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I. LAS GUERRAS DE ALFONSO EL MAGNÁNIMO

Nuestro estudio de la vinculación de la nobleza valenciana en la guerra dispone del excepcional marco de observación que suponen las campañas emprendidas por Alfonso V el Magnánimo entre 1420 y 1448. Un periodo, en el que el monarca dirigió en persona sus ejércitos, que destaca por la variedad de frentes y escenarios: entre 1420, su bautismo en las armas con la expedición sarda y corsa, finalizada en el fallido sitio de Bonifacio, y 1448, el final de una larga campaña centro-italiana cerrada con el frustrado asedio a la villa toscana de Piombino. En ese persistente ciclo militar sobresale la empresa de conquista del reino de Nápoles y los posteriores conflictos italianos. La conquista de Nápoles se convirtió en el objetivo prioritario del monarca desde 1421 sólo interrumpido por conflictos dinásticos con Castilla (1425, 1429-1430). A partir de los registros financieros del rey (sobre todo la Tesorería General), fondos de la Cancillería, la información proporcionada por las crónicas, así como diferentes trabajos sobre el reinado del Magnánimo, es posible sintetizar el contexto político-militar de la Corona de Aragón en ese periodo intentando una aproximación global a la composición, estructura y financiación de las fuerzas militares del rey en estrecha vinculación con los imperativos financieros y políticos del modelo de Estado de la Corona de Aragón.[1]

1. LA EXPEDICIÓN NAVAL DE 1420 Y LA PRIMERA INCURSIÓN NAPOLITANA (1421-1423)

A inicios de mayo de 1420, Alfonso V comenzaba sus empresas militares zarpando de Els Alfacs rumbo a Cerdeña, llevando tras sí una flota de galeres, galiotes y naus entre catalanas –partidas desde Salou, Sant Feliu, Cotlliure y Roses– y valencianas –desde el Grao de Valencia– que se conjuntaron en Mahó, en Menorca, y marcharon a Cerdeña a la ciudad de l’Alguer donde se concentró el ejército real. Iniciaba una empresa que había sufrido numerosas prórrogas en su partida: retrasos derivados por la propia inexperiencia directiva de un nuevo rey que iniciaba su andadura militar, pero también retrasos políticos por la dependencia financiera del rey respecto a la sociedad política de sus reinos convocada en Cortes. De hecho, la expedición de 1420, el «bautismo militar» de Alfonso V dirigido a pacificar las rebeliones sardas y combatir la ingerencia genovesa en Córcega, manifestaba hasta qué punto la monarquía carecía de la necesaria independencia política y financiera como para disponer por sí misma de los recursos pecuniarios para movilizar una armada con todo lo que ello implicaba. Y dependencia financiera implicaba dependencia militar.

Y es que Alfonso V, como sus predecesores en el trono, no disponía de fuerzas militares permanentes a su servicio, conducidas por capitanes y comandantes nombrados por él, pagadas regularmente por el erario real y movilizables a su libre deseo. No existía un ejército del rey como tal, sino ejércitos ocasionales: el ejército real era el heterogéneo contingente de tropas que la administración regia movilizaba para campañas determinadas, a cuya finalización se desmovilizaba. Si el rey quería disponer de fuerzas armadas debía recurrir al potencial militar vinculado a la nobleza de sus reinos y a sus principales centros urbanos. Erigir el ejército del rey era movilizar al servicio de la monarquía sólo una parte de ese potencial. El monarca podía tener acceso a la parte del león de ese potencial en el caso de operaciones defensivas circunscritas dentro de los reinos peninsulares de la Corona. Entonces entraban en juego los mecanismos de movilización general defensiva local que daban pie a diferentes cuerpos de milicias urbanas y compañías feudales costeados directamente por nobles y ciudades, aunque generalmente esa movilización obligatoria acabara canjeándose por entregas de dinero. Y es entonces, sobre todo, en ese nivel de amenaza de la integridad territorial de los reinos y por tanto de necesidad defensiva, cuando la sociedad política y sus aparatos institucionales (Cortes y Diputaciones) podía poner a disposición del monarca fuerzas militares substanciales, salidas de ese potencial nobiliario y urbano y movilizadas por una contratación a sueldo merced a la fiscalidad estatal gestionada por la propia sociedad política. De hecho, desde mediados del Trescientos, un modelo de Estado en la Corona de Aragón que dejaba la gestión de la nueva fiscalidad en manos de la sociedad política, de Cortes y Diputaciones,[2] había otorgado a ésta las competencias necesarias para intervenir en materia militar concediendo un estrecho margen de maniobra a las tropas que con los nuevos impuestos fuesen contratadas: sólo podrían servir para operaciones defensivas, dentro de los reinos, o acudir en casos de necesidad en ayuda del monarca a operaciones exteriores. La pérdida de independencia financiera de la monarquía en la segunda mitad del siglo XIV también había equivalido a la reducción de su independencia militar para acceder al potencial armado de nobles y centros urbanos. Alfonso V, como también su padre Fernando I, el primer Trastámara en la Corona, eran conscientes de que si deseaban disponer del margen de maniobra apropiado para dotarse de una fuerza militar significativa debían socavar esa dependencia (política) financiera respecto a las Cortes y Diputaciones de sus reinos buscando una financiación alternativa, bien saneando el patrimonio real o bien poniendo en pie una nueva política financiera basada en el crédito público a gran escala.[3] Para poder contratar a sueldo tropas de caballería, el núcleo de los ejércitos y el desembolso militar más caro, pero también para reclutar contingentes de infantería, sobre todo ballesteros, era necesario disponer de capital con rapidez y libre de la negociación política en Cortes, mediante créditos institucionales asegurados sobre las rentas patrimoniales y reunidos mediante la emisión de deuda pública censal, o recurriendo a la intermediación financiera de mercaderes y banqueros.

Entre 1419-1420 Alfonso V todavía no había puesto en marcha los cimientos de esa nueva política financiera. Aunque dispuso de capital libre de negociación con las oligarquías de sus reinos (un subsidio clerical de 60.000 flor. y una primera entrega –50.000 flor.– de la dote castellana de la reina María) buena parte de la financiación de la armada provino de los donativos y préstamos negociados en Cortes valencianas y catalanas entre 1419 y 1420 (cerca de 100.000 flor.).[4] Gran parte de ese capital se destinó a la contratación y armamento de galeras, el flete de naves para la armada y la compra y fabricación de bescuit para la misma;[5] pero no a la inversión más cara, levantar un ejército a sueldo. Siendo la primera expedición de Alfonso como nuevo rey, confiaba atraerse a su servicio a aquellos nobles, cavallers, donzells u hòmens de paratge y ciutadans de sus diferentes reinos que deseasen enrolarse de forma voluntaria y sin recibir soldada alguna: a todos ofreció sólo gràcies e favors si le servían gratuitamente. En abril de 1419 el rey envió cartas de convocatoria (ampraments) a 619 miembros de las diferentes jerarquías nobiliarias de sus reinos y del patriciado urbano invitándoles a que si querían servirle en la expedición articulasen compañías armadas a su cargo (a sa messió, a ses despeses).[6] A ese mayoritario contingente gratuito, a sa despesa, se le unirían las tropas que el rey contrató a sueldo directa o indirectamente. Indirectamente en la medida en que cada galera contratada aportaba 20 hombres de armas y 30 ballesteros;[7] pero también directamente ya que hemos documentado el reclutamiento de 124 compañías que suponían un contingente de 782 hombres de armas, sin que conozcamos ni la soldada ni el tiempo de servicio.[8] Resulta por tanto arriesgado cuantificar el número de embarcaciones y el contingente participante. Dificulta la labor una financiación de la armada descentralizada, que no fue registrada únicamente en la tesorería real sino, con toda seguridad, en varias contabilidades dispersas paralelas a la misma;[9] pero también unos preparativos fragmentados territorialmente, con armamentos de naves y movilización de tropas diferenciados en Cataluña y en Valencia. Aunque podemos estimar que la flota pudo ser de cerca de 30 galeras y 14 naves,[10] es difícil una valoración global del ejército movilizado ante el carácter de servicio mayoritariamente gratuito de las compañías participantes. Podríamos, no obstante, aventurar que Alfonso V movilizó un ejército considerable integrado por cerca de 1.500 ballesteros y 4.000 combatientes de caballería, de los cuales sólo un millar estarían contratados y el resto integrados en compañías de servicio gratuito.[11] A este contingente se fueron agregando, a lo largo del verano de 1420 en l’Alguer, las guarniciones de las ciudades sardas bajo dominio aragonés y compañías contratadas de gente de armas de los nobles sicilianos.[12] Una vez pacificó los focos sardos rebeldes, pactando con el sedicioso vizconde de Narbona, el rey volvió sus miradas sobre Córcega, donde, tras reforzar militarmente su dominio sobre la ciudad de Calvi, puso sitio a la ciudad de Bonifacio, pro-genovesa, entre la primera quincena de octubre de 1420 y comienzos de enero de 1421. El conocido fracaso en esta operación conllevó el licenciamiento y desarticulación de gran parte de las tropas del rey quien retornó a Cerdeña.[13] Allí celebró un Parlamento en Cagliari en febrero de 1421, asegurándose 50.000 flor. a pagar en cinco años por los estamentos sardos.[14] Posteriormente partió hacia Sicilia donde se concentró, entre fines de febrero y junio, en el refuerzo financiero y militar de su flota y ejército. En junio de 1421 partía de Mesina hacia su primera aventura militar en Nápoles.

La empresa napolitana, que se había gestado en agosto de 1420 tras aceptar el rey la oferta de la embajada de la reina Juana II de Nápoles para que interviniera en su apoyo en las luchas sucesorias internas, suponía un giro en la línea mediterránea tradicional de la Corona de Aragón, que siempre buscaba estabilizar el dominio militar en Cerdeña y Sicilia y anular a Génova. La aceptación de la oferta por Alfonso V abría un nuevo frente diplomático y militar, el napolitano, que acabaría transformándose en el decisivo de su reinado. Así, aunque inicialmente en septiembre de 1420, tras aceptar la oferta, sólo desvió un contingente hacia tierras napolitanas (12 galeras y 3 galiotas al mando de Ramon de Perellós), confirmó su decidida política intervencionista tras liberarse del estancamiento corso y una vez reforzado financieramente en Sicilia, partiendo hacia Nápoles en mayo de 1421. Allí llegó el 7 de julio con una flota de 16 galeras y 8 naves y al mando de cerca de 1.000 ballesteros y 1.000 hombres de armas, siguiéndole «entre señores y caballeros muy pincipales de su corte hasta mil y quinientos».[15] Era, con todo, un contingente insuficiente para combatir a sus rivales, los condottieri Muzio Attendolo y Francesco Sforza, defensores de la candidatura al trono de Luis de Anjou. Precisamente por ello el rey había retrasado su llegada al reino de Nápoles hasta disponer de un mayor potencial militar. Por un lado en el sur del reino, en el ducado de Calabria –título obtenido por el rey como heredero y ahijado de Juana II–, el apoyo de barones locales y la llegada de tropas y provisiones desde Sicilia.[16] Y por otro lado, en el norte, asegurándose el servicio de un condottiere relevante, el noble perugino Braccio da Montone, contratado con soporte financiero florentino y nombrado conestable del reino napolitano.[17] En total, para su primera incursión napolitana, Alfonso V se encaminaba a dirigir nada menos que cerca de 5.000 caballos, aunque el grueso (4.000 caballos) provenían del ejército de Braccio.[18]

Con todo, su situación militar y política iría haciéndose insostenible por su ruptura con Juana II (quien adoptaba como heredero a Luis de Anjou), el estancamiento de las tropas de Braccio y las duras ofensivas antiaragonesas del clan Sforza. Para escapar de una previsible debacle necesitó del apoyo militar y naval sufragado por las Cortes catalanas de 1421-1423 y sólo a cambio de aceptar una ofensiva pactista y la firme promesa de regresar de su aventura napolitana. A comienzos de 1423, recibió una ayuda catalana de 8 galeras y 10 naves con más de 1.000 ballesteros y 500 hombres de armas, capitaneados por el hermano menor del monarca, el infante Pedro.[19] Gracias a esas fuerzas, a fines de octubre de 1423 el rey abandonaba Nápoles de regreso a sus dominios ibéricos con 18 galeras y 12 naves, no sin antes haberse asegurado una base de operaciones en la bahía de Nápoles conquistando la isla de Ischia. En ruta proyectó una ofensiva sobre las costas genovesas que las malas condiciones meteorológicas transformaron en el ataque y saqueo de la ciudad de Marsella entre el 19 y 20 de noviembre de ese año. Cuando llegó a las costas catalanas en diciembre el conjunto de las tropas a su cargo, al igual que la flota, comenzaron a desarticularse. No había necesidad alguna de mantener operativo aquel potencial militar. A comienzos de 1424, del enorme ejército que había estado a las órdenes del rey entre julio de 1421 y diciembre de 1423 (las tropas que trajo el rey, las italianas del condottiere Braccio y algunos barones napolitanos y el refuerzo catalán de 1423), sólo permanecía activo una reducidísima parte: un pequeño contingente acantonado en Nápoles al mando del infante Pedro, al cual se agregaron efectivos comandados por capitanes de Braccio. En total cerca de 1.200 caballos y 1.000 infantes, en su mayoría italianos.[20]

2. LA OPERACIÓN DE PRESIÓN POLÍTICA CONTRA CASTILLA DEL VERANO DE 1425

En diciembre de 1423 Alfonso el Magnánimo regresaba a la península claramente a disgusto y con la firme intención de retornar a Nápoles en cuanto se lo permitieran el contexto político italiano y nuevos preparativos armados. Pero las luchas de facciones nobiliarias en Castilla por el control del Estado, en las que tomaban parte activa sus hermanos los infantes de Aragón (Enrique, maestre de Santiago, y Juan, príncipe-consorte de Navarra) y la resistencia de la monarquía castellana sustentada en la hábil política del favorito real, Álvaro de Luna, iban a arrastrar al Magnánimo a graves conflictos con el poderoso vecino castellano. El encarcelamiento de su hermano Enrique en Castilla (preso desde junio de 1423) impidió al rey acompañar en junio de 1424 a la nueva armada de 24 galeras comandada por Frederic d’Aragó, conde de Luna, que partía de Barcelona hacia Nápoles, de donde rescató al infante Pedro y, tras reforzarse en Sicilia, atacó la pequeña isla tunecina de Kerkenna.[21] En Nápoles, la situación no había podido quedar peor: sólo permanecían bajo dominio aragonés zonas del sur del ducado de Calabria, la isla de Ischia y en la capital las fortalezas de Castelnuovo y Castel dell’Ovo con pequeñas guarniciones.

El monarca asistió a distancia a estas operaciones ya que en el verano de 1424 había tomado la decisión de abordar el problema de la prisión de su hermano Enrique, iniciando preparativos militares para articular un ejército con el que presionar a la facción dominante en Castilla. Entre julio y diciembre de ese año, 993 nobles, cavallers, donzells y ciutadans, catalanes, valencianos y aragoneses, eran convocados por oficiales de dichos reinos y cortesanos para que se preparasen para servir a sueldo del rey.[22] Para financiar los tres meses de servicio ofrecidos, Alfonso V procuró lograr capital eludiendo cualquier tipo de negociación con las Cortes de sus reinos. No quería hacer frente a las resistencias y cortapisas políticas que le provocaría su convocatoria y buscó dinero propio (rentas patrimoniales, subsidios señoriales o clericales, peñora de joyas reales, etc.).[23]

De esta forma reclutó 140 compañías que aportaron 1.476 combatientes a caballo para servir durante tres meses en la frontera de Aragón librándoseles pagos avanzados de la soldada (acorriments) fraccionados en dos entregas: 785 efectivos eran asoldados en Zaragoza por el tesorero Ramon Berenguer de Lorach desde su contabilidad financiera,[24] y 695 caballos en Valencia por Joan Mercader, baile general del reino de Valencia, desde su bailía general.[25] A ellos habría que unir los contratados en el principado de Cataluña por Joan Çafont, oficial de la tesorería, a través una contabilidad al efecto creada en Barcelona, que ascenderían a cerca de 1.000 caballos.[26] Pero también los efectivos asoldados en Gascuña, más de 800 caballos, entre las 300 lanzas del noble Gracia d’Agramunt y otros gascones;[27] así como las compañías lideradas por quienes servían a sa despesa, que en esta ocasión serían las menores; y, finalmente, el apoyo militar desde dentro de Castilla.[28] Al mismo tiempo el rey solicitaba entre abril y mayo de 1425 contingentes de ballesteros a sueldo para tres meses a diversas ciudades y villas aragonesas y del norte del reino de Valencia, por un total de cerca de 450 efectivos.[29]

Así, Alfonso V a comienzos del verano de 1425 disponía a su servicio un formidable ejército: unos 4.000 caballos (de los cuales más de 3.000 a sueldo) y en torno al medio millar de ballestos.[30] Un ejército que, en sus fuerzas de caballería, se acercaba al potencial que tuvo a su servicio en su estancia en Nápoles cuatro años antes. Pero ahora era una operación militar sui generis y de muy corta duración: con la gente de armas acordada para tres meses, no tenía pensado atacar Castilla sino ejecutar una maniobra de presión político-militar. Con esta intención salió de Zaragoza el 29 de junio y entre los meses de julio, agosto y septiembre remontaba el curso del Ebro instalando sucesivos campamentos a lo largo de la frontera navarra con Castilla.[31] Tras una entrevista tensa con su hermano Juan en agosto entre Tudela y Tarazona, rechazaba las presiones de los castellanos partidarios de Enrique de entrar en Castilla hacia Burgos: el peligro de una guerra desaconsejaba la operación. Sin fondos para poder renovar la soldada de las tropas era muy arriesgado: la mejor alternativa era presionar una negociación manteniendo su ejército dispuesto en la frontera. Agilizó las negociaciones con las embajadas castellanas y el 3 septiembre de 1425, junto con cortesanos y su hermano Juan, llegaba a un pacto (Pacto de Araciel) con miembros del Consejo real de Castilla: se aceptaba la liberación del infante Enrique restaurando parcialmente sus dominios, con el compromiso de que mantuviese fidelidad al rey de Castilla. Sin embargo, esperando la liberación de facto del infante, Alfonso V permaneció con su ejército acampado amenzadoramente entre San Vicente (Navarra) y Briones (Castilla) entre el 24 de septiembre y el 14 de octubre;[32] una ubicación perfecta para entrar en Castilla si se rompía lo pactado, favorecida por la docilidad política del reino de Navarra, cuya corona había pasado a manos de su hermano Juan ese mes. Cuando el nuevo rey de Navarra trajo al infante Enrique al lado del Magnánimo, éste trasladó su ejército a Tarazona, donde permaneció hasta el 23 de noviembre: a partir de entonces las tropas que mantenía todavía asoldadas comenzaron a ser licenciadas.

De 1426 a 1428 el rey de Aragón volvía sus miradas hacia la empresa napolitana retomando preparativos navales y militares.[33] En esos años la situación política en Nápoles abría posibilidades de retorno mientras que las arcas de la Tesorería se llenaban con nuevos fondos (dote de la reina, subsidios clericales, donativos de Cortes aragonesas y valencianas de 1428).[34] Los dispositivos militares para una flota se reemprendieron con vigor: durante todo el año 1427 se ofrecíó soldada a miembros de la nobleza para servir con hombres de armas «en la armada que fa de present lo senyor rey»,[35] y la Tesorería real invertía en 1428 cerca de 350.000 ss. en preparativos navales (contratación y construccción de naves y galeras, fabricación de aparejos diversos para la armada).[36] Todo parecía dipuesto para el retorno. Pero una vez más el problema castellano alejó al rey de Aragón de Nápoles.

3. LAS CAMPAÑAS DE LA GUERRA CON CASTILLA DE 1429-1430[37]

La victoria del partido de los infantes de Aragón en la corte castellana pronto se mostró muy frágil. En febrero de 1428 Álvaro de Luna aprovechó las desavenencias entre Juan, rey de Navarra, y Enrique, maestre de Santiago, y alejó a ambos de la corte: obligó al primero a regresar a Navarra y al segundo a partir hacia los dominios de la orden de Santiago en el sur con el pretexto de defender la frontera con Granada. Ante la pérdida de hegemonía de los Antequera en la corte castellana el rey de Navarra logró convencer a Alfonso V de que la única solución era repetir una operación de presión político-militar como la del verano de 1425. A comienzos de enero de 1429 el Magnánimo se entrevistaba personalmente con el infante Enrique en Chelva, y en marzo, en Tudela, sellaba un pacto con Juan de Navarra: la decisión de reunir tropas para dirigirse a la frontera aragonesa había sido tomada.

3.1 Las operaciones del verano de 1429 en el frente aragonés: dos incursiones en Castilla, dos ejércitos

Los preparativos para articular un ejército de caballería comenzaron de inmediato. Las convocatorias (ampraments) se cursaron entre febrero y marzo y ofrecieron soldada para tres meses a quienes aceptasen servir al rey, dejando abierta la posibilidad de continuar el débito armado si se pagaba una nueva soldada.[38] Y al igual que en 1425, para financiar la contratación, la monarquía utilizó capital libre de negociación en Cortes: recurrió al tesoro o cambra real, a sus rentas patrimoniales, al secuestro de rentas y bienes de castellanos, a los restos de subsidios estamentales por cobrar y, sobre todo, a donativos y créditos del patriciado barcelonés.[39]

Con este capital se abrieron tres frentes de contratación de compañías de gente de armas para servir durante tres meses: en el principado de Cataluña, en Barcelona, Lleida y Perpinyà, en el reino de Aragón, en Zaragoza, y en el reino de Valencia, en su capital, Valencia. Para reclutar en esos tres frentes, de nuevo la monarquía flexibilizaría su maquinaria administrativa y financiera. Por una parte la contratación de tropas en Cataluña era gestionada desde la tesorería, directa e indirectamente. Directamente ya que el tesorero Francesc Sarçola reclutó en Barcelona desde su contabilidad financiera 623 caballos;[40] e indirectamente en la medida en que el tesorero comisionó a agentes de su oficio para que contrataran tropas en Lleida y en Perpinyà, en total cerca de 300 efectivos: en marzo de 1429 Bernat Plaça recibía del tesorero 6.885 flor.[41] con los que administraba el reclutamiento de 164 caballos en Lleida;[42] en ese mismo mes, Marc Joan percibía 10.000 flor. para ir a Perpinyà con los que contrataría, supervisado por Bernat Albert, procurador reial dels comtats de Roselló e Cerdanya, unos 150 caballos.[43] Por otra parte y paralelamente, Joan Mercader, baile general de Valencia, y Pere Ferrer, oficial de la tesorería, reclutaron gente de armas en los reinos de Valencia y de Aragón, respectivamente 469 y 595 caballos, a través de dos contabilidades creadas ex profeso en ambos reinos y nutridas con caudales diversos, fondos que no pasaban por la tesorería y se administraban localmente.[44] Las compañías a sueldo, contratadas esta vez –a diferencia de 1425– con un único pago de tres meses de soldada, sumaban un total de 2.000 caballos. A ellos habría que unir los aportados por quienes acudieron a servir gratuitamente («a ses despeses») que, como en 1425, serían una clara minoría.

En conjunto estimamos en cerca de 2.500 combatientes de caballería el ejército que articuló Alfonso V entre marzo y junio de 1429: con esa fuerza comenzaba el 23 de junio una incursión en tierras castellanas acompañado por su hermano Juan, rey de Navarra.[45] Apoyándose en el éxito de la operación de 1425, esperaba que esa exhibición de fuerza, unida a previsibles disidencias entre la nobleza castellana, obligasen al rey de Castilla a restaurar el poder de la rama Antequera de los Trastámara. Su recorrido por tierras castellanas procuró en todo momento presentarlo no como una invasión sino como una misión pacífica para restaurar el bien del reino.[46] Cuidaba así la disciplina de la gente de armas y procuraba la reparación monetaria sistemática de los víveres y suministros que tomaban en su ruta por Castilla.[47] Buscaba apoyos nobiliarios en Castilla, cerca de Hita, pero no los encontró: el condestable Álvaro de Luna y Juan II habían truncado toda posibilidad de disidencia nobiliaria y lo que incialmente consistió en una incursión de presión política, acabó provocando una guerra abierta entre las coronas de Aragón y Castilla: Juan II le declaraba oficialmente la guerra el 29 de junio.

A partir de entonces, tras una batalla campal frustrada entre los días 1 y 2 de julio, las tropas castellanas avanzaron sobre Aragón: a una cabalgada inicial de Álvaro de Luna el 4 de agosto, siguió la marcha de Juan II al mando de un nutrido ejército en dirección a Calatayud, donde se habían retirado los reyes de Aragón y Navarra.[48] Sin embargo, careciendo de los pertrechos y el suministro regular de vituallas necesarios para una guerra de asedio, tuvo que detenerse ante el primer obstáculo militar de relevancia, el castillo de Ariza. La ofensiva castellana quedó estancada. Por el contrario entre julio y agosto, el rey de Aragón logró prepararse para una contraofensiva fulminante en Castilla que, entre el 26 de agosto y el 9 de septiembre, conquistó siete fortalezas (entre ellas Deza, Ciria, Borovia, Vozmediano y Serón) y aseguró firmemente la defensa del frente. Para lograrlo dispuso de una eficiente intendencia[49] y de la práctica reestructuración de las tropas a su servicio, una total renovación de su ejército. La burocracia estatal aragonesa obtendría el dinero necesario para renovar el contrato de la mayor parte de la caballería asoldada, diversificaría sus contingentes reclutando compañías de ballesteros catalanes y valencianos, y movilizaría milicias locales de ciudades y villas del reino de Aragón a través de una convocatoria de servicio general obligatorio, parte de las cuales conmutarían su presencia con pagos en metálico. Para la nueva incursión, la estructura y composición del ejército se renovaría completamente.

El tiempo de servicio de la gente de armas, tres meses, quedaba cubierto a finales de agosto. Las compañías contradas sólo permanecerían en el ejército si se les pagaba un nueva soldada: eran necesarios fondos en gran cantidad y con presteza. Y para lograrlos el tesorero Francesc Sarçola estaba en Barcelona. Gracias a una hábil política financiera, negociando créditos con los dos principales centros urbanos de la Corona (Valencia y Barcelona), los oficiales reales lograron la liquidez necesaria para prorrogar el servicio de sus efectivos asoldados. Así, el tesorero contrató el 3 de agosto con los consellers de Barcelona un crédito de 50.000 flor. asegurado por las rentas del patrimonio real del principado y librado al contado a traves de dos dites en la Taula de Canvis.[50] Con ello se aseguró el servicio a sueldo por un mes más de gran parte del contingente principal del ejército, la caballería pesada: en total 1.360 caballos, cuya soldada sería renovada parte en las jornadas previas al inicio de la contraofensiva, entre el 14 y el 25 de agosto en Calatayud, parte durante la campaña.[51]

Paralelamente, entre julio y agosto se contrató unos 550 ballesteros a sueldo para servir durante dos meses: la ciudad de Valencia aceptaba el 8 de julio correr a cargo con la contratación y envío de 100 ballesteros,[52] mientras que oficiales de la tesorería reclutaban en la primera semana de agosto compañías de ballesteros en Vilafranca del Penedés, Cervera y Barcelona, por un contingente próximo a 450 efectivos.[53] Así a la gente de armas se irían uniendo contingentes de ballesteros profesionales que iban siendo acontonados a su llegada en las estàncies o guarnicions de ocho villas y lugares aragoneses en la frontera con Castilla.[54] En el reino de Aragón el rey realizó una movilización general defensiva de hueste a todas sus ciudades y villas y logró articular milicias locales por cerca de 1.500 efectivos entre ballesteros y lanceros.[55] El ejército real, a lo largo de agosto de 1429, aglutinaba un contingente compacto y coordinado centralizadamente por la burocracia real, parte del cual emprendería la fulgurante ofensiva de conquista de castillos castellanos. Aunque no conservó la totalidad de la gente de armas de la primera incursión, el dinero obtenido permitió renovar la soldada de más de 1.360 caballos, a los que se unirían las compañías de ballesteros reclutadas (en Cataluña y Valencia) y las milicias locales aragonesas. Un ejército diferente del de la ofensiva política de junio, compuesto por un total aproximado de 1.500 caballos y en torno a 2.000 de infantería entre ballesteros y lanceros.[56]

El coste financiero y administrativo para mantener articulado este ejército no pudo, sin embargo, ser llevado más allá de la primera quincena de septiembre. La campaña se cerraría con intentos fallidos de entrar en Castilla por Soria y de ocupar la localidad castellana de Alfaro en la frontera con Navarra, viéndose obligado el rey a regresar a Tarazona el 13 de septiembre.[57] Se había ido agotando el tiempo de servicio de la soldada de gran parte de la caballería y de las compañías de ballesteros.[58] Aunque al inicio de la operación, tras el saqueo de Deza, hubo muchas deserciones de combatientes que huían del ejército con el botín logrado sin la correspondiente licencia,[59] las verdaderas dificultades comenzaron con el agotamiento del tiempo de servicio de las tropas asoldadas para continuar con graves problemas de escasez de víveres y la declaración de una epidemia entre los caballos de su ejército.[60] El resultado fue la práctica desarticulación del mismo, reducido a un contingente de 400 combatientes de caballería y sólo 30 ballesteros, acantonado entre Daroca y Tarazona y en las fortalezas castellanas ocupadas.[61] Ante esta situación hubo de adoptarse una posición defensiva salpicada por cabalgadas e incursiones fronterizas desde ambos bandos.

3.2 La continuación de la guerra y la fluctuación del ejército del rey

A partir de entonces Alfonso V no tenía más remedio que convocar a las Cortes de sus reinos y negociar con la sociedad política de Aragón, Cataluña y Valencia una ayuda militar que le garantizase la defensa. Entre noviembre y diciembre, las Cortes del reino de Aragón reunidas en Valderobles y las del reino de Valencia reunidas en Traiguera-Sant Mateu, acordarían ayudar al rey sufragando la contratación de tropas: los estamentos aragoneses aceptaron el 4 diciembre financiar la soldada de cuatro meses de 1.000 caballos (750 hombres de armas y 250 pajes) y 1.000 infantes,[62] mientras los valencianos decidían el 9 de diciembre sufragar con el mismo tiempo de servicio otros 1.000 caballos (750 hombres de armas y 250 pajes).[63] Unos efectivos que no estarían dispuestos hasta mayo del año siguiente. Por el contrario, las Cortes catalanas de Tortosa rechazaban una ayuda militar y ofrecían únicamente en enero de 1430 un crédito de 30.000 flor. asegurado sobre el donativo del concilio clerical que ponía fin al cisma eclesiástico.[64]

La ausencia del rey del frente aragonés, por su negociación en Cortes en el otoño de 1429, coincidió con una mayor contundencia de la guerra en el reino de Valencia. En este reino, en octubre, los oficiales reales reclutaron a sueldo por tres meses un contingente de 500 hombres de armas capitaneados por el governador Eiximén Pérez de Corella;[65] una fuerza asoldada de caballería que, apoyada por milicias locales, realizaría una ofensiva a gran escala hacia tierras manchegas y murcianas a finales de año. El frente valenciano se había abierto en la segunda quincena de julio con cabalgadas castellanas desde Murcia que amenazaron Xàtiva, la segunda ciudad del reino, y gran parte de las comarcas valencianas meridionales y centro-orientales. El ataque de mayor impacto fue el de las tropas del adelantado de Murcia, Alfono Yáñez Fajardo, sobre los arrabales y alquerías de Xàtiva el 15 de julio. Durante julio y agosto, debido a las constantes cabalgadas castellanas, la ausencia de las compañías nobiliarias de gente de armas –con el rey en el frente aragonés–, la ineficiencia de las convocatorias de movilización general defensiva cursadas y las dificultades de obtener capital (secuestros de bienes de castellanos y de dinero de la Diputació del General, obtención de préstamos forzosos en la ciudad de Valencia, etc.), el Parlament reunido para la defensa del reino tuvo que adoptar una posición defensiva, acantonando contingentes asoldados de ballesteros y lanceros en castillos y villas de frontera (en Xiva y Bunyol 300 efectivos, entre Biar y Caudete, 100). El retorno del gobernador del reino y, con él, el del grueso de tropas de caballería valencianas, era la única posibilidad de preparar una contraofensiva. El inicio de la misma tuvo su antecedente en la expedición de la milicia de Xativa capitaneada por Joan Rotlà, lochtinent de governador de Xuquer enllà que en septiembre atacó Villena.[66] Aunque la verdadera ofensiva fue la de diciembre de 1429 dirigida por el governador Corella con una nutrida participación de compañías nobiliarias valencianas (500 caballos a sueldo) apoyadas por contingentes de ballesteros y milicias locales. Un ataque que derrotó al adelantado de Murcia y asestó un duro golpe a las villas castellanas de Almansa, Yecla y Villena.[67]

Con la llegada del nuevo año, 1430, la guerra se prolongaría con la apertura de un «frente interior» por la alineación pro-castellana del conde de Luna cuyas importantes posesiones en los reinos de Aragón y Valencia suponían una amenaza muy seria. Para ocupar sus señoríos, confiscados por la sedición del conde, hubo que desviar parte de las tropas movilizadas en los frentes aragonés y valenciano, en una campaña en la primera quincena de febrero, entre el 30 de enero y el 14 de febrero, en la que intervinieron 400 combatientes a caballo comandados por el rey y contratados en enero para servir durante dos meses.[68]

Tras esta operación, los máximos esfuerzos del Magnánimo se concentraban en mantener operativo un ejército suficiente para la defensa de la frontera de Aragón y de las posiciones consolidadas en Castilla, ya que para finales de la primavera se esperaba una dura ofensiva castellana. El problema era disponer de un mínimo potencial militar. El ejército que el rey estaba en disposición de reunir no le permitía bajo ningún concepto ofrecer ayuda militar a sus hermanos Enrique y Pedro y le obligaba a mantener una posición defensiva. Tras fracasar en la contratación al conde de Foix de 500 combatientes de caballería (250 hombres de armas y 250 pillarts) y 200 ballesteros a sueldo por cuatro meses,[69] dependía únicamente del medio millar de caballos (542) aglutinado alrededor de integrantes de la Casa Real,[70] esperando que las tropas que estaban siendo reclutadas y movilizadas por las Cortes de Aragón y de Valencia estuviesen pronto dispuestas.

Para finales de mayo e inicios de junio el rey de Aragón, primero en Cariñena y luego en Tarazona, preparaba una angustiosa defensa, esperando la concentración de las tropas asoldadas y realizando convocatorias de movilización general defensiva, la mayor parte frustradas, en Aragón, Cataluña y Valencia.[71] Contratados directamente por la tesorería no pudo reunir más que 500 caballos[72] y los efectivos acantonados en tres castillos castellanos ocupados (22 hombres de armas y 103 ballesteros entre Cihuela, Deza y Borovia).[73] Los 1.000 combatientes a caballo pagados por los estamentos aragoneses sólo estaban dispuestos para la defensa de Aragón y no para ninguna incursión en Castilla, al igual que los 1.000 caballos sufragados por los brazos valencianos, quienes también se oponían a salir del reino descuidando la defensa de sus fronteras. La situación era dramática: siendo muy optimista sólo reuniría cerca de 3.000 caballos. El 8 de julio salía de Tarazona para acantonarse y defender la frontera sur de Calatayud.[74] La única alternativa posible era una solución negociada. Finalmente la ofensiva castellana no llegó a producirse ya que el 25 de julio se ponía punto final a la guerra con la publicación de las treguas de Majano, acordadas por las embajadas de Castilla y la Corona de Aragón nueve días antes.[75] Las treguas cerraban una guerra no deseada por el rey y aceleraban la desarticulación del conjunto del ejército aragonés.

4. LA EXPEDICIÓN MEDITERRÁNEA DE 1432

En pleno mes de junio de 1430, concentrado en la defensa de la frontera de Aragón, Alfonso V expresaba su anhelo de entrendre en los afers d’ Itàlia ab tot ànim e voluntat en cuanto se liberase de las complicaciones castellanas.[76] Las treguas de Majano abrían la posibilidad de retomar por fin la empresa napolitana. Una posibilidad que no desaprovechó. A lo largo de 1431 se iniciaron intensos preparativos navales y militares en las ciudades de Barcelona y Valencia, centros neurálgicos de la expedición naval de 1432, denominada en la documentación como «lo viatge que [el rey] entén fer vers les parts marítimes per honor e reverència de Deu, exalçament de sa reyal corona e aucmentació de sos regnes e terres».[77] De la experiencia de su anterior operación naval de 1420, el rey había sacado la conclusión de que debía centralizar los dispositivos en las dos principales ciudades de la Corona, y a la vez procurarse una financiación libre de negociación en Cortes en la medida en que fuese posible. De hecho, ni se convocaron los estamentos aragoneses ni los valencianos, pero sí los catalanes: el 20 de julio de 1431 convocaba Cortes en la ciudad de Barcelona que se inauguraban el 18 de agosto.[78] Sin embargo era consciente que tendría que negociar duramente con la sociedad política catalana para obtener un subsidio. Así para proveeerse de capitales con rapidez recurrió desde el principio a operaciones crediticias (en Barcelona con mercaderes y en la ciudad de Valencia, créditos de la ciudad y del obispado asegurados con rentas patrimoniales) que le reportaron cerca de 105.100 flor.[79]

Con estos fondos inició una contratación de tropas que presentó dos frentes de reclutamiento, administrados ambos desde la tesorería, en las ciudades de Barcelona y Valencia, donde a partir de principios de septiembre de 1431 se abrieron las correspondientes taules d’acordament.[80] Correspondió a Barcelona, ciudad en donde Alfonso V permanecía desde mediados de marzo de ese año, inaugurar oficialmente la contratación de tropas, tanto gent d’armes como ballesters, mediante una espectacular ceremonia de apertura el 6 de septiembre. Ese día una solemne procesión, presidida por el rey, secundado por el obispo y clero barcelonés y por caballeros portando los estandartes y banderas de la armada, partía de la catedral de Barcelona hacia la plaza de la Llotja. Ante el portal de la misma, donde estaba instalada la taula d’acordar, se había construido un entarimado para albergar la ceremonia. A la llegada del cortejo, Alfonso V subía al escenario instalándose en un sitial bajo una gran bandera con armas reales de Aragón, mientras los diferentes caballeros izaban los estandartes y banderas a sus flancos. Seguidamente el capitán de la flota, mossèn Ramón de Perellós, arrojaba monedas hacia los asistentes y se dirigía a la taula d’acordar contigua al escenario, depositando 15.000 flor. para contratar las tropas, dando por oficialmente inaugurado el enrolamiento. El objetivo de tan solemne ritual era proclamar de forma grandiosa que el Estado ofrecía sueldo a quien quisiese alistarse pero también, indirectamente, realizar un llamativo acto público para reafirmar el objetivo estatal de monopolizar la conducción y ejercicio de la guerra. En la citada taula d’acordar, el tesorero, Francesc Sarçola, comenzaría a contratar tropas durante dos meses hasta el 6 de noviembre, concentrándose el reclutamiento de las compañías de caballería entre los días 6 y 28 de septiembre. Paralelamente en la ciudad de Valencia, Pere Ferrer, oficial de la tesorería comisionado para administrar allí los alistamientos, abría, desde la segunda quincena de septiembre, una taula d’acordament en la plaza de la Llotja de dicha ciudad para contratar gent d’armes, y desde el 4 de noviembre otra taula d’acordar, ubicada en la plaza de la Figuera, encargada de enrolar la tripulación de la galera real (marinos, remeros y combatientes), la primera inaugurada con una ceremonia similar a la de Barcelona.[81] Al igual que el tesorero, Pere Ferrer comenzaba a contratar compañías armadas el 22 de septiembre tarea que prolongaría hasta el 24 de octubre. En otoño el acordament en Barcelona quedaba concentrado en el reclutamiento de ballesteros, mientras que en Valencia se procedía a iniciar el alistamiento del personal de la galera real: hasta inicios de 1432 ninguna de las taules volvería a contratar compañías de gente de armas. Durante el mes de enero (entre los días 2 y 28) en Barcelona se reanudaba el reclutamiento de compañías, al igual que ocurriría en Valencia entre enero y febrero.

En conjunto se contrató el servicio de tres meses de 1.000 ballesteros, organizados en 40 condestabilías (compañías a cargo de condestables) de 25 efectivos y un total de 239 comitivas de gente de armas que aportaban un contingente de 1.021 combatientes de caballería, entre hòmens d’armes (510) y pillarts (511),[82] en el trancurso de dos ciclos de pagos en Barcelona y Valencia: entre septiembre y octubre de 1431 en adelanto de un mes de soldada (acorriment de sou) y entre enero-febrero de 1432 en cumplimento de dos meses más (acorriment e paga complida). En consonancia con el proyecto de reunión y salida de la flota previsto para finales de marzo, el rey pretendía concentrar las tropas contratadas a lo largo de la primera quincena del citado mes en els Alfacs, a donde deberían ir acudiendo desde Barcelona y Valencia, y donde los respectivos capitanes deberían realizar las mostres o alardes ante los oficiales encargados de pasarles revista, el escrivà de ració y sus ayudantes. A tal fin fueron convocadas, a través de crides publicadas en Valencia y Barcelona, durante el mes de febrero.[83] Sin embargo, la celebración de las Cortes de Cataluña, que entretenía al rey desde agosto de 1431, retardó los planes a la primera quincena de mayo, cuando el monarca pudo concluir las citadas Cortes obteniendo de ellas –tras arduas negociaciones– un substancioso subsidio de 80.000 flor. La inyección de capital a la tesorería que ello supuso permitió ampliar el tiempo de servicio de los efectivos contratados desde el año anterior: así, Bernat Sirvent, el nuevo tesorero que ese mes de mayo sustituía a Francesc Sarçola, pagaba entre los días 20 y 21 la soldada adelantada de un mes más al conjunto de tropas,[84] asegurándose, en total, cuatro meses de prestación militar.

No debemos creer, sin embargo, que los 1.000 ballesteros y 1.021 soldados de caballería asoldados por la tesorería conformaban la totalidad del ejército que embarcó en 1432. El Dietari del Capellà nos informa que la monarquía contrató 2.000 ballesteros y 4.000 combatientes de caballería, (2.000 hombres de armas y otros tantos servidores armados o pillarts), a los que se sumarían los efectivos aportados por quienes ofrecieron combatientes a su costa, a sa despesa, sin percibir soldada, según la crónica tres mília gentilshòmens.[85] Independientemente de la cifra total, que habría sido exagerada, es más que probable que en los registros de la tesorería no conste la totalidad del contingente movilizado. Dejando a un lado las tropas que acudieron sin percibir soldada que obviamente, por su naturaleza gratuita, no podemos documentar en administraciones financieras, puede suponerse que el reclutamiento a sueldo no estuviese todo él concentrado en la tesorería real. Parte de la labor reclutadora bien podría haber sido gestionada por administraciones financieras locales o bien por oficiales reales manejando capitales públicos en virtud de comisiones específicas generando alguna contabilidad paralela a la tesorería que, hasta el momento, no hemos podido documentar, como de hecho ya había ocurrido en 1425 y 1429. Sin embargo, pensamos que no serían muchos más de los registrados en la tesorería el total concurrente: como máximo contrataría 1.500 combatientes de caballería que unidos a los que servían a sa despesa podrían cifrar un total de 2.000.[86]

El 29 de mayo de 1432 Alfonso V zarpaba de Els Alfacs con una flota de unas 27 galeras y 10 naves.[87] El destino era por todos conocido: dirigirse a la isla de Sicilia para preparar una nueva campaña hacia el reino de Nápoles. Tras hacer escala sucesivamente en las Baleares (en Palma y en Maó), en Cerdeña (l’Alguer y Cagliari) y en Sicilia (en Palermo),[88] la flota intentó una operación de ayuda al castillo de la ciudad de Tropea, en la baja Calabria, sitiado por fuerzas del duque de Anjou, aunque dada la imposibilidad de desembarcar efectivos, el 6 de julio echaba anclas en Mesina.[89] La situación napolitana desaconsejaba una inmediata expedición por lo que tras ser engrosada la flota con refuerzos sicilianos,[90] partía hacia la isla tunecina de Djerba. De hecho, aunque el objetivo de la expedición naval era reemprender la guerra en Nápoles, Alfonso V barajaba seriamente la posibilidad, desde abril de 1431, de atacar posiciones tunecinas una vez llegado a Sicilia.[91] Suponía una amenaza la impunidad con la que el rey de Túnez había realizado incursiones corsarias sobre las costas sicilianas en 1425 y un ataque a Malta en 1429. Repetir una operación como la realizada por la armada al mando del infante Pedro en 1424 era una buena alternativa para lograr un botín y, sobre todo, para mantener activa la flota y ejército. Pero también podía resultar útil un espectacular éxito militar que le reportase la necesaria fama entre las cortes italianas, principalmente en la curia papal a fin de exigir subsidios de cruzada en un futuro. El 15 de agosto el estol reial llegaba a Djerba. Tras cruzarse el rey de Aragón con el de Túnez cartas de desafío, el ejército real iniciaba una breve campaña en la segunda quincena de ese mes que aunque ni pudo conquistar la isla ni reportó un remesa de cautivos importante, sí logró desarticular el ejército musulmán y obtener un botín substancioso del campamento tunecino.[92]

De regreso a Sicilia a inicios de septiembre, el monarca decidió trasladarse a la isla de Ischia, base aragonesa frente a Nápoles, para esperar allí que un fuerte soporte militar en el reino napolitano le permitiese reemprender la guerra.[93] A tal fin, a lo largo de octubre y noviembre desde Mesina renovó la soldada de su flota y ejército, la de su gente de armas el 22 de noviembre (el mismo día que lo hacía con sus galeras) y la de los ballesteros en ruta hacia Ischia y una vez llegó a la misma (los días 6, 15 y 30 de diciembre): en total las tropas que condujo a Ischia eran 560 ballesteros (en 21 condestabilías)[94] y 782 combatientes de caballería (en 192 comitivas).[95] Con esas fuerzas y 20 galeras zarpaba el 1 de diciembre de Mesina rumbo a Ischia donde desembarcaba el 22 de ese mes.[96] Allí permanecería estancado hasta julio de 1433. Recibió esperanzado a nobles napolitanos afines y esperó en vano una coyuntura propicia para marchar hacia Nápoles. Pero los vaivenes de Juana II en aceptar sus derechos al trono (el 6 de abril revocaba la adopción de Luis d’Anjou readmitiendo al Magnánimo, aunque en junio cambiaba de opinión), las dificultades militares de sus partidarios napolitanos y la declaración de una inoportuna epidemia entre sus tropas, le obligaron a desestimar cualquier ataque a Nápoles y a decidir abandonar Ischia el 3 de julio de regreso a Sicilia.[97]

5. LA CONQUISTA DE NÁPOLES: LAS CAMPAÑAS FINALES DE 1441-1442

El final de la guerra sucesoria en Nápoles y la conquista del reino por Alfonso V se logró con las campañas de 1441-1442, aunque las bases de su victoria descansan en la evolución político-militar entre 1433-1440.[98]

Entre julio de 1433 y abril de 1435 Alfonso V residió en el reino de Sicilia, a excepción de una nueva aventura sobre las costas tunecinas en el verano de 1433. Allí permaneció concentrado en la planificación logística y financiera de su flota y ejército, y a la espera de la llegada de sus hermanos desde la península: los infantes Enrique y Pedro lo harían en octubre de 1433 y Juan de Navarra en julio de 1434. En noviembre de ese año fallecía Luis d’Anjou, el heredero elegido por la reina Juana II, quien igualmente moriría tres meses después, el 2 de febrero de 1435, no sin antes haber rechazado como sucesor a Alfonso el Magnánimo y nombrado al hermano de Luis d’Anjou, René d’Anjou, conde de Provenza, por entonces cautivo del duque de Borgoña. Era el momento de reemprender la guerra: Alfonso V se autoproclamaba rey de Nápoles y en abril zarpaba con su flota hacia Ischia. En mayo desembarcaba tropas para sitiar con refuerzos locales Gaeta, la segunda ciudad del reino. Gaeta (al igual que Bonifacio en Córcega en 1421) sólo fue auxiliada por Génova que le envió apoyo naval. Los acontecimientos se precipitaron y lo que pudo ser una rápida victoria aragonesa se transformó en el espectacular desastre ocurrido en la bahía de Ponza el 4 de agosto de 1435: la flota real que salió al encuentro de una armada genovesa caía derrotada y el rey, sus hermanos y los numerosos nobles e integrantes de su corte que le acompañaban fueron capturados y enviados al duque de Milán, Filipo María Visconti, señor nominal de Génova. Sin embargo la habilidad diplomática del rey pudo transformar su derrota y captura en una alianza y una liberación:[99] un pacto con el duque de Milán en octubre de 1435 (por el que el duque respaldaría al Magnánimo en la conquista de Nápoles y éste al duque contra el condottiere Sforza y el papado, repartiéndose sus áreas de influencia en Italia, Milán al norte y Nápoles al centro-sur) dejaba al rey las manos libres para continuar la guerra.

De regreso a las operaciones armadas Alfonso V tuvo que combatir entre 1436 y 1440 a cuatro rivales esenciales: desde un principio a los nobles pro-angevinos (la guerra napolitana era una pugna de bandos nobiliarios); al papado (Eugenio IV), señor nominal del reino napolitano, decidido a impedir el triunfo aragonés actuando, entre el otoño de 1437 y febrero de 1438, a través de su brazo armado, el patriarca-condottiere Vitteleschi; pero también desde 1438 al propio René d’Anjou quien, libre de su cautiverio borgoñón, se puso al frente de barones locales, recibió un decidido apoyo de Génova, sublevada contra el dominio milanés, y atrajo a su causa a un condottieri reputado como Jacobo Caldora; y, finalmente, a la amenazante presencia en el norte del reino del condottiere Francesco Sforza, señor de la marca de Ancona, región de los estados pontificios fronteriza con el reino napolitano –donde también disponía de importantes señoríos–, interesado en consolidar su poder local y quien sería atraído tardíamente a la causa angevina. Para el monarca la guerra se presentaba dura y larga. La isla de Ischia junto con Gaeta, tomada por el infante Pedro el 25 de diciembre de 1435, se convirtieron en las principales bases de los ejércitos y galeras del rey. Inicialmente fracasó en su intento por acabar pronto la contienda con un golpe decisivo (fallido asedio de Nápoles en otoño de 1438 en el que pereció su hermano, el infante Pedro); pero la inesperada muerte de Jacobo Caldora (noviembre de 1439) favoreció la decisión real de ir estrechando un cerco sobre Nápoles que comenzó con las operaciones de 1439-1440: las conquistas de Acerra (diciembre de 1439), Aversa (enero de 1440) y Benevento (diciembre de 1440) extendían una tenaza sobre la capital casi insalvable.

Las campañas de 1441 fueron decisivas para completar el asedio sobre Nápoles ya que buscaron anular a lo largo del verano la oposición armada al este de Nápoles (bases de capitanes de Sforza) dejando vía libre para el asalto definitivo a la capital en otoño. Para llevarlas a cabo el rey disponía a su servicio el mayor potencial armado de sus guerras italianas, y sin la mediación de grandes condottieri –a diferencia de su primera incursión napolitana en 1421–, aunque se trataba en su mayor parte (73 %) de fuerzas aportadas por nobles, capitanes y hombres de armas napolitanos e italianos.[100] Un potencial armado, de hecho, muy elevado. A través del cotejo sistemático de los pagos de soldada contenidos en las cèdules de la tesorería de enero-febrero de 1441[101] y en las órdenes reales de pago de abril a junio,[102] con los propios pagos efectuados en abril registrados en la contabilidad de la tesorería del periodo marzo-julio del mismo año,[103] cuantifico un ejército real integrado nada menos que por 5.498 caballos (1.832 lanzas) organizados en 289 compañías y 1.600 tropas de infantería (1.400 infantes y 200 ballesteros en un total de 18 condestabilías). En ese ejército no incluyo a los efectivos que, a pesar de tomar sueldo de las finanzas reales, lideraban dos importantes condottieri que servían en otros frentes de la campaña real de 1441 y ejercían sobre sus tropas un mando virtualmente independiente del rey. Por una parte los 2.100 caballos (700 lanzas) y 500 infantes comandados por el principal barón local, el príncipe de Tarento, Giovanni Antonio del Balzo Orsini, gran condestable del reino; y, por otra, el contingente similar (700 lanzas y 500 infantes) a cargo de los condottieri Antonio y Ramon Caldora.[104] Uniendo el ejército real a esos efectivos el global asoldado por Alfonso V en 1441 ascendió a la impresionante cifra de 2.600 infantes y 9.396 caballos (3.232 lanzas). Buena parte de esos efectivos serían los que iniciarían el asedio final a Nápoles a comienzos de noviembre de 1441.

Centrémonos, no obstante, a partir de las tropas articuladas para el verano de 1441, en la movilización del ejército real, sus pagos de soldada y fuentes de financiación, plenamente ilustrativas de la mecánica empleada por el rey en sus guerras italianas. En primer lugar hay que reseñar que el grueso del ejército real de 5.500 caballos y 1.600 infantes no se reclutaba para la presente operación ex profeso sino todo lo contrario. Buena parte de los capitanes y líderes de comitivas armadas, tanto de gente de armas como de infantes, ya venían sirviendo al rey desde anteriores campañas, sobre todo desde 1439, aunque en 1440-1441 tropas a cargo de nobles y caballeros valencianos y sicilianos llegaron a tierras napolitanas a reforzar el ejército real.[105] Era en gran parte un ejército veterano y plenamente movilizado. Es probable que el grueso del mismo estuviese con Alfonso V en enero en Benevento, ciudad que el 19 de diciembre del año anterior había sido rendida;[106] de ahí, la mayoría de las tropas se desplazarían hacia Aversa, mientras que otros contingentes se dirigirían a Capua y a Gaeta, a reunirse con los efectivos que allí permanecían y a abastecerse de caballos de guerra que, regularmente, eran enviados desde Sicilia a esta última ciudad.[107] En el mes de abril el 80 % de las tropas estaban reunidas ya en la ciudad de Aversa donde se encontraba el rey y el resto en Gaeta.[108] Había finalizado una campaña y el ejército se acantonaba esperando la reanudación de las operaciones. Para llevar cabo el siguiente objetivo y mantener dispuestas las tropas, el rey dependía de poder dar el correspondiente pago adelantado de soldada, el acorriment de sou o emprestança, librado regularmente durante la primavera y fijado en una cantidad de 60 duc. por lanza que remuneraba el servicio armado durante el periodo anual de campañas (6-7 meses): sólo ese dinero avanzado permitiría que el ejército se mantuviese operativo. Para ello el tesorero Mateu Pujades fraccionó los pagos en tres tipos de cantidades, 3, 10, 6-7 y 30 duc. por lanza. Mientras entre el 18 y 19 de febrero ejecutaba el primer pago de 3 duc.,[109] a lo largo del mes de abril libraba las tres cantidades restantes: dos entregas de diversas piezas de draps a razón de 10 duc.[110] y otras tantas en metálico por 30 duc. y un complemento de entre 6 y 7 duc. (variable según las compañías).[111] En total había pagado el acorriment o emprestança de 60 duc. la lanza, dos tercios del mismo en dinero (40 duc.) y el resto en draps (20 duc.).

En este pago combinado de los adelantos de soldada en diners, en moneda, y en especie, en draps, hemos de ver uno de los mecanismos de financiación del reclutamiento de tropas más usado por Alfonso V. Aprovechaba una tradición italiana poco difundida, pagar parte de la soldada no en metálico sino en especie (en paños, grano, sal, vino, etc.), readaptándola en su beneficio de forma muy amplia.[112] Procedía a la adquisición masiva de draps de la industria textil de sus dominios peninsulares para complementar el numerario como medio de pago. Con los draps pagaba parte del sueldo de sus tropas evitando los transtornos a la dinámica económica peninsular que hubiera reportado las transferencias de ingentes cantidades de moneda para pagar soldadas sólo en metálico. Aprovechaba la producción textil de las ciudades más importantes de la Corona en favor propio, en sustitución de la circulación de numerario: desde 1425, aunque de forma masiva a partir de 1436 y, sobre todo, 1440-1441, era frecuente que el rey comisionase a oficiales hacia Valencia, Mallorca o Barcelona para que comprasen partidas de paños destinadas al acorriment de sus tropas.[113] El circuito de intercambios entre sus dominios deçà e dellà mar, productos textiles, pero también el tradicional trigo siciliano e incluso sal ibizenca,[114] era rentablemente utilizado por el rey para financiar sus campañas al tiempo que beneficiaba el desarrollo económico de sus ciudades mercantiles y productoras peninsulares.[115]

Pero junto a la adquisición de draps, otra mecánica para evitar la excesiva transferencia de numerario era la utilización exhaustiva de letras de cambio giradas desde Nápoles hacia Barcelona, Valencia o Palermo y utilizadas para anticipar ingresos desde subsidios de Cortes a rentas patrimoniales en los dominios ibéricos y sicilianos.[116] Pero también el propio crédito bancario siciliano jugó un papel fundamental en la dotación de fondos para sufragar la contratación de tropas.[117] A él habría que añadir los frecuentes préstamos realizados de nobles, cortesanos, mercaderes y oficiales que servían al rey en Nápoles (tanto italianos como peninsulares): préstamos, a veces asegurados sobre la asignación de ingresos, que efectuaban para lograr una promoción concreta en el entorno real.[118] En conjunto, en la estructura de los ingresos de la tesorería general de marzo a julio de 1441 se aprecia perfectamente el predominio del crédito de mercaderes y oficiales reales (35 % de las entradas), así como el empleo de letras de cambio como medio de anticipo de los recursos (40 %) de la tesorería de los dominios ibéricos del rey (receptoria general de occident) y de la tesorería del reino de Sicilia.[119] Finalmente entre las fuentes de financiación militar, aunque en menor medida, también habría que incluir a los propios recursos napolitanos (rentas e impuestos en las ciudades reales, subsidios, donativos, etc.) que ya comenzaban en 1440-1441 a dotar de capitales a la tesorería, a pesar de que el incompleto control político-militar del reino impedía la afluencia regular de fondos.[120] Compras de draps y créditos constituyeron, pues, los ejes financieros de la soldada del ejército real de 1441 con 5.500 caballos y 1.600 infantes.

Al frente del grueso de ese ejército salió el rey de Aversa a fines de abril con la finalidad de conquistar, al noreste de Nápoles, sobre todo en la provincia de Capitanata, diversos castillos y posesiones de Francesco Sforza, un nido de capitanes y combatientes pro-angevinos. Entre el 10 de mayo y 20 de junio cayeron en su poder un total de siete plazas entre asedios y rendiciones, destacando la ciudad y castillo de Caiazzo, ubicada entre Capua y Benevento.[121] El 9 de julio, al frente tan sólo de 2.446 caballos y 1.200 infantes,[122] acampaba en Ursaria cerca de la localidad de Troia, señorío del condottiere Sforza y donde se habían acantonado los seis principales capitanes de éste que quedaban en la región y algunos refuerzos enviados por René d’Anjou. Todos ellos al ver que tan sólo una parte del ejército real estaba acantonado, decidieron salir a hacerle frente. El rey sin dudarlo les presentaba combate campal y los derrotaba el 10 de julio (batalla de Troia) obligándoles a dispersarse. Dos días después se trasladaba a Biccari (cerca de Troia) plaza que tomaba y saqueaba. Se había anulado buena parte de la oposición al este de Nápoles y el asedio final de la misma se presentaba libre. Cuando el 25 de noviembre representantes de René d’Anjou contrataban en Cremona al grueso del ejército del condottiere Francesco Sforza (3.000 caballos y 1.000 infantes), libre de sus compromisos armados contra el duque de Milán, hacía ya un mes que el conjunto del ejército de Alfonso el Magnánimo había comenzado el asedio definitivo de Nápoles. Era demasiado tarde.

De hecho, tras la rendición de diversas localidades próximas a la capital en la primera quincena de octubre (Pico, Pontecorvo –donde el rey comandó el despliegue de 1.105 caballos–, Roccagiuglema, Roccavindola),[123] a lo largo del resto de dicho mes e inicios de noviembre el ejército real ya comenzaba a reunirse en las afueras de Nápoles en varios campamentos, ubicando el central en la llanura de Campovechio donde se instalaba el rey.[124] Sin aflojar en ningún momento el férreo cerco sobre Nápoles, dejando el mando nominal del campamento principal a su hijo Ferrante, bajo la supervisión de su tutor, el noble valenciano Eiximén Pérez de Corella, el monarca comandaba las fuerzas reales que tomaban, entre marzo y abril de 1442, Pozzuoli y Torre del Greco, en los alrededores de la capital, y ocupaban la totalidad de la península sorrentina, rindiendo Sorrento, Vico y Massa. A finales de mayo todo estaba dispuesto para un ataque final que se inició el 1 de junio, tras abrir, por traición, una brecha en la muralla norte de la capital. Al día siguiente caía la misma y René d’Anjou se vio obligado a huir.[125] Al Magnánimo sólo le quedaba castigar la sedición del condottiere Antonio Caldora, quien se había pasado al bando angevino. Para ello se desplazó a las proximidades de Carpenone, señorío de Caldora, con la intención de combatirlo. El 28 de junio el rey y su ejército vencían en batalla campal a Caldora. A partir de entonces las resistencia militar que podía encontrar era muy reducida, por la precipitada retirada de las escasas tropas fieles al conde Sforza. El rey aprovechó la oportunidad y, en una campaña desarrollada entre julio y octubre, lograría controlar la casi totalidad de la provincia norteña de los Abruzos así como las tierras de Apulia y Capitanata al este de Nápoles. Entre julio y agosto dirigirió su ejército hacia el norte, hacia los Abruzos, protagonizando un auténtico paseo militar que redujo a su obediencia la práctica totalidad del territorio, retornando posteriormente hacia el sur (hacia la Apulia y Capitanata) donde, a lo largo de octubre, compró la fidelidad de nobles y castellanos locales obteniendo el control de toda la zona.[126] A partir de entonces, Alfonso V controlaba todo el reino napolitano excepto cuatro ciudades, dos en el extremo norte (Teramo y Civitella en los Abruzos conservadas por Sforza) y dos en el sur (Tropea y Reggio en la Calabria, reductos angevinos).[127]

Para llevar a cabo esas decisivas operaciones de 1442, Alfonso V dispuso directamente a su cargo de unos efectivos algo más numerosos que los movilizados para las campañas de 1441. Las fuentes disponibles, las cèdules de pago de la tesorería entre febrero y octubre de 1442,[128] permiten acercarnos a las dimensiones del ejército que participó en el asedio y asalto de la capital durante la primavera, pero también a las que actuaron durante el verano e inicios de otoño. Podemos conocer los efectivos que movilizó el rey en las operaciones previas a la toma de Nápoles, a partir del estudio sistemático de los pagos de soldada librados entre febrero, abril y, sobre todo, en mayo:[129] un ejército de nada menos que cerca de 9.000 hombres. En concreto había mantenido contratados 6.252 caballos (2.084 lanzas) organizados en 259 compañías y 2.809 efectivos de infantería, entre 2.626 infantes y 156 ballesteros en un total de 18 condestabilías y un pequeño contingente de 27 espingarders. Tomada la capital, no todas esas fuerzas participarían en la batalla de Carpenone y las campañas desarrolladas entre julio y octubre. Para dichas operaciones el Magnánimo dispuso a su servicio de menos efectivos, cerca de 4.500 hombres, en concreto 2.743 caballos (914 lanzas y 1 tercio de lanza) en 216 comitivas armadas y 1.767 efectivos de infantería (1.579 infantes y 161 ballesteros en 18 condestabilías y 27 espingarders), tal y como revelan los pagos de soldada efectuados entre julio y septiembre.[130]

A comienzos de noviembre, a pesar de que el control militar del reino napolitano era casi total, el Magnánimo continuaría manteniendo unas fuerzas militares considerables. Lo exigía la defensa de las tierras conquistadas, tanto las zonas del interior del reino, donde la fidelidad de los barones y nobles locales era dudosa, como sus fronteras, en concreto la norte, la provincia de los Abruzos, territorio donde todavía se localizaban núcleos de resistencia y que limitaba con la marca de Ancona, el refugio del conde Francesco Sforza y su ejército. Para proteger la zona y combatir a Sforza mantuvo acantonado durante el invierno una sección de su ejército, 1.500 caballos (500 lanzas) y 500 infantes, que puso al mando del noble valenciano Ramon Boïl, camarlenc y virrey de los Abruzos, unas fuerzas a las que uniría el ejército del condottiere Nicolo Piccinino (4.000 caballos y 2.000 infantes) contratado por el rey en septiembre.[131]

6. LAS CAMPAÑAS CENTRO-ITALIANAS ENTRE 1443 Y 1448

El final de la conquista de Nápoles no supuso, pues, la desmovilización del ejército del rey. La guerra de conquista le había dotado de tropas permanentes que continuaron movilizadas en las diferentes operaciones que emprendió desde 1443 hasta 1448, mientras comandó en persona sus ejércitos. A lo largo de esos años siempre dispuso de tropas en pie de guerra, tanto secciones de su ejército como efectivos contratados a condottieri, cuya cuantía fluctuó en función de la disponibilidad de las finanzas reales y de las necesidades que le impuso el ciclo de «guerras justas y necesarias» en el que se vio inmerso.[132] Unos conflictos que se desarrollarían en escenarios diversos: en el propio reino napolitano, rindiendo enclaves hostiles o sofocando rebeliones baroniales, como la del virrey de Calabria (1444); y, sobre todo, en el difícil tablero político de la Italia central (1443-1448), donde desplegó una política encaminada a extender su influencia sobre las tierras del papado, aliándose con el duque de Milán (Filippo Maria Visconti) y con un dócil papa (Eugenio IV) en contra del conde Francesco Sforza y granjeándose por ello la abierta hostilidad de Venecia y Florencia. Esa política llevaría al rey a intervenir entre 1442 y 1445 en la marca de Ancona combatiendo a Sforza, su principal rival, pero también en la Toscana entre 1446 y 1448. La movilización de sus ejércitos entre 1443 y 1448 siempre obedecería a la misma pauta, acorde con la corta duración de las propias campañas bélicas. Durante la primavera preparativos financieros y pagos de soldada (acorriment e imprestanza), despliegue de tropas en campaña durante el verano e inicios del otoño y acuartelamiento de los efectivos a lo largo del invierno, aunque manteniendo operativas tropas en la frontera norte e incluso enviando contingentes expedicionarios a Génova, a Milán y a Roma en apoyo de sus respectivos aliados en esos estados, la facción genovesa de los Adorni, el duque de Milán Filippo Maria Visconti y el papa Eugenio IV.

La contratación de los efectivos y el pago de soldadas obligaba a las finanzas reales a dispendios extraordinarios concentrados en breves periodos de tiempo. Para afrontarlos, el monarca continuó con la misma política financiera: masivas compras y distribución de paños (draps) como medio complementario de pago;[133] y uso generalizado de letras de cambio para adelantar capital en Nápoles sobre rentas reales o subsidios de Cortes a percibir en sus dominios valencianos, catalanes y sicilianos.[134] A ello habría que unir una racionalización de las finanzas reales con la introducción de un impuesto directo para todo el reino napolitano (un fogaje) y el recurso al crédito y redes bancarias de mercaderes y banqueros.[135] Ahora bien, desde 1443, la disponibilidad de las arcas reales se beneficiaría de las finanzas de la Iglesia: el rey logró del papa Eugenio IV, también interesado en la expulsión del condottiere Sforza de la marca de Ancona, la aceptación de su posición en Nápoles y una estrecha alianza cercana a la sumisión, al aceptar todo tipo de cargos y prebendas eclesiásticos solicitadas por el rey para sus agentes y al otorgar unos subdidos más que generosos: 140.000 duc. (200.000 flor.) en 1443 y 40.000 duc. en 1446, fondos que ayudaron a contratar las tropas reales.[136]

Entre 1443 y 1445, para las expediciones a la marca de Ancona contra Sforza, el grueso de las fuerzas contratadas se desplegaba en campañas no más de seis o siete meses (generalmente de mayo-junio a octubre-noviembre), aunque al finalizar las mismas durante los meses invernales, al tiempo que la mayoría de las fuerzas se retiraba a las principales ciudades reales (Nápoles, Capua, etc.), siempre se acantonaban contingentes considerables en la frontera norte (en los Abruzos) o en la propia marca de Ancona, al mando de nobles cortesanos o de capitanes y condottieri locales regularizados al servicio del rey. Solamente para la movilización del ejército real que finalizó en el fallido asedio de la localidad costera de Piombino (agosto de 1448), en la Toscana, el grueso del ejército real estuvo desplegado durante cerca de dos años, desde noviembre de 1446 a septiembre de 1448, desde su partida hacia el norte y acuartelamiento invernal cerca de Roma, en Tívoli, hasta su movilización hacia la Toscana. Ahora bien, las tropas que intervinieron en esa campaña comenzaron a ser contratadas a partir de la febrero de 1446, mientras que ese año el rey disponía en activo cuantiosas fuerzas en la marca de Ancona y enviaba al duque de Milán un nutrido contingente de apoyo.

Podemos examinar la movilización y dimensiones de las fuerzas militares que Alfonso V desplegó en el centro de Italia entre 1445 y 1448 a partir de los fondos de la tesorería (contabilidad y cèdules de pago) disponibles en ese periodo.[137]

En febrero de 1443 Alfonso el Magnánimo entraba triunfalmente en Nápoles, dando por concluidas sus campañas de conquista y control militar del reino. Como ya comentamos, del ejército real sólo permanecían movilizadas las fuerzas a cargo de Ramon Boïl en el norte, los Abruzos, reforzadas con el ejército del condottiere Nicolo Piccinino, contratado desde septiembre de 1442. El monarca no tardó en retornar a las operaciones ya que para inicios del verano reforzaba las fuerzas de Boïl acudiendo a la marca de Ancona a combatir a Sforza.[138] Antes, durante la primavera, celebraría un Parlamento con la nobleza local en el que reorganizó las estructuras militares del esquilmado reino napolitano: canceló cualquier vestigio del servicio feudatario, comprometiéndose a no volver a convocarlo bajo la forma del cobro del scutage, y prohibió que cualquier noble o barón reclutara gente de armas por su cuenta, autorizándose ejércitos privados sólo para servir en el ejército real.[139] Para reforzar esa decisión comenzaría a contratar gente de armas a la nobleza local, iniciando con los pagos de soldada la articulación de su ejército. A mediados de junio partió con sus tropas hacia el norte a unirse con Boïl y Piccinino, a quien se le renovó la condotta en julio. Gran parte del dinero necesario para la contratación de sus fuerzas lo obtendría el monarca de las arcas de la Iglesia. En febrero, en Terracina, cerraba un acuerdo con el legado papal, Ludovico Scarampo, cardenal de Aquileia: a cambio de que el rey expulsara al conde Sforza de la marca de Ancona, feudo papal, lograba una estrecha alianza con el papa Eugenio IV quien le otorgaba la bula de investidura sobre el reino napolitano y le concedía un subsidio de 140.000 duc. (200.000 flor.) a recaudar sobre todo el clero de los dominios ibéricos e italianos del rey, que sería anticipado mediante préstamos y letras de cambio.[140] Con ese capital pudo reunir el rey un formidable ejército, entre 9.000 y 10.000 hombres: la mitad eran las tropas de Piccinino (4.000 caballos y 1.000 infantes) mientras el resto procederían de las comandadas por Boïl, virrey de los Abruzos, y de las fuerzas que movilizó el rey desde Nápoles. Tal exhibición de potencial militar obligó a huir a Sforza de la marca e incluso provocó que algunos de sus capitanes y jefes de escuadras entraran a sueldo del rey. El ejército combinado del rey y Piccinino, actuando en nombre de la Iglesia, había logrado en agosto y septiembre reconquistar casi toda la marca. Sin embargo, un cambio de las alianzas en los estados norditalianos obligó al rey a ralentizar primero y paralizar después todas las operaciones. Para inicios de septiembre se encontró con la oposición de los principales estados italianos e incluso su único aliado en el norte, el duque de Milán, dio un giro y firmó la paz con el conde Sforza, su yerno. Paralelamente Milán también había firmado la paz con Venecia y Florencia. Todos ellos aceptaron ayudar a Sforza contra el Magnánimo y el papa contratando 5.000 caballos y 1.000 infantes que se unirían a las propias fuerzas del conde. Ante esta situación, a fines de septiembre el rey decidía retirarse de la marca, dejando sólo guarniciones al mando de Boïl y de un condottiere regular de su ejército, Paolo di Sangro, quienes quedaban como comisarios reales y de la Iglesia para la defensa de la marca, en particular Boïl, quien fue encargado de ocupar Teramo, en los límites de la marca y los Abruzos. A inicios de noviembre el ejército real retornaba a los cuarteles de invierno en los Abruzos, volviendo el monarca a Nápoles en diciembre. Los seis meses de campaña le supusieron, como reconoció el rey en 1446, un desembolso próximo a los 800.000 duc.[141]

En la primavera de 1444, de nuevo se iniciaban preparativos financieros y contratación de tropas para otra expedición real a la marca de Ancona. Las únicas fuerzas en activo eran las comandadas por Ramon Boïl y Paolo di Sangro en la marca, a las que unía de nuevo el ejército de Piccinino, a quien el rey firmaba una condotta anual en febrero.[142] Para lograr la liquidez necesaria para pagar las soldadas, entre febrero y marzo se giraron desde Nápoles doce letras de cambio, firmadas por el propio monarca o por Guillem Pujades, como reebedor de les peccúnies de la cort, dirigidas a Valencia, al tesorero Mateu Pujades, que permitieron disponer por anticipado, de mercaderes, cortesanos y oficiales reales, nada menos que 92.583 duc.;[143] un capital que, como reconoció el rey, debía de ser pagado a cuenta de los restos del subsidio eclesiástico de 140.000 duc. obtenido el año anterior.[144] El rey disponía de dinero fresco e informaba al papa del inicio de la articulación y reclutamiento de las tropas, a través del memorial que el 26 de marzo enviaba a su representante en Roma.[145] Según reconocía, ese día ya había pagado y enviado a unirse con Piccinino en la marca a 2.400 caballos (800 lanzas) a cargo del duque de Melfi (Tommasso Caracciolo) y tres condottieri de su ejército. Pretendía reunir para el 23 de abril 10.000 caballos. Informaba cómo ya había dado medio acorriment e imprestanza a 3.000 lanzas, procedentes de las ciudades del dominio real y de diferentes capitanes, y confiaba completar pronto la mitad restante. Pero una grave enfermedad del rey retrasó los planes hasta fines de junio. En julio las fuerzas que comandaba a unirse al ejército papal en la marca de Ancona contra Sforza se habían reducido a 5.000 caballos, según informaba al príncipe de Tarento solicitándole que enviase efectivos, reducción quizás relacionada por el empleo de parte de las tropas en un contingente expedicionario enviado en apoyo de sus aliados en Génova.[146]

A mediados de julio el rey partió de Capua hacia el norte, hacia Teano, donde esperaba reunir el conjunto de sus fuerzas. Pero un nuevo y grave contratiempo, una rebelión baronial, le obligó a dividir su ejército y a desistir de marchar personalmente hacia la marca. El noble siciliano Antonio de Centelles Ventimiglia, marqués de Crotone y virrey de Calabria, quien marchaba con 300 caballos a reunirse con el ejército real, se declaró en rebeldía y retornó a sus dominios del sur donde se acantonó. El rey canceló su marcha hacia el norte y tuvo que fraccionar el ejército que había ido contratando en dos frentes, hacia al norte, a los Abruzos, y hacia el sur, a la Calabria.[147] Regresó con el grueso de sus fuerzas hacia Nápoles, enviando en persecución de Centelles inicialmente a 1.000 caballos dirigidos por Paolo di Sangro. Sólo pudo enviar hacia el norte a un contingente dirigido por el noble aragonés Lope Jiménez de Urrea, camarlec, por el caballero valenciano Gracia de Cabanyelles, conde de Troia, y por el conde Orso Orsini, canceller del reino napolitano. Unas fuerzas que se unirían a las tropas que mantenía en los Abruzos, en Atri, Ramon Boïl. Pero antes de que ese ejército se reuniese en el norte, la situación militar había girado completamente a favor del conde Sforza quien entre julio y agosto desbarataba las tropas del condottiere real Niccolo Piccinino. Sforza reconquistó toda la marca de Ancona y venció y capturó al hijo de Piccinino por lo que las fuerzas del Magnánimo tuvieron que desplegarse en la frontera de los Abruzos, antes de retirarse a sus cuarteles invernales a fines de noviembre. Todo lo que se había ganado el año anterior en la marca lo recuperó victoriosamente Sforza en dos meses, obligando a las tropas reales a mantener una posición defensiva. Mientras tanto, el rey, al mando de la mayor parte de las tropas que había contratado en la primavera, dirigía personalmente una larga campaña en Calabria contra Antonio Centelles, marqués de Crotone, desde mediados de octubre de 1444 hasta fines de febrero de 1445. En unas operaciones en pleno invierno pudo rendir Crotone en enero y Catanzaro, donde se había refugiado Centelles, en febrero. A inicios de marzo regresaba hacia Nápoles.

En mayo de 1445 en Nápoles se volvía a preparar otra campaña en la marca contra Sforza. El Magnánimo aprovechaba la necesidad del pontífice Eugenio IV de ayuda frente a la presión militar de Sforza sobre los estados papales y renovaba su alianza, obteniendo las últimas concesiones de su bula de investidura sobre el reino napolitano. También recuperaba su alianza con el duque de Milán, de nuevo enfrentado con su yerno Sforza, por lo que la coyuntura era más que propicia para expulsar definitivamente al conde de la marca de Ancona.[148] Para las operaciones del verano de 1445[149] de nuevo movilizó un considerable ejército, que podemos conocer a partir de los fragmentos de cèdules de la tesorería conservados de ese año, entre septiembre y diciembre.[150] A finales de julio el rey salió de Capua hacia Teano, donde debían concentrarse, camino del norte, las fuerzas contratadas. Encontró dificultades para articular las tropas asoldadas, ya que tardaron en llegar al punto de reunión y, como confesó, tuvo que ralentizar su marcha para evitar el desprestigio de atravesar tierras de barones con pocas compañías de gente de armas.[151] Pero a inicios de septiembre el conjunto de tropas reales fueron llegando a los Abruzos. En total, según revelan los pagos de soldada de septiembre y octubre recogidos en las cèdules de la tesorería, había movilizado un ejército de cerca de 4.500 hombres: 2.746 caballos (915 lanzas y 1 tercio de lanza) organizados en 168 comitivas armadas y 1.596 efectivos de infantería (entre 1.400 infantes y 191 espingarderos).[152] Parte de esas tropas, en concreto 1.652 caballos (550 lanzas y 2 tercios de lanza) organizados en 62 comitivas armadas, las enviaría al mando del noble siciliano Giovanni de Ventimiglia, marques de Gerace, a unirse a las fuerzas papales que combatían a Sforza en la marca de Ancona. Pero el monarca y el resto del ejército no pasaron a la marca sino que permanecieron en los Abruzos, debido a la carestía de víveres en la zona, castigada por el constante trasiego de tropas y, en parte, por desconfianza respecto a las tropas papales, comandadas por el cardenal d’Aquileia. En los Abruzos las fuerzas reales iniciaron el asedio del último reducto que disponía el conde Sforza en el reino napolitano, el castillo de Civitella. Pero a comienzos de septiembre el rey se retiró hacia el sur, primero a Teramo y más tarde a Atri, dejando el mando de las operaciones del ejército real que asediaba Civitella a Ramon Boïl y enviando un pequeño contingente a cargo de Berenguer d’Erill a reforzar las tropas del marqués de Gerace. El resultado de las operaciones fue un completo éxito. Las fuerzas combinadas papales y reales lograron entre noviembre y diciembre ocupar la práctica totalidad de la marca de Ancona, expulsando al conde Sforza y sus tropas: de hecho, el 25 de diciembre Boïl rendía Civitella.

Para finales de 1445 por fin parecía que la situación militar tanto el extremo norte del reino, en los Abruzos, como en la vecina marca de Ancona, se estabilizaba a favor del Magnánimo y sus aliados, el papa y el duque de Milán. Sin embargo tan sólo se trataba del parón invernal de las operaciones. En primavera el conde Sforza reinició las hostilidades y continuó combatiendo las tierras papales. Contaba con el decidido apoyo de Venecia y Florencia: Venecia se encontraba en enfrentamiento abierto con Milán desde 1426 y se oponía a cualquier alianza entre Visconti y el Magnánimo; Florencia, aliada a su vez de Venecia, no podía consentir que el rey consolidara su influencia sobre el papado. La permanente guerra entre los estados norditalianos favorecía las intenciones de los comandantes profesionales, entre ellos el conde y condottiere Sforza quien, buscando consolidar un estado propio en la marca de Ancona, reaunudaba las operaciones a mediados de marzo. Ante ello era necesario que el ejército del rey continuase operativo para una nueva campaña en las fronteras norte del reino napolitano, en los Abruzos, pero también en Nápoles y otras ciudades reales. Por ese motivo, desde febrero de 1446, las finanzas reales siguieron pagando la soldada (acorriments e imprestanza) al conjunto de sus tropas, tanto a las que habían pasado el invierno en la frontera como a aquéllas retornadas a Nápoles.

El 3 de febrero de 1446 el monarca informaba al cardenal de Aquileia que esperaba reunir un ejército de 2.000 caballos y 1.000 infantes, aunque confiaba ampliarlo hasta 9.000 caballos para marchar personalmente hacia la marca en abril.[153] Aunque era una previsión optimista por las dimensiones y fecha de partida, la información de la tesorería confirma el inicio de la articulación del ejército en febrero. Ese mes comenzaba un ciclo de pagos de soldada que continuaría a lo largo de todo el año. Es probable que todavía no se se conociese la partida de las tropas, pero era necesario iniciar el lento proceso de articulación del ejército librando los correspondientes adelantos fraccionados de soldada. Las cèdules de la tesorería del primer semestre de 1446 permiten conocer la mecánica del pago y la cuantía de las tropas. En febrero el tesorero Mateu Pujades comenzaba a pagar 4 duc. por lanza y en marzo el cumplimiento de la emprestança de 60 duc. a 1.675 caballos (558 lanzas y 1 tercio de lanza) dispuestos en 135 pequeñas comitivas de la escuadra real.[154] En abril el tesorero libraba media emprestança (30 duc.) a 7 conducters a cargo de 1.269 caballos (423 lanzas).[155] En mayo también se pagaba otra media emprestança a 24 capitanes y hombres de armas a cargo de 350 caballos (116 lanzas y 2 tercios de lanza), así como a parte de la escuadra de Ramon Boïl, 555 caballos (185 lanzas) en 48 comitivas y 850 infantes en 13 condestabilías.[156] Hasta entrado el verano no se reanudaba la contratación de tropas pagándose al grueso de fuerzas del ejército. Para entonces ya se había obtenido del papa (el 23 de abril) una bula que le autorizaba a atacar, si era necesario, a Florencia, el principal aliado de Sforza, así como un subdisio de 40.000 duc. para sufragar los gastos, a percibir sobre el clero de los reinos ibéricos del monarca.[157] Obtenido el subsidio, como reconocía el propio rey el 2 de mayo, ya se enviaba a Roma en apoyo de las tropas papales que marchaban hacía el frente contra Sforza, un contingente de 2.000 caballos y 500 infantes, y aseguraba que pronto enviaría hacia el norte, a los Abruzos, otros 1.000 caballos y 1.000 infantes.[158] En junio el ejército del conde Sforza, más de 6.000 hombres, atacaba Roma; el cardenal de Aquileia y Eugenio IV deseaban una ayuda militar mayor y más rápida por parte del rey, aunque no querían que las tropas fueran dirigidas por el monarca, quizás por desconfianza de verle al frente de un poderoso ejército cerca de Roma.[159]

El grueso de las fuerzas del Magnánimo no estuvo preparado hasta bien entrado el otoño debido a una enfermedad del rey y, sobre todo, a la entrada de capital en las arcas reales, vía créditos y letras de cambio. Conforme iba lográndose liquidez se reanudaban los pagos de soldada a partir de agosto y especialmente a lo largo de septiembre cuando se pagó adelantos de media emprestança (con libranzas de 20 y de 10 duc.) al conjunto de escuadras del ejército real: en agosto 807 caballos (219 lanzas en 37 comitivas) y 650 infantes en 12 conestabilías,[160] y en septiembre 2.931 caballos (977 lanzas en 242 compañías), 320 infantes en 5 condestabilías y 31 espingarderos.[161] Para octubre el monarca ya estaba en condiciones de informar del despliegue del conjunto de su ejército: enviaba en ayuda del duque de Milán 2.500 caballos y él comandaba personalmente 5.000 para socorrer el ejército papal del cardenal de Aquileia.[162] Las cèdules de la tesorería confirman que el conjunto de combatientes que había ido recibiendo soldada del rey entre febrero y septiembre superaban los 7.500 caballos: en concreto 7.687 caballos (2.562 lanzas y 1 tercio de lanza, en 494 comitivas) junto a 2.000 efectivos de infantería (1.970 infantes en 31 condestabilías y 31 espingarderos).[163] Su contratación había supuesto a las arcas reales un desembolso próximo a los 40.000 duc.[164] y sólo era la media paga. Durante la segunda quincena de octubre, todavía en Nápoles, las tropas percibirían la mitad restante (30 duc. lanza, recibiendo algunas compañías pagos en draps por 10 duc. lanza),[165] al tiempo que las fuerzas que partían de la marca de Ancona hacia Milán, al mando de Ramon Boïl, 2.137 caballos (713 lanzas y 1 tercio de lanza), recibían dos acorriments más a fines de octubre y de noviembre.[166] A inicios de noviembre de 1446 el rey partía de Nápoles hacia el norte al mando del grueso de su ejército, en el momento en que disponía del camino libre hacia la Italia central, sin oposición alguna de su teórico aliado, el ejército papal que, desde fines de septiembre, se encontraba asediado en el territorio de Rimini por las fuerzas de Sforza.[167] De hecho ni el papa Eugenio IV ni su comandante el cardenal de Aquileia deseaban ver al Magnánimo dirigirse con su gran ejército al escenario de los enfrentamientos. Entre noviembre y diciembre, mientras por los rigores invernales se retiraban a sus cuarteles las fuerzas papales y las de Sforza, venecianas y florentinas, Alfonso V conducía su ejército, en un lento y tortuoso viaje, en dirección a Roma. El 29 de diciembre solicitaba al papa un subdisio de 20.000 duc. para mantener su ejército durante el invierno ya que como rey, según reconoció, no podía permitirse vivir sobre el terreno como cualquier otro condottiere. Como quiera que el papa rechazó concederle subsidio alguno, el monarca proclamó la plena independencia de su ejército de las fuerzas pontificias. El 8 de enero de 1447 acampaba en las cercanías de Roma, en Tívoli, posición privilegiada para vigilar y controlar al estado papal. Allí permancería junto a su ejército durante los próximos ocho meses.

Ese largo periodo de inactividad militar sólo puede explicarse por la muerte del papa Eugenio IV a fines de febrero y la incógnita por la elección de un nuevo pontífice (Nicolás V), pero también por su rechazo a empeñar el grueso de sus fuerzas en Lombardía, en defensa de Milán contra Venecia, si persistía la hostilidad de Florencia. Pero Alfonso el Magnánimo no tenía verdaderas aspiraciones expansionistas en el norte de Italia y, de hecho, carecía de los recursos para consolidar una hegemonía en la zona. Mantener una postura belicosa en Italia era la excusa perfecta para evitar regresar a sus dominios ibéricos y ayudar a su hermano Juan de Navarra en la contienda civil castellana que incluso amenazaba con una nueva guerra abierta con Castilla. La lógica de conflictividad interestatal italiana y sus alianzas, en la que participaba al frente del reino de Nápoles como un contendiente más, era lo que le había llevado a enemistarse con Venecia y Florencia.[168] Esta sería la causa que le obligaría a entrar en guerra con Florencia, a la que enviaría un ultimátum en diciembre de 1447 amenazándole si no retiraba su apoyo a Venecia en la guerra con Milán. De hecho, a fin de mantener operativo el ejército para el destino que fuese necesario, en la primavera de ese año la tesorería iniciaba nuevos ciclos de pago de soldada (acorriments de 10, 20 y 30 duc. lanza) a las tropas acampadas en Tívoli, iniciados a fines de abril y concentrados, sobre todo, a lo largo de junio y julio.[169]

Los acontecimientos se precipitaron tras la muerte, el 13 de agosto de 1447, de su principal aliado, el duque de Milán, Filippo Maria Visconti. Los sucesos siguientes, una rebelión comunal milanesa que capturó al capitán de las tropas reales allí desplegadas, Ramon Boïl, y el vacío de poder creado en Milán, a merced de los condottieri Piccinino hijo y, sobre todo, Sforza, a quien el duque había establecido como heredero y que acabaría por hacerse con el poder como nuevo duque de Milán, obligaron al rey a poner de nuevo en marcha su ejército. El rey se vio obligado a movilizar sus tropas, 4.000 caballos, hacia el norte ese mismo de agosto aunque sin destino claro, ya que carecía de verdaderas ambiciones en Lombardía y no deseaba enemistarse con una Florencia reforzada por la contratación de los condottieri Sigismundo Malatesta y Frederico de Montefeltro. Por ello el rey zanjó sus diferencias con Sforza, comprometiéndose a no oponerse a sus aspiraciones al ducado de Milán a cambio de que quedase vasallo nominal del Magnánimo.[170] Fue entonces cuando buscó un trofeo militar que mantuviese su prestigio en Italia y justificase su costosa campaña. Y eligió la villa costera de Piombino, una ciudad-estado aliada de Florencia, que podía utilizar como base de operaciones navales contra Génova y resultaba útil para Córcega. El ejército real partió hacia la región toscana atravesando territorio de Siena y abriendo una campaña desastrosa entre agosto de 1447 y septiembre de 1448. Durante la misma sólo logró la rendición comprada de la pequeña villa próxima de Castiglione della Pescaia pero fracasó en el asedio de Piombino (junio-septiembre de 1448), debido a las malas condiciones sanitarias del campamento real, a los refuerzos enviados a los sitiados por mar y a la llegada del grueso del ejército florentino, que precipitó la retirada aragonesa.

Para las operaciones entre 1443-1448, la estructura del potencial militar desplegado revela que el rey dispuso de tropas permanentes, regularmente remuneradas y profesionales. Como más adelante analizaremos, la continuidad de la guerra y la política financiera arbitrada facilitaron la emergencia de fuerzas permanentes.

[1] Recurriremos a documentación inédita (registros de la cancillería real y de contabilidades financieras, sobre todo la Tesorería General), información de las crónicas y a diferentes trabajos sobre el reinado de Alfonso V entre ellos, los recogidos en el XVI CHCA. La Corona d’Aragona ai tempi di Alfonso il Magnanimo, Nápoles, 2000, y sobre todo la excepcional biografía de Alfonso el Magnánimo de Ryder. Una reciente síntesis del contexto bélico de la Corona de Aragón entre 1420-1448 puede verse en J. Sáiz, «Nobleza y expansión militar de la Corona de Aragón: la nobleza valenciana en las guerras del rey (1420-1448)», Anuario de Estudios Medievales, 33/2 (2003), pp. 729-780, especialmente, pp. 733-744.

[2] Sobre la fiscalidad estatal en el ámbito de la Corona vid. M. Sánchez, El naiximent de la fiscalitat d’Estat a Catalunya (segles XII-XIV), Girona, 1995, pp. 129-134; J. A. Sesma, «Fiscalidad y poder. La fiscalidad centralizada como instrumento de poder en la Corona de Aragón (siglo XIV)», Espacio, Tiempo y Forma. Historia Medieval, t. I (1989), pp. 446-463.

[3] J. Sáiz y L. P. Martínez, «Actividad militar y crecimiento del Estado: la financiación de la guerra en la Corona de Aragón y en el reino de Valencia (1416-1431)», comunicación presentada al XV CHCA, inédita. Sobre la tesorería real vid. C. López, «La estructura de los ingresos de la Tesorería General de Alfonso V el Magnánio y la conquista de Nápoles (1424-1447)», en XIV CHCA. La Corona d’Aragona in Italia (secc. XIIIXVII), vol. III, Sassari, 1996, pp. 573-593; sobre la deuda pública censal contratada por los municipios vid. A. Furió, «Deuda pública e intereres privados. Finanzas y fiscalidad municipales», Edad Media, 2 (1999), pp. 35-79; sobre el saneamiento del patrimonio real y las pautas de su política financiera para el caso valenciano vid. E. Vidal, «Política patrimonial de Fernando I y Alfonso V en el reino de Valencia», en IV CHCA, Palma de Mallorca, 1955, vol. I, pp. 495-504 y, sobre todo, W. Küchler, Les finances de la Corona d’Aragó al segle XV (Regnats d’Alfons V i Joan II), València, 1997, pp. 7-9, 327-482; una reciente síntesis sobre las bases financieras del reino de Valencia (rentas patrimoniales, subsidios de cortes y créditos) en las guerras del Magnánimo puede verse en: A. J. Mira Jódar, «La financiación de las empresas mediterráneas de Alfonso el Magnánimo. Bailía General, subsidios de Cortes y crédito institucional en Valencia (1419-1455)», Anuario de Estudios Medievales, 33/2 (2003), pp. 695-727.

[4] W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 213-215; Ryder, pp. 88-89 y 93.

[5] L. P. Martínez, Guerra, Estado y economía productiva en la Corona de Aragón en la Baja Edad Media, Valencia, 1995, tesis de licenciatura inédita, p. 446.

[6] ACA, CR, n.º 2.668 fols. 51v-72v. Ampraments per la anada a Sicília (Barcelona, 29-IV-1419).

[7] BCCV, Fondo Mayans, n.º 677, fol. 89r.

[8] Según un libro-registro de notaments parcialmente transcrito en: A. Capmany, Ordenanzas de las Armadas Navales de la Corona de Aragón, Madrid, 1787, Apéndice n.º II, pp. 17-21; ACA, Apéndice General, n.º 1.031.

[9] Como la administración que el baile general del reino de Valencia hizo del donativo estamental: ARV, MR, n.º 9.816.

[10] BCCV, Fondo Mayans, n.º 677, fol. 99v. A. Capmany, Ordenanzas..., cit., Apéndice n.º II, p. 4; Dietari, p. 115; Dietari de la Deputació del General de Cathalunya, F. Udina (ed.), vol. I, Barcelona, 1974, p. 44.

[11] Si ciframos en cerca de 30 las galeras participantes, y a razón de 40 ballesteros y 20 hombres de armas por cada una, obtenemos 1.200 ballesteros y 600 hombres de armas que unidos a los 782 cuya contratación a sueldo nos consta supondrían cerca de 1.500. Con toda probabilidad podemos aventurar un número mucho mayor de gente de armas en compañías gratuitas que se embarcarían en las naus: si concurrieron 14 naus y cada una podría embarcar al menos 200 hombres de armas podemos aventurar cerca de 2.500 efectivos.

[12] ACA, CR, n.º 2671, fol. 81r, citado en Itinerario, pp. 30-31.

[13] Ibid. fol. 46, citado en Itinerario, p. 47.

[14] A. Boscolo, «Il Parlamenti di Alfonso il Magnanimo», en Acta Curiarum Regni Sardinie n.º 3, Id. (ed.), Cagliari, 1991, pp. 8-14.

[15] Zurita, vol. V, lib. XIII, p. 561; Ryder, pp. 121-122.

[16] Desde entonces convirtió el reino de Sicilia en una importante cabeza de puente para controlar el ducado de Calabria y, durante toda la empresa napolitana, como una fuente de aprovisionamiento de caballos, trigo, capitales y efectivos para los tropas: ASP, CSP, Debitti della Corte, n.º 1.061 bis (1420-1421), fols. 152r153r, 162r, 166r, 194r (flete de naves para llevar caballos, compra de caballos y vituallas); Ibid. Cancelleria, n.º 54 (1422-1423), fols. 93v-94r, 106v, 111r-114r, 186v-187r, 223r-v, 241r-243v, 250v-251r, 265v-266v, 317v y 333r (licencias para exportar trigo a 13 nobles sicilianos que aportan efectivos suarumque gencium equorumque, certa armorum gencium comitiva). Véase también: H. Bresc, Un monde méditerranéen. Economie et societé en Sicile. 1300-1450, Roma-Palermo, 1986, vol. II, pp. 854-855; I. E. Mineo, «Note su guerra e aristocrazia in Sicilia tra il primo e il terzo decennio del Quatrocentto», Cheiron, 23 (1995), pp. 49-65, sobre todo pp. 56-58; P. Corrao, «Administrazione ed equilibri politici nel Regno di Sicilia (1416-1443)», en XVI CHCA..., op. cit., vol. I, pp. 179-198, sobre todo, pp. 183-184.

[17] Ryder, pp. 118-119; Zurita, vol. V, lib. XIII, p. 558. El cargo de condestable le situaba al mando de las tropas reales.

[18] ACA, CR, n.º 2.671, fol. 173r, citado en Itinerario, p. 50.

[19] Ryder, p. 136; Dietari, pp. 118-119; J. Vicens Vives, Els Trastàmares..., op. cit., pp. 113-117.

[20] Zurita, vol. V, lib. XIII. pp. 593-594.

[21] ASP, CRP, Debitti della Corte, n.º 1.062 (1424-1425), fols. 26r-v, 97r-v, 124r, 279r-280r, 323r, 339r, 390r-391v y 465r; H. Bresc, Un monde méditerranéen..., op. cit., vol. II, p. 855. Ryder, pp. 155-156.

[22] ACA, CR, n.º 2.797, fols. 1r-16r, 26v-35r.

[23] ARV, MR, n.º 44, fol. 327r; ACA, CR, n.º 2.797, fol. 40v; W. Küchler, Les finances..., op. cit., p. 215; Ryder, p. 162.

[24] ARV, MR, n.º 8.760 (tesorería real enero-junio 1425) fols. 96r y ss., e ibid., n.º 8.761 (julio-diciembre 1425) fols. 62r y ss.

[25] Ibid., n.º 44 (bailía general, 1424) fols. 327r-329v e ibid. n.º 45 (1425), fols. 355v-360r.

[26] ACA, CR, n.º 2.797, fol. 24v. ARV, MR, n.º 8.760, fol. 68v.

[27] ACA, CR, n.º 2.797, fols. 10v, 49v; Ryder, p. 159.

[28] Zurita, vol. V, lib. XIII, p. 644.

[29] ACA, CR, n.º 2.797, fols. 35r y 42r; Ibid., n.º 2.645, fol. 64r, citado en Itinerario, p. 73.

[30] El Dietari del Capellà cifra en 5.000 los hombres de armas que reunió el rey: Dietari, p. 128.

[31] Ryder, pp. 164-165; Itinerario, pp. 73-74.

[32] Itinerario, pp. 74-75; Zurita, vol. V, lib. XIII, p. 653. Aunque disponía de menos efectivos (1.800 caballos) eran suficientes para amenazar la corte castellana: en breves días podía llegar a Burgos.

[33] ACA, CR, n.º 2.797, fol. 78r.

[34] Ryder, pp. 189-190. Sobre la oferta de las Cortes valencianas vid. AMV, PC, yy-10, fols. 167r y ss.; W. Küchler, Les finances..., op. cit., p. 158.

[35] ACA, CR, n.º 2.797, fols. 57r-77v.

[36] ARV, MR, n.º 8.772 (enero-junio 1428) y 8.773 (julio-diciembre 1428).

[37] El ejército real en dicho conflicto tuve ocasión de analizarlo en J. Sáiz, «Estado y poder militar en la Corona de Aragón: el ejército del rey en la guerra con Castilla (1429-1430)», comunicación presentada al XV CHCA, inédita.

[38] ACA, CR, n.º 2.797, fols. 79v-82r.

[39] La Tesorería disponía de importantes reservas de numerario que habían llenado las arcas durante 1428 y comienzos de 1429. El rey invirtió en la contratación de tropas esos fondos y en mayo de 1429, como complemento ideal, logró donativos y créditos libres de hipotecas e intereses procedentes de la élite mercantil de la ciudad de Barcelona: L. P. Martínez y J. Sáiz, «Actividad militar y crecimiento del Estado. La financiación de la guerra...», cit.

[40] ARV, MR, n.º 8.774, fols. 107r y ss.

[41] Ibid., n.º 8.774, fols. 102r y 106r.

[42] Ibid., n.º 9.813 (3), fols. 98r-110r.

[43] Ibid., n.º 8.774, fol. 100r-v; ACA, CR, n.º 2.797, fol. 80v. ARV, MR, n.º 8.774, fol. 26r.

[44] En Valencia, restos del subsidio de las Cortes valencianas de 1428, dinero derivado de la venta en Valencia de trigo siciliano del rey y préstamos de la ciudad de Valencia: ARV, MR, n.º 9.823 (3), fols. 41r-48r. En Zaragoza, restos del subsidio de las Cortes aragonesas de 1428, préstamos de particulares e institucionales (de la ciudad de Zaragoza) y secuestros de rentas (arzobispado de Zaragoza): ARV, MR, n.º 9.384, fols. 42r-48r.

[45] Según Zurita el ejército de Alfonso V era de 2.000 hombres de armas (Zurita, vol. V, lib. XIII, p. 700), mientras que las crónicas castellanas lo cifran entre 2.500-3.000 caballos: vid. Crónica de Juan II, Madrid, 1953, cap. 12, p. 457, col. a; Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de Santiago, J. de Mata Carriazo (ed.), Madrid, 1940, cap. 19, p. 76. Las discrepancias obedecerían, sin duda, a la contabilización de las tropas del rey de Navarra junto con las del Magnánimo y a la presencia de tropas de servicio gratuito «a sa despesa».

[46] ACA, CR, n.º 2.685, fol. 11, citado en Itinerario, pp. 91-92.

[47] ARV, MR, n.º 8.774, fols. 181v-182v, 184v-185r, 186r-187v, y n.º 8.777 fols. 52v-53r.

[48] Sobre el ejército castellano vid: F. Torres García, «La guerra en Castilla durante la primera mitad del siglo XV: las campañas de D. Álvaro de Luna a través de las crónicas», Revista de Historia Militar, 63 (1987) pp. 9-35, sobre todo, p. 24.

[49] Sobre esa incursión y el papel de la intendencia aragonesa vid. L. P. Martínez, «Guerra, Estado y organización social de la producción. La Corona de Aragón en guerra con Castilla, 1429-1430», Anuario de Estudios Medievales, 23 (1993), pp. 445-471, sobre todo, pp. 448-453.

[50] El 4 de agosto, de 132.000 ss. b. y el 12 del mismo mes, de 421.800 ss. b. Francesc d’Arinyo, secretario real, también contrató un préstamo de 50.000 flor. con los jurats de Valencia el 8 de julio: sin embargo Valencia, carente de la sólida infraestructura bancaria de Barcelona, sólo materializó 20.638 flor. De la importancia del crédito como puntal de las finanzas reales en este momento de necesidad, da buena prueba el hecho de que el 90 % de los ingresos de la tesorería en el mes de agosto era capital proveniente de préstamos (cerca de 720.000 ss.): L. P. Martínez y J. Sáiz, «Actividad militar y crecimiento del Estado. La financiación de la guerra...», cit.

[51] Según órdenes de pagos en los sitios de Deza y Ciria: ARV, MR, n.º 8.777, fols. 87r-90r y 93r-v, 98v y 106r.

[52] AMV, MC, A-29, fols. 125v-127v; ibid., C-C, O-12, fol. 177r-v.

[53] ARV, MR, n.º 8.777 fols., 74r, 83v, 77v-78v.

[54] Hariza, Cetina, Nuévalos, Ateca, Aranda, Vilella, Monreal y Moros: ACA, CR, n.º 2.713, fols. 16r-v, 25r-v.

[55] ACA, CR, n.º 2.713, fols. 2v-7r, 11v.

[56] De esas tropas sólo hemos contabilizado 1.360 caballos y 550 ballesteros desde la tesorería real (ARV, MR, n.º 8.777 fols. 62v-78v, 87v-90r) ya que para la gente de armas no todos los pagos de soldada indican la cuantía de la compañía; y para el caso de la infantería al ser contratada localmente en las villas aragonesas tendría su reflejo en las fuentes financieras locales. Zurita cifra las tropas en 1.400 caballos y 2.000 infantes: Zurita, vol. V, lib. XIII, p. 721.

[57] ACA, CR, n.º 2.791, fols. 16v-17r, 18v, 21v; Itinerario, p. 97.

[58] Zurita, vol. V, lib. XIII, p. 721.

[59] ARV, GOV, n.º 4.255, fol. 167r-v; ACA, CR, n.º 2.791, fol. 9r.

[60] ACA, CR, n.º 2.677 fol. 120r.

[61] ARV, MR, n.º 8.777, fols. 93v-94r, 96v-97r, 99r, 101r, 109r, 110r-v, y n.º 9.386, fols. 26v y 28r.

[62] J. A. Sesma y E. Sarasa (eds.), Cortes del reino de Aragón. 1357-1451. Extractos y fragmentos de procesos desaparecidos, Valencia, 1976, pp. 107-132; L. M.ª Sánchez, Cortes, monarquía y ciudades en Aragón durante el reinado de Alfonso el Magnánimo (1416-1458), Zaragoza, 1994, pp. 219-220.

[63] AMV, PC, yy-12, fol. 30r; ARV, RC, n.º 231, fol. 236r-v.

[64] L. P. Martínez-J. Sáiz, «Actividad militar y crecimiento del Estado...», cit. 65.

[65] ARV, MR, n.º 9.823 (3), fols. 49r-59v.

[66] Sobre la guerra en tierras valencianas: ARV, GOV, n.º 4.255, fol. 24r, 100r-113r, 225r-v; Crónica de Pere Maça, J. Hinojosa (ed.), Valencia, 1979, pp. 57-58.

[67] Ibid. p. 58. La guerra continuaría en las comarcas valencianas con cabalgadas sobre Castilla como la realizada por Ramon Boïl sobre Iniesta con captura de gran botín de ganado. Sobre el impacto del conflicto en el reino de Valencia vid.: J. Hinojosa, «Las fronteras valencianas durante la guerra con Castilla (1429-1430)», Saitabi, 37 (1987), pp. 149-157; A. Díaz, «Alzira, una población de retaguardia en la guerra contra Castilla de 1429-1430», Al-gezira, Revista d’Estudis Històrics-Ribera Alta, 3 (1987), pp. 93-113; J. Sáiz, «Noblesa i formació de tropes de cavalleria al País Valencià tardomedieval: la participació a les guerres reials del llinatge del senyor d’Albaida», Alba. Revista d’estudis comarcals d’Ontinyent i la vall d’Albaida, 9, (1994), pp. 151-162; Id., «La intervención del poder real en los castillos nobiliarios valencianos en tiempos de guerra (1424-1430)», en A. Furió y J. Aparisi (ed.), Castells, torres i fortificacions a la Ribera del Xúquer. VII Assemblea d’Història de la Ribera, Valencia, 2002, pp. 145-166.

[68] ARV, MR, n.º 8.778, fols. 55r, 59r, 60v-63r y n.º 9.386, fols. 54r, 55v, 59r y 60r-63r.

[69] ACA, CR, n.º 2.684, fols. 26v-27r e Ibid. n.º 2.713, fol. 125v.

[70] ARV, MR, n.º 8.778, fols. 86v, 101v, 104r, 119v e Ibid. n.º 9.386, fols. 78r, 84v y 85v.

[71] ACA, CR, n.º 2.686, fols. 98r-99v, 102r. ARV, RC, n.º 233, fols. 69v-70v.

[72] ARV, MR, n.º 8.778, fols. 113r-v, 118v, 121r-v, e ibid. n.º 9.384, fols. 53v-54v.

[73] Ibid. fol. 78v y n.º 8.778, fol. 126v.

[74] ACA, CR, n.º 2.758, fol. 198r, citado en Itinerario, p. 103.

[75] Ryder, pp. 215-216; M. Gual Camarena, «Las treguas de Majano entre Aragón, Navarra y Castilla (1430)», Cuadernos de Historia de España, 16 (1951), pp. 79-109. Las operaciones continuarían hasta finales de agosto de 1430 con ataques marítimos castellanos al reino de Valencia y a Ibiza, y contraofensivas valencianas en Sieteaguas y Buñol: vid. Zurita, vol. V, lib. XIII, pp. 769-770 y Crónica de Pere..., cit., p. 60.

[76] ACA, CR, n.º 2.686, fol. 120r, citado en Ryder, p. 221.

[77] ARV, MR, n.º 8.780, fol. 88r. Sobre sus preparativos, vid. Ryder, pp. 225-232; A. Santamaría, Aportación al estudio de la economía valenciana durante el siglo XV, Valencia, 1966, pp. 191-214.

[78] Ryder, p. 21; J. Vicens Vives, Els Trastàmares..., op. cit., p. 124. 79.

[79] W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 382-396, 398-399, 471-473.

[80] Sobre el reclutamiento de las tropas de la expedición de 1432, vid. J. Sáiz, «La caballería de Alfonso el Magnánimo en la expedición mediterránea de 1432. Reclutamiento y estructura de tropas en los ejércitos reales de la Corona de Aragón», Saitabi. Volum extraordinari (1996), pp. 23-64, especialmente, pp. 28-32.

[81] ARV, MR, n.º 8.780, fol. 139r; ibid., n.º 8.785, fol. 71v.

[82] Ibid., n.º 8.780, fols. 88r-91r, 115r, 120v-121r, 137r-138r; n.º 8.785, fols. 54r-58v, 87v, 91v, 112r-114r.

[83] ACA, CR, n.º 2.689, fol. 150r, citado en Itinerario, p. 112; ARV, MR, n.º 51, fol. 126v. ARV, RC, n.º 233, fol. 190r.

[84] ACA, MR, n.º 422, fols. 65r-71r.

[85] Dietari, p. 143.

[86] Atendiendo a la cuantía de efectivos que se movilizaban para grandes expediciones navales, como la armada Sicilia del infante Martín en 1392 donde concurrieron 21 galeras y en torno a los 2.000 hombres de armas: Zurita, vol. IV, lib. X, pp. 764-765; F. Giunta, Aragoneses y catalanes en el Mediterráneo, Barcelona, 1989, pp. 224-226.

[87] ARV, MR, n.º 8.780, fols. 71r, 85v, 128r, 144v, 154r, 155r, n.º 8.785, fols. 64v, 69v; Dietari, pp. 139-140.

[88] Itinerario, p. 114.

[89] Zurita, vol. VI, lib. XIV, p. 18; Ryder, p. 234.

[90] Dietari, pp. 144-145.

[91] ACA, CR, n.º 2.889, fols. 7r y 47r; F. Cerone, «Aproposito di alcuni documenti sulla seconda espedizione d’Alfonso V contra l’isola Gerba», Anuari del Institut d’Estudis Catalans, 3 (1909-1910), pp. 83-84.

[92] Zurita, vol. VI, lib. XIV, pp. 19-20; Ryder, pp. 235-236; ACA,CR, n.º 2.689, fol. 169r, citada en Itinerario, pp. 115-116.

[93] Zurita, vol. VI, lib. XIV, pp. 21-23, 32-42; Ryder, pp. 236-237.

[94] ACA, MR, n.º 422, fols. 158r-v, 161r y 166r.

[95] Ibid., fols. 149r-152v.

[96] Ibid., fol. 162r; Ryder, p. 238.

[97] Zurita, vol. VI, lib. XIV, pp. 43-46, 54-55; Ryder, pp. 238-241.

[98] El mejor análisis del periodo: Ryder, pp. 241-300. Otras síntesis útiles en N. F. Faraglia, Storia della lotta tra Alfonso V e Renato d’Angiò, Lanciano, 1938; E. Pontieri, Alfonso il Magnánimo, re di Napoli, 1435-1458, Nápoles, 1975, pp. 39-48; C. Cuadrada, «Política italiana de Alfonso V de Aragón (1420-1442)», Acta Medievalia, 7-8 (1986-7), pp. 269-309, sobre todo, pp. 281-291.

[99] Sobre la derrota de Ponza, captura y liberación del rey vid. E. Benito, «La liberación de los prisioneros de Ponza», Hispania, 93 (1964), pp. 27-65; T. Marinnis, «La liberazioni di Alfonso d’Aragona, prigionero dei genovesi», ASPN, 25, (1955), pp. 101-106.

[100] Sobre las campañas y el ejército de 1441 véase J. Sáiz, «Los capitanes de Alfonso el Magnánimo en la conquista del reino de Nápoles: la caballería del ejército real de 1441», en XVI CHCA..., op. cit., vol. I, Nápoles, 2000, pp. 981-1009, sobre todo, pp. 981-984.

[101] Transcritas en FA-I, pp. 100-112.

[102] ARV, MR, n.º 9.401 s. f. y n.º 9.402 (1) (órdenes reales de pago y fragmentos de cèdules entre abril y junio de 1441); e ibid., n.º 9.573 s. f. (registro misceláneo que contiene una cedula de los pagos en draps dados en Gaeta el 4 de abril).

[103] ARV, MR, n.º 8.790 (tesorería real en Nápoles marzo-julio de 1441), fols. 70v, 73r, 75v, 81r, 79r, 99r-102r, 105v, 109r, 110r-119v; ibid., n.º 9.402 (2), fols. 150v-189v (fragmento de las dates de la tesorería entre octubre y diciembre de 1441).

[104] Ibid., fols. 218v y 182v, respectivamente.

[105] La falta de registros seriados de la tesorería para 1436-1440 no impide confirmar la continuidad de buen número de líderes de compañías, sobre todo desde 1439, a partir del análisis de los fragmentos de cèdules de pago de la tesorería conservadas: Minieri, pp. 1-24; FA-I, pp. 83-91. Igualmente desde 1440 puede documentarse la partida desde los reinos de Valencia y de Sicilia hacia Nápoles de gente de armas al mando de nobles y caballeros: ARV, GOV, n.º 2.804, mano 1, fols. 8v y 20r, et passim; ASP, CSP, Conti (1440), n.º 845, s. f.).

[106] Ryder, p. 300; Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 224-225.

[107] Sobre el itinerario del ejército y del rey vid. FA-I, p. XXV; Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 225-227; Itinerario, p. 154. ARV, MR, n.º 8.790, fol. 193r-v.

[108] ARV, MR, n.º 8.790, fols. 70v-119v; FA-I, pp. 98 y ss.

[109] FA-I, p. 100.

[110] En Aversa los días 13, 18 y 20 de abril (ARV, MR, n.º 9.573, s. f., y n.º 8.790, fols. 129v-135v, 136r-137r); en Gaeta los días 4, 5 y 6 de abril (ibid. y n.º 8.790, fols. 126r-127v y 138r-v). Sólo entre el 4 y 13 de abril se libraron draps de una extensa área geográfica (Cataluña, Valencia, Mallorca, Inglaterra) por valor de 9.120 duc.: ibid. n.º 9.573, s. f.

[111] En Gaeta los días 4 y 5 de abril (ibid. fols. 100r-101r) y en Aversa entre el 10 y 19 (ibid, fols. 99v-100r, 110r y ss.).

[112] Véanse los ejemplos recogidos de pagos de soldada en especie (sal, vino, paños, etc.) por: M. Mallet, Signori e mercenari. La guerra nell’Italia del Rinascimento, Bolonia, 1984, p. 142 y L’organizzazione militare di Venecia nel’400, Roma, 1989, p. 163. Con todo, se trataba de una tradición poco difundida y no utilizada en otros Estados italianos de la forma sistemática que lo haría Alfonso V. Al respecto es sintomático el hecho de que en el memorial de descripción del reino de Nápoles que elaboró Borso d’Este, hermano del marqués de Ferrara Leonello d’Este, en su visita al reino de Nápoles en 1444, se hiciese eco de esta mecánica de pago: vid. Ch. Foucard, «Descrizione della città de Napoli e statistica del Regno nell 1444», ASPN (1877), pp. 721-757, p. 754.

[113] Sobre la financiación de parte de la soldada con draps véase A. Ryder, «Cloth and Credith. Aragonese war finance in the mid fifteenth century», War & Society, 2 (1984), pp. 1-21. Aunque las primeras referencias las vemos en 1421 y 1425 (ARV, MR, n.º 42, fol. 280r; ibid., RC, n.º 232, fols. 119r-220r), las compras de paños de los reinos de la Corona fueron masivas en vísperas de la conquista, como por ejemplo los más de 500 draps valencianos adquiridos a fines de 1441, gracias a un crédito de la ciudad de Valencia de 60.000 ss. reunido mediante la emisión de deuda pública censal: A. Ryder, «Cloth..., cit., p. 7; W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 421-422.

[114] ARV, MR, n.º 9.402 (2), fol. 180v.

[115] Esa política propiciaba indirectamente la creación de una especie de «mercado común mediterráneo» en los dominios del rey, integrando la producción y centros comerciales de la Corona de Aragón y Nápoles; vid. M. Del Treppo, Els mercaders catalans i l’expansió catalano-aragonesa, Barcelona, 1976; id., «Alfonso il Magnanimo e la Corona d’Aragonna», en XVI CHCA..., op. cit., vol. I, pp. 1-17, especialmente, pp. 3-4; y las divergentes reflexiones de Ryder, pp. 208, 323 y 464, Id. «Cloth..., cit», p. 15; S. R. Epstein, An island for itself. Economic development and social change in late medieval Sicily, Cambrigde, 1992, pp. 95-97 y ss.; C. Cuadrada, «Politica italiana...», cit., pp. 296-301.

[116] El recurso a este mecanismo, aunque conocido, sería masivo entre 1436-1448 véase: W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 475-482; A. Ryder, El reino..., op. cit., pp. 207-208; H. Lapeyre, «AlfonsoV et ses banquiers», Le Moyen Age, 67 (1967), pp. 93-136; R. Conde, «La letra de cambio en el sistema financiero de Alfonso el Magnánimo», en XIV CHCA..., op. cit., vol. III, pp. 257-269; G. Navarro y D. Igual, «Mercaderesbanqueros en tiempos de Alfonso el Magnánimo», en XVI CHCA..., op. cit., vol. I, pp. 949-967, especialmente pp. 951-955.

[117] C. Traselli, Note per la storia dei banchi in Sicilia nel XV secolo, Palermo, 1993, pp. 193-228; P. Corrao, «Administrazione ed equilibri politici nel Regno di Sicilia...», cit., pp. 185-186.

[118] A. Ryder, El reino..., op. cit., pp. 223-225; FA-I, pp. 93-98.

[119] C. López, «La estructura...», cit., pp. 590 y 592; ejemplos de lletres de canvi en: ARV, MR, n.º 8.790, fols. 71v-72r.

[120] Ryder, p. 301; FA-I, pp. 93-98.

[121] ARV MR, n.º 8.790, fols. 157r-v y 169r; ibid. n.º 9.401, s. f. e ibid., n.º 9.402 (1), s. f. Desde Caiazo el 27 de mayo solicitaba al tesorero de Sicilia la compra de caballos para el ejército: ASP, CSP, Debiti della Corte, n.º 1.063, fol. 158r-v.

[122] ARV, MR, n.º 8.790, fols. 221v-225v.

[123] ARV, MR, n.º 9.402 (2), fols. 149r-189v. Contra Pontecorvo dirigió el rey 1.106 caballos (368 lanzas y 2 tercios de lanzas) organizadas en esquadres o conjuntos de comitivas de lanzas: ibid. fols. 151v-155r.

[124] Sobre el comienzo del asedio de la capital y sus campamentos vid: Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 239-240; Itinerario, pp. 188-190; F. Mateu Llopis, «Algunos documentos referentes a la gestión del Tesorero de Alfonso V, Mateu Pujades, en Nápoles, y al itinerario del rey (1441-1447)», Hispania, 3 (1941), pp. 425-427, sobre todo, pp. 428-429; y FA-I, pp. 113-114.

[125] ARV, MR, n.º 9.403, s. f.; Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 251-257; Ryder, pp. 303-306.

[126] Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 258-261, 264-267 y Ryder, pp. 307-308.

[127] ACA, CR, n.º 2649, fol. 174r, citado en Itinerario, pp. 197-198.

[128] ARV, MR, n.º 9.403, s. f.

[129] Los pagos de soldada de la caballería efectuados los días 2 y 30 de febrero, 1, 8, 16, 22. 23, 24 y 26 de abril, 3, 11 y 28 de mayo (el grueso de los pagos en la bastida de Campovechio contra Nàpols); por su parte los pagos a la infantería los días 17, 23 y 30 de febrero, 3, 9, 18, 29 y 31 de abril, 1 y 21 de mayo: ibid., s. f.

[130] Los pagos a la caballería se realizaron los días 29 de junio, 2 y 4 de julio (el grueso de ellos, en lo camp davant Carpenone), y el 26 de septiembre. Y los librados a la infantería los días 20, 22 y 26 de julio, y 9, 18 y 21 de septiembre: ibid., s. f.

[131] Las tropas contratadas a partir de octubre suman 536 lanzas (1.608 caballos) en 10 comitivas y 800 infantes, cantidad cercana a las fuerzas al mando de Ramon Boïl; por su parte, las negociaciones con Piccinino comenzaron el 2 de septiembre: ibid., s. f. Sobre las operaciones militares estivales y el despliegue de tropas en los Abruzos: ibid., GOV, n.º 2.403, mano 2, fol. 139v; Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 263, 265 y 267.

[132] Un detenido estudio de la dinánima político-militar a partir de 1443 en Ryder, pp. 312-376 e id., «La politica italiana di Alfonso d’Aragona (1442-1458)», ASPN (1959), pp. 43-106, y (1960), pp. 235-294.

[133] Parte de los susidios eclesiásticos (1443, 1446) y ayudas de Cortes (de Valencia en 1446) que obtuvo el rey sirvieron para comprar draps: en 1443, 3.000 draps y en 1446, 1.000: A. Ryder, «Cloth...», cit., pp. 7-9.

[134] El registro ARV, MR, n.º 9.405 contiene gran número de letras de cambio negociadas entre Nápoles y las plazas peninsulares entre 1444-1447, 168 de las cuales fueron analizadas por H. Lapeyre, «Alfonso V et ses banquiers...», cit. El uso masivo de este mecanismo fue la principal novedad del periodo: R. Conde, «La letra de cambio...», cit.

[135] Una completa visión sobre las finanzas del Magnánimo en Nápoles vid. A. Ryder, El reino de Nápoles..., op. cit., pp. 201-254. Sobre el papel del crédito y la renovada política financiera del monarca véanse, respectivamente, C. López, «La estructura de los ingresos...», cit., pp. 578-579, 582, 590 (cuadro III) y 592 (cuadro VII); M. del Treppo, «Il re e il banchiere. Strumenti e processi di razionalizzacione dello stato aragonese di Napoli», en Spazio, società e potere nell’Italia dei Comuni, Europa Mediterranea, Quaderni I, Nápoles, 1986, pp. 281-282, especialmente pp. 285-295. Sobre los grupos de mercaderes-banqueros al servicio del monarca véase D. Igual, «Entre Valencia y Nápoles. Banca y hombres de negocios desde el reinado de Alfonso el Magnánimo», En la España Medieval, 24 (2001), pp. 103-143, sobre todo, pp. 117-119.

[136] W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 218-219; Ryder, pp. 317-332.

[137] ARV, MR, n.º 9.385 (volumen misceláneo que contiene cèdules de pago de la tesorería entre septiembre y diciembre de 1445 y entre octubre de 1446 y marzo de 1447), s. f.; ibid., n.º 9.407 (cèdules de pago de la tesorería de enero a junio de 1446); ibid, n.º 9.408 (cèdules de pago de la tesorería de octubre a diciembre de 1446) y, ibid. n.º 8.791 (cuentas de la tesorería general entre abril de 1446 y diciembre de 1447).

[138] A. Ryder, «La politica italiana...», cit., cap. I, pp. 56-60; Ryder, pp. 317-318.

[139] A. Ryder, El reino de Nápoles..., op. cit., pp. 302 y 422. Giovanni Antonio del Balzo Orsini, príncipe de Tarento, gran condestable del reino y con un poder casi autónomo, era el único barón autorizado a disponer de tropas privadas.

[140] W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 218-219.

[141] ACA, CR, n.º 2.940, fol. 19r, citado en Itinerario, p. 237.

[142] ACA, CR, n.º 2.903, fol. 118v: El 25 de febrero el rey firmaba una condotta de un año de duración por la que Piccinino serviría con sus 5.000 hombres (4.000 caballos y 1.000 infantes) por 156.013 duc.: A. Ryder, El reino..., op. cit., pp. 310-311.

[143] Cáculo realizado a partir de las letras de cambio de 1444, recogidas en ARV, MR, n.º 9.405 y publicadas por D. Igual, «Entre Valencia y Nápoles...», cit., pp. 119-121.

[144] El 21 de abril de 1444 el rey ordenaba al tesorero que las magnas sumas solicitadas con letras de cambio dirigidas a éste debían pagarse mediante ese subsidio eclesiástico autorizándole, caso de no poderse recaudar, a cargar censales: ACA, CR, n.º 2.720, fol. 15r, citado en A. Ryder, El reino..., op. cit., p. 208. Durante 1444, con la necesidad de liquidez para soldadas, continuaron girándose letras de cambio hacia Valencia (dos en mayo por 8.300 duc., una en junio por 360 duc. y una en septiembre por 920 duc.); entre febrero y octubre, los 16 cambios de Nápoles a Valencia dotaron a las arcas reales de 102.163 duc.: D. Igual, «Entre Valencia y Nápoles...», cit., pp. 120-121.

[145] ACA, CR, n.º 2.698, fols. 43v-49v, citado en A. Ryder, «La politica...», cit., p. 67; id., El reino..., op. cit., pp. 310-311.

[146] ACA, CR, n.º 2.698, fol. 63r, carta real del 22 de julio, citado en A. Ryder, El reino..., op. cit., p. 305, nota 24 y 311.

[147] Sobre la rebelión de Centelles en Calabria (por el descontento baronial ante la renovada presión fiscal del monarca e incluso por una posible disidencia baronial siciliana contra el rey) y las operaciones del ejército en los Abruzos y en Calabria vid. Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 307-308, 310, 324; E. Pontieri, La Calabria a metà del secolo XV e la rivolta di Antonio Centelles, Nápoles, 1963; Ryder, p. 319; id. «La politica italiana...», cit., pp. 68-70.

[148] A. Ryder, «La politica italiana...», cit., pp. 85-97; Ryder, pp. 319-320.

[149] Zurita, vol. VI, lib. XV, pp. 347-349; A. Ryder, «La politica italiana...», cit., pp. 89-91; Ryder, p. 320.

[150] ARV, MR, n.º 9.385, s. f.

[151] ACA, CR, n.º 2.698, fol. 98r, citado en Itineriario, p. 219; A. Ryder, El reino..., op. cit., p. 311.

[152] Los pagos de las soldada de la caballería constan el 11, 12 y 17 de septiembre y los de la infantería el 14 y el 17; en octubre los pagos se realizaron los días 7, 8, 5 15, 22 y 30: ARV, MR, n.º 9.385, s. f.

[153] ACA, CR, n.º 2.699, fols. 33v-35r, citada en A. Ryder, El reino..., op. cit., p. 312; id., «La politica italiana...», cit., p. 98.

[154] Los días 2 de febrero y 21 y 24 de marzo en Nápoles; algunos de los pagos se efectuaron per mans de Joan de Miraball, es decir, utilizando créditos del banco de Giovanni Miroballo: ARV, MR, n.º 9.407, fols. 102v-104v, 120r-v, 125v-126r, 130v-131r.

[155] Los días 6, 12, 18 y 26: ibid., 134v, 142v, 145r-v, 144v y 147v.

[156] Ibid. fols. 193v-196v y 198r-v. Se trata de los capitanes y hombres de armas que figuran en ese pago pero no del conjunto de tropas que dirigió Boïl ya que sumando las incluidas en pagos posteriores (ibid., n.º 8.791, fols. 248v-250r) cifran un total de 2.137 caballos (713 lanzas y 1 tercio de lanza) en 60 comitivas.

[157] W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 218-219; A. Ryder, «La politica italiana...», cit., p. 100; Ryder, p. 320.

[158] ACA, CR, n.º 2.940, fol. 7r-v, carta real transcrita en A. Ryder, «La politica italiana...», cit., pp. 104-105.

[159] Ibid., p. 101.

[160] Los pagos de agosto los días 7, 9, 10, 12, 23 y 28: ARV, MR, n.º 9.408, fols. 24v-25r, 28r-29r, 36r-37r, 39r-v.

[161] Los pagos de septiembre en los días 10, 15, 19, 23, 29 y 28: ibid., fols. 49v-51r, 52r-54r, 57r-59v, 61v-64v.

[162] Como informaba el 14 de octubre: ACA, CR, n.º 2.940, fols. 19v-20r, transcrita en Itinerario, pp. 237-239.

[163] ARV, MR, n.º 9.407 fols. 102v-104v, 120r-v, 125v-126r, 130v-131r, 134v, 142v, 145r-v, 144v y 147v, 193v-196v y 198r-v; ibid., n.º 9.408, fols. 24v-25r, 28r-29r, 36r-37r, 39r-v, 49v-51r, 52r-54r, 57r-59v, 61v-64v.

[164] Sólo en soldadas el desembolso que tuvo que hacer frente la tesorería ascendió en concreto a 39.172 duc.: ibid.

[165] En octubre los días 14, 16, 17, 18, 19, 21, 28 y 30 en moneda y el día 31 en draps: ARV, MR, n.º 8.791 fols. 190v-193v, 194v-198v, 202v, 204v-206v, 208r-209v, 210r-212r, 235r-239r, 240r; ibid., n.º 9.385, s. f., también contiene al final del registro las cédules de la tesorería de octubre a diciembre de ese año.

[166] Entre el 22 de octubre y el 28 de noviembre: ibid. fol. 248v-251r.

[167] A. Ryder, «La politica italiana...», cit., p. 235.

[168] Ryder, pp. 340-341; id., «La politica italiana...», cit., p. 249.

[169] ARV, MR, n.º 8.791, dates de abril, junio y julio, fols. 322r, 338r-340r, 347r-v, 358r-361v, 362v373v, 376r-384r, 394r-401v, 405r-408r, 410r-414v, 423r.

[170] A. Ryder, «La politica italiana...», cit., pp. 260-262, Ryder, p. 322 y del mismo autor. «Alfonso d’Aragona e l’avvento di Francesco Sforza al ducato di Milano», ASPN, (1961), pp. 9-45.

Caballeros del rey

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