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Un foco

Jueves o viernes.

Apreté el botón y escuché tu voz, un tono bajo; pero infinitamente dominante.

—Mañana, ven en la tarde, iré con mi hermano a la playa. Quiero que vengas —dijiste con total seguridad.

—Lo que usted diga señorita.

(El día designado)

Llevaba lo justo, dinero y ropa para un día, sabiendo que me quedaría más de siete.

Toqué el timbre y saliste.

Tu vestido de tiritas, ligero como el aire (¡Cómo me gusta verlo volar!)

—Entra al cuarto de la derecha, por favor cambia el foco del consultorio... Creo que se dañó, no enciende.

—Lo que usted diga señorita.

Mientras pensaba en decir algo más, te fuiste del consultorio, directo al cuarto de la izquierda.

De repente, apareció un foco en mi mano, una silla y un cable.

Me paré en la silla y procedí con la operación.

La curiosidad... en forma de aquel respiradero entre los dos cuartos, ver y escuchar lo que sucedía. Poco a poco, abriste la puerta, mientras observabas a tu alrededor.

Aparté la mirada y me centré en el foco.

Quizás esté con alguien en ese cuarto... (No debería importarme, ella no es nada para mí)

El viento trajo una sensación de enojo.

De pronto, apareció en el cuarto, lo que ella estaba esperando, una chica alta de cabello castaño y cuerpo esbelto; llevaba gafas, chaqueta y minifalda de cuero. Una figura para admirar.

Te acercaste a la chica de la minifalda. Le dijiste algo al oído.

Yo veía todo desde la ventana, ajustando y reajustando el foco.

Ella te besó en la frente. Abriste la puerta y se fue.

(Suspiraste)

—¿Cómo puedes dejarme así? —Dijiste apretando los labios.

Miraste hacia el cuarto donde el foco me hacía compañía.

—¡No importa!, ella se fue, pero estás tú. Tú siempre eres bueno.

Abriste la puerta.

Me senté en la silla.

Tu vestido de tiritas, tan ligero como el aire, ¡Qué placer hacerlo volar!

—Tú siempre eres bueno —susurraste en mi oído.

Te até con el cable y el foco se encendió.

Claroscuro

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