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II. LA ORGANIZACIÓN MILITAR Y EL PAPEL DE LA CASA REAL

Los registros administrativos y financieros de la monarquía permiten acercarnos al modelo de reclutamiento y encuadramiento de los ejércitos reales de la Corona de Aragón en la primera mitad del siglo XV. Examinaremos la organización militar desde el punto de vista de la élite del ejército, las tropas de caballería. En primer lugar, la movilización y convocatorias (ampraments). En segundo lugar, los caracteres de las modalidades de servicio existentes (gratuito o contratado), deteniéndonos en la modalidad dominante, el servicio voluntario a sueldo a partir de los pagos y contratos de acorriment. En tercer lugar, el encuadramiento y estructuras de mando y la fisonomía de la administración militar con el crucial papel de la Casa Real, base de una clientela militar del rey.

1. EL PESO Y LA ORGANIZACIÓN TÁCTICA DE LA CABALLERÍA EN LOS EJÉRCITOS

El siglo XV es la época por excelencia de los hombres de armas (hòmens d’armes, hommes d’armes, men at arms, homines armati), los tiempos de una caballería pesada mucho mejor equipada que en épocas anteriores, gracias, por lo general, al arnés blanco, la armadura blindada de placas con junturas articuladas que cubría por completo el cuerpo repartiendo equitativamente el peso. Una caballería pesada polivalente y adaptada a las diferentes manifestaciones de la guerra, a las batallas campales y cabalgadas pero también a la guerra de asedio, a los asaltos y defensas de puntos fortificados. Esa realidad choca con el doble tópico existente respecto al papel militar de la caballería medieval: su supremacía absoluta entre los siglos XI-XIII y su irreversible decadencia entre los siglos XIV-XV. Dos imágenes exageradas –fruto de una escasa reflexión sobre la práctica cotidiana de la guerra medieval y sobre la transformación social y militar de los ejércitos– que dificultan la comprensión de la amplia capacidad de adaptación de la caballería como élite militar.[1] Lejos del mito de su decadencia militar, en la Europa de fines del XIV y del siglo XV, la caballería pesada vivía realmente su máximo prestigio en la guerra, coincidiendo, precisamente, con el florecimiento de todos los elementos de la cultura caballeresca, (símbolos, rituales –torneos, justas, pasos de armas, etc.–, literatura y tratadística) estrechamente conectados con la guerra y, todavía, con una función militar formativa.[2]

La Corona de Aragón no fue ajena a todos esos fenómenos europeos. Desde fines del Trescientos y durante la primera mitad del XV, en una Corona de Aragón más vinculada militarmente en escenarios franco-italianos, se detecta una revalorización de la caballería pesada, los hòmens d’armes, y una significativa reducción de la caballería ligera (los cavalls alforrats), de presencia destacada en el siglo XIV, en claro contraste con Castilla donde la importancia de esta última se mantuvo estable.[3] Las campañas de Alfonso el Magnánimo confirman esta tendencia, como la guerra de Castilla de 1429-1430 donde la caballería pesada (caballeros armats a la guisa, con armadura completa) aparece claramente mayoritaria respecto a la ligera (los armats a la gineta).[4] También es destacable el peso del conjunto de fuerzas de caballería sobre las de infantería entre 1420-1448: en los ejércitos de Alfonso V las fuerzas de infantería suponían menos de una cuarta parte del total de combatientes a sueldo en los ejércitos del rey.[5]

Importancia cuantitativa pero también cualitativa ya que la caballería pesada era la espina dorsal de los ejércitos, el arma más cara y valorada y, por tanto, la que concentraba el grueso de la inversión militar del Estado. Así puede comprobarse examinando los gastos en soldada de tropas gestionados por la Tesorería General en tiempos de guerra, en 1429-1430 (guerra con Castilla) y en 1446-1447 (preparativos e inicio de la campaña centro-italiana). La estructura y peso del gasto en soldada en esos bienios puede verse en la tabla 1 (1429-1430), con cantidades indicadas en sueldos[6] y la tabla 2 (1446-1447), referidas en ducados y su correspondencia en sueldos.[7]

TABLA 1

Estructura y peso del gasto en soldadas de la Tesorería general de la Corona de Aragón

(marzo 1429-octubre 1430): preparativos y desarrollo de la guerra con Castilla (en ss.)


Fuente: ARV, MR, n.º 8.774, 8.777, 8.778 y 8.779.

TABLA 2

Estructura y peso del gasto en soldadas de la Tesorería general de la Corona de Aragón

(septiembre 1446-diciembre 1447): preparativos y desarrollo campaña (en duc. / ss.)


Fuente: ARV, MR, n.º 8.791

Como se aprecia, la contratación de tropas de caballería, tanto en 1429-1430 como en 1446-1447, concentraba cerca del 90 % del desembolso en soldadas y absorvía un tercio del gasto gestionado por la Tesorería General durante los conflictos armados.[8] Resalta la coincidencia en el porcentaje que supone la contratación de tropas de caballería entre ambos periodos de guerra, aunque en 1446-1447 el dispendio de la caballería se ha duplicado respecto a 1429-1430, de 1’4 a 3’5 millones de sueldos, un fiel reflejo del aumento de las dimensiones del ejército real en Italia respecto al movilizado en las campañas hispánicas (de cerca de 7.600 caballos frente a sólo 2.500 caballos). Pero también nos acerca al propio crecimiento del presupuesto y volumen de recursos manejados por el Estado por la presión de la guerra, que también se ha duplicado, de algo más de 4’5 millones de sueldos en 1429-1430 a 9 millones en 1446-1447. Ahora bien, en ambos bienios, tanto en las campañas hispánicas como en las italianas, reclutar y mantener contratadas compañías de gente de armas, de caballería pesada, sigue siendo, de largo, la partida de gasto más elevada a la que deben hacer frente las finanzas reales.

Unas fuerzas de caballería, articuladas en compañías a cargo de la nobleza, que en los registros financieros constan con una tipología variada en función de la naturaleza de las campañas. En las operaciones navales las comitivas están organizadas a partes iguales por hòmens d’armes, los soldados con armadura completa, y por pillarts, combatientes auxiliares con equipo ligero.[9] En las campañas hispánicas (en 1425 y 1429-1430) las compañías constan sólo por el número de caballos u hombres de armas a caballo (rocins y/o hòmens d’armes a cavall, hòmens a cavall armats), especificándose en ocasiones por hòmes d’armes y patges (servidores auxiliares del hombre de armas).[10] La «lanza», la característica unidad táctica en la que se organizaban las fuerzas de caballería en los ejércitos europeos, es prácticamente testimonial en las campañas hispánicas[11] y parece concentrarse en los territorios donde su presencia es hegemónica, en la frontera catalana con Francia, en Castilla y, sobre todo, en las campañas en Italia.[12] Para esos casos conocemos que la lanza en los ejércitos del rey de Aragón se componía, como la lancia italiana o la lance francesa de ese periodo –décadas de los 20 y 40 del XV– de tres hombres a caballo (el hombre de armas, combatiente principal con armadura completa y a cargo de una montura de guerra, el auxiliar armado más a la ligera y un servidor desarmado) que se corresponden con el home d’armes, el pillart y el patge.[13] La lanza catalanoaragonesa de tres hombres también comparte con la lancia italiana y con las lances que comanda el rey en sus campañas italianas, el carácter de ser una unidad organizativa de fuerzas de caballería, dejando al margen a tiradores o ballesteros, quienes aparecen entre las compañías de infantería.[14]

Cabe destacar igualmente que en las compañías de lanzas de Alfonso V en Italia no existe mención alguna a ballesteros o tiradores a caballo, a diferencia de lo que ocurrirá en las compañías de Francia o Borgoña.[15] Sí que se constata la presencia caballos que no forman una lanza, a cargo de uno o dos auxiliares o servidores, que la documentación denomina como un terç o dos terços de lança.[16] Detrás de la contabilización de esos terços de lances quizás se apunte la ampliación numérica de la lanza italiana, fenómeno documentado en los ejércitos transalpinos de la segunda mitad del XV por la agregación de más servidores y combatientes auxiliares pero no de tiradores a caballo.[17] Los ballesteros del ejército del Magnánimo, como en otros ejércitos italianos, se integran entre la infantería y en condestabilías de ballesters: los tiradores, desde infants de peu a infants provisionats (infantería vinculada al rey) se contabilizan en comitivas de paghes dirigidas por condestables.[18] Algunos de estos condestables, los de mayor prestigio y continuidad de servicio, percibían soldada por sus compañías de infants y por pequeñas comitivas de lanzas, aunque por separado.[19] Pero a pesar de no integrarse entre las lanzas de caballería, las fuerzas de infantería participaban en las operaciones en estrecha coordinación con los hombres de armas.

De hecho, las tropas de caballería de Alfonso V demostraron su eficiencia y polivalencia militar combatiendo tanto a caballo como a pie. Así lo podemos apreciar en algunos episodios narrados en las crónicas y en la información que la Tesorería nos aporta sobre el despliegue de tropas en operaciones concretas. Por ejemplo, el Dietari del capellà recoge la organización de las fuerzas catalano-aragonesas que combatieron en la ciudad de Nápoles en agosto de 1423, donde se aprecia la coordinación de caballería (hombres de armas y pillarts) e infantería (ballesteros) en la distribución de efectivos en los turnos de guaytes de portals de la ciudad y en las diferentes barricadas de combate (barreres) al castillo de Capuana.[20] Una organización semejante la encontramos en el asalto final a Nápoles en mayo de 1442, como lo recogen las cèdules de la Tesorería: consta la acción combinada de tropas de infantería (356 combatientes) y caballería (78 efectivos) que estan en la bastida de Campovechio contra Nàpols.[21] Las fuerzas de caballería combatían a caballo pero, cuando era necesario, desmontaban y tomaban parte en los asaltos y asedios de fortalezas y posiciones fuertes.[22] La práctica cotidiana de la guerra confirma que frente a escasos enfrentamientos de tropas en campo abierto (en batalla campal), predominaba la defensa o asalto de posiciones fuertes: una guerra de asedio, en castillos o en fortificaciones campales (barreres, bastides), que exigía la acción coordinada entre infantería ligera (infants, equipados con espada, escudo y lanza corta, diferentes a los lanceros), tiradores especializados (ballesteros y también contingentes de escopeteros)[23] y los hombres de armas, que desmontaban para el combate y mantenían su papel de élite armada.

2. LA MOVILIZACIÓN Y LA HEGEMONÍA DEL RECLUTAMIENTO A SUELDO

En la Corona de Aragón de la primera mitad del XV la participación de tropas de caballería en las expediciones ofensivas del rey era de carácter voluntario bajo una doble modalidad de servicio: por una parte contratada (acordament), sujeta al pago de soldadas (acorriments de sou) a los líderes de comitivas armadas por el número de combatientes que ponían en servicio; y por otra gratuita, sin percibir soldada alguna al ser costeada por quien concurría en el ejército (servicio militar a sa despesa). Las modalidades tradicionales de servicio obligatorio, tanto el servicio armado de feudatarios como la movilización general defensiva (host), habían perdido su eficiencia en la dotación de efectivos armados a los ejércitos.[24]

El servicio militar de los beneficiarios de feudos de bolsa hacía prácticamente un siglo que había perdido su vigencia militar: los feudos-renta había ido convirtiéndose en pensiones monetarias con una función militar secundaria y marginada en la organización militar al recurrir la monarquía, prioritariamente desde mediados del siglo XIV, a la contratación a sueldo como principal mecanismo para dotarse de gente de armas para sus ejércitos.[25] Por su parte, la movilización general defensiva, restringida a los casos de necesidad urgente, nunca daba los resultados deseados, obligando a la administración real a recurrir a la contratación a sueldo para articular contingentes operativos. Un ejemplo de la ineficiencia de la convocatoria de host fue la defensa del reino de Valencia en agosto de 1429 frente a las cabalgadas castellanas, recién iniciada la guerra con Castilla. El día 11 de ese mes Francesc Corts, regent de la governació del reino de Valencia, informaba al rey de que el Parlamento reunido para organizar la defensa, ante el acoso constante de tropas castellanas al reino, que realizaban entradas y salidas, había decidido no convocar hosts generals sino lograr fondos para reclutar a sueldo gente de armas e infantes, reconociendo explícitamente que «lo convocament dels hosts dessús dites sería molt dampnós al regne e de poch profit».[26] De hecho, tanto las convocatorias de hosts para los reinos de Aragón y Valencia, como la movilización general para el principado de Cataluña (por el usatge Princeps namque), sólo eran operativas en un breve periodo de tiempo, en las propias fronteras y nunca como base esencial para dotarse de contingentes relevantes para el ejército. Por ejemplo, en la guerra con Castilla en el frente aragonés del verano de 1429, la movilización de hosts en Aragón sólo resultó útil como medida a corto plazo (durante el mes de agosto) para dotar de infantería (ballesteros y lanceros de milicias locales costeadas por las propias villas) a un ejército cuyo grueso provenía de la gente de armas e infantería contratada. Unas milicias obligatorias que no siempre concurrieron, ya que algunas localidades conmutaron su débito armado por un pago.[27] Las modalidades dominantes eran, pues, de naturaleza voluntaria bien fuera percibiendo soldadas (acordament, acorriments de sou) bien fuera de forma gratuita, a costa de los propios nobles y caballeros (a ses despeses).

La movilización de contingentes de tropas de caballería era una operación compleja y de larga duración.[28] Una operación que comenzaba con las convocatorias o ampraments, fase previa de la reunión de un ejército para cuya planificación y coordinación se ponían en funcionamiento las redes clientelares del rey. De hecho en la Corona de Aragón, como cualquier Estado monárquico bajomedieval, el rey disponía en su clientela inmediata, en la domus regia, de los recursos humanos necesarios para la movilización armada.

En principio, el monarca y su consell reial regulaban las condiciones de la oferta de servicio armado (destino y duración de la expedición, soldada o gratificaciones, etc.) y establecían la nómina de individuos y linajes a convocar (recurriendo a los listados disponibles en la cancillería real). La planificación de las expediciones quedaba, pues, en manos de los consells reials: una red de consejos integrada por nobles y caballeros con la dignidad de consellers y por burócratas profesionales, y formada por el consell reial que seguía la persona del monarca y sus apéndices territoriales en los reinos o principados.[29] Pero para operaciones militares concretas, sobre todo navales, el consell reial central generaría comisiones específicas, unos consells militares (como el Consell dels fets de la armada) documentados para las campañas navales de 1420 y 1432.[30] En esos consells militares se planificarían globalmente las campañas y se tomarían las primeras medidas de movilización: estipular las condiciones del servicio y ordenar la tramitación de las cartas de convocatorias (ampraments).[31]

La gestión de las convocatorias en cada uno de los reinos y principados de la Corona quedaba a cargo de nobles y caballeros vinculados a la Casa Real con cargos cortesanos (cambrers, copers, camarlencs, majordoms, uixers d’armes, cavallerissos, alguzirs, etc.). Al dirigir la movilización a nivel territorial se constituían en reclutadores del rey. Se encargaban de hacer cumplir localmente las instrucciones establecidas por el monarca y su consell (identidad de los convocados y condiciones del servicio), contando para ello con el apoyo de oficiales reales de cada reino (batles, governadors, procuradors, etc.). Su presencia está ampliamente documentada en todos los preparativos de expediciones armadas, siendo el ejemplo más relevante, por la magnitud y alcance territorial, la convocatoria de los 993 miembros de linajes nobiliarios y, en menor medida ciudadanos, de los reinos de Valencia, Aragón y el principado de Cataluña que fueron requeridos, entre mediados de 1424 e inicios de 1425, a participar en la operación militar de presión política contra Castilla del verano de 1425. En la gestión de convocatorias en esos territorios encontramos a nueve cortesanos (tres camarlencs, tres cambrers, un majordom, un coper y un cavallerís), apoyados por diferentes oficiales reales.[32] De igual forma en las movilizaciones entre 1419-1429 en el reino de Valencia, podemos ver a los mismos cortesanos, demostrando hasta qué punto el monarca confiaba en quienes más disponían de la experiencia y competencia organizativa al respecto.[33]

Los cortesanos reclutadores dirigían todo el proceso de convocatorias. Recibían las instrucciones del rey en memoriales con las condiciones del servicio (su duración, el destino, las gratificaciones en concepto de soldadas o de participación en el botín), así como pliegos de cartas credenciales del monarca a su favor dirigidas a quienes debía convocarse.[34] Informaban de las condiciones y debían inducir a los convocados a servir voluntariamente en las campañas, contactando personalmente con ellos o coordinando el reparto de las lletres d’amprament mediante la red de porteros y correos de las administraciones reales locales.[35] A continuación debían sondear las disponibilidad de servicio de los convocados y recoger la cuantía e identidad de quienes aceptaban y el número aproximado de combatientes que aportarían, como consta en las instrucciones que el monarca enviaba a sus reclutadores.[36] El objetivo, no siempre cumplido, era informar al rey y su consell, a fin de que acometiesen con antelación las medidas logísticas y financieras necesarias (preparación del avituallamiento, construcción o contrata de naves y galeras, recluta de tropas, embarque de las mismas y las monturas, etc.). El cumplimiento de todas esas órdenes puede seguirse para casos concretos, como la expedición naval de 1420 en el reino de Valencia.[37] Unas labores que los cortesanos realizaban en sus propios reinos, apoyados a veces por caballeros o escribanos reales comisionados al efecto y asesorando a los oficiales locales del rey (governadors, procuradors reials, batles, etc.).

Las convocatorias (ampraments) a nobles, cavallers, donzells, gentilshòmens e ciutadans, dejaban la posibilidad bien de acogerse al servicio a sueldo (la inmensa mayoría) o bien de servir gratuitamente (liberalment servir a lurs despeses).[38] Sólo para la armada 1420 se ofreció servicio gratuito en exclusiva.[39]

La expedición naval de 1420 fue la que, por sus particularidades, presentó un mayor servicio gratuito, a sa despesa. Tratándose de la primera campaña que Alfonso V realizaba como rey, confió atraer a aquellos integrantes de linajes nobiliarios o del patriciado urbano de sus reinos que deseasen servirle sin soldada, ofreciéndoles sólo «degut sguart a vostres servirs ab effusió de gràcies e favors».[40] La doble oferta de gràcies e favors suponía una oferta pecuniaria y socio-política, normalmente a posteriori de su servicio. Económica al percibir algunos de los participantes subsidios (ajudes o gràcies) por seguir la armada real;[41] o beneficios y recompensas por los servicios prestados.[42] Pero, en segundo lugar, ofrecer favors también equivalía, en cierta medida, a abrir la puerta de una posible promoción social a quienes iniciasen una trayectoria de vinculación personal en las guerras del rey. La oferta no era despreciable y explicaría la alta participación nobiliaria en esta primera armada real.

El servicio gratuito (a sa despesa) continuó en las expediciones posteriores a 1420 en todos los dominios del rey de Aragón.[43] Pero se trataba de una modalidad que perdería fuerza al hilo de la permanencia de la guerra: operaciones napolitanas de 1421-1423, expedición a Castilla de 1425, guerra de Castilla de 1429-1430, campaña naval de 1432 y guerras italianas. En la continuidad de la guerra, la necesidad de mantener tropas sólo podía ser cubierta mediante la contratación a sueldo centralizada desde la Tesorería y no con una participación irregular y gratuita de nobles y caballeros que dejaba en sus manos la iniciativa de servir en el ejército. El recurso a compañías gratuitas devino cada vez más ineficiente al dificultar que la monarquía comprometiera el servicio continuo de quienes combatían a sus costas. Por ello, el servicio a sa despesa nunca supuso para el ejército más que un flujo minoritario de combatientes y siempre subsidiario respecto al reclutamiento a sueldo, como demuestra la cuantía de gente de armas documentada a sueldo en campañas como las de 1425 y 1429.

El reclutamiento a sueldo suponía la forma dominante de movilización de tropas. Una modalidad contractual cuyos caracteres pueden seguirse en dos series de fuentes: por un lado, las condiciones de servicio reflejadas en los registros de cancillería (como en 1425 o en 1428) y por otro, los asientos de pago de soldadas recogidos en las contabilidades financieras de la monarquía (entre 1425 y 1432).

En los memoriales de convocatoria consta el destino y duración de las campañas (generalmente, tres meses con posibilidad de prórroga) y la cuantía y mecánica de pago de la soldada. En principio se ofrecía pagar soldada mensual por el número de combatientes que comprometiera poner en servicio quien aceptaba participar en el ejército. La soldada mensual variaba según el tipo de operaciones (terrestres o navales). En las campañas a Castilla de 1425 y 1429-1430, las lanzas de tres combatientes (el hombre de armas, el pillart y el patge), recibían 30 flor.[44] Sin embargo, la tasa más generalizada para estas campañas era el pago de 15 flor. por hombre de armas con armadura pesada a caballo ya que las compañías se organizaban en hòmens d’armes u hòmens a cavall armats o a veces sólo en caballos o rocins.[45] La oferta de una soldada mensual menor a 15 flor. no encontró buena acogida entre los combatientes, como ocurrió en el frente valenciano de la guerra con Castilla en el verano de 1429.[46]

Para expediciones navales, como la de 1432 o la frustrada armada de 1428, la soldada quedaba fijada en 10 flor. mensuales por el hombre de armas dotado del arnés blanco o armadura de placas (que la documentación denomina home d’armes armat de cap fins al peus, o ab arnès complit) y 5 flor. por pillart, aunque en ocasiones, como en 1428, se ofertara 15 flor. por el hombre de armas con armadura de placas acompañado de otro hombre de armas con equipo más ligero (armat de cors davant braços e celada o barreta).[47] Como se ve, la unidad básica de cómputo de las soldadas era el hombre de armas completamente equipado.[48] También conviene destacar que la cuantía de la soldada descendía en las campañas navales (10 flor.) respecto a las operaciones terrestres (15 flor.). Ese descenso estaría relacionado con el aumento de los servicios logísticos ofrecidos por el Estado a las tropas, en el ámbito armamentístico y alimentario (lanzas, bescuit, etc.), vinculado al carácter de expediciones navales exteriores, un descenso que también se documenta en ejércitos como el navarro o el veneciano del Cuatrocientos.[49]

Sin embargo, de cara a definir el modelo contractual, más que en la cuantía de la soldada, interesa centrarnos en su mecánica de pago. Como recogen los memoriales de convocatoria, la administración se comprometía a entregar la soldada completa antes del servicio armado.[50] Esas entregas avanzadas de la soldada, denominadas acorriment, normalmente se fraccionaban en dos pagos –un anticipo (acorriment de sou) y un cumplimiento (acorriment de sou e paga complida)– y se efectuaban con gran antelación a las campañas, entre tres y cinco meses antes. Así lo vemos en los registros financieros entre 1425 y 1432. Un ejemplo para la armada de 1432 ilustra esa mecánica.[51] El 11 de septiembre de 1431, en Barcelona, el tesorero libraba al caballero mossèn Arnau March, 45 flor. en concepto de acorriment del sou de dos hòmens d’armes, uno de ellos él mismo, y dos «pillarts ab los quals (...) ha promés servir lo senyor rey per III mesos, en lo viatge que, Déu volent, entén fer prestament vers les parts marítimes». Cuatro meses más tarde, el 4 de enero de 1432, el mismo personaje recibía del tesorero otros 45 flor. en acorriment de sou e paga complida de los dos hombres de armas y dos pillarts. Finalmente, siete días antes de la partida de la armada, el 22 de mayo, el citado caballero obtenía un último pago de soldada de 30 flor. por su comitiva como «acorriment e paga complida (...) per un mes (...) ultra aquells tres mesos dels quals ja han tret albarà d’escrivà de ració». La tesorería real había contratado para servir en la armada de 1432 durante cuatro meses la compañía de cuatro combatientes de Arnau March pagándole 120 flor., a razón de una soldada mensual de 10 flor. por hom d’armes y 5 flor. por pillart, cuya entrega se le dividía en una libranza anticipada de 90 flor., fraccionada en dos mitades de 45 flor., y un pago final de 30 flor. La totalidad de compañías contratadas para la armada de 1432 seguiría este modelo en las tres series cronológicas de pagos de la soldada de cuatro meses consignadas en los registros de la tesorería entre septiembre y octubre de 1431, entre enero y febrero de 1432 y los días 21 y 22 de mayo. Como en 1432, la contratación de gente de armas para la operación sobre la frontera castellana de 1425 también fue progresiva. Los pagos de la soldada de los tres meses de servicio, previstos en su inicio para finales de junio de ese año, se efectuaron en dos entregas: un adelanto de la soldada de un mes entre marzo y mayo y un cumplimiento de los dos restantes a lo largo de la primera quincena de junio. Finalmente, para la primera entrada a Castilla de junio 1429, de nuevo vemos la anticipación de los pagos entre marzo e inicios de mayo, aunque esta vez en una única entrega por los tres meses de servicio.

Las instrucciones reales que los reclutadores debían comunicar a los convocados resumen el motivo de la entrega anticipada de las soldadas: debían explicar a los nobles que se preparasen a acudir a los centros de contratación previstos, grandes centros urbanos, donde, en las mesas públicas de reclutamiento a cargo de oficiales de la tesorería (las taules d’acordament), recibirían la soldada de un mes para que «se pusieran a punto» (per que·s puxen metre a punt); cuando fueran convocados a reunirse con el ejército real, percibirían la soldada de los meses restantes del servicio, comprometiéndose a continuar en el ejército, mientras la administración financiera mantuviese los pagos de soldada en la cuantía mensual estipulada.[52] Ponerse a punto para servir en los ejércitos o armadas equivalía a mantener operativa la comitiva armada que habían aceptado aportar en la fecha estipulada. El tiempo de servicio comenzaría el día previsto de concentración del conjunto de efectivos del ejército cuando, en el lugar señalado, se pasara revista a las compañías contratadas registrando las exhibiciones o mostres que los capitanes realizaban de sus comitivas, verificando que las mismas contaban con las unidades, armamento y monturas por las que el capitán había recibido la soldada, para así salvaguardar a la administración regia de posibles fraudes.

Hasta la realización de las mostres, los nobles debían hacer frente a los gastos que suponía la puesta a punto del equipo completo del hombre de armas, ya fuera su mantenimiento o su compra. Sin embargo, ello no siempre se afrontaría con las garantías monetarias oportunas dado el alto coste del equipamiento, entre los 3.500 y 5.000 ss. (estimando un arnés completo y dos o tres caballos, uno de ellos de calidad). De hecho, para los nobles, la necesidad de preparar el costoso equipamiento (compra de caballos, recambio de piezas del arnés, etc.), podía convertirse en un problema financiero de primer orden, máxime para unas economías domésticas nobiliarias sometidas a un endeudamiento crónico y dotadas, generalmente, de poca solvencia para soportar dispendios onerosos.[53] Los acorriments, las soldadas anticipadas, facilitarían al menos parte de la liquidez necesaria para la preparación del equipo. En primer lugar para la reposición o compra de monturas. En los protocolos notariales en los periodos previos a las campañas documentamos casos de nobles comprando caballos y comprometiéndose a pagar el precio de la montura en fechas cercanas a las de recepción del acorriment: por ejemplo, el 26 de marzo de 1429, el noble Pere Maça de Liçana recibe de Joan Roís de Sanctaclara, ciudadano de Valencia, una montura de guerra (ronchini cosseri) prometiendo pagarle los 145 flor. de precio durante el mes de mayo,[54] mes en el que recibiría el acorriment de los tres meses de servicio en el ejército real.[55] Pero también podían destinar el acorriment a la reparación o encargo de fabricación del arnés: en los contratos de fabricación de armaduras, los artesanos estipulaban unos 20 días para la entrega de la pieza completa a los clientes;[56] en esas condiciones, los nobles con acorriments a tres o más meses vista de las expediciones, disponían de tiempo para dedicar a ello parte del capital recibido.

Por otra parte, los acorriments también podían ser invertidos en la formación de las compañías. Los nobles podían pagar por adelantado a quienes iban a integrar sus comitivas ordinarias (companyies ordinàries de cavall), asegurándose así el concurso de miembros de su casa y clientela o de su linaje, como de nuevo confirman los protocolos notariales en los momentos previos a la articulación del ejército. Por ejemplo, el noble Ramon de Riusec, alias Bernat Centelles, contratado por la administración real en mayo de 1429 a cargo de una compañía de 95 caballos (67 hombres de armas y 28 patges), nueve días después de recibir el adelanto íntegro de su soldada de tres meses de servicio,[57] comienza a distribuir la cantidad recibida entre los caballeros y líderes de comitivas que integran su nutrida compañía, uno de ellos el caballero Gracià de Montsoriu: el 14 de mayo el donzell Francesc de Riusec, procurador de Gracià de Montsoriu e integrante de su comitiva de 10 caballos (8 hombres de armas y 2 patges), confiesa recibir de Bernat Centelles 5.520 ss. como solido et patrocinio del citado grupo armado.[58] Los nobles y caballeros podrían, pues, invertir parte del acorriment en la contratación de nuevos efectivos para organizar sus respectivas compañías. Ello también quedaría confirmado por el hecho de que algunos de los caballeros o nobles que recibieron un adelanto de soldada por una comitiva determinada, volverían a las taules d’acordament para recibir nuevos desembolsos al haber ampliado el grupo armado que ponían en servicio con más efectivos.[59]

La inyección de capital de los acorriments se trataba de un starter, un capital anticipado imprescindible para poner en funcionamiento la maquinaria militar, para adquirir el equipamiento o reclutar las comitivas. Un buen testimonio de la importancia de los acorriments lo encontramos en las respuestas de los caballeros y nobles a los cortesanos reclutadores, como, por ejemplo, en las convocatorias en el reino de Valencia para la armada de 1420, en la que no se ofertó soldada alguna. El 1 de julio de 1419 desde Valencia, los reclutadores que sondeaban la disponibilidad de servicio de la nobleza valenciana, los uixers d’armes Francesc Maça y Aznar Pardo, informaban al rey que aunque habían encontrado en los convocados una gran voluntad por participar, algunos excusaban comprometerse alegando estar ocupados en otros menesteres; sin embargo, el motivo que aducían la mayor parte de ellos era la inexistencia de soldadas (gatges), reconociendo explícitamente que si el monarca las ofreciese, librándoseles los correspondientes acorriments, se comprometerían muchos más pudiéndolos invertir en la compra de caballos.[60] El acorriment bien hubiera podido servir para la adquisición de unas monturas, la parte más cara del equipo, que por entonces escaseaban.[61]

En definitiva, los nobles disponían en los acorriments de una fuente de liquidez rápida para la preparación de su comitiva y a varios meses vista de su presencia en los ejércitos. Mediante estas libranzas anticipadas del sou o acorriments, el Estado se aseguraba que quienes aceptaban servir en el ejército dispusiesen del capital necesario y con la antelación oportuna para mantener operativa la comitiva armada que habían aceptado aportar. La mecánica de pago progresiva de las soldadas hacía que la función de las mismas no fuera la mera retribución por participar en el ejército. Iba más allá ya que también suponía una capitalización monetaria a los linajes nobiliarios proveedores de hombres de armas. De esta forma la administración estatal intervenía, aunque indirectamente, en la propia formación de compañías de caballería.

Detrás de las condiciones de servicio asoldado ofertadas por la monarquía en las convocatorias y de los propios asientos de pago de soldadas de las administraciones financieras, subyace una relación contractual que, a falta de una denominación concreta, podríamos catalogar como contrato de acorriment. Los caballeros, nobles u hombres de armas cerraban compromisos contractuales de servicio militar con la monarquía tras aceptar las ofertas recogidas en las convocatorias y tras percibir sus respectivas soldadas. Ahora bien, formalmente no vamos a encontrar contratos de acorriment ya que la regulación del compromiso de servicio de los nobles y caballeros súbditos del rey no se fijaría por escrito sino, con toda seguridad, mediante compromisos verbales que éstos cerrarían con el monarca o con los cortesanos que les convocaban, aprobando las condiciones de servicio ofertadas. De hecho, los únicos contratos escritos que podemos encontrar son aquéllos que regulan el servicio de nobles extranjeros, en forma de capítols firmados por éstos y el rey, donde se recogen las condiciones del servicio armado aceptadas por ambas partes (características de las tropas, cuantía y mecánica de pago de la soldada, duración del servicio, distribución de ganancias de botín y excepciones del servicio), muy próximas a las propias condiciones ofertadas por los cortesanos en las convocatorias.[62] Los nobles y caballeros de los reinos y principados del rey, tras ser informados de la oferta, aceptarían verbalmente esas condiciones de servicio, sin mediar capitols o contratos escritos y sólo podría fijarse por escrito al percibir los pagos de soldada, en el tenor de las àpoques y los albarans d’escrivà de ració que generaba la administración financiera, originando la vinculación contractual de acorriment.

Este modelo de reclutamiento a sueldo de gente de armas guarda gran sintonía con otros ejemplos europeos. El contrato de acorriment es asimilable a los contratos de servicio armado de diferentes Estados europeos, desde las condotte italianas hasta las lettres de retenue francesas y las indentures inglesas.[63] El mayor grado de formalización de todos ellos, recogiendo in extenso cláusulas relativas a la dimensión, caracteres y armamento de la compañía, duración del contrato y posibilidad de prórroga, soldada, etc., no impide su similitud con los contratos de acorriment. Así aunque las administraciones financieras catalano-aragonesas no generaron documentación análoga, en último extremo, tanto esos contratos franceses, ingleses e italianos como el acorriment catalano-aragonés atienden al mismo objetivo: enrolar a sueldo combatientes en el ejército capitalizándolos previamente para el ejercicio de su servicio. Las diferencias formales existentes no impiden que las disposiciones que definían a los contratos de acorriment en las instrucciones de convocatoria sean las mismas que las de los otros contratos europeos. Semejanza que es muy evidente en la mecánica de pago anticipado de la soldada: el acorriment de sou es funcionalmente lo mismo que el prest de la indenture inglesa[64] o el prêt a compter de la lettre de retenue francesa;[65] pero también es idéntico a la prestanza o imprestanza de la condotta italiana,[66] como demuestra la asimilación en los registros de la tesorería en Italia de ambos términos (acorriment o emprestança).[67] Las similitudes entre la condotta italiana y el acorriment catalano-aragonés son todavía más estrechas, desbordando el ámbito de la contratación de tropas ya que los pagos en acorriment también eran extensibles a una variada gama de servicios civiles y bélicos al Estado (como la construcción y equipamiento de embarcaciones), como ocurría en tierras italianas con las condotte.[68]

El reclutamiento a sueldo con contratos de acorriment era, pues, el modelo hegemónico de movilización de gente de armas. Las campañas italianas a partir de 1436, en la medida en que la continuidad de la guerra exigía un estado de movilización de efectivos casi permanente, provocarían algunos cambios. El reclutamiento asoldado en Italia presenta unas características propias que exigen un examen más detallado. A diferencia de las campañas hispánicas de 1425 y 1429-1430 o las armadas navales de 1420 y 1432, el ejército real en tierras italianas no es contratado ex profeso para las operaciones ya que se encuentra en permanente servicio. La inmensa mayoría de quienes sirven a Alfonso V en la guerra de conquista del reino napolitano (1436-1442) militan en un ejército real en movilización continua; lo que vemos, pues, es una periódica renovación de contratos de servicio a capitanes y líderes de comitivas armadas. Tras la conquista del reino, la persistencia de la guerra entre 1443 y 1448 consolida contingentes de caballería en servicio permanente del rey. El Magnánimo en los años 40 del Cuatrocientos dispondrá del servicio regular de compañías de caballería pesada lideradas por cortesanos, caballeros y hombres de armas vinculados a la Casa Real, por capitanes y condottieri estabilizados a su servicio o por hombres de armas directamente enrolados por la administración real (lanze spezzate), al igual que otros estados italianos en las décadas centrales del siglo XV, como Venecia o Milán.[69] Los pagos de acorriment o emprestança suponen, en la práctica, la renovación de un ejército ya contratado, una mecánica rutinaria que sirve para mantener operativas las tropas e iniciar una operación. Podemos comprobarlo si examinamos la remuneración a lo largo de más de un año de dos combatientes del ejército, los caballeros valencianos Lluís Pardo y Lluís de Montagut.

Entre enero de 1441 y julio de 1442, en las campañas finales de conquista de Nápoles, el caballero valenciano Lluís Pardo, a cargo de una comitiva de 4 lanzas (12 caballos), percibió las siguientes cantidades. El 18 de enero en Benevento, tras finalizar las operaciones de rendición de dicha localidad, recibe 6 duc. en acorriment del sou de los 6 caballos que consta que entonces dirige.[70] Al mes siguiente, el 19 de febrero en Sessa, liderando sus 4 lanzas, es remunerado con 12 duc.[71] Ambos pagos de pequeña cuantía (1 ducado por caballo o 3 duc. por lanza) suponen un pequeño adelanto de ayuda, un acorriment, previo al total de la emprestança de 60 duc. por lanza. La emprestança de sus 4 lanzas, un total de 240 duc., la recibe a lo largo del mes de abril fraccionada en cuatro entregas, dos en moneda (120 duc., 40 duc. por lanza) y dos en paños (por valor de 80 duc., 20 duc. por lanza): en metálico percibe el 5 de abril, en Gaeta, 120 duc. (30 duc. por lanza) y el 16, en Aversa, 40 duc. (10 duc. por lanza);[72] en draps, el 6 de abril, en Gaeta, dos entregas de partidas de draps de lana y de seda por valor de 10 duc. cada una.[73] El resto del año, durante el desarrollo de las operaciones militares, será remunerado con dos libranzas más de pequeña cuantía, 3 duc. por lanza: el 18 de julio en el camp reial prop Ursara se le pagan 5 duc., sin especificarse la cuantía de su comitiva;[74] y el 15 de octubre en el camp contra Ponticorvo 8 duc. por su comitiva de 8 caballos (2 lanzas y 2 tercios de lanza).[75] Finalizadas las campañas, el 21 de diciembre en la localidad de Presenzano, donde está junto al monarca, percibe otro pequeño pago de 4 duc.[76] En la primavera del año siguiente, para contratar su participación en las operaciones de toma final de la ciudad de Nápoles, la tesorería le retribuye con media emprestança: 30 duc. por lanza (120 duc. por sus 4 lanzas), que percibe fraccionados en dos pagos de 15 duc., recibidos el 15 de abril en Pozzuoli y el 28 de mayo en el camp de Mazzaria de la Reina.[77] Finalmente, tras la toma de la Nápoles y su presencia en la batalla de Carpenone (25 de junio), el 26 de septiembre, en el camp de la praderia prop Pintola, recibe una libranza de 4 duc. por lanza.[78]

Una mecánica parecida se aprecia en la remuneración del caballero Lluís de Montagut entre noviembre de 1445 y julio de 1447. El 4 de noviembre de 1445, en las operaciones del ejército desplegado en la frontera de los Abruzos y a cargo de una comitiva de 3 lanzas, percibe un pequeño pago de 4 duc. por lanza (12 duc.).[79] De regreso a Nápoles el 2 de febrero, formando parte de los hòmens d’armes de la esquadra de les banderes del senyor rey, recibe otra libranza de igual cantidad, un acorriment de 4 duc. por lanza (12 duc.).[80] Siete meses más tarde, el 25 de octubre, en vísperas de la partida del ejército real hacia el norte, ingresa 90 duc. por su comitiva: un pago que, como el conjunto de los hombres de armas de la escuadra real de la que forma parte, lo recibe «en acorriment del sou e per la emprestança del present any de certes lanses a raó de XXX ducats per lança que deven tenir en sou e servey del dit senyor».[81] Al año siguiente, entre mayo y julio, se renueva su servicio en el ejército esta vez al mando de un grupo de 5 lanzas, pagándosele un total de 40 duc. por lanza (200 duc.) fraccionados en dos libranzas: el 31 de mayo una entrega de draps de lana por valor de 10 duc. por lanza y el 13 de julio un pago en moneda (150 duc.) a razón de 30 duc. por lanza.[82]

La retribución del servicio armado de la inmensa mayoría de los capitanes y hombres de armas del ejército se acogía a las pautas expuestas en los ejemplos citados. Los líderes de comitivas de lanzas del ejército, tanto si se encontraban acuartelados como si estaban en campaña, recibían regularmente sus emprestançes durante la primavera, mediante pagos fraccionados, en moneda (duc.) o en especie (en draps), en función de la liquidez de las finanzas reales, como una condición previa para su movilización armada, a fin de costear la preparación de su servicio a lo largo del año.[83] Aunque conocemos la cuantía de la soldada mensual pagada por las finanzas reales, 8-10 duc. por lanza,[84] las compañías del ejército son remuneradas no por su servicio mensual, sino a partir de una emprestança establecida de 60 duc. por lanza que retribuía por anticipado el ejercicio de las operaciones militares a realizar a lo largo de un año, generalmente durante seis meses (entre mayo y octubre) y que permitía la preparación y puesta a punto de las comitivas (adquisición de monturas, armas, subcontrata de combatientes, etc.).[85] Ahora bien, en el transcurso de las operaciones y, sobre todo, durante los periodos de inactividad militar, al finalizar las campañas y acuartelarse las tropas, la tesorería continuaba pagando a las comitivas pequeñas cantidades para su mantenimiento (3 o 4 duc. por lanza equivalentes a 1 duc. por caballo). Tanto en los pagos de las emprestançes como en esos pequeños desembolsos, resulta prácticamente imposible establecer qué cantidades percibían respectivamente los líderes de las comitivas y los combatientes integrantes, ante la ausencia de información documental al respecto.[86] La escasa documentación vinculada al reparto de cantidades, en las cèdules de pago de la Tesorería, nos informa únicamente cómo los capitanes de escuadras del ejército podían distruibir las cantidades recibidas entre los jefes de las comitivas de lanzas que las integraban, al igual que harían los líderes de comitivas armadas distribuyendo las remuneraciones entre sus combatientes (hombres de armas y auxiliares).[87]

En cada pago de soldada se aplicaba una comisión de descuento del 4 %, el dret d’elatge o elagio, cuya finalidad sería la retribución del personal de la administración militar (sobre todo el escrivà de ració y su equipo), al igual que ocurría en otros ejércitos italianos del Cuatrocientos.[88] El dret d’elatge o alage se deducía como mínimo sobre una de las entregas fraccionadas de la soldada, como consta en los asientos de la Tesorería al ser descontada con regularidad en los pagos conjuntos a diferentes capitanes y jefes de comitivas; también afectaba incluso a aquéllos que eran contratados por primera vez o que servían ocasionalmente en las filas del ejército real.[89] No obstante, el rey dispensaba de su cobro en algunos pagos a hombres de armas de la Casa Real o a determinados capitanes con cargos en la administración militar, quedando reconocida su exención (quitis del dret d’elatge).[90]

Aunque el pago de las libranzas fraccionadas de soldada dependía, en buena medida, de la disponibilidad de numerario de las finanzas reales, también hemos de pensar que el monarca priorizase el orden y forma de pago a determinados hombres de armas y capitanes. Los combatientes favorecidos eran los hombres de armas de la Casa Real y los integrantes de la escuadra real (la esquadra de les banderes del senyor rey), la mayoría de los cuales también estaba vinculado a la domus regia. La tesorería les libraba el grueso de sus emprestançes antes que a otras secciones del ejército y, para el caso de los hombres de armas ibéricos, en pagos muy próximos.[91]

En definitiva, en el reinado del Magnánimo la modalidad dominante de reclutamiento de gente de armas era el contrato de servicio a sueldo, el contrato de acorriment, asimilable a la condotta. Un modelo de reclutamiento a sueldo que había experimentado cambios respecto a su consolidación en la Corona de Aragón de la segunda mitad del XIV.[92] La continuidad de la guerra entre 1420 y 1448 amplió el servicio de las tropas de caballería. Si en las campañas hispánicas entre 1425-1430 o las expediciones navales de 1420 y 1432, las compañías estaban en activo un máximo de tres o cuatro meses, durante las operaciones, la situación cambió durante las guerras italianas, fruto de una movilización casi permanente: acabó contratándose así tropas a partir de desembolsos anuales (emprestançes) que remuneraban su servicio al menos durante medio año, el semestre característico de campañas, mientras que a lo largo de éstas o en los periodos de inactividad, continuaban librándose pequeños pagos para el mantenimiento de las tropas. Tras la conquista del reino de Nápoles, los integrantes del ejército real irían regularizado sus contratos y dispondrían ya de condotte fijas: veremos tropas permanentes, profesionales y organizadas en unidades de cierta uniformidad, como más adelante analizaremos, a pesar de que su regularidad de pago dependía de la disponibilidad de capital de la Tesorería y de su movilización para diferentes operaciones, como en otros ejércitos italianos de mediados del XV.[93]

3. UNA ADMINISTRACIÓN MILITAR CENTRALIZADA DESDE LA CASA REAL

Para coordinar los diferentes niveles de la administración militar (desde la convocatoria, movilización y reclutamiento hasta el encuadramiento y mando de los efectivos), el rey disponía de los recursos humanos necesarios en su clientela inmediata, en la Casa Real: se trata de los cortesanos (desde oficios palatinos como camarlencs, cambrers, copers, uixers d’armes, a cargos de competencias militares como el condestable, el senescal, el marescal) y también algunos oficiales administrativos de su corte (como el escrivà de ració y el tresorer). Las funciones administrativas de los cortesanos del rey con competencias militares (condestable, senescal, alguzirs, uixers d’armes, etc.), apoyados por oficiales de la domus regia investidos de tales competencias (como el escrivà de ració) pueden seguirse en diferentes ordinacions reales desde el reinado de Pedro IV.[94]

Los oficios cortesanos vinculados a la administración militar eran tres: el condestable, el senescal y los alguzirs.[95] El condestable asumía las mayores competencias de jurisdicción militar por delegación del monarca.[96] Por él pasaba la deliberación, como miembro del consell reial y junto al escrivà de ració, senescal y alguzirs, de la cantidad y cualidad de compañías de caballería y de infantería a contratar, pero también la inspección y control de las mismas (mostres). Se ocupaba, en general, de coordinar cuatro ámbitos fundamentales para formar el ejército: a) la dirección de los servicios logísticos, desde el abastecimiento y alojamiento de las tropas (provisions de viandes, mercat dels viures, alotjament de la host) hasta la provisión de artefactos e ingenios de sitio y sus especialistas (engins e altres artelleries); b) la articulación de las tropas (ajustament de companyies soldejades, campaments) y la ordenación de los efectivos en movimiento (en orden de marcha –ordre com deuen anar los hòmens de peu e de cavall e adzembles–, vigilancia –guaites–, espionaje –descubridors–, etc.) y en combate (setges, batalles); c) la supervisión de la disciplina y deserción de los combatientes; y d) finalmente, la distribución de los beneficios de la guerra (el botín de cabalgadas y de fortificaciones o ciudades asediadas y rendidas). Una amplia y variada labor por la que el condestable percibía unos substanciosos derechos, a través de porcentajes sobre el botín y la soldada de las tropas, y para la cual había contado, hasta la reordenación de sus funciones en 1369, con el apoyo directo de tres oficiales de la Casa Real: escrivà de ració, alguzirs y senescal.[97]

El escrivà de ració intervenía en la decisión de las compañías que debían contratarse aunque su principal cometido era la inspección (mostra) y registro exhaustivo por escrito de los integrantes de las mismas, así como la expedición de órdenes de pago al tesorero sobre las soldadas de los combatientes (albarans d’escrivà de ració de acorriment de sou).[98] El senescal, hasta su asimilación al oficio de condestable, participaba en la elección de efectivos y compañías a contratar, aunque su especialización era el examen de las compañías de caballería y el control de las monturas militares (mostra de companyies y estimes de cavalls), la recepción de sagrament e homenatge de los combatientes a caballo contratados y, finalmente, la reposición o restitución de caballos inutilizados en combate. Por su parte, los alguzirs asumían idéntica labor sobre la decisión de efectivos a contratar, su inspección o mostra y la toma de sagrament e homenatge que debían prestar los mismos, aunque su principal tarea eran las competencias policiales en el orden y disciplina de los integrantes de la host.

Antes que profundizar en esas funciones del condestable, senescal, alguzirs y escrivà de ració, reguladas a mediados del XIV, es interesante ver hasta qué punto continuaban vigentes en la primera mitad del siglo XV.

Las competencias militares del escrivà de ració continuaban plenamente operativas. El escrivà de ració y su equipo de ayudantes (un lochtinent y seis escrivans) cumplían regularmente sus funciones en la administración de los pagos de soldada y en la inspección (mostra) de los contratados, estando siempre presentes en los momentos de articulación de los ejércitos y siguiendo a los mismos en campaña. También podemos confirmar la permanencia de las labores de los alguzirs, sobre todo su colaboración con el escrivà de ració en la revista o mostra de las tropas y en la recepción del sagrament e homenatge de éstas. La documentación analizada confirma la actuación de ambos oficiales, como en el reclutamiento asoldado por cuatro meses de la gente de armas sufragada por el brazo real de las Cortes valencianas (586 caballos), de la ayuda armada de 1.000 rocins concedida por las Cortes de 1429 al rey por la guerra con Castilla.[99]

El escrivà de ració y su equipo constituían una auténtica burocracia militar encargada del control de los pagos de soldada y la verificación de las compañías asoldadas. Sus funciones extra-curiales (control del conjunto de tropas asoldadas del ejército) superaban con creces su labores internas en la Casa Real (control de la remuneración del personal de ésta). El colectivo dirigido por el escrivà de ració reunía un conjunto de oficiales auxiliares (escrivans, ajudants de la escrivania de ració, del ofici de escrivà de ració) que oscilaba entre los 10 y 14 empleados, personajes de condición no nobiliaria, procedentes de las clases medias urbanas;[100] siempre presente en los momentos de pago y contratación de los efectivos –al lado de oficiales y escribanos de la tesorería– el personal de la escrivania de ració llevaba un riguroso control en libros-registro de las compañías de gente de armas a sueldo del rey (de su cuantía y calidad), emitiendo los certificados de pago de las soldadas y acompañando regularmente los ejércitos en campaña.[101] De la existencia de dichos registros tenemos constancia de forma indirecta, en las anotaciones al margen de los asientos de la contabilidad de la Tesorería real, donde el escrivà de ració certifica los correspondientes pagos de soldada.[102] Desgraciadamente, para todas y cada una de las expediciones armadas acometidas por el monarca no se ha conservado ninguno de dichos registros del escrivà de ració, desde los llibres de notaments, los llibres de acorriment a los llibres de mostres; estos últimos contendrían la nómina completa de las diferentes compañías armadas, especificando la identidad, armamento y montura de sus miembros, como se recoge en las mostres incluidas en el registro de las actas del brazo real de las Cortes valencianas de 1429-1430.[103]

En la administración y control de los pagos de soldadas también participaban oficiales, auxiliares o escribanos de la tresoreria, de tal forma que se puede afirmar que, en su práctica cotidiana, la administración financiera militar recaía tanto en el equipo del escrivà de ració como en el del tresorer.[104] Los tesoreros reales disponían a su servicio de un grupo de agentes de la tesoreria de entre 6 y 7 empleados como mínimo, que acometía todo tipo de labores relacionadas con la gestión del gasto militar.[105] Como se aprecia en los registros de cèdules de la Tesorería o en su contabilidad central, los escribanos de la tesorería, acompañados por personal de la escrivania de ració, eran los encargados de pagar las soldadas, remunerando a los integrantes del ejército, tanto en su momento de articulación como en campaña;[106] ahora bien, en ocasiones algunos oficiales de la tesorería eran comisionados para la recluta en diferentes territorios generando contabilidades paralelas a la Tesorería general a cargo de fondos específicos.[107]

En definitiva, el personal de la escrivania de ració junto con el de la tresoreria, constituía una burocracia militar que si bien emanaba de la Casa Real funcionaba con perfiles administrativos claros, asimilable tanto a los tresoriers des guerres de la organización militar francesa como a los collaterali y provedittori que fiscalizaban las compañías contratadas en los ejércitos italianos.[108]

Ello no ocurre, sin embargo, en otros cortesanos con competencias de administración militar. Es el caso, en primer lugar, del senescal cuyas funciones militares resulta difícil documentar. El cargo persistía sólo para los reinos de Sicilia y Nápoles ya que, desde la ordinació de Pedro IV de septiembre de 1369, el oficio había sido asimilado al de condestable como suprema autoridad militar tras el rey. Detrás del silencio documental es probable que esté su reconversión en un lucrativo cargo honorífico. En el reino de Sicilia ejerció el cargo en tiempos de Alfonso V el noble Guillem Ramon de Montcada, conde de Caltassineta y de Aderno y conseller del rey.[109] En el reino de Nápoles a la llegada del Magnánimo, en la corte de Juana II, el oficio de senescal (gran siniscalco), continuando la tradición local de origen normando y angevino, era el máximo cargo palatino y mando supremo del ejército real junto con el condestable (gran conestabile) ejerciendo el control del reclutamiento de tropas reales. Pero en la práctica ambos oficios carecían de operatividad como administración militar efectiva y se reservaban a grandes nobles locales y condottieri destacados como fuente de renta y vinculación a la corte regia.[110] Igual se puede afirmar respecto al oficio de marescal. Un cargo ausente en las ordinacions militares promulgadas desde mediados del Trescientos y que sólo funcionaba para el reino de Sicilia donde es probable que, en su tradición local, atendiese a competencias de justicia militar similares a las ejercidas por los maréschaux del reino de Francia.[111] El cargo de marescal quedó asociado al linaje altonobiliario valenciano de los Centelles: Bernat de Centelles (Ramon de Riusech) fue marescal y conseller sucesivamente de Martín el Humano y Fernando I, conservando sus oficios con el Magnánimo: en 1419 consta como marescal del regne de Sicilia, cargo que heredaría su hijo Francesc Gilabert Centelles.[112] Respecto al relevante oficio de condestable, la documentación nos indica que mantendría, aunque con carácter nominal, parte de sus funciones de administración militar, como vemos en la guerra de Castilla. Entonces el rey recriminaba a su condestable, el noble catalán Arnau Roger, conde de Pallars, su tardanza en acudir al punto de reunión del ejército en junio de 1429, aludiendo especialmente a su oficio;[113] también confirmaba la relevancia del condestable al referirse al conjunto de su ejército de forma jerárquica (condestable, marescal, capitanes y hombres de armas).[114] Con todo, la trayectoria de quien ejerce tal cargo, un conde de Pallars más vinculado a sus negocios feudales y patrimoniales, haciendo frente a bandosidades y problemas de endeudamiento, que a las guerras del rey, contrastaría con las necesidades de servicio como condestable.[115]

El condestable, marescal y senescal eran, por tanto, en la primera mitad del Cuatrocientos, más que cargos institucionales con competencias en administración militar y con vínculos salariales con el monarca, rangos cortesanos reservados a las supremas jerarquías nobiliarias de la Corona con mayor capacidad de movilización militar. De hecho, con la concesión de dichos oficios es más que probable que la monarquía buscara fomentar la concurrencia militar de los principales linajes nobiliarios, tal y como consta para otros Estados feudales del siglo XV como el ducado de Saboya.[116] La permanencia de esos cargos cortesanos ligados a la administración militar no originaría burocracias administrativas, como sí se observa donde la persistencia de la guerra fue constante, como los reinos de Francia e Inglaterra, donde se revalorizarían esos oficios (sobre todo el maréschaux y el constable) emergiendo en su entorno pequeñas burocracias de jurisdicción militar entre fines del siglo XIV y durante el XV.[117] Por el contrario en la Corona de Aragón, los oficios de condestable, marescal y senescal únicamente mantendrían las mismas funciones que el conjunto de cortesanos (camarlencs, majordoms, copers, cambrers, uixers d’armes, etc.)

Unos cortesanos que eran, ante todo, la élite clientelar del rey disponible para los más diversos cometidos en cualquier reino y cuyas competencias en la administración militar podemos caracterizar en dos grandes ámbitos. En primer lugar, en la movilización y reclutamiento, gestionando las convocatorias y la contratación de quienes participarían en el ejército. En este nivel, como ya vimos, los cortesanos ejercían como reclutadores en sus territorios de origen, colaborando con la administración real local (batles, governadors, procuradors, etc.). En segundo lugar, en la formación del ejército, quedando al frente de conjuntos de comitivas armadas, bien en campaña o bien en guarniciones como cuadros de mando del ejército (en escuadras, batallas, guarniciones, etc.). Disponemos de ilustrativos ejemplos del mando de tropas a cargo de cortesanos en las campañas hispánicas e italianas del Magnánimo.

En la guerra de Castilla de 1429-1430 en su frente aragonés, vemos a cortesanos y a pensionados de casa del senyor rey al mando de contingentes diversos en su naturaleza (caballería e infantería) y procedencia (catalana, aragonesa o valenciana), todos ellos acantonados en villas aragonesas o castellanas tras su conquista, a lo largo de la frontera y en diferentes fases del conflicto. Por ejemplo en julio de 1429 parte del ejército quedó distribuido en estàncies o guarnicions en castillos o fortificaciones de villas aragonesas al sur de Calatayud y a lo largo de la frontera castellana, todas a cargo de cortesanos o caballeros de la Casa Real.[118] Pero es en el marco de las guerras italianas donde mejor se aprecia el papel de los altos cargos cortesanos (camarlencs, majordoms, copers, uixers d’armes) en manos de la alta nobleza comandando secciones del ejército en campaña y en diferentes asedios o batallas campales. Las crónicas y los registros de la Tesorería confirman que a lo lago de las campañas italianas del rey, sea en su inicio en 1421 o en sus postrimerías en 1448, ejercieron como comandantes del ejército, como cuadros de mando a cargo de esquadres o conjuntos de compañías de lanzas del ejército (denominados capesquadres) los siguientes cortesanos: los nobles valenciano-sicilianos Pere de Cardona, camarlenc, su hermano Alfons y Guillem Ramon de Montcada, camarlenc, conseller y senescal del reino de Sicilia; los nobles castellanos Íñigo de Guevara, majordom y su hermando Fernando; los nobles catalanes Galcerán de Requesens, uixer d’armes, Berenguer d’Erill, coper y Ramon de Perellós, camarlenc; el noble valenciano-aragonés Lope Jiménez de Urrea, camarlenc, y los nobles valencianos Ramon Boïl, camarlenc y Eiximén Pérez de Corella, coper.[119]

Las máximas estructuras de mando del ejército real emanan, pues, de un círculo cortesano: nobles y caballeros, estrechos colaboradores personales del monarca y vinculados a la casa del senyor rey, que concentran poder político y militar y disponen de las mayores competencias en el encuadramiento militar, aunque sin generar cuadros administrativos formalizados. La organización del ejército está, pues, fuertemente centralizada en la Casa Real. A la hora de encuadrar el potencial militar de cara a una operación concreta (un asedio, una batalla campal), el rey confiaba el mando a esos nobles cortesanos, especialmente a quienes más confianza le proporcionaban, ya que habían actuado a su lado desde los comienzos de su carrera, como sus compañeros de armas. Mientras el monarca dirigió en persona sus ejércitos, entre 1420 y 1448, siempre estuvo acompañado por esos cortesanos de altas jerarquías nobiliarias, de los reinos de la Corona o de su tierra natal, Castilla.

En definitiva, en los caracteres de la administración militar de Alfonso el Magnánimo, podemos diferenciar dos niveles, ambos centralizados en la Casa Real, aunque con diverso grado de desarrollo administrativo. Por un lado, las competencias financieras y de gestión del gasto militar, a cargo de oficios estructurados y con cargos formalmente administrativos: se trata de la pequeña burocracia militar (oficiales y escribanos) dependiente del escrivà de ració y del tresorer, vinculada a la domus regia pero dotada de funciones externas muy amplias (contratación, pago, control de las tropas, etc.). Por otro lado, las competencias de movilización, jurisdicción y mando sobre el ejército, que emanan del conjunto de cortesanos del monarca: oficios como camarlencs, copers, cambrers, etc. pero también el condestable, senescal, quienes no tenían dedicación exclusiva a la administración militar sino a cualquier cometido (político, diplomático o militar) al servicio del monarca. En este segundo nivel nos encontramos ante una clientela feudal centralizada y reorganizada al servicio del monarca. Examinando su operatividad en la movilización de tropas de caballería y en el encuadramiento y mando de las mismas, podemos convenir que funciona como una administración militar ágil aunque poco formalizada, que se expande o reduce según las necesidades militares y administrativas del monarca, al igual que se militariza y dilata la Casa Real en tiempos de guerra dotando al rey de contingentes de gente de armas. Se trata de nobles y caballeros con oficios cortesanos y con medios para servir al rey en aquellas demandas que éste les requiere. Su actuación en la administración militar se despliega en forma de comisiones, de encargos y servicios temporales, sin generar un sistema de «oficios» sí presente en otros niveles (financiero, judicial, etc.): así veremos a cambrers, camarlencs o copers ejerciendo, en virtud de una orden o nombramiento real, como reclutadores o como capesquadres, pero no asistiremos a la configuración de cargos propiamente dichos en esas competencias.[120] Se trata de una administración militar que sólo está parcialmente representada por oficios estructurados y especializados (en la pequeñas burocracias de la escrivanía de ració y la tresoreria) quedando el resto en un círculo nobiliario cortesano cuya persistencia no supone retraso alguno respecto a otros Estados: más bien se trata de una vía de desarrollo de la administración militar derivada de la reorganización de clientelas feudales centralizadas desde la Casa Real, dentro del refuerzo de clientelas nobiliarias propio del periodo bajomedieval.[121] De hecho, la relativa debilidad de la administración militar de la Corona de Aragón, parcialmente encarnada en oficios organizados, es algo que también vamos a encontrar en otros estados italianos, a pesar de las diferencias de nivel de desarrollo administrativo vinculadas al grado de consolidación de contingentes permanentes.[122] Y una dualidad parecida, entre un nivel administrativo formal y un nivel clientelar, también se aprecia en otros estados europeos con dirección nobiliaria o feudal (el ducado de Milán o el reino de Francia).[123]

En último extremo, en el contexto de la estructuras estatales de Antiguo Régimen, perspectiva necesaria para comprender la organización militar bajomedieval, el ámbito militar es el más tardío en generar un nivel de desarrollo burocrático. Los tesoreros, escribanos, cancilleres del monarca a pesar de conservar una vinculación patrimonial al monarca, ya que forman o han formado parte de la Casa Real, han ido ampliando sus funciones extra-curiales y logrado generar desarrollos administrativos formales, merced al desarrollo de la administración, política y financiera, y a la gestación de la fiscalidad. Por el contrario las cadenas de mando del ejército y la movilización y encuadramiento continuarán ejercidas por servidores patrimoniales del rey, por nobles y caballeros cortesanos, una clientela feudal renovada y centralizada en torno a la Casa Real. Precisamente porque la vía clientelar es una de las primeras líneas de desarrollo de estructuras militares permanentes en los Estados feudales.[124]

4. LA CASA REAL, BASE DE UNA CLIENTELA MILITAR: CORTESANOS Y PENSIONADOS DEL REY

La importancia militar de los nobles y caballeros vinculados a la Casa Real exige que profundicemos en detalle en sus pautas de servicio y mecanismos de vinculación. De hecho, todos los miembros de la clase feudal, incluido el rey, cuando participaban en la guerra movilizaban a los mismos sectores de su clientela, fuera un caballero a su pequeño séquito de escuderos y servidores, fuera un noble a sus caballeros y escuderos de casa, vasallos y partidarios, o fuera el rey a sus cortesanos, los nobles vinculados a la Casa Real. Todos ellos cuando iban a la guerra se rodeaban en primer término de quienes constituían una clientela militar: sus servidores y seguidores, procedentes de familias nobiliarias de menor rango pero también de otras clases sociales, que vivían de los recursos del señor, fuera de forma permanente o temporal –durante su periodo formativo– y basaban sus vías de promoción social en el servicio al mismo. Para comprender la importancia de esa clientela militar del rey es necesario examinar la Casa Real en los mismos términos que cualquier otra corte señorial.

Para ello, partiremos de una interpretación amplia del peso social y funcional de la clientela feudal en el periodo bajomedieval, en términos de «feudalismo bastardo» entendido como el conjunto de formas organizativas del poder social de la clase feudal.[125] El desarrollo de las clientelas feudales en los siglos XIV y XV, con el aumento y diversificación social de integrantes pensionados por las Casas, constituye un fenómeno europeo al calor de la redefinición de las jerarquías nobiliarias que se deriva de la crisis bajomedieval.[126] El refuerzo de las clientelas feudales más allá de Inglaterra, ámbito privilegiado de estudio,[127] también ocurre en el resto de Europa.[128] Concentrar su estudio en la presencia o no en otros territorios europeos de contratos de servicio vitalicios al estilo inglés (indentures of retainers de caballeros y escuderos pensionados en las Casas feudales), distorsiona el análisis ya que la esencia del fenómeno no recae en la presencia o no de esas formas contractuales.[129] Incluso en Inglaterra, el desarrollo de nuevas clientelas feudales no es protagonizado tanto por la proliferación de servidores pensionados o retenidos por contratos (retainers) como por el aumento del personal vinculado a las Casas feudales. El centro de las nuevas relaciones de dependencia clientelares entre la clase nobiliaria sigue estando en la Casa feudal,[130] núcleo organizativo del conjunto de servidores y seguidores patrimoniales de cualquier miembro de la clase feudal, incluyendo al rey. El nuevo sistema clientelar de remuneración monetaria se solapa y convive con las tradicionales fidelidades feudo-vasalláticas y utiliza formas de retribución y vinculación propias de las casas señoriales y de sus redes vasalláticas (salarios, pensiones, feudos de bolsa, etc.). La clave de su desarrollo en el periodo bajomedieval hay que buscarla en el refuerzo de la comunidad de intereses y relaciones de fidelidad y lealtad que se crean entre el conjunto de la clase feudal, entre la monarquía y nobleza, y en el seno de la misma, entre magnates y baja nobleza. En último extremo, el desarrollo de las Casas y clientelas feudales no sería más que una nueva armonía entre nobleza y Estado feudal en expansión, entre clase y Estado, que permitiera la reproducción del sistema a nivel social y político.[131]

Y es desde esta perspectiva amplia es desde donde pretendemos profundizar en las formas de vinculación, mecanismos de retribución y pautas de servicio de los grupos de la clientela militar del rey. Para ello proponemos un modelo de análisis de la Casa Real, entendida como colectivo de servidores de la organización patrimonial del rey, concibiéndola como una serie de círculos concéntricos según el nivel de vinculación con el monarca y la estabilidad de servicio a la misma.[132] Podríamos considerar así tres grupos: a) domésticos y oficios administrativos; b) cortesanos y caballeros de casa; y c) pensionados y familiares de integrantes de la casa. El primer grupo se caracterizaría por su nivel de servicio regular, a tiempo completo, mantenidos y sustentados por la Casa con salarios periódicos: englobaría a los servidores propiamente domésticos, al frente de las necesidades cotidianas del rey (alimentación, transporte, vestido, abastecimiento, etc.) y a los oficiales e integrantes de los departamentos de gobierno y administración central de los recursos gestionados por la misma –departamentos de la Casa Real con atribuciones públicas, estatales– a nivel financiero (tresorer, maestre racional, escrivà de ració) y administrativo (canceller, secretaris, etc.). El segundo grupo englobaría a aquellos otros nobles que sirven y acompañan al rey de forma discontinua a pesar de formar parte de la Casa, vinculados a la cámara privada del rey o a la dirección nominal de labores domésticas (transporte, alimentación, caza, etc.) y que originalmente prestarían servicios de escolta, siendo la companyia que garantizaba su seguridad personal y representaba su estatus.[133] Serían nobles con cargos cortesanos (como camarlenc, majordom, cambrer, coper, por citar sólo cuatro oficios), o como cavallers, donzells o patges de casa del senyor rey, siendo para algunos de estos una fase de su proceso educativo feudal.[134] Todos habían relegado cualquier función doméstica derivada de sus titulaciones en la domus regia (desde el servicio en la cámara y mesa señorial hasta la dirección de departamentos domésticos) a un carácter nominal y secundario respecto a las competencias que realmente asumían, de naturaleza política y militar. Por sus funciones eran la élite de la clientela real. Se trataría de un colectivo muy fluctuante, según las necesidades e itinerancia del rey: sus cargos o títulos en la Casa Real no obligaban a un servicio continuo pero condicionaban la prestación de débitos político-militares a cambio de retribuciones extraordinarias (ajudes, gràcies, pagos en sustentació), su principal remuneración antes que los salarios ordinarios (quitacions) vinculados a sus cargos o títulos.[135]

Finalmente cabría identificar a un tercer círculo de integrantes de la clientela que se caracterizaría por no ser miembros de la Casa y mantener un nivel de servicio y presencia en su entorno muy irregular: un colectivo heterogéneo que incluiría a todo aquél que prestaba servicios al rey y su Casa cuando éste lo requería a cambio de pagos monetarios. La diversidad del colectivo de servidores del rey de remuneración monetaria y de servicio inestable a la Casa, dificulta cualquier taxonomía general.[136] Habríamos de incluir, inicialmente, al personal de las diferentes administraciones territoriales de la monarquía vinculados periódicamente a la corte regia. Pero también a pensionados eventuales de la Casa real, como por ejemplo en la corte de Alfonso V entre 1424-1432, a los napolitanos sustentados por la tesorería real. Finalmente, y sobre todo, habría que considerar a los familiares de integrantes de la domus regia movilizados al servicio del rey en la guerra, cuando acudían junto a sus parientes cortesanos o caballeros de la domus regia. Con todo, no puede afirmarse que este tercer círculo de la clientela constituya una categoría rígida y cerrada. Las fronteras entre este colectivo clientelar ajeno a la propia Casa y el anterior, el grupo de cortesanos y caballeros de casa, no podemos considerarlas bajo ningún concepto como nítidas y definidas. Todo lo contrario. Existía una estrecha relación y constante movilidad entre ambos ya que compartían fuertes vínculos sociales y funcionales: funcionales, al cumplír cometidos similares de naturaleza político-militar; sociales, ya que, generalmente, un mismo linaje reunía a representantes de ambos grupos. En el caso del rey, los casos de interrelación funcional y parentelar entre ambos grupos de su clientela son muy abundantes. Los linajes que aglutinaban cortesanos de la domus regia (copers, cambrers, algutzirs, uxer d’armes), también acogían a oficiales de las administraciones territoriales de la monarquía (governador, batle, etc, algunos ejercidos por los propios cortesanos o por sus lochtinents) y a cavallers, patges o donzells de casa del senyor rey.[137] Habría que considerar, pues, la existencia de linajes dependientes o satélites del rey que conformaban un partido cortesano y proporcionaban los principales servicios político-militares requeridos por el monarca. Centrémonos, por tanto, en el examen de ambos colectivos de la clientela militar, cortesanos, caballeros y pajes del rey y pensionados de su casa.

Por cortesanos de la Casa Real (Apéndice 2, cuadro 2.1) englobamos aquellos cargos regidos por personal nobiliario y que, en la Casa de Alfonso V, según el cotejo de su reglamentación interna con las ordinacions de Pedro IV y los registros de la tesorería, agruparía a 14 oficios, que en función de su número de integrantes, suman un colectivo de 33 nobles y caballeros.[138]

En función de las labores domésticas que nominalmente se les atribuía, podemos organizarlos en dos conjuntos. En primer lugar los vinculados a la alimentación y servicio en la mesa real, a la cuadra real y a la caza, bajo la autoridad de dos majordoms: 2 copers, 2 botellers, 2 panicers, 2 trinxants o escuders dels coltells, 2 sobrecocs, 1 cavallerís, 2 falconers majors. A este grupo habría que añadir el oficio de munter major, ausente en la reglamentación interna.[139] En segundo lugar, aquéllos ligados a la cámara real bajo la autoridad de dos camarlencs: 6 cambrers, 1 armer, 2 rebosters, 4 uixers d’armes y 2 alguzirs. Como se aprecia, en la relación constan oficios que, a primera vista, ejercerían tareas domésticas: como los panicers, sobrecocs y trinxants difícilmente asociables a caballeros cortesanos. Ahora bien, en función de la condición noble de quienes ostentan tales cargos, estipulada en las ordenanzas y documentada en los registros de la tesorería, y las competencias que asumían sirviendo al monarca (consejeros, diplomáticos, soldados y capitanes del ejército) todos son cortesanos del rey. Aunque algunos desempeñasen esporádicamente la función de sus oficios, acompañando al rey en la cámara y en la mesa real, a todos les unía, por encima de sus competencias nominales, sus funciones políticas y militares. Unos cortesanos cuyo número real excedía el personal estipulado en las ordenanzas (33 miembros), como consta en la contabilidad de la tesorería real y los registros de la Cancillería. Por ejemplo, en la tesorería del primer semestre de 1429 figuran 36 cortesanos, entre ellos 10 cambrers, casi el doble de los reglamentados, y sin que exista una correspondencia exacta con el número de integrantes estipulados por las ordenanzas.[140] Es, no obstante, una imagen parcial: los cortesanos que sirvieron en la cort durante ese periodo (analizando desde las quitacions hasta todo tipo de remuneraciones), pero no el total existente, imposible de calcular a partir de los registros de la tesorería. Para conocer el potencial de cortesanos del rey debe combinarse la información de las contabilidades financieras con los registros de la Cancillería (como las convocatorias militares y a Cortes), analizando periodos de movilización armada. Desde esa perspectiva, ese mismo año, se documentan nada menos que 45 cortesanos participando en la incursión de junio del ejército real a Castilla. Entre ellos, localizo nada menos que 17 cambrers, 4 copers y 3 cavallerissos, frente al número ordinario de sólo 6 cambrers, 2 copers y un cavallerís.

Diversos factores explicarían el desfase entre el número reglamentado y la cifra real de nobles con dichos oficios. En principio derivaría de la necesaria rotación de servicio en la corte de la nobleza cortesana. Atendiendo al funcionamiento de la Casa real como un colectivo itinerante y fluctuante, parece claro que las ordenanzas sólo recogerían el personal teórico con dichos oficios, el número ordinario que debía acompañar y servir en la cort real. La necesidad del monarca de disponer regularmente de un servicio nobiliario en su entorno, en la dirección de labores domésticas en la cámara y mesa real, sólo podía ser cubierta, ante la itinerancia de la corte, si se concedía el privilegio de ser oficial palatino a nobles y caballeros de diferentes reinos y principados. Ahora bien, la proliferación de nobles con oficios cortesanos también derivaría de la expansión de una clientela personal del rey. Aquel caballero o noble que disfrutaba del privilegio de servir en el entorno más próximo y cotidiano del monarca, procedería de los linajes nobiliarios más afines y fieles, de tal forma que tradicionalmente tales servicios se reservaban a la clientela inmediata del monarca. La concesión de cargos cortesanos a gran número de caballeros y nobles, en la medida en que el disfrute de dichos oficios era una fuente de rentas (desde quitacions o salarios hasta pensiones y rentas extraordinarias) y privilegios (privilegios jurisdiccionales por ser familiar del rey), equivalía a pensionar y recompensar a la nobleza por los servicios prestados. Pero también era un medio para asegurar la continuidad de los mismos, ya que ser cortesano obligaba a la plena disponibilidad de servicio al monarca. La proliferación de oficios cortesanos confirmaría, pues, la existencia de una red clientelar nobiliaria del rey. Tras la codificación de las ordinacions de la domus regia, y tras la estabilización de su mecánica retributiva durante la segunda mitad del siglo XIV,[141] se habría consolidado un proceso por el que el rey de Aragón mantenía activa y vigente una amplia red de caballeros y nobles cortesanos por sus diferentes reinos. Prueba de ello es la cuantía de cortesanos en la corte de Alfonso V pero también en el tránsito de los siglos XIV al XV, en la de Martín I, donde un exhaustivo estudio del personal que formó parte del consell reial a partir de los registros de la cancillería real, documenta un mínimo de 111 cortesanos durante su reinado, todos ellos nobles y caballeros catalanes, valencianos y aragoneses: 41 camarlencs, 9 majordoms, 20 uixers d’armes, 20 alguzirs y 21 cambrers.[142] Dada su importancia conviene abordar someramente su organización institucional y su forma de retribución.

De ese conjunto de oficios palatinos predominan dos a nivel institucional: majordoms y camarlencs. El majordom era la máxima autoridad en la domus regia, en la dirección de la casa y mesa real, estando los cargos vinculados a estos ámbitos sometidos a su jurisdicción; su autoridad se extendía sobre todos los miembros de la Casa Real, con la excepción del camarlenc quien controlaba la cámara real y los oficios de Estado (canceller, tresorer, escrivà de ració, mestre racional), sus respectivas áreas de influencia (cancillería-escribanía y finanzas) y cargos vinculadas a éstas. Las Ordinacions de Pedro el Ceremonioso fijaron que, ante la itinerancia de la Casa Real, Cataluña, Aragón y Valencia y Mallorca debían estar provistas de un majordom de la alta nobleza, para ejercer sus funciones cuando la cort llegase a cada territorio.[143] Por su parte los camarlencs, estipulados en las Ordinacions del Ceremonioso como dos nobles, controlaban la cámara real (cama, armas, joyas, etc.) y custodiaban la persona del soberano, actuando como filtro entre el rey y el exterior de la Casa, teniendo a su cargo los oficios relacionados con la cámara como cambrers, escuders y ajudants de cambra, armer y sotsarmer, uixers d’armes, alguzirs, porters de maça, etc.[144] Pero, por encima de esas funciones, majordoms y camarlencs por su vinculación a familias altonobiliarias próximas al rey, ejercían ante todo competencias políticas ejecutivas (debían ser consellers, miembros del consell reial) y militares (cuadros de mando del ejército).[145]

Al igual que ambos máximos cargos palatinos, los oficios cortesanos vinculados a la cámara real (cambrers, armers, uixers d’armes, alguzirs), al servicio en la mesa real (copers, botellers, sobrecocs, panicers, trinxants o escuders dels coltells) o a la caballeriza y la caza (cavallerissos, munters major, falconers major, etc.), habían relegado a un nivel secundario sus labores domésticas. En algunos casos cumplían funciones políticas efectivas, al asociar su oficio en la corte a cargos en las administraciones territoriales del rey (governadors, batles, justicias), o al oficio de conseller, participando en el sistema de consells reales.[146] Ahora bien, lo que singulariza al conjunto de cortesanos era el ejercicio de misiones diplomáticas (en embajadas y negociaciones entre Estados) y sobre todo militares. A este respecto se ha destacado la particular función que en la Casa de Alfonso V en Nápoles ostentaron oficios de la cámara real como cambrers y uixers d’armes, los primeros, líderes de compañías armadas y los segundos, activos agentes diplomáticos.[147] Pero la función militar, desde la aportación de compañías a las labores ya comentadas de movilización y mando, puede extenderse, de hecho, a todo noble o caballero cortesano. No en vano tradicionalmente los cortesanos estaban obligados a servir en el ejército y a aportar un mínimo tasado de caballos de guerra cuando acudían a la Casa Real, por lo que en caso de necesidad podía emerger un contingente de gente de armas rápidamente movilizable a partir del entorno cortesano.[148]

Los sistemas de remuneración con los que la monarquía retenía el servicio de esos cortesanos destacan por su flexibilidad. Tenían estipulado unos ingresos anuales ordinarios, quitacions por su estancia en la cort a cargo de un número de monturas, pero su presencia ocasional y rotatoria así como la naturaleza de sus funciones, imponía que el grueso de su retribución derivase de pagos extraordinarios en concepto de ajudes, gràcies o libranzas per sa sustentació. La cuantía de éstos superaba con creces sus ingresos ordinarios. Por ejemplo el noble valenciano Ramon Boïl como coper, si servía regularmente en la cort durante un año percibiría 3.330 ss. de su cargo, entre quitació anual (2.880 ss., en terçes de 960 ss.) y dret de vestir (450 ss.);[149] sin embargo desde 1428 tenía asignada una cantidad anual tres veces mayor: 1.000 flor. (11.000 ss.) que el rey le otorgó «en sustentació de son stat mentre al dit senyor [rey] li plaurà o de altra sustentació o remuneració lo haurà procehit»: una gracia extraordinaria y temporal que cobraba en cuatro pagas anuales.[150] Su retribución extraordinaria no le obligaba a residir en la cort y remuneraba de forma más que rentable su disponibilidad al servicio militar del rey. Los pagos extraordinarios podían triplicar los honorarios ordinarios, aunque éstos (sumando sus quitacions, drets de vestir y, ocasionalmente, drets del ofici) ya suponían de por sí unos ingresos substanciosos, como se ve en el cuadro 2.2.

Como se aprecia esos ingresos oscilaban entre máximos próximos a los 7.000-6.500 ss., para los más altos cargos (majordoms y camarlencs) y mínimos cercanos a los 2.000 ss. (sobrecocs, botellers, panicers, trinxants, cavallerissos, cambrers, falconers majors, rebosters), pasando por cantidades que rondaban los 3.000 ss. (copers, uixers d’armes, alguzirs). Eran las cantidades que podían percibir cuando acompañasen regularmente la cort, pero no la retribución global por su disponiblidad al servicio del rey, que derivaría más de unos pagos extraordinarios que podríamos clasificar en dos tipos. Por una parte, anualidades fijas fraccionadas en entregas, referidas como pensiones y gràcies de manteniment o sustentació y concedidos en recompensa a servicios prestados.[151] Por otra parte, donos de una vez, bien entregas dadas graciosament o gràcies, bien con una finalidad citada, como subsidios o ajudes por sus gastos siguiendo la cort o, sobre todo, como ayudas para su equipamiento militar (de caballos, armas y armaduras).[152] La concesión y cuantía de esos pagos extraordinarios estaría vinculada a múltiples factores, entre ellos, principalmente, relaciones personales de fidelidad, afinidad y servicio del cortesano al rey. Así, las cifras de donos y anualidades más altas, más de 10.000 ss., se reservarían a cortesanos altonobiliarios íntimos compañeros de armas del monarca, sus principales agentes diplomáticos y cuadros de mando en su ejército.[153] Las cuantías predominantes serían inferiores a 10.000 ss., para caballeros cortesanos de menor jerarquía (cambrers, uixers, alguzirs, etc.) y serían donos de una vez para equipo militar o para sufragar sus gastos en la cort. Con todo, estamos ante pagos extraordinarios y como tales no sujetos a reglamentación ni por oficios ni por cantidades: su concesión, cuantía, e incluso continuidad, iba a depender de la solidez de los vínculos de servicio y fidelidad del cortesano al monarca y, sobre todo, de la política de recompensas de éste.

Al lado de los cortesanos también hemos de incluir a los cavallers, donzells y patges de la Casa Real quienes comparten condición nobiliaria y servicio político-militar. De hecho, pajes, escuderos y caballeros de casa son los rangos inferiores en la promoción interna hacia oficios cortesanos. Su presencia en la Casa Real deriva del funcionamiento de la misma en términos específicamente feudales, como cualquier otra corte nobiliaria que acogía a jóvenes de linajes menores, dependientes o clientes. La domus regia repoducía las pautas de educación nobiliaria a la mayor escala. La Casa o corte del rey de Aragón, como la del rey de Inglaterra, Francia o Castilla, funcionaba, en cierta medida, como el principal espacio educativo de linajes nobiliarios de los territorios de la Corona de Aragón, donde podían acceder jóvenes de la nobleza, pero también del patriciado urbano. Tradicionalmente, cavallers y fills de cavallers podían ser acogidos en la misma con regularidad, educándose en la cort reial, en la proximidad al rey y al conjunto de sus cortesanos, y formarían el grupo de milites de domo regis, un séquito y escolta militar documentado desde el siglo XIII.[154] A partir de Pedro el Ceremonioso, las ordenanzas de la Casa Real prescribieron un mínimo regular de 20 fills de cavallers como guardia palatina. Y en la Casa de Alfonso V vemos vint escuders qui fills de cavallers són apellats, tasados con una quitació diaria de 3 ss. por el caballo que cada uno de ellos estaba obligado a aportar a la cort, aunque, como los cortesanos, quizás hubiese más de 20 fills de cavallers de Casa Real.[155] Con todo los donzells, escuders y cavallers de Casa Real frecuentarían muy raramente la cort, tal y como revela el escaso número documentado incluso en momentos de articulación del ejército –como la primera mitad de 1429–, la coyuntura teóricamente más representativa de su función.[156] Todo apuntaría a que, en el reinado de Alfonso el Magnánimo, ser caballero, doncel o escudero de casa del rey era una titulación honorífica, carente de la función de compañía, escolta y contingente militar. La existencia de un colectivo importante de caballeros y escuderos de la Casa Real respondería a un modelo de corte más tradicionalmente feudal, propio de los siglos XIII y XIV, cercano a la domus regia de Pedro el Grande, a finales del Doscientos donde los militi de domo regis sí cumplirían funciones de compañía, como escolta y séquito armado;[157] o a la casa de grandes aristócratas, como la corte del marqués de Villena y del duque de Gandía a fines del XIV e inicios del XV, donde sí puede verse a un destacado grupo de caballeros y escuderos de casa con servicio rotario pero continuo en la corte y operativos en la guerra.[158] El silencio documental respecto a los caballeros y donceles de la domus regia podría deberse a que hubieran sido desplazados en su servicio de compañía personal del monarca por otro oficio de la Casa Real, los patges.[159] A diferencia de los escasos cavallers y donzells de casa localizados, sí que consta un colectivo regular de patges percibiendo quitacions por su servicio en la Casa Real entre 1424 y 1431: 23 en 1424, 40 en 1427, 55 en 1428 y 44-45 en 1429 y 1431.[160] Es más que probable que, al menos en la casa de Alfonso V, el cargo de patge, ausente en su reglamentación pero vinculado al servicio en la cambra real, suplantase el lugar que caballeros y escuderos de casa poseían anteriormente.[161]

A nivel social, el grueso de los patges pertenecen a jóvenes de linajes nobiliarios vinculados a la monarquía (valencianos como los Boïl, Ciscar, Corella, Mercader, Soler, catalanes como los Erill o Batle, sicilianos como Vintimiglia por citar algunos), todos en su fase de aprendizaje en el privilegiado espacio de la cort real.[162] A nivel funcional, el colectivo de patges servía en la cambra del monarca –a modo de escolta doméstica–, siguiendo de forma regular la cort, como revela su presencia fija en las cuentas del tresorer cobrando sus quitacions.[163] Como los cortesanos, los patges participaban en el ejército real al frente de hombres de armas: 15 de los 44 patges documentados en 1429 comandaron efectivos en la entradas a Castilla del verano de 1429.[164] Y también, al igual que cualquier otro caballero cortesano, junto a sus quitacions percibían pensiones, ayudas y donativos del monarca, para sufragar sus gastos en la corte y, sobre todo, para equiparse de monturas, armas y armaduras.[165] La pertenencia al colectivo de patges, como donzells, cavallers de casa del rey, abría la posibilidad de promoción en la domus regia al colectivo de oficios cortesanos.[166] De hecho, la trayectoria tipo de los miembros de la nobleza integrados en la Casa Real era su ascenso desde el cargo de patge, durante su proceso educativo en la cort sirviendo en la cambra real, al de cambrer como caballero vinculado a la cámara, pero también a otros oficios como los de uixer o armer. Obviamente no todos los patges ascendieron a oficios cortesanos, al depender de la política regia de recompensas. Incluir un joven noble entre los patges, donzells o cavallers de la corte regia, gratificaba los servicios prestados por un linaje y se reservaba a familias con tradición de servicio y fidelidad.[167] Pero también podía ser una recompensa a nuevos linajes para asegurar su fidelidad futura.[168] Un reclutamiento de nobles y caballeros para la Casa Real que, dentro las pautas del servicio feudal, dependía por igual de relaciones personales y de la propia tradición familiar.

Analicemos finalmente el grupo más representativo de los agentes externos a la Casa Real de remuneración monetaria, el colectivo de pensionados por el rey: individuos de diferente condición social, nobles y ciudadanos, que frecuentaban la domus regia sin pertenecer a la misma y recibían periódicas rentas de la tesorería real mediante las cuales el monarca buscaba recompensar o asegurar servicios, suyos o de su linaje. Entre esos pensionados cabe destacar, como antes comentamos, el grupo de napolitanos de origen noble, pero también algunos burgueses e incluso eclesiásticos, sustentados por la tesorería real entre 1424 y 1432. Representarían a aquellas familias napolitanas que apoyaron la causa de Alfonso V en su primera campaña (1421-1423) y que tras el regreso del monarca a sus dominios ibéricos abandonaron Nápoles para seguir en servicio del rey de Aragón como refugiados político. Su apoyo a las pretensiones del Magnánimo por conquistar el reialme de Nàpols no sólo les forzaría a abandonar su tierra, regresando con el rey a la península ibérica a fines de 1423. También les ocasionaría pérdidas que su nuevo patrón, Alfonso V, se encargaría de recompensar.[169] Los napolitanos que acompañaron al monarca no constituían un colectivo muy numeroso, rondaban los 40 individuos: en 1425-1427 documento a 31 napolitanos pensionados mientras que en el primer semestre de 1429 figuran 14.[170] Todos eran mantenidos por el rey con donativos de la tesorería real, como gràcies genéricas o gràcies per lur susteniment o per sustentació de sa vida, con cantidades que oscilabaºn entre los 25 y 100 flor.[171] Un reducido grupo de esos napolitanos de condición noble, al menos siete caballeros documentados, concentraba los donativos de mantenimiento de mayor cuantía y de carácter más regular y difrutaban de un equipamiento militar sufragado por la tesorería.[172] Esos caballeros napolitanos encarnarían el modelo típico de pensionados o retainers: servían al monarca y su corte, sin ser miembros de ella, a cambio de pagos monetarios periódicos, frecuentarían la corte con asiduidad y muchos militaban en el ejército como hombres de armas o a cargo de comitivas. En último extremo, detrás de esos napolitanos pensionados habría que ver una política de Alfonso V dirigida a crearse una clientela propia entre la nobleza napolitana. Una política que le dotase del necesario sustento militar en tierras italianas cuando esos linajes se movilizasen en la conquista del reino Nápoles, como así sucedió.

[1] Al respecto remito a las siguientes síntesis: Ch. Allmand, «New Weapons, New Tactis», en G. Parker (ed.), The Cambrigde Illustrated History of Warfare. The victory of the West, Cambridge, 1995, pp. 92-105, sobre todo, pp. 98-99; Ph. Contamine, La guerra en la Edad Media, Barcelona, 1984, pp. 169-170; J. A. Fernández de Larrea, «Guerra y sociedad en Europa occidental durante la Baja Edad Media (siglos XIIIXV)», en La guerra en la Historia. Décimas Jornadas de Estudios Históricos, Salamanca, 1999, pp. 45-94, especialmente, pp. 47-76; J. Flori, Caballeros y caballería en la Edad Media, Barcelona, 2001, pp. 116-120; Id. La caballería, Madrid, 2001, pp. 82-83; F. García-Fitz, Ejércitos y acividades guerreras en la Edad Media europea, Madrid, 1998, pp. 30-34; J. Hale, Guerra y sociedad en la Europa del Renacimiento, 1450-1620, Madrid, 1990, p. 63; B. S. Hall, Weapons & Warfare in Renaissance Europe, Baltimore-Londres, 1997, pp. 9-40; M. Keen, La caballería, Barcelona, 1986, pp. 287-297; M. Vale, War and Chivalry. Warfare and Aristocratic Culture in England, France and Burgundy at the End of the Middle Ages, Londres, 1981, pp. 100-128. Sobre la mejora del equipo del hombre de armas, vid. A. Ayton, «Arms, Armour and Horses», en M. Keen (ed.), Medieval Warfare. A History, Oxford, 1999, pp. 186-208, sobre todo, pp. 203-206; D. Edge y J. Miles, Arms & armour the medieval knight, Nueva York, 1993, pp. 96-135. El peso de las tropas de caballería en los ejércitos italianos, navarros, franceses e ingleses puede seguirse respectivamente en: M. Mallet, Signori e mercenari..., op. cit., pp. 150-153; J. A. Fernández de Larrea, Guerra y sociedad en Navarra durante la Edad Media, Bilbao, 1992, p. 75; Ph. Contamine (dir.), Historie militaire de la France, 1. Des origines a 1714, París, 1992, pp. 183-184; M. Prestwich, Armies and Warfare in the Middle Ages. The english experience, Londres, 1995, pp. 52-56; A. Curry, «English Armies in the Fifteenth Century», en A. Curry y M. Hughes (ed.), Arms, Armies and Fortifications in the Hundred Years War, Londres, 1994, pp. 44-47.,

[2] El mito de una «decadencia» de la caballeria bajomedieval basado en argumentos culturalistas (la cultura caballeresca como evasión e idealización de un pasado de hegemonía perdida) comenzó con las tesis de Huizinga (J. Huizinga, El otoño de la edad media. Estudio sobre las formas de vida y el espíritu durante los siglos XIV y XV, Madrid, 1981 (ed. orig. 1919) e influyó en la polarización de estudios culturales e ideológicos sobre la caballería bajomedieval, sobre todo entre la historiografía franco-italiana (F. Cardini, Guerre di primavera. Studi sulla cavalleria e la tradizione cavalleresca, Florencia, 1992). La revisión del mito vino con las aportaciones de una historiografía anglosajona (M. Vale, M. Keen) que defendió la correspondencia entre el apogeo de la cultura caballeresca y una guerra bajomedieval en la que la caballería sigue estando altamente presente y valorizada, vid. A. Barbero, «Guerra, nobiltà, onore fra Trecento e Quattroceno nella storiografia anglosassone», Studi Storici, 27 (1986), pp. 173-201.

[3] Sobre los ejércitos y la caballería en la Corona de Aragón y el equipo del cavall armat (con arnés de mallas o lorigas) y del alforrat (con cubiertas de cuero y montado a la gineta, derivado de la guerra de frontera contra el Islam) vid. M. de Riquer, L’arnès del cavaller. Armes i armadures catalanes medievals, Barcelona, 1968, pp. 67-68; M.ª T. Ferrer i Mallol, «La organización militar en Cataluña en la Edad Media», en Conquistar y defender. Los recursos militares en la Edad Media Hispánica. Revista de Historia Militar, n.º extraordinario (2001), pp. 119-222; J. Sáiz, «La organización militar en la expansión mediterránea de la Corona de Aragón, siglos XIV-XV», R. Narbona (ed.), en XVIII CHCA. La Mediterrània de la Corona d’Aragó, segles XIV-XVI vol. I, Valencia, 2005, pp. 737-764; J. Sáiz, «Los ejércitos de caballería de la Corona de Aragón en las guerras de Alfonso el Magnánimo», en Fueros y milicia en la Corona de Aragón, s. XIV a XVIII, Valencia, 2004, pp. 29-53. Sobre los ejércitos y caballería en Castilla: A. Ladero Quesada, Castilla y la conquista del reino de Granada, Granada, 1987, pp. 13-14; id., «La organización militar de la Corona de Castilla durante los siglos XIV y XV», en La incorporación de Granada a la Corona de Castilla. Actas del Symposium Conmemorativo del Quinto Centenario, Granada, 1993, pp. 195-227, p. 212; id., «Recursos militares y guerras de los Reyes Católicos», en Conquistar y defender..., op. cit., pp. 383-420, sobre todo, pp. 391-392.

[4] El análisis del equipamiento de combatientes a caballo en 1430, en la única nómina completa disponible (445 combatientes), confirma que un 95 % son hombres de armas (425 de ellos, la mayoría, armats de totes ses armes a la guisa y unos pocos sólo ab cuirasses) frente a sólo 20 hombres armats a la gineta: AMV, PC, YY-14, fols. 42r-71v. El arnés y armamento a la guisa, es una terminología del ámbito peninsular que equivale a llevar el arnés complit o armadura completa.

[5] Véase la tabla 1 de J. Sáiz, «La organización militar en la expansión mediterránea...», cit., pp. 741-742.

[6] A partir de los registros de la Tesorería de ese bienio: ARV, MR, n.º 8.774, 8.777, 8.778 y 8.779. Aplicamos los cambios monetarios contenidos en dichos registros unificando todos los pagos (en doblas, florines, sueldos de Barcelona, sueldos de Jaca, ducados, etc.) a sueldos de Valencia (ss.). Los datos fueron presentados en J. Sáiz, «Estado y poder militar en la Corona de Aragón...», cit. y publicados en id., «Los ejércitos de caballería de la Corona de Aragón...», cit., p. 34.

[7] Analizando los asientos de dates de la contabilidad de ese periodo (ARV, MR, n.º 8.791, fols. 161r476r) que concentra, con poquísimas excepciones, los pagos realizados en ducados. Aunque el cambio de un ducado en 1446 oscilaba de 15-16 ss., aplico el cambio más elevado, 18 ss.; sobre el cambio de ducados a sueldos, vid. W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 428-429.

[8] Incluso sería mayor, ya que ni se contabiliza en 1429-1430 el gasto de las contabilidades paralelas a la Tesorería ni en 1446-1447 se consideran los pagos en especie, en paños (draps): la tesorería repartió draps para pagar soldadas por 42.838 duc. (771.084 ss.), por lo que el dispendio total en soldadas de compañías de lanzas supuso 196.600 duc. (3.538.800 ss.), un 21 % cubierto por pagos en draps: ARV, MR, n.º 8.791 fols. 235r-240r, 338r-340r, 358r-373v, 394r-401v y 435r.

[9] ARV, MR, n.º 8.780, fol. 88r; ACA, MR, n.º 422, fol. 65r e ibid., CR, n.º 2797, fol. 67r. El pillart equivaldría al coutillier, el combatiente auxiliar principal que con al paje acompañaba al hombre de armas en la caballería francesa del XV: Ph. Contamine, La guerra..., op. cit., p. 163.

[10] Variados ejemplos en: ARV, MR, n.º 44, fol. 327r; ibid. n.º 8.760, fols. 96r-v, n.º 45, fol. 355r; ibid., n.º 9.823 (3), fol. 41r; Ibid. n.º 8.774, fol. 107r; ibid., n.º 9.358, fol. 87v y n.º 8.777 fol. 55v; ibid., n.º 8777, fol. 107 y ss. y 8.778 fol. 61r y ss.; ACA, CR, n.º 2.797, fol. 80v.

[11] Se limita en 1425-1429 a las convocatorias en Cataluña y algunos pagos de soldada a combatientes castellanos: ACA, CR, n.º 2.797, fol. 23v y 49v; ARV, MR, n.º 8.760, fol. 96r, ibid., n.º 8.777, fols. 69r-v y 98v; ibid., n.º 9.386, fols. 26v y 28v.

[12] Ph. Contamine, La guerra..., op. cit., p. 163; M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., p. 153; M. A. Ladero Quesada, «La organización militar de la corona de Castilla...», cit., p. 212.

[13] ACA, CR, n.º 2.797, fol. 49v; ibid., n.º 2.684, fol. 26v; ARV, MR, n.º 8.760, fol. 96r. Ph. Contamine, La guerra..., op. cit., p. 163; M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., p. 153.

[14] Sobre los caracteres de la lancia en Italia, y la organización de las tropas de caballería e infantería remito a los tratados de dos nobles que militaron en los ejércitos de Alfonso V: P. Pieri, «Il ‘Governo et exercitio dela militia’ di Orso Orsini e i ‘Memoriali’ di Diomede Carrafa», ASPN, 19 (1933), pp. 99-212, especialmente, pp. 108-114. Sobre la organización de la caballería en Italia vid. M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., pp. 153-156; A. Barbero, «L’organizzacione militare del ducato sabaudo durante la guerra de Milano (1449)», Società e Storia, 71 (1996), pp. 1-38, sobre todo, pp. 4-8.

[15] Aunque las compañías de lances de Francia y Borgoña sólo integraban hombres de armas y sus servidores y auxiliares, toda relación de combatientes de caballería contabilizaba igualmente a arqueros y ballesteros a caballo cuya importancia táctica provocaría su plena integración en las lances franco-bogoñonas desde mediados del Cuatrocientos, llegando a lanzas (lances fournie o lance guarnie) de más de 3 caballos, de 6 en Francia y hasta de 9 en Borgoña; vid. J. Hale, Guerra y sociedad..., op. cit., p. 64; M. Vale, War and Chivalry..., op. cit., pp. 121-125; Ph. Contamine, Guerre, État et société a la fin du Moyen Âge. Études sur les armées des rois de France, 1337-1494, París-La Haya, 1972, pp. 278-282 y 466-482.

[16] Como los diversos casos de los pagos de soldada en las campañas entre 1441-1447: ARV, MR, n.º 8.790, n.º 8.791.

[17] Con lancie de 4, 5 y hasta 6 caballos: M. Mallett, L’organizzacione militare di Venezia.., op. cit., pp. 94-96; id., Sigrnori e mercenari..., op. cit., pp. 153-154; M.ª N. Covini, L’esercito del Duca. Organizacione militare e istituzioni al tempo delgi Sforza (1450-1480), Roma, 1998, pp. 365-366.

[18] El término paghes era asimilable a un pequeño grupo de infantes (2 y 3) y así lo recogen los asientos de la contabilidad de la Tesorería al remunerar las soldadas de los condestables según el número de paghes (o pagens) a su cargo: vid. variados ejemplos en ARV, MR, n.º 9402 s. f., ibid. n.º 9.385 s. f.; n.º 8.791 passim. Sobre la terminología y organización de la infantería italiana: P. Pieri, «Il ‘Governo et exercitio dela militia’...», cit., pp. 113-114 y 140-142; M.ª N. Covini, «Guerra e ‘conservazione dell stato’. Note sulle fanterie sforzesche», Cheiron 23, (1995), pp. 67-104. Los infantes provisionats constan en el ejército del Magnánimo tras la conquista de Nápoles, en 1445-1446: ARV, MR, n.º 9.385, s. f. e ibid. n.º 9.407 fols. 195r-v y 202r.

[19] Variados ejemplos en ARV, MR, n.º 9.407, fol. 195r-v; ibid. y n.º 9.408, n.º 8.790 y 8.791. También se documenta ello en el ejército veneciano de la segunda mitad del XV: M. Mallett, L’organizazione militare..., op. cit., p. 108.

[20] Por ejemplo en la guayta de porta Petruxa se desplegó 284 hombres de armas liderados por 4 nobles y 200 ballesteros a cargo de 9 condestables; y en las guardias contra el castillo hubo turnos de ataque, cada uno con 100 hombres de armas y 100 pillarts capitaneados por un noble y 120 ballesteros liderados por 5 condestables: vid. Dietari del Capellà..., op. cit., pp. 121-123.

[21] A saber, 440 paghens (330 infantes) comandados por 5 conestables, 26 ballesters a cargo de 3 conestables y 78 cavalls liderados por 18 hòmens d’armes: ARV, MR, n.º 9.403, s. f.

[22] Como el ejemplo que recoge el Panormita del ataque al castillo de Benalbergo en 1440: A. Becadelli, Dels fets e dits del gran rey Alfonso. Versió catalana de Jordi de Centelles, ed. de E. Duran, Barcelona, 1990, p. 227.

[23] Sobre esta nueva infantería ligera (que combate a la usança de Itàlia) y, en general, sobre la renovación de la infantería y la presencia de escopeteros, vid. P. Pieri, «Alfonso V d’Aragona e le armi italiane», en IV CHCA, vol. I, Palma de Mallorca, 1959, pp. 121-126; M. Mallett, Signori e mercenari.., op. cit., pp. 158-164.

[24] Sobre las transformaciones en las estructuras de reclutamiento, vid. J. Sáiz, «La organización militar en la expansión mediterránea...», cit., pp. 750-754 y 761-762. Para las modalidades de servicio obligatorio, incluyendo el de host o movilización general, a nivel de la Corona y para el caso valenciano, remito a: BCCV, Fondo Mayans, n.º 622, fols. 175r, 186r-188v; L. Klüpfel, «El règim de la confederació catalano-aragonesa a finals del segle XIII», Revista Jurídica de Catalunya, 35 (1929), pp. 298-308; 36 (1930), pp. 298-331, sobre todo n.º 36, capítulo VI «Exèrcit., i flota», pp. 298-308; M.ª T. Ferrer i Mallol, Organització i defensa d’un territori fronterer. La governació d’Oriola en el segle XIV, Barcelona, 1990, pp. 225-235; id., «La organización militar de Cataluña...», cit., pp. 156-166; L. Querol Roso, Las milicias valencianas desde el siglo XIII al XV. Contribución al estudio de la organización militar del antiguo reino de Valencia, Castellón, 1935, pp. 49 y 88.

[25] El servicio militar de feudatarios (poseedores de cavalleries) perdió su valor militar entre la conquista de Sicilia de 1282 y la guerra con Castilla de 1356-1365, cuando incluso en contextos defensivos se prioritarizaba la contratación a sueldo. A fines del XIV era un recurso secundario y residual, un mero patrón de movilización para la defensa local, a diferencia de Castilla donde los feudos-renta (pagos por tierra y acostamiento) mantuvieron su importancia militar. Al respecto y una comparación con Castilla, vid. J. Sáiz, «La organización militar en la expansión mediterránea...», cit., pp. 750-751 y 761; id., «Una clientela militar entre Castilla y la Corona de Aragón...», cit., pp. 116-124.

[26] ARV, GOV n.º 4.255, fol. 113r.

[27] ARV, MR n.º 9.386, fols. 1r y 2v; ibid, n.º 8.777, fols. 12r, 13r-15r, 21v-23r. Este tipo de servicio de nuevo demostró su inoperatividad en el verano de 1430, cuando otra convocatoria de hosts en Aragón y de Princeps namque en Cataluña fracasó, por lo que el rey cobró cuantiosas multas a ambos territorios: ARV, MR, n.º 8.779, fols. 32r, 35v-36r, 39r-40v y 42v; Ryder, p. 218, nota 115 y p. 225, nota 9.

[28] Sobre la movilización de la caballería, vid. J. Sáiz, «Del amprament al acorriment. La movilización de tropas de caballería en las campañas de Alfonso el Magnánimo (1420-1432)», en El Mediterráneo: hechos de relevancia histórico-militar y sus repercusiones en España. V Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, 1997, pp. 329-352; id., «La organización militar en la expansión mediterránea...», cit., pp. 742-753.

[29] Como el consell del senyor rey resident en la ciutat de Valencia: vid. C. López, «Notas en torno al Consejo Real de Valencia entre la guerra de Castilla y la conquista de Nápoles (1429-1449)», en XV CHCA..., op. cit., t. I, vol. 2, pp. 255-274.

[30] En la expedición de 1420 los registros de cancillería informan de deliberaciones de lo que podríamos considerar como un consell constituido ex profeso e integrado por el rey ab sos barons, cavallers, ciutadans e altres experts en los affers de Cerdenya: ARV, RC, n.º 622, fol. 221v. Más explícito, en la expedición mediterránea de 1432, consta el Consell dels Fets de la armada compuesto por persones ordenades en los dits afers per lo dit senyor [rey], entre ellos los consellers reales, el tesorero y los nobles con mandos navales (capità general, almirall, vicealmirall, etc.): ARV, MR, n.º 8.780, fol. 66v. La actividad de consells militares ya se ve en campañas del XIV, como las guerras sardas de Pedro IV, vid. A. Beauchamp, «‘Que ivarçosament nos trametats la hajuda que demandaus haviem’. L’organisation du soutin militaire au roi Pierre IV d’Aragon durant la campagne de Sardaigne (1354-1355)», en XVIII CHCA..., op. cit., vol. I, pp. 435 y ss.

[31] En la correspondencia de la cancillería real durante la planificación de campañas, como en marzo de 1429, el monarca reconoce en más de una ocasión, como era él y miembros de su consell, quienes ordenaban a quiénes se debía convocar (amprar): ARV, RC, n.º 455, fol. 35r.

[32] J. Sáiz, «Del amprament al acorriment. La movilización de tropas de caballería...», cit., p. 336.

[33] Así, para la armada de 1420, coordinaron el largo proceso de convocatorias transcurrido entre abril de 1419 y marzo de 1420, Francesc Maça y Aznar Pardo, uixers d’armes, Eiximén Pérez de Corella y Bernat de Centelles, copers, y el cambrer Berenguer Mercader, apoyados por el batle general Joan Mercader. Para las expediciones a Castilla de 1425 y 1429, y para la frustrada armada de 1428, de nuevo participan Eiximén Pérez de Corella y Berenguer Mercader, en 1425 y 1429 con Guillem de Vich, cambrer y en 1428 con Lluís de Vilarasa, uixer d’armes: ibid., p. 337.

[34] En los registros de la cancillería real se conservan memorials que informan de la mecánica al respecto, como para el periodo 1425-1429, en ACA, CR, n.º 2.797, fols. 24r-v, 58r-v y 68r.

[35] Como la convocatoria valenciana de la armada de 1420 (BCCV, Fondo Mayans, n.º 677, fols. 103r-107v) o los ampraments de junio de 1429 que constan en el registro del hoste de correus de la ciudad de Valencia: ARV, VARIA, n.º 502, fols. 4r-5r.

[36] Como, en 1428, donde indicaba que el reclutador «sabrà e finirà de continent cascú ab quina e quanta gent offerta servir al dit senyor rey e farà memorial de les ofertes que cascun li farà e ab quanta gent»: ACA, CR, n.º 2.797, fol. 68r.

[37] De los 167 convocados en la primavera de 1419, sólo 29 aceptarían participar en la armada que partiría a inicios de mayo de 1420. El batle general del reino, Joan Mercader, quien tramitó los ampraments de 1419, y los cortesanos reclutadores en el reino, dos uixers d’armes (Francesc Maça y Aznar Pardo) informarían al rey de la cuantía de los que se acogían a la convocatoria. Posteriormente, entre febrero y marzo de 1420, el baile general junto a dos copers (Eiximén Pérez de Corella y Bernat de Centelles) y un cambrer (Berenguer Mercader) tramitarían los llamamientos finales a los voluntarios para embarcar en els Alfacs y en Valencia: J. Sáiz, «Del amprament al acorriment. La movilización de tropas de caballería...», cit., p. 338.

[38] Según expresión del monarca en 1425 refiréndose a quienes aceptaron servirle sin sou en mayo de 1425: ACA, CR, n.º 2.797, fol. 40r-v.

[39] Ampraments per la anada a Sicilia (Barcelona, 29-IV-1419): ACA, CR, n.º 2.668, fols. 51v-72v.

[40] Tal y como refleja el tenor de las lletres d’amprament que envió a los 619 convocados: ACA, CR, n.º 2.668, fol. 51v.

[41] Se trata, generalmente, de pagos de entre 30-100 flor. realizados «en ajuda de les despeses que li covench fer seguint l’armada del dit senyor [rey]», como los que perciben determinados caballeros y cortesanos del rey: ARV, MR, n.º 9.826 (2), fols. 17r, 20r y 21v.

[42] Un ejemplo. Berenguer Mercader, hijo del batle general del reino de Valencia, recibió 2.000 flor. del rey (orden dada en el sitio de Bonifacio, 30-X-1420), «per los grans e agradables servís (...) al dit senyor fets, e senyaladament en la adquisició dels regnes de Cerdenya e de Còrcega, en la qual a ses pròpries despeses loablement hi havia suat, no esquivats los perills, majorment que les insígnies de la cavalleria de les del dit senyor»; había participado en la armada acompañando a su pariente (probablemente su tío), mossèn Berenguer Mercader, major de dies, uixer d’armes, quien también fue premiado por militar a ses despeses con 500 flor.: ARV, MR, n.º 41, fols. 260r y 273v.

[43] En los ejércitos del Magnánimo en las expediciones de 1420, 1425, 1429 y 1432 participan de forma gratuita y voluntaria nobles catalanes, valencianos y aragoneses, como vemos en las recompensas reales: ARV, GOV, n.º 2.803, mano 2, fols. 38r-v y 43r; ibid., MR, n.º 41, fol. 260r. Ese tipo de servicio también se documenta en el reino de Sicilia en las primeras décadas del siglo XV: E. I. Mineo, «Note su guerra e aristocracia in Sicilia...», cit., pp. 56 y 62, nota 15.

[44] ACA CR, n.º 2.797, fol. 23v.

[45] Aunque a veces se indicaba una soldada diaria de medio florín –equivalente a 15 flor. mensuales– (ibid., fol. 80v y ARV, MR, n.º 8.774, fol. 107r y n.º 9.823 (3), fol. 41r) lo más habitual era su tasación mensual (ibid. n.º 44, fol. 327r).

[46] El Parlamento reunido para la defensa del reino ofreció el 9 de agosto 10 flor. mensuales pero, como reconocieron los nobles y oficiales reales asistentes al mismo, «attés que ab lo sou de deu florins que donaven a la gent d’armes, per ço com era poch, no s’i trobava gent d’armes», cuatro días despúes se decidió, tras consultar a nobles elegidos al efecto, subir la tasa y librar «tant sou quant lo rey dona o ha acostumat de donar a cascun rocí per cascun dia e no pus»: ARV, GOV, n.º 4.255, fols. 109r-v y 114r-v.

[47] ACA, CR, n.º 2.797, fol. 67r, ibid. MR, n.º 422, fol. 65r y ARV, MR, n.º 8.780, fol. 88r.

[48] Sobre la nomenclatura y tipología del equipamiento del hombre de armas en la Corona de Aragón, vid. M. de Riquer, L’arnés del cavaller..., op. cit., pp. 93-133.

[49] Sobre la intervención estatal en el campo armamentístico: vid. L. P. Martínez, «Guerra, Estado y organización social de la producción...», cit., pp. 453-469. En la guerra de Castilla de 1429-1430 la tesorería real navarra corría a cargo del suministro alimentario y libraba soldadas menores que en anteriores campañas: vid. J. A. Fernández de Larrea, Guerra y sociedad..., op. cit., p. 81. En Venecia, la soldada de las lanzas también bajaría prácticamente a la mitad a lo largo del XV, de 15 a 7-8 duc. (M. Mallett, L’organizzacione militare..., op. cit., pp. 161-162), reducción vinculada a la intervención del Estado en el equipamiento y servicios a las tropas.

[50] ACA, CR, n.º 2.797, fols. 24r-v, 58r-v y 68r.

[51] J. Sáiz, «Del ampramet al acorriment. La movilización de tropas de caballería...», cit., p. 344.

[52] Como consta en el memorial de instrucciones del rey a su cortesano reclutador en Cataluña para la expedición de 1425: «que explique a tots los qui han offert que·s metant a punt de continent en manera que per tota la Quaresma sian prests e que vagen a Barcelona hon los serà liurat lo sou de un mes per que·s puxen metre a punt a rahó de XXX florins per lança, e aprés tota hora e de continent que·ls manarà partir per venir en servir del dit senyor [rey] los manarà donar sou per a dos meses, e d’allí a la dita rahó mentre los retendrà en son servey»: ACA, CR, n.º 2.797, fol. 23v.

[53] Sobre la cuantía del equipo completo del hombre de armas y, en general, sobre el coste de la preparación de la guerra, remito más adeltante y en profundidad a los capítulos V y VII.

[54] APPV, n.º 26.190, notario Sanç Sala, 26-III-1429.

[55] ARV, MR, n.º 9.823 (3), fol. 42r.

[56] L. P. Martínez, «Guerra, Estado y organización social de la producción...», cit., pp. 455-456.

[57] El 5 de mayo recibe en Valencia 51.292 ss. 6 d, la soldada íntegra de su gran compañía: ARV, MR, n.º 9823 (3), fol. 45v.

[58] APPV, n.º 25.675, Bernat Terriça, 14 de mayo de 1429.

[59] Tomando el caso de la contratación para la armada de 1432, son numerosos los casos que pueden aducirse: por ejemplo el noble valenciano Ramon Boïl, el 6 de septiembre de 1431 cobraba la media soldada de una compañía de 10 combatientes ampliando la misma a 12 efectivos, al recibir otro pago el 18 de septiembre por 2 combatientes más; al igual que harían, Baltasar Torres, Joan Llull (quienes pasaban de 2 a 4 combatientes), mossèn Remiro de Funes (de 4 a 6) y mossèn Galcerán de Requesens (de 10 a 12): ARV, MR, n.º 8.780, fols. 88r, 89v, 90r-v y 91r.

[60] En concreto, los cortesanos informaron al rey que «tothom ha gran voluntat en servir vostra senyoria, mas huns no poden e los altres tenen faenes. Mas de la major part dels que·ns han respost ha hom un sentiment que, en cas que vostra senyoria ne donàs gatge, hi hirien molts donant-los algun acorriment, car en veritat senyor lo mils dispost haurà prou a fer atés que no·y pot hom trovar hun rocí»: J. Sáiz, «Del ampramet al acorriment. La movilización de tropas de caballería...», cit., p. 347.

[61] Así parece confirmar la prohibición real de exportar fuera del reino cavalls, cosers e rocins a fin de concentrar las monturas disponibles para la armada: ARV, MR, n.º 39, fols. 264r-v.

[62] Como, por ejemplo, el contrato firmado por el rey en junio de 1425 con el noble gascón Gracià d’Agramunt, los Capítols fets e fermats entre lo senyor rey de una part e mossèn Gracià d’Agramunt de la part altra: ACA, CR, n.º 2797, fols. 49v-50r. Contratos o capítols de ese tipo especifican las condiciones por las que el rey conduce (condueix) a su servicio capitanes mercenarios, denominados en la documentación en Nápoles como conducters de gent d’armes. En primer lugar la cuantía y características de la compañía: el rey contrata 300 lanzas y 50 ballesteros de Gracià d’Agramunt. En segundo lugar la cuantía de la soldada: 30 flor. al mes por lanza, 6 flor. por ballestero y un pago mensual de 100 flor. al capitán mientras sirva al rey; así como su mecánica de pago progresivo: el monto del primer mes (3.400 flor.) por anticipado en Barcelona, donde se encuentra el capitán, los dos meses siguientes en Bearn, en agosto, cuando se le ordene partir al servicio del rey, y finalmente, el mes restante cuando llegue con la compañìa al lado del monarca. En tercer lugar, la distribución del botín y ganancias: un quinto del botín para el rey. Finalmente, las excepciones del débito armado: servir al rey excepto contra el rey de Inglaterra, de Navarra y el conde de Foix. Buena parte de esas cláusulas de servicio también figuran en las ofertas que debían comunicar los cortesanos reclutadores a los nobles y caballeros de los dominios del rey, como, por ejemplo, en 1425, en Cataluña: Memorial de les coses que en Guillem de Santcliment, cavalleris del senyor rey, deu fer per lo dit senyor: ibid., fols. 23v-24r.

[63] Sobre las condotte, M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., pp. 86-93; M.ª N. Covini, L’esercito del duca..., op. cit., p. 41; sobre las lettres de retenue: Ph. Contamine, Guerre, État et société..., op. cit., pp. 55-61; sobre las indentures: M. Prestwich, Armies and Warfare..., op. cit., pp. 89-96; Ch. Allmand, La guerra de los Cien Años. Inglaterra y Francia en guerra, c. 1300-c. 1450, Barcelona, 1990, pp. 133-134; A. Ayton, «English Armies in the Fourteenth Century», en A. Curry y M. Hughes (dir.), Arms, Armies..., op. cit., pp. 21-38, sobre todo pp. 25-27.

[64] M. Prestwich, Armies and Warfare..., op. cit., pp. 86-87; Ch. Allmand, La guerra de los Cien Años..., op. cit., p. 149.

[65] Ph. Contamine, Guerre, État et société..., op. cit., pp. 59-61 y 242.

[66] M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., pp. 90-91; M.ª N. Covini, L’esercito del duca..., op. cit., p. 359.

[67] ARV, MR, n.º 8.790, fols. 99r-102r.

[68] M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., p. 86.

[69] Sobre el proceso de formación de la caballería permanente remito al próximo capítulo y a vid. M. Mallett, L’organizzacione militare..., op. cit., pp. 59-60; M.ª N. Covini, «Condottieri ed eserciti permanenti negli stati italiani nel XV secolo in alcuni studi recenti», Nuova Rivista Storica, 69 (1985), pp. 329-352; id., L’esercito del duca..., op. cit., pp. 37-59.

[70] FA-I, vol. I, p. 132.

[71] Ibid., p. 103.

[72] ARV, MR, n.º 8.790, fol. 100v y 117r.

[73] En concreto percibe draps de seda por valor de 39 duc. 2 tarins (casi 10 duc. por sus 4 lanzas) y draps de lana por de 40 duc. (10 duc. por sus 4 lanzas): ibid., fols. 126v y 132v.

[74] Percibe (en acorriment de les cavalls que cascú d’ells tenen, como indica el asiento de pago conjunto) 5 duc. y 2 tarins sin especificar la cuantía de su comitiva, probablemente 5-6 caballos (entre 1 lanza y 2 tercios de lanzas y 2 lanzas) a razón de 1 duc. por caballo o 3 duc. la lanza: ibid., fol. 222v.

[75] Integrado en la esquadra de Marino Caracciolo, conde de Sant’Angel: ibid., n.º 9.402, fol. 154v.

[76] FA-I, p. 127.

[77] ARV, MR, n.º 9.403, s. f., cèdules de pago de la Tesorería de abril y mayo de 1442.

[78] Ibid., s. f., cèdules de pago de la Tesorería de septiembre de 1442.

[79] ARV, MR, n.º 9.385 s. f. cèdules de pago de la Tesorería de noviembre de 1445.

[80] ARV, MR, n.º 9.407, fol. 103r.

[81] Ibid., n.º 8.791, fol. 205v.

[82] Ibid., fol. fol. 340r y 379r.

[83] Una mecánica de pago similar en sus entregas cadenciales también se ve en los ejércitos de Venecia y Milán: M. Mallett, L’organizzacione militare..., op. cit., pp. 163-164; M.ª N. Covini, L’esercito del duca..., op. cit., pp. 48 y 359-360.

[84] En raras ocasiones se pagaba en base mensual. Un caso documentado confirma los 10 duc. por lanza: el 28 de mayo de 1442 Jacobo Orsini percibe per la paga de I mes de XX lances, CC ducats: ibid., n.º 9.403, s. f., cèdules de pago Tesorería de mayo de 1442. Ryder, a partir de las cèdules de pago de la tesorería transcritas establece entre 8-10 duc. mensuales por lanza las condotte reguladas por base mensual: A. Ryder, El reino de Nápoles..., op. cit., p. 321.

[85] En la descripción de la administración napolitana que en 1444 realizó Borso d’Este se hizo eco de esa tasa de ducati 60 de imprestanza per lanza que retribuía el Magnánimo a su ejército per conducta, es decir como contrato regular de servicio: Ch. Foucard, «Descrizione della città de Napoli...», cit., p. 754.

[86] En el ejército veneciano tampoco se documenta: M. Mallett, L’organizzacione militare..., op. cit., nota 101, pp. 161 y 164.

[87] Por ejemplo, el 26 de septiembre de 1442, en un pago a 9 hombres de armas de 2 duc. a cada uno se informa cómo las entregas son efectuadas por el conde de Aderno (el noble Guillem Ramon de Montcada, camarlenc) d’aquells L ducats que li foren donats per repartir entre l’esquadra sua: ARV, MR, n.º 9.403, s. f.

[88] La deducción por elatge se documenta tanto en órdenes reales de pago como en los asientos de pago de soldada en la contabilidad de la tesorería o en las cedules: ARV, MR, n.º 9.401, s. f.; ibid., n.º 8791, fol. 162v, n.º 9.403, 9.407, 9.408, 8.790 y 8.791; FA-I, pp. 98-99. Deducciones semejantes sobre las soldadas destinadas a la retribución de la administración militar u otros fines públicos, también se ven en el ejército milanés (onoranze) veneciano (onozanza di San Marco, del 4-10 %) y en otros como el pontificio y florentino, vid. M.ª N. Covini, L’esercito del duca...cit., pp. 359-360; M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., pp. 142-143; id., L’organizzacione militare..., op. cit., p. 162.

[89] Ejemplos al respecto pueden verse en julio de 1442, tras la victoria de Carpenone contra Antonio Caldora, en los pagos realizados a nuevos capitanes contratados, algunos vinculados antes a Caldora: ARV, MR n.º 9.403, s. f.; Ibid., n.º 9.385, s. f.

[90] Así consta, por ejemplo, en abril de 1441, en un pago a 11 líderes de comitivas armadas, muchos de ellos hombres de armas de Casa Real, efectuado «en acorriment de la gent d’armes que cascun d’ells tenen en sou e servey del dit senyor [rey] quitis de dret d’alage»: ibid., n.º 8.790, fol. 102r. Otros ejemplos de exención en 1446 en: ibid., n.º 8.791, fol. 161v.

[91] Es el caso, por ejemplo, de los hombres de armas castellanos de casa del senyor rey quienes en 1446 percibieron su emprestança de 60 duc. por lanza en dos pagos casi consecutivos, sin apenas fraccionar la cantidad: el 21 de febrero 7 duc. por lanza y cuatro días después los 53 duc. restantes en compliment de la emprestança de LX ducats per lança: ARV, MR., n.º 9.407, fol. 120r-v y 125v-126r.

[92] El predominio del reclutamiento a sueldo comienza a documentarse en los acordaments navales del primer tercio del XIV y ya era un hecho tras la guerra con Castilla de 1356-1365 y las posteriores ordinacions militares de Pedro IV: J. Sáiz, «Del amprament al acorriment...», cit., pp. 350-351; id., «La organización militar...», cit., p. 752.

[93] Como en Milán o en Venecia donde, a pesar de la existencia de fuerzas permanentes, la irregularidad en los pagos para su movilización (en sus prestanze) era una constante marcada por las dificultades financieras y administrativas: M.ª N. Covini, «Condottieri ed eserciti permanenti...», cit., pp. 345-346; id., L’esercito del duca..., op. cit., p. 48; M. Mallett, L’organizzacione militare..., op. cit., p. 164.

[94] ARV, RC, n.º 622 fols. 143v-158r.

[95] Ibid., fols. 143r-156v.

[96] Ibid. fols.146r-156v: Odinació feta per lo senyor rey sobre l’ofici de condestable, promulgada en septiembre de 1369 por la que asimila el oficio de senescal catalán al de condestable y en la que también se especifican cometidos de otros oficiales de la casa –alguzirs, escrivà de ració– que colaboraban con el condestable en sus funciones.

[97] Ibid. fols. 143r-146r: Odinació novellament feta per lo senyor rey sobre los officis de senescalia e alguazirs seus dada en Sant Mateu el 2 de mayo de 1365, en la que también se especifican las funciones militares del escrivà de ració.

[98] Sobre sus competencias en la administración del ejército, a la ordinació citada en la nota anterior, puede añadirse CODOIN, vol. V, pp. 161-165, donde se recogen sus funciones en el control de los pagos del personal de la domus regia.

[99] El 10 de abril de 1430, cuando los diputados del brazo real abrían la taula d’acordament para contratar efectivos, el caballero valenciano y alguzir Pere Ciscar tomaba sagrament e homenatge en la ciudad de Valencia a los seis capitanes del contingente (Eiximén Pérez de Corella, Pero Maça de Liçana, Vidal de Blanes, Ramon Boïl, Mateu Pujades y Joan Palomar) por los efectivos que comprometían aportar, pasar revista (mostra) y servir al rey y por los cuáles habían percibido la mitad de su soldada correspondiente AMV, yy-14, PC, fols. 24v-30v. Durante la primera semana de mayo Pere Martí, escrivà de ració del rey, ayudado por el alguzir Pere Ciscar, efectuaba las revistas e inspecciones (mostres) de las tropas de los respectivos capitanes delante del palau reial de Valencia, ante la presencia de otros oficiales reales y los diputados del brazo real; tras prestar la mostra, los capitanes recibían la segunda mitad de su soldada de manos de los disputados del brazo real, tras haber confirmado éstos, junto con el escrivà de ració, la cantidad y calidad de los combatientes (hòmens d’armes, patges y genets): ibid. fols. 41v-71v.

[100] Fueron escrivans de ració del rey entre 1420 y 1446, tres valencianos (Gabriel Navarro, Pere Martí y Antoni Olzina) y un catalán (Andreu Guardiola), aunque el primero documentado, desde 1416, fue Ramon Fivaller: ARV, MR, n.º 9.826, fol. 6r. Le sucedería Gabriel Navarro quien consta en 1419 y en la preparación de la armada de 1420: ACA, Apéndice General, n.º 1.031. Le relevó Andreu Guardiola quien seguiría al rey desde 1422 en su expedición napolitana. Le sucedió Pere Martí, al menos desde 1424 y hasta 1432. Desde 1441, sino antes, consta Antoni Olzina, sobrino del secretario real Joan Olzina: ARV, MR, n.º 8.760, fols. 67v; ibid., fol. 111r; ibid., n.º 8.774, fols. 111r; n.º 9.358, fol. 89v; n.º 8.780, fol. 156r; ibid., n.º 9.403 s. f., n.º 9.407 fol. 175r y n.º 8.791, fol. 179r. Pere Martí tenía entre 1425-1432 un equipo de 10 empleados, mientras que entre 1441-1446, Antoni Olzina trabajaba con 14 asistentes: ibid., n.º 8.774, fols. 126r, 127r-v y 131r; ibid. n.º 8.780, fols. 157v-158r; ibid., n.º 8.790, fols. 115v, 128r-v; ibid., n.º 9.403, s. f. y n.º 9.407, fols. 175v-175r y 178r.

[101] En todas las campañas algún oficial de la escrivania de ració participa con una pequeña comitiva de caballos siguiendo al ejército, como hemos documentado entre 1425 y 1432: ARV, MR, n.º 8.760, fol. 111r, ibid., n.º 8.774, fol. 108r, 111r; n.º 8.777, fol. 72r; n.º 8.780, fol. 121r; n.º 8.785, fol. 55r; ACA, MR, n.º 422, fol. 65r.

[102] Como, por ejemplo, la «certificació d’en Pere Martí, escrivà de ració de casa del senyor rey en paper scrita, e ab lo sagell de son offici sagellada, ab la qual certifica que, per indepnitat de la cort, ha fet notament al dit En Bernat Albert, cavaller, dels dits X mília sous barchinonesos en CVIII cartes del primer Libre comú d’acorriment de gent d’armes, de cavallers e de peu, e fustes armades qui estan en sou e servey del dit senyor»: ARV, MR, n.º 8.778, fol. 95r.

[103] AMV, yy-14, PC, fols. 42r-71v. Se trata del único registro de mostres conservado del reinado del Magnánimo.

[104] Prueba de su vinculación a la administración militar es el hecho de que perciban los salarios o quitacions conjuntamente los de offici de scrivà de ració e de tresoreria de casa del senyor rey, como en 1446: ARV, MR, n.º 8.791, fol. 273r.

[105] Fueron tresorers del Magnánimo entre 1420 y 1446 el caballero catalán Ramon Berenguer de Lorach y los valencianos Francesc Sarçola, Bernat Sirvent y Mateu Pujades. Sobre la sucesión en el oficio de tresorer real remito a los registros de la tesorería –entre 1424-1432 (ARV, MR, n.º 8.759-8.786, ACA, MR, n.º 422), y en 1441 y 1446-1447 (ARV, MR, n.º 8.790-8.791 y 9.407-9.408)– así como a A. Ryder, El reino..., op. cit., pp. 202-206; F. Mateu Llopis, «Algunos documentos referentes a la gestión del tesorero...», cit. El equipo de oficiales de la tresoreria varió entre los 5-6 oficials y escribans de 1425-1429, a los 7 escrivans en 1441-1446: ibid., n.º 8.760, fols. 60r, 69v, 71v, 73v y 99r; n.º 8.761, fol. 99r; ibid., n.º 8.774 y n.º 8.777; ACA, MR, n.º 422; ARV, MR, n.º 8.790 y n.º 8.791, fols. 273r-v y 350r.

[106] Por ejemplo en 1429 las soldadas de las compañías de gente de armas contratadas por la tesorería en Barcelona son libradas por oficials y escrivans de la tresoreria como Joan del Pobo, como consta en las cèdules de pago de ese año: Ibid., n.º 9358, s. f., y n.º 9386 s. f.;, al igual que el reclutamiento llevado a cabo en Perpinyà ejecutado por Marc Joan, oficial de la tesorería: Ibid., n.º 8774, fol. 100r-v. O el pago de soldadas a las tropas de Ramon Boïl desplegadas en la marca de Ancona en 1446 efectuado por a Llorenç Belluga, escrivà de la tresoreria: Ibid., n.º 8791, fol. 269r.

[107] Como, por ejemplo, en 1429: ibid., n.º 9.813 (3), fols. 98r-110r, n.º 9.384, fols. 42r-48r, n.º 9.823 (3), fols. 41r-48r.

[108] Sobre los tesoreros de guerra en los ejércitos franceses vid. Ph. Contamine, Guerre, État..., cit., pp. 107-110 y 146-148. Sobre la administración militar en ámbito italiano, vid. M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., pp. 94-95 y 128-131; L’organizzazione militare..., op. cit., pp. 134-136, M.ª N. Covini, L’esercito del duca..., op. cit., pp. 153-159.

[109] ARV, MR, n.º 8.774, fol. 79r; A. Ryder, El reino..., op. cit., p. 81.

[110] Sobre las competencias del gran siniscalco y su mando compartido con el gran conestabile, vid. P. Gentile, «Lo stato napoletano sotto Alfonso d’Aragona», ASPN (1937), pp. 1-56, sobre todo, pp. 33-34 y 10-11. El rey mantuvo ambas dignidades concediéndolas a magnates locales: ibid., pp. 11-12, 33-34; A. Ryder, El reino de Nápoles..., op. cit., pp. 76-78.

[111] Sobre las funciones de los mariscales de Francia en la administración de la justicia y disciplina militar, vid. Ph. Contamine, Guerre, État..., op. cit., pp. 198-199 y 518-519.

[112] Sobre Bernat Centelles, vid. P. Corrao, Governare un regno..., op. cit., pp. 316, 322 y 467. En 1419 consta entre los convocados a la expedición naval con tal cargo; su hijo figura en 1440 con ese oficio, aunque quizás ya lo fuese desde 1436: ACA, CR, n.º 2.668, fol. 52r; A. Ryder, El reino de Nápoles..., op. cit., p. 360.

[113] Le indicaba: «maravellats som com vós que, per rahó de vostre ofici, deuríets ésser primer prest ab vostra gent d’armes, tardau tant vostra venguda», pidiéndole encarecidamente que acudiese con rapidez a fin de que «los altres puxen pendre bon exemple de vostra prompta venguda»: ACA CR, n.º 2.797, fol. 83v.

[114] El rey se dirige «a los nobles e amados nostros los condestable e marescal e qualquiere capitanes e hombres de armas assí de pie como de cavallo a nuestro sueldo e en nostro servicio de present vagantes e militantes»: ibid., fol. 9r.

[115] Sobre la trayectoria del conde de Pallars vid. S. Sobrequés, Els barons de Catalunya, Barcelona, 1980, pp. 189-191.

[116] Remito al respecto a A. Barbero y G. Castellnuovo, «Governare un Ducato. L’administracione sabauda nel tardo medioevo», Società e Storia, 57 (1989), pp. 465-511, especialmente pp. 510-511.

[117] Como los tribunales de la maréchausée y de la connétabilie en Francia: Ph. Contamine, Guerre, État..., cit., pp. 199-201 y 518-520; o la Constable’s Court o Court of Chivlary en Inglaterra (presidida por el constable de Inglaterra) desde mediados del XIV: M. Keen, «The jurisdiction and origins of the Constable’s Court», en Nobles, Kinghts and Men at Arms in the Middle Ages, Londres, 1996, pp. 135-148.

[118] Se trata de una línea defensiva en Cetina, Hariza, Moros, Nuévalos, Ateca, Monreal, Aranda y Villella (ACA, CR, n.º 2.713, fols. 16r-v) cuyas guarniciones quedaron a cargo de cortesanos. Por ejemplo, la importante estància de Hariza, en primera línea de frontera, dispuso de un mando compartido por tres cortesanos (Bernat Albert, procurador reial en Roselló y Cerdanya y cambrer, Berenguer d’Olms, cavallerís real y governador del reino de Mallorca y Berenguer de Fontcuberta, también cavallerís del rey) y acogió los 100 ballesteros asoldados por la ciudad de Valencia y los cerca de 270 hombres de armas aportados por estos cortesanos: ibid. fol. 25v.

[119] Ellos fueron los altos mando del ejército, al lado al infante Pedro, hermano del rey y de algunos condottieri pensionados por el monarca. Sobre su activa participación como comandantes remito al próximo capítulo.

[120] Para la distinción entre commissio, encargo a un agente o servidor, y officium, cargo formalmente estructurado, y su peso en la administración militar francesa de los siglos XV-XVI, vid. H. Michaud, «Les institucions militaires des guerres de Italie aux guerres de religion», Revue Historique, 258 (1977), pp. 29-43.

[121] Una interpretación diferente se sostiene en el estudio de E. I. Mineo («Note su guerra e aristocracia in Sicilia...», cit.), donde, indirectamente, se postula un retraso administrativo de la organización militar del reino de Sicillia respecto a otros estados italianos a comienzos del siglo XV.

[122] Que sitúa a la cabeza, precisamente, los Estados que logran forjar fuerzas permanentes a lo largo del XV, como Venecia y Milán, frente a otros de menor desarrollo como Florencia: M. Mallett, Signori e mercenari..., op. cit., pp. 128-131.

[123] En el estado señorial de Milán encontramos un nivel de administración militar vinculado a clientes del duque (retenidos a su casa y clientela, famigliari cavalcanti, cancilleres, oficiales, etc.) y otro nivel administrativo con competencias financieras y más formalizado (el Banco degli stipendiari, collaterali, proveditori), al que se le unirá, fruto del desarrollo de tropas permanentes, un organigrama estable de oficiales diseminados por el territorio del ducado para el alojamiento de las tropas: M.ª N. Covini, L’esercito del duca..., op. cit., pp. 132-135, 142-143, 153-154 y 426-427. Igual ocurre en la Francia de fines del XV y el XVI donde se aprecia la dualidad entre oficios administrativos en el campo financiero y logístico (tresoriers, comissaires des armées, etc.) y clientes nobles del monarca (como el condestable, los gardes y gentilhomes de la Chambre) al mando de las tropas: H. Michaud, «Les institucions militaires...», cit., pp. 33-41.

[124] Como analizaremos en el próximo capítulo. De hecho, para ver un desarrollo administrativo en los ejércitos estatales de Antiguo Régimen, habrá que esperar a mediados del XVII y el XVIII, cuando ya se hayan consolidado estructuras militares permanentes, vid. F. Andújar, Ejércitos y militares en la Europa moderna, Madrid, 1999, pp. 85-90.

[125] M. Hicks, Bastard Feudalism, Londres-Nueva York, 1995, pp. 1-4, 42-63, 68 y 218.

[126] G. Bois, La gran depresión medieval: siglos XIV-XV. El precedente de una crisis sistémica, Valencia, 2001, p. 131.

[127] El peso de los estudios anglosajones sobre clientelas feudales bajomedievales (de remuneración monetaria) deriva del éxito de las tesis de K. B. McFarlane, «Bastard Feudalism», Bulletin of the Institute of Historical Research, 20 (1945), pp. 161-180, reimpreso en G. Harris (comp.), England in the Fifteenth Century: Collected Essays of K.B. McFarlane, Londres, 1981, pp. 23-43. El tema del «feudalismo bastardo» ha estado presente en los estudios sobre la historia social nobiliaria incidiendo en las relaciones entre aristocracia, incluyendo al monarca, y baja nobleza (gentry), en la proliferación de comitivas de dependientes contratados (retainers) y la operatividad de esas clientelas en ámbito político-militar. Al respecto, entre otros trabajos destaquemos: M. Cherry, «The Courtenay Earls of Devon: Formation and Disintegration of a late Medieval Aristocratic Affinity», Southern History, 1 (1979), pp. 79-99; Ch. Carpenter, «The Beauchamp Affinity. A study of Bastard Feudalism at Work», English Historical Review, 95 (1980), pp. 514-532; N. Saul, Knights and Squires: the Gloucester Gentry in the Fourteenth Century, Oxford, 1981; J. G. Bellamy, Bastard Feudalism and the Law, Londres, 1989; J. M. Bean, From Lord to Patron: Lordship in Late Medieval England, Londres, 1989; S. Walker, The Lancastrian Affinity, 1361-99, Oxford, 1990; M. Jones y S. Walker (ed.), «Private indentures for Life Service in Peace and War, 1278-1476», Candem Miscellany, 32 vol. 3, Londres, 1994, pp. 1-190. Una reciente revisión del tema ha señalado la concentración de estudios en los siglos XIV-XV, en torno a los retainers o pensionados nobiliarios vitalicios y las relaciones entre alta y baja nobleza: M. Hicks, Bastard..., op. cit., pp. 27-28. Una revisión crítica la debemos a Peter Coss quien centra el problema en sus orígenes (s. XIII) y postula una reformulación social del fenómeno, más amplia y menos instrumental: vid. P. Coss, «Bastard Feudalism Revised», Past and Present, 125 (1991), pp. 27-64, sobre todo pp. 39-40, 53-54, 57 y 63-64; P. Coss, D. Crouch, D. Carpenter, «Debate: Bastard Feudalim Revised», Past and Present, 131 (1991), pp. 165-203.

[128] En Francia, Bretaña, Borgoña, Castilla y en la Corona de Aragón. Véanse respectivamente: P. Lewis, «Decayed and Non-Feudalism in Later Medieval France», Bulletin of the Institute of Historical Research, 37 (1964), pp. 157-184; G. Prosser, «’Decayed feudalism’ and ‘royal clienteles’: royal office and magnate service in the fifteenh century», en Ch. Allmand (ed.), War, Government and Power in Late Medieval France, Liverpool, 2000, pp. 175-189; P. Lewis, «Of Bretton Alliances and Other Matters», en Ch. Aallmand (ed.), War, Literature and Politics in the Late Middle Ages, Liverpool, 1976, pp. 122-143; M. Jones, «Aristocratie, faction et État dans la Bretagne du XVe siècle», en Ph. Contamine (dir.), L’État et les Aristocraties (France, Angleterre, Ecosse) XIIe-XVIIe siècle, París, 1989, pp. 129-160; M. Jones, «The breton nobility and their masters from the Civil War of 1341-64 to the Fifteenh Century», en The creation of Brittany. A Late Medieval State, Londres, 1989, pp. 239-262; P. De Win, «The lesser nobility of the Burgundian Netherlands», en M. Jones (ed.), Gentry and Lesser nobility in late medieval Europe, Gloucester-Nueva York, 1986, pp. 95-118; P. Sánchez León, «Nobleza, Estado y clientelas en el feudalismo. En los límites de la historia social», en S. Castillo (coord.), La historia social en España. Actualidad y perspectivas, Madrid, 1991, pp. 197-216; id., «Aspectos de una teoría de la competencia señorial: organización patrimonial, redistribución de recursos y cambio social», Hispania, 185 (1993), pp. 885-905, sobre todo pp. 897-903; id., Absolutismo y comunidad. Los orígenes sociales de la guerra de los comuneros de Castilla, Madrid, 1998, pp. 94-96, 104-106 y 274-275; C. Jular, «La participación de un noble en el poder local a través de su clientela: un ejemplo concreto de fines del siglo XIV», Hispania, 185 (1993), pp. 816-844; id., «Dominios señoriales y relaciones clientelares en Castilla: Velasco, Porres y Cárcamo (siglos XIII-XIV)», Hispania, 192 (1996), pp. 137-171; J. Sáiz, «Una clientela militar entre la Corona de Aragón y Castilla a fines del siglo XIV: caballeros de casa y vasallos de Alfons d’Aragó, conde de Denia y marqués de Villena», En la España Medieval, 29 (2006), pp. 97-134. El peso y desarrollo de las clientelas pensionadas y una revinvidación de las similitudes del fenómeno en Francia e Inglaterra puede seguirse en: P. Lewis, «Reflections on the role of royal clientèles in the construction of the French monarchy (mid-XIVth / end-XVth centuries)», en N. Bulst, R. Descimon y A. Guerreau (eds.), L’État ou le Roi. Les fondations de la modernité monarchiques en France (XIVé-XVIIé siecles), París, 1996, pp. 51-67.

[129] P. Lewis, «Reflections on the role...», cit., pp. 64-65. El vano intento de encontrar formas similares a la indenture vitalicia inglesa en ámbito europeo es objeto de reflexión en: M. Jones y S.Walker, «Private indentures...», cit., p. 11.

[130] Como ha recordado M. Hicks, Bastard..., op. cit., pp. 68, 74-76, frente a la visión restringida a las clientelas de retainers.

[131] En su origen, en la Inglaterra del XIII y sobre todo del XIV, el crecimiento de las casas y clientelas fue una reacción nobiliaria al desarrollo de la centralización política y judicial de la monarquía: el precio fue el feudalismo bastardo: P. Coss, «Bastard Feudalism Revised...», cit., p. 54 y 63 y «Debate Bastard Feudalism...», cit., p. 203. La necesidad de estudios al respecto y la existencia de un proceso de rearmonización entre clase y Estado durante la expansión del Estado feudal (ss. XV-XVI) ya fue reinvindicada por P. Anderson, El Estado absolutista, Madrid, 1987, p. 43.

[132] Recogiendo parte de la propuesta de Ch. Given-Wilson, The Royal Houselhold and the King’s Affinity: Service, Politics and Finance in England, 1360-1413, Londres-Nueva York, 1986, pp. 203-204, quien analiza la clientela del rey, como la de otro noble, en tres grupos concéntricos, englobando conjuntamente el colectivo de servidores, de pensionados y de seguidores de la Casa real. Desde los supuestos teóricos hasta ahora expuestos tuvimos ocasión de analizar la Casa Real de Alfonso V en J. Sáiz, Ejército, caballería y clientela militar en la Corona de Aragón en la Baja Edad Media. La Casa Real en las campañas de Alfonso el Magnánimo (1420-1442), tesis de Licenciatura inédita, Valencia, 1996, pp. 108-181, y más recientemente, una casa y clientela feudal, la del conde de Denia y marqués de Villena a fines del XIV en J. Sáiz, «Una clientela militar entre la Corona de Aragón y Castilla a fines del siglo XIV...», cit.

[133] Como los caballeros y escuderos de las casas feudales: vid. M. Hicks, Bastard..., op. cit., pp. 46-47; Ch. Given-Wilson, The English Nobility in the Late Middle Ages. The Fourteenth-Century Political Comunity, Londres, 1987, p. 90; P. De Win, «The lesser nobility...», cit., p. 102. Su presencia testimoniaba el poder social del noble ante sus semejantes, dentro de las pautas feudales de exhibición social de la riqueza por la calidad y cantidad de servidores: Ch. Dyer, Niveles de vida en la Baja Edad Media. Cambios sociales en Inglaterra, c. 1200-1520, Barcelona, 1991, pp.75-77 y 120-121.

[134] Según las pautas de servicio y formación en las casas o cortes feudales; vid. G. Duby, «Los jóvenes en la sociedad aristocrática de la Francia del Noroeste en el siglo XII», id. Hombres y estructuras de la Edad Media, Madrid, 1989, pp. 132-147; id., Guillermo el Mariscal, Madrid, 1987, pp. 78-90; J. Bean, «Bachelor and Retainer», Medievalia et Humanistica, 3 (1972), pp. 117-131; P. De Win, «The lesser nobility of the Burgundian...», cit., pp. 101-102; Ch. Given Wilson, The English Nobility..., op. cit., pp. 2-5; N. Orme, From Childhood to Chivalry. The Education of English Kings and Aristocracy, 1066-1530, Cambrigde, 1984, pp. 44-80.

[135] La Casa Real sería el modelo de corte feudal al más alto rango; en otros miembros de la nobleza, la condición social, número y especialización descendería en ese colectivo. La alta nobleza dispondría de séquitos bajonobiliarios en calidad de cavallers o escuders de casa, quienes, al igual que los cortesanos del rey, servirían más en labores político-militares que domésticas, mientras que la baja y mediana nobleza, los cavallers y donzells, debía contentarse con unos pocos escuders de diversa condición social que serían tanto escolta como criados propiamente domésticos, vid. J. Sáiz, «Una clientela militar entre la Corona de Aragón y Castilla a fines del siglo XIV...», cit., pp. 102-116.

[136] En las casas señoriales se trataría de los agentes del señor retribuidos centralizadamente por su corte, bien por nutrir la administración local de los patrimonios señoriales, bien por vínculos vasalláticos con éste (percibiendo feudos-renta) o bien por relaciones de dependencia menos formalizadas y derivadas de solidaridades familiares: vid. ibid.

[137] El ejemplo del linaje Pardo de la Casta ilustraría un tónica general entre la nobleza vinculada a la Casa Real, vid. J. Sáiz, «Els Pardo de la Casta, senyors d’Albaida en el primer terç del segle XV. Un llinatge nobiliari al servei de la casa reial», en V. Terol, (ed.), 750 anys com a valencians. Albaida i la Vall 1245-1995, Ontinyent, 1995, pp. 155-176.

[138] Las referencias sobre la condición social nobiliaria de dichos cargos presentes en las ordenanzas de la casa de Alfonso el Magnánimo las obtenemos de las Ordinacions de Pedro IV (en el caso de 12 oficios) y de los registros de la tesorería (para el caso de 3 de éstos). Según las ordinacions del Ceremonioso, 12 de los oficios referidos deben otorgarse a alguno de los tres escalones de la nobleza, nobles, cavallers o escuders, donzells o generosos: vid. CODOIN, vol. V, majordoms, pp. 11-18, copers, pp. 18-20, botellers majors, pp. 20-24, panicers majors, 26-30, escuders davant nos tallar ordonar (o trinxants), pp. 33-34, sobrecocs, pp. 35-36, falconers majors, pp. 55-56, camarlencs, pp. 62-68, escuders de cambra (o cambrers), pp. 69-72, rebosters, pp. 89-93, uixers d’armes, pp. 96-98, alguzirs, pp. 102-107. Por otro lado, los dos oficios restantes (cavallerís y armer) que no se especifica su condición nobiliaria en las ordinacions, los documento en manos de caballeros en los registros de la tesorería: ARV, MR, n.º 8.760, fol. 66r, ibid. n.º 9.407, fol. 177r; ibid. n.º 8.774, fol. 85r, ibid. n.º 8.780, fol. 88r e ibid. n.º 9.403. s. f.. Señalar finalmente que a efectos prácticos también habríamos de haber incluido en la nómina de cortesanos al oficio de talladorer, cargo que en las ordinacions se asimila a los escuders portants lo tallador real diferenciado del oficio de escuders davant nos tallar ordenar asociable a los trinxants: CODOIN, vol. V, pp. 33-34 y 43-44. En la práctica, en los registros de la tesorería se asimilan en numerosas ocasiones los oficios de trinxant y talladorer: ARV, MR, n.º 8.774, fol. 154v; ibid., n.º 8.777, fol. 88v.

[139] El personal de la munteria (munter major, sotsmunter y hòmens de la munteria) ni consta en las ordinacions de Pedro IV ni en la reglamentación de la Casa de Alfonso V, pero sí figura entre los integrantes de la de Martín I, donde del munter major se prescribe su condición nobiliaria: ARV, RC, 622, fols. 186v-187r. El oficio de munter major lo incluyo entre el grupo de cortesanos ya que responde a las coordenadas descritas: por una parte, vinculado a miembros de la nobleza, a cuatro caballeros castellanos (ARV, MR, n.º 8.774, fols. 133v; ibid. n.º 9.407, fol. 140v; A. Ryder, El reino..., op. cit., pp. 91-92); por otra, aunque sus tareas inmediatas recaían en la dirección del personal, entre 60 y 90 personas, de la munteria (sotsmunter, munters a cavall, ballesters a cavall y munters a peu), desbordaba esos ámbitos al servir en labores político-militares: los numerosos munters a cavall servían en las cacerías pero también, algunos, como hombres de armas.

[140] Son los siguientes: 10 cambrers (frente a los 6 que se estipula en las ordenanzas), 3 sobrecocs (frente a 2 de los ordinarios), 2 botellers, 2 panicers, 2 alguzirs, 2 majordoms, 2 camarlencs, 2 uixer d’armes (2 menos), 2 copers, 2 falconers majors, 2 armers, 1 escuder dels coltells, 1 munter major y 1 cavallerís: ARV, MR, n.º 8.774.

[141] ARV, RC, n.º 622, fols. 133v-142v, 174r-180v, ordinacions promulgadas por Pedro IV en 1368, 1377 y 1383.

[142] M.ª T. Ferrer Mallol, «El Consell Reial durant el regnat de Martí el Humà», en XV CHCA..., op. ci., t. I, vol. 2, pp. 175-190.

[143] Sobre las funciones palatinas y autoridad de los majordoms vid: CODOIN, vol. V, pp. 9-10 y 11-17. El cargo de majordom era de origen aragonés y su equivalente catalán era el senescal: en Aragón y Cataluña tenían la misma función y se reservaban a la alta aristocracia (por ejemplo los Montcada, senescals de Cataluña). Con la federación de Aragón y Cataluña convivieron el majordom aragonés y el senescal catalán, mientras que la creación de los reinos de Valencia y Mallorca supuso el establecimiento de un majordom para ambos reinos; a fines del XIII, la conquista de Sicilia implicó la homologación del oficio de senescal allí operante con el de majordom; vid. J. Trenchs, Casa, Corte y Cancillería de Pedro el Grande (1276-1285), Roma, 1991, pp. 63-65; L. Klüpfel, «El règim de la Confederació...», cit., 35, pp. 201-202. Desde mediados del XIV, el oficio de senescal fue desplazado por el de majordom: las ordenanzas reales de 1344 consagraron la primacía de éste fijando tres nobles majordoms (para Aragón, Cataluña y para Valencia y Mallorca), dejando la continuidad del senescal sólo en Sicilia, aunque tal cargo intentó revitalizarse con competencias de administración militar en la década de los años sesenta por Pedro IV hasta su fusión con el condestable en 1369, como máxima autoridad militar tras el rey.

[144] CODOIN, vol. V, pp. 62-68 y ss.

[145] Ibid. pp. 17, 62; A. Ryder, El reino de Nápoles..., cit., pp. 85-86; P. Corrao, Governare un regno..., op. cit., pp. 311 y 313.

[146] Unos ejemplos: en 1425 mossèn Joan de Gurrea y mossèn Vidal de Blanes compatibilizaban sus cargos de cambrers con los de baile general del reino de Aragón y governador del de Valencia respectivamente; o en 1429 mossèn Eiximén Pérez de Corella y mossèn Bernat Albert, quienes a su cargos de coper major y cambrer, unían los de governador de Valencia y procurador reial en Rosselló y Cerdanya. También algunos cortesanos (copers y cambrers sobre todo) eran consellers del consell central o de los consell reials que operaban en los diferentes reinos y principados como sus apéndices: J. Sáiz, «Del amprament al acorriment...», cit., p. 338.

[147] A. Ryder, El reino de Nápoles..., op. cit., pp. 94-95 y 102. También se ha señalado la importancia diplomática del oficio de uixer d’armes a fines del XIV y la de los alguzirs, vid. P. Corrao, Governare un regno..., op. cit., pp. 317-318.

[148] La obligatoriedad de su servicio militar figura a fines del XIII: L. Klüpfel, «El règim de la Confederació catalano-aragonesa...», cit., cap. II, p. 223. En las ordinacions reales de 1368, 1377 y 1383 y en cuentas de la Tesorería del siglo XIV (1371) consta que de las companyies de cavall de casa del senyor rey, el séquito que acompañaba al rey de la domus regia, podían emerger tropas de caballería al estar obligado cada cortesano a aportar y mantener caballos de guerra: ARV, RC, n.º 622, fols. 133v-142v y 174r-180v; ACA, MR, n.º 2.478, fol. 21r; J. Sáiz, «La organización militar...», cit., pp. 747-748 y 760. Esa obligación era extensiva a otros oficiales reales territoriales, como recordaría Alfonso V en 1427 y 1428 en la Pragmática sanció dels rocins: id. Ejército, caballería y clientela militar, op. cit., pp. 307-324.

[149] ARV, RC, n.º 622, fols. 209v-210r.

[150] Según orden real dada en Valencia el 22 de septiembre de ese año; Boïl ya recibía en febrero del año siguiente un primer anticipo (250 flor.) de dicha anualidad, avance de la cuarta paga de marzo: ibid. MR, n.º 8.774, fols. 72v-73r.

[151] Como la ya citada renta de 1.000 flor. anuales para el coper Boïl. o los 500 flor. que desde ese año, mossèn Galceran de Requesens, uixer d’armes recibía de gràcia cascun any en sosteniment de son stat asignats: ibid. fols. 67v-68r.

[152] Se trata de mecánica de retribución semejante a la de los caballeros y escuderos de las casas nobiliarias: remito más adelante al capítulo IV y a J. Sáiz, «Una clientela militar entre la Corona de Aragón y Castilla...», cit., pp. 110-115.

[153] Como el ya citado Ramon Boïl, coper, quien percibía desde 1428 una anualidad de 1.000 flor., o el también coper y noble valenciano Eiximén Pérez de Corella quien durante ese año recibió nada menos que 24.200 ss. en dos pagos, uno de 2.200 ss. como ajuda a la despesa que fa e susté seguint lo servey del senyor rey y otro de 22.000 ss. librado graciosament (por servicios prestados y dietas en una embajada a Castilla): ibid, n.º 8.773, fol. 65v, 86r, 156v y 186r-v.

[154] Al menos desde finales del Doscientos las ordenanzas de la casa de Pedro el Grande documentan la existencia de cavallers e fills de cavallers de casa sua: vid. F. Carreras i Candi, «Redreç de la Reyal Casa: ordenaments de Pere ‘lo Gran’ e Anfós ‘lo Liberal’ (segle XIII)», Boletin de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 35 (1909), pp. 97-109.

[155] ARV, RC, n.º 622, fols. 213v-214r. En la contabilidad del escrivà de ració del rey en 1419 en un pago de quitació a un caballero castellano de la Casa Real (Rodrigo de Valladolid) se especifica que se le contabiliza por orden real «ultra lo nombre de XX fills de cavallers ordinaris de casa del senyor rey»: ACA, MR, n.º 837, fol. 95r.

[156] De hecho sólo los hemos documentado en los registros de la tesorería en cinco ocasiones entre 1429 y 1431: 3 cavallers de casa y 2 donzells de casa del senyor rey: ARV, MR, n.º 8.774 fols. 103v, 93r y 95v y n.º 8.780, fol. 71r.

[157] En la casa de Pedro el Grande, a partir de un exhaustivo análisis de registros de la cancillería real, se ha documentado entre escuderos, caballeros y jinetes de Casa Real un total de 40 personajes: 23 scutifer de domo regis, 14 milites de domo nostra y 3 jenetos de domo nostra: vid. J. Trenchs, Casa, Corte..., op. cit., pp. 88-91.

[158] Remito al respecto más adelante al capítulo IV y a J. Sáiz, «Una clientela militar...», cit.

[159] Un fenómeno parecido de sustitución entre dos categorías se detecta en Inglaterra a fines siglo XIV: el colectivo de 60-70 knights of the household sería relevado por nuevo grupo, caballeros de la cámara real kinghts of the chamber cuya función, a diferencia de los primeros más propiamente militar –son la élite del ejército real–, se diversifica actuando también como consejeros y diplomáticos: vid. Chris Given-Wilson, The Royal Household and the King’s Affinity..., op. cit., p. 254.

[160] ARV, MR, n.º 8.759 (segundo semestre de 1424); ibid., n.º 8.768-8.769 (1427), n.º 8.771 y 8.773 (1428), n.º 8.774 (primer semestre de 1429) y n.º 8.780 (segundo semestre de 1431).

[161] En la Casa del rey de Castilla convivían pajes y criados del rey por un lado, de condición social noble o no, con donceles de condición noble, quienes dispusieron de un encuadramiento armado desde mediados del XIV, vid. M. A. Ladero Quesada, «La Casa Real en la Baja Edad Media», Historia. Instituciones. Documentos, 25 (1998), pp. 327-350, p. 341.

[162] Con todo, también vemos representantes de familias ciudadanas al servicio al monarca, algunas de reciente acceso a las filas de la caballería como las valencianas Bou, Palomar, Çaera y Civera.

[163] Cobraban quitacions de 270 ss. por lo que según fueran cuatrimestrales o trimestrales, su salari o quitació anual rondaría los 1.000 ss.: ARV, MR, n.º 8.768, fol. 138r, ibid., n.º 8.771, fol. 168r, n.º 8.774, fol. 124v y n.º 8.780, fol. 169v.

[164] Ibid., n.º 8.774, n.º 9.813 (3), 9.358 (2), 9.384, 9.823 (3) y n.º 8.777. Remito más en profundidad al próximo capítulo.

[165] Por citar sólo tres ejemplos: frare Ramon Ciscar y Berenguer de Montpalau, patges del rey reciben sendos pagos de 30 flor. en setiembre de 1431 per comprar-se un rocí per son cavalcar (ARV, MR. n.º 8.780, fol. 82r-v); el patge Vidal de Blanes recibe en marzo de 1425 40 flor. que el rey le donó graciosament per comprar-se I arnés (Ibid., n.º 8.760, fol. 82v).

[166] Buena parte de ellos habían servido antes en la cort como patges. Como el caballero castellano Rodrigo de Lisón, patge del rey en 1429 (ibid. n.º 8.777 fol. 69r) y cavaller de casa del senyor rey en 1432 (Ibid. n.º 8.785, fol. 57v), ascendido en Nápoles en 1442 al oficio de munter major (A. Ryder, El reino..., cit., pp. 91-92); o el catalán Martí de Santa Coloma, patge en 1429 (ARV, MR, n.º 8.774, fol. 136r), y el valenciano Ramon Soler, con el mismo oficio en 1425 (ibid. n.º 8.760, fol. 111r) promocionados a cambrers en 1432: ACA, MR, n.º 422, fol. 149v y 1429; ARV, MR, n.º 9.823 (3), fol. 41r.

[167] En la nómina de patges, abundan los parientes (hijos, sobrinos o primos) de nobles cortesanos en activo en casa del rey. Un sólo caso: Pere de Montagut, patge real desde 1428, es hijo del difunto uixer d’armes, Manuel de Montagut: ARV, MR, n.º 8.771, fol. 85v y ibid. GOV, n.º 2.800, mano 1, fol. 27r.

[168] Durante la guerra de conquista de Nápoles, incluir a jóvenes caballeros en la Casa Real era para el rey un signo de su magnanimidad hacia el bando noble pro-angevino, buscando crearse un sector afín a su causa. El cronista Panormita relata un significativo episodio al respecto, cuando el monarca en 1439 perdonó al noble Marino Bofa y, entre otras medidas de gracia, incluyó a sus hijos en la Casa Real: «e aprés li restituhí sos béns e.l féu del seu consell hi senat, e pres sos fils en sa casa, hi·ls admeté en la sua cort»: A. Becadelli, Dels fets e dits..., op. cit., p. 223.

[169] Así a un año de su llegada a los reinos peninsulares, en 1425, todavía vemos a algunos napolitanos percibiendo pagos de 50 y 100 flor. de la tesorería «en alguna satisfacció de alguns bens que han perduts en lo reyalme de Nàpols en servey del dit senyor rey»: ibid., n.º 8.760, fol. 95r y 100v.

[170] En 1425 en las cuentas de la tesorería del primer y segundo semestre son 31: ibid., n.º 8.60, fols. 70v, 95r, 104v, 121v, 124v, n.º 8.761, fols. 61v, 76r, 80v, 100v; en 1426 en las del segundo semestre constan 29: ibid., n.º 8.763, fols. 82r-v, 96r, 113v; en 1427 en las del primer semestre, son 28: ibid., n.º 8.768, fol. 147v-148r, 155v y 156v; y en 1429, 14: ibid., n.º 8.774, fols. 62v, 81r, 78r, 85r, 92r, 93r, 115v, 117r y 167r.

[171] Los pagos de 1425, 1429 y 1431 en: ibid., n.º 8.760, fols.70v, 104v, 121v y 124v, y n.º 8.761, fols. 61v, 76r y 80v; ibid, n.º 8.774, fols. 62v, 81r, 85r, 92r y 93r; ibid., n.º 8.780, fols. 60r, 95r, 133v y n.º 8.785, fol. 60v. La mayoría de esas gracias eran aleatorias, aunque algunos individuos de condición noble, disfrutaban de cierta regularidad en sus pagos, como las gràcies bianuales en marzo y agosto de 1425: ibid, n.º 8.760, fol. 70v y n.º 8.761, fol. 80v.

[172] Se trata de los caballeros Carrafello Carrafa, Luis d’Aversa, Luis de Malaquerqua, Joan Beçuto, Petrillo Pagano, Carlutxo de Jesualdo y Ambrosio Bolcano. En los preparativos militares de las operaciones contra Castilla de 1425 y 1429 reciben pagos para su equipo o entregas del mismo: ibid., n.º 44, fol. 251r, n.º 8.774, fols. 115v, 117r y 155r.

Caballeros del rey

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