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Presentación

Juan Nepote y Claudia Aguirre

Para construir este libro invitamos a una serie de colegas que han tenido la fortuna de hacer un museo de ciencias. Ustedes quizá no lo sepan, pero los trabajadores de los museos son las personas más entusiastas, generosas y comprometidas, pero también las que se desencantan con mayor frecuencia. Así que los invitamos a desahogarse en este libro, para que nos contaran si recuerdan algunas decisiones que ahora tomarían de una manera distinta al diseñar una exposición o todo un museo, aquellas que hicieron que el día de la inauguración hayan querido desaparecer… o que les provocaron una satisfacción tan grande que aún sonríen. ¿Qué han aprendido en su trayectoria como diseñador o curador de exposiciones? ¿Para qué sirve una exposición interactiva? ¿De verdad son necesarios todos esos mediadores? ¿Para qué escribir cédulas “si nadie lee”?

Hemos querido hacer un homenaje cariñoso a un gran maestro para todos los que trabajamos en museos de ciencias durante las últimas tres décadas: Jorge Wagensberg. Sus ideas y sus dudas están muy vivas entre nosotros, quienes descubrimos el auténtico gozo intelectual escuchándolo con los oídos y los ojos. Entusiasta y generoso, cuando armamos el primero de los libros que inauguró esta colección, Instrucciones para contagiar la ciencia, con la complicidad de Diego Golombek, él aceptó entregarnos un texto: “Historias de mis mejores fracasos museográficos”, que apareció en aquel libro en 2016; pero Jorge murió unos meses después. Por eso ahora quisimos materializar su voz entre nosotros, incluyendo su texto en este libro. Estamos seguros de que ningún lector lo lamentará. También trajimos al presente otro texto elaborado en una primera versión para ese libro, y que hoy cobra aún más vigencia: “Museitis, crónica de una enfermedad incurable”.

Estamos convencidos de que vale la pena reunir nuestras anécdotas, fracasos estrepitosos y éxitos insuperables, y que todos podemos aprender de ello, desde nuestros abuelitos (vivos), cónyuges, amigos, novios u otros familiares, que nunca han entendido a qué nos dedicamos profesionalmente, hasta el extenso público de la divulgación de las ciencias que —aunque a veces ni nosotros mismos lo creamos— es realmente grande, y está ávido de conocer más experiencias, historias de vida, prácticas individuales y colectivas, consejos para principiantes y chismes para expertos… y que en gran parte de los casos coincide con alguno de los otros lectores esperados.


Instrucciones para armar museos de ciencias

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