la flexibilidad o el estado de alerta, como en el psíquico, donde las mejoras en el aspecto físico son interpretadas con satisfacción y, por tanto, elevan los niveles de autoestima y generan una mejora de la autoobservación, premisa fundamental para el autoconocimiento no velado por los filtros de la duda y la minusvalía.
Este tipo de técnicas corporales, que se han dado en denominar «gimnasias suaves» debido a la aparente sencillez de sus ejercicios, tienen el poder de desestructurar parte de los vicios posturales, así como de influir sobre los centros emocionales en que el trauma desencadena una defensa corporal en forma de rigidez permanente.
Un breve viaje por estas técnicas nos llevará primero a las milenarias tradiciones orientales, entre las que destaca el Tai Chi, procedente de China, donde cada practicante ejecuta una serie suave de movimientos que se concatenan en una secuencia de posturas cargadas de simbolismos místicos, a la vez que se desarrolla un estado de conciencia de fluida meditación.
El yoga, ancestral disciplina de la India, se centra en la práctica de una correcta respiración y en un repertorio de posturas estáticas, donde se trabajan los músculos, a fin de liberar gran cantidad de energía, mientras se mantiene un atento control sobre la conciencia.
De la tradición occidental podemos destacar la antigimnasia de Bertherat, donde los movimientos suaves y los estiramientos de los grupos musculares se realizan respetando la anatomía corporal, con el fin de desentumecer zonas olvidadas del cuerpo donde, según los principios de esta teoría, se hallan arrinconadas emociones en forma de rigideces que, con el tiempo, acaban por deformar y viciar la correcta postura corporal.
En la misma línea se encuentran los postulados del rolfing, que considera que el cuerpo acarrea a lo largo de los años no el paso del tiempo sino todos los traumas y emociones mal encauzadas que se traducen en rigideces y desequilibrios. Para solucionar esta situación, plantea que mediante la autoconciencia y el movimiento, se descubrirán maneras más sanas y armoniosas de estar y moverse.
El método Feldenkrais también aboga por el autoconocimiento y considera que no se puede luchar contra uno mismo, sino que se debe aprender de los errores para servirse de ellos en la propia corrección. Los ejercicios planteados en esta técnica intentan minimizar el gasto de energía y potenciar la autorreflexión a fin de ensanchar fronteras personales y convertir lo arduo en sencillo.
Sexualidad sin inhibiciones
Muchas veces, la socialmente aceptada confusión entre amor y sexo nos lleva a experimentar una serie de experiencias que lastiman nuestra autoestima, hasta el punto de caer en unos interrogantes, culpas y vergüenzas que nos paralizan, originados por abusos físicos en la infancia, mensajes negativos sobre el sexo, una primera relación sexual traumática, el temor a contraer enfermedades, un embarazo no deseado, la aparición de la menopausia, la impotencia, o incluso no asumir tendencias homosexuales.
¿Soy capaz de satisfacer a mi amante? ¿Tengo un cuerpo atractivo? ¿Son aberrantes mis fantasías eróticas? ¿Me comporto de forma promiscua? A pesar de vivir en sociedades aparentemente tolerantes, cuando se trata de temas sexuales afloran los prejuicios y los tabúes más antiguos. ¿Pero cómo es posible que algo tan placentero y que permite la continuidad de nuestra especie pueda tener connotaciones negativas? ¡Es un milagro que todavía nos reproduzcamos!
Los efectos de una baja autoestima sobre la sexualidad impiden disfrutar de la intimidad con otra persona, así como de relaciones sexuales sanas, las cuales ayudan a que la persona gane confianza en sí misma; en el extremo opuesto, una baja autoestima a menudo fomenta una enfermiza adicción al sexo, como acostarse con alguien por «deporte», ser esclavo de la pornografía o el gusto por prácticas degradantes.
El primer paso para superar estas inhibiciones es redescubrirse a sí mismo; es decir, comenzar a gustar de nuestro físico y darle un nuevo sentido a la unión sexual, permitiendo que esta se convierta en un acto de placer y no en una mera representación de habilidades ante la pareja.
El sexo es más que una simple diversión. Se trata de un intercambio de fluidos y de profundas emociones que liberan el bienestar general del cuerpo y ayudan a mantener una mente equilibrada. No tengamos una vida sexual según el ejemplo que podamos haber aprendido de otros.
Los taoístas y los budistas consideran que el sexo es una energía sagrada que debe ser compartida entre dos personas con la más elevada de las intenciones. El tantra, quizás una de las mejores combinaciones entre meditación y amor, expande y libera la conciencia. Es la única senda espiritual que afirma que el sexo es algo sagrado y no un pecado. La práctica del sexo tántrico implica vaciarse de todos los condicionantes emocionales y culturales, a fin de permitir que la energía vital del universo fluya sin esfuerzo como un río por nuestro cuerpo. Esto es, tratar la energía sexual como a una compañera, antes que verla como un enemigo al cual se debe acallar o suprimir.
Si intentamos cambiar o mejorar nuestra esencia sexual a través de determinadas conductas adquiridas, como el celibato, la promiscuidad, el matrimonio, el adulterio, la bisexualidad, etcétera, será simplemente como cambiar de ropas. De lo que en realidad se trata para elevar nuestra autoestima es de saber si sentimos amor hacia nosotros mismos y si respetamos a los demás con la misma estima.
Una vida sexual equilibrada permitirá sacar afuera traumas ocultos. Como en todos los aspectos de la vida, se ha de explorar la propia sexualidad y no inhibirla, ya que permitirá desarrollarnos hacia una existencia más armoniosa. De todas formas, a pesar de sus beneficios, el sexo no debe convertirse en un sustituto del amor.
UNA NUTRICIÓN SANA
Es corriente que cualquier consejo orientado hacia la autoestima intente profundizar más en los mecanismos de la mente y la conducta que en aspectos más materiales, como puede ser la alimentación.
Sin embargo, la actitud frente a la comida dice mucho sobre el estado de ánimo. Todo el mundo sabe que tanto comer en exceso como comer muy frugalmente son comportamientos con visos autodestructivos, a los que se debe prestar atención.
Una correcta nutrición puede hacer mucho por la autoestima, ya que en ocasiones el rechazo a uno mismo tiene su origen en la imagen corporal, sea esta verdadera o distorsionada.
Comprender algunos principios básicos de dietética puede asegurarle y ofrecerle la tranquilidad de que se alimenta de forma sana, adecuada y variada, con lo cual reforzará la sensación de que está introduciendo elementos positivos en su vida.
Esta actitud de curiosidad es posible que le empuje a hacer ciertas modificaciones en su dieta, como consumir menos grasas, incluir más vegetales, frutas y cereales integrales, y seleccionar proteínas de calidad; cambios que indudablemente beneficiarán su salud y aspecto físico.
Las pequeñas variaciones en la dieta pueden ser un modelo a seguir en otros aspectos de la vida, que le llevará a ir incorporando paulatinamente nuevos elementos nutritivos y enriquecedores para el espíritu.
No tenga miedo a ir variando un poco su rutina alimentaria, aun más si siente que está algo agotada. Recuerde que en la información y el aprendizaje de nuevas habilidades puede encontrar recursos infinitos que le ayuden a evolucionar como persona. En resumen, aprenda a escuchar lo que su cuerpo realmente le pide y no se rinda a esas costumbres que hasta ahora había asumido de forma automática y había considerado que eran correctas.
VISUALIZACIONES CURATIVAS
La visualización es una poderosa técnica que emplea la imaginación como trampolín para lanzar imágenes mentales guiadas con un fuerte impacto emocional, y cuyo objetivo es desprogramar viejos hábitos. Esta práctica no tiene nada de nueva ni de misteriosa, ya que habitualmente usamos la imaginación de forma automática, en innumerables situaciones tan cotidianas como tomar una decisión o hacer planes.
Por lo general, las personas con una autoestima baja se centran más en los aspectos negativos y turbios de estas imágenes, porque arrastran un conflicto con su identidad, al considerarse indignos o poco capaces.
De esta manera, voluntariamente deciden ser perdedores desde el principio, manifestando una actitud negativa que marcará las pautas de la propia conducta que se encuentra en los protocolos de su imaginación.
Así, una vez más se verán cumplidas las pobres expectativas sobre uno mismo, haciendo florecer las típicas reacciones de frustración, rechazo, decepción, ansiedad o depresión, que estancan la personalidad en el conocido estado de la duda y refuerzan el sentimiento de conformismo.
La visualización bien concebida aumenta la autoestima en tres aspectos: mejora la autoimagen, cambia la forma de relacionarse con los demás y ayuda a conseguir metas concretas. En cada caso, se puede usar el poder de la imaginación para cambiar el sentido de la experiencia. Veamos algunos ejemplos.
Si usted se siente mediocre o desvalido, deberá concentrarse en escenas donde se vea válido y estimado. Esto reforzará su autoimagen.
Si usted tiene problemas con las relaciones personales, deberá recrear mentalmente escenas en las que vence su timidez y desarrolla sus capacidades sociales, superando los problemas de fondo.
Es de destacar que la visualización es una herramienta muy poderosa que fomenta la motivación y que puede utilizarse para alcanzar las metas deseadas. Para ello se deben trazar todos los pasos previos que llevan a un determinado objetivo. Un ejemplo puede ser el de alguien con problemas para obtener el carnet de conducir; esta persona deberá visualizarse conduciendo con soltura y seguridad el día del examen.
El poder está en uno mismo. Simplemente hay que aprender a conectarse y vibrar con esta energía vital intrínseca y trascendente.
Práctica de la visualización
La práctica de la visualización, como la de otras técnicas de relajación, no tiene por qué, si usted no lo desea, ir acompañada de extrañas ceremonias místicas. De hecho, la visualización es un método común en la medicina psicoterapéutica, utilizado para paliar muchos síntomas psicosomáticos, y un recurso cada vez más extendido en ámbitos tan dispares como el rendimiento deportivo o el mundo de las finanzas. Incluso mucha gente que desea incrementar su éxito personal practica la visualización de forma habitual.
En primer lugar, busque un lugar tranquilo donde pueda relajarse completamente sin pensar en el tiempo. Túmbese cómodamente en el suelo, encima de una alfombra o una esterilla, cierre los ojos evitando quedarse dormido y comience a relajarse según las siguientes directrices.
Respire de forma profunda, dejando salir con lentitud el aire. Centre su atención en el brazo derecho y repita mentalmente varias veces: «Mi brazo derecho está pesado», hasta sentirlo realmente pesado. Siga el mismo procedimiento con el brazo izquierdo y luego repítalo con ambas piernas, también por separado. A continuación, con los miembros ya relajados y sin tensiones, sienta simultáneamente el peso de todos ellos y dígase: «Mis brazos y mis piernas están pesados».
Ahora centre de nuevo su atención en el brazo derecho y repita mentalmente: «Mi brazo derecho está caliente», para pasar luego a recorrer sucesivamente cada una de sus extremidades –brazos y piernas–, sintiéndolas calientes. Al acabar esta secuencia, repita finalmente varias veces: «Mis brazos y mis piernas están pesados y calientes».
Acabada esta fase de la relajación, pase a centrarse en los latidos de su corazón y, mientras escucha atentamente, dígase: «Mi corazón late feliz y constante», hasta que se sienta aquietado.
El siguiente paso es centrarse en la respiración, observándola sin hacer nada (¡no se obsesione con manipularla, la respiración va sola!), mientras se dice a usted mismo: «Mi respiración es fluida y serena». Verá cómo enseguida su ritmo respiratorio se autorregula.
(Si se pierde en alguno de los pasos, vuelva a la fase de los brazos y las piernas pesadas y calientes.)
Ahora se encuentra preparado para visualizar cómo una intensa y placentera luz inunda su cuerpo, a lo cual responderá diciéndose: «Mi cuerpo está resplandeciente y relajado», hasta que verdaderamente lo sienta así.
A partir de aquí, usted ya está preparado para iniciar el proceso de visualización propiamente dicho. Para ello hemos preparado tres sencillos ejemplos, que se deberán realizar en sesiones diferentes y nunca de modo rígido.
• Visualización 1
Visualice su flor favorita o cualquier flor que sea capaz de imaginar. Esté atento a los detalles. Acerque la mirada y perciba intensamente el color, concentrándose en su tonalidad y dejando que inunde sus sentidos hasta que desaparezca la imagen, tras lo cual pase a visualizarse a sí mismo entrando por la puerta de su casa después de un día agotador, reparando en su aspecto, en la sensación de hambre o cansancio que pueda sentir, siendo descriptivo en las formas y en sus propios sentimientos. Vuelva a la imagen de la flor. Ahora superpóngala a la imagen de usted; funda ambas en una sola imagen y entonces perdónese y libérese de todo el peso y el reproche acumulado.
• Visualización 2
Visualice el cielo e imagine que está al aire libre, tendido confortablemente sobre la hierba mirando la cúpula celeste. Fije la atención en el movimiento de las nubes al pasar, en las fluidas formas que adoptan y comprenda el sentido de su unidad hasta que desaparezca la imagen. A continuación visualícese delante de un espejo, déjese llevar por la misma calma que cuando visualizaba el cielo e identifíquese con su esencia inmaterial, con su inagotable energía, entregándose a una sensación de amor incondicional e infinito, mientras su imagen en el espejo comienza a diluirse lentamente.
• Visualización 3
Relájese y concéntrese en algún punto del cuerpo que le moleste, no le guste, le avergüence o le cause sentimientos de inquietud. Trate de conectarse, a fin de escuchar su voz interna, una voz sana que le guía de forma desinteresada, gracias a la cual puede descubrir con palabras reveladoras cuál es el origen de esta desunión entre su mente y su cuerpo, por qué empezó a desconfiar de esa determinada parte de su cuerpo, cuáles son los condicionantes sociales que han influido en este estado, o qué otros recuerdos están asociados. Tras ello, tómese unos instantes, procese la información y respire. Aleje las inquietudes y repita: «El poder está en mí, la gracia está en mí». Abandónese a la sensación de estar flotando y formar parte del todo energético que es la vida (vaya tan lejos como pueda). Regrese y deje, sin ofrecer resistencia, que esta energía repare sus heridas.
Una vez establecida la rutina diaria de las visualizaciones, improvise. Deje que su imaginación llegue a aquellos rincones de su vida que precisan soluciones. Imagínese detalladamente qué pasos piensa seguir, qué compromisos reales piensa tomar. Sea creativo, comprométase a forjar una nueva autoimagen que le resulte operativa en el mundo real y no olvide que posee una conciencia libre y serena.
AUTOHIPNOSIS
La hipnosis es un poderoso instrumento de cambio que puede variar a un nivel muy profundo la forma de pensar y sentir, utilizando el estado de trance, es decir, de abstracción de la realidad, como medio de aumentar la autoaceptación y la valía personal.
La autohipnosis funciona porque es capaz de hablar directamente con la mente subconsciente en su propio lenguaje. Hablamos del lenguaje de las imágenes y la sugestión. Recuerde que la mente subconsciente es el lugar donde se ubican los recuerdos traumáticos y las voces críticas que condicionan las conductas regresivas a lo largo de la vida. Es decir, cuando una y otra vez se vuelven a revivir unas determinadas experiencias en forma de emociones confusas, porque no se ha superado el impacto emocional de una situación, el desamparo, la falta de resolución y una autoestima titubeante son respuestas regresivas que desarrollan, por ejemplo, muchos hijos de padres divorciados que no han podido superar este trauma.
La ayuda de la autohipnosis es inestimable a la hora de la reafirmación personal, porque puede disolver los viejos condicionamientos negativos que se arrastran desde la infancia, para sustituirlos por una valoración personal más precisa, más adulta, menos temerosa y más ajustada a la realidad emocional.
Por otro lado, la autohipnosis también favorece una relajación profunda, permitiendo un estado de mayor receptividad para encarar la consecución de los propios objetivos, dejando de lado los juicios y pensamientos apoyados en las distorsionadas imágenes de la voz interna negativa.
Esta técnica también puede reducir los estados de ansiedad, combatir los orígenes del miedo, distender los músculos, acabar con los malos hábitos y aumentar la creatividad.
Ejemplo práctico de autohipnosis para mejorar la autoestima
Someterse a una sesión de autohipnosis no significa que vaya a ponerse a levitar por la casa ni que repita sin sentido un gesto cada vez que se exponga a una palabra o un estímulo prefijados. La autohipnosis no es una atracción de feria, sino una útil técnica psicológica que usted podrá practicar a diario para mejorar su autoestima y sentirse más satisfecho y relajado.
En esta ocasión también deberá buscar un lugar tranquilo, donde nadie le interrumpa y donde pueda sentarse o tenderse con comodidad, pero que no le incite al sueño.
Respire despacio y profundamente. A continuación, concéntrese en un objeto inmóvil. Cualquier objeto es válido, desde una lámpara del techo, un cuadro o el televisor, obviamente apagado. Repita la frase (no en voz alta, siempre para sus adentros): «Mis párpados están pesados, muy pesados, se cierran, se cierran, hasta no poder despegarse».
A medida que los ojos se van cerrando, sienta la sensación de irse relajando. Con los ojos ya cerrados, empiece a contar lentamente del diez al uno, diciéndose tras cada cifra: «Mi cuerpo está cada vez más relajado y calmado» y a partir del número cinco concentrándose solo en «relajado y calmado», así como en la profunda sensación de sopor que comienza a invadir su cuerpo.
A medida que va entrando en trance, repita interiormente frases de estilo autoafirmativo como «Me siento satisfecho, tranquilo y a gusto conmigo mismo» o «Irradio paz y seguridad». Imagine entonces unas escaleras por las que usted desciende hacia su subconsciente, que será un lugar apacible, cálido y agradable, donde acudirá siempre en busca de sosiego. Mire las formas y los colores que se le aparecerán, dejándose embargar por las sensaciones.
Intente ahora imaginar que está delante de una pantalla sobre la cual aparecen escritas, como los créditos al final de las películas, las viejas etiquetas negativas que lleva colgadas desde hace mucho tiempo y que desaparecen a medida que son sustituidas por las nuevas afirmaciones positivas, que cada persona deberá adaptar a su propio caso y que pueden ser del tipo: «Me siento seguro y apreciado», «Supero los bloqueos», «Estoy en paz con mi vida», «Tengo confianza en mí mismo», «Descubro la fuerza renovadora», «Estoy llegando a mis metas y siento que mi seguridad crece», «Cada vez me siento mejor y más fuerte».
Una vez sustituidas las autoimágenes negativas por las positivas, deshágase de la crítica interior con frases como «Ahora prescindo de la crítica interior», «La crítica siempre miente», «Puedo olvidar la crítica», «La crítica es nociva», «La crítica desaparece de mi vida», «Me siento muy seguro y realizado». Después continúe deshaciéndose de las obligaciones absurdas, las expectativas poco realistas o la mala imagen que cree que los demás tienen de usted, con afirmaciones como «Abandono lo que me hace daño», «Soy una buena persona que siempre hace lo que puede», «Soy una persona valiosa que se siente querida y valorada».
Todas estas sugestiones, o mantras, le harán ser consciente de su poder interior y su capacidad de cambio, lo cual puede consolidar con frases como «Los pensamientos positivos dirigen mi vida», «Disfruto de la vida y sus tesoros», «Mi amor es incondicional porque me acepto a mí mismo».
Para salir de este estado de autohipnosis, vuelva a contar nuevamente del diez al uno, repitiéndose tras cada cifra: «Me siento despierto, vital y renovado».
No tenga recelos a la ahora de ser reiterativo en sus afirmaciones, porque en ello se basan los mecanismos de la autohipnosis y es la manera de borrar, mediante estas técnicas de desprogramación, todas aquellas frases que le han condicionado negativamente durante años por medio de un proceso similar de repetición.
No olvide que su autoestima crece en la medida en que su diálogo interno se va haciendo más positivo y va convirtiendo lo difícil en sencillo.
MEDITACIÓN
En los últimos años, la meditación ha despertado un gran interés en distintos ámbitos, desde el serio mundo académico hasta el desenfadado mundo de la farándula, desde los cuales se reconoce que la meditación representa una especie de talismán secreto.
A pesar de lo que pueda suponer, la meditación no es una filosofía ni forma parte de religión alguna. Es una técnica mental de la cual todo el mundo puede beneficiarse y que se practica desde tiempos remotos en diferentes culturas, desde la hindú hasta la cristiana.
El éxito de la meditación radica en que fomenta la paz interior de forma muy sencilla, simplemente focalizando la atención. Esto quiere decir que la meditación es una técnica de autodisciplina mental que trabaja para regular y adiestrar la capacidad de concentración, evitando las distracciones y fomentando la relajación.
Si tenemos en cuenta que la concentración es la premisa fundamental para llevar a cabo de forma eficaz y satisfactoria cualquier actividad –incluido algo tan automatizado como pensar–, aprender a controlar esta capacidad es un vehículo para la consecución de nuestros objetivos.
Por lo general, el poder de la concentración es algo aleatorio, que no se presenta ni de forma constante ni duradera, porque la mente está sometida a sus propias secuencias de recuerdos, sentimientos y proyecciones, que actúan a modo de interferencias sobre la concentración, con altas descargas emocionales que a lo largo del día agotan nuestras energías y tensan nuestra musculatura.
La meditación enseña a focalizar la atención en un solo punto, imagen o sonido, dejando que el resto de pensamientos pasen imperceptiblemente por la mente, sin tener que darles un significado concreto. La práctica habitual de la meditación ayuda a sentir intensamente el propio interior, aumenta el conocimiento de uno mismo y nos permite distanciarnos de los conflictos psicológicos. En este sentido resulta útil en el proceso de mejora de la autoestima. Los pensamientos se vuelven más claros, ordenados y lúcidos, ya que cuanto mayor es el poder de concentración, más poderosa se vuelve la mente para desarrollar una conciencia más global y despierta a los estímulos vitales.
La práctica
Busque una habitación tranquila y siéntese en el suelo en la postura del loto, la típica posición del yogui: piernas cruzadas, espalda recta y manos relajadas sobre ambas rodillas.
Durante las primeras sesiones, y como método para irse iniciando en esta técnica, cierre los ojos durante unos minutos, escuche los sonidos ambientales e identifíquelos, como el tic-tac del reloj o el murmullo del radiador.
Al cabo de unos días, cuando ya se sienta preparado para dominar la inquietud, puede comenzar la práctica de la meditación propiamente dicha, tomando conciencia de la respiración.
Relaje el cuerpo. Cierre los ojos. Céntrese todo el tiempo que pueda en la sensación del aire entrando y saliendo por los orificios de la nariz, evitando la interferencia de cualquier otro pensamiento. Aumente de forma gradual la duración de este ejercicio.
Una vez que haya afianzado su capacidad de concentración, desplace la atención a una imagen mental que deberá mantener fija el mayor tiempo posible, como por ejemplo visualizar entre sus dos ojos la llama de una vela, un círculo de un solo color o viéndose a sí mismo meditando sentado en la postura del loto.
A partir de aquí, usted ya se encuentra en el camino para una correcta meditación, que deberá practicar de forma diaria, a fin de beneficiarse de unos resultados que le ayudarán a resolver la dinámica de sus problemas.
Maneras sencillas de vivir el presente
No tener miedo a pensar por uno mismo.
Liberarse de los prejuicios.
Identificar las prioridades.
Respetar las propias necesidades y dedicarse a cosas que le hagan sentirse bien.
Evitar metas poco realistas.
Desarrollar cualidades que le ayuden a renovarse.
Tomar decisiones constructivas que permitan ensanchar sus horizontes.
Resolver los problemas. No los evite ni aplace.
Pensar en uno mismo positivamente.
Aceptar las propias limitaciones.
Permitirse ganar.
Apoyarse en el propio criterio.
Motivar una personalidad aventurera, la curiosidad y el sano desapego.
Seguir creyendo en uno mismo por encima de derrotas y fracasos.
Combatir los estereotipos y los nocivos esquemas predeterminados.
Desactivar el freno que le impide disfrutar de una fluidez emocional.
Quererse incondicionalmente, a pesar de que las expectativas personales no se vean cumplidas.
Separar sus emociones de las situaciones estresantes de la realidad.
Activar sus fuerzas cognitivas.
Dejar que la magia de la vida le envuelva.